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TERAPIA COGNITIVA POST-RACIONALISTA PROCESAL SITÉMICA.

Ps. Rodrigo Inostroza Cea

• Reseña teórica
El post-racionalismo es un cambio epistemológico, siendo la terapia procesal sistémica el
enfoque terapéutico consistente a este cambio.
Post-racionalismo no quiere decir negación de lo racional, sino que hay algo más allá.
Considera que ya no es posible llegar a "la verdad", como lo planteara el racionalismo.
Comienzan a derrumbarse las certezas, el ser humano ya no tiene el control ni la ciencia la
explicación de todo.
Fue a principio de los ochenta que un grupo de terapeutas conductuales, al verse limitados
por su teoría, comienzan a cuestionar los principios racionalistas (realistas, mecanicistas)
que regían su terapéutica. Mahoney, Meichenbaum y Vittorio Guidano (padre del post-
racionalismo y su autor más importante) importan a la psicología en general y
específicamente a la terapia, los cuestionamientos al realismo y los planteamientos
constructivistas que ya habían invadido el arte, la física, la lingüística, la biología y la
historia.
En lo que respecta a la epistemología o teoría del conocimiento post-racionalista, ésta se
enmarca dentro del constructivismo y rescata la visión evolutiva de la relación entre
cognición y realidad.
La visión evolutiva implica el entendimiento de que el conocimiento, visto como la forma
evolutiva del ser humano para adaptarse a su ambiente, puede ser estudiado de forma
biológica bajo el paradigma de la selección natural. Así, el conocimiento humano estaría
rigurosamente relacionado con pautas de procesamiento de información de origen
evolutivo, en el sentido de que los patrones reguladores de nuestra percepción y
conocimiento del entorno, son funciones de la organización neurosensorial producida
durante la adaptación filogenético (Guidano y Liotti, 1983).
El constructivismo por su parte, plantea que los seres humanos participamos activamente en
la construcción de la vida humana, ordenando la experiencia que nos afecta, es decir,
ordenando aquello que, mientras vivimos, nos ocurre sin que nosotros lo decidamos. Este
ordenamiento es personal e implica entregarle un significado propio al experienciar. Este

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experienciar, a su vez, es un proceso constante, es decir, siempre estamos experienciando y
somos nosotros quienes ordenamos este proceso mediante distinciones que hacemos en el
lenguaje. Así, tenemos la experiencia de frío porque en el medio existen una serie de
procesos que nos perturban y al ordenarlos e intentar explicarnos la experiencia, le
significamos como "frío" (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
Es importante diferenciar esta postura de un constructivismo más radical que plantea que la
experiencia humana existe en el lenguaje, es decir, sólo cuando un observador hace una
distinción. El post-racionalismo por su parte plantea que sí hay una realidad, pero que es
multiprocesal, es decir, hay muchos procesos autónomos relacionados entre sí y el
observador participa activamente en su construcción en la medida que ordena esta realidad,
otorgando sus propios significados (tomando en este punto la noción de esquemas de
funcionamiento de la tradición cognitiva).
Es preciso resaltar que todo ser humano intenta explicarse su experiencia a partir de su
propia experiencia, sin hacer referencia a un mundo externo. Guidano le llama experiencia
inmediata a este fluir de cosas que nos ocurren sin que lo decidamos y lo distingue de la
explicación de esta experiencia, que vendría justo después. Esta explicación debe
mantenerse consistente con la imagen consciente positiva de uno mismo, siendo positiva
cuando el individuo, en su carácter de ser social, se siente reconocido y legitimado por los
demás (el ser humano busca ser querible, busca reafirmación en el otro). Una crisis
psicológica ocurre cuando no encontramos una explicación a la experiencia inmediata que
nos ayude a mantener esta imagen consciente positiva de uno mismo. Luego, lo que se hace
en terapia es, a partir de la propia experiencia del sujeto, ayudarle a encontrar una
explicación que le ayude a disminuir la disonancia entre su experiencia inmediata y sus
procesos explicativos (Guidano, 1991; 1995; 2001).
Otro aspecto fundamental de la epistemología post-racionalista es lo que respecta al
dominio intersubjetivo. Se parte de la base que nuestra experiencia está determinada por
nuestra estructura, estructura que es similar a la de los primates. Somos primates y como
tales vivimos en un mundo intersubjetivo, es decir, la realidad física es sustituida por una
realidad interpersonal. Cada miembro del grupo puede conocerse y se conoce a sí mismo en
relación con los otros, viéndose en los otros. El sentido que yo tengo de mí mismo lo
obtengo de cómo yo me percibo visto por los demás. A su vez, yo obtengo una imagen del

