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Un Cuarto Gris

Viendo al Mundo Otra Vez

José Eslem Torres García


07/12/2010
José Alfredo tenía una ilusión muy grande, volver a ver el mundo tal y como era, verlo a
través de las ventanas de la prisión no era ni de cerca el mismo placer que disfrutar la vida y
sentirla en su piel. Nunca, cuando estuvo fuera, se le hubiera hecho igual de hermoso, maravilloso
y deslumbrante el mundo, ahora esperaba tanto poder sentirlo nuevamente.

Veinticincos años encerrado en una prisión sucia, descuidada, tenebrosa quizás y, aunque
con mucha gente presa dentro, siempre se le hizo solitaria. No hablaba con mucha gente, en
realidad solo hizo 2 amigos estando dentro, uno que ya no recordaba su nombre que le explico y
aconsejo para sobrevivir dentro de su cautiverio y que fue liberado solo unos meses después de
que Alfredo llegara. El otro fue Adolfo, un señor ya bastante grande (le llevaría unos 30 años a él)
que había sido condenado a tantos años de cárcel que al final vivió mas tiempo dentro que fuera y
siendo este el compañero de celda de José Alfredo, que la otra única persona con la que hizo algo
similar a una amistad.

El veía la vida de un modo muy diferente ahora, después de 25 años, entendió lo poco o
nada provechoso que hizo con su primera vida, lo idiota que fue, lo perdido que estaba, pensando
que dentro de unos cuantos días, ya que lo liberaran, disfrutaría, aprovecharía, haría, perdonaría,
amaría pero sobre todo viviría.

Siempre imaginaba como seria el mundo de afuera ahora, al ser bastante apartado de
todos sus compañeros de prisión, guardias y demás, no solía intercambiar palabras que le
describieran como era en realidad el exterior, así que Alfredo solo vivía de sus fantasías y
esperanzas.

Cuando Adolfo aun vivía, este le platicaba de cómo por su error y estupidez había tenido
que estar encerrado desde que recordaba, así que para él este mundo solo era una construcción
gris, triste y húmeda, de paredes grandes color cemento que parecía ser una obra que jamás
terminaron, con horarios establecidos para todos, con su autoridad que respetar que, siendo unos
malditos infeliz, con desprecio y casi odio a los que resguardaban, tenían que soportar sus abusos,
su mala organización, sus despilfarros y tontos protocolos.

Para Adolfo el mundo, su mundo, era eso, no más que un simple block gigante donde
recibían un castigo (a veces justo y otras tantas veces no) por la idiotez, suya o de alguien más. Ya
no tenía esperanzas. Hasta que llego Alfredo e interfirió realmente con su forma de ver las cosas.
Este le contestaba que no, que el mundo era maravillas, era, una montaña por escalar, un rio por
nadar, un océano que navegar, un cielo el cual volar, toda una experiencia por vivir. Siempre
alentaba al viejo por intentar imaginarse todo. De pensar e imaginar sentir la brisa en el rostro, la
sensación de rodar en una colina cuesta abajo, de un chapuzón en un nacimiento de agua, cosas
que hasta ese momento, Alfredo nunca había pensado que desearía estarlas disfrutando, hasta
que fue privado de hacerlo.

Siempre fue la misma historia con ellos dos, uno era el positivo que intentaba fomentarle a
su compañero el amor a la vida (algo que empezó a tener hasta que estuvo encarcelado) mientras
que el otro vivía ya sin esperanzas, sin intenciones ni ganas, solo esperando que la fría y dulce
muerte tocara a su puerta para llevárselo con ella, había perdido todo interés en saber que había
afuera, pues sabía que nunca viviría tantos años como para poder recuperar su libertad.

Adolfo solo prestaba atención a lo que su compañero decía porque tenía la certeza que
eso le reconfortaba y sobretodo, que el aun tenía la esperanza de salir y vivir todas las cosas que
este contaba.

Así fue como Alfredo aprendió a apreciar la vida en general y cuestionarse sobre las
estúpidas decisiones que había tomado más joven, las razones por las cuales estaba ahí. Los
compañero nunca hablaron sobre ese tema, tal vez porque su vida era ya demasiado miserable
como para lamentarse por sus razones que habían hecho entrar a prisión y así por 20 años
evadieron esa conversación, pensaba Alfredo ¿para que lamentarse en lo que pudo haber sido y
no fue?

En toda su estadía, Alfredo recibió una sola visita, jamás recibió correspondencia o
paquetes como los demás. En cambio Adolfo si tuvo en algunas ocasiones visitas, pero jamás
hablaba al respecto. En realidad, nunca hablaron sobre sus vidas antes de prisión, nunca supieron
mucho de él uno sobre el otro respecto a sus antiguas vidas, fuera claro de lo que vivían dentro de
la cárcel.

Así fue como los años pasaron y pasaron, Adolfo nunca dejo de ver la vida como un gran
cubo gris mientras que Alfredo seguía aferrado a su nueva forma de ver el mundo decidido a, que
al salir, todo sería diferente. La pequeña rendija de su celda le daba esa esperanza, sabía que algo
maravilloso lo esperaba afuera. A 20 años de estar dentro con su compañero, solo unos días antes
de despedirse del mundo terrenal, Adolfo por fin le dijo a Alfredo –Espero llegar a ser tan viejo
para poder disfrutar el mundo de ahí afuera, como tu esperas hacerlo – Solo tres días después y de
forma completamente natural, Adolfo murió en un febrero bastante helado.

