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S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
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Í NDICE
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Í NDICE
Santiago
Región capital de Chile
U NA INVITACIÓN AL CONOCIMIENTO
DEL ESPACIO PROPIO
Miguel Laborde 5
COLECCIÓN TEMÁTICA
PUBLICACIONES BICENTENARIO
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
MIGUEL LABORDE
I.S.B.N.: 956-7892-05-9
ÍNDICE
10
Í NDICE
PRÓLOGO
MARCELO TRIVELLI O.
Intendente de Santiago
12
L ÍNEA DEL TIEMPO 1905-2004
1933 Muere Juan Francisco González, primer pintor del mundo po-
pular chileno.
Roberto Matta se titula de arquitecto y emigra a Europa.
“Norte y Sur” de Jorge “Coke” Délano, primera película sonora
y parlante de Sudamérica.
Juvenal Hernández, nuevo rector de la Universidad de Chile.
1945 Se levanta el edificio del Banco del Estado, “el más grande de
Sudamérica”, de Mardones Restat. 21
Danza profesional en Santiago: Universidad de Chile presenta
“Coppelia”.
Manufacturas Sumar inicia producción de nylon.
Fiestas del 15 de noviembre que celebran el primer Premio Nobel
de Literatura para América otorgado a Gabriel Mistral.
Gran éxito de público de los restoranes de la Quinta Normal,
preferidos para manifestaciones de políticos e intelectuales.
EL INTENDENTE UNIVERSAL 33
TOLERANCIA CERO
También hay que tener una Edad de Oro, para remitirnos a ella con
nostalgia. Como decía el historiador de la arquitectura Ramón Gutié-
rrez, argentino: en América Latina siempre se habla del esplendoroso
pasado y del brillante porvenir, pero nunca nos explican, entonces,
“este miserable presente”.
Tuvimos esa piedra primera, ese esplendor. Si uno se asoma al San-
tiago de los palacios, el de Vicuña Mackenna, ¡qué cantidad de perso-
najes en una ciudad tan pequeña!
Don Melchor de Santiago Concha y Toro Zambrano es uno de ellos,
el Marqués de Casa Concha quien fuera rico en plata, linajes y viñe-
dos. Era un ejemplar perfecto de la más alta sociedad santiaguina, tan-
to por los Santiago Concha –oidores de la Real Audiencia– como por
los Toro Zambrano, arraigados aquí desde el siglo XVI, siempre dueños
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
EL PROYECTO VASCO
como escribe uno. Y cuando al fin se había reunido algo de oro, llega-
ban los piratas, los corsarios que tenían a Chile en su sueños y nunca
dejaron de acosarlo.
Bueno, la gracia es que ese mestizo de español e indio sabrá hu-
manizar el desbocado territorio, regar las quebradas abruptas, pescar
en uno de los océanos más inclementes del planeta, exportar cueros
y charquis a través de la alta Cordillera de los Andes. A diferencia de
Ciudad de México, construida sobre las ruinas de Tenochtitlán, o de
Cuzco en la que se usaron los muros incásicos para alzar iglesias en
la misma capital diseñada por Pachacútec con su real arquitecto
Apahualpa, Santiago de Chile es una ciudad mestiza desde sus mismos
orígenes.
Y lo seguirá siendo porque en los primeros siglos no hubo riquezas
para europeizarla. Todos compartieronn la tarea de hacer país y hacer
ciudad, castellanos e indígenas de servicio, esclavos y algunos conquis-
tadores no hispánicos como el alemán Blumen o el griego Candia. Co- 47
mieron en la misma cerámica de greda local, se abrigaron con las mis-
mas mantas, padecieron los mismos sismos –el terremoto de 1647
destruye democráticamente todas las viviendas– así como las inunda-
ciones del díscolo río Mapocho. Es lo que hay, parece ser el lema de los
siglos XVI y XVII. No deja de ser notable que el fundador de la ciudad lo
tuviera tan claro desde el principio; supiera que no había llegado a un
imperio de palacios y cortes enjoyadas, sino a un escenario natural, un
notable paisaje que con trabajo podía llegar a ser “el mejor pedazo de
tierra que hay en el mundo”. Por el trabajo.
Luego del duro siglo de la Conquista viene el XVII en que todo
sigue igual; por suerte llegan los jesuitas, muchos de ellos vascos o
alemanes bávaros de culturas industriosas, quienes, con su lema de
“Contemplativos en Acción”, educarán a criollos blancos y a criollos
mestizos en la misma actitud de trabajo que ellos traen y que les per-
mite llegar a administrar la gran agricultura chilena de la época, las
primeras faenas propiamente industriales y las explotaciones mineras.
Después será la numerosa inmigración vasca del siglo XVIII, con la
emblemática figura del Corregidor Zañartu y sus obras de transforma-
ción de Santiago, la que también prolongue y ahonde el espíritu de
esfuerzo. Ahí despierta el comercio, indigno para los castellanos, era
cosa de portugueses o judíos, prejuicio del que carecen vascos y catala-
nes. Sin gran competencia llegarán a controlar gran parte del país y,
por supuesto, la ciudad capital, Cabildo incluido; lo que no dejará de
darle otro rasgo de identidad a Santiago. Mientras en el resto de Amé-
rica los mercados populares con sus indígenas son el corazón vivo de la
ciudad, los inmigrantes logran aquí que el Cabildo persiga y controle el
comercio callejero, lo que le dará a Santiago una imagen más europeo-
nórdica que arábigo-andaluza, propia de su historia.
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
jamás. Tal vez él se habría conformado con que administraran con sen-
satez las tierras del imperio, pero ellos lo habían ampliado en miles de
kilómetros de la larga tierra de Chile.
Trayendo cientos de colonos también dejaron su sangre quechua
en lugares de esta tierra, así como la de otras etnias. Hay lugares –como
Turi en las quebradas de Atacama– donde todavía se habla quechua, y
el país utiliza palabras que ellos trajeron: callampa, cancha, cocaví, con-
cho, chacra, chala, chancar, chasca, chasquilla, chicha, chaya, choclo,
chuchoca, chuño, chupalla, chupe, guano, guata, guacho, huasca, huin-
cha, papa, zapallo y muchas más.
Hay festividades del imperio que aún se celebran, ritos que se repi-
ten, leyendas que se recuerdan, lugares sagrados que se veneran, hom-
bres que todavía esperan la resurrección de Atahualpa, el último Inca,
para que el imperio renazca del olvido y para que el sagrado Hijo del
Sol vuelva a indicar dónde se encuentran los tesoros de las minas de
oro –“las lágrimas del Sol” – , dónde están las tierras más fértiles de la 53
Pachamama, dónde deben trazarse los caminos nuevos, dónde deben
alzarse los santuarios, en qué tutelares montañas, para que los dioses
aumenten sus bendiciones sobre los súbditos del Tahuantinsuyo.
Los incas no alcanzan a fundar ciudades aquí. Ellos no partían fun-
dándolas, sino estableciendo una estructura administrativa que orga-
nizara la productividad agrícola y social, proceso que habría de culmi-
nar, al final, en lo urbano. Estaban listos para ello, cuando llegaron a
Cuzco los hombres blancos y barbudos.
Junto al río Maule, en la célebre batalla de las Lunas, en la que
combatieron los incas contra los mapuche, se habría decidido el límite
del avance incásico. Esta guerra favorecería grandemente a los españo-
les porque, entre incásicos y araucanos, murieron miles de guerreros.
Muchos jóvenes, muchos veteranos, muchos hombres. Huayna Cápac
tuvo cuarenta hijos, y ningún sucesor claro; el imperio pagaría con
sangre la confusión que produjo su muerte el año 1525. ¿Quién debía
ser, Huáscar, Atahualpa, algún otro? En Ambato y Tumetamba, no le-
jos de Quito, chocaron las fuerzas de Huáscar con las de su medio her-
mano Atahualpa, muriendo más de sesenta mil guerreros; luego se
enfrentaron junto al río Apurímac, pereciendo otros miles. Huáscar
sería derrotado finalmente cerca de Cuzco, siendo masacrada la flor y
nata de los ejércitos imperiales cuzqueños, después toda su familia,
cerca de ochenta hijos, concubinas, generales.
Atahualpa tendrá que enfrentar la historia. Por esos días, justo en-
tonces, cuando el imperio vive la peor crisis interna desde su naci-
miento, a fines de 1532, un grupo de españoles desembarca en Tumbes
y avanza hacia el centro. Atahualpa está en unos baños termales, cerca
de Cajamarca, descansando de la feroz guerra. Los célebres Caminos
del Inca, por donde tantas veces corrieran los chasquis para informar
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
LA CIUDAD-COMBO
ciudad ideal para hacer negocios, sus ventajas para que las grandes
transnacionales establezcan aquí sus casas matrices de la región: ¿para
qué?
casa, hace vida entre cuatro paredes, olvida. Llegan los inmigrantes
europeos, suben montañas, acampan en los valles de la precordillera,
sus hijos quedan deslumbrados –campean los apellidos extranjeros entre
zoólogos, ornitólogos, esquiadores–, pero en la tercera generación ya
estamos domesticados y nos rendimos ante una naturaleza que avasa-
lla, abruma.
Le Corbusier, con su ojo siempre lúcido, lo denunció: “con tal pai-
saje, esta ciudad está condenada a ser una nota a pie de estos dos ce-
rros...”.
En Buenos Aires reina la ciudad sobre la pampa monótona. En
Santiago reina la montaña sobre una ciudad que todavía no aprende a
dialogar con formas de una escala tan monumental, escala de dioses
más que de hombres.
¿Quién podría culparnos de enmudecer frente a esos dioses tutela-
res de los indígenas atemorizados? ¿Quién podría culparnos de no sa-
ber amaestrar tales oponentes? Recién ahora estamos descubriendo el 59
valor de la sumisión, de la adaptación, el camino asiático para dialogar
con la naturaleza inclinándose ante su fuerza, y no como el europeo
que la doblega.
Más encima la mancha de la ciudad es atravesada por el curso flu-
vial del Mapocho que, de tanto en tanto, arrastra masas pétreas, are-
nas, sedimentos, sube de nivel y divide la urbe. Para no olvidar la mon-
taña, que así penetra, de piedra en piedra, por el cauce. O lo hacía
hasta que la Costanera Norte, modelo europeo para doblegar la natu-
raleza, ingeniería italiana, transformó el río en una gran canaleta arti-
ficial.
