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Gris humo
Arkabas presenta:
Daniel Zúñiga-Rivera

Gris humo
GRIS HUMO
© Daniel Zúñiga-Rivera, 2010
Primera edición: diciembre de 2010

© Editorial Arkabas SAC, 2010


Avenida Miraflores 291, Barranco
Lima, Perú
Tel. (511) 6525350 - 6525351
info@arkabas.com
Edición digital gratuita. Prohibida su comercialización.
Ilustración de cubierta:
Hadan Lahamizemidcevic
Diseño y diagramación:
Hadan Lahamizemidcevic

Todos los derechos reservados.


Prohibida la reproducción total o parcial de este libro
sin autorización expresa de los editores.
La inhalación de humo es la principal causa de muerte
en las víctimas de incendios.
Viva la resistencia,
muerte a los poetas.
2. Canción de Achim
3. Un domingo te pedí perdón
4. Paisaje de la verdadera personalidad de las cosas
índice

5. La línea imaginaria que divide


6. Indiana
7. 211
8. Immortalité (Retrato de Natalia)
9. En cuello blanco
10. Argentina
11. Inútil de Belcaria renegado
A la Flama.
por amarme en tantas vidas.
mal inicio
1.
Debajo de los muebles
Hay arañas debajo de los muebles
y tú siempre les tuviste miedo.
Para mí en cambio fueron siempre como la compañía taciturna que devoraba tus si-
lencios conmigo. Ya para esos tiempos
había comprado un pastillero
y usaba una agenda para recordar las citas.
Cuando olvidaba comprar las pastillas o perdía la receta médica
se me hacía imposible conciliar el sueño y entonces las veía
encaramadas en las sombras vagas de nuestro techo,
por entre las esquinas, esperando con paciencia algo que el tiempo no concede. Tejían
desde sus grietas para capturar a los insectos más pequeños, devorarlos,
qué sé yo, sobrevivir.
Tú en cambio nunca has tenido problemas con el sueño.
Una noche te traté de hablar. Me esquivaste con el volumen de la televisión y los hora-
rios de la novela. Te dije que te amaba y me dijiste “gracias”. Te traté de tocar y me dijiste
que tenías sueño. Te diste la vuelta y apagaste la luz. Me volví a buscar las pastillas, pero
entonces me di cuenta que había dejado el pastillero en la oficina. Cerré los ojos e intenté
dormir de todos modos, pero no funcionó. Así que busqué de nuevo a las arañas. Las
busqué entre las esquinas de siempre, en las rendijas de la pared más próxima a mi lado
de la cama. Pero era viernes, y habías hecho la limpieza esa mañana. Después de un rato
me di cuenta que no había arañas en el cuarto. No supe qué hacer. Mi mente comenzó
a buscar imágenes, como quien canta notas sueltas al pasado. Pero hacen falta melodías
para no morir. Entonces busqué una última vez, desesperado. Pero no había ninguna. No
había arañas en nuestro cuarto.
Y supe que no te seguiría hasta la muerte, aunque lo hubiera prometido. Incluso tu
piel me lo pedía,
entre el temblor helado que cortaba hasta los huesos.
Supe que era el fin de las arañas y algo así como un gemido se me vino a la garganta.
Pero todo se quedó en silencio:
hacen falta melodías para no morir.

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2.
Canción de Achim
Agosto nos vigila desde sus cenizas,
me despierta desde que era un niño, me descubre y siempre gana.
Pero tú no creías en el ritual de las cenizas y las noches en vela.
El tiempo siempre nos descubre ante nosotros como somos finalmente,
un instante de deseo, un mal camino, la desesperanza que no encuentra más remedio.
A ti los finales te parecieron siempre eternos,
no hay nada después de la oscuridad, nada.
Pero nadie mereció tantas oportunidades de renacimiento.
En cambio a mí, en la verdadera oscuridad de lo concreto
no me queda más que aferrarme a agosto, mirar sin temor a mi enemigo, esperar su beso,
dejarse de dolores y esconderse del invierno,
conducir a donde nos esperan,
apagar los sueños de cualquier razón que nos exceda,
mantenerse siempre serio;
aunque nuestras almas no hayan existido y el final sea un silencio insoportable,
aunque la tierra nos devore y agosto escupa nuestros huesos,
que nos encuentre heridos, cansados, desesperados,
pero con los ojos secos.

