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1º de Publicidad y RR.PP.

Bases Psicosociales de la Comunicación

TEMA 10. PERCEPCIÓN SOCIAL

1. Introducción.

2. Definición, características y objetivos de la percepción


social.

3. Formación de impresiones.

3.1. Modelos de Tendencia relacional: el Modelo Gestaltista


de Asch.
3.2. Los modelos de combinación lineal
3.2.1. El modelo suma.
3.2.2. El modelo promedio.
3.2.3. El modelo de la media ponderada.
3.3. El modelo integrador de Fiske y Neuberg.

4. Teorías Implícitas de la Personalidad.


5. Factores que intervienen en la percepción social.
5.1. Factores asociados al perceptor.
5.2. Factores asociados a la persona percibida.
5.3. Factores relativos a la secuencia temporal de la
información.
5.4. Factores relativos al contenido de la percepción.

1. Introducción.

Gran parte de nuestra vida social consiste en interaccionar y


relacionarnos con los demás. Rara vez existe interacción o relación
sin que haya percepción de las personas con las que
interactuamos. Esta percepción desempeña un papel crucial, pues

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tratamos a los demás no tal y como realmente son sino tal y como
nosotros los percibimos. Uno de los principios constantes en
nuestra vida cotidiana es la necesidad de predecir la conducta,
sentimientos, pensamientos y reacciones de las demás personas,
sobre todo en la medida en que nos afectan. Podemos decir que
una de las razones, quizás la principal, de nuestra supervivencia
como especie y como individuos está en la adecuada percepción
del medio – físico y social – y en la adaptación a estas condiciones
cambiantes.

Imaginemos por un momento que estamos una noche en una


discoteca llena de gente. En un momento dado, alguien se acerca
con el propósito de iniciar una conversación. ¿Cómo
reaccionaríamos?. ¿Nos sorprenderemos o lo consideraremos la
acción más natural del mundo?. ¿Responderemos a la incitación de
conversación de la otra persona?. ¿Nos mantendremos en silencio?
¿A qué causas atribuiremos la conducta de la otra persona?.

La respuesta a éstas y a otras muchas preguntas que nos


podemos plantear en una situación similar dependerán de una
multitud de factores y constituye todo un proceso que implica una
serie de fases:

1. En primer lugar, nuestra reacción ante quien se acerca


dependerá del reconocimiento de emociones que
realicemos, es decir, del diagnóstico acerca de su estado de
ánimo. Este diagnóstico se elabora, fundamentalmente, a
partir de la observación de un rostro y de otras señales no
verbales. Así, nuestra respuesta variará según estimemos que
la persona se encuentra angustiada, feliz, eufórica, triste, etc.

2. En segundo lugar, de manera casi inevitable, nos


formaremos una impresión sobre esa persona, a través de
la unión de los diversos elementos informativos que hemos
podido ir recogiendo en esos primeros instantes de
interacción: su aspecto físico, forma de vestir, de hablar, etc.

3. En tercer lugar, realizaremos atribuciones causales,


es decir, buscaremos alguna causa para explicar la conducta
de esa persona. Podemos pensar que su acercamiento es más
o menos intencionado, que se deba a causas inestables (esa

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persona se comporta así porque está en una discoteca, pero
fuera de ella su comportamiento variará), o a causas estables
(nos da la impresión de que esa persona se comporta así en
cualquier parte), a causas internas o externas al propio
individuo, etc. En cualquier caso, nuestros sentimientos,
pensamientos y conductas respecto a tal persona estarán
condicionados por el tipo de causa a que atribuyamos su
conducta.

4. En cuarto lugar, utilizaremos diversos esquemas


(conjuntos organizados de conocimientos sobre un objeto o
concepto) que nos ayudarán a procesar rápidamente la
información que vamos recibiendo y a tomar una decisión lo
más adecuada posible. Todos poseemos determinados
esquemas acerca de las situaciones o guiones (los
comportamientos esperados o permitidos en una discoteca, en
el trabajo, en un lugar público, etc. ), esquemas de personas
(tanto sobre las personas en general como de quienes
pertenecen grupos sociales –estereotipos- u ocupan ciertos
roles) y esquemas de nosotros mismos.

