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Los párpados caen, y la noche con ella.

Hay mil formas de bañar las pupilas


en cristal, y esta madrugada las conozco todas...

Su imagen me revela su ausencia, que pesa y hunde como la exigencia,


tempus fugit. El tiempo vuela y su vida se extinguió como la acuarela en el
dibujo de un niño de escuela.

Penetra en el recuerdo del que huye con su ausencia, dilata el momento de


un desgarro que envenena, que exaspera, que pudre la sangre y concurren
mis miserias.
Espesa mis arterias, no llega oxigeno a mi cabeza, la confusión de mi se
apropia engañando hasta mi propia existencia; la ansiedad me absorbe, me
rapta, me embelesa y aún ando buscando una razón para su regresa.

Y mientras pienso y corro, dejo la mente en blanco; mientras huyo del lodo
en que me hunde mi adversario. Viene en nombre de la muerte, y no viste
de capa y cuero. Cobra la forma de una sombra y se adueña de mis dedos,
de unas pupilas encharcadas con el lagrimal seco.

A la luna, luna de pena negra y lágrimas de jazmín infame, clamo mi


desesperanza en el jardín de élade, cuando nadie me ve, puedo ser el
mismo viento, gélido, infinito y muerto. Alma, no sucumbas ante esta
engañosa calma que mas derrotas sufriremos en la vida que tanto nos
engaña.

Por ellas, si por ellas, que se fueron y no volverán, en nuestros oídos sus
voces a depositar; a ellas, si a ellas, que viven en nosotros hasta el fin de
nuestros días.

Y su inmortalidad es mi sangre, es la lucha de mis días, es retar a la crueldad


del final con un principio de tinta. Se siente al despertar, y cuando sonrío en
el desierto, porque nadie siente el aliento de quien agoniza despierto.
Pero lo haremos por vosotras, porque erais para siempre. Porque agotaron
vuestra sed de vida con un sólo viaje.
Al final del camino, se cierne un velo blanco, incertidumbre de que será lo
que les esté aguardando...

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