Los siguientes 5 años que le quedaban a Alfredo dentro de su condena no parecían tan
largos, pero si llego a extrañar a su antiguo compinche de celda. Los diferentes 3 que tuvo en sus
últimos años jamás los vio de la misma manera con que lo hizo con Adolfo. Nunca platico mucho
con ellos, no les compartía lo que él pensaba del mundo ni tampoco les llego a preguntar sobre
cómo eran las cosas allá afuera, el ya solo vivía para su esperanza y sueños y cuando menos lo
espero el tiempo había pasado, ya era hora de salir y volver a nacer.

Su última noche en la prisión fue como nunca la había tenido, todas sus esperanzas,
sueños y aspiraciones se concentraban en una sola idea, esa idea que se alimento por 25 años de
ver un mundo nuevo, de apreciar la vida, de valorar lo poco o mucho que alguna vez tuvo y ahora
quiere recuperar, todo gracias a la pequeña rendija de su celda, su única ventana al mundo que
alimentaba su hambre de libertad. No pudo dormir toda esa noche, viendo la pequeña ventana,
oliendo y respirando, imaginando y preguntándose cómo sería su nueva vida allá afuera, toda esa
mescolanza de sentimientos, dudas, preocupaciones y esperanzas lo hicieron sentir más vivo que
nunca, jamás se había sentido tan feliz en sus 25 años de encierro.
A la mañana siguiente Alfredo fue liberado a las 11 de la mañana donde se le dio su carta
de liberación, algunos consejos, una lista de pasos a seguir y prácticamente lo sacaron a patadas
del bloque gris que Adolfo vio como su mundo.

La primera sorpresa que se llevo fue que estaba literalmente en medio de la nada así que
tuvo que caminar cantidades para llegar a una ciudad, pero no le importaba, estaba apreciando
hasta el máximo el estar fuera, en la naturaleza, respirando fuera, simplemente todo era mejor a
hacerlo dentro de la prisión. Por fin había podido ver el bosque cercano del que algunas veces
escuchaba hablar a los guardias.

El camino no fue menor a 3 horas cuando empezó a llegar a las afueras de la ciudad, era
muy distinta y mucho más grande de lo que fue hacia 25 años. Intentaba recordar los lugares que
frecuentaba, los que conocía, se preguntaba dónde estaría su familia ¿Seguirían vivos? ¿Lo
recordarían? Pero sobre todas las cosas ¿quisieran verlo? Había pasado tanto tiempo y nunca
había recibido visita por lo que debería dar por enterado que no, que nadie esperaba verlo, sin
embargo siguió caminando para encontrar su antiguo hogar.

En su camino pasaba saludando a todo los que él veía, les deseaba buen día y siempre
mostraba una sonrisa, después de todo hacia solo unas horas había recuperado su libertad. Nunca
se fijo demasiado en cómo le contestaba las demás personas o como le miraban, en su mayoría lo
veían como un loco, con desprecio, como si fuera inferior, al fin y al cabo no parecía más que un
vagabundo. Así siguió Alfredo su día, mientras que la gente también continuo viéndolo como un
malviviente pero esto jamás lo noto, o tal vez lo ignoro, el simple y sencillo hecho de caminar por
la ciudad le pareció maravillosa.

Cuando por fin reconoció un pequeño parque su emoción fue tal que gritaba, brincaba y
gritaba aun mas, su excitación era tanta que empezó a correr por las calles de la zona esperando
recordar algo, su cerebro trabajaba a su 110% con la esperanza de poder llegar a su antiguo hogar,
40 minutos después logro recordar la casa con un enorme arco que estaba a 3 calles del parque ya
iba encontrando su ruta , pero cada vez perdía mas la idea del mundo natural y bello que él creía ,
todo se veía sucio, descuidado, mal, urbanizado. Tardo 2 horas mas hasta encontrar la calle la cual
estaba seguro era la de su vieja casa, ahora solo era cuestión de tiempo para volverla a ver y tal
vez toparse de nuevo con su familia.

Cuando encontró lo que creía (y el estaba seguro) la vieja casa donde creció empezó a
decepcionarse del mundo, encontró solo las ruinas de un hogar abandonado ya muchos años
atrás, con hierbas abundando por todo alrededor y también dentro de la casa, todos los vidrios
rotos, moho por todas partes y claras muestras de deterioros en la estructura, era la típica casa
abandonada del pueblo, con las claras señas del vandalismo, del paso del tiempo y del descuido
humano.

Alfredo se resignaba a querer de ver de una forma negativa todo esto, al fin de cuentas
este (o eso él quería creer) era su hogar, por lo cual él se adentro y empezó a vivir ahí dentro
donde solo salía para buscar con que alimentarse. Ahí fue donde empezó a ver el desprecio y los
sentimientos hacia él de parte de las personas de ahí afuera. No paso mucho tiempo, semanas tal
vez, cuando dejo de salir de esa vieja casa para estar todo el día ahí encerrado, ahora por voluntad
propia, pensando en lo diferente que era el mundo en realidad lo indiferente que eran todos veía
como ellos que nunca habían perdido su libertad no apreciaban la vida como deberían se sentía
decepcionado del mundo, por eso jamás salió nuevamente. Ahora volvía a mirar el mundo
encerrado tras un bloque gris, por una ventana en donde le gustaba imaginar que tal vez en algún
lugar lejano las cosas eran mejor para todos.

Solo unos días después, exactamente 7 semanas desde que fue liberado de prisión y para
ser más profundo, la noche antes de morir, pensó que tal vez Adolfo tuvo razón y el mundo solo
era un triste cuarto gris.

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