5. Por último, nuestra reacción en la situación descrita


estará mediatizada por los procesos de inferencia social, es
decir, por la forma según la cual procesamos la información
que estamos recibiendo, la almacenamos en nuestra memoria,
la ponemos en relación con otra información de la que ya
disponíamos, la recuperamos y la aplicamos al caso en
cuestión.

Así pues, nuestra respuesta en la situación planteada será


correcta o adecuada dependiendo en gran medida de la certeza de
nuestra percepción.

2. Definición, características y objetivos de la Percepción


social.

La percepción social se refiere al proceso mediante el cual el


individuo llega a conocer a los demás y a concebir sus
características, cualidades y estados interiores. Incluye todos los
procesos de carácter cognitivo a través de los cuales elaboramos

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juicios relativamente elementales acerca de otras personas, sobre
la base de nuestra propia experiencia o de la información facilitada
por terceras personas (León y Gómez, 1998).

La percepción social implica dos procesos:

- Por una parte, la recodificación o selección de la gran


cantidad de información que recibimos del exterior para
simplificarla y almacenarla en la memoria. Por ejemplo, podemos
resumir gran parte de la información que tenemos sobre la
persona que se nos acerca en la discoteca (su modo de hablar, de
vestir, el contenido de la conversación, etc.) en el atributo
“cordial”, olvidando muchos de los otros pequeños detalles.
- Por otra parte, el intento de ir más allá de esa
información para predecir acontecimientos futuros y de ese
modo, evitar o reducir la sorpresa.

La percepción social y de personas se encuentra muy vinculada


a la percepción de objetos, con la que comparte ciertas
semejanzas y de la que le separan otras características propias
(Moya, 1994).
Las características comunes con la percepción de objetos se
resumen en que ambas están estructuradas mediante la creación
de categorías de conocimiento, al percibir objetos y personas nos
centramos en elementos invariantes, desechando aspectos
superficiales y, por último, ambos tipos de percepciones tienen
significado, esto es, cuando percibimos objetos físicos o sociales
tendemos a interpretarlos, a darles un significado, que
almacenamos en nuestra memoria.
Sin embargo, es posible establecer algunas diferencias entre
ambos tipos de percepción:
1) Las personas son percibidas como agentes causales y los
objetos no.
2) Las otras personas son semejantes a nosotros, lo que nos
permite llevar a cabo una serie de inferencias que no
realizamos en el caso de la percepción de objetos.
3) La percepción de personas suele tener lugar en interacciones
dinámicas. Así, cuando estamos percibiendo a otros, al
tiempo, estamos siendo percibidos por ellos.

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4) La percepción de personas es más compleja que la de
estímulos físicos, ya que las personas tenemos atributos no
observables a simple vista.

Existen dos amplios objetivos en la percepción de las personas


estrechamente relacionados con los objetivos que tenemos en
nuestras interacciones con los demás (Morales y Moya, 1996):

a) Objetivos de diagnóstico o evaluación: Lograr conocer


cómo es la persona percibida formándose una impresión lo más
precisa posible de ella. Esto permitirá hacer predicciones de su
conducta. Ejemplos: selección de personal, relación de pareja, etc.

b) Objetivos de acción: El percibir a la persona no es el


objetivo primordial de la interacción sino que el objetivo es otro. El
hecho de que no nos centremos en percibir a las personas con las
que interactuamos en determinadas situaciones (cuando
interactuamos con un camarero en un restaurante) se debe a que
en muchas de las situaciones cotidianas hay normas de conducta
que conocemos y que hacen innecesario el tener que predecir la
conducta de los otros (conducta de un camarero en un
restaurante).

3. Formación de impresiones.

Por formación de impresiones se entiende el proceso mediante


el cual se infieren o deducen características psicológicas a partir de
la conducta (así como de otros atributos de la persona observada)
y se organizan estas inferencias en una impresión coherente.
Siguiendo con el ejemplo de la introducción, nos encontramos con
una serie de elementos informativos en relación con la persona
que se nos acerca en la discoteca. Supongamos que hemos
inferido de su conversación –o que hemos observado- que es una
persona que se encuentra sola, atractiva físicamente, inteligente,
de otra ciudad, pero que está estudiando en la nuestra, amante de
las ciencias ocultas y de escasos recursos económicos. ¿Cómo se
combinan todos estos elementos y qué imagen global producen en
nosotros? ¿hay elementos que a nuestro juicio son contradictorios?
¿o son todos coherentes entre si? ¿Cómo resolveremos las
contradicciones en el caso de que las haya? ¿Qué información

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tiene un efecto más poderoso, la recibida primeramente, en
posición intermedia o en último lugar?. Estas son muchas de las
preguntas a las que han intentado responder los investigadores
sobre “formación de impresiones”.

