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Ensayo inicial en: Debate Abierto, Nº 16, pp 22-41, julio 2001,

Caracas.

PROPOSICIONES PARA LA NUEVA


LEY DE UNIVERSIDADES
(Documento revisado, corregido y ampliado)

Luis Fuenmayor Toro

Caracas, diciembre 2010


2

P ROPOSICIONES PARA LA NUEVA


LEY DE UNIVERSIDADES

Realizado por:
Luis Fuenmayor Toro

INTRODUCCIÓN

Este año se discute en la Asamblea Nacional la Ley de Universidades, luego


de haberse aprobado la Ley Orgánica de Educación, en la cual poco se
adelantó en materia académica, para corregir los vicios que se han generado
en la universidad venezolana y completar las insuficiencias del actual
instrumento legal. Sigo pensando que debemos, después de haber
promulgado la Ley Orgánica de Educación, elaborar una Ley de
Universidades en la que además de estas instituciones se incorporen los
politécnicos, los pedagógicos y los institutos de altos estudios, militares y
civiles. Para ello efectuamos unas proposiciones en 2001 (Fuenmayor), que
hoy actualizamos con este material

La producción del conocimiento sería la actividad o función fundamental de


esta parte del sistema de educación superior, que además formaría
investigadores y profesionales del más alto nivel, todo lo cual estaría a cargo
de las instituciones que lo integran, y tendría como objetivos fundamentales
producir los conocimientos y formar profesionales e investigadores de muy
alto nivel, que permitan la adopción de un nuevo modelo de explotación del
petróleo, que deje de vender materia prima y ponga su acento en la
producción de petroquímicos y químicos orgánicos, que garanticen el
desarrollo científico y tecnológico del país (Arcaya, 1993), con miras a un
mejoramiento continuo y manifiesto de las condiciones de vida y de
bienestar de nuestros compatriotas, nuestro despegue definitivo del
subdesarrollo, el logro de la autarquía alimentaria, y, como consecuencia de
todo ello, el ejercicio pleno de nuestra soberanía más allá de su simple
enunciado constitucional.

La Ley Orgánica ha debido crear el sistema de educación superior y definir


sus instituciones integrantes, su importancia, sus funciones, sus órganos de
3

dirección, sus características generales y sus comunidades académicas. Ha


debido reafirmar el carácter autónomo de las universidades, politécnicos y
pedagógicos, con el debido énfasis en la gran responsabilidad que este
privilegio conlleva, en lo inaceptable de su perversión y en que el mismo
debe entenderse en función de las actividades académicas institucionales,
principalmente las derivadas de la creación intelectual en todas sus formas,
las cuales no pueden tener otro límite que las fronteras de la inteligencia
humana y los linderos del conocimiento y de la imaginación (Fuenmayor,
1993). Lamentablemente, el instrumento aprobado por el Gobierno (AN,
2009) no se ocupó realmente de la educación y mucho menos de la
educación universitaria.

Creado el sistema de educación superior, se pasaría a elaborar y promulgar


las leyes especiales: Ley de Universidades e Instituciones Similares, la cual
substituiría a la ley reformada del presidente Caldera (CN, 1970); Ley de
Institutos y Colegios Universitarios, Ley de Financiamiento de la Educación
Superior y una Ley de Financiamiento Especial por diez años, para culminar y
completar la planta física pendiente de todas las universidades oficiales
venezolanas. Estas leyes deberían ser aprobadas dentro del plazo de un año
de haber aprobado la LOE.

Habíamos propuesto que no existiera una Ley de Educación Superior, que


abarcara a todo el sistema educativo universitario, pues parece una tarea
difícil de instrumentar por lo heterogéneo de las instituciones que lo
componen, lo que la haría muy extensa e impráctica. Si de algo le sirven al
hombre sus vivencias y experiencias, deberíamos recordar que desde 1979
se ha estado tratando de elaborar una Ley de Educación Superior y todos los
intentos efectuados han resultado fallidos, pues es muy difícil conjugar en un
solo instrumento legal la rica diversidad universitaria con la también extensa
heterogeneidad del resto de las instituciones.

Para ayudar y facilitar la discusión que se debe dar en torno a la nueva ley
que regule a las universidades, presentamos un grupo de grandes temas
fundamentales con sus respectivas proposiciones, algunas más afinadas que
otras, para el debate abierto de todas ellas, pues han surgido del análisis del
funcionamiento de las universidades en el período que va desde 1958 hasta
4

nuestros días y todas son de gran impacto en la construcción de la


universidad del siglo XXI. Ojalá la discusión de la Ley de Universidades sea la
ocasión para que el Gobierno promoviera un diálogo sano y crítico entre los
distintos sectores universitarios, para acordarnos acerca de lo que debería
ser la universidad venezolana (Villarroel, 2008), estructura vital para el
desarrollo del país y para la vigencia de la soberanía nacional.

AUTONOMÍA Y DEMOCRACIA

La Constitución vigente, aprobada en referéndum en 1999 (ANC, 2000),


garantiza la autonomía universitaria en una forma clara, por lo que la ley no
puede otra cosa que repetir lo pautado constitucionalmente. Sin embargo, la
definición del recinto universitario debe hacerse, para eliminar las
restricciones al mismo, tanto de la Ley reformada por el gobierno de Caldera
(CN, 1970) como del Reglamento de promulgado por el gobierno de Leoni en
1967, así como dejar clara la naturaleza del mismo. Los revolucionarios de
entonces, algunos todavía en el gobierno del presidente Chávez,
enfrentamos vehementemente, junto con sectores socialcristianos y
socialdemócratas avanzados, el contenido de la Reforma de la Ley de
Universidades señalada, razón por la cual, supongo que la Asamblea Nacional
actual no tendrá ningún problema en rescatar la correcta definición del
recinto universitario y plasmarla en la futura ley.

En relación con la democracia universitaria sólo apuntaré que la universidad


es una sociedad de conocimientos y, como tal, sus jerarquías no se
establecen como se hace un una república, sino se establecen en función del
nivel de conocimientos, formación y experiencias que se posean. Un profesor
titular, al igual que un general de división, no alcanzan esas posiciones por
elección, sino a través de estudios, cursos y producción de conocimientos.
Equiparar la universidad a una república es un error garrafal producto de una
ignorancia crasa sobre la materia.

El tutor de un estudiante de doctorado no es su jefe, como algunos pudieran


pensar. Es el académico, generalmente escogido por el propio estudiante,
que tiene la formación y preparación que el cursante desea para que lleve
sus estudios e investigaciones a feliz término. Tiene lo que se conoce como
5

autóritas y en ello reside su autoridad, posición y jerarquía. El rector de una


universidad no es el equivalente del Presidente de la República o de un
gobernador, debería ser el sabio conductor de la institución.
Lamentablemente, las perversiones ocurridas y presentes en las
universidades han ido desvirtuando el deber ser académico hasta hacerlo
susceptible de interpretaciones impías. Para quienes quieran ahondar en este
interesante campo, los remito a un ensayo de mi autoría publicado en la
revista “Educere” de la Universidad de Los Andes (Fuenmayor, 2008).

SEPARACIÓN DE PODERES1

Uno de los mayores problemas con que ha tropezado el funcionamiento de la


universidad venezolana, y me atrevería a decir de toda la educación superior
del país, ha sido la concentración de poderes que se da en el seno de su
máximo organismo directivo: el Consejo Universitario o su equivalente en las
universidades experimentales. Estos cuerpos de dirección tienen por ley
atribuciones reglamentarias y normativas, a la vez que funciones de
ejecución, disciplinarias, electorales y contraloras, sobre las instituciones y
sus comunidades académicas y sobre el personal de apoyo.

Esta concentración de funciones o atribuciones en un único organismo nos


lleva a la contraproducente situación de que continuamente sus integrantes
son jueces y, a la vez, partes interesadas en las situaciones analizadas y en
las cuales se debe producir una toma de decisiones, las que en consecuencia
no necesariamente obedecen al interés de la institución como un todo y, en
muchas ocasiones, son incluso contrarias a éste. Se debe además prevenir
que los consejos directivos o universitarios se corporativicen, práctica común
impulsada por los partidos políticos del pasado y que sigue estando vigente a
través de sus despojos sucesorales, que conduce a que las decisiones
tomadas por los organismos directivos no respondan a los intereses de las
instituciones, sino beneficien intereses bastardos de individualidades o
grupos intra o extra-institucionales. Situaciones similares se dieron también
en el pasado en el Consejo Nacional de Universidades.

