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Cuentos
morales.


Protágoras


LA
AGONÍA.


La
 anciana
 yace
 inconsciente.
 El
 médico
 reconoce
 de
 inmediato
 la

respiración
 agónica.
 Un
 minuto
 antes,
 al
 entrar
 de
 madrugada
 en
 la
 casa,
 ha

reparado
en
el
orden
y
la
limpieza
del
pequeño
piso.
Ha
respirado,
aliviado,
al
no

percibir
el
olor
a
sudor
y
orines
que
tantas
veces
rodea
a
los
ancianos
encamados.



La
hija
le
ha
recibido
angustiada:


- Está
 muy
 mal.
 Seguro
 que
 no
 es
 culpa
 suya,
 pero
 ha
 tardado
 mucho,
 pase.

Sígame,
es
en
esta
habitación.



El
 médico
 mira
 a
 la
 paciente
 y
 luego
 relee
 el
 motivo
 de
 consulta
 que
 ha

garabateado
 minutos
 antes
 en
 el
 coche
 de
 la
 UAD:
 “Paciente
 terminal.

Inconsciente”.
Más
abajo
lee
88
años
M
(de
mujer).
Aún
más
abajo
Ca
(de
cáncer)

de
mama,
enf.
de
Altzeimer.



Mientras
mecánicamente
se
inclina
sobre
la
enferma
para
comprobar
el
pulso
e

iniciar
 la
 exploración
 piensa:
 “¡qué
 importa
 cuánto
 haya
 tardado!.
 Se
 trata
 de
 la

muerte,
de
la
agonía.
Nada
puede
hacerse”.


El
 médico
 anota
 la
 inconsciencia,
 las
 constantes.
 Se
 prepara
 para
 hacer
 las

preguntas
 obligadas:
 ¿desde
 cuándo
 esta
 inconsciente?,
 ¿qué
 enfermedades

padece?,
 ¿tiene
 algún
 informe?
 ¿Conoce
 la
 situación
 real
 de…?
 ¿Es
 su
 madre

verdad?
Quiere
que
las
respuestas
a
estas
preguntas
le
liberen
de
ser
él
el
que
deba

anunciar
la
muerte
inminente.


- Si
doctor,
su
doctora
a
dicho
que
ya
no
se
podía
hacer
más.


- Es
así,
está
agonizando,
dice
el
médico‐


La
 hija
 se
 retuerce
 las
 manos
 y
 comienza
 a
 llorar,
 despacito,
 quedamente.
 El

médico
 percibe
 en
 el
 rostro
 de
 la
 hija
 el
 dolor
 por
 la
 pérdida
 inminente.
 Quiere

romper
la
tensión
y
pregunta:


- ¿Cuánto
 tiempo
 hace
 que
 padece
 la
 enfermedad?
 ¿desde
 cuándo
 no

reconoce
a
sus
familiares?
¿Se
comunicaba
de
algún
modo?

- Empezó
 hace
 20
 años,
 pero
 desde
 
 hace
 10
 no
 reconoce
 a
 nadie,
 ni
 se
 la

entiende
lo
que
habla.
Responde
la
hija.



Dice
el
médico:


- ¿Usted
se
llama…?.


- María

- ¿Y
su
madre?

- Teofila.


El
médico
ha
puesto
nombres
a
la
hija
y
a
la
madre
agonizante.
Ya
no
son
una

anciana
 más,
 una
 hija
 más.
 Las
 encarna
 en
 Teofila
 y
 María.
 Al
 nombrarlas,
 las

humaniza
y
se
humaniza
el
mismo.


Cuentos
morales.
Protágoras



- ¿Dígame
que
necesita,
María?
Dice
el
médico.

- ¿Está
sufriendo
Doctor?
Pregunta
la
hija,
María

- No,
no
lo
creo.
Está
inconsciente.
Responde
el
médico

- Pero
doctor,
se
está
ahogando.
Dice
María
con
gesto
angustiado

- No,
no
se
ahoga,
agoniza.
Dice
el
médico.


El
 médico
 mira
 a
 María
 que
 vuelve
 a
 llorar.
 Piensa:
 ¿Qué
 edad
 tendrá
 María?

Unos
 60
 años
 se
 responde.
 Habla
 con
 María
 y
 confirma
 lo
 que
 sospechaba.
 Hay

otros
 hijos,
 hay
 otra
 hija
 que
 está
 casada,
 pero
 es
 María
 la
 que
 ha
 dedicado
 los

últimos
veinte
años,
los
años
de
su
madurez,
a
cuidar
a
la
madre
enferma,
a
Teofila

que
ahora
agoniza.


- Doctor,
 ¿por
 qué
 no
 la
 lleva
 al
 hospital?
 Allí
 pueden
 ponerle
 suero
 y

hacer…no
 se,
 algo.
 Por
 lo
 menos
 intentar
 todo
 lo
 que
 se
 pueda.
 No
 quiero

que
se
muera
sin
haber
hecho
todo
lo
posible.



El
médico
entiende.
El
rostro
de
María
refleja
un
dolor
que
va
más
allá
del
que

siente
por
la
muerte
de
su
madre.
Refleja
el
dolor
de
su

fracaso
en
un
empeño
de

veinte
años:
mantener
la
vida
de
su
madre.
También
advierte
el
miedo
de
María.
El

miedo
a
un
nuevo
día
en
que
ya
no
tendrá
que
cuidar
de
Teofila,
limpiar
su
cuerpo,

cambiar
su
ropa,
peinar
sus
canas,
darle
las
medicinas...El
miedo
a
una
vida
vacía,

sin
objetivos,
para
la
que
no
se
encuentra
preparada.


- María,
 entiendo
 su
 angustia.
 Pero
 nada
 puede
 hacerse,
 salvo
 llamar
 a
 la

familia
 para
 que
 acompañen
 a
 su
 madre
 en
 la
 agonía.
 Debo
 pensar
 en
 mi

paciente.
 Teofila
 se
 ha
 cansado
 de
 luchar.
 Se
 abandona
 a
 la
 muerte.
 En
 el

hospital
nada
pueden
hacer,
sino
prolongar
su
sufrimiento.
Dice
el
médico.

- Pero
doctor,
yo
no
quiero
que
se
me
muera
en
casa
sin
intentar
todo
lo…


A
María
se
le
quiebra
la
voz.


El
médico
dice:


- Bien
María,
hagamos
una
cosa.
Llame
a
la
familia
y
si
en

las
próximas
horas

usted
 nota
 que
 su
 madre
 sufre,
 vuelva
 a
 llamarnos
 para
 que
 valoremos
 la

posibilidad
de
trasladarla
al
hospital.

- Bueno.
Responde
María.


El
 médico
 piensa:
 Al
 poco
 de
 que
 me
 haya
 ido,
 María
 volverá
 a
 llamar
 para

solicitar
el
traslado
al
hospital.



El
 médico,
 recoge
 sus
 cosas
 y
 se
 acerca
 al
 lecho
 de
 Teofila.
 La
 agonía
 ha

terminado.
 Ha
 muerto.
 Se
 lo
 dice
 a
 María,
 que
 vuelve
 a
 llorar,
 otra
 vez
 despacito,

otra
vez
quedamente.
El
médico
acaricia
el
pelo
de
la
anciana
y
luego
la
cabeza
de

la
hija.



Da
gracias
por
la
muerte
dulce
que
ha
llegado
a
tiempo.
No
perdona
la
crueldad

de
la
vida
con
María,
la
soledad
a
la
que
la
ha
condenado,


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