No nos adaptamos todavía. Por el encierro, la vida puertas adentro,
desconocemos el nombre de los árboles, el vuelo de las aves, el perfil
de los cerros... El santiaguino no se encuentra con la naturaleza, toda-
vía. Desconocemos el medio ambiente, que se cuida solo o se descuida.
Melipilla, Talagante, Curacaví, Tiltil, San José de Maipo parecen perte-
necer a otro espacio-tiempo.
Es la ciudad como útero, la visión egipcia, el lugar cálido y seguro,
protegido, frente a lo incontrolable de la naturaleza. Pero no se puede
olvidar este entorno que se cuela por los ojos en las mañanas, en los
sueños de noche; cómo no se va a padecer de melancolía, de caídas
constantes en el alcohol, de desesperanza, falta de planes a largo plazo.
Primero necesitó el hombre encontrar su lugar. A falta de arraigo y
pertenencia se identificó con el héroe del no lugar: el patiperro. A falta
de centro se identificó con el margen, la periferia: el derrotado. A falta
de grandeza en la mirada renunció al monumento, a la amplia pers-
pectiva, se refugió en lo opuesto: el rincón.
Chileno: patiperro, derrotado, arrinconado. Era la norma, la iden-
tidad, y la ciudad se hizo a su imagen y semejanza. Léase El roto (1920),
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El Ñato Eloy (1957), Vidas mínimas (1923), Juana Lucero (1902), La viu-
da del conventillo (1930)1, y verá que en ese dolor, en medio de todo ese
dolor, la naturaleza careció de seres fuertes que la protegieran –los que
hubo carecieron de seguidores o les aserrucharon el piso– o de aman-
tes que la cuidaran –extranjeros casi todos, extravagantes para el ojo
local, solitarios. Así se contaminó la tierra, el aire, el suelo, el agua, la
basura se acumuló en todos los rincones.
Solo ahora, en estos últimos treinta años, estamos aprendiendo a
mirar. Solo ahora es tiempo de pasar, recién, de la ciudad anarquista,
sin gobierno y acostumbrada a no tenerlo, a la ciudad como proyecto y
tarea. La ciudad región que se inserta, incorpora el territorio de la Región
para que su futuro sea sustentable. Requería un Gobierno Regional...
DIEGO DE ALMAGRO
1 Estas novelas fueron escritas por los siguientes escritores chilenos: El roto, Joaquín
Edwards Bello (1887-1968); El ñato Eloy, Carlos Droguet (1912-1996); Vidas míni-
mas, José Santos González Vera (1897-1970); Juana Lucero, Augusto D’Halmar
(1882-1950) y La viuda del conventillo, Alberto Romero (1896-1981).
R EGIÓN DINÁMICA DE A MÉRICA DEL S UR
Habitar esta región es una empresa marcada por un desafío ético. Pe-
dro de Valdivia ya lo establece en sus cartas al explicar que, frente a la
realidad local, lo importante es el esfuerzo sin desmayo, la inventiva
ante la falta de recursos, la resistencia ante la adversidad. Las dificulta-
des del territorio humanizan la conquista de Chile.
Jerónimo de Vivar, el segundo autor de una “imagen país”, el pri-
mero en hacer marketing para atraer pobladores, no ofrece oro ni for- 69
tuna; es él quien reconoce que aquí las batallas no son para apoderarse
de ricas ciudades y sus tesoros, sino por una cosecha de papas, cebollas,
maíz. Él mismo no ensalza a Valdivia como estratega, sino por su soli-
daridad hacia los más débiles, y es por ello que escribe que aquí hacen
falta hombres de “la estatura y valía moral de Valdivia”.
González Marmolejo, en su pionera historia de Chile, también en-
fatiza este aspecto, destacando a quienes están a la altura de ese desa-
fío, como Rodrigo de Quiroga, y criticando a los advenedizos viciosos
que degradan la misión.
Por entonces, de los mapuche se dice lo mismo que se espera de los
conquistadores: sacrificados, sobrios, voluntariosos, capaces de esfuer-
zos heroicos, patriotas, serenos ante el desastre, con sentido del orden,
respeto por el derecho, acatamiento de la jerarquía...
Para muchos autores, estos adjetivos son signo de toda la historia
de Chile, y de la cultura chilena; es lo que Gabriela Mistral llamará la
“voluntad de ser”.
El desafío es transformar con las manos la naturaleza chilena, la
“mal infamada” tierra de Chile, para –en la visión de Valdivia– hacer de
ella el mejor pedazo de tierra que hay en el mundo. Esta hazaña való-
rica, escribe Lucía Invernizzi, que tan tempranamente perfila la histo-
ria de Chile, se ha negado o disminuido para dar relieve a los hechos de
las guerras, dándose énfasis al choque de las armas, a la diferencia, y
no a la temprana gesta común de signo moral.
A este país se vino a trabajar, no a recoger oro ni prebendas. Es un
escenario de esfuerzos para crear una comunidad, lo que muy dificul-
tosamente se hace en los siglos XVI y XVII. Tales son las dificultades para
el español que el hambre, por ejemplo, hace que muchos, clandestina-
mente, intercambien con los indígenas armas por comida. Ni los centi-
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
ra. Venía a “poblar un pueblo como El Cuzco a las riberas del río Mapo-
cho”, anota Jerónimo de Bibar. Un pueblo como el Cuzco, esa es otra
ciudad hermana de Santiago, fue la imagen del fundador, de allí partió
la empresa, en su catedral se encomendó Valdivia al Apóstol Santiago,
patrono de la ciudad del Mapocho, tal como lo era de Cuzco.
Ya venía con la idea fundacional, entonces. Y encuentra muchas
palmas, oro, tierras llanas, buena madera. Más que en sí, le interesará
como ejemplo para exhibir una civilización y así interesar a los aborí-
genes, una operación de marketing: Santiago nace como un cebo, una
maqueta de 1:1 del mundo europeo para seducir a los eventuales clien-
tes, una gran vitrina para asomarse a los brillos de la civilización.
Vivían en el valle unos cincuenta mil hombres, una buena masa
consumidora; justificaba levantar un mall de la época, hacer de este
valle un emporio de intercambio comercial. Así fue localizada la ciu-
dad, en valles de muchos habitantes, donde había indígenas, más que
por el aire sano o la fértil tierra del Mapocho. 71
En América la ciudad era cuna de la nueva civilización. Ella habría
de inducir al indio a unirse a la sociedad española, se debe construir
“de forma que cuando los indios la vean les cause admiración”.
Pero en el siglo XVI Santiago fue apenas una aldea. Según consigna
el padre Gabriel Guarda en su estudio de la arquitectura rural en el
Valle Central, “mientras la zona austral veía crecer y multiplicarse el
radio de influencia de ricas fundaciones –Concepción, Angol, Imperial,
Villarrica, Valdivia, Osorno, Castro, Santa Cruz de Óñez– repartidas sus
tierras e indios en poderosos hacendados y encomenderos, en todo el
resto del Valle Central, sólo Santiago y una fundación entonces opaca,
San Bartolomé de Gamboa –Chillán–, contemplaban nostálgicas el de-
sarrollo de sus congéneres sureñas, promisorios emporios agrícolas,
mineros, comerciales e industriales, a un tiempo espectadoras, actoras
y, próximamente, víctimas del movido drama de la guerra de Arauco”.
Las ciudades de aquí, encerradas, opresivas, serán símbolo para el
nativo de pérdida de libertad; en contraste con la riqueza natural, la
vida tranquila del campo, la belleza de los entornos, nada admirables.
Amante del lujo y del buen vestir, Valdivia soñó con ciudades que
tuvieran majestad pero el medio no se lo permitió: ¿no era todo Chile
un territorio de borde, de frontera, sin valor en sí, mantenido por los
españoles para alejar a piratas ingleses, franceses y holandeses de las
riquezas del Perú? ¿No es una especie de muro con foso como dijo
alguien?
El chileno vivirá en prácticas ciudades-fuertes defensivas, en esta-
do de alerta, durmiendo con un ojo abierto ante la amenaza siempre
latente de un ataque indígena precedido por escalofriantes aullidos.
Puertas adentro.
Hay algo ritual en cada fundación de ciudad. Como una cruz, la ciu-
dad marca un territorio consagrándolo, genera un espacio sagrado –en
su interior– para la Iglesia, que es Casa de Dios, pero también sacraliza
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dad de Valparaíso para tener salida al mar al igual que las demás. Pero
ese orden, que unía este territorio de la cordillera al mar, siguiendo las
hoyas del Mapocho y especialmente del Maipo, se acabó con la regio-
nalización.
Este aporte del gobierno de Frei Montalva (1964-1970) tenía mu-
cha lógica. Eran demasiadas las provincias, veinticinco, no alcanzaban
a perfilarse como polos de desarrollo, era necesario disminuir su nú-
mero, su burocracia extensa, crear unidades autónomas que tuvieran
vida propia. La nueva división administrativa es muy sabia. Incluso, si
uno sobrepone las regiones bioclimáticas, o los territorios de las diver-
sas etnias indígenas, calzan bastante bien. Fue una división bastante
“natural”, no pretendió inventar nada, y así fue como la heredó y la
aplicó prácticamente idéntica el gobierno militar y de ahí en adelante
hasta hoy.
Pero se filtró esto de la región “metropolitana”. Es decir, hay doce
regiones “normales” de cordillera a mar y una que escapa a ese orden, 75
una que pertenece a otro género de territorio. Ni siquiera recibió un
número y un nombre propio como las demás, sino solo este apellido
“metropolitano”. Para colmo, esta palabra arroja un manto de urbani-
zación próxima, de amenaza de tragarse toda la ruralidad cercana, so-
bre su maravilloso y diverso entorno que, desde entonces, no ha deja-
do de temblar ante la expansión acelerada del monstruo. Talagante, El
Monte, Melipilla, Calera de Tango, Buin, Pomaire, Lo Espejo, Curaca-
ví, Alhué, San José de Maipo, Til Til, San Bernardo, toda una maravi-
llosa constelación de enclaves tradicionales, de gran calidad escénica y
de vida, a los que también les cayó encima el pesado apellido de “me-
tropolitanos”. Y cada uno tiene su propia historia, su presente y su
futuro en construcción.
Tienen razón de atemorizarse. Varios se han transformado, vía au-
topistas, en parcelas de agrado o viviendas sociales, en ciudades dormi-
torios que han perdido vocación agrícola o agroindustrial para adap-
tarse a las necesidades de la capital.