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otro y de su experiencia a partir de cómo yo creo que está experienciando y para hacerlo
debo simularlo en mi (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
En el ser humano, este mundo intersubjetivo se complejizaría por el lenguaje. Antes
vivíamos en la experiencia inmediata, en directa relación con la naturaleza. Al aparecer el
lenguaje, logramos separar contenidos informativos que aparecen en la experiencia
inmediata, logramos proyectarnos al futuro y nos damos cuenta de la muerte y de lo
inevitable de esa experiencia. Esto lleva a tener que darle un sentido a la vida y darle un
significado a la experiencia humana, significado que se busca en la experiencia inmediata,
apareciendo como significativo todo aquello que tiene que ver con la afectividad (por
nuestro carácter de ser intersubjetivo) (Ruiz y Sepúlveda, 2002; Guidano, 1991; 1995;
2001).

• Conceptos fundamentales:
Para comprender el post-racionalismo, es preciso manejar una serie de conceptos que
ayudan a entender los procesos que la teoría describe y cómo concibe la experiencia
humana.
En primer lugar y como se dijo anteriormente, el post-racionalismo no niega lo racional,
sólo intenta ir más allá. Desde la perspectiva racionalista, el pensamiento condiciona o
determina el sentir y el actuar. Desde el post-racionalismo, conducta determina conducta,
cognición determina cognición y emoción determina emoción, siendo esta última la
experiencia en curso que modula (no determina) los otros dos procesos (Ruiz y Sepúlveda,
2002).
Por otra parte, para el post-racionalismo todo organismo vivo es un sistema cerrado
operacionalmente (sólo habría intercambio de energía y no de procesos con el medio) cuya
experiencia está determinada por su propia estructura. Es decir, lo que ocurre fuera del
sistema no entra ni se procesa en éste, sino que simplemente perturba energéticamente
desde fuera y es el propio sistema, determinado por su organización y su estructura, el que
genera una serie de procesos que llevan a la experiencia. A modo de ejemplo, consideremos
un ojo como sistema cerrado y centrémonos en la experiencia de ver luz. La luz en ningún
minuto entra a las células del ojo, sólo las perturba y es al interior de éstas que se generan
una serie de procesos que terminan con la experiencia de ver luz. Nada entra y nada sale del