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3.
Un domingo te pedí perdón
Todavía no han bajado las primeras gotas
que anuncian la llovizna invernal que jamás será diluvio.
Mi único entretenimiento consiste en perderme entre los pájaros que bajan,
sedientos de migajas, heridos tras rozar el sol,
y el amor en que confío será después de mí solo un papel para arrugar.
A veces me enfrento con mi propio imperio,
un falso resplandor de amores que sentí por mí.
Pero tu frente tibia antes del beso me recuerda a algo,
me despoja de los velos, me devuelve al filo del ardor.
En cambio la noche es de fantasmas y de escarabajos,
Mi piel adquiere la consistencia de la niebla,
tu casa siempre queda lejos y tu ausencia es la maraña de migajas que quedó en el
auto,
no hay antídoto para la muerte, pero hay consuelos para esto de vivir,
aunque las luces sean bajas y el terror asole siempre,
las pastillas surten bien su efecto: por la mañana ya no seré yo.
Probablemente nadie más que tú recuerde
otra cosa que no sea el gesto inerte sobre la funda de la almohada,
Desnudo y empapado en un licor amarillento, un nido de gusanos y reptiles de arma-
rio; todo lo que deseé alejar de ti.
Yo era la caída, el silencio que antecede a un escenario donde sobran las palabras, ese
gesto inútil que derraman los mendigos.
Hasta que vino un día de crisoles.
Te apareciste a un lado del camino,
de nuevo ungiendo el brillo de tus piernas,
como pidiendo perdón por algo que salió bien para mí.
Si tuviera fe, quizás lo permitiría; y si fuera justo, sabes que lo haría; y si fuera un hom-
bre,
pero estaba solo el animal.
He dejado luego de las sombras
el mismo día asesinado,
estéril entre la ceniza del erial
que todo lo olvida.
Ahora nuestros nombres no son otra cosa que una especie de penumbra, como el rui-
do cuando arde el alquitrán
y nadie lo contempla.
Sabes que si fuera mi elección, decidiría; que si fuera otro el que quisieras, lo diría; o si
yo no fuera el animal,
pero eso es todo lo que soy.

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4.
Paisaje de la verdadera personalidad de las cosas
Otra vez me encuentro pasadas las seis de la mañana, otra vez en medio de un insomnio
que no me deja despertar, otra vez enfrentado al viejo espejo de este aparador que ha so-
portado esta imagen tantos días que ha preferido transformarme en otro, otra vez la cama
que ha olvidado la nomenclatura de mi verdadero peso. Otra vez me he pasado la noche
carcomiéndome las manos para no devorar mis propias lágrimas, otra vez he pensado en
otras personas, en fantasmas, en gente real, en gente que no existe ni existirá nunca.
Acaricio los lápices que cuelgan a un lado de mi escritorio, apago las luces para escribir
sin fijarme demasiado en que las letras se molestan en formar sentido. Reviso entre mis fo-
tos la sonrisa de los que no me dejan olvidarme cómo es que se llega a la parte hermosa del
olvido. Otra vez paseo con mis angustias por el cuarto en círculos, rozo las llaves con los de-
dos, espero el llamado de este amanecer plateado, de estos espejos de afuera que nada tienen
que ver con este que me refleja. Otra vez recuerdo el olor de casa, miro el calendario e insisto
en negociarle, como para sacudirme de un mal sueño, evito mirar al reloj a la cara mientras
amarro de nuevo esta vieja cuerda que llevo atada a la muñeca en señal de un juramento.
Busco con la lengua la nota inicial de una canción que no podré cantar, busco con mis
pies el rastro de la visita fugitiva que dejó alguien que ya no quiero que me importe. Sueño
con el sueño, admiro las paredes de mi cuarto, siento al frío pegarse a los vidrios de la ven-
tana húmeda. Me dedico al silencio que me deja entrever hasta los rumores de tormenta,
y otra vez,
otra vez he vendido caro el secreto de mis madrugadas de sobreviviente.
Preparo un café que se sumará a otros miles del pasado, reviso mis cuentas y me enternez-
co de mi propia suerte, me sacudo las memorias de un mal día, me dejo llevar por el aroma
que traspasa el balcón sin el remordimiento de darle la espalda a mi ejercicio de nostalgia.
Otra vez de pie está la ciudad, otra vez soy yo el vencido, aunque mi derrota ya no signifique
nada para nadie. Otra vez será esperar de pronto, otra vez empezaré de nuevo, otra vez me
caeré y otra vez escribiré que otra vez estoy perdiendo contra el enemigo de siempre.
Y hurgo con mis dedos entre las vértebras de mi cuello, y oigo despacio el sonido de un
carro que no pasó por la calle. Me descubro hilvanándome mentiras para esperar lo que
no espero y disfrutar por un instante de la espera misma. Otra vez estoy agotando los ob-
jetos en mi cuarto, otra vez a mis fantasmas, las mujeres que he amado, la que quiero amar,
la que quisiera odiar y la que estoy harto de llevar en la cabeza. Otra vez estoy aniquilando
toda posibilidad de pensamiento, todo retazo de camino, toda bifurcación en las deduc-
ciones a las que me lleva el convivir conmigo. Otra vez y otra se me agota el inventario
del encierro y no me queda más que pensar en mi muerte, ya aceptada en otra noche de
insomnio, de mirarme al espejo y pensar que aunque la vida nos destierre, al aliarnos con
la muerte nos cobramos todas las revanchas que queríamos.
Otra vez desdeño mis ideas como quien espanta algún insecto, y una vez más estoy aca-
riciando el filo de la navaja, contemplando con dulzura el gatillo, mirando con nostalgia
el piso bajo mi ventana.