1
Actualmente se prefiere hablar de funciones o atribuciones en lugar de poderes.
6

Enfrentar esta situación desde su raíz significa desconcentrar las funciones


atribuidas a estos organismos de manera de distribuirlas entre distintos
cuerpos colegiados, todos en principio de una misma jerarquía, integrados
por representantes de la comunidad y por autoridades de los distintos
programas a ser ejecutados, o por profesores a quienes se exige
determinadas requisitos académicos de escalafón y tiempo de trabajo en la
institución, elegidos por la comunidad académica, constituidos de manera
diferente de acuerdo a sus atribuciones, con competencias para la
aprobación de diferentes momentos de procesos similares, con funciones
complementarias, que en forma automática permiten el control de unos
organismos por los otros (Fuenmayor, 2004), de manera de desarrollar un
necesario y eficaz autocontrol institucional con la menor injerencia externa
posible o necesaria.

CONSEJO UNIVERSITARIO O DIRECTIVO

En principio propondríamos la existencia de un Consejo Universitario o


Directivo, presidido por el Rector, donde no estaría ninguna otra autoridad
ejecutiva de la institución. Sería el máximo organismo de dirección y decisión
académica de la universidad, con funciones normativas y reglamentarias, de
elaboración de las políticas, de aprobación de los planes de estudios y
diseños curriculares, de establecimiento de aranceles y subvenciones, de
evaluación de las funciones esenciales universitarias, de autorización para la
subscripción de contratos y convenios, la aceptación de herencias y
donaciones, la adquisición y enajenación de bienes, la determinación de los
programas de concursos y ascensos, la designación de jurados, la aprobación
presupuestaria y la creación de carreras, programas, facultades, centros,
institutos y demás dependencias, estas dos últimas atribuciones a solicitud
del Consejo Ejecutivo a través de Rector.

En este organismo estarían representados los distintos tipos de miembros de


la comunidad universitaria en número de acuerdo a su jerarquía y
nombrados, con excepción del representante del Ministro de Educación,
Cultura y Deportes2, por elección directa de los integrantes de cada uno de

2
Actualmente Ministerio de Educación Universitaria.
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los grupos del claustro universitario: personal académico de planta,


docentes-investigadores-extensionistas a dedicación exclusiva a la
universidad; profesionales docentes, personal profesional con funciones
docentes que se desempeña a tiempo convencional; instructores por
concurso, docentes a dedicación exclusiva ubicados en el primer nivel de la
carrera académica, en etapa de formación como investigadores, como paso
previo para ascender al personal académico; estudiantes regulares de
pregrado, estudiantes de los postgrados académicos a dedicación exclusiva y
el personal académico jubilado.

Los representantes de los instructores y de los estudiantes durarán un


máximo de dos años en sus funciones y perderán su condición al ascender o
graduarse, respectivamente. Los integrantes del Consejo Universitario o
Directivo, que representan a los distintos sectores de la comunidad
universitaria, mantendrán sus actividades académicas y sólo tendrán
dispensa de las mismas en los días de sesiones del cuerpo. No podrán tener
cargo directivo o de coordinación de ninguno de los niveles de la
administración universitaria y el desempeño de sus representaciones no
podrá ser remunerado en ninguna forma.

CONSEJO EJECUTIVO

También sería presidido por el Rector, quien estaría acompañado de los


decanos o autoridades equivalentes de núcleos y programas y del resto de
las autoridades ejecutivas centrales: las universitarias, directores de
investigación, postgrado y extensión, y eventualmente, según el tamaño y
las complejidades institucionales, algunos otros funcionarios ejecutivos, cuyo
ámbito de acción sea para toda la institución como el Director General de
Administración. La mayoría de sus miembros serían electos3 en el caso de las
instituciones autónomas o de universidades experimentales a las que se les
haya concedido esta potestad. Sus integrantes estarían dispensados de la
realización de las actividades académicas ordinarias, a menos que obtuvieran
licencia, por parte del Consejo Universitario o Directivo, para mantener un
máximo de dos horas diarias de dedicación a la academia.

3
Sus miembros serían electos pero no tendrían carácter representativo de sectores de la comunidad
universitaria.
8

El Consejo Ejecutivo sería el encargado de la marcha adecuada de las


actividades universitarias, del cumplimiento de las leyes y reglamentos por
toda la comunidad y por el personal de apoyo y sería el órgano máximo de
dirección ejecutiva de las instituciones. Entre sus atribuciones estaría la
elaboración del presupuesto anual de ingresos y gastos, las proposiciones de
creación de programas, carreras, sedes, núcleos, centros, institutos u otras
dependencias; la elaboración de los planes de estudios, la realización de los
movimientos del personal administrativo y obrero, el establecimiento de los
cupos por carreras y programas, la apertura de los concursos de oposición
para el ingreso del personal docente y de investigación, la aprobación del
calendario oficial de actividades anuales y la tramitación de los veredictos de
concursos y ascensos.

CONSEJO JURÍDICO DISCIPLINARIO4

De las violaciones a las normas y reglamentos universitarios por parte de los


miembros de la comunidad universitaria, así como de cualquier otra falta
cometida por los mismos, que por su índole o extensión tenga implicaciones
académicas o institucionales, se ocupará el Consejo Disciplinario. El mismo
actuará a iniciativa propia o a solicitud de otros organismos de gobierno
universitario, de las autoridades ejecutivas de la universidad y de los
profesores y, en el caso de denuncias estudiantiles, abrirá una averiguación
administrativa previa a la instrucción del expediente. No es un organismo de
carácter representativo, estará integrado por profesores electos por los
distintos sectores de la comunidad académica (personal académico y
estudiantes como antes se definió) y designará de fuera de su seno un
abogado con muy buenas credenciales, quien además de ser el Secretario
del Consejo dispondrá de una oficina de asuntos disciplinarios y velará por el
cumplimiento del debido proceso en la instrucción de los expedientes
disciplinarios.

4
En el trabajo inicial (2001) se utilizó el nombre de Consejo Disciplinario, pero como también se
encargaría de procesar y decidir sobre los reclamos de los miembros de la comunidad contra decisiones
de los organismos de gobierno académico, se recomienda la denominación actual.
9

Sus integrantes deberán ser miembros del personal académico y estar entre
los docentes de los dos más elevados niveles del escalafón universitario
(carrera académica). Los miembros del Consejo Disciplinario mantendrán
todas sus actividades académicas, con excepción de las que se realicen los
días de reunión, pero no podrán tener otra actividad directiva o de
coordinación de ningún nivel de la administración académica, ni
remuneración ninguna por su desempeño en el organismo.

CONSEJO CONTRALOR5

Se trataría de un organismo que supliría con creces y con mucho mayor


legitimidad las insuficiencias detectadas en las contralorías internas de las
universidades en las últimas cuatro décadas. El organismo contralor de la
universidad no puede depender del Rector o del Consejo Universitario, como
ha ocurrido con las contralorías señaladas sobretodo en los últimos años,
pues ambas son instancias que deben ser controladas por esas dependencias
con relación a sus ejecutorias administrativas, financieras y académicas.
Quien controla no puede depender del ente a ser controlado, pues esto
mediatiza o hace incluso desaparecer la capacidad fiscalizadora real del ente
contralor.

El Consejo Contralor tendría como brazo ejecutivo a las contralorías internas


(2), las cuales pasarían a depender de él. El Contralor Interno sería el
director de la Oficina de Contraloría y a la vez el Secretario Ejecutivo del
Consejo Contralor, quien lo escogería a través de un proceso de concurso
público de credenciales, tal y como estipula la ley vigente sobre la materia.
Este organismo sí tendría carácter representativo y estaría constituido por
representantes electos de los sectores mencionados integrantes del claustro
universitario, a quienes se añadiría una representación de los trabajadores y
la representación de la Contraloría General de la Nación, de la Fiscalía
General de la República y del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

El ámbito de la acción contralora abarcará todas las dependencias


universitarias y todas aquellas entidades donde la universidad tenga

5
Tendría funciones de contraloría también sobre las decisiones académicas universitarias.
10

participación en su constitución, funcionamiento o financiamiento. Los


integrantes del Consejo Contralor miembros del Claustro Universitario no
tienen dispensa para la realización de sus actividades académicas normales
con excepción de los días de sesión del organismo. Tampoco podrán
desempeñar cargos de dirección o coordinación académico-administrativa en
ningún nivel de la institución, ni tener remuneración por su labor consejera.