Un aspecto esencial en la formación de impresiones, como se


acaba de señalar, es la forma en que la información es integrada o
combinada, es decir, cómo a partir de la información que
recibimos, que está fragmentada en pequeñas piezas, nos
formamos impresiones globales y relativamente armoniosas. Esta
tarea presenta un interés especial sobre todo en el caso de que
aparezcan datos o estímulos contradictorios. Se han propuesto
diversos modelos para explicar cómo los perceptores combinan la
información disponible, modelos que se desarrollan a continuación.

3.1. Modelos de tendencia relacional: el Modelo gestaltista


de Asch .

El modelo gestaltista o modelo de rasgos centrales propone que


los diferentes datos, estímulos o rasgos que recibe el individuo son
organizados en un todo, influyendo cada rasgo en todos los
demás.

Asch diferencia entre rasgos centrales y rasgos periféricos: los


rasgos centrales tienen un gran peso específico sobre la
impresión final, mientras que los rasgos periféricos poseen un
bajo peso específico sobre la impresión final.

El que un rasgo sea considerado de un tipo u otro depende del


contexto, es decir, del resto de rasgos que le acompañan. Esta
posición se conoce con el nombre de hipótesis del cambio de
significado. Por ejemplo, el rasgo “inteligente” adquiere diferente
significado según el contexto (acompañando al término “perverso”
se hace negativo y acompañando al término “altruista y
desinteresado” se hace positivo). Otro ejemplo puede ser el
siguiente: el término “feliz” no tiene el mismo significado cuando
va acompañado de “tonto y tranquilo” que cuando está junto a
“afectuoso y relajado”; tiene un valor más positivo en el segundo
caso.

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En el caso de recibir información contradictoria o inconsistente,
el individuo puede hacer dos cosas:
- Primero, puede cambiar el
significado de las características (como se dijo antes) y,
- Segundo, puede inferir nuevos
rasgos que permitan reducir las contradicciones (si sabemos
de alguien que es “inteligente y mentiroso” quizá deduzcamos
que es “político y diplomático”). Con ambos mecanismos se
intenta que la impresión final sea coherente y única.

3.2. Modelos de combinación lineal.

Estos modelos suponen que los elementos informativos no


cambian de significado, sino que se combinan entre sí sumándose,
promediándose o multiplicándose, de tal manera que la impresión
resultante es fruto de la combinación aditiva de algunas
propiedades del estímulo. El valor de cada rasgo es independiente
del valor de todos los demás. Veamos algunos de estos modelos.

3.2.1. El modelo suma.

Según este modelo la impresión final es el resultado de la suma


de los valores de cada uno de los rasgos por separado. Siguiendo
este modelo, la mejor estrategia para causar buena impresión a
los demás es mostrar cuantos más rasgos positivos mejor, aunque
el valor absoluto de cada uno por separado no sea muy alto, ya
que siempre añaden algo al conjunto.

3.2.2. El modelo promedio.

Para este modelo la impresión final es la media aritmética del


conjunto de los rasgos atribuidos a una persona. Según esta idea,
la mejor impresión se causaría presentando sólo unos pocos
rasgos muy positivos ya que el añadir más rasgos moderadamente
positivos reduciría el valor final de la impresión.

Si aplicamos ambos modelos a situaciones de la vida cotidiana,


podremos ver cómo las predicciones son diferentes. Según el
modelo suma, la impresión que causaría Antonio sería más

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positiva que la que causaría Jorge, y según el modelo promedio,
sería al revés, tal como se puede apreciar en la tabla 1.

Jorge Antonio
Amable +6 Amable +6
Trabajador +5 Trabajador +5
Atractivo +7 Atractivo +7
SUMA +18 Alto +2
18/3 = SUMA +20
PROMEDIO
6 PROMEDIO 20/4 = 5
Tabla 1. Los modelos suma y promedio

El modelo que se acerca más al proceso que seguimos cuando


nos formamos una impresión es el modelo promedio.