12
5.
La línea imaginaria que divide
Debajo de la niebla solo cruzan las primeras sombras,
el mainel que no es sino la línea imaginaria que divide todo.
Allí entre la penumbra es imposible ver
cómo el mundo es disgregado por los traficantes y los guardianes del erario.
Todas las paredes están hechas
de esa cáscara opaca que deja la pintura cuando cae resquebrajada por el óxido y el
tiempo y las termitas,
y me fue imposible advertir, en medio de la sombra,
que también mi cuerpo se desprendía por fragmentos.
No es tan grave, sin embargo, no hizo mucha diferencia. Tampoco había espacio para
nadie cuando estaba completo.
Desde que me habitaste comenzó el proceso de la obsolescencia, los años de erosión,
la sombra que antecede a los diluvios.
Ahora la tiniebla resplandece iridiscente, labrada con un brillo siniestro,
pero no quiero preocuparte.
He tratado de ser muy delicado, solo que siempre he sido peligroso. Tómalo de mí, es
mejor que escapes.
Sé que fuiste fiel cuando yo era un vagabundo, que me reconociste cuando todos me
tomaron por una bestia forastera;
pero no pedí nada de esto. Todo es ardiente y demasiado ajeno. Ni aun hoy termino de
entender
qué interés pudiste haber tenido
en matar a un hombre como yo.

13
6.
Indiana
Aunque tenga que morir el último vestigio de lo que haya sido,
me aferraré al silencio fiel.
Cuando era niño
me cuidaba un perro pequeño que le ladraba a las sombras
y yo dormía tranquilo,
protegido por el sonido exagerado y hosco
de la misma criatura con la que aprendí lo que era dar cariño.
En esos tiempos
debajo de las sábanas yo conciliaba el sueño,
como a sabiendas de que los fantasmas se arrinconaban sobre el umbral, incapaces de
dar un paso dentro.
Un día todo se volvió luminoso.
Pude entonces distinguir la silueta de mi guardián
y lo encontré indefenso, delicado, efímero.
Lo cargué en mis brazos y prometí cuidarlo.
Ese día tomaron la casa y desde entonces,
hemos sido prisioneros de los juegos que yo mismo inventé.
Pero los perros viven menos que los hombres,
y hoy ya no recuerdo el nombre
del lugar donde enterré sus huesos.
Solo sé que aquí, en la casa, no está permitido hacer velorios
por los espejismos de la infancia.
Llorar exageradamente era la única ventaja de ser niño,
pero tampoco puedo recordar dónde enterré
mis recuerdos de alguna vez haberlo sido.