CONSEJO DE APELACIONES

Sería el organismo superior de las universidades en materia disciplinaria,


electoral y de impugnación de las decisiones de los consejos directivo,
ejecutivo y jurídico disciplinario. Decidiría también en única instancia interna
sobre los desacuerdos entre los consejos Directivo o Universitario y
Ejecutivo. Serviría también de tribunal de honor en los asuntos que se le
sometan a su consideración por vía de arbitraje. La constitución de este
cuerpo tiene que prestar especial atención a sus elevadas y fundamentales
funciones. Sus integrantes deberían estar "más allá del bien y del mal", para
utilizar una expresión común muy descriptiva de lo que se quiere. Significa
esto que deben ser académicos completamente realizados, con pocos
intereses individuales o personales en la institución, pues ya han cumplido
con creces con todos los requisitos que la universidad les exigió a lo largo de
toda una fructífera vida académica. Estamos hablando de profesores
académicos de gran talla, con el máximo escalafón posible, con título de
doctor, con más de 20 años en la universidad y con obra escrita publicada.

Deben ser electos por el personal académico de los dos niveles más elevados
del escalafón y por los estudiantes regulares del último año de las carreras
del nivel de licenciatura y quienes se encuentren en el último año de su
maestría o doctorado, siempre que sean estudiantes de postgrado a
dedicación exclusiva. Durarían unos cuatro años en sus funciones,
continuarían realizando sus actividades académicas normales y sólo dejarían
de hacerlo los días de reunión del cuerpo. No podrían desempeñar ningún
cargo de dirección o de coordinación académico-administrativa en ningún
nivel de la institución, ni tener remuneración como integrantes del Consejo.

Los miembros del Consejo escogerían fuera de su seno al doctor en derecho


que asumiría la Secretaría Ejecutiva del Cuerpo, quien tendría bajo su
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conducción a la Oficina de Apelaciones, la cual dispondría del personal


mínimo necesario para el cabal desempeño de las importantes funciones del
Consejo de Apelaciones.

CONSEJO NACIONAL DE UNIVERSIDADES (CNU)

Aunque se trata en principio de un organismo extrauniversitario de


coordinación de las actividades de las universidades, algunas de sus
atribuciones, entre ellas las disciplinarias, le dan un claro carácter
suprauniversitario, por lo que es necesario incorporarlo en al análisis que
venimos realizando sobre esta materia. En él también se dan las
limitaciones, incongruencias y vicios, que hemos anotado anteriormente para
los consejos universitarios. En efecto, la presencia en su seno de los rectores
de todas las universidades, en una suerte de cargo representativo, impide no
sólo el análisis objetivo de los problemas existentes, sino a veces incluso el
reconocimiento mismo de la existencia de problemas. Nos encontramos ante
la situación ya descrita de que los actores son jueces y partes al mismo
tiempo, lo que impide o por lo menos dificulta en alto grado la visión objetiva
de la situación.

La existencia de la autonomía universitaria y la atribución de las


universidades de elaboración de políticas académicas hacen necesaria la
existencia de un organismo de coordinación educativa, en el cual el ministro
de educación universitaria discute con sus pares, los rectores, en orden de
alcanzar consensos sobre las actividades y programas del sector. La rectoría
en la materia la debe tener el ministerio correspondiente, quien ejecuta las
políticas a través de las instituciones educativas, algunas de las cuales son
autónomas. Con su poderoso brazo financiero y la obligación constitucional
y legal de las universidades de contribuir con el desarrollo nacional, el
ministro logra que las universidades ejecuten las políticas ministeriales,
aunque éstas no tengan un carácter de exclusividad en los programas y
actividades a desarrollar por las universidades.

Esta estructura de coordinación y consenso tendría como actividad


fundamental la presupuestaria y financiera, tanto en lo referente a la
adjudicación de fondos como en la presentación de las cuentas anuales o
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semestrales de las instituciones. Sería una suerte de Consejo Nacional de


Financiamiento Universitario, con el ministro de educación universitaria como
su presidente, los rectores de las universidades oficiales, politécnicos,
pedagógicos y centros de altos estudios; la representación del ministerio
encargado de las finanzas, del ministerio encargado de las ciencias y la
tecnología, de la oficina técnica correspondiente y de la comunidad
académica, señalada anteriormente.

Por otra parte, hace falta una estructura académica y política para la
discusión rica y objetiva sobre la educación universitaria y su relación con el
país, que permita una planificación a largo plazo, que prevea el crecimiento
poblacional, el desarrollo del conocimiento mundial, los retos de la sociedad
contemporánea, así cono evalúe en la forma más objetiva posible la
actividad universitaria: sus aspectos positivos, sus logros, sus reservas, sus
posibilidades futuras, su crecimiento y expansión, al mismo tiempo que sus
problemas, sus limitaciones, sus distorsiones y sus vicios y corruptelas. Una
suerte de foro donde se diera, por su naturaleza, una actitud positiva en la
dirección de la transformación y el cambio profundos, sin las limitaciones y
mezquindades que muchas veces acompañan estos procesos.

Este organismo no debería incorporar en su seno a los rectores, sino que


tendría otro tipo de integración donde se reúnan lo mejor y más preparado
de las universidades con la dirección gubernamental para planificar el futuro
institucional. Se trataría de un Consejo Nacional de la Academia
Universitaria, el cual sería responsable de la elaboración de políticas, de la
aprobación de los planes, de la supervisión del sector, del estudio de las
rendiciones de cuenta, de su evaluación permanente y de conocer y corregir
las desviaciones y errores, que se pudieran presentar o cometer en las
universidades y en los organismos gubernamentales respectivos.

Habría que prestarle atención a las calificaciones de los integrantes de ambos


organismos, pues sólo con personal académico realmente formado, de talla,
pueden construirse organismos que se aparten del subdesarrollo mental,
académico y político, donde ha estado el sector por espacio de varias
décadas. Académicos con obra escrita, con escuela formada, con el máximo
nivel en el escalafón, con doctorado y con muchos años en el sector
13

universitario, deberían ser los candidatos a constituir ambos consejos, sin


importar la universidad de proveniencia. En el caso del Consejo Nacional de
la Academia, sus integrantes no serían representantes de ninguna
institución; serían miembros integrantes de un organismo político de la
academia superior venezolana. Este organismo tendría su secretariado
ejecutivo y las mismas oficinas técnicas del otro consejo. Un espacio también
para la participación del Ministro de Ciencia y Tecnología, para el de
Finanzas, el de Planificación y para la empresa petrolera estatal, la cual se
tiene que convertir en la principal financiadora de la ciencia y la tecnología
en el país.

ESPECIALIZACIONES Y POSTGRADOS ACADÉMICOS

La Ley de Universidades vigente tiene muy poco texto dedicado a los


postgrados, a pesar de la importancia de los mismos para el desarrollo del
país y particularmente para la educación universitaria. Esto se debe a que la
Ley data de 1958, cuando el desarrollo de los postgrados nacionales era muy
reducido. La reforma del año 1970, momento en que ya había un cierto
desarrollo de los postgrados nacionales, no tocó este tema pues sus
objetivos fueron meramente político-partidistas: asalto a las estructuras de
poder universitario, principalmente de la Universidad Central de Venezuela, y
someter a ésta a los perversos efectos del clientelismo partidista, que originó
un crecimiento burocrático del cual todavía es víctima nuestra UCV.
La futura legislación deberá favorecer la formación de postgrado en el país,
para promover el desarrollo de los mismos. Además, crear postgrados
latinoamericanos, que permitiría un esfuerzo mancomunado potenciador
(Fuenmayor, 1991).

