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Belén
El relato de los magos, exclusivo de Mateo, nos ayuda a comprender que al misterio
de Dios se llega también por caminos diferentes al religioso.
Los magos, Herodes y los escribas nos muestran las distintas reacciones que
tenemos las personas ante una misma señal y cómo se relacionan esas señales con los
deseos, las ilusiones, los sentimientos, las ambiciones... que tiene cada persona.
Los magos sienten alegría, se ponen en camino, reconocen a Jesús y le adoran.
Herodes, Jerusalén, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley se inquietan ante
la noticia, actúan ladinamente y planean la muerte del Niño.
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Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la estrella que
habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se paró encima de donde
estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llenaron de una inmensa alegría.
Los magos ofrecen al Niño todo lo que tienen, se ofrecen a sí mismos, con actitud de
respeto, admiración y silencio. Adorar, descubrir la cercanía y la bondad de Dios,
sentir alegría y agradecimiento, reconocer el misterio, son actitudes propias de
toda persona creyente ante Dios.
¿Forma parte de mi vida la búsqueda, la admiración, la contemplación, la alegría,
el agradecimiento?
¿Qué “tesoros” ofrezco a Jesús y a l@s demás?
12Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes,
regresaron a su país por otro camino.
El encuentro con Jesús les hace cambiar de camino. Símbolo de conversión interior.
Recorren caminos nuevos porque son personas nuevas. Es el cambio de vida que abre
la fe. Ya no necesitan el poder de Herodes ni el saber de los escribas.
Han experimentado la inmensa alegría del encuentro con una Persona que dará un
nuevo sentido a su vida, a todo lo que hagan y les suceda en el futuro.
Encontrar a Jesús cambia la vida. Esa puede ser la consecuencia de nuestro
encuentro con Él: la transformación de nuestras vidas.
La capacidad de tomar otro camino.
Hoy me he encontrado en las manos con tus regalos, Señor:
nueva vida, nuevo tiempo, nueva lluvia, nuevo sol...
Por eso, para este tiempo que estreno con ilusión,
quiero, Señor, y te pido también un nuevo reloj.
Un reloj que mida el tiempo como lo mide tu amor;
que se pare cuando lleguen las personas a mi rincón,
para escuchar, compartiendo, alegrías y dolor.
Una reloj que me sitúe la mente y el corazón
en el momento presente, que es tu momento, Señor,
en el quehacer cotidiano, que es lugar de encarnación.
Un reloj que mida el tiempo con tu paciencia, Señor:
con el ritmo y la medida universal del amor;
despertador de rutinas, vigilante, ayudador;
que nunca mida la entrega del tiempo y del corazón.
Con la vida, con el tiempo que hoy me regalas, Señor,
para darme sin medida, espero un nuevo reloj.