14
7.
211
Entramos al jardín dejándole al camino los solares de asfalto. Tomé tus hombros, susu-
rré clemencia, me atreví a llamar palacio a un cubículo de espejos,
lo labré en silencio con mis manos ácidas, le puse un nombre propio. Arrogamos la
tarde con hilos y el sudor de ambos.
Sabes, te sorprenderías si entendieras el rumor del mundo. Si hubieses visto alrededor
cuando rocé tu cara en un instante de calor perfecto. El estado en que encontramos cada
cosa, las piezas que componen una efigie errante. Llevábamos rugidos, la locura sumer-
gida entre los dedos y la piel lustrosa. Tus labios degollaron en mi frente como las hojas
de una anea y
recordé admirarte antes de dejar caer un peso a tiempo,
(siempre a tiempo)
desnudo como un mártir bajo la cobija.
Y la visión que devolvió el cristal fue luminosa, demasiado para mis ojos parcos y si-
niestros, y aun así
no pediría nada más que eso.
Enciérrame contigo en el jardín de nuevo, hazme comenzar con el susurro y repitamos
todo, cada brazo en cada pecho en cada pierna en cada ojo en cada cuello y quizá hasta
las palabras, aunque no,
las palabras no,
mejor dejémosle eso al peso a tiempo, dejemos que se temple cada alma, salvo las
nuestras.
Invítalos a todos a dejar el mundo en balsas, a presar sus propios nidos, a dejar el cora-
zón de lado y dedicarse al baile mientras abajo todo tiembla; déjalos comer
del mismo cántaro que derramó el amor que me dedicas, deja que se vayan los aman-
tes y las brujas, los cobardes y sus hermanas y sus madres, no vale la pena. Peores tem-
pestades han pasado y no han dejado huella.
Toda enmienda ha sido hecha con el fin de perdonarnos, ha evolucionado cada objeto
de la creación original. Ha sido suficiente, y dije basta,
cuando entramos al jardín y todo fue perfecto. Una vida de terrores ya es bastante.
Que así sea.
Creo en ti como hice en el comienzo, mi pequeña flama, creo en la fe, en la caridad, en
la esperanza,
creo en el conjuro que nos deja vernos, creo en todo.
¿Oyes, amor? Que creo
que a pesar de ello creo en todo.

15
8.
Immortalité (Retrato de Natalia)
Cuando una tarde de un mes frío yo miraba hacia las sombras de los árboles filosos,
alineados con un mecerse extraño y bajo. Los pájaros de mal agüero se comían el ali-
mento de tus caballos. Yo lloraba por dentro. Y pensé “es todo tan hermoso aquí, para
qué abrir los ojos”.
Y tú dijiste
“vamos.
Es hora de volver”.

16
9.
En cuello blanco
Te he oído nacer
entre los postes de luz y la caída de las calles en el centro financiero,
como a la luz de una pantalla herida.
Me he tomado el trabajo de recogerme, de intentar salvarte,
no,
yo también habría muerto.
Por la noche los temblores de las drogas me suscitan al silencio abierto,
pero nada es más sincero que la cuerda en las muñecas
y la daga sobre el pecho hirviendo.
Imagíname,
cuando no me ames, imagíname
incapaz de hacerle frente a tantas sombras,
retorcido como siempre he sido,
insultándote al oído cuando duermes.
Recuerdo que pedías la verdad como si estuviera en mí entregarla,
me enseñaron a morir, a dejar rezagos de las cosas que importan,
pero no a decepcionar.
Si tan solo tuviera la voz de otra persona, podría ser oído,
pero las estrellas clarean en un cielo que a la vista se hace inmenso,
plagado de constelaciones que no predicen nada más que la violencia de otra noche pálida
de falsos derroches, de licor, de viento,
de volverme sobre mi costado para ver las paredes desnudas y tu ausencia.
Sé que he sido mucho más que torpe,
que no sé lavar la ropa ni dejar las toallas en su sitio,
que no sé cómo sobornar al abismo que separa al mar de nuestros lechos de costumbre.
Eres todo lo que quiero conservar,
pero también aquí se erige el eco de las cartas mal escritas
y los días en que me quedé dormido o no llamé cuando lo había dicho
o las flores que no envié o la cantidad de veces que llegué muy tarde para la película.
Los pájaros de siempre cantan una sola nota, porque ya no están despiertos. Mi aullido
quiebra filamentos de la noche y sé que ya no importa demasiado el tiempo.
Mi piel sigue espasmando para despertar al monstruo que se arrulla sobre mí
y mi ropa está empapada de lágrimas que una pastilla desintegra.
Solamente así, vencido como un ser tullido y repugnante,
me atrevo a recitar desde un rincón junto a la radio:
defiéndeme si no es de mí,
perdóname si es lo de menos,
ven si quieres probar cómo se siente.
Pero ámame si nunca llego a hacerlo.

