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Cartagena, 2000.
GERMÁN REY* -
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Y VIDA PÚBLICA
Los medios de comunicación son hoy uno de los actores sociales con más
presencia en la configuración de la vida pública. Mi observación tratará de
explorar tres temas. En primer lugar, algunas características centrales de los
medios, que los hacen muy importantes en la constitución de lo público, en
segundo lugar, algunas problemáticas que se le presentan a los medios de
comunicación a lo largo de Iberoamérica y que tienen repercusiones sobre el
significado público de su acción y por último, intentaré esbozar una agenda
pública (y totalmente provisional) para los medios.
*
Colombiano. Asesor del presidente de la Fundación Social, Defensor del lector del diario El Tiempo.
Profesor de la Maestría en Comunicación de la Universidad Javeriana y miembro de la Fundación para la
Libertad de Prensa.
Nancy Frazer en “Iustitia Interrupta” (1999) le discute a Habermas su idea de
una comunidad ideal de hablantes e insiste en definir lo público como un “foro
discursivo” en el cual los participantes no dejan a un lado sus desigualdades,
sus asimetrías.
Obviamente que de esta característica nacen varios problemas, sobre todo si
los medios son, como todos aceptan, uno de los poderes de las sociedades
modernas, y ellos mismos adelantan acciones de fiscalización: ¿quién y de qué
manera los fiscaliza? Es decir, cómo una sociedad garantiza que los medios no
sean un poder desmedido? ¿Cómo se logra que los medios de comunicación
estén al centro del debate público y que al estarlo se observe su modo de
narrar los acontecimientos, sus formas de hacer visibles –o invisibles– a
determinados actores sociales, sus maneras de acercarse a los problemas, la
variedad o la reiteración de sus fuentes, sus procedimientos de restricción del
ámbito público?
Así como no creo en la simple racionalidad de los mercados para el
funcionamiento de la economía, tampoco asumo que el desenvolvimiento del
foro discursivo genere sus propios mecanismos de equilibrio. Pero avanzo mi
punto de vista: tampoco soy partidario de resolver el problema a través de
regulaciones estatales, que en el caso de los medios deberían ser mínimas pero
consistentes. (Las sociedades tampoco pueden dejar al arbitrio a los medios,
bajo una laxa definición del concepto de libertad de expresión). Creo en
procedimientos de autorregulación adoptados racional y razonablemente por
los medios y sobre todo en la interacción de la propia sociedad con los medios.
Hacia el futuro la sociedad tendrá posiciones mucho más activas frente a los
medios ante la repercusión social de sus actuaciones. Sociedades civiles más
fuertes y dinámicas promoverán audiencias más proactivas y consumidores
mucho más críticos.
En tercer lugar, los medios de comunicación participan en la creación de
agendas públicas, es decir, en la aparición social de temas y también
intervienen en su desaparición o en su no aparición. Los medios no son sólo
importantes por lo que dicen sino también por lo que no dicen, por lo que
minimizan, dejan a un lado, pasan a un segundo plano de su atención y por
tanto de su divulgación social.
El concepto de “visibilidad” es central en la vida de los medios, y tal como lo
planteó Hannah Arendt en su libro “La condición humana” (1958) central para
la existencia de lo público. Lo público “es lo es visible y oído por todos, es lo
que recibe la mayor publicidad posible” escribió Arendt, antes de distinguir a lo
público como el lugar de la luz plena y lo privado como el lugar de los
encantamientos más íntimos.
La visibilidad en los medios se expresa, de manera concreta, en los temas que
hace relevantes (con la luz plena), en las fuentes que participan en la
interpretación de esos mismos problemas, en las miradas sociales que permiten
circular, en el conjunto de argumentaciones que se hacen explícitas.
En cuarto lugar, los medios de comunicación permiten mediaciones, conexiones
sociales, relativamente activas, que pueden ampliar el ámbito público no sólo
en sociedades con fuertes institucionalidades sino también en sociedades
desinstitucionalizadas, en sociedades con pocos lugares de deliberación y
participación social. Los medios han logrado ocupar ciertos espacios; ocupación
que si bien ayuda en determinados momentos puede contribuir a una
desinstitucionalización aún mayor de la sociedad. A veces actúan como jueces,
otras como fiscales, en algunos casos filtran sumarios, en otras agilizan las
relaciones entre los ciudadanos y las agencias del Estado. En algunos trabajos
sobre capital social, como el realizado en Colombia por John Sudarsky, se ha
encontrado una correlación entre institucionalidad y confianza en los medios.
Mayor confianza y una credibilidad exagerada de los ciudadanos en los medios
tiene que ver con menor realidad de capital social.
La presencia del Estado en lugares distantes, pero a veces también en
comunidades barriales marginales, la ocupa la radio facilitando enlaces,
ofreciendo información institucional, favoreciendo la conversación social.
En quinto lugar, el desarrollo de los medios de comunicación en Iberoamérica y
en general en el mundo nos va mostrando que ese desarrollo está muy ligado a
procedimientos de "modelación" de lo público. Discusiones sobre el significado
público de la televisión o el sentido de los medios comunitarios contribuyen –
como ha sucedido en Colombia, y tiende a suceder en otros países de América
Latina– a un diseño social de lo público no sólo aplicable a los medios, sino
ampliable a otros ámbitos de la sociedad. Dicho de otro modo: nuestro
despegue del mimetismo entre lo público y lo estatal ha tenido que ver con las
modificaciones experimentadas en planteamientos sociales sobre la economía,
las comunicaciones, la aplicación de la justicia. No es un mero debate teórico.
