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DANTE

DIVINA COMEDIA
INFIERNO: Cantos I-IX

CANTO I

Dante anda perdido en la selva del pecado. Un leopardo u onza (símbolo de la


lujuria), un león (la soberbia) y una loba (la codicia) le cierran el paso y están a punto de
atacarle, impidiéndole abandonar la selva y subir a la montaña que simboliza la
salvación. Ante él aparece un hombre al que Dante solicita protección. Este hombre es
Virgilio, quien invita a Dante a seguirle si desea escapar de esos peligros. Virgilio le
anuncia que es difícil escapar de la loba (la codicia que corrompe a la Iglesia) pero que
llegará un día en que vendrá un Lebrel (un perro de caza cuya identidad no ha podido
ser aclarada por los especialistas) que matará a la loba y acabará con su pecado. Juntos,
Dante y Virgilio emprenderán un viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso.
Virgilio sólo le podrá acompañar por los dos primeros porque al no haber conocido la
ley de Cristo le está vedada la entrada en el Paraíso y también porque Virgilio simboliza
la razón y para llegar a Dios la razón no es suficiente si no va acompañada de la fe.
Cuando lleguen al tercero otra alma le guiará hasta llegar a Dios. Dante expresa su
decisión de acompañarle y emprenden el camino.

CANTO II

Dante pide a las Musas que le ayuden a completar su relato, pues las cosas que
vio durante su viaje son realmente difíciles de explicar. Dante no puede comprender por
qué él, de entre todos los mortales, ha sido precisamente elegido para emprender un
viaje que muy pocos héroes (Eneas, San Pablo, a quien Dante llama “el Vaso de
Elección”) han logrado completar antes que él. Virgilio le explica que, estando él en el
Limbo, el espíritu de la hermosa Beatriz se le apareció para que le buscara y le ayudara
en su camino. La Virgen María se había apiadado de Dante y, a través de Santa Lucía
(que es la patrona de los ciegos y simboliza la Gracia iluminativa que sirve para separar
al hombre del pecado), habían enviado a Beatriz para que cuidara del alma de Dante.
Cuando Santa Lucía habló con Beatriz esta se hallaba sentada al lado de Raquel, la
mujer de Jacob, que simboliza la vida contemplativa. Al saberse protegido por Beatriz,
Dante renueva sus energías y se muestra dispuesto a continuar. Beatriz simboliza en la
comedia el conocimiento de las cosas reveladas, es decir, la Teología.

CANTO III

Dante y Virgilio llegan a las puertas del Infierno, donde un cartel les recuerda
que allí sólo entran los condenados y que deben abandonar toda esperanza antes de
entrar. Dante siente temor, pero Virgilio le tranquiliza.
En la entrada o vestíbulo del Infierno escuchan los lamentos de muchas almas.
Se trata de aquellas personas que no supieron comprometerse con el bien, aunque
tampoco lo hicieron con el mal. También se encuentra allí los ángeles que, tras la
rebelión de Lucifer, no siguieron al ángel caído, pero tampoco lucharon de parte de
Dios. Con estas advertencias Dante está mandando un mensaje a aquellas ciudades
italianas que no quisieron comprometerse en las luchas de las que el propio Dante fue
víctima. Entre las almas que allí se encuentran Dante vio a un papa que podemos
identificar como Celestino V (otros autores creen que este personaje puede ser Esaú –
que renunció a su primogenitura-, a Pilatos –que se negó a intervenir en el juicio de
Jesús, o a Juliano el Apóstata). Dante lo ha colocado en el limbo pues su renuncia al
papado supuso la llegada al trono de San Pedro de Bonifacio VIII, enemigo de Dante.
En el limbo también se encuentran los cobardes que, por miedo, no llegaron a definirse
ante un conflicto.
Llegan a orillas del río Aqueronte, donde se congrega multitud de almas.
Caronte arriba con su barca para llevarlas al infierno, pero se niega a que Dante suba a
su barca pues sabe que está vivo y que su destino final no ha de ser el infierno, sino el
purgatorio. Sin embargo Virgilio le advierte que es deseo de Dios que Dante prosiga su
viaje y Caronte les deja subir.
Las almas suben a la barca, lamentándose. Virgilio hace notar a Dante que si
Caronte no ha querido dejarlo subir es porque sabe que su destino no es la condenación.
De repente la tierra tembló y un fuerte viento hizo que Dante cayera inconsciente.

