You are on page 1of 3

FIN DEL GOBIERNO DE JOSE LUIS BUSTAMENTE Y

RIVERO
LA SUBLEVACIÓN DE LLOSA G.P.

El día 5 de julio de 1947 estalló la sublevación antiaprista del comandante Alfonso


Llosa González Pavón, en Juliaca. Este oscuro personaje había colaborado en la
sangrienta represión antiaprista bajo el gobierno de Sánchez Cerro. Ascendió
rápidamente, hasta alcanzar el grado de comandante. Fue agregado militar en La Paz,
Bolivia, siendo Bustamante embajador. Cuando éste subió a la presidencia, ocupó la
jefatura de un cuerpo de artillería en Lima. Ya famoso por sus arrebatos antiapristas,
una tarde, después del almuerzo, fue a su cuartel acompañado de su segundo, ordenando
a un cabo que sacara una ametralladora, y así, uniformados, en pleno día, penetraron en
la imprenta de “La Tribuna” y con sus armas en ristre, amenazaron de muerte al
personal, al que mantuvieron minutos con las manos en alto. El hecho fue público. El
presidente Bustamante trató de atenuarlo. “Alfonso es un loco”, dijo. Para “castigarlo”,
lo alejó de Lima, nombrándolo segundo jefe de Estado Mayor de la Región Sur. El 5 de
julio de 1947 llegó a Lima la noticia de que el comandante Llosa se sublevaba en
Juliaca y lanzaba una proclama, en la que, tácticamente, no atacaba al aprismo. Falto de
apoyo popular, la rebelión no prosperó, y fue fácil de dominarla. Llosa huyó a Bolivia.

Esta rebelión, totalmente intrascendente, era sin embargo una advertencia: los altos
mandos militares, descontentos con el gobierno, no tardarían en actuar más
efectivamente.

CONSPIRACIÓN DE LOS MILITARES

El general Manuel A. Odría estuvo conspirando activamente contra el gobierno, desde


que fuera elegido Ministro de Gobierno y Policía, cargo que ejerció entre el 12 de enero
de 1947 al 17 de junio de 1948. Así lo ha denunciado Bustamante en su obra: Tres años
de lucha por la democracia en el Perú. Cuando se formó el gabinete militar, el
contralmirante Saldías, auxiliar de Odría, escogió el ministerio de Hacienda para servir
al “clan” exportador. Durante la rebelión de Llosa G. P., Bustamante ordenó que se
vigilase a Odría a cuya casa concurrían asiduamente Eudocio Ravines y el capitán
Ipinza, sus agentes de conjura, según Bustamante. Frente a esta situación, el PAP se
preparó para dar un contragolpe. El ejército “institucionalmente”, preparó una
“conspiración de generales”. Pretendían concluir con el estado de guerra fría reinante,
retirar a Bustamante, convocar a elecciones totales, y dar campo libre a todos los
partidos para disputar la presidencia y el Parlamento. Se dice que los conjurados se
pusieron en contacto con Haya a mediados de agosto de 1948, buscando la neutralidad
del PAP. También buscaron otros nexos políticos. Por fin, hacia fines de setiembre, se
anunció que el 8 de octubre de 1948 se produciría el “pronunciamiento”. La noticia
permaneció a medio secreto.

EL MOTÍN DEL CALLAO DEL 3 DE OCTUBRE DE 1948

El 3 de octubre de 1948 se produjo la rebelión de la marinería en el Callao, a instigación


de los sectores radicales del aprismo.
La rebelión armada de la escuadra en el Callao estuvo encabezada por el capitán de
fragata Enrique Águila Pardo y el capitán de corbeta José Mosto, con respaldo del
mayor Víctor Villanueva y fuerzas del Ejército, además de un contingente de civiles.
Buques de la Marina bombardearon la fortaleza del Real Felipe, atacada por tierra por
contingentes apristas. La lucha se prolongó hasta las cuatro de la tarde, hora en que la
rebelión fue sofocada por la guardia de asalto y militares de Chorrillos bajo la dirección
del general Zenón Noriega.