¿Qué significaría una agenda pública para los medios? Propongo pensar cuatro
dimensiones.
Una primera dimensión de la agenda pública es la resignificación de los medios
de comunicación como escenarios de representación de lo social, como medios
que narran lo social. Esta dimensión subraya de inmediato la potencia pública
de la acción de los medios. Mucho de lo que cualquier ciudadano común y
corriente conoce como “actualidad” nacional o mundial se lo han propuesto los
medios de comunicación; mucho del conocimiento e incluso de la interpretación
de los conflictos que viven nuestros países es construido por los medios, en
relación con otras agencias de la sociedad.
Pensar a los medios de comunicación como administradores privados de un
bien público, la información, es restituirles su inmensa importancia social como
también su decisiva responsabilidad pública.
Una segunda dimensión tiene que ver con la interacción que se está dando,
cada vez de manera más sólida, entre los medios de comunicación y otros
actores sociales como, por ejemplo, las organizaciones civiles, las
organizaciones del Tercer Sector.
Afiliados tradicionalmente a los partidos políticos, los grupos económicos, los
dirigentes sociales y en general a los poderes actuantes, los medios han vuelto
poco a poco los ojos hacia las organizaciones del Tercer Sector. Por varios
motivos. Porque las explicaciones que otros producían se han deteriorado,
porque la legitimidad de ciertas instituciones está sufriendo una crisis profunda,
porque las organizaciones no gubernamentales han aumentado su presencia y
su importancia tanto nacional como internacional.
Cuando hoy se discute de economía, de desarrollo o de medio ambiente se
tienen las versiones de los gobiernos, de las grandes agencias pero también de
los movimientos sociales y de las organizaciones de la sociedad civil local y
mundial. Los recientes hechos de Seattle y de Praga demuestran tanto la
existencia de otras clases de movimientos como la aparición de nuevos
activistas y de otros modos de movilización política. Y en todo lo anterior tiene
gran importancia la comunicación y las nuevas tecnologías que permiten una
rapidez de la convocatoria, que hasta hace unos años era completamente
imposible.
En un texto que escribí hace un tiempo, llamado “Seducciones y encuentros”,
estudié las relaciones entre medios de comunicación y ONG. Demostré que a
los medios les interesan los temas de las ONG, sus vínculos con la comunidad,
la originalidad de algunos de sus planteamientos, el poder que están
adquiriendo en todas las sociedades, desde las más industrializadas hasta las
más pobres. Las ONG permiten un amplio tejido de solidaridades,
conocimientos y movilizaciones que organizaciones del pasado casi nunca
pudieron lograr. A su vez, a las organizaciones del Tercer Sector les interesan
los medios porque los pueden hacer visibles, facilitan el debate de sus ideas,
colaboran en la promoción de sus acciones.
Sin embargo, no son nada fáciles sus relaciones. En mi estudio las dibujé con el
nombre de dos conocidas películas: “Atracción fatal” y “Encuentros cercanos
del tercer tipo”.
Los medios piensan que las organizaciones del Tercer Sector tienen un lenguaje
abstruso, que sus lógicas se apartan demasiado de las que mueven a los
medios, que sus objetivos sociales y políticos son demasiado heterogéneos y
fugaces. A su vez, las organizaciones civiles piensan que los medios son
demasiado frívolos, que todo lo intentan convertir a su propio lenguaje
espectacular y seductor y que tienen la propiedad de reducir todo aquello que
es originalmente denso y lleno de matices.
La interacción de los medios y las ONG, bajo condiciones adecuadas de
comprensión mutua, será hacia el futuro una de las alianzas más importantes
para una refiguración de lo público, en la que cada vez quepan más personas,
más temas, más debate.
Una tercera dimensión es el desarrollo de los vínculos entre medios de
comunicación y libertades civiles. Cada vez son más profundos e impactantes
los debates que unen en nuestros países el derecho de la información a otros
derechos fundamentales, en que se plantea de otro modo el llamado derecho
de la información. En cuanto a lo primero, el derecho de información se asocia
con derechos como la honra o la intimidad y en cuanto a lo segundo el derecho
de información se interpreta como de doble vía: por un lado, el derecho de los
medios y los periodistas y, por otro, los derechos de las audiencias, de los
lectores.
¿Cómo la articulación de estos derechos permite hoy un espacio para la política
y para la configuración de las ciudadanías? Como he adelantado en unos
trabajos recientes, creo que en las realidades de la comunicación que viven las
mujeres y los hombres latinoamericanos de hoy hay inmensas posibilidades de
expresar y de vivir la ciudadanía. El derecho de información se está
convirtiendo en un campo de conformación de ciudadanía.
Desde lo público cobran importancia los derechos de rectificación y de tutela
frente al poder de los medios, las veedurías de los mismos, los defensores del
lector, las experiencias de prensa escuela, los mecanismos ciudadanos que
debaten la labor de los medios. Experiencias que ayudan a ampliar el sentido
público de estos.
Y una cuarta dimensión es la incorporación de la comunicación como un
referente central de los procesos de participación ciudadana. Una comunicación
que deje de ser apoyo simplemente instrumental de los procesos políticos y de
la acción ciudadana y pase a ser dimensión central de las nuevas culturas
políticas.