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LA CASTIDAD EN LA DOMINACION FEMENINA

Objetivos

En la dominación femenina la castidad o abstinencia del varón no constituye un


objetivo en sí mismo, sino un medio para otro fin: mantener la excitación del
hombre para que esté más centrado en la mujer y más ansioso por servirla.

Hay que tener en cuenta que la ausencia de eyaculación no tiene necesariamente


que producir este efecto de excitación. De hecho son muchos los varones y hembras
que pueden pasar sin ella durante largos periodos y no por ello están siempre
excitados .

El fin ultimo de la Castidad dentro de la D/s es conseguir un estado de “excitación


permanente” y para que se produzca este, dos son las diferencias fundamentales
que la identifican sobre cualquier otra forma de castidad cotidiana.

En primer lugar su componente psicológico de denegación, es decir que se produce


no por voluntad del sumiso sino por voluntad de su Ama.

Y en segundo lugar porque esta excitación viene acompañada con la provocación y


mantenimiento de dicho estado por nuestra parte a través del juego erótico
cotidiano que realizamos mientras nuestro sumiso permanece en dicha situación.

Por lo tanto, es la combinación de estos dos componentes la que diferencia y


justifica la castidad en la D/s.

Es de sobra conocido que el hombre sufre un bajón en su dedicación y en su


devoción después de haber eyaculado -tanto en una relación de pareja corriente
como en la de dominación-. Si muestro sumiso eyacula frecuentemente se
convertirá en un servidor descuidado y poco atento; o dicho de otra manera, para
poder obtener de él un servicio de la calidad que nos merecemos, tendremos que
doblar nuestros esfuerzos.

Sin embargo, si a nuestro sumiso se le mantiene excitado por el método de la


castidad, estará siempre mucho más deseoso por servirnos y adorarnos como nos
merecemos, porque su dependencia de nosotras se incrementa notablemente.

Como en todo, no podemos pensar que la cosa es blanco o negro, es cuestión de


grados, pero parece estar más allá de cualquier discusión que el grado de adoración
del sumiso por su Ama se ve notable y cotidianamente intensificado a causa del
binomio abstinencia/excitación. Puede decirse que la castidad, así entendida,
constituye una herramienta básica a la hora de conseguir tanto el más perfecto
servicio posible por parte del sumiso, como la mutua satisfacción de las dos partes
que forman la relación de dominación femenina.

Una herramienta al servicio de la mujer.


El acierto y la elección de esta práctica en la relación de dominación viene avalada
además por una característica mayoritaria en la mayoria de nosotras: la facilidad
del orgasmo clitoridiano frente a la menor frecuencia del vaginal.

El hecho de que la mayoría de nosotras alcancemos con más, o exclusivamente, el


orgasmo mediante la excitación del clítoris, lleva irremediablemente hacia la
practica de la castidad de nuestro sumiso, ya que en el plano sexual mejora
notablemente nuestro nivel de satisfacción así como el de su atención personal.

Nuestro sumiso tiene manos, labios y lengua para complacernos a nuestro gusto y
con la frecuencia que deseamos, por lo que su pene pierde la importancia y el
protagonismo del que disfrutaba en la relación anterior, pasando a un segundo
plano y con mucha frecuencia a un plano casi simbólico para la sexualidad
femenina. Y puesto que la dominación femenina implica que la sexualidad de la
pareja tiene como objetivo fundamental nuestro placer, La castidad del varón es la
consecuencia lógica de este proceso porque donde mayoritariamente encontramos
las mujeres el placer es en el masaje clitoridiano.

La prueba de que esto es así, la encontramos en que esta situación está muy
extendida entre las parejas que practicamos la dominación femenina. Somos
muchas las mujeres que adiestramos a nuestros sumisos para que perfeccionen su
capacidad de complacernos oralmente.

Una buena practica en el sexo oral requiere de tiempo, es necesario que nuestro
sumiso se adapte y reconozca cada uno de nuestros estados de excitación para que
sus movimientos nos sean placenteros y ajustados a cada momento, por lo que
nuestra labor de enseñanza en los primeros meses debe de ser concienzuda y
continuada.