Ojalá se le devolviera a la región su relación con el mar, que volvie-
ra a tener costa abierta... y que tuviera nombre, un nombre de acuer-
do, como en casi todas las demás, funcional con su cuenca hidrográfica
principal, en este caso Región del Maipo. No es casual que los mejores
asentamientos están a lo largo del Maipo, como Melipilla, Pomaire, El
Monte, Maipo, Buin, San Bernardo, Puente Alto y San José de Maipo,
en tanto solo Santiago y Curacaví están a la vera del Mapocho.
Como región capital su ubicación es óptima. Mediterránea, su cen-
tralidad en Santiago está a poco más de una hora de los puertos de
Valparaíso y San Antonio, los dos principales del país, lo que le asegura
una salida y embarque fácil a sus productos, así como el desembarque
de sus incontables importaciones, tiempo similar para llegar a varias de
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
sus principales playas turísticas comenzando por las de Viña del Mar.
Menos de una hora la separan de los valles nevados de la Cordillera de
los Andes y sus centros de esquí.
Si esas son las coordenadas Oeste y Este, también son propicias las
Norte y Sur, respectivamente. Santiago está a una hora del fértil y so-
leado valle del Aconcagua, el más celebrado por los exploradores incá-
sicos, más allá del cual los ríos decrecen en aguas y se anuncia la apari-
ción del desierto, mientras que hacia el Sur, también a una hora,
emergen los viñedos y frutales de exportación, los excelentes suelos
agrícolas del privilegiado Valle Central de Chile.
Así, la región capital está ubicada en el epicentro de la geografía
nacional, articulada con el océano y los Andes, el desierto nortino y la
agricultura y bosques del Sur, con un clima moderado, intermedio, ni
tan seco ni tan lluvioso. La región, por esta misma cualidad, era una de
las más pobladas de indígenas al llegar Pedro de Valdivia.
76 La Región, detrás de Santiago, todavía oculta un universo. Tala-
gante, por ejemplo, fue crucial a la llegada de los incas, con su temido
cacique y chamán. Uno de los alemanes que vino con Pedro de Valdi-
via, Bartolomé Blumen le tomó cautivo a un hijo, pero ante el dolor
del cacique se lo cambió por tres nietas; con una de las cuales el ale-
mán convivió, Elvira, quien fue machi y mujer sabida y también temi-
da; y de este enlace vendrá una futura nieta, la Quintrala. Tierra rica
en machis y yerbateros, aquí se producían pócimas y elixires famosos
en toda la Colonia. Cuando murió la Quintrala su hacienda pasó a
Ignacio de la Carrera e Iturgoyen, el abuelo de los hermanos Carrera.
También es de interés porque en ella se encuentra el Mapocho con el
Maipo, y porque las casas de los Carrera llegarán hasta hoy, hermosas,
con el nombre de Santa Ana de las Palmas.
Hay que leerse el Cuando era muchacho de José Santos González
Vera para descubrir que su magia se mantuvo viva hasta el siglo XX,
intacto el paisaje, las tradiciones, la calidad espontánea de los payado-
res, las huertas frutales, los hornos que vienen calentando masas por
los siglos de los siglos, de cuando la única sombra que oscurecía la
transparencia del cielo era la del humo de la tostaduría de cebada junto
a la cancha de carreras. Más allá el Mapocho, desmadejado en varios
esteros, alguno con truchas que pescaban los muchachos del lugar;
medían el tiempo los bebedores de vino y chicha, sentados junto a la
puerta del almacén que los expendía.
Es una zona rica en calidad escénica, en suelos, en historia, en si-
glos de alfarería de sus famosas “loceras de Talagante”, en famosas fies-
tas de Cuasimodo. ¿Tiene algún sentido pensar en Talagante? ¿O en
Alhué? ¿O en San José de Maipo?
Parecieran destinadas a ser devoradas por el monstruo urbano, víc-
timas pasivas que solo pueden esperar la hora de su muerte y nada
R EGIÓN DINÁMICA DE A MÉRICA DEL S UR
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P OLO PRODUCTIVO EN S UDAMÉRICA
MAESTROS VASCOS
EL TOQUE FRANCÉS
En Pocuro nació Pedro Aguirre Cerda, valle del Aconcagua. Será quien
funde las grandes empresas del Estado, el de la Corporación de Fomen-
to de la Producción (CORFO), Presidente de Chile de 1938 a 1941, tiempo
en el que nacerán ENDESA, INSA, IANSA, ENAP, CAP...
Tenía claro su proyecto. Joven ministro de los años veinte con Ales-
sandri Palma, exiliado en Europa a su caída, estudioso como el que
más, aprovechará la permanencia en París para estudiar un plan inte-
gral de industrialización para Chile, aunque tarde más de diez años en
llegar al gobierno. El desastre económico de 1929, esa depresión global
en que según informes norteamericanos Chile fue el país más perjudi-
90 cado, terminaron de convencerlo de que el país estaba perdido si no
planificaba una estrategia propia de desarrollo: infraestructura, electri-
ficación, mejoramiento de puertos, creación de industrias estratégicas,
investigación de tecnología aplicada a los recursos naturales...
En los años siguientes la capital de Chile vio a miles de familias con
hambre. Albergues improvisados, campañas de solidaridad, nada fue
suficiente para enfrentar tanta miseria; cesantes llegados de las salitre-
ras cerradas en el Norte, o de pueblos y ciudades destruidas por el te-
rremoto de 1939, sufriendo pestes por hacinamiento, con sus hijas pros-
tituidas por falta de todo futuro. El país reaccionará de inmediato con
la construcción de grandes obras públicas –como el Barrio Cívico y el
Parque Providencia– y, a partir de 1939, durante el mandato de Agui-
rre Cerda, con industrias nuevas que les dieron empleo.
Una vez más, Santiago –que por entonces, 1941, cumplía cuatro-
cientos años de fundada– resultó favorecido, o tal vez desfavorecido,
con un nuevo aumento en la inversión, ahora estatal; fábricas de neu-
máticos, colorantes, películas de cine, hilanderías de lino, artículos eléc-
tricos, planchas de cobre, se instalaron en la capital. El millón de habi-
tantes comienza a aumentar, el área de la ciudad a crecer.
Pero Aguirre Cerda no era sólo un paladín de las industrias. Profe-
sor, culto, amigo de la poesía tal como lo demostró al ser el primer
padrino de la obra de la Mistral, era también un protector de la cultura
y eso se notó en las calles. Tolerante, considerándose a sí mismo un
hombre de transición de un Chile oligárquico a otro gobernado por la
izquierda, en su propia casa daba ejemplos de pluralismo; su mujer,
doña Juanita, era profundamente católica. Por su misma apertura a los
refugiados españoles, del Winnipeg, del Formosa y de tantos que llega-
ron por su cuenta, el comercio asociado de restoranes y bares alcanzó
un desarrollo nunca antes conocido.
P OLO PRODUCTIVO EN S UDAMÉRICA
SANTIAGO 1541-1941
Sociedad Anónima Radios de Chile que con licencia RCA Víctor produ-
cirá y exportará en todos los países americanos ribereños del océano
Pacífico. Llopis Hermanos producirá proyectores de cine –apoyada por
un gran crédito– para Chile, Perú y Bolivia. La industria de neumáticos
INSA en Maipú junto a la línea férrea y la carretera a Valparaíso, típica
sustitución de importaciones ya que el país estaba consumiendo e im-
portando unos cien mil neumáticos anuales...
Si uno toma el Cuatro siglos de la historia de Santiago, el gran home-
naje de varios autores prologado por Leopoldo Castedo, publicado cuan-
do la capital cumplió ese aniversario en 1941 –y en que el historiador
español se explaya detallando las bases de la economía local durante la
Colonia–, sorprende ver el orgullo y el rol cultural que detentaba el
empresariado en la capital.
En ese momento ya se habían consolidado “linajes” industriales
extranjeros y chilenos que aparecen representados en el directorio de
92 la SFF al año 1941: Heiremans y Simonetti en metalmecánica, Dago-
rret en calzado, Joaquín Aguirre Luco en paños de lana, Pérez Cotapos
en los molinos, Martín Pascual en los madereros, Maiza en las cur-
tiembres...
Se analiza en ese libro el aporte del salitre, lo que tributó entre
1880 a 1930: seis millones de pesos que financiaron la infraestructura
del país; entre tantas obras –puentes metálicos, hospitales, liceos– mu-
chas de las cuales tuvieron impacto directo en el embellecimiento de
Santiago hacia el Centenario de 1910. Hay conciencia y agradecimien-
to a la industria salitrera...
La propia Caja de Previsión para Empleados del Salitre, gracias a
sus recursos, financia modernos edificios como el de su propia sede en
Teatinos con Agustinas –esquina protagónica frente a la Plaza de la
Constitución, lo que refleja su peso en la imagen pública–, y el moder-
no cine Santa Lucía frente al cerro, el cine Alcázar en la Plaza Brasil, y
la población de empleados de Ñuñoa... Nótese que el Barrio Brasil y
Ñuñoa estaban en plena expansión en ese momento; el salitre actuaba
en la vanguardia de la ciudad.
Se reconoce y rinde homenaje a lo que aportaba el cobre al país y
por ende a la ciudad; la siderurgia con sus grandes talleres de la empre-
sa Lamifun de calle Bío Bío, en torno a la cual vivirán doscientas fami-
lias, la primera que importó hornos Siemens para el proceso. Los pa-
ños, cuatro millones de metros anuales que, al margen de los de Tomé
y Viña del Mar, estaban representados en Santiago por las compañía de
El Salto y la de Maino y Orlandini; la derivada industria textil de los
sirios y palestinos; las cubiertas de construcción de Pizarreño; los teji-
dos de Arón Fliman y los hermanos Subelman; las sedas del palestino
Miguel Abogabir en el barrio Recoleta. La industria de la construcción,
con personajes del estilo de Francisco García Arjona, que elevara ras-
P OLO PRODUCTIVO EN S UDAMÉRICA
tes también como la “Cruz del Sur” de Arturo Soria, “Orbe”, “Salvat”,
y en rubro especial la tienda de los hermanos Zapatero, la longeva
“Casa Amarilla” que fue la primera en editar música...
La “Casa García” es una de las principales entre las grandes tiendas
de departamentos, de los hermanos de ese apellido, castellanos, en la
Alameda esquina de Avenida España, esquina suroriente donde toda-
vía existe (DUOC) y que dejará otro aporte con la mansión de Severia-
no García en la esquina de Pedro de Valdivia con Diego de Velázquez,
lamentablemente demolida. Los mismos fundaron la famosa multitienda
“Los Gobelinos”, que se traslada a su moderno edificio frente a la Plaza
de Armas en 1935, el que ahí permanece también. Otra importante fue
la “Casa Peñalba”, de Lueje y Casanueva.