La próxima legislación universitaria debería dejar completamente claro la


existencia de dos líneas de desarrollo diferentes de los postgrados
universitarios: las especializaciones y los postgrados académicos. En los
primeros se forma un especialista, es decir un profesional que prestará un
mejor y mayor servicio a la sociedad al profundizar su conocimiento de un
área cada vez más restringida del conocimiento. Adquiere conocimientos,
destrezas manuales e intelectuales, habilidades para el ejercicio profesional
de un sector del saber cada vez más reducido y en ello se desempeña y hace
14

carrera. No se trata de un investigador científico o humanístico, no se trata


de alguien entrenado para realizar tareas de investigación en ciencias
sociales, se trata de alguien que profundizó en el conocimiento de un campo
menos amplio del saber. Para expresarlo en lenguaje corriente diríamos que
se trata de una persona que "sabe cada vez más de menos". Esto no
significa que en su formación profesional no se pueda incluir el requisito de la
elaboración y presentación de una tesis o trabajo especial de grado, que
tendría como finalidad entrenarlo en el manejo de bibliografía y en la
comprensión de trabajos de investigación. El especialista aplica
conocimientos a la solución de problemas individuales o colectivos; el
investigador produce conocimientos. He allí la diferencia.

Formación de Investigadores

Los postgrados académicos, por su parte, forman investigadores de dos


niveles de complejidad: el de maestría y el de doctorado. Es conveniente dar
una definición operacional de lo que consideramos es un doctor y así también
entender lo que significa el nivel de maestría, el cual tiende a desaparecer en
las universidades más avanzadas. Un "doctor" es una persona formada y
entrenada para realizar investigación original y de alta calidad sin
supervisión". Un "magíster" realiza también investigación científica, que debe
ser original y de calidad, pero que requiere de supervisión. Hemos
enmendado con estas últimas consideraciones, lo que hoy consideramos un
error del ensayo inicialmente publicado, en el cual se cuestionaba la
originalidad y la calidad del trabajo de investigación de las maestrías.
El término "investigación científica" es utilizado en su sentido más amplio,
por lo que se aplica también a las humanidades y a las ciencias sociales.

La formación de investigadores tiene que ser realizada a dedicación exclusiva


y no puede durar menos de dos años de actividades académicas diarias. En
relación con la duración de los doctorados y las maestrías es necesario
también regular la duración máxima de los mismos. En un país como el
nuestro, donde se requiere la formación inmediata de más de 20 mil
investigadores en los próximos años, para poder alcanzar la cifra de un
investigador por cada un mil habitantes, indicador recomendado para países
con el desarrollo de Venezuela, es totalmente absurdo, contraproducente e
15

incomprensible, una exagerada duración de los postgrados académicos.


Mientras en centros de excelencia en el exterior un doctorado se puede hacer
perfectamente en tres años, en nuestras universidades se tarda más de cinco
años. Algo similar ocurre con las maestrías. Debe establecerse legalmente
que las maestrías puedan finalizarse en dos años y los doctorados en tres, lo
cual es perfectamente posible si se entiende que se cursarán a dedicación
exclusiva.

Las actividades de investigación deben constituir el eje curricular de este tipo


de postgrados y deben estar presentes desde el inicio mismo de la actividad
académica. La escolaridad formal debe reducirse al mínimo indispensable y
todo esto debe señalarse en el próximo instrumento legislativo. Los
estudiantes de estos postgrados requieren de la asesoría permanente de un
tutor o supervisor, quien tiene que ser un investigador activo en el área de
conocimientos asumida por el estudiante, preferiblemente con grado de
doctor y una amplia obra publicada; deben culminar sus estudios con la
presentación y defensa de una tesis de grado y las publicaciones
correspondientes en revistas arbitradas y acreditadas. Esto claramente
significa que muchas de las maestrías y doctorados existentes, sobretodo en
el sector privado, no reúnen los requisitos académicos necesarios para ser
consideradas como tales, pues son a tiempo muy parcial y no disponen de
tutores de la calidad requerida para estos elevados fines. Muchas maestrías
actuales son simples especializaciones con tesis, por lo que no capacitan ni
forman realmente para la investigación como se supone deberían hacer.
Éstos son elementos a considerar en la próxima legislación universitaria, que
debe impulsar los estudios de doctorado y maestrías en la universidad oficial
y limitarlos en las instituciones privadas a aquellos cursos que cumplan
totalmente con los requisitos exigidos.

REESTRUCTURACIÓN DEL PREGRADO

El desarrollo de los postgrados, por una parte, y las necesidades del país de
graduar profesionales en el menor tiempo posible, por la otra, hacen
impostergable una revisión de los estudios de pregrado con especial énfasis
en la duración de los mismos, la cual muchas veces depende de u na
innecesaria frondosidad de los programas. Muchos contenidos de los
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programas actuales son repetitivos o innecesarios, mientras que otros


pueden perfectamente pasar a niveles educativos superiores, lo que significa
que se impone una reducción de la duración de la mayoría de las carreras del
nivel de licenciatura a cuatro años, lo cual debe ser impulsado a través de la
legislación futura.

Una medida de este carácter favorece los intereses de los estudiantes en


general, pero particularmente de aquéllos de bajos recursos, quienes no
disponen de financiamiento para mantenerse como estudiantes por períodos
prolongados y tendrían mayores posibilidades de culminar exitosamente sus
carreras si la duración de las mismas fuera menor. Se favorece también el
Estado, pues se reduce el costo de formación de los estudiantes en un 20 por
ciento por lo menos, lo que permite la posibilidad de incorporación de un
número mayor de estudiantes al sistema educativo universitario. Se favorece
también la sociedad en su conjunto, al disponer en menor tiempo de
profesionales preparados y adiestrados para servirle.

El acortamiento de las carreras, incluso de las de técnicos superiores, que


deberían pasar a durar unos dos años, permitiría además una revisión de los
programas de estudios de manera de ajustarlos y adaptarlos a los
requerimientos reales del país y al desarrollo del conocimiento y del ejercicio
profesional y técnico respectivo. Se harían entonces mucho más pertinentes
socialmente los estudios de pregrado. Se entiende que no se está reduciendo
la calidad de los estudios universitarios con esta medida, como tampoco
dejando de abordar contenidos necesarios de las diferentes profesiones.
Simplemente, se está sincerando la duración de los estudios y ajustándolos a
las nuevas situaciones.

Dentro de esta revisión estaría la incorporación en el pregrado del ejercicio


profesional supervisado como condición para la obtención del grado, tal y
como ocurre desde hace bastante tiempo en carreras como la medicina, en la
cual los estudiantes ejercen como médicos en los servicios de salud públicos
durante el último año de sus estudios de pregrado, tanto en asistencia
hospitalaria como ambulatoria, prestando de esa forma un extraordinario
servicio a toda la colectividad, preferentemente a los sectores más pobres de
la población, pero por sobretodo formándose y entrenándose
17

supervisadamente en la práctica clínica y de salud pública, luego de haber


adquirido e incorporado la formación teórica.

Se debería, en muchas disciplinas, substituir la elaboración de la tesis de


licenciatura por este ejercicio profesional supervisado. Ésta debería ser la
norma en las carreras profesionales, mientras la tesis o trabajo especial de
grado de licenciatura quedaría restringido a aquellos programas en ciencias y
humanidades, donde se forman licenciados con el propósito de incorporarlos
más adelante a la carrera académica, es decir al campo de la investigación
científica y humanística. Esta reducción del número de potenciales tesistas
es, al mismo tiempo, una bendición para estudiantes y profesores de
escuelas donde es imposible atender como debe ser al estudiante en busca
de tutor para su trabajo de tesis.

EL INGRESO ESTUDIANTIL

En este importante aspecto, la nueva Ley de Universidades debe ser muy


clara en el sentido de garantizar la equidad en el ingreso y en la prosecución
de los estudiantes, en el entendido que para un mejor desempeño es
importante conocer las aptitudes de los aspirantes y canalizarlos según las
mismas. Es imprescindible, además, que el aspirante haya incorporado los
contenidos educativos previos necesarios, para poder asumir con éxito la
complejidad de los estudios superiores. Estas dos circunstancias hacen
necesario, desde el punto de vista académico, la realización por lo menos de
pruebas diagnósticas previas al ingreso a las universidades y demás
instituciones universitarias.

Se requiere un sistema nacional de ingreso y prosecución que dé


cumplimiento al artículo 103 de la Constitución Nacional (ANC, 2000), el cual
señala: Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad,
permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades sin más
limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. Este
artículo señala que el ingreso a la educación no es absolutamente libre, pues
existen limitaciones al mismo, por lo que la exclusión educativa en las
universidades sólo existiría en aquellos casos en los que no se puede
ingresar en este nivel educativo, a pesar de tener aptitudes, vocación y
18

aspiraciones. Si alguien, por ejemplo, no realiza estudios universitarios


simplemente porque no desea hacerlo, no puede llamársele “excluido”.