17
10.
Argentina
El invierno eligió de mensajero
al ciclista despistado
que ignora en su camino a la humedad y al frío.
Ahora puedo distraerme,
olvidar la sensación de haber perdido el día.
Seguramente estás en alguna parte de Argentina
y debes ser feliz,
sobre todo en los días de lluvia.
En alguna parte de Argentina, viajando a donde sea en subterráneo.
No veo para qué inventar mejores vidas.
Las cartas que uno espera nunca salen de Argentina,
Argentina solo tiene las que llegan tarde.
Estoy echado en un jardín de Lima,
los idiotas que hablan por teléfono
dicen lo poco que quedaba por decir.
Por eso has dejado caer desde tu espalda
continentes con sus mares y sus torres sin salida,
para interponer sus sombras a la luz de cualquier otro,
entre lo demás y tú y la calle de tu casa.
Tengo miedo de mi propia habitación,
esta noche dormiré con los insectos y los búhos,
porque tengo miedo de ella,
de su desesperación por entregarme
al barranco de una nueva diversión.

18
11.
Inútil de Belcaria renegado
No serías mejor de haberlo descubierto antes. Madre vigilaba tus paseos por el parque,
lista para rescatarte de un nuevo fracaso. No puedes culparla. Le habías robado demasia-
das veces y también demasiadas,
habías vuelto a congregarte en la corteza inútil del azar. Pero ni aun como apostador
fuiste muy hábil. Tu padre en cambio pasaba las tardes en casa, pensando en muertes im-
posibles, absorto en los sombríos abedules que escondían llagas de la infancia. Tú desde
tu cuarto llegabas a la fosa de la noche con transparencia. El reflejo de lo que jamás has
sido no llegó nunca al filo de tus ojos, el sonido del lamento no fue hecho para ti, como
en cambio sí lo ha sido la tiniebla.
Todas las noches los peldaños de madera crujían para no anunciarte. Llevabas un
vaso sucio entre los dedos mientras tarareabas una canción confusa. Cruzabas frente
a las habitaciones tambaleantes, nunca hiciste caso a las rendijas de luz bajo el umbral.
No entendiste que tu hermano siempre ha sido un genio, que él ya era exitoso cuando
tú aprendiste a darte por vencido. Era un hombre serio, un tipo ahorrativo, una buena
perspectiva de futuro. Un par de veces le enseñaste tus poemas. Nunca supiste que ante
él eras menos que una broma. Y aunque siempre se reía y te decía
inútil,
era también un hombre compasivo. Y encontraba la forma de que lo siguieras inten-
tando.
Inútil de Belcaria, llora en paz,
hay mareas que se ciernen más despacio, vientos que giran antes de llevarse los papeles
importantes. Pero nada de eso está hecho para ti. Inútil de Belcaria, ni siquiera te conten-
gas. Llora mientras puedas, mientras nadie venga, llora,
ya está todo perdonado.
Y márchate tranquilo,
inútil,
escúdate en tu abrigo largo, confía en los zapatos cómodos. Lleva solamente un par de
agujas y ninguna llave. Yo me encargaré de dar explicaciones
a los renegados.
Sabes que hay maneras de encontrar olvido,
gente más digna que tú ha hecho peores cosas por amor.
Aunque no sepa tentar la noche cuando lleguen tarde, aunque no sepa tu nuevo nom-
bre, aunque no pueda evitar abrazos que vulneren nuestra capacidad de ser odiados,
bajo el rastro de sangre todo será igual,
no necesitamos ver muy lejos donde solamente hay sombras.
Inútil de Belcaria, vete sin remordimientos. No sabrías cómo ser más grande que esto.
No es bastante que quisieras intentar vencerte, no es bastante
que hayas hecho peores cosas por amor.