La más perseverante será la de los “Grandes Almacenes París” de
1908, fundada por el vasco Venancio Landea y el mallorquín Guiller-
mo Gálmez en cuya descendencia Gálmez Couso se expandiera en es-
94 tos últimos veinte años como tienda ancla de centros comerciales.
Si “Almacenes París”, “Peñalba”, “Casa García”, “Los Gobelinos” y
“Casa Flaño” marcan toda una época de Santiago, y todas de españo-
les, la lista no puede estar completa sin los italianos Falabella con sus
edificios de Ahumada y también con su mansión de Avenida Pedro de
Valdivia que hoy ocupa el municipio como Palacio Consistorial. Fun-
dada como “la primera gran sastrería de Chile” por Salvatore Falabella,
se expande desde 1937, al incorporarse su yerno Alberto Solari, con
venta de vestuario. A partir de 1958 ya es gran tienda con departa-
mentos con productos para el hogar y seguirá carrera paralela con “Al-
macenes París” al ser tienda ancla de centros comerciales.
LA CIUDAD TENSA
los años ’40 y no deja de crecer en las dos décadas siguientes. Cuando
el año 1960 se aprueba el Plan Intercomunal del Gran Santiago la nue-
va realidad queda a la vista. Por una parte, persistía la concentración
industrial en Santiago con la mitad de todos los establecimientos del
país, incluso ubicados preferentemente en las comunas más centrales
del área metropolitana. Es más, el 60% de la gran empresa estaba en la
capital.
Había que descongestionar, desahogar el centro. El plan determi-
nó, razonablemente, que debían localizarse junto a los ejes de acceso a
la ciudad: Vicuña Mackenna, Cerrillos, Panamericana Norte. Lo que no
se consideró fue que la sociedad fraccionada también sufriría una seg-
mentación espacial derivada de la ubicación de esas industrias y, por
consiguiente, de poblaciones obreras en sus inmediaciones. Nacen “los
cordones industriales” que catalizarían el descontento popular de los ’60,
por lo mismo serán los núcleos más inquietantes para quienes prepara-
ron el golpe militar de 1973, y en donde se esperaba mayor resistencia. 95
Ser industrial ya no será prestigioso. Mientras aparecen estudios
que revelan una fuerte desigualdad en los ingresos –una distribución
particularmente mala al compararla con otros países–, para los parti-
dos políticos de izquierda y de centro, así como en su prensa, serán los
industriales nacionales los que figurarán como culpables, aún más que
“el imperialismo yanqui”.
Viven sus peores años. Leches Delicias y Soprole, Helados Savory,
conservas Watt, molinos La Estampa y San Cristóbal, Arrocera Tuca-
pel, Fideos Luchetti, Pan Ideal, Chocolates Serrano, Licores Mitjans o
Martini y Rossi, Textiles Yarur, Hirmas, Sumar y Caupolicán, tejidos
Caffarena, Chiteco, Labán y Pollak, confecciones Burger, Calderón,
Abumohor y McGregor (de Hirmas); curtiembres Ilharreborde, Dago-
rret, Caussade; calzados Fluxá, Rodillo y Legarreta, Edrobal; muebles
CIC, Mayer, Montero...
Y la Papelera en Puente Alto, pinturas Soquina, Ceresita, Blundell
y El Adarga; Laboratorios Recalcine y Bayer, y Farmoquímica del Pací-
fico; los jabones y cosméticos de Indus Lever, Davis y Laboratorios Gar-
cía; los plásticos de Shyf e Implatex; la loza de Fanaloza, los vidrios de
Cristalerías de Chile y Vidrios Planos Cerrillos, las arcillas y ladrillos de
Princesa...
Eran empresas que había costado fundar, que se iniciaron sin per-
sonal preparado, importando repuestos, capacitando en el camino, y
que habían logrado crecer en los años 30 y 40. Eran nombres grabados
en la memoria colectiva, Cementos Polpaico, tubos Grau, Yeso El Vol-
cán, productos de hormigón de Ready Mix, de acero de Compac, mue-
bles metálicos de CIC y Mademsa, metálicos estructurales de Socome-
tal o Cintac, metálicos domésticos de Mademsa, Ferriloza, Cimet y
Fantuzzi...
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
LA NUEVA IDENTIDAD
100
C ONSTRUIR LA C ONVIVENCIA
CONSTRUIR LA CONVIVENCIA
MUJER DE AMÉRICA
LAICOS CONSAGRADOS
Siendo estudiante todavía, Ismael Valdés Valdés fue uno de los funda-
dores de las escuelas “Lincoln” y “Franklin” para obreros. Desde en-
tonces no deja de pensar en el país con su lúcida y sistemática inteli-
gencia. Todos los escenarios los ocupará; bombero por setenta y tres
años llega a ser Superintendente, la máxima autoridad; liberal toda la
vida será presidente del Partido, de la Cámara de Diputados y del Sena-
do, respetado por todos los sectores por su tolerante valoración de las
intenciones de cada una de las doctrinas; un maestro de la convivencia
social.
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
del 30 ó 40%, al 10%. Muere en paz, ya viudo y sin hijos, dejando toda
su fortuna a la Beneficencia Pública.
El Dr. Corbalán Melgarejo destaca como propulsor de múltiples ini-
ciativas similares desde el Partido Radical. Primer Director de Sanidad,
institución que inaugura la coordinación de la salud del país en manos
de médicos, la organiza en cuatro entidades: Instituto de Higiene, Ofici-
na de Vacunas, Inspección de Boticas y Oficina de Desinfección. Los doc-
tores Manuel Barros Borgoño, Manuel José Barrenechea y Francisco
Puelma Tupper abogarán por impulsar y aprobar la nueva salud pública
y también la enseñanza agrícola e industrial que permitiría a las clases
populares mejorar su calidad de vida sin depender de la filantropía.
El Partido Radical será así una matriz de proyectos país para mejo-
rar las condiciones de vida y la convivencia social, en esa época de
notables líderes. El patriarca Enrique MacIver les daba conferencias en
el “Ateneo” de Santiago para incitar a buscar respuestas específicas,
Samuel Lillo y Diego Doblé Urrutia, poetas radicales, eran los organi- 109
zadores y el liberal Arturo Alessandri Palma, joven, su secretario. Esti-
man que la situación social es intolerable, que el resentimiento au-
menta, que el país avanza hacia una espiral revolucionaria si no se
atienden las justas demandas populares.
Notable era la inteligencia radical. Valentín Letelier, rector de la
Universidad de Chile; Juan Nepomuceno Espejo, rector del Instituto
Nacional; Paulino Alfonso, padrino de nacimiento del Museo de Bellas
Artes y apóstol de la cruzada nacional contra el alcoholismo; Ramón
Corbalán Melgarejo, pionero de la Salud Pública y autor con el mismo
Paulino Alfonso del Código Sanitario; Darío Salas, director de Enseñan-
za Primaria y futuro ministro de Educación; Luis Orrego Luco, novelis-
ta y sociólogo que también ocuparía la cartera de Educación; Armando
Quezada Acharán, futuro rector de la Universidad de Chile; Benjamín
Vicuña Subercaseaux, el hijo del gran Intendente, autor de El Socialis-
mo Revolucionario y la Cuestión Social en Europa y Chile...
En 1920 les tocó celebrar cuando triunfa Alessandri Palma. El pre-
sidente del partido y de la Asociación Nacional de Profesores, Pedro
Aguirre Cerda, abogado y pedagogo, será el nuevo ministro del Inte-
rior. Era un fiel creyente en el ideario radical, un convencido en la
inteligencia aplicada a los problemas como camino de mejoramiento
social. Especializado en Derecho Administrativo y Financiero en La
Sorbona, visitante de centros educacionales de Bélgica, Inglaterra e
Italia, estudioso en Estados Unidos de sus sistemas de enseñanza in-
dustrial, es uno de los sudamericanos más integrales en su visión de “la
cuestión social”. Por dos décadas hará aportes decisivos en cuanto a
cómo impulsar la industrialización, la agricultura, la economía en ge-
neral para que mejoraran las pobres condiciones de vida de las mayo-
rías. El desarrollo era una tarea social.
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
POBRES A LA VISTA
113
La vivienda social se inicia con proyectos desde 1906, con la Ley de
Habitaciones Obreras, la primera iniciativa social del siglo para enfren-
tar “la cuestión social”; no muy posterior a las pioneras de Europa, la
belga de 1889 y la inglesa de 1890. En el Congreso de La Haya de 1913
el país puede enviar un representante a dar cuenta de los avances.
Tuvo ese honor el gobierno gestor de Germán Riesco, de 1901 a 1906,
y al que poco se recuerda...
Hay conjuntos habitacionales de una calidad emblemática como el
Barrio Huemul o la Población León XIII. Es un patrimonio excepcional
de Santiago, que debiéramos conocer y mostrar al turista, reflejo de un
temprano despertar social cuando los barrios pobres de Barcelona,
Nueva York, eran igualmente miserables. Hay que ver y leer a Vicente
Espinoza en Para una historia de los pobres de la ciudad; o la obra de Mar-
co Antonio León, En torno a una ‘pequeña ciudad de pobres; o, de Isabel
Torres Dujisin, Los conventillos en Santiago (1900-1930) y, más reciente
(2004) El mundo de las poblaciones, de varios autores, Editorial Lom. Es
nuestra historia, es lo que comenzaron a construir nuestros ancestros,
nos pertenece.
El centro fue creciendo, expulsando a los pobres más allá, a las pe-
riferias, dejando solamente algunos instersticios que demoraban en ser
erradicados. Por otra parte, otros –los que podían pagar algún arriendo–
se moverían desde la periferia hacia el centro abandonado; cruzándose
con los grupos más poderosos. Evocaron y repitieron sin saberlo el pro-
ceso que dio origen al término conventillo, de cuando un convento
religioso (conventus: congregación, reunión) era abandonado y se usaba
para albergar a familias pobres. El convento devenía conventillo.
Aunque Vicuña Mackenna quiso separar la ciudad europea del “po-
trero de la muerte”, pasarán décadas en las que la convivencia fue supe-
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
EL GANDHI CHILENO
ni ser apadrinado por la Iglesia Católica. Como siempre prefirió ser una
voz abierta, pluralista, con un mensaje donde todos tuvieran espacio,
cristianos o no.