Disponer de un sumiso bien entrenado, es una meta a alcanzar por cualquier mujer
Dominante. La mayoría de nuestros encuentros sexuales tienen en el sexo oral una
de nuestras principales fuentes de placer y como quiera que a medida que se
adquiere práctica las sensaciones son mayores, se podría decir que el sexo oral
“engancha”.

Un sumiso bien adiestrado en las artes del sexo oral es capaz de saciar
completamente nuestros deseos amatorios, con lo que se podría decir que
quedamos fuera de combate.... Totalmente relajadas.

¿Actuarías entonces contra tus fuerzas por el mero hecho de complacerle a él?.

Por duro que parezca para ellos, la respuesta es No. Rotundamente No. Al menos
en esos primeros momentos posteriores al agotamiento, después seguramente
harás lo que te plazca.

Por lo tanto también la consecuencia lógica de que después de una agotadora


sesión de sexo oral, decidamos que nuestro sumiso quede en la abstinencia, es
totalmente justificable.

Beneficios evidentes.

La practica y el tiempo se encargan de poner las cosas en su sitio. Los beneficios


tanto para nosotras como para ellos no se hacen esperar:

Desde un plano psicológico, nuestra posición de Dominación se incrementa


notablemente cada vez que hacemos uso de nuestro poder de decidir sobre su
orgasmo.

Si tenemos en cuenta el entorno escénico en el cual se produce la denegación del


orgasmo de nuestro sometido, generalmente corresponde a momentos de máxima
excitación por ambas partes. Y esto tambien nos lleva a una conclusión muy clara.

"Nos prepara para llegar a sentir placer de nuestro dominio".

Superada la fase inicial y una vez alcanzado el estadio de Dominación suficiente ya


no nos causa ningún tipo de problema de carácter sentimental o psicológico su
denegación. Si bien es verdad que alcanzar este punto requiere tiempo, ya que
nuestra decisión tiene que estar libre de cualquier tipo de prejuicio y de duda
interna sobre la conveniencia o no de nuestra decisión.

Siguiendo la misma línea también observaremos, que cuando decidimos denegar el


orgasmo experimentamos un aumento en nuestra excitación, ya que en esos
momentos de excitación sexual tal decisión nos identifica si cabe aun más en
nuestro papel de Dominantes, de tal forma que con mucha frecuencia la
denegación del orgasmo de nuestra pareja viene acompañada de nuestro propio
orgasmo. Con lo que alimentamos la espiral Dominio-Placer.

"Generar esta espiral es fundamental para nosotras".

Dado que esta situación se repite cada vez más durante nuestras relaciones
sexuales, llegamos a sentir verdadero placer no por el hecho de denegarlo, si no por
el hecho de sentir y saborear con total normalidad nuestra posición de Poder.

Llegar a sentir placer de nuestra posición de poder, es una meta irrenunciable para
cualquier Dominante.

"Sin el sentimiento de poder no puede desarrollarse la dominación".

Mientras no sintamos en nuestro interior esa posición no seremos capaces de


trasmitir ese sentimiento y eso es fundamental para el desarrollo de la relación.

¿Qué pasa con el coito tradicional?.


La practica del coito tradicional (el varón como parte activa) es abandonada por
prácticamente la totalidad de mujeres Dominantes. La razón fundamental, como
decíamos, estriba en que la penetración no constituye el único componente
importante de nuestro disfrute sexual.

Por eso, la penetración pasa a un segundo plano entre nuestras preferencias, con lo
que estamos actuando directamente sobre la usual fijación de los hombres con su
pene y su eyaculación.... poco a poco esta actitud dará sus frutos y de esta manera
conseguimos colocar en un lugar secundario un aspecto al que los hombres
conceden tanta importancia.

"Doblegar el subconsciente del varón hacia el abandono del papel de dominio que
su pene representa, no es fácil, especialmente en aquellos varones donde la
sumisión no formaba parte de su forma de ser sexual".

Durante los comienzos en la D/s se hace aun más necesario si cabe demostraciones
de poder continuadas aunque graduales como la que nos ocupa hasta que nuestro
sumiso sea capaz de saborear su condición.

