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MI DESIERTO ESTA ¿PERLADO DE

AMBROSIA…?
Walter Saavedra.
Vivo en medio del silencio pero no soy un ser silente. ¿Acaso estoy cuajado de
amarguras? Me siento optimista. Quizás no me doy cuenta… Es cierto, nunca
he sabido dónde estoy. Jamás me he dado cuenta que vivía lo que no vivía. Pero
eso no me hace un impenitente amargado… ¿o sí?
Yo… medito en todo eso mientras siento aquella voz que me grita. Es una voz
que nunca me dice nada. Esa mi propia voz escindida en mil voces. Me grita lo
que no puedo escuchar, lo que no puedo comprender, lo que no puedo entender.
Son gritos desaforados que no escucho cuando los escucho. No alcanzo a
distinguir nada entre la miríada de voces que viven confundidas silenciosamente
en mi pecho.
Vivo en roquedales prendados de amapolas. Jamás los puede ver, nunca supe
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cómo eran. Jamás las pude ver. ¿Cómo es que hablo de aquello que no existe?
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Porque yo tampoco existo, por eso.


Nuevamente… nuevamente esas voces incruentas, me gritan desde aquel lugar
que a nadie aloja. Sé que es una de mis voces interiores, lo sé porque es su
E-mail: Tutaykiri@gmail.com
sonido ecuestre el que escucho.
Mas sé bien que nada hay para
escuchar cuando se vive en el
silencio. Vivo sumergido en mi
mar. Es una mar con olas
rugientes. Permiten que me vea
yendo y viniendo sin moverme de
donde me estoy, sin encontrarme.
¡Oh, la mar! Ella me dio el ser.
Ella protege mi vida. Doquiera
que yo vaya la mar está conmigo, cuidando mis despertares no siempre serenos.
No puedo dormir. No quiero dormir. ¡No duermo cuando duermo!
No puedo pensar más en todas aquellas voces interiores que me visitan en mis
días serenos convirtiéndolos en noches tortuosas. No puedo escuchar lo que
todas mis voces me dicen, sin decírmelo. No puedo vivir con lo que el mundo
me dice con su silencio, con esas miradas que me ignoran, con esas ideas que no
conciben... no puedo estar sin prestar atención a quien no me presta atención. No
puedo vivir cuando muero lenta e inexorablemente. No puedo vivir con todas
esas voces que pueblan mi pecho desarrapado.
¡Quiero vivir…! No puedo morir gritando "muero porque no muero". Amo la
vida y la vida me ama a mí. Aunque me odie, yo sé que realmente me ama
porque… “tan sólo se odia lo querido”. No dejo de pensar que, este amor, es uno
de aquellos amores despechados que jamás tuvieron existencia. Sí, sí, sí. Me
miras y sonríes. ¿Cómo puedes verme si no existes? Tú no puedes verme aunque
yo sí te vea. No puedes. ¡No puedes!
Puesto que no existo, nada de eso que sucede, dentro de mí y a mi alrededor, me
importa ya. Vivo porque no vivo, vivo porque no muero, vivo sin vivir, existo
sin existir... ¡Jamás existí puesto que vivo en un mundo que no existe! ¡Yo no
existo! ¡Yo sí existo! ¡Yo…!
No conozco las amarguras de las que hablo. Hablo sin hablar. Hago miles de
cosas que no sé hacer. Permanezco en mi trono inexistente sin hacer nada... Lo
único que sé decirme -a mí mismo y a todos mis otros yos- es que hagamos lo
que nunca pudimos hacer, que caminemos por senderos jamás abiertos, que
vayamos hacia horizontes perlados de brillantes amaneceres donde no puedo
despertar porque me encuentro en la bruma, donde campea la brisa marina que
siempre está conmigo. No es la brisa lo que me obnubila, eres tú que te
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confundes con la mar en aquellos lugares donde no existe mar alguna.


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¡Ah! ¡Llega a mí el desierto!
¡Ese desierto que se abre ante mí
mostrándome sus hermosos
espejismos! Se acercan a mí vera
y me piden que los acompañe
adonde jamás llegaré, pero
donde moro desde que no nací
naciendo. Vivo en silencio
acompañado de imágenes no
surgidas del desierto pletórico de
fertilizadoras arenas, sino de las
entrañas de la mar, una mar
serena –“la mar estaba serena, serena estaba la mar…”- que se desplaza en
medio de huracanados vientos que jamás la visitan. Quienes no han nacido en el
desierto jamás comprenderán sus bondades. Jamás verán todos aquellos seres
que moran en él gracias a nuestra imaginación frondosa.
Vivo en un bullicio cuajado de dulzuras. Un bullicio amante de las flores,
amante de la vida, amante de mi amor… Siento la dulzura brotar cual ambrosía
de mi enjalbegado pecho. No soy Narciso ni soy Morfeo… solamente soy quien
soy aunque no lo sepa ni yo ni nadie.
¿Dónde estás ahora que te has ido? ¿Cómo pudiste irte si nunca estuviste aquí?
¿Cuándo volveré a sentir tu cabellera de Eurídice esquivando el veneno
serpentil? No, no me digas nada que no podría soportarlo. No me digas nada
porque nada puedes decir. Yo… yo jamás te he conocido. No has vivido nunca
en este mundo inexistente. Tú eres un ser creado por alguien que jamás existió:
yo.
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