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organismo. Esta experiencia tiene que ver con la estructura, lo que posibilita que varias
perturbaciones puedan generar la misma experiencia (siguiendo con el ejemplo del ojo, se
pueden ver colores con sólo apretarse el párpado con el dedo) (Ruiz y Sepúlveda, 2002)
Otro concepto fundamental es el de Self. Esta perspectiva acuña el concepto constructivista
del Self, que lo define como la experiencia de ser uno mismo a través del tiempo. Es el
saber que uno es y será siempre la misma persona, a pesar de los muchos cambios físicos y
psicológicos que pueda experimentar (Ruiz y Sepúlveda, 2002; Guidano, 1991; 1995;
2001).
Otro aspecto importante a tratar para comprender esta teoría es lo que respecta a las
emociones. Lo que plantea el post-racionalismo con respecto al desarrollo emocional es que
los seres humanos nacen con un repertorio de emociones que se irían diferenciando.
Cuando el niño nace, su sistema de emociones es muy indiferenciado (casi no tendría
emociones propiamente tal, sería una maraña de activación). Estas emociones van a ir
tomando forma a través de la experiencia inmediata, que va a estar determinada por la
relación vincular que tenga el niño. Según las características emotivas de la persona que
ejerce el vínculo, ciertas tonalidades emotivas serán más seleccionadas que otras. Por
ejemplo, un niño cuya madre es muy sobreprotectora, desarrollará o diferenciará una
tonalidad emotiva de miedo más vívida que las otras emociones. Otro niño cuya madre no
está nunca presente o no acude a sus llamados desarrollará la tonalidad emotiva de pérdida,
abandono y desamparo. Así mismo, todas las emociones son diferenciadas desde esta
tonalidad básica, es decir y siguiendo con el ejemplo, el niño va a diferenciar las otras
tonalidades emotivas confrontándolas con la pérdida. Así la alegría será la ausencia de
pérdida, el miedo, la anticipación de una pérdida, la tristeza, la vivencia de la pérdida, etc
(Ruiz, 2001; Guidano, 1991; 1995; 2001).
Esta tonalidad emotiva de fondo le va dando al niño un sentido específico de sí mismo, de
identidad, de ser el mismo frente a distintas situaciones. Esa es su forma particular de
sentirse en el mundo (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
Esto ayuda a comprender uno de aspectos más distintivos del post-racionalismo como
teoría explicativa: las organizaciones de significado personal. Esto se refiere a la hipótesis
de trabajo que describe el postracionalismo para acercarse a la forma que cada individuo
tiene de organizar u ordenar sus experiencias y emociones. Las organizaciones de

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significado personal son una llave explicativa que sirven de guía al terapeuta, en la medida
que permiten entender de mejor forma el proceso que experiencia el individuo y permite
detectar en torno a qué emoción es más efectivo centrar la terapia (cabe destacar que el
terapeuta es considerado sólo un perturbador emocional entrenado, ya que nada de lo que
haga podría generar por sí mismo un cambio en el sujeto. Sólo puede desde fuera
perturbarle para que el sujeto como organismo genere solo los procesos que le ayuden a
retornar a su imagen consciente positiva de sí mismo) (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
Este constructo nace de la teoría del apego de Bowlby que Guidano reformula en términos
post-racionalistas, describiendo cuatro formas típicas de organización de significado
personal: la organización depresiva, la organización fóbica (ambas en relación con la
“cantidad” de apego), la organización obsesiva y la organización DAP o de los Desórdenes
Alimenticios Psicógenos (ambas en relación con la “calidad” del apego). No existe una
forma de organizar mejor que la otra y generalmente en un mismo individuo confluyen
aspectos de las cuatro, con primacía de una. Cabe destacar que estas formas de organizar no
son necesariamente sintomáticas, pero los síntomas aparecen acordes a ellas cuando ciertas
emociones, por ser muy intensas, no se pueden procesar y se pierde el sentido de sí mismo.
En general, el síntoma típico de la organización depresiva es la depresión, de la fóbica son
los ataques de pánico, de los obsesivos son las obsesiones y compulsiones, y de la
organización dápica son los trastornos alimenticios, sin perjuicio a que cualquier sujeto,
independiente de su organización, pueda presentar cualquier síntoma en algún momento
dado, con características acordes a su forma de organizar (depresiones dápicas, por
ejemplo). Se considera una organización normal aquella que es flexible, abstracta,
generativa y que acepta varios puntos de vista. (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
Así, una forma de organización depresiva se desarrolla en un individuo cuando de niño,
cada vez (o la mayoría de las veces) que intentó disminuir su nivel de activación
acercándose a la madre, ella no estaba, diferenciándose la pérdida por sobre las otras
tonalidades. En su vida adulta, el depresivo elaborará explicaciones a su experiencia
inmediata ligada al rechazo (por su historia vincular de pérdida), explicaciones que apuntan
a que le rechazan porque no es “querible”. Para evitar el rechazo elabora la estrategia de
evitación del compromiso y cuando logra realizar el compromiso, su estrategia apunta a