La ley debe establecer claramente las características del Sistema Nacional de


Ingreso y Prosecución en la Educación Superior (Fuenmayor, Teruel y
Villarroel, 2009), el cual debe ser único, lo que significa que existe un solo
mecanismo de ingreso para todos los aspirantes en el ámbito nacional,
independientemente de que los procesos puedan efectuarse en forma
descentralizada. Debe ser oficial, organizado y regido por el Estado, quien
es el encargado de garantizar el derecho constitucional descrito en el artículo
103. Debe recordarse que las instituciones universitarias constituyen parte
del Estado, por lo que la instrumentación de los mecanismos que se decidan
debe ser compartida entre los organismos del Poder Ejecutivo y las
universidades.

El sistema debe tener carácter nacional, es decir abarca todo el territorio


venezolano, sin importar la división territorial existente. Debe incluir a toda
la educación universitaria, oficial y privada, y a todas las instituciones,
incluyendo las militares y policiales. Es obligatorio para todos los
aspirantes, incluyendo a los llamados aspirantes especiales. Debe ser un
sistema incluyente, al ser capaz de incorporar a todo aspirante que reúna
los requisitos señalados en el artículo 103 antes mencionado. Para ello es
imprescindible que el Gobierno incremente de manera importante la
capacidad del sector universitario de recibir nuevos estudiantes, en un
número que coloque en sintonía la oferta de nuevas plazas con la demanda
de las mismas.

El nuevo sistema tiene que asegurar la calidad, pues eso ordena el artículo
103 de la Constitución. El aseguramiento de la calidad permite que los
estudiantes que ingresen sean de calidad y, por lo tanto, tengan asegurada
su prosecución exitosa. Por otra parte, el sistema debe garantizar que el
ingreso de un mayor número de estudiantes no signifique un menoscabo de
la calidad de la educación que se imparte, pues la Constitución no establece
la existencia de diferentes tipos de estudiantes venezolanos, que permita
tratar a unos con calidad y a otros sin la misma. El proceso debe ser
completamente transparente, es decir cristalino, con reglas muy claras y
19

procedimientos perfectamente conocidos con suficiente anticipación por


aspirantes y familiares, instituciones universitarias y de educación media.
Debe ser auditable en todas sus fases, de manera que se conozcan sus
fortalezas y debilidades, así como detectar posibles desviaciones que
conspiren contra su credibilidad.

PERSONAL DOCENTE Y DE INVESTIGACIÓN

La experiencia acumulada durante todos estos años de vigencia de la actual


Ley de Universidades nos señala que no todos los docentes están realmente
interesados en hacer carrera académica en la universidad, razón por la cual
muchos incumplen con sus ascensos a pesar de ser profesionales de gran
calidad y muy exitosos en su campo en otros sectores de la vida nacional.
Esta situación se aprecia con mayor claridad en las escuelas de formación
profesional, donde existe el libre ejercicio de la profesión y la posibilidad de
contratar con muchos prestadores de servicios. Médicos, abogados,
ingenieros, odontólogos, arquitectos, administradores, contadores,
periodistas, psicólogos, bioanalistas, son ejemplos de profesiones en las que
es posible hacer carrera en empresas estatales y privadas o simplemente en
el ejercicio profesional individual.

Otra verdad es que las instituciones universitarias no realizan investigación


científica en todas las áreas de su actividad docente, ni todos los profesores
se requieren a dedicación exclusiva en todas las carreras y programas que se
desarrollan. Esto limita las posibilidades de realizar investigación de manera
consuetudinaria a sólo una parte de los docentes universitarios: aquéllos que
están a dedicación exclusiva. Son ellos quienes pueden formarse como
investigadores, pues disponen del tiempo institucional para hacerlo a
diferencia de los docentes a tiempo parcial, quienes tienen otras obligaciones
con otros empleadores o en su trabajo privado. Son ellos también quienes
luego dispondrán de tiempo para la realización de labores de investigación,
pues están permanentemente en la institución. Estas experiencias deberían
reflejarse en la próxima legislación, a objeto de adaptarla a las necesidades,
posibilidades y prácticas reales de las instituciones. Una proposición que
surge de la práctica de años es la de dividir a los docentes universitarios y
20

los de los politécnicos y pedagógicos en dos categorías: el personal


académico y los profesionales docentes (Fuenmayor, 1996a).

Personal Académico

Son los profesores que se desempeñan a dedicación exclusiva y constituyen


el personal de planta de las instituciones, responsable del permanente
funcionamiento de las mismas, obligados a realizar todas las labores
académicas y dentro de éstas la de investigación, para lo cual deben haber
sido formados o formarse. Están también obligados a seguir la carrera
académica institucional o carrera del investigador, que establezca la
legislación universitaria futura (Fuenmayor, 1996a).

Su ingreso debe ser por concurso de oposición público ante jurado calificado,
cuyos miembros deben estar por lo menos en el tercer nivel del escalafón, si
se trata del ingreso como instructor, o en el nivel inmediato superior al que
aspira el concursante. El instructor se considerará personal en formación
como investigador y aspirante, por lo tanto, a ser personal académico. Este
personal tiene la obligación de ascender en el escalafón, por lo menos hasta
el penúltimo nivel del mismo, tiene el derecho y el deber de integrar
mayoritariamente los jurados de los concursos, de los ascensos y de las tesis
de maestrías y doctorados. Son también quienes pueden ser electos como
autoridades en los distintos organismos de cogobierno universitario y
quienes pueden ser designados para el desempeño de cargos académico-
administrativos o como miembros de la Comisión Electoral.

Deben establecerse requisitos mínimos de permanencia en el escalafón y


requisitos para el ascenso, de manera de terminar con la estabilidad absoluta
actualmente existente de los profesores, la cual conspira contra la calidad de
los docentes-investigadores, pues en muchas instituciones basta con realizar
un mínimo esfuerzo, generalmente sólo en el campo de la docencia de
pregrado, para pasarse la vida como "profesor universitario". El personal
académico no debería ser menor del 70 por ciento del total de docentes de
las universidades y debería estar repartido homogéneamente entre todos los
programas dictados por la universidad. Podrían establecerse diferencias en
esta proporción de acuerdo al tipo de carreras dictadas, con una proporción
21

mayor de personal académico en las facultades de ciencias y humanidades,


es decir en aquellas carreras y programas no profesionales.

En las instituciones superiores privadas se debería obligar a tener por lo


menos un 20 por ciento de su planta docente, no directiva, a dedicación
exclusiva y homogéneamente repartida entre todos sus programas
académicos. Estos docentes-investigadores estarían adscritos, según su
especialidad, a grupos o unidades de investigación de instituciones públicas,
donde realizarían obligatoriamente labores de investigación durante un día
completo de cada semana, lo que redundaría en beneficio del docente, de la
enseñanza que imparte y de su institución de origen. La unidad o grupo
receptor se beneficiaría al disponer en su trabajo investigativo de un
personal con potencialidades para desempeñarse como investigador. Este
tiempo le sería contado dentro de su contratación por la institución privada
correspondiente.

Profesionales docentes

Se trata de profesionales muy bien formados, con suficientes conocimientos


y experiencia de varios años, cuya transmisión a los estudiantes es en
algunos casos fundamental. Su carrera profesional no se realiza en el sector
universitario sino en otros sectores oficiales o privados, pero que se
requieren como docentes para completar la formación profesional de
estudiantes de pre y postgrado, principalmente en aquellas carreras para el
ejercicio profesional liberal. Son los médicos adscritos al sistema nacional de
salud, cuya carrera es asistencial hospitalaria o ambulatoria; son los
abogados que están en la carrera judicial o los arquitectos e ingenieros que
siguen su carrera profesional en empresas u organismos del Estado.

Serían contratados a tiempo convencional sólo para la realización de


docencia de pregrado y de postgrado, por un máximo de 10 horas
semanales, a través de concursos de credenciales y no tendrían obligación de
realizar otro tipo de labores universitarias. No participan en la elección de las
autoridades ejecutivas de la universidad, ni votan para la constitución de los
cuerpos colegiados, aunque pueden tener su representación en estos
organismos de cogobierno. De tener buen desempeño, su presencia en la
institución puede hacerse permanente, por lo que serían clasificados de
22

acuerdo a los años de servicio prestados a la institución y pudieran ser


promovidos de categoría cada cierto período, lo que arrastraría un ajuste en
los sueldos recibidos.