CANTO IV

Un gran trueno despierta a Dante de su sueño. Se encuentra justo al borde del


infierno. Virgilio le invita a seguirle, pero Dante tiene miedo y su guía debe
tranquilizarle una vez más.
Entran en el primer círculo del infierno, que es el Limbo, donde no se oye
ningún tipo de lamento. Allí están los que no pecaron pero que, por no haber conocido
la verdadera religión, no pueden acceder ni al Purgatorio ni al Paraíso. Este es el lugar
donde normalmente se encuentra el alma de Virgilio.
Dante pregunta a su maestro si nunca un alma ha logrado salir de este círculo y
Virgilio le relata cómo, al poco tiempo de su muerte, asistió a la bajada a los infiernos
de Jesucristo, quien se llevó de allí a los patriarcas y a otros personajes de la Biblia y los
hizo santos.
Allí ven también a Homero, Ovidio, Horacio y Lucano, grandes escritores,
modelos con Virgilio para Dante. Los poetas invitan a Dante a unirse a su grupo y pasan
hablando largo rato.
Llegan finalmente a un noble castillo (que simboliza la sabiduría), rodeado de
siete murallas (que simbolizan las 7 ramas de conocimiento: física, metafísica, ética,
política, economía, matemáticas y dialéctica; para otros autores son las 7 artes liberales)
y de un río. Penetran a través de sus siete puertas. Allí ven a los grandes héroes justos
de la mitología (Electra, Héctor, Eneas…,) a personajes históricos (César, Bruto,
Lucrecia, Saladito…,) y a los grandes filósofos, científicos e historiadores de la
antigüedad y de la Edad Media (Sócrates, Aristóteles, Diógenes, Heráclito, Séneca, Tito
Livio, Hipócrates, Avicena, Galeno…).
Finalmente Virgilio y Dante se separan de estos grandes hombres y siguen su
camino hasta un lugar sumido totalmente en la oscuridad.

CANTO V

Virgilio y Dante abandonan el primer círculo y penetran en el segundo. Como el


Infierno es un cono invertido, cada círculo es más estrecho que el anterior y el castigo
que en él sufren las almas es más duro pues los pecados son más graves a medida que se
desciende.
En este círculo el rey Minos, convertido en un ser monstruoso dotado de una
enorme cola, es el encargado de oír la confesión de las almas que llegan hasta él y de
asignar a qué parte del Infierno deben ser enviados. Para indicar el círculo que
corresponde a cada alma se anuda la cola alrededor de su cuerpo: cada vuelta es un
círculo.
En este círculo y los tres siguientes se encuentran aquellos pecadores que más
que elegir el camino del mal, no tuvieron fuerzas para elegir el del bien. En este círculo
se encuentran los lujuriosos, que abandonaron su razón para ser gobernados por el deseo
sexual. Las almas en pena son arrastradas por un viento infernal que los zarandea
constantemente con enorme violencia.
Allí vio a la reina Semíramis, a Cleopatra, a Elena de Troya, a Aquiles, a Paris, a
Tristán, a Dido…
Dante fija su atención en una pareja de almas que vuelan juntas y les suplica que
le cuenten su desdicha. Se trata de los desgraciados amantes Francesca de Rímini y
Paolo Malatesta. Francesca cuenta que se enamoró de Paolo, el hermano de su marido, y
que este los asesinó a ambos por lo cual, cuando el asesino muera, irá a la zona caína
(que es una de las zonas en las que se divide el último círculo del Infierno), es decir, a
donde van las almas que, como hiciera Caín, han asesinado a los de su propia sangre.
Dante pregunta cómo surgió en ellos el amor y Francesca le responde que un día
ella y Paolo estaban leyendo una novela sobre los amores del caballero Lanzarote y la
reina Ginebra. Cuando estaban leyendo un pasaje en el que los amantes se besan, Paolo
se dejó confundir por el deseo y besó a Francesca y consumaron su amor. Dante se
emociona tanto ante su dolor que se desmaya1.

CANTO VI

Los dos caminantes pasan al tercer círculo, en el que constantemente caen la


lluvia, el granizo y la nieve (negros como el pecado) y donde un asqueroso hedor surge
de la tierra mojada. Allí se encuentra el can Cerbero, quien camina aplastando a la gente
sumergida en el fango, desgarrándola y desollándola. Cerbero (que por sus tres cabezas
es el símbolo del apetito incontrolado) se muestra amenazante ante Dante y Virgilio,
pero este lo calma arrojándole tierra a las fauces.
En este círculo se encuentran las almas que sucumbieron al pecado de la gula.
En el círculo anterior encontramos a los que pecaron por amor desmedido a los demás;
en este círculo comienzan los que pecaron de exceso de amor hacia sí mismos (los
glotones pecan porque comer en exceso les produce un placer que no pueden controlar).
Uno de los condenados, que conoció a Dante, llama su atención. Se trata de
Ciaccio, un conocido parásito de Florencia2. Dante le interroga sobre el futuro de su
ciudad, asolada por la guerra. Ciaccio profetiza que Florencia vivirá todavía tiempos
muy difíciles y que los dos bandos se alternarán en su dominio, causando gran
mortandad y desgracias. Dante pregunta sobre la suerte de otros conocidos y Ciaccio le
responde que ya se los irá encontrando a medida que penetre más profundamente en el
Infierno.
Cuando el alma de Ciaccio vuelve a su estado de alma en pena, Virgilio recuerda
a Dante que su castigo continuará hasta el día del Juicio Final. Dante pregunta qué
suerte correrán estas almas el ese día y Virgilio le responde que a partir de entonces su
castigo será aún más perfecto pues sufrirán alma y cuerpo juntos después de la
resurrección de la carne.