3.2.3. El modelo de la media ponderada.

Las limitaciones explicativas del modelo anterior llevaron a


Anderson a formular otro modelo con idéntica base pero bastante
más complejo:

P0 I 0 + ∑ PI
impresión =
P0 + ∑ P

donde
P0 es el peso o importancia de la impresión inicial;
I0 es la impresión inicial;
P es el peso de cada uno de los elementos informativos; e
I es el valor de cada elemento informativo.

Son, pues, dos los factores que enriquecen este modelo: la


impresión inicial y el peso de los elementos informativos. Cada
elemento informativo posee un determinado valor (tal y como
admitían el modelo suma y el modelo promedio), que aparece en
la fórmula representado por I. Ese valor es el mismo en cualquier

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contexto. Sin embargo, además de ese valor, cada elemento
posee una importancia o peso específicos según el momento o las
circunstancias concretas. Así, podemos valorar “inteligente” y
“atractivo” con +5 puntos cada rasgo, pero si la tarea que estamos
realizando es la selección para un trabajo de directivo,
probablemente “inteligente” tenga un peso mayor, mientras que si
la tarea consiste en decidir si invitamos o no a esa persona a
bailar, el peso será mayor para “atractivo”.
La impresión inicial (I0) es una especie de sesgo general que,
basándonos en nuestra experiencia pasada, utilizamos en nuestras
percepciones. Puede ser favorable (me agrada esa persona, o
considero a las personas en general de forma positiva),
desfavorable (desconfío de esa persona, o desconfío de todo el
mundo) o neutral. El peso de la impresión inicial (P0 ) depende de
diversos factores, pero uno de los más importantes es el número e
importancia de los elementos informativos que componen la
impresión. Cuanto más conoce uno a otra persona, menor es la
importancia de la impresión inicial, y viceversa.

Según el modelo de la media ponderada (Anderson, 1981),


una forma de solucionar la aparición en un estímulo de información
contradictoria sería desestimando la inconsistencia, esto es,
otorgándole un menor peso a los rasgos que resultan
contradictorios con los que han aparecido previamente.

3.3. El modelo integrador de Fiske y Neuberg.

El modelo continuo formulado por Fiske y Neuberg (1990)


reúne las aportaciones de Asch con las de los modelos de
combinación lineal. Así, para estos autores las personas nos
formamos impresiones de las dos maneras, según las
circunstancias informativas y motivacionales. En ocasiones
predominan en nuestras percepciones nuestros esquemas o
categorías previas, tal y como propone el modelo holístico de Asch.
Otras veces, lo importante son los datos informativos percibidos,
de acuerdo con lo que proponen los modelos de combinación
lineal. El modelo es un continuo de distintas fases: categorización
inicial, categorización confirmatoria, recategorización e integración
pieza a pieza.

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Al encontrarnos con una persona estímulo llevamos a cabo
una categorización inicial (basándonos en señales mínimas, por
ejemplo, físicas o situacionales). Si la persona no tiene interés
para nosotros, el proceso puede finalizar aquí (todos los días
vemos a miles de personas de las que sólo percibimos esas
características instantáneas); en el caso de que esa persona sea
mínimamente relevante se presta atención a sus atributos
informativos.

A continuación se produce la categorización confirmatoria


que ocurre cuando la información disponible se interpreta como
“consistente” o coherente con la categoría activada, como “no
diagnóstica” (es decir, recibimos información tanto consistente
como inconsistente con la categoría), o “sin valor diagnóstico”
porque son irrelevantes tanto en relación con la categoría inicial
como con la tarea que el perceptor quiere realizar. Si la fase
anterior no se culmina con éxito sucede la recategorización,
cuando una persona se interpreta como categorizable pero no en
relación con la categoría presente e incluye el acceder a una nueva
categoría, subcategoría o ejemplar. Por último, en caso de que la
recategorización no tenga éxito se produce la integración pieza a
pieza que es el análisis atributo por atributo de la persona y
sucede cuando se interpreta que la persona estímulo no es
fácilmente categorizable.

La figura siguiente nos muestra este modelo.

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Encuentro con la persona estímulo

Categorización inicial ¿Tiene la persona un


Ocurre inmediatamente después de NO
interés o relevancia
percibir a la persona estímulo mínimos?