Las nuevas practicantes de la Dominación deben entender que este proceso es uno
de los más costosos por los que pasará su sumiso hasta que consiga su estabilidad y
su identidad, por lo que se tiene que estar muy atenta a cualquier cambio en su
estado anímico y emocional. Sobre la depresión del sumiso se ha hablado en
muchos artículos y es un hecho probado que en algunas ocasiones ha llegado a
ocasionar graves problemas personales, sobre todo en aquellas parejas donde la
Dominación femenina se ha adoptado por motivos de dudosa conveniencia y en la
que se intenta suplir por parte de la mujer una falta de entendimiento y amor por
un dominio irresponsable y carente de preparación.

Ahora bien, tambien somos muchas las que sí tenemos orgasmos vaginales, y que
no queremos renunciar a la penetración, o algunas que aún no teniéndolos
disfrutan también de ella. En este caso, resulta obvio que si la sexualidad está
destinada al placer de la mujer, deben buscarse maneras de mantener la excitación
del varón sin renunciar al placer que indudablemente nos provoca la penetración.
Generalmente este tipo de penetración dominante, suele diferenciarse de la clásica
en que el sumiso penetra a su Ama a petición de ella y de la forma y manera en que
ella desea.

"El control por nuestra parte de la penetración incrementa nuestro placer".

Ya que no tendremos que sufrir más la inexperiencia de nuestro compañero ni las


posturas inadecuadas ni los cambios de ritmo a destiempo ni tantas y tantas cosas
que hacen que generalmente la penetración termine con el orgasmo del hombre
pero no con el nuestro.

Por lo tanto la castidad no es fruto del capricho del Ama, tampoco es un castigo
como algunos no iniciados quieren verlo. La castidad es tan necesaria para poder
avanzar en una relación D/s, como lo es el combustible para un vehículo, sin
excitación no hay juego erótico, y esta forma de vida requiere de las dos cosas para
su funcionamiento.

Descubre el sabor agridulce de la sumisión.

Una vez que dispongas del control absoluto de la penetración, habras avanzado
hacia un nuevo estadio donde el sumiso siempre permanece al servicio de tu placer,
su miembro no es más que un instrumento a tu sevicio y así debe de entenderlo el
sumiso, ningún movimiento debe de escapar a tu voluntad. Generalmente
conseguirás tu placer mediante la combinación de la masturbación y el control de
los movimientos del pene de tu sumiso con arreglo a tu estado de excitación.

En este aspecto, es de reseñar, la coincidencia entre muchas de nosotras a las que


no nos gusta prescindir de la penetración, el hecho de que disfrutamos con el
contacto de nuestra vagina con el pene, pero no solemos disfrutar del bombeo
descontrolado del varón. Es por eso que durante la nueva etapa, Las penetraciones
se suelen limitar a un mero acto de disfrute del pene masculino como lo podría ser
de un vibrador.

Llegados a este punto tenemos muy clara la diferencia entre Penetración y


eyaculación; los dos actos no van unidos en absoluto lo único que tienen en común
es que los dos son decisión nuestra, podemos disfrutar enteramente de la
penetración durante todo el tiempo que nos plazca. Si el sumiso, durante la
penetración notase en algún momento que llega al punto de excitación o de no
retorno, deberá solicitarnos permiso para parar con el fin de no eyacular sin
nuestro permiso.

Esta forma de Dominación femenina con penetración es una de las más


cuestionadas por los sumisos no iniciados, ya que es con mucho por su pureza y
dureza una de las pruebas en las que se requiere mayor control mental y físico, pero
si se llega a dominar la situación, también es uno de los actos de dominación donde
más se fortalece nuestra posición y la sumisión del hombre.

"Con el tiempo nuestro sumiso aprenderá que el acto sexual ya no lo controla él,
que está bajo nuestro dominio y control, su única misión es proporcionarnos el
máximo placer.... de todo esto, él debe aprender a sacar su propio placer... dale
tiempo".

Por mi experiencia personal puedo decir que es una de las practicas que más
afectuosamente recomiendo, porque además de todos los beneficios que he
enumerado para nosotras, es una de las formas donde nuestro sumiso más disfruta
de su condición, tengamos en cuenta que en esos momentos su pene esta
recibiendo de forma directa nuestros estímulos vaginales y su instinto animal
tiende a bombear para su satisfacción, Situación que tendrá que aprender a
reprimir. (de nuevo el binomio "represión / placer = más sumisión")
El choque mental entre la represión de sus instintos mientras siente el placer de la
penetración, provocará en él irremediablemente un fuerte conflicto interno con el
consiguiente avance hacia su verdadera sumisión.