Cuando la represión fue en aumento sin señales de decrecer, pidió
el auxilio del ex mandatario Jorge Alessandri, quien le respondió:
Querido amigo:
He recibido su carta el 5 del mes en curso. Ud. sabe cuánto lo aprecio por-
que lo considero uno de los pocos luchadores políticos sinceros y honrados y que
no han buscado, en la vida pública, ningún beneficio ni satisfacción personal.
Lamenta Alessandri no poder ayudarlo porque las solicitudes que Ud.
me formula no encontrarían ninguna acogida por ser incompatibles con el régi-
men de excepción que estamos viviendo, el que le recordaba la dictadura del
general Ibáñez del Campo en los años veinte cuya persecución sufriera
su familia y que, por lo mismo, lo habían llevado a ser majadero para
124 advertir lo que fatalmente debía ocurrir si no se enmendaban rumbos en nues-
tra vida pública.
MEDIO PAÍS
¿Y LA SEÑORA JUANITA?
MIRANDO AL BICENTENARIO
ALHUÉ, LA MINERA
ducirán ahí, o altares con elegantes bajorrelieves, sino además los pri-
meros relojes y órganos del país.
En las cincuenta y cinco haciendas jesuitas se cimenta el mestizaje
cultural chileno, una forma de habitar el país tan satisfactoria que irá
en desmedro del desarrollo urbano. Calera de Tango fue la segunda en
importancia y, por lo tanto, una de las más beneficiadas con el modelo
patronal de casonas con bodegas, talleres, fraguas, pesebreras, llaverías
y pulperías, “las casas”, donde procesiones y misiones, fiestas religiosas
y campesinas, payas a lo humano y lo divino, se van sumando a las
mantas, estribos y sombreros de huaso que dan cuenta de un hombre
de campo en paz con su tierra y el mundo; afincado en un terruño que
siente propio y al que siente pertenecer.
En torno a siete patios se construirán los grandes espacios de vida y
trabajo, veinticuatro mil metros cuadrados en torno a una iglesia del
estilo que promovieron en América, el barroco, ambientes que se man-
tienen en la mitad de los originales. 149
La agricultura chilena es un triunfo excepcional del hombre sobre
el medio, una lucha áspera que se desarrolla entre los ríos Aconcagua y
Biobío, gesta poco reconocida por la historia. Al final del período his-
pánico, Ambrosio O’Higgins, la gran figura del urbanismo colonial des-
pués de Pedro de Valdivia, se preocupó seriamente del Canal San Car-
los para mejorar la habitabilidad del valle del Mapocho; finalmente,
será su hijo quien llegue a la meta.
San Bernardo, así llamada en homenaje a Bernardo O Higgins, es
interesante en más de un sentido. Por una parte, se instala literalmen-
te en la vecindad del Camino del Inca, por otra, obedece al imperativo
del agua, en la proximidad del gran río de la cuenca del Maipo-Mapo-
cho. Las ciudades chilenas de la Colonia se ubicaban cerca del río ma-
dre –normalmente de caudal muy cambiante y rápido, régimen de to-
rrente estacional más que de río–, y justamente cerca de un vado para
poder cruzar en los meses de los deshielos y las lluvias, cultura que se
mantiene.
San Bernardo es la utopía del romanticismo del 1800, hija de un
espíritu rebelde que con un fuerza emotiva reacciona frente al racio-
nalismo de la cultura ilustrada. Es un movimiento fundacional de la
América Latina mestiza, ya inserta en el realismo mágico, que reaccio-
na frente a la razón europea de los conquistadores. Al igual que el
Macondo de García Márquez tiene mucho más de utopía, de ensueño,
de aventura romántica nacida entre patriotas idealistas, que de empre-
sa urbana planificada. Las razones prácticas no bastan para compren-
der esta ciudad; es, en buena medida, una obra de arte. Y esto es cen-
tral en la cultura de América Latina, un sentido existencial que aspira a
la plenitud del vivir, que está dispuesta al fracaso, a la derrota, a la
melancolía, incluso a la pobreza –como el gaucho Martín Fierro– con
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
los lotes, sus propietarios quedaron obligados a cercarlos por sus cua-
tro costados y a construir en ellos habitaciones cubiertas con tejas”2.
En ese nuevo escenario, verde y productivo, capaz de aportar fru-
tas y hortalizas a la capital, que incluso modificó el clima de Santiago al
refrescar al viento Sur que antes producía un excesivo calor veraniego,
se dieron las condiciones para crear una villa modelo.
Con la aprobación del Senado, en 1821 se reservan al centro de las
granjas treinta y seis cuadras para villa, luego se le agregaron otras
cien, dándose prioridad a las familias más patriotas. San Bernardo per-
mite que no se aplique “el pago de Chile” a quienes se sacrificaron en
la guerra, a los militares patriotas en retiro se les asignan solares gra-
tuitos y también se favorece a los militares vivos y a las viudas de los
caídos. El espíritu patriótico cimenta la nueva ciudad.
Domingo de Eyzaguirre, bajo la directa supervisión de O’Higgins, es
el encargado del trazado con amplias calles bordeadas de álamos, prime-
152 ro en La Granja, al Noroeste de la actualidad, y luego en el actual sitio.
Para la iglesia Católica y para una escuela básica se reservaron sitios cen-
trales. San Bernardo sería proveedor de servicios a su rico entorno agrí-
cola mientras en el interior crecían los cultivos de sus huertas propias.
Aunque el poblamiento fue lento, a partir de 1828, cuando corrieron las
aguas, la llegada de interesados se aceleró, destacando varios extranjeros
que prestaran servicios a la naciente república. La fundación oficial se
hizo el 28 de septiembre de 1830 y el 12 de marzo de 1868, demostrada
ya su pujanza, se le reconoció la condición de ciudad.
El Canal San Carlos fue, como se ha dicho, decisivo: “... con sus 30
km de longitud y 30 m/s de capacidad, es una obra de infraestructura
básica con la cual se riegan aproximadamente 15.500 hás a través de
una red de canales de alrededor de 200 km de longitud, constituyendo
por este solo motivo un gran eje de desarrollo y de servicio, tanto para
los accionistas de la Sociedad del Canal de Maipo, como para el país, por
cuanto las fértiles tierras que él sirve producen toda clase de bienes para
Santiago y otras ciudades y, además su funcionamiento permite el desa-
rrollo de importantes agroindustrias que exportan sus productos a di-
versos países del mundo”3. Al morir Domingo de Eyzaguirre, en 1854,
el futuro presidente Federico Errázuriz Zañartu escribió sobre su dedi-
cación por cerca de medio siglo a la obra “más antigua tal vez de las que
llevan el nombre de públicas”, anunciando que la Sociedad del Canal
de Maipo le levantaría una estatua de homenaje. Esto se cumplió en
1884, de bronce y dos metros y media de altura, diseñada por Nicanor
Plaza, y en la que aparece con un rollo de papel que lleva el plano de la
ciudad de San Bernardo y un “pie de cabra” que simboliza las obras del
Canal San Carlos. Para entonces, los viñedos del Maipo, hijos de esta
Al final del verano, cuando los soles ya han derretido la nieve de las
montañas, se puede montar una mula o un caballo y cruzar la Cordi-
llera de los Andes hacia Argentina; incluso en una cabalgata de fin de
semana. Por viaje lo hacían más de una vez en la vida muchos santia-
guinos de la Colonia, aunque jamás entraran a las aguas del Pacífico.
Alonso de Ovalle, el gran testigo, dejó escritas sus impresiones an-
dinas: “Vamos por aquellos montes pisando nubes,(...) tendiendo la
vista hacia abajo, miraba que llovía con gran fuerza, y al mismo tiempo
que estaba contemplando de lejos tempestades deshechas y copiosos 153
aguaceros en la profundidad de los valles y quebradas, levantando los
ojos al cielo, admiraba la serenidad que en él todo se veía (...)”.
Se maravilló con los saltos de agua que. “desbaratándose en el ca-
mino en menudas gotas, hacen en la bajada una hermosísima vista
como de aljófar derramado o perlas desatadas”. Se lamenta porque “no
es posible decirlo todo, ni por más que se pinte jamás se podrá arribar
a la verdad de todo lo que allí se ve”.
Al cronista Felipe Gómez de Vidaurre, más que el paisaje le impre-
sionan los pasos y senderos hollados por el hombre hace miles de años,
de apenas treinta centímetros de ancho y muchas veces bordeando
acantilados: “...los Andes sirven de una muralla impenetrable para aquel
reino, pues aun cuando las nieves no impidan el paso, los pasos que
ella ofrece son tan estrechos, que un solo hombre bien armado es sufi-
ciente para impedir la entrada de un ejército enemigo”.
Charles Darwin fue elocuente: “...el Maipo prosigue su curso furio-
so sobre grandes fragmentos redondeados, dejando oír un rugido se-
mejante al del mar. En medio del estruendo de las aguas que se rom-
pen, se percibe distintamente, aún a gran distancia, el ruido de las
piedras que chocan unas con otras, y eso día y noche, en todo el reco-
rrido del torrente impetuoso”.
Agrega:
“Llegados a la cumbre nos volvemos a mirar hacia atrás, y el espec-
táculo más magnífico se ofrece a nuestra vista. La atmósfera límpida, el
cielo azul oscuro, los profundos valles, los picos desnudos de formas
extrañas, las ruinas amontonadas durante tantos siglos, los peñascos
de brillantes colores, que contrastan tan vivamente con la blancura de
la nieve, todo lo que me rodea, constituye una escena indescriptible.
Ni plantas ni aves, salvo algunos cóndores, cerniéndose por encima de
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
Al fondo del Cajón del Maipo, tras abandonar las cálidas Termas
del Plomo, se asciende a esa vista en cinco horas, nada más. El límite
oriental de la Región ofrece, literalmente, un espectáculo a las puertas
de la ciudad; en uno de los últimos reductos vírgenes del planeta.
Caballos salvajes galopan sin dueños en los valles de la montaña.
El escultor Francisco Gazitúa cabalga en primavera para encontrarlos.
Habitante de los Morros de Pirque, en una altura que le entrega un
ancho macizo cordillerano y la vista del Maipo reptando a sus pies,
dice que Suiza está allá adentro; en esa montañas de caballos y cóndo-
res donde apenas cruza el hombre. Es un territorio de hombres de
154 montaña, casi virgen, para las futuras generaciones.
La acción de los hielos y el agua golpea rocas y talla los cursos
pedregosos del río y sus afluentes, traslada rocas en cada deshielo, vive.
Es la vida de las rocas, que nunca se detiene, milenaria. Los agentes
más activos que dan forma al planeta, se presentan juntos aquí en el
Cajón del Maipo: hielo, agua, vulcanismo y viento.