Se presta atención a los atributos de
la persona percibida

Si tiene Categorización confirmatoria


éxito Ocurre cuando la información disponible es
interpretada como consistente o no diagnóstica en
relación con la categoría

Si no tiene éxito

Recategorización
Si tiene
Ocurre cuando una persona se interpreta como categorizable
éxito
pero no en relación con la categoría presente; incluye el
acceder a una nueva categoría, subcategoría, ejemplar o
auto-concepto

Si no tiene éxito

Integración pieza a pieza


Análisis atributo por atributo de la persona. Ocurre cuando se
interpreta que la persona estímulo no es fácilmente categorizable

Afecto, cogniciones y
Afecto, cogniciones y
tendencias conductuales
tendencias conductuales
basadas en la información pieza
basadas en la categoría
a pieza

Posible expresión pública de respuesta

¿Se requiere más diagnóstico de la persona percibida? SÍ

NO STOP

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4. Teorías Implícitas de la Personalidad.

El trabajo de Asch no sólo despertó interés respecto a cómo


los perceptores combinan los diferentes elementos informativos de
que disponen para formarse una impresión única y unitaria, sino
que también suscitó el debate sobre cómo inferimos o deducimos
unos rasgos a partir de otros. La postura más extendida considera
que las personas tenemos ideas claras acerca de cómo los rasgos
se asocian entre si, es decir, que las personas tenemos teorías
implícitas de la personalidad. El término “Teorías implícitas de la
Personalidad” fue propuesto por Bruner y Tagiuri (1954) para
designar el hecho de que las personas tenemos una idea
preformada de qué características van unidas.

Las teorías implícitas de la personalidad (TIP) son las


creencias acerca de qué rasgos o características de las personas
suelen aparecer unidas, es decir, ocurren conjuntamente. Con
frecuencia, cuando sabemos que una persona es militar de
profesión suponemos que es disciplinada, estricta y conservadora,
o cuando conocemos de un individuo su “jovialidad” solemos inferir
que será amable, extrovertido y desinteresado.

Las TIP son teorías porque las creencias acerca de las


asociaciones entre rasgos están estructuradas, presentando cierto
grado de consistencia interna. Son implícitas porque estas teorías
no suelen estar formuladas en términos formales, siendo con
frecuencia inconscientes. Por definición, las TIP son idiosincrásicas,
es decir, que cada individuo, a lo largo de su vida y como fruto de
su experiencia, desarrolla sus particulares TIP.

Las TIP, como la mayoría de las estructuras cognitivas,


tienen una de sus principales razones de ser en la necesidad que
tenemos de estructurar, dotando de orden y significado nuestras
percepciones de la realidad, y de hacer esto de la forma más

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sencilla posible. Si en el transcurso de una fiesta nos presentan a
una persona y nos dicen que estudia Bellas Artes, posiblemente
iniciemos la conversación hablando de cine y no de la liga de
fútbol. ¿Por qué? Porque según nuestras TIP, estudiar Bellas Artes
y estar interesado en el cine son dos rasgos asociados con mayor
fuerza que estudiar Bellas Artes y seguir el campeonato
futbolístico. En la vida cotidiana no nos podemos permitir ser
investigadores neutrales, meticulosos y constantes, que
sometemos a prueba cualquier hipótesis en relación con nuestro
interlocutor, sino que, con frecuencia, debemos actuar
rápidamente, utilizando nuestras ideas preconcebidas.

5. Factores que intervienen en la percepción social.

El estudio de la percepción de personas ha generado muchas


investigaciones que nos han proporcionado una detallada
descripción de los factores implicados en la percepción. Por lo
general, estas investigaciones sólo han pretendido explicar algunos
de los aspectos de la formación de impresiones, asociados bien al
perceptor, bien a la persona percibida, bien al contenido de la
percepción.