"Lo que en un principio era represión, lo convertirá en placer por servirte, y


quedará enteramente bajo tu voluntad"

Inicialmente no puedo decir que nuestro sumiso lo pasará bien, mas bien al
contrario, los conflictos son fuertes y las depresiones pueden aparecer en cualquier
momento, pero pasados unos meses, aprenderá a disfrutar enormemente de este
estadio de excitación/represión que caracteriza a los sumisos y que dispara su
sumisión hasta alcanzar su verdadera identidad.

Debemos contemplar este proceso educativo como un mal necesario para que
nuestro sumiso alcance su mayoría de edad, es decir para que nuestro sumiso
encuentre su verdadero placer en este tipo de relación y la personalidad que
necesitaba encontrar.

"Conseguir que nuestro sumiso disfrute junto a nosotras de nuestro placer y


hacerle sentir las convulsiones de nuestra vagina durante nuestro orgasmo es una
de nuestras armas más potentes de dominación".

Por este camino va otra de las técnicas puras de dominación consistente en ordenar
a nuestro sumiso que nos penetre justo antes de que alcancemos el orgasmo,
aprovechando ese placer de la penetración para incrementar aun más nuestra
excitación y provocarnos un mayor orgasmo. La sensación que nos aporta esta
técnica es altamente satisfactoria por la carga de Dominación que lleva implícita, ya
que el sumiso en este caso solo se limita a cumplir ordenes y a sentir en su propia
carne como disfrutamos con su penetración.

"Centrarnos en nuestro propio placer, nos afirma como dominantes".

Por dura que parezca esta técnica, satisface a las dos partes, porque mediante la
penetración de su pene, nosotras conseguimos aumentar con fuerza el orgasmo, es
decir que utilizamos su pene para nuestra satisfacción y esos detalles se valoran
mucho,....

"Sentirse útil para su Ama es una obsesión en todos ellos. Si además siente que es
utilizado para nuestro placer, le ayudará a sentirse realizado".

Por lo tanto y volviendo al enunciado del principio, la imposición de la castidad


nada tiene que ver con los deseos de un Ama caprichosa e irresponsable, si no más
bien al contrario, la castidad no es más que la consecuencia lógica y el punto de
llegada -con parada obligatoria- en todo proceso de Dominación.

Por lo tanto podría decirte que una vez que hayas llegado a este punto recreate en él
durante un tiempo no determinado (diferente en cada pareja), debes tomarte el
tiempo necesario para que esta actitud arraigue en ti y en tu sumiso, tranquila que
con el tiempo, se convertirá en la base y punto de partida hacia una nueva
evolución dentro de la D/s ya que las voluntades e identidades de los dos se van
alimentando día a día con esta práctica.

"No se puede avanzar sin que antes tengas el dominio de la situación".

Sobre el cuándo y el cómo permitir la eyaculación:

Mi consejo personal es que los orgasmos del varón deben espaciarse lo más posible.
Una eyaculación cada una o dos semanas parece más que suficiente para mantener
limpias las tuberías del aparato genital masculino (con la edad puede
incrementarse el período de abstinencia).

Para los profanos en la materia les recuerdo que la castidad no significa la ausencia
de sexualidad, mas bien al contrario la castidad es capaz de conseguir el “estado
permanente de excitación” y en este estado, la sexualidad del sumiso estará
presente en cualquier momento del día. Los pensamientos eróticos brotan con
mayor facilidad y en general el estado anímico mejora.

"El secreto del juego es provocar y provocar"

Debes jugar con tu sumiso provocandole un mayor grado en su excitación, a la vez


que dispones de él cuando te place para satisfacer sus deseos de sumisión
encendidos y provocados por esa situación, creando así un bucle sin fin que solo
terminará con la decisión por tu parte de autorizarle la eyaculación.

De esta forma la eyaculación pasa a ser altamente apreciada por él, a la vez que sus
orgasmos se intensifican por el simple hecho de ser enormemente deseados.