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resaltar sus aspectos negativos, en busca de la confirmación de la pareja (Ruiz y Sepúlveda,
2002; Guidano, 1987).
Una forma de organización fóbica, por su parte, se desarrolla en un individuo cuando de
niño no se separa nunca físicamente del cuidador (madre sobreprotectora), quien bloquea
indirectamente todo lo que pueda llevar a separarles (mostrándole al niño lo peligroso que
es el mundo si ella no está y haciéndole ver lo frágil que es frente al medio). En este caso,
la tonalidad emocional que se diferencia por sobre las otras es el miedo, lo que lleva al
acercamiento del otro. En el adulto, la unidad organizacional está basada en la búsqueda de
un equilibrio entre la necesidad de protección ante el mundo percibido como peligroso y la
necesidad de libertad e independencia en ese mismo mundo. Para lograr este equilibrio, la
estrategia que utiliza es buscar el control de las relaciones, utilizando una serie de
mecanismos para lograrlo, siendo el más típico la queja somática. Para no sentir una
pérdida del control, el fóbico lo ejerce fuertemente sobre sus emociones y sobre la
proximidad afectiva, es decir se convierte en un agente controlador. Al revés de los
depresivos, las atribuciones de los fóbicos son externas (el mundo es el peligroso o tengo
una enfermedad física). En general, un fóbico normal tiende a ser muy seductor, logrando
acercarse o alejarse de manera muy elegante (Ruiz y Sepúlveda, 2002; Guidano, 1987).
Por otra parte, la forma de organización obsesiva se desarrolla cuando el vínculo es
ambivalente, es decir, cuando la conducta del padre le acepta y le rechaza a la vez (lo que
Bateson llamaría doble vínculo). En este caso el niño se autorrefiere como querible y
rechazable al mismo tiempo, escindiendo su sentido de sí mismo (como si tuviera dos yo).
Como no puede vivir con estos dos yo, elige aquel que a nivel de la experiencia inmediata
se siente querible. La estrategia que utiliza de niño es buscar todas las formas de que los
padres le confirmen, para lo cual no pueden cometer errores. Con este fin, deja de lado la
emocionalidad, por ser propensa a los errores, y desarrolla una extrema racionalidad. De
adultos, buscan siempre la certidumbre, previniendo errores. Tiene certezas absolutas y cree
siempre tener la verdad en lo que dice o hace. Elabora la duda sistemática para evitar la
equivocación. En lo afectivo se construye una imagen en la que le ven como portador de la
verdad. El desbalance de esta organización aparece cuando le sobrepasa la incertidumbre
(Ruiz y Sepúlveda, 2002; Guidano, 1987).

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Por último, se describe la forma de organización de los Desórdenes Alimenticios
Psicógenos (DAP). Se desarrolla cuando el vínculo es ambiguo, el niño no sabe si le
rechazan o le reafirman. Esto lleva a que el niño, para distinguir y diferenciar emociones en
él, se sintonice con la imagen que su figura vincular espera que tenga. De adultos continúan
este patrón definiéndose desde fuera. En la actualidad, la forma de organización DAP es
muy común, en la medida que la sociedad post-moderna está centrada en la imagen que se
proyecta; sin embargo, no es que al dápico sólo le importe en demasía la imagen que
proyecta (eso nos pasa a todos), sino que se define según la imagen que el otro tiene de él.
Su valor como persona depende del juicio externo. Se siente tal y como el otro lo ve y su
imagen consciente positiva de sí mismo va cambiando en la medida que se va relacionando
con distintas personas que tengan distintas imágenes para él. La imagen de sí mismo se
torna oscilante (Ruiz y Sepúlveda, 2002). Es importante mencionar que esta organización
es frecuente en personas de ambos sexos y que sólo la modalidad de manifestarse (anorexia
y bulimia) es, por razones biológico-sociales, más impactante en el sexo femenino (Reda,
1986).

• Abordaje terapéutico desde una óptica post-racionalista.