5.1. Factores asociados al perceptor.

Los motivos, necesidades, expectativas y personalidad del


perceptor tienen un papel esencial en el proceso perceptivo:

a) Motivaciones y metas: La investigación ha mostrado


cómo los objetivos que persiguen los perceptores modelan
los procesos cognitivos asociados a la percepción de
personas. Las metas de quien percibe no sólo influyen en
cómo procesa la información recibida, sino también en el
tipo de información que es buscada.
Hilton y Darley (1991) distinguen entre “situaciones de
diagnóstico”, donde la meta del perceptor es formarse una
impresión global lo más exacta posible de la persona
percibida (entrevistador en selección de personal), y
“situaciones de acción” (el percibir a la persona no es el

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objetivo primordial de la interacción sino que el objetivo es
otro).
En estas últimas situaciones las personas tienden a
formar impresiones simples que se basan en las categorías
a las que pertenece la persona percibida realizando juicios
muy aproximados de cómo se conducirá esa persona en
dicha situación pero en otra en la que los roles cambien.
En las “situaciones de diagnóstico” las impresiones
formadas son más individualizadas y los juicios serán más
exactos considerando a la persona en general.

b) Expectativas del perceptor: lo que espera el perceptor


acerca de la persona percibida también puede afectar a su
percepción. Podemos distinguir entre expectativas
basadas en la categoría (también denominadas
estereotipos) y expectativas basadas en el estímulo
(reflejan el conocimiento previo sobre la persona percibida
obtenido por observación, su conducta pasada, etc.). Las
expectativas poseen dos influencias claves en el perceptor
(Morales y Moya, 1996):
- Las expectativas influyen sobre su conducta. Este
sería el caso de las profecías que se cumplen a sí mismas,
es decir, aquellos casos en los que la conducta derivada de
nuestras creencias o expectativas puede llevar a que
dichas creencias se cumplan.
Se han propuesto distintos mecanismos para explicar
este fenómeno. Por una parte, la interacción entre la gente
es una sucesión de conductas y reacciones ajustadas. Si
tratamos a alguien amablemente es probable que él se
comporte amablemente con nosotros. Si nuestra
amabilidad es producto de nuestras creencias sobre la otra
persona estamos ante una profecía auto-cumplida.

EXPECTATIVA SOBRE ALGUIEN Me comporto de acuerdo con


(Es un chulo) la expectativa
(le hablo de forma altanera)

Al hablarle de esa forma, la


SE CONFIRMAN MIS persona me contesta en los
EXPECTATIVAS: ES UN CHULO mismos términos (me habla
altaneramente)
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EXPECTATIVA SOBRE ALGUIEN Me comporto de acuerdo con
(Parece amable, buena persona) la expectativa
(le hablo amablemente)

Al hablarle de esa forma, la


SE CONFIRMAN MIS persona me contesta en los
EXPECTATIVAS: ES AMABLE mismos términos (me habla
amablemente)

Por otro lado, nuestras creencias o expectativas sobre


los demás, correctas o no, determinan el tipo de
oportunidades que les brindamos para corroborar o
rectificar nuestras creencias o expectativas. Si pensamos
que un posible ligue es profundamente aburrido nunca
saldremos con él y no le daremos oportunidad de
desconfirmar nuestra expectativa sobre él.

- Las expectativas influyen en la forma en que el


perceptor interpreta la conducta de la persona percibida.
Para mantener la creencia en la veracidad de las
expectativas, a veces, es suficiente con que el perceptor
interprete que la conducta de la persona percibida se
ajusta a sus expectativas (sea verdad o no). Podemos
interpretar la conducta de una persona de no dejar
propina en un restaurante como que es un tacaño de
acuerdo con el estereotipo de catalán como tacaño ya que
esas son nuestras expectativas, sin tener en cuenta otras
informaciones que conlleven explicaciones alternativas.

c) Valor del estímulo para el perceptor: Puede provocar


lo que se conoce como “acentuación perceptiva” (un niño
pobre puede ver una moneda más grande de lo real).
Cabe destacar aquí también el efecto halo que consiste en
que quienes se ven como poseedores de un rasgo positivo
tienden a verse poseedores de otros rasgos positivos.
Ambos fenómenos explicarían el hecho de que algunas

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personas de posición alta o prestigio sean vistos más
favorablemente de lo que sus cualidades pudieran
merecer.

d) Significado emotivo del estímulo: con relación a este


aspecto se han identificado dos fenómenos opuestos. Por
una parte, se ha señalado la defensa perceptiva
consistente en el alto umbral de reconocimiento para
algunos estímulos amenazantes (por ejemplo, ignorar los
fallos de aquellos que estimamos). Por otro lado, la
perspicacia perceptiva que consiste en el bajo umbral
perceptivo para estímulos que pueden proporcionarnos
beneficios.

5.2. Factores asociados a la persona percibida.

Ya que el estímulo perceptivo es otra persona, ésta puede


intentar controlar, consciente o inconscientemente la impresión
que el perceptor se forma de ella. A este proceso se le denomina
manejo de la impresión.