CARRERA ACADÉMICA

La crisis económica venezolana, que se expresó en todas sus dimensiones a


partir del 18 de febrero de 1983, produjo un deterioro acentuado de las
remuneraciones de los docentes universitarios y de la educación en general,
que llevó a una disminución importante de sus niveles de vida y a la
ocurrencia de movilizaciones y luchas por incrementos salariales en la
segunda mitad de la década de los ochenta. El instrumento jurídico utilizado
para respaldar la legalidad de los planteamientos profesorales fueron las
llamadas "Normas de Homologación de Sueldos y Beneficios Adicionales",
que inicialmente fueron impugnadas por los docentes universitarios ante los
tribunales de la República, por considerarlas violatorias de la autonomía
universitaria.

Perdidos los juicios legales, los profesores asumieron la aplicación de las


Normas de Homologación como una forma de compensar la devaluación del
salario, pues las mismas ordenan ajustar los sueldos de los docentes-
investigadores universitarios, tomando como criterio el incremento del costo
de la vida según el Banco Central de Venezuela en los dos años inmediatos
anteriores a la producción del incremento. Esto permitió, por lo menos hasta
el primer quinquenio de la administración del presidente Chávez, compensar
parcialmente el deterioro de los sueldos de los profesores universitarios
producidos por la inflación y la devaluación monetaria y reducir sus nefastas
consecuencias. En la actualidad, las remuneraciones de los docentes
universitarios son muy bajas, situación que conspira gravemente contra la
academia, pues los profesionales capaces egresados del sector no se
presentan en los concursos abiertos por las instituciones. Éste es uno de los
elementos que se confabula contra la posibilidad de formar la generación de
relevo de profesores investigadores.

La homologación salarial, sin embargo, no fue acompañada de una


homologación académica, por lo que si bien los sueldos para un mismo nivel
23

y dedicación de un profesor eran similares en las distintas universidades del


país, los requisitos de formación, preparación y desempeño académicos no
eran similares ni para el ingreso ni para el ascenso en el escalafón académico
universitario. A pesar de ser éste un hecho claro, ha sido imposible corregirlo
pues las universidades gozan de autonomía en la administración académica
de su personal, lo que significa que la homologación salarial ha devenido en
una injusticia que iguala salarialmente lo que es diferente académicamente.
Esta situación y los bajos salarios han concurrido como elementos
importantes en la baja estima que la carrera de los profesores-investigadores
tiene dentro de los profesionales, cuestión que compromete seriamente el
desarrollo de la academia universitaria y, junto con otras medidas tomadas
recientemente por el gobierno, amenaza seriamente con acabar con la
universidad venezolana.

Hace falta, por lo tanto, la creación de un sistema nacional de carrera


académica6, que brinde a los profesores universitarios del sector oficial
remuneraciones e incentivos acordes con su preparación, nivel y desempeño
académicos. Se trata ahora de homologar académicamente al profesor
universitario, para hacer equivalentes los niveles del escalafón dentro de las
distintas universidades públicas. Se quiere también distinguir a quienes
tienen un desempeño particularmente bueno o incluso excepcional, por la vía
de otorgar remuneraciones diferenciadas que respondan a una mayor
productividad e importancia de las contribuciones del personal. Con esto se
pretende estimular el desempeño académico del docente, que si lo
examinamos a través de las estadísticas actuales no parece ser muy bueno.
Así, para comienzos del milenio solamente el 5,6 por ciento de los profesores
activos a dedicación exclusiva y tiempo completo había obtenido el grado de
doctor.

Instrumentar la carrera académica nacional constituirá un elemento vital en


la tarea de elevar la calidad de nuestra educación universitaria y nos

6
El sistema de carrera académica fue diseñado totalmente por la Oficina de Planificación del Sector
Universitario, Proyecto “Alma Mater”, en 2002­2003 y fue entregado al Ministerio de Educación Superior
para su instrumentación, sin que éste lo hubiese siquiera publicado en la Gaceta Oficial. Debe reposar en
algún escritorio del ministerio.
24

colocaría en mejores condiciones para enfrentar el reto de mejorar el nivel


educativo de la población venezolana. Sin el cumplimiento de este requisito
de formación y preparación de la población venezolana es imposible pensar
en independencia y soberanía nacionales; serían palabras sin contenido
ninguno y se caería en la demagogia más perjudicial si continuáramos
engañando al pueblo con la utilizando de estas quimeras sin posibilidades
reales de alcanzarlas.

Criterios para su instrumentación

El programa tendrá carácter nacional, lo que significa que se aplicará en


todas las instituciones oficiales y estará, inicialmente, fuera de la
administración de las universidades. Será dirigido solamente al personal
académico universitario y no a los profesionales docentes y se aplicará, al
principio, sólo a los profesores activos. Quienes aspiren a ser acreditados en
el programa deberán demostrar la realización permanente de actividades
docentes y los resultados de la actividad de investigación o teorización que
realizan.

El nivel que se asigne al docente-investigador en la carrera académica no


afectará, inicialmente, la posición que tenga en el escalafón en su
universidad, pero el profesor recibirá la diferencia, a su favor, entre las
remuneraciones establecidas, si fuera el caso. Esta diferencia de
retribuciones, producto de que las remuneraciones asignadas a los niveles de
la carrera académica nacional estarían por encima de las establecidas para
niveles equivalentes del escalafón universitario, sería considerada como
sueldo mientras el profesor la siga percibiendo, por lo que tendría impacto en
las prestaciones sociales del académico, los intereses sobre las prestaciones
y en su pensión de jubilación.

En la carrera académica se ingresa, se permanece, se asciende, se egresa y


se reingresa. Esto significa que las posiciones logradas no lo son de por vida,
a menos que el esfuerzo académico se siga realizando y el profesor continúe
cumpliendo con los requisitos de permanencia en un nivel y de ascenso al
nivel inmediatamente superior. Para ingresar al sistema de carrera
académica, el docente debería haber ingresado en el personal académico
25

universitario por concurso de oposición público, realizado ante un jurado


calificado, o a través de un mecanismo de evaluación perfectamente
establecido. La ubicación debería responder al tiempo como personal
académico, a los grados obtenidos en estudios de postgrado y a la
productividad demostrada en trabajos de investigación publicados, formación
de investigadores, calidad de sus actividades docentes e importancia de sus
trabajos extensionistas para la institución, para las comunidades, para los
sectores económicos o de servicios y para el país.

La carrera académica deberá establecer requisitos de permanencia para cada


categoría del escalafón universitario, lapsos mínimos y máximos para la
prosecución a la categoría siguiente, requisitos necesarios para tener
derecho al ascenso y el cumplimiento de las obligaciones del acto mismo del
ascenso. Ningún docente podrá permanecer más del doble del tiempo
mínimo para el ascenso en una misma categoría, pues esta situación
conllevaría a su salida de la carrera académica por un período similar al
cubierto en la última categoría obtenida. Se exceptuaría de esta disposición a
la penúltima categoría del escalafón, en la que se podrá permanecer
indefinidamente, siempre y cuando se cumpla con los requisitos de
permanencia en ésta. A la categoría más elevada del escalafón sólo podrán
ascender los académicos con líneas de investigación precisas, con trabajos
publicados de carácter excepcional, líderes de un grupo de investigación y
con escuela formada. Para permanecer en este exigente nivel y no regresar
al nivel anterior, se deberá mantener una productividad científico-académica
muy elevada, tanto en lo que respecta a la producción de conocimientos
como en la formación de especialistas e investigadores.

EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN

La evaluación externa obligatoria, efectuada por los organismos


gubernamentales calificados para ello, con el propósito de garantizar la
existencia de patrones mínimos de calidad para la creación de programas
académicos o para que los mismos continúen funcionando, debe ser
incorporada en los textos legales futuros del sector universitario y de la
educación superior en general. Esta evaluación tiene por objeto comparar y
ajustar el ser y el quehacer de las instituciones educativas superiores con su
26

deber ser (OPSU, 2001), de manera de garantizar una educación y


funcionamiento de calidad en todos los aspectos del funcionamiento de las
instituciones: académicos, organizativos, administrativos y financieros.