Los rebeldes no consiguieron adhesión popular ni el respaldo público de los miembros


de la dirigencia aprista, la que, según todos los indicios, no tuvo nada que ver con el
alzamiento. Hoy es un hecho suficientemente establecido —con el reiterado testimonio,
por ejemplo, del mayor Víctor Villanueva— que elementos de ala izquierda del Apra
fueron los responsables del suceso. Estos hicieron creer a militantes apristas que el
partido les llamaba a la insurrección. Ignorando dichos sucesos, Haya de la Torre se
había retirado tranquilamente a Chosica a pasar el fin de semana. Enterado de los
hechos, inmediatamente se dirigió a Lima y tomó informes inmediatos de lo ocurrido.
Luego se dirigió a casa de uno de los generales de la conjura “institucional”, para dejar
en claro dos cosas:

1), que el PAP era ajeno al levantamiento de ese momento;


2), que no obstante eso, vistos los hechos, creía que era indispensable adelantar la
acción.

Temió, con razón, que el aplastamiento del motín significaría la persecución del partido
y el triunfo, a corto plazo, de una conspiración reaccionaria. Según parece, entre los
organizadores del “pronunciamiento institucional”, predominó la idea de “aplastar
primero el motín” y luego hacer la revolución contra Bustamante. Así sucedería, pero
serían otros los que lo realizarían. La suerte del PAP estaba ya echada.

El gobierno, como era de esperar, culpó al PAP del motín, acusándolo de querer asaltar
el poder con una insurrección armada. Por decreto, Bustamante declaró que el Apra “se
ha colocado fuera de la ley”. Locales y periódicos apristas fueron clausurados. Se
anunció que se procesarían a sus líderes políticos. Perseguidos, estos tuvieron que
ocultarse o asilarse. Se confiscaron los bienes de las sociedades anónimas como la
“Casa del Pueblo”, “La Tribuna”, la “Compañía Editora Peruana”, etc., y se embargaron
—para cubrir los gastos que la revolución causó al Estado— los bienes de todos los
encausados y los del partido. Los de Haya fueron saqueados. Su casa fue casi demolida
y robados sus valiosos enseres.

El Movimiento Cívico Independiente, al que también perteneció Beltrán, dio a conocer


su declaración de principios: “Tanto el aprismo como el comunismo representan males
igualmente peligrosos para el Perú y ambas agrupaciones llevan gérmenes de disolución
y lucha de clases. Su diferencia en lo que a nuestro país se refiere solamente radica en
que el comunismo no está manchado de sangre” (citado por Guerra 1994: 603).

La idea era organizar un frente principalmente contra el aprismo, convocatoria a la cual


se unieron la Acción Nacional, la Unión Revolucionaria, el Partido Demócrata, el
Partido Social Republicano y el Partido Socialista Auténtico.

LA AGONÍA DEL RÉGIMEN


Tras el motín del 3 de octubre de 1948, al régimen le quedaba poco tiempo de vida. En
la segunda quincena de ese mes, Bustamante había perdido todo apoyo. El PAP lo
acusaba de traidor, los militares lo acusaban de ser débil, y eran pocos quienes
respaldaban al agonizante Frente Democrático; estos últimos carecían de influencia y el
liderazgo necesario para salvar la situación.

Desde la perspectiva de la oligarquía el presidente era demasiado débil para enfrentar la


amenaza totalitaria del PAP, a la cual veía como una secta internacional de carácter
conspirativo, cuyo mal disimulado propósito habría sido conquistar la totalidad del
poder con el fin de establecer un régimen dictatorial de partido único.

Para los apristas, el fracaso de la experiencia democrática, entre 1945 y 1948, era
responsabilidad de Bustamante y Rivero, quien –pese a ser elegido con votos apristas–
trató de reducir permanentemente la influencia de ese partido y, finalmente, optó por
apoyar a la oligarquía e ilegalizar lo que era su base cierta de apoyo: el PAP. El error de
los apristas había sido su ciega confianza en Bustamante.

Luego de haber sido derrocado, Bustamante y Rivero declaró que la frustración de la


democracia se debió al bloqueo de su gobierno por parte del PAP, demagógica y
hegemonista, y de la oligarquía, una casta feudal y reaccionaria.

You might also like