En la Zona Central del país (de la cuenca del Aconcagua a la del río
Petrohué) se han inventariado mil quinientos catorce glaciares, y aun-
que la mayoría esté en retroceso, hay cuatro que avanzan, tres de ellos
en la cuenca del río Maipo: Juncal Sur, Museo y Colina. Entre los vol-
canes están activos el San José, que presentó fumarolas los años 1931
y 1941, el Tupungatito que las tiene permanentes, y el Maipo, tres
alturas limítrofes con Argentina.
El silencio, el sonido del viento y del agua, conforman su marco.
Aquí se avistan algunas de las cumbres mayores del mundo, el volcán
Tupungato (6.800 m), el Piuquenes (6.019), el volcán San José (6.070)
y el volcán Maipo (5.290). Y glaciares hechos de nieve densa y com-
pacta, residuo de la glaciación que cubrió la Cordillera en el Cuaterna-
rio, testimonios vivos de la Edad de los Hielos.
El ambiente es el típico de montaña: menos oxígeno, vientos más
rápidos, menor humedad, más exposición a la radiación solar, bruscas
diferencias térmicas entre el día y la noche y entre los suelos expuestos
al sol o a la sombra. El mundo vegetal es frágil porque los deshielos
arrasan con gran parte de la tierra, obligan a las plantas a vivir aferra-
das a rocas, a extender sus raíces entre las grietas. La fauna, expuesta a
la sequedad, falta de alimentos, víctima de aludes y vientos, ha debido
desarrollar adaptaciones a través de los millones de años de historia
cordillerana.
Lo Valdés, oasis de montaña, ofrece una inesperada mancha verde
en medio del entorno áspero y rocoso. Situado junto a las aguas del río
L A R EGIÓN Y SUS LUGARES
Colina –otro afluente del Maipo–, posee una poza natural. Cercano está
el Valle de los Fósiles, testimonio del origen marino de la Cordillera.
Constantemente se acercaron visitantes a este lugar donde se cons-
truyó el Refugio Alemán Andino a comienzos del siglo XX, como pun-
to de partida de excursiones y excepcional mirador de la montaña. Su
origen extranjero no es casualidad; serían inmigrantes germanos, o de
Francia, Austria e Italia, los que por sus culturas de origen –aficionadas
a la montaña– se acercaron a construir albergues desde los cuales em-
prender el ascenso a las cumbres circundantes. Desaparecido el anti-
guo refugio por una avalancha y un incendio, el actual data de 1932 y
está enriquecido por una laguna poblada por cisnes de cuello negro y
blanco.
San Gabriel, Laguna Negra, el Embalse El Yeso, Baños Morales,
Parque Nacional El Morado y Baños de Colina, están todos en las in-
mediaciones de Lo Valdés. San Gabriel atrae escaladores de montaña
que ascienden las cercanas alturas de Boyenar y pescadores que acce- 155
den al Estero El Manzanillo y a la Laguna Negra. Incluso hasta aquí
suben aficionados al rafting, aunque sólo los expertos ya que el descen-
so del tramo San Gabriel-San Alfonso presenta cierta dificultad por la
pendiente y velocidad de los rápidos. Aquí se han encontrado restos de
los más antiguos habitantes sedentarios del valle del Maipo. Adentrán-
dose en la Cordillera se encuentran termas como Baños Morales, con
dos piscinas de aguas ricas en yodo, cloro, sodio y potasio, buscadas
por sus propiedades medicinales contra el reumatismo, el lumbago y la
artritis. Más arriba los Baños de Colina, rústicos y de aguas cálidas que
conservan 60° en sus tres piscinas naturales de aguas ricas en minera-
les, ofrecen una acción benéfica para los males reumáticos, cualidad
que se advirtió hace siglos y les dio temprana popularidad. Aquí está
también al Parque Nacional El Morado, espectacular en primavera cuan-
do florecen las riberas del arroyo que lo cruza. Penetrando por el ca-
ñón del Morado –Cajón de Morales– se encuentran un glaciar, una
laguna y montañas tan notables como Mesón Alto (5.300 metros).
El Embalse El Yeso es otro hito en las honduras de la Cordillera. Se
llega avanzando junto a las aguas transparentes del río Yeso entre abrup-
tos acantilados, hasta encontrar el sorprendente espectáculo de sus aguas
de color turquesa retenidas por una represa levantada el año 1964. Es
lugar de pesca de especies salmonídeas, lo que atrae pescadores todo el
año.
Quienes cruzaban la Cordillera por el paso cercano –Los Piuque-
nes– podían contemplar la vista espectacular del macizo andino. Por
aquí habrían entrado algunos de los primeros habitantes del país hace
unos doce mil años cuando, cazadores de fauna ya extinguida –milo-
dón, caballo– avanzaron por la alta montaña hacia el Sur del continen-
te, de una laguna andina en otra, cruzando sierras y quebradas. Debie-
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
Parque del Río, Isla Pata del Diablo, Coyanco y Sauce y Los Nogales de
Roan, que ofrecen cabalgatas, descensos en balsa y escuelas de kayacs
para bajar rápidos.
una gran campaña contra este mal, creó la fundación y aquí construyó
una sólida casona para atender enfermos pulmonares de escasos recur-
sos, la que posteriormente se dedicó a vacaciones para niños sin me-
dios, en tanto el resto del año se ocupó en retiros que aportan visitan-
tes a la ermita. Ahora es un lugar privado que se arrienda en ocasiones.
Esta se conserva al lado de la sencilla capilla, la que depende de la
Parroquia de Lo Barnechea, siempre junto a un viejo quillay y un tor-
tuoso litre que soportan los fuertes vientos de la precordillera.
Lugar poco visitado por los santiaguinos, se espera que con el Sen-
dero de Chile, que cruza la quebrada del Mapocho cerca de su unión
con la quebrada del Arrayán, aumenten los romeros y los visitantes del
excepcional mirador.
Los excursionistas y montañistas penetran, hace más de un siglo,
por los cajones de la Cordillera de los Andes. En la curva 15 del Cami-
no a Farellones, no lejos de la Virgen de la Ermita se ingresa al Santua-
160 rio de Yerba Loca que, de treinta y nueve mil hectáreas, es un enorme
escenario a sólo veinticinco kilómetros de la ciudad. Desde la Villa Pau-
lina se camina o cabalga a lo largo del estero Yerba Loca, de aguas color
turquesa, con la vista del cordón El Plomo-La Parva hacia el Este. Ver-
tientes y caídas de agua alimentan sonoros el caudal del estero, peucos
y cernícalos cruzan el espacio; más arriba son cóndores y águilas al
acercarse a los glaciares de La Paloma y El Altar.
Los andinistas los ascienden, por estos cajones o por los del río
Maipo, encontrando alturas soberbias de distinto grado de dificultad:
volcán San José de 5.600 metros, el Marmolejo de 6.100, el Tupungato
de 6.650... Uno de los más populares es el cerro El Plomo, conquistado
por primera vez en 1898 en tiempos modernos– lugar de un santuario
incásico escogido porque entrega, completa, la visión de todo el valle.
La Región posee el complejo de esquí más extenso del Hemisferio
Sur, el que forman las canchas interconectadas de La Parva-El Colora-
do Farellones y Valle Nevado; este último, el más grande, nuevo y
moderno del país, tiene nueve mil hectáreas esquiables, treinta y dos
canchas, nueve andariveles, varios hoteles (tres de cinco estrellas) y
siete restoranes a sólo sesenta kilómetros de Santiago, lo que ha fo-
mentado el desarrollo interno de este deporte que, por muchos años,
atrajo más extranjeros que nacionales. El Hotel Posada de Farellones,
de los años cuarenta, es testimonio de esa época pionera que fue supe-
rada a partir del Campeonato Mundial de esquí de 1966. Lagunillas en
el Cajón del Maipo, enclave del Club Andino pequeño y familiar, fue
también uno de los lugares fundacionales de este deporte obligado en
un país que tiene una Cordillera de los Andes que se extiende por más
de cuatro mil kilómetros de largo, el ambiente y escenario más notable
también aquí en la Región Metropolitana.
A RTE Y C ULTURA
ARTE Y CULTURA
EN LA MONEDA
161
UN LIRA Y UN GONZÁLEZ
Hay una generación puente entre Darío y los grandes poetas del si-
glo XX, y también un lugar que lo hizo posible. Es ese “Papá Gage”, el
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EN EL HÉRCULES Y LA BAHÍA
EL POETA VERTICAL
DESCUBRIR CHILE
Tal como Neruda buscó una mirada propia desde donde descubrir
América Latina en la poesía, lo mismo hizo el historiador Eugenio Pe-
reira Salas, también nacido en 1904 e igualmente formado en el Insti-
tuto Pedagógico de la Universidad de Chile. Vidas paralelas.
De familia más acomodada el historiador podrá perfeccionarse en
la Universidad de París, en Alemania y Estados Unidos. En sus investi-
gaciones, por los rincones no oficiales de la historia, comienza a en-
contrar otra América: en la gastronomía local, el folclor, los juegos co-
loniales, la arquitectura, la música, el teatro, la pintura, ámbitos donde
vio un mestizaje ausente en los textos oficiales que parecían no reco-
nocer ni las culturas aborígenes ni la importancia creativa de la Colo-
nia como tiempo de fusión original.
Ante los escépticos, que por los brillos aztecas e incásicos daban
vuelta la hoja de las etnias precolombinas chilenas, y ante el esplendor
de los grandes virreinatos menospreciaban la Colonia en Chile, apos-
tando todo al siglo XIX republicano como primer período de interés, 175
comenzó a desplegar un mapa artístico y cultural diferente, de raíces
vivas que explican procesos contemporáneos.
Maestro reconocido en todo el continente, fundador del Instituto
de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Londres, profesor
en las universidades de Chicago y Berkeley, formador de discípulos
destacados que proseguirían su obra reveladora, demostró que Chile
tenía mucho más que un siglo y medio de historia. Como Neruda en el
Canto General, sacó a la luz un pasado vasto y complejo, un Chile anti-
guo inscrito en una América milenaria: “llenó de pétalos azules las
profundidades del tiempo”.