Son muchas las formas en las que tanto el perceptor como la


persona percibida pueden intentar que el otro se forme una
imagen positiva de ellos:

a) Autopromoción: presentar los aspectos positivos de uno mismo


y ocultar los defectos.
b) Manejar los aspectos negativos: A veces no es posible negar los
propios fracasos o incapacidades. Cuando esto ocurre la
persona tiene varias posibilidades para intentar que su imagen
no quede dañada ante los demás, por ejemplo, apelar al
consenso (todo el mundo se equivoca). Una de las estrategias
más utilizadas para manejar las propias deficiencias es la auto-
incapacitación, que consiste en atribuir el propio fracaso a una
deficiencia propia, pero que suponga una amenaza menor para
la persona. Por ejemplo, en el campo del rendimiento la gente
tiende a evitar que sus fracasos se atribuyan a una falta de
capacidad y tienden a dar otro tipo de explicaciones, como que

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se han esforzado poco, la falta de decisión, se encontraban en
mal estado de ánimo, etc. La auto-incapacitación es
especialmente eficaz ante los demás cuando se realiza antes de
que se dé la conducta.
c) Congraciamiento: intentar aparecer atractivo (en el amplio
sentido) ante los demás elogiándolos o mostrándose de acuerdo
con sus opiniones y conductas.
d) Autovaloración compensatoria: cuando se encuentran con un
resultado negativo, o con una característica de sí mismas poco
valorada, las personas pueden reconocerlo pero reafirmarse en
otras cualidades o resultados positivos.
e) Aprovecharse de la gloria de los demás: asociarnos con
personas que son valoradas de forma positiva, y distanciarnos
de las personas que son valoradas negativamente. Estos
procesos han sido elaborados en la teoría del mantenimiento de
la autoevaluación de Tesser (1988). Según esta teoría las
personas necesitan evaluarse a sí mismas y necesitan sentirse
bien con los resultados de estas evaluaciones. El éxito o el
fracaso de otras personas puede tener consecuencias para estas
autoevaluaciones: hacerles sentirse bien (asociándose al éxito
de esa persona) o hacerles sentirse mal (si la otra persona
supera al individuo).
f) Intimidación: las personas intentan mostrar su poder
amenazando o provocando temor.

5.3. Factores relativos a la secuencia temporal de la


información.

La mayoría de nosotros tendrá experiencia de haber realizado


notables esfuerzos con el objetivo último de causar una buena
impresión, por ejemplo, en una entrevista para la obtención de un
trabajo o el primer día que salimos con una persona del sexo
opuesto que nos atrae. Dicho de forma más general: ¿qué posee
una mayor influencia en la impresión que nos formamos de los
demás? ¿lo primero que conocemos de ellos (“efecto primacía”)?
¿o la última información que nos llega (“efecto de recencia”)?.
Según el efecto de primacía en la formación de impresiones
tiene mayor influencia lo primero que se percibe que los elementos
que percibimos posteriormente (efecto de recencia). La explicación

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del efecto de primacía es que la información primera ayuda a
organizar e interpretar la información posterior, esto sucede sobre
todo cuando la información posterior es incongruente con la
recibida previamente.

5.4. Factores relativos al contenido de la percepción.

a) Tono evaluativo de los rasgos informativos: Los


elementos negativos de la información que tenemos sobre una
persona tienen más importancia que los elementos positivos en la
impresión formada. Una primera impresión negativa es más difícil
de cambiar.
b) Información única o redundante: Parece ser que la
información única o peculiar tiene un impacto más poderoso sobre
la impresión resultante que la información redundante.

Bibliografía

León, J.M. y Gómez, T. (1998). Percepción social. En J.M. León, S.


Barriga, T. Gómez, B. González, S. Medina y F.J. Cantero
(coords.), Psicología Social. Orientaciones teóricas y
ejercicios prácticos (pp. 89-101). Madrid: McGraw Hill.

Morales, J.F. y Moya, M.C. (1996). Tratado de Psicología Social.


Vol. I: Procesos básicos. Madrid: Síntesis.

Moya, M. (1994). Percepción de personas. En J.F. Morales


(coord.), Psicología Social (pp. 93-119). Madrid: McGraw Hill.

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