Mientras la evaluación institucional tendría un carácter obligatorio, la


acreditación tendría carácter voluntario y estaría reservada para todos
aquellos programas académicos, cuya calidad estuviera por encima de las
condiciones mínimas aceptables determinadas por el proceso de evaluación
ya señalado. La acreditación estaría entonces midiendo los esfuerzos
institucionales para lograr la excelencia.

Dentro de este proceso se incluye la necesidad de disponer de un sistema de


asignación y distribución presupuestaria técnicamente elaborado, que dé
respuesta a una exigencia de los universitarios que data desde hace 4
décadas: el presupuesto justo (Fuenmayor, 1995). Darle contenido a esta
exigencia, que simplemente significa la asignación de unos recursos que
permitan el cumplimiento de las actividades universitarias en forma cabal,
según el tipo de las actividades académicas que realice, con relación al
número de estudiantes de pre y postgrado, con el número de profesores
estrictamente necesario en función de los requerimientos académicos, sin
despilfarro, con una burocracia de apoyo ajustada realmente a las
necesidades institucionales, con un manejo austero de los recursos pero sin
insuficiencias que comprometan la calidad de las actividades.

Se deben incorporar indicadores de gestión que permitan la asignación y


distribución objetiva de los recursos7 y así debe ordenarlo la nueva
legislación, con lo cual no sólo se cumple con los postulados anteriores sino
se garantiza la equidad en la asignación y distribución entre las distintas
universidades. La legislación también debe incorporar la utilización de
indicadores de desempeño, como un medio de estimular el mejoramiento
continuo de la calidad en función de lograr la excelencia en aquellas
instituciones que así lo decidan y se esfuercen, además, en el sentido de
utilizar más eficientemente sus recursos financieros y su talento humano.

7
Ya en 2002, 2003 y 2004, la OPSU ensayó un sistema para el otorgamiento del financiamiento
presupuestario en algunas áreas, mediante la utilización de indicadores de desempeño.
27

Si a lo anterior se agrega el otorgamiento y desarrollo de zonas rentales a


todas las instituciones, la creación del Fondo de Financiamiento de las
mismas y las contrataciones con el Estado para proveerlo de bienes y
servicios (Fuenmayor, 1995) se habría resuelto el problema del
financiamiento de toda la educación superior venezolana. Al tocar el caso de
los ingresos propios debe quedar claro que se trata de un derecho de estas
instituciones pero no de una obligación, que pudiera interferir perversamente
en el óptimo desempeño de las actividades esenciales de las universidades.
No se puede presionar indebidamente a los investigadores universitarios para
su transformación en "empresarios".

ASPECTOS NOVEDOSOS

Voy a tratar de resumir algunas modificaciones y adiciones con relación a la


actual Ley de Universidades, que la práctica de años ha dejado claro que
deben ser instrumentadas prontamente.

� La figura del Vicerrector Administrativo 8 debe desaparecer y ser


substituida por un Director General de Administración, quien sería designado
por el Rector, de quien dependería directamente. Debemos recordar que el
cuentadante es el Rector y por lo tanto responsable ante las leyes de la
administración de la institución, razón por la cual si el Vicerrector
Administrativo no es de su confianza simplemente lo aparta y asume el
control administrativo de la institución, a través de directores designados
directamente por él. Hay que recordar también que esta figura fue creada
por la Ley reformada de 1970, la cual además obligó a la elección individual
de las autoridades rectorales, lo que hizo posible, como en efecto ha ocurrido
varias veces, que el rector fuera de una tendencia política o ideológica y el
vicerrector administrativo de otra opuesta a la del rector.

� La elección de las autoridades universitarias, el tren ejecutivo de las


instituciones, debe ser por planchas y no nominal9, pues se requiere elegir

8
Ésta figura fue creada por la Ley de Universidades reformada por el presidente Caldera en 1970; no
existía anteriormente en las universidad venezolana. Su creación tuvo un carácter clientelar partidista.
9
La elección era por planchas en la Ley de Universidades antes de la reforma de 1970 efectuada por el
presidente Caldera.
28

un equipo coherente, unido, sólido, que dirija la institución con el menor


número de contradicciones. Otra posibilidad es que se elija únicamente el
Rector y éste designe posteriormente su equipo de trabajo, el cual podría ser
removido si no llegara a funcionar adecuadamente. Podría extenderse a 5
años el período rectoral y a 4 el de los decanos y equivalentes. Los
directores, coordinadores y similares durarían tres años en sus funciones y
podrían ser extendidos sus períodos hasta por uno o dos años más, como
máximo, según acompañen a la gestión rectoral o a la de nivel de decanal
respectivamente.

� El voto de los estudiantes debe ser directo como ya se ha hecho en la


mayoría de las instituciones y sólo deben votar los estudiantes regulares. Su
peso debe seguir siendo equivalente al 25 por ciento de los votos del
personal académico o ajustarse al 30 por ciento si la abstención estudiantil
en la particular elección fuera menor que la profesoral. La participación en
los organismos del cogobierno universitario estará restringida a los cursantes
del último bienio. No podrán ser representantes estudiantiles quienes sean al
mismo tiempo empleados u obreros universitarios, pues dejan de
representar a los estudiantes para representar al sector laboral al que
pertenezcan, por una parte, y por la otra porque sus posiciones y decisiones
pueden ser perversamente controladas por sus jefes académicos y
administrativos en facultades o similares. Participarán en la elección de
autoridades universitarias, de decanos o similares, de sus representantes en
los consejos Universitario y Contralor y de los profesores integrantes de los
consejos Disciplinario y de Apelaciones, en este último caso sólo votarían los
estudiantes del último año de las carreras de nivel de licenciatura.

� Los estudiantes de los postgrados académicos, siempre que estén a


dedicación exclusiva en sus estudios, deben tener derecho al voto para elegir
sus representantes en los consejos universitario y en el Consejo Contralor,
para la elección de autoridades académico-administrativas del nivel central y
de las facultades o dependencias similares y para la elección de los
profesores de los consejos Disciplinario y de Apelaciones, en este último caso
sólo votarán los estudiantes del último año de maestría y doctorado. Su
número se sumará al de los estudiantes de pregrado en la integración de la
parte estudiantil del claustro.
29

� Debe instaurarse, sin excepción ninguna, el requisito de ser doctor y


profesor asociado o titular, para poder ser autoridad universitaria y decano
de facultad o equivalente. Se debería tener, además, una antigüedad de por
lo menos 15 años para ocupar estas posiciones. Para la representación
profesoral o integración por profesores de los consejos se debe poseer el
escalafón de Profesor Agregado y 10 años de antigüedad, por lo menos, con
excepción de los integrantes del Consejo de Apelaciones, quienes deberían
ser profesores titulares, doctores y tener más de 20 años de antigüedad en
la institución. La representación de los estudiantes de pregrado siempre será
de alumnos regulares del último bienio de la carrera del nivel de licenciatura;
en programas que se cursen por unidades crédito, los representantes
deberán haber aprobado todos los créditos obligatorios de los primeros seis
semestres, si la licenciatura dura 10 semestres, o de 4 semestres, si la
licenciatura dura 8 semestres, como se está proponiendo. La de los
estudiantes de postgrado siempre será de estudiantes de doctorado. La de
los profesionales docentes será la de uno de los miembros de este sector, al
igual que los instructores serán representados por un instructor que tenga
por lo menos seis meses de trabajo universitario.

� Debe reducirse en forma importante el peso del voto de los profesores


jubilados (Fuenmayor, 1996b, 1998) a un valor de no mayor del 15 por
ciento del número de profesores (personal académico) activos. La práctica de
años le ha demostrado a los universitarios que el pasado, representado por
los jubilados, no puede determinar el futuro institucional. Los jubilados, que
ya en muchas instituciones son tan o más numerosos que los profesores
activos, asisten a votar teniendo en mente la universidad que dejaron años
atrás, con su correlación anterior de fuerzas, sus grupos políticos o de
opinión, sus viejas necesidades y los problemas de entonces, todo lo cual ha
cambiado y puede incluso haber desaparecido totalmente. En muchas
ocasiones acuden al proceso asistidos por alguno de los candidatos, quienes
los dirigen y prácticamente deciden por ellos, sin importarles la imagen de
irrespeto hacia la dignidad del anciano profesor.