1
El episodio de Francesca y Paolo es uno de los más famosos de la obra y ha dado pie ha muchas obras
posteriores. Es un fragmento perfecto para salir en el examen.
2
Un parásito es un personaje adulador y servil que se dedica a invitarse a todas las cenas y comidas
donde sucumbe a la gula y a la bebida y a los placeres sensuales. Como tipo aparece caracterizado en la
literatura desde la comedia clásica grecolatina.
CANTO VII
Pluto (o Plutón) preside el infierno de los pródigos (aquellos que derrocharon su
dinero) y de los avaros (que acumulan riqueza). Ese círculo está dividido en dos
mitades, una para cada grupo. A Pluto no parece gustarle la presencia de los dos
caminantes, pero Virgilio asegura que no puede hacer nada ante el mandato divino y
ambos continúan su camino.
El castigo de los pródigos consiste en caminar de un lado a otro por su parte del
recinto cargados con enormes pesos; mientras que los avaros claman al cielo bajo la
pesada capa de tierra que cubre sus tumbas.
Muchos de los pródigos condenados son, según observa Dante, miembros del
estamento eclesiástico (sacerdotes, cardenales, papas) que derrocharon en placeres las
riquezas de la Iglesia.
Tanto los pródigos como los avaros claman contra la diosa Fortuna porque les ha
sido adversa, como si ella fuera dueña de los bienes terrenales cuando, en realidad, no es
más que su caprichosa distribuidora.
Dante y Virgilio continúan su camino y llegan hasta un arroyo que conduce a la
laguna Estigia. Se encuentran ahora en el círculo de los coléricos, los acidiosos, los
soberbios y los envidiosos. Flotando en el fango de la laguna Dante observa a infinidad
de almas que se destrozan entre sí, llevadas por la cólera, mientras que los acidiosos
(melancólicos) permanecen en el fondo aislados del resto por su melancolía.

CANTO VIII

Después de despertar llegan al pie de una alta torre, alumbrada por dos luces que
parecían mantener un diálogo con otra que alumbraba a lo lejos. Esta procede de una
nave, conducida por Flegias (uno de los hijos de Marte que incendió el oráculo de
Delfos para vengarse del dios Apolo). Flegias piensa que debe hacerse cargo del alma
de Dante, pero Virgilio le ordena que les lleve al otro lado de la laguna.
Bajo las aguas cenagosas de la laguna Dante vislumbra multitud de almas. Una
de ellas reconoce a Dante y se abraza a su cuello. Dante intenta desprenderse con asco
del abrazo de esa alma pues la ha reconocido y considera que merece su castigo. Se trata
de Felipe Agreti, en enemigo de Dante, famoso por su soberbia.
Se acercan a la ciudad de Dite, donde reciben castigo los maliciosos. Aquí
empieza la parte más terrible y profunda del Infierno donde reciben castigo aquellos que
cometieron maldades voluntariamente. En ellas hay multitud de mezquitas que arden
constantemente. Las mezquitas son símbolo del mal, pues se oponen a las iglesias, que
son el símbolo del bien.
Las almas que esperan a que se abran las puertas de la ciudad se extrañan al ver
a Dante (que está vivo) en ese lugar y piden a Virgilio que lo abandone a su suerte.
Dante, horrorizado, suplica a su guía que no le abandone. Virgilio le tranquiliza y se
acerca a hablar con las almas de los condenados, pero estas entran en la ciudad y cierran
las puertas para que ellos no puedan seguirles. Virgilio asegura a Dante que hallará el
medio de entrar en la ciudad, pues anuncia la llegada de alguien (un ángel, tal vez el
arcángel San Miguel) que les ayudará a cumplir su misión3. Virgilio le recuerda a Dante
que las puertas del Infierno ya han sido forzadas una vez (su cerradura está rota):
cuando Jesucristo bajó a los Infierno y después subió al Cielo.

3
Efectivamente, en el canto siguiente, el ángel les abrirá las puertas de la ciudad sin ningún esfuerzo.

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