En toda terapia lo primero apunta a establecer el setting terapéutico. Se le plantea al
paciente que la presente terapia es un “trabajo entre dos expertos: yo en terapia y usted en sí
mismo” (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
El trabajo terapéutico de la terapia procesal sistémica, en general, consiste básicamente en
dos aspectos: reconstrucción de la experiencia inmediata y reformulación de las
explicaciones, que se da en distintas fases.
Lo primero consiste en que el paciente en sesión intente reconstruir la o las escenas donde
ocurrió el problema, y esto lo hace utilizando la llamada técnica de la moviola como
prototipo de intervención. Esta técnica consiste en guiar al paciente a que visualice la
escena problemática y la ordene en secuencias cuadro a cuadro. En la medida que va
relatando la escena como si fuera una película, el terapeuta se va centrando en momentos
puntuales del relato que parecen ser desencadenantes del problema (zoom out), para luego
salirse de ese cuadro y reincorporarlo a la secuencia (zoom in). Es importante destacar que
esta técnica no se centra en aspectos concretos del ambiente o de los hechos acontecidos,

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sino en las emociones y sensaciones que el sujeto va experimentando en cada escena,
haciendo incapié en que compare las sensaciones experimentadas entre una escena y otra
buscando que el paciente reintegre solo a su experienciar aquellas emociones que habrían
“quedado fuera” y logre explicarse esa experiencia a partir de su propia experiencia.
La reformulación consiste en emitir mensajes explicativos en las propias palabras del
paciente, reformulándole a éste en sus propios términos lo que refirió sentir. Con esto se
busca ayudar a que el paciente internalice su experiencia inmediata. La reformulación se
realiza de acuerdo a la forma de organización del paciente. Por ejemplo, al dápico en la
terapia se le debe mostrar cómo y de qué manera le afectó su sensibilidad al juicio del otro.
En el fondo el proceso terapéutico es un entrenamiento que se hace al paciente en el método
de la autoobservación, para que discrimine entre la experiencia inmediata y las reflexiones
cognitivas y evaluaciones posteriores, para que así establezca un patrón de comunicación
consistente y coherente entre el “Yo que experiencia” y el “Mi que evalúa”.
Las tres fases en als que se lleva a cabo este proceso de autoobservación, se dan de forma
progresiva y no necesariamente alguien que consulta atraviesa por las tres. Estas fases son:
.- Enfoque y reordenamiento de la experiencia emocional continua: se utiliza la moviola
para guiar la observación del cliente de sus experiencias vitales presentes. La meta de esta
fase es alcanzar un reordenamiento significativo de las experiencias perturbadoras del
cliente que le permite conocer como propio un gran espectro de tonalidades de sentimientos
y de las dinámicas de coherencia interna.
.- Reconstrucción del estilo afectivo del cliente: consiste en una autoobservación detallada
de la historia afectiva del cliente destacando tres aspectos centrales: a) la experiencia del
“debut sentimental”; b) la secuencia de relaciones afectivas a lo largo del ciclo vital; c) el
proceso que media en el inicio, mantenimiento y término de cada relación.
.- Análisis evolutivo: se somete a la reconstrucción todo el desarrollo evolutivo. Se trabaja
en cuatro etapas (infancia y años preescolares, niñez, primera adolescencia y pubertad, y
adolescencia tardía y juventud), distinguiendo las escenas prototípicas de cada etapa,
sometiéndolas a la moviola.
Es importante resaltar que la terapia no busca en ningún caso que el sujeto cambie lo que
siente (desde esta perspectiva eso sería imposible ya que está a nivel de la experiencia
inmediata), sino que busca que cambie la explicación que le da a esas sensaciones. En el

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fondo apunta a ampliar la cantidad de explicaciones de que el sujeto dispone,
flexibilizándolas al máximo (Ruiz y Sepúlveda, 2002).
Su forma de organizar la experiencia no puede cambiar con la terapia. Si el sujeto es dápico
antes de llegar a la consulta, lo seguirá siendo después. Lo que se busca es disminuir la
rigidez en ese organizar, para que logre retomar su sentido de sí mismo y luego mantenerlo
con mayor facilidad ante cualquier experiencia (Ruiz y Sepúlveda, 2002).

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