Su agradecimiento hacia nuestra decisión se hace evidente por el simple hecho de


que es una practica corriente el que un sumiso de las gracias a su Ama por tal
decisión, cabe notar aquí la diferencia entre un “gracias” protocolario impuesto por
su Ama y las palabras sinceras pronunciadas por nuestro sumiso bien adiestrado.

Para mí son una de las frases que más me hacen sentir bien, su significado traspasa
el simple agradecimiento por liberarle de esa carga. Significan su total dedicación a
mí y la prueba de su amor.

Si la denegación del orgasmo en un acto claro de Dominación, también su


autorización debe serlo.

Entonces, ¿cuándo y cómo eyaculará nuestro sumiso?.

El cuándo está claro: cuándo nosotras lo consideremos conveniente, bien porque


creamos que conviene desatascar sus tuberías para la buena conservación de la
próstata, bien porque, por cualquier razón, consideremos que es el momento.
En el cómo pueden producirse muchas variantes. Pero hay una consideración que
compartimos buena parte de las dominantes: conviene que el varón sumiso eyacule
de una forma que ponga de manifiesto su posición subordinada, además, y si es
posible, que resulte divertida para nosotras.

Cuando la mujer no está interesada en la penetración, la eyaculación del sumiso se


produce por vía de la masturbación, normalmente realizada por él mismo, aunque
hay algunas de nosotras a las que les complace “ordeñar” a su sumiso
personalmente, quizá porque les parece que es una buena manera de explicitar su
dominio. De todas formas, hay una práctica casi generalizada entre las parejas cuya
relación se basa en la dominación femenina:

"Nuestro sumiso debe tener absolutamente prohibida su masturbación sin nuestro


permiso explícito".

Hasta aquí todo esta perfecto, pero el gran problema que se nos presenta a la hora
de decidir si permitimos la eyaculación o no, se encuentra en que la eyaculación
viene acompañada de una disminución evidente de su deseo sexual. Este
inconveniente es la principal causa por la que la mayoria de nosotras retrasamos
cada vez más el momento, algunas, llegan incluso a adiestrarle en la abstinencia
total..... personalmente no lo comparto, pero en algunos casos es una realidad
constatable.

Desde mis comienzos en este estilo de vida, siempre temí no equivocarme a la hora
de tomar la decisión de la eyaculación, temores como el de la frecuencia me
asaltaban constantemente, pues la diferencia entre un sumiso excitado y un sumiso
en el “día después “ es altamente notoria.

"Por lo tanto el problema no está tanto en la frecuencia en la que nuestro sumiso


disfruta de su eyaculación sino en cuanto al comportamiento del sumiso en el “dia
despues”.

“el día después”

La necesidad de corregir el comportamiento de nuestro sumiso provocado por la


eyaculación y su posterior falta de excitación es necesaria para nosotras.

Su eyaculación debe ir seguida de medidas que contribuyan a proporcionarle el


estímulo adicional para recuperarlo. Debemos convertir por nuestra parte, su
eyaculacion en un acto de Dominación.

Si es por masturbación, Partiremos de una premisa básica: el varón debe


masturbarse siempre delante de nosotras y por indicación nuestra, no permitas
jamas que lo haga solo o a escondidas.

"Acentúa tu dominación obligándole a hacerlo en una postura altamente sumisa".


Una buena opción puede ser que le ordenes masturbarse (después de que tu ya
hayas quedado completamente satisfecha) en el suelo a cuatro patas o de rodillas.

Puede también ser más humillante que se tenga que masturbar delante de ti con
plena luz y al ritmo que tu decidas, mandale parar y que se quede con las ganas. Y
desde luego mucho más humillante si a la presencia tuya se suma la de otra mujer.

Otra técnica consistiría en ordenar a tu sumiso que se masturbe en el momento en


el que menos se lo espera, esta técnica tiene el efecto de hacer entender a tu sumiso
que se le ordena masturbarse con el fin de que disponga de una eyaculación
necesaria para su organismo, pero fuera de todo contexto sexual. Esta técnica es
ideal cuando mantienes a tu sumiso enjaulado. Libérale de la jaula y cuando haya
terminado vuelve a encerrarle, le harás entender claramente que tus motivos no
han sido otros que los de mantenerle sano.