Un poco más joven, nacido en 1915, Mario Góngora acometió otra
tarea fundamental. Mejor alumno de Derecho en su promoción de la
Universidad Católica y además formado en Historia y Geografía en la
Universidad de Chile, sus trabajos sobre los encomenderos e inquilinos
de Chile central harán emerger los rasgos de la sociedad chilena con
nuevas luces. Maestro en las dos universidades que lo formaron, sus
estudios sobre historia de las ideas en Chile, el rol del Estado en Chile,
la sociedad chilena, fueron fundamentales para una serie de estudios
posteriores que revelaron la originalidad de la historia nacional; la na-
ción chilena fue obra de un Estado que, fundamentalmente a través de
la educación, forjó la unidad nacional y también una clase media dis-
tintiva. Con sus liceos de excelencia, con diversidad social, política y
religiosa, el Estado hizo país y dio sustento a la democracia.
Pereira Salas fue el primer Premio Nacional de Historia, Góngora
del Campo, el segundo.
Un tercer coetáneo es el historiador Jaime Eyzaguirre. Abogado de
la Universidad Católica como Góngora, como él se interesó en el so-
cialcristianismo difundido en Chile por el jesuita Fernando Vives. Pero
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
angustia. Mal puede subirse al estrado para anunciar una buena nue-
va, un futuro radiante. Con Sartre, Joyce, Kafka, Mann, el universo
interior del hombre, su densidad sicológica, parecen más que suficien-
tes a la hora de explorar una realidad en la que se sufre de aislamiento
y falta de certidumbres. Como dice Jorge Edwards citando a Borges,
“mi patrimonio es el universo.”
El hombre civilizado, el del modelo europeo, ha degollado a su
hermano en los campos de batalla. Son millones los muertos, billones,
y los caminos recorridos parecen todos inservibles.
Hay que mirarse al espejo, dentro de los ojos. José Donoso arrien-
da un taller en Bellavista 64 y ni siquiera la paz de ese barrio le resulta
suficiente; se va a El Canelo, en el Cajón del Maipo a escribir su novela
Coronación (1957). Como en otros coetáneos de su pluma emerge un
mundo patético, deforme, estúpido, dominado por una alta sociedad
decadente e incapaz de enfrentar el escenario nuevo. Es una sociedad
que es la de siempre, la de los encomenderos y hacendados, que está 177
próxima a perder, con la Reforma Agraria, sus últimos refugios. Un
caserón en Santiago, invadido por el polvo, la locura, las pasiones re-
primidas, será su escenario. Dios está tan lejos, la fe antigua. El pecado
es lo humano y cercano.
Jorge Iván Hübner los azota desde El Diario Ilustrado, el 10 de mar-
zo de 1959: “filosofía subyacente o manifiesta desesperanza; ambiente
pagano, materialista, a veces de abyecta sordidez; predilección por las
miserias humanas (ebrios, delincuentes, meretrices, afeminados), y
afán realista que se solaza en las escenas chocantes y las palabras pro-
caces”.
Las insolencias de la difícil juventud darán paso a las búsquedas
individuales, en ese proceso irán descubriendo que el Chile anterior
escondía numerosas claves disfrazadas debajo de las modas de época.
Más acá de Rimbaud o Breton habrá un Lafourcade construyendo una
mitología de los años treinta, coleccionista de rincones de las bohemias
anteriores, teatros de barrio, pobrezas y locuras de poetas ya muertos;
en ese avanzar de crónica en crónica en las páginas de El Mercurio se
transforma en un puente insoslayable con el pasado: el cultor de la
memoria viva.
Edwards también vuelve sus ojos atrás en busca de claves, tras su
tío Joaquín o siguiendo las huellas de Joaquín Toesca para escribir El
sueño de la historia, una novela con epicentro en la Plaza de Armas a
fines de la Colonia; ahí encuentra un momento, de arte ilustrado e
incomprendido, que vuelve a asomar en los años de Pinochet y en la
misma plaza cuando la condición de artista volvió a ser, una vez más,
causal de sospechas. También se rearma Edwards a sí mismo en torno a
un miembro de generaciones anteriores, Neruda, que será su palanca
para mover el mundo. Le lloverán honores y premios como a su padri-
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
DE CÉZANNE A MIRÓ
A las artes visuales también les llega el siglo XX. A ellas desde antes,
pero siempre puertas adentro, lejos del público. Tuvo que venir algo de
fuera, como la gran exposición “De Manet a nuestros días” que presen-
178 tó el Museo de Bellas Artes en 1950, con cuarenta mil espectadores,
para que el público lo aceptara; pero especialmente con la “De Cézan-
ne a Miró” que fue un verdadero fenómeno de masas, el primero, en
que con medio siglo de atraso el arte del siglo XX es reconocido en
gloria y majestad en el país.
Gracias a la dirección del Museo de Arte Contemporáneo a cargo
del escultor Federico Assler, quien consiguiera el apoyo de empresas
privadas; el MOMA de Nueva York prestó originales de Manet, Picasso,
Braque, Manet...
El país se volcó a la Quinta Normal en esos días. Un colegial de
Concepción vino como muchos, en viaje de curso, y su vocación se
plasmó al recorrer esa muestra. Guillermo Muñoz Vera terminó ha-
ciendo una carrera descollante en España donde su Fundación Arauco
mantiene a cien alumnos en formación artística. Desconocido en el
país, sólo será descubierto con su enorme díptico instalado en La Mo-
neda; en un cuadro Salvador Allende saludando desde un balcón del
palacio, en el otro exactamente el mismo lugar pero con el hueco deja-
do por las bombas lanzadas por los Hawker Hunter el 11 de septiembre
de 1973, contraste resaltado por el hiperrealismo de Muñoz Vera.
Ahora con la misión de pintar la Estación La Moneda del Metro,
dieciséis cuadros, su presencia en la ciudad será insoslayable. Y no ha
olvidado nunca que todo comenzó con ese paseo de curso a Santiago,
con la experiencia de ver originales de grandes maestros en vivo y en
directo, la emoción palpable que irradia una obra y ninguna reproduc-
ción logra transmitir.
Al gran instigador de la exposición, Federico Assler, la ciudad no le
pagó con la misma moneda. Años después presentó una muestra de
sus esculturas de hormigón en la terraza del Instituto Cultural de Pro-
videncia. Los vándalos fueron informados y provistos de martillos en
la misma noche inaugural hicieron polvo todas sus obras.
A RTE Y C ULTURA
EN EL PARQUE FORESTAL
CARMEN 340
mayor, con una obra plástica que se vende bien, allá vive el desarraigo,
la sensación del futuro desaparecido hasta volver, muchos años des-
pués, a un Chile que no lo reconoció. En silla de ruedas, instalado en
las mañanas en el Paseo Ahumada donde ofrecía retratos frente al Café
Haití –era excelente en ellos–, y muchas tardes en la esquina de Lasta-
rria con Villavicencio, no tenía ni los medios para entrar al Café del
Biógrafo, lugar nuevo donde se reunían artistas e intelectuales tal como
en su casa en otros tiempos. De aspecto sospechoso para la policía,
murió sin gloria.
Ángel e Isabel Parra intentarán después resucitar la Peña de los
Parra, la transformarán en museo de Violeta Parra, pero sin éxito. La
casita de muros blancos, la música abundante de esos años, hasta la
narrativa del realismo mágico, habían sucumbido a los años ochenta.
Aunque músicos y grupos por sí mismos, como Los Jaivas o Eduardo
Gatti, prosiguieran construyendo sólidas trayectorias.
182 Un lugar único, por música, artista visual, recopiladora de folclor
chileno, lo ocupa Violeta Parra. Una solitaria, provinciana modesta,
que a los diecisiete ya andaba en Santiago cantando con su hermana
Hilda –Las Hermanas Parra– en circos y quintas de recreo de barrio;
también en El Patio Andaluz y en boites. En algunas radios –la mejor
compañía de la mujer por décadas– encontró apoyo. Sus cantos a lo
divino y lo humano comenzarían a tener auditores aumentando los
encuentros con cantores populares, incluso con largas giras al extran-
jero donde tendrá más resonancia que aquí. En los años cincuenta al-
canza una fuerza original, única, de mayor temperamento que el fol-
clor tradicional; lo hace vigente, actual, creativo, un lenguaje de Chile
que se expande a sus arpilleras y se acoge en la universidad, las ferias
de artes, los centros culturales, los encuentros de escritores. En 1964 es
la primera latinoamericana (también el primer latinoamericano) que
expone individualmente en el Museo del Louvre. De vuelta instalará
una carpa en la esquina de La Cañada con Toro Zambrano, donde la
Municipalidad de La Reina le facilitó el uso del terreno. Atacada por
una neurosis depresiva, se suicidó dos años después, en 1967. Se sentía
sola. Ojalá se materialice el proyecto de destinarle la casa del Forestal,
frente al Bellas Artes, porque si hay un patrimonio intangible vivo y
poderoso, propio y en toda la Región, es el canto popular a lo humano
y lo divino, canto de gracias a la vida y al misterio de la muerte.
El rock tendría una larga vida. Mal que mal nació con buena estrella
cuando el comité organizador del Campeonato Mundial de Fútbol 1962
encargó su canción oficial a Los Ramblers. Esta banda produjo un éxito
A RTE Y C ULTURA
ARQUITECTOS EN LA CIUDAD
EL AMIGO DE BEETHOVEN
RINCONES VISUALES
arte y la cultura, siendo las artes visuales las más favorecidas. El proce-
so culmina cuando Seguros Cruz del Sur y Telefónica Chile incorporan
espacios de arte en sus edificios corporativos.
Francisco Javier Court, desde su cargo directivo de la Corporación
Cultural de Las Condes, encabeza la acción más abierta y sostenida de
la época, comenzando en 1978 con una exposición de la Pintura
Contemporánea de Chile que se abre a Claudio Bravo, Guillermo Núñez
–que había sido expulsado del país en 1974–, José Balmes, Gracia Ba-
rrios. La Galería Época de Lily Lanz, con Nemesio Antúnez, Germán
Arestizábal, Carlos Ortúzar, es otro espacio indispensable.
Se consolidan nombres importantes, sólidos, como (por nombrar
algunos) Alfredo Jaar, Eugenio Dittborn, Mario Toral, Benito Rojo,
Benjamín Lira, Gonzalo Díaz, Arturo Duclos, Gonzalo Cienfuegos, Car-
men Aldunate, Patricia Israel, a los que se sumarán Carlos Maturana
(Bororo), Matías Pinto D’Aguiar, Adolfo Couve, Pablo Domínguez,
Sami Benmayor, Francisco Smythe, Carlos Montes de Oca y Jorge Ta- 195
cla, una constelación que emerge en los años ochenta con una fuerza
que por primera vez se expande ruidosamente por los medios de co-
municación, lo que permite la aparición de un número relevante de
galerías de arte.