� Lo señalado anteriormente no significa en cambio que un profesor


jubilado perteneciente al personal académico no pueda desempeñarse, si es
electo, como autoridad universitaria, ya que ésta sería una decisión del
30

claustro universitario y no personal del interesado. Podrían darse las


circunstancias de necesitarse al frente de la institución o de uno de sus
programas a una figura de determinadas características, que se encuentre en
condición de jubilado. La misma tendría derecho a ser elegible, aunque no
sea un elector completo pues su voto no sería igual al del personal activo.

� Los instructores deben votar para elegir sus representantes en aquellos


órganos del cogobierno integrados con representatividad de los distintos
sectores de la comunidad académica. No deben votar para elegir autoridades
universitarias ni decanos o equivalentes.

� Los profesores contratados y los auxiliares docentes deben seguir sin


derecho a voto, ya que se trata de personal transitorio, de nivel académico
menor, como es el caso de los auxiliares docentes y de una minoría en
relación con el resto del personal docente: personal académico y
profesionales docentes. Otro elemento a ser considerado con relación a su
participación electoral es lo presionable de ambos sectores dada su
inestabilidad laboral.

� El claustro universitario debe ser redefinido de acuerdo a la nueva


composición de la planta docente y debe agregársele atribuciones adicionales
a la elección de las autoridades universitarias. En su composición participaría
el personal académico, tal y como ya fue caracterizado anteriormente, los
estudiantes de pregrado y aquéllos de los postgrados que se realicen a
dedicación completa, todos ellos con un peso equivalente al del 25 ó 30 por
ciento del personal académico activo. Los jubilados del personal académico
seguirían en el claustro pero sus votos equivaldrían a sólo un 15 por ciento
del número de votos de los profesores activos (personal académico).

� Con relación a los egresados, mantener su participación en el claustro no


tiene ningún sentido, pues la experiencia de todos estos más de 50 años no
demostró nada notorio o importante de esta presencia en el claustro o de su
participación en los cuerpos colegiados de gobierno universitario. La
representación de este sector en los organismos de cogobierno se dedicó
más a obtener prebendas en función personal o de pequeños grupos, que a
31

representar al sector de los egresados e integrarlos y comprometerlos con la


institución que los formó al más alto nivel.

Con relación a sus atribuciones, el claustro debería ser el órgano de consulta


sobre la revocatoria del mandato de las autoridades universitarias, mediante
referéndum revocatorio, una vez cumplidos los extremos que imponga la
Ley. A este organismo deberían ser sometidos aquellos asuntos que, por su
trascendencia, no puedan dejarse en los organismos ordinarios de dirección
o aquellas materias que hayan generado contradicciones insuperables entre
grupos o sectores importantes de la comunidad, a través de referendos
consultivos.

� Alargados los períodos gubernamentales universitarios no se justifica la


reelección de ningún nivel de autoridades, ni universitarias ni de otros
niveles, en el período gubernamental inmediato siguiente. El impedimento de
la reelección debe ser también para los cargos de autoridades designadas
por el Ejecutivo, pero, en el caso de una universidad nueva, se podría aplicar
después que la institución cumpla sus primeros 8 años. Estos impedimentos
deben entenderse para el desempeño del mismo cargo o para otro cargo de
mayor o menor jerarquía. Esta norma obligaría a quien es nombrado o
elegido, a ocuparse prioritariamente de cumplir sus obligaciones y funciones,
sin mediatizarse ni mediatizar el cargo en función de una reelección en el
mismo u otro cargo de autoridad.

� Debe reducirse el costo burocrático gubernamental en las universidades y


en las otras instituciones de educación superior. La práctica puntofijista fue
la de hacer más costoso el gobierno universitario, tanto incrementando
innecesariamente el número de cargos de autoridades como elevando
también innecesariamente la jerarquía de los cargos, de manera de disponer
de una mayor y mejor oferta de puestos académico-administrativos para ser
distribuidos entre la dirigencia partidista siempre dispuesta "sacrificarse" por
el país.

En estos momentos se trata de utilizar mucho más eficientemente los


recursos, mediante una drástica reducción del número de los cargos de
gobierno y de la jerarquía de los mismos. Es inaceptable, por ejemplo, que
32

los núcleos de la Universidad de Oriente sean decanatos mientras que los de


la Universidad Ezequiel Zamora sean vicerrectorados, cuando estos últimos
son muchísimo más pequeños, con menor número de estudiantes y
profesores y menos trabajadores que los primeros. Algo similar ocurrió con
los institutos politécnicos que pasaron a constituir la Universidad
Experimental Politécnica.

He presentado algunas ideas para una nueva Ley de Universidades, las


cuales son producto de años de experiencia, estudio y reflexión sobre la
situación universitaria venezolana, que he tenido la ocasión de palpar desde
muy diversas posiciones: desde la perspectiva del estudiante ucevista, del
dirigente estudiantil combativo y revolucionario, del profesor joven a
dedicación exclusiva, que se esfuerza por ser un buen docente y formarse
como investigador; del estudiante de postgrado en una universidad de
primera en el mundo desarrollado, del profesor investigador ya formado, del
Director de Escuela reconocido por la eficiencia de su trabajo, del dirigente
gremial exitoso y además gerente de previsión social de los profesores,
momento en que comencé una reflexión seria y científicamente cimentada
sobre la universidad venezolana (Fuenmayor, 1986a,b); del representante de
los profesores en el Consejo Universitario, del Rector de la primera casa de
estudios del país y desde la perspectiva de un gobierno transformador, caso
del gobierno del presidente Chávez en el sector universitario entre 1999 y
2004 (García Guadilla, 2004; García Guadilla et al, 2006, 2008). No se trata
entonces de prejuicios, ni de recetas de otros lugares, ni de ideologizaciones,
sino del resultado de una intensa práctica social y política y un profundo
estudio e investigación.

Como investigador científico sé perfectamente que el último paso del proceso


de conocer y producir conocimientos es someter nuestras hipótesis a la
crítica de nuestros pares. De eso se trata en esta materia también. También
opino, desde que me convenció de ello Juan de Jesús Montilla, que un
investigador llega a lo más elevado de su carrera cuando está en condiciones
de hacerle propuestas a su país en su campo de trabajo. Aquí está más que
un resumen de las ideas con sus explicaciones. Hay una bibliografía más
extensa aún que puede ser consultada de inmediato. Apreciaría un análisis
objetivo, centrado en el contenido de lo escrito y no en las supuestas
33

intenciones que pueda haber detrás del mismo. Bienvenidas otras


proposiciones, siempre que sean respaldadas y tratadas con la misma
seriedad con la que nosotros lo hemos hecho y lo hemos venido haciendo
sistemáticamente desde hace poco más de dos décadas.

REFERENCIAS 10

Arcaya Arcaya, Camilo. Del petróleo y el gas, a la química orgánica


industrial y a la producción de ciencia y tecnología. Grupo B4 editor,
31P, agosto 1993, Caracas.

Asamblea Nacional. “Ley Orgánica de Educación”. Gaceta Oficial de la


República Bolivariana de Venezuela Nº 5.929, extraordinario, 15-08-
2009, Caracas.

Asamblea Nacional Constituyente. Constitución de la República


Bolivariana de Venezuela 1999. Sairam editores SRL, 365P, 2000, Lima.

Congreso Nacional. “Ley de Universidades”. Gaceta Oficial de la República


de Venezuela Nº 1.429, extraordinario, 08-09-1970, Caracas.

Luis Fuenmayor Toro. "Hacia la definición de una política universitaria"


(editorial) Gaceta apucv/ipp, año 7, Nº 47, pp 1-2, junio 1986a, Caracas.

Luis Fuenmayor T. "Conocer la universidad que tenemos. Una tarea de


primer orden" (editorial) Gaceta apucv/ipp, año 7, Nº 48, pp 1, julio-
agosto 1986b, Caracas.

Luis Fuenmayor Toro. "El desarrollo de postgrados nacionales y, aún mejor,


latinoamericanos nos permitirá enfrentar los retos del futuro en la difícil
coyuntura actual", Aula Magna, año 2, Nº 2 y 3, pp 44-48, mayo 1991,
Caracas.

Luis Fuenmayor Toro. "Reflexiones sobre la autonomía y democracia


universitarias", Cuadernos Nuevo Sur Sudaca, Nº 5, pp 43-49, abril-junio
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10
Las notas al pie de las páginas no están en la publicación original. Se incorporaron en este intento por
actualizar el contenido del trabajo que, como se ve, tiene 7 años de haber sido escrito.
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