19
splagado
no, de constelaciones que no predicen nada más que la violencia de otra noche pálida
No serías mejor de haberlo descubierto antes. Madre vigilaba tus paseos por el parque, lista
ra rescatarte de un nuevo fracaso. No puedes culparla. Le habías robado demasiadas veces y
de falsos
mosle eso derroches, de licor,dejemos
al peso a tiempo, de viento,
que se temple cada alma, salvo las nuestras.
mbién demasiadas,

partículas sólidas como


resultado de la combus-
tión incompleta de una
habías vuelto a congregarte en la corteza inútil del azar. Pero ni aun como apostador fuiste
humo. suspensión de
de volverme sobre mi costado para ver las paredes desnudas y tu ausencia.
uytodos a dejar
hábil. el mundo
Tu padre en balsas,
en cambio a presar
pasaba sus propios
las tardes en casa,nidos, a dejar
pensando en el corazón
muertes de
imposibles,
sorto en los sombríos abedules que escondían llagas de la infancia. Tú desde tu cuarto llega-
Sé que he sido mucho más que torpe,
s a la
rse al fosa
bailede la nocheabajo
mientras con transparencia. El reflejo
todo tiembla; déjalos de lo que jamás has sido no llegó nunca
comer
filo de tus ojos, el sonido del lamento no fue hecho para ti, como en cambio sí lo ha sido la
que no sé lavar la ropa ni dejar las toallas en su sitio,
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cántarolasque
Todas derramó
noches el amor que
los peldaños me dedicas,
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vayan los amantes
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un vaso sucio
que nodedos
tre los sé cómo sobornar
mientras al abismo
tarareabas unaque separaconfusa.
canción al mar de nuestrosfrente
Cruzabas lechosa de
las costumbre.
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bardes y sus nunca
mbaleantes, hermanas y sus
hiciste casomadres, no vale de
a las rendijas la pena. Peores
luz bajo tempestades
el umbral. han pa- que tu her-
No entendiste
Eressiempre
ano todo lo ha quesido
quiero conservar,
un genio, que él ya era exitoso cuando tú aprendiste a darte por vencido.
na dejado
un hombre serio, un tipo ahorrativo, una buena perspectiva de futuro. Un par de veces le
huella.
pero
señastetambién aquí seNunca
tus poemas. erige elsupiste
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cartas él mal
erasescritas
menos que una broma. Y aunque siempre
reía y te decía
enda ha sido
y los días
inútil, hecha
en que meconquedéel fin de perdonarnos,
dormido o no llaméhacuandoevolucionado
lo habíacada
dichoobjeto de la
era también un hombre compasivo. Y encontraba la forma de que lo siguieras intentando.
Inútil
onal.
las Hadesido
floresBelcaria,
que no llora
enviéen
suficiente, paz,
yodije
la cantidad
basta, de veces que llegué muy tarde para la película.
hay mareas que se ciernen más despacio, vientos que giran antes de llevarse los papeles im-