También entre los escultores los nombres consagrados se multipli-
can, desde Marta Colvin, Lily Garafulic, Federico Assler, Mario Irarrá-
zabal, Francisco Gazitúa, Aura Castro, Sergio Castillo, Vicente Gajardo,
Osvaldo Peña, Juan Egenau, Matilde Pérez, Raúl Valdivieso, Matías
Vial, Francisca Cerda, Gaspar Galaz, hasta figuras nuevas donde resalta
la presencia femenina, Romagnoli, Ovalle, Echavarri entre otras.
Es una vitalidad que impide hasta la enumeración de sus cultores
más importantes. Tras la denuncia y la experimentación desesperada
reaparece el color en la pintura, manchas deslumbrantes o la sereni-
dad de lo clásico, camino de una reconstrucción espiritual, además de
intuiciones del territorio y del hombre de Chile. Pedazos vitales y útiles
para retornar a la vida luego de años sombríos, una libertad conquista-
da por los propios artistas que, reconocidos, comenzarán a tener lugar
empresas, viviendas, incluso en calles y plazas.
Cuando culmine la década, en 1990, con la entrega del Premio
Nacional de Arte a Roberto Matta, y se exponga parte de su obra en el
Museo Nacional de Bellas Artes, el ciclo habrá terminado.
EL CAFÉ Y SU CULTURA
En los noventa se multiplican los cafés del centro, cultura que, aun-
que de antigua data en Santiago, había languidecido tras la desapari-
ción de los que sustentaran las vanguardias de los años treinta y cua-
renta: el Goyescas, La Novia, el Rex o ese Café Miraflores, donde Israel
S ANTIAGO . R EGIÓN CAPITAL DE C HILE
NOCHE DE MUSEOS
SIGLO XXI
EL NUEVO SIGLO
SEÑALES OPUESTAS
ficos anuales (en la actualidad unos cuarenta, cifra relevante para una
disciplina de data reciente y debida a la llegada de extranjeros, Ernest
Uthoff, Andrée Haas, Kurt Joos, Karen Connolly...) y así en las demás
disciplinas. Se agregaron iniciativas específicas, como el Día del Patri-
monio Cultural abriendo edificios patrimoniales al público, y las Fies-
tas de la Cultura gratuitas en espacios públicos, que de paso dejaron a
la vista la escasez de lugares adecuados para eventos multitudinarios.
A ello se fueron sumando el Consejo Nacional de Libro y la Lectu-
ra, una institucionalidad para la música, una ley del cine, protección
legal para los artistas en su desempeño laboral, todo ello centrado aho-
ra en el Ministerio cuya sede se estableció en Valparaíso; del que se
espera pueda revertir la modificación de la Ley Valdés para que estos
aportes públicos se sumen a los privados.
La Intendencia Regional y el Gobierno Regional han asumido, den-
tro de las Bases de su Estrategia de Desarrollo, una reflexión global del
202 territorio y sus atributos, cuya fase final fue encargada a un equipo
interdisciplinario de la Universidad Católica. Hay conciencia de que si
la Región quisiera posicionarse a nivel internacional, sea como centro
financiero, de negocios y/o de eventos, requerirá infraestructura, imá-
genes más claras de sí misma, eventos que potencien su identidad a
nivel subcontinental, más arte y más cultura tanto para sus habitantes
como para consolidar una deseada “vocación internacional”.
Esta empresa tiene una asociación natural dentro de la nueva ins-
titucionalidad, con el Consejo Regional Metropolitano de la Cultura y
las Artes. Esta alianza, inédita y funcional a la escala de un territorio
capaz de gravitar en el subcontinente, tiene un particular desafío; la
vitalidad regional ya es muy significativa tanto en el arte como en la
cultura, en casi todos los niveles; pero, por alguna razón, no es visible
para sus habitantes ni para los turistas que llegan a ella en números
crecientes.
H ACER C IUDADES EN EL T ERRITORIO
EL GONZÁLEZ OLVIDADO
BUSCAR LA PERSPECTIVA
EL PRAGMATISMO DE LAVÍN
SANTIAGO SUSTENTABLE
EXPANDIR LO EXPANDIDO
diato se criticó que ello elevaría el precio del suelo y, por ende, de la
vivienda urbana. Que ello iría en contra de la tendencia de Santiago a
atraer migrantes, a crecer con nuevos barrios, impulsos que se verían
frustrados al encontrarse con costos superiores. La discusión se centró
en la provincia de Chacabuco que, con doscientos sesenta mil hectá-
reas y polos en Chicureo, Lampa y Til Til, encarnó el proyecto ministe-
rial de evitar una nueva zona de parcelas y allí intentar “hacer ciudad”
con todas sus condicionantes. Habría zonas diferenciadas, establecidas
y reguladas, suelos agrícolas y suelos urbanizables por definición.
La discusión volvería en 2003, al incorporarse en condiciones simi-
lares varios miles de hectáreas, principalmente al Sur y Poniente de la
ciudad; antes que dejar crecer las parcelas, el Ministerio de Vivienda
propone asumir que la ciudad crecerá y que debe entonces aportar
vialidad, infraestructura, polos cívicos.
El crecimiento ha sido la constante, el santiaguino busca casa con
jardín más que edificios urbanos, quiere suburbio verde y no ciudad 227
europea. Como en Estados Unidos, crear suburbios que imiten los ca-
seríos, las ciudadelas del pasado, con sus casas de uno o dos pisos, en
medio de arboledas, casi el mundo agrícola del siglo XVIII cuando las
ciudades estaban creciendo. Pero con los medios de transportes del pre-
sente, autopistas que, a riesgo de perforar y destruir la ciudad tradicio-
nal, lo lleven con rapidez a sus lugares de trabajo o al aeropuerto. Se
dice que al limitar la expansión de Santiago las industrias se alejarán
de ella al no poder financiar el pago de suelos urbanos, la ciudad per-
dería competitividad, los santiaguinos eventualmente se alejarían donde
sí puedan encontrar casa con jardín. En ambos casos, es lo que pueden
ofrecer Melipilla, Casablanca, Talagante, polos residenciales e indus-
triales, ciudades satélites atractivas. La población de Santiago se está
duplicando cada veintisiete años: ¿dónde se irán los habitantes nuevos
que surgirán de 1993 a 2020?, ¿cómo y en qué dirección se duplicará
nuevamente Santiago?
Se ha hablado de ciudades satélites pero no ha habido señales cla-
ras que se favorezcan inversiones en ese sentido, planes de desarrollo
territorial de la región, donde aeropuertos, vertederos, zonas de indus-
trias y de residencias obedezcan a una visión integral y de largo plazo,
sustentable y competitiva, dirección que al fin se ha buscado en estos
últimos años con los Estudios de Bases para el Desarrollo Estratégico
de las regiones, rol que están asumiendo los Gobiernos Regionales.
Lamentablemente, se encuentran trabados por su gestión: ¿quién
asumirá el liderazgo cuando el gobierno nacional, los gobiernos regio-
nales, las seremis y las municipalidades se traslapen y ninguno de ellos
pueda asumir la coordinación responsable y central que pueda aclarar
el futuro para los inversionistas? ¿Dónde está la participación ciudada-
na que le dé transparencia y viabilidad a las opciones escogidas? ¿Cuál
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EL GIGANTE EGOÍSTA
TAREAS PENDIENTES
EL ANILLO INTERIOR
tras los cuales se integraron las universidades, cada una con un seg-
mento, para obtener un Plan Maestro espacial, el que por sus impli-
cancias históricas, sociológicas, de diseño urbano, de medio ambiente,
transporte, gestión inmobiliaria y de paisajismo fue abordado por equi-
pos interdisciplinarios.
La investigación encabezada por el Directorio Ejecutivo de Obras
Bicentenario (DEOB), de la consultora URBE y de las universidades, se
expresó en un Plan Maestro Urbano Integrado que se presentó a los
trece municipios que recorrerá el Anillo Interior así como al público
general en un Seminario celebrado en el mes de marzo de 2003.
Poco después, en junio, se estableció el directorio formado por el
ministro de Vivienda y Urbanismo, el Intendente Metropolitano, el
subsecretario de Transportes y Telecomunicaciones, la directora nacio-
nal de Planeamiento del MOP, el alcalde de Santiago y el presidente de
INVIA, la filial inmobiliaria de Ferrocarriles del Estado a la cual pertene-
240 cen grandes paños de los que recorrería el Anillo.
Las etapas factibles de construirse de aquí al Bicentenario se esti-
maron de un costo estimado en novecientos diecinueve millones de
dólares, sobre la base de que los trescientos de inversión gubernamen-
tal serían suficientes para gatillar inversiones privadas por un valor de
los seiscientos diecinueve restantes.
Por su magnitud es imposible de reseñar pero la publicación de un
libro de ciento cincuenta páginas y gran formato y con amplia infor-
mación –Anillo Interior de Santiago, un desafío de gestión urbana estratégi-
ca”, Obras Bicentenario, 2003– permite que el público interesado lo co-
nozca en detalle con los planos correspondientes.
Mucho más debate ha generado el Portal Bicentenario en el área
del Aeropuerto de Los Cerrillos, aunque más por las razones esgrimi-
das por usuarios de las pistas que por ciudadanos interesados en opinar
sobre el proyecto mismo. Es otro megaproyecto, pero si el Anillo Inte-
rior estructura la ciudad histórica –actuando sobre el ser de la ciudad–,
este plantea una ciudad nueva, una suerte de modelo donde la edifica-
ción pública, la vialidad, las áreas verdes, la diversidad socioeconómica
se han planificado como un deber ser de la ciudad contemporánea.
El Anillo Interior recupera la historia de la ciudad, la abre y des-
pliega a un mejor uso, en tanto el Portal intenta ofrecer un trozo del
futuro. No despierta la misma adhesión, porque la ciudadanía de San-
tiago no ha logrado debatir una visión, un horizonte, una imagen ur-
bana deseable. El anillo, en cambio, es más permeable, requiere de dos
tercios de financiamiento y proyectos privados con lo que su expresión
final será responsabilidad de todos.
En uno y otro caso sorprenden el silencio, la ausencia de debate
cuando se trata de dos proyectos de gran impacto y enormes recursos
involucrados.
H ACER C IUDADES EN EL T ERRITORIO
VIVIRÁS EN UN ARCHIPIÉLAGO
01. Martín Rivas, Alberto Blest Gana, La Voz de Chile, Santiago, 1862. 243
02. Historia Crítica y Social de la Ciudad de Santiago, Benjamín Vicuña
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C IEN LIBROS DE LA REGIÓN
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