sustancia.
rtantes.
Los
ramos alPero
pájaros denada
jardín de eso
siempre
y todo está
cantan
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una sola
perfecto. para
Una ti. Inútil
nota,
vida porque deya
Belcaria,
de terrores no
yaestánnidespiertos.
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es bastante. Quete Mi
contengas. Llo-
así aullido quie-
mientras puedas, mientras nadie venga, llora,
ayafilamentos
está todo perdonado.
de la noche y sé que ya no importa demasiado el tiempo.
Y márchate tranquilo,
inútil,
Mi piel sigue espasmando para despertar al monstruo que se arrulla sobre mí
escúdate
como hiceenentuelabrigo largo,mi
comienzo, confía en los
pequeña zapatos
flama, creocómodos. Lleva
en la fe, en solamente
la caridad, un par de agu-
en la
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ropa estállave. Yo me encargaré
empapada de lágrimasde dar
queexplicaciones
una pastilla desintegra.
a los renegados.
Sabes que hay maneras de encontrar olvido,
Solamente así, vencido como un ser tullido y repugnante,
gente más digna que tú ha hecho peores cosas por amor.
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Aunque nos deja
no sepa vernos,
tentar la nochecreocuando
en todo. lleguen tarde, aunque no sepa tu nuevo nombre,
me atrevo a recitar desde un rincón junto a la radio:
nque no pueda evitar abrazos que vulneren nuestra capacidad de ser odiados,
bajoQue
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creo de sangre todo será igual,
defiéndeme si no es de mí,
no necesitamos ver muy lejos donde solamente hay sombras.
Inútil de Belcaria, vete sin remordimientos. No sabrías cómo ser más grande que esto. No es
de ello creosien
perdóname estodo.
lo de menos,
stante que quisieras intentar vencerte, no es bastante
Debajo
entre losde
e atreví la niebla
a postes
llamar de solo
palacio
luz acruzan
y la un las
de primeras
cubículo
caída las de sombras,
espejos,
calles en el centro financiero,
el mainel que no es sino la línea imaginaria que divide todo.
como a lacon
silencio luzmis
de una pantalla
manos ácidas,herida.
le puse un nombre propio. Arrogamos la tarde
Allí entre la penumbra es imposible ver
Me he tomado el trabajo de recogerme, de intentar salvarte,
cómo
sudoreldemundo
ambos.es disgregado por los traficantes y los guardianes del erario.
Todas las paredes están hechas
no,
rprenderías si entendieras el rumor del mundo. Si hubieses visto alrededor cuan-
de esa cáscara opaca que deja la pintura cuando cae resquebrajada por el óxido y el tiempo y
yo también habría muerto.
atermitas,
en un instante de calor perfecto. El estado en que encontramos cada cosa, las
Por la noche los temblores de las drogas me suscitan al silencio abierto,
y me fue imposible advertir, en medio de la sombra,
mponen una efigie errante. Llevábamos rugidos, la locura sumergida entre los
perotambién
que nada es mi
máscuerpo
sinceroseque la cuerdapor
desprendía en fragmentos.
las muñecas
l lustrosa.
No Tus labios
es tan grave, degollaron
sin embargo, noen mimucha
hizo frente como las hojas
diferencia. de unahabía
Tampoco anea espacio
y para nadie
y la daga sobre el pecho hirviendo.
ando estaba completo.
mirarte antes de dejar caer un peso a tiempo,
Imagíname,
Desde que me habitaste comenzó el proceso de la obsolescencia, los años de erosión, la som-
tiempo)
acuando no me ames,
que antecede imagíname
a los diluvios.
Ahora lade
incapaz tiniebla
hacerle resplandece iridiscente,
sombras,labrada con un brillo siniestro,
omo un mártir bajofrente a tantas
la cobija.
pero no quiero preocuparte.
retorcido como siempre he sido,
quetratado
He devolvió
deelser
cristal
muy fue luminosa,
delicado, solo demasiado
que siemprepara mis ojos
he sido parcosTómalo
peligroso. y siniestros,
de mí, es mejor
insultándote
e escapes. al oído cuando duermes.
Sé que fuiste
Recuerdo quefiel cuando
pedías yo era como
la verdad un vagabundo, que
si estuviera enme
míreconociste
entregarla, cuando todos me toma-
nada más que eso.
n por una bestia forastera;
me enseñaron a morir, a dejar rezagos de las cosas que importan,
epero no pedí
contigo en elnada dede
jardín esto. Todohazme
nuevo, es ardiente y demasiado
comenzar ajeno. Ni
con el susurro aun hoy termino
y repitamos todo, de en-
pero no a decepcionar.
nder
cada pecho en cada pierna en cada ojo en cada cuello y quizá hasta las palabras,
qué interés
Si tan pudistelahaber
solo tuviera tenido
voz de otra persona, podría ser oído,
en matar a un hombre como yo.
pero las estrellas clarean en un cielo que a la vista se hace inmenso,
sobre h u m o
De vez en cuando, un cigarro perfecto.
Quedan pocas satisfacciones en esta vida.
diez
Me compro un par de guantes y al sacar-
los de su empaque cae de uno de ellos una
pequeña etiqueta que dice “inspected by
10”. Me pregunto entonces como seran esos
pobres inspectores de guantes, a quienes se
les llama por numeros en vez de nombres,
seguramente hasta en el interior de su
casa (si es que acaso viven con alguien);
pues me los imagino solitarios, conocedores
de su rutina, de esa clase de personas
que toman el whisky y el café siempre de
la misma manera y a la misma hora.
Y es que no puedo pensar en nada tan
maquinal, tan terriblemente estructura-
do, mecanizado y sistematizado como un
inspector de guantes de cuyo criterio de
la perfeccion depende que un guante me
pueda calzar mejor que el otro.
mal fin

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