Se puede también incrementar su excitación, y hacerle eyacular mientras frota su


pene en el exterior de tu vagina o en otra parte de tu cuerpo y luego obligarle a
lamerlo hasta dejarlo bien limpio. Esta técnica es recomendable en fantasías donde
el sumiso adopta el papel de animal de compañía. Un camino similar lo constituye
el que acude al tradicional fetichismo de los hombres, haciendo lo mismo en tus
botas o zapatos de tacón.

Otro aspecto interesante a tener en cuenta es la posibilidad de asociar la


eyaculación al disciplinamiento de nuestro sumiso:

La disciplina que requiere tu sumiso será mejor recibida si este siente placer al
recibirla (hablamos de disciplina no de castigos), por lo tanto y después de un
periodo de abstinencia, el sumiso está totalmente receptivo hacia cualquier tipo de
estimulación y ni que decir tiene que estará predispuesto a unir mentalmente el
placer con las enseñanzas que puedas impartirle durante su masturbación. Una
buena combinación es hacerle "llegar" mientras que le das ligeros azotes
(inicialmente), pellizcos en los pezones, mordiscos etc. a la vez que le asignas
ordenes o tareas a mejorar.

Otra opción consistiria en aprovechar para autorizar su eyaculación en esas


sesiones donde decides dedicarle unos momentos a satisfacer sus fantasias.

Si tu sumiso es amante de la feminización, seria válida la opción con determinada


vestimenta, y con un estilo no machista, es decir, prescindiendo de las formas
habituales en los varones de abrazar su miembro con la mano. Deberia
masturbarse por frotación de su pene, como si de una vagina se tratara.

Pero si volvemos al terreno de la humillación, una posibilidad es obligarle a


masturbase mientras la mujer le proporciona (si esta práctica le complace) una
lluvia dorada.
Y quizá una de las mejores formas de poner al sumiso en su lugar es obligarle a
eyacular mientras su ama le sodomiza por detrás con el arnés-consolador.

Las posibilidades son múltiples, y estos pocos ejemplos solo deben servirte para
estimular tu imaginación de dominante, a la hora de construir las prácticas que
mejor se adecuen a la personalidad de tu sumiso y al objetivo que persigues.

Si lo único que buscas es que tu sometido expulse su semen por creerlo necesario
por motivos de salud, acude a una práctica sustitutoria de la eyaculación mediante
el masaje prostático, que a la vez será altamente placentera para el sumiso:

El método consiste en masajear o excitar la próstata: Introduciendo un dedo por el


ano de tu sumiso, le masajearas la próstata y conseguirás que expulse el semen.

La sensación que experimente tu sumiso por el masaje y expulsión de sus semen le


será placentera, pero sin embargo no le producira el bajón del orgasmo
tradicional.... esta técnica le dejará sus energias intactas.

eyaculación por coito

llegue como llegue, nuestro sumiso perderá intensidad en su sumisión después de


la eyaculación. Y esa pérdida se prolongará durante un tiempo, que naturalmente
dependerá y mucho de la edad de nuestro sumiso y de su constitución.

"Resulta obligado contemplar un refuerzo extra tras el orgasmo"

Para que nuestro sumiso recupere y renueve con la mayor rapidez posible sus
deseos incondicionales por servirnos, aquí tienes algunas ideas:

Ese bajón al que me refiero se palia en cierto grado si el sumiso ha eyaculado de


forma totalmente controlada por nosotras, en el último momento y por decirlo de
alguna forma, cuando ya habia perdido toda esperanza de que se le autorizara a
eyacular. La humillación le recuerda su posición y su dependencia de la dominante
y contribuye, por consiguiente, a mantenerle en su sitio.

"cuando tu sumiso eyacula por medio del coito, sin haberse producido ninguna
circunstancia potente que le haya recordado que su papel en la vida es servirte,
deberás imponerle un refuerzo a posteriori que haga patente su sumisión".

Se tratará, en suma, de intensificar tus comportamientos habituales destinados a


mantener a tu sumiso en su posición, y dependerán, por lo tanto, del estilo de
dominación que tu hayas impuesto... es decir:

Si acostumbras a disciplinarle físicamente, quizá deberías pensar en que una sesión


de disciplina debería seguir siempre a su eyaculación.

Si tu dominación la explicitas e impones de forma más verbal que física, deberías


potenciar en ese momento tu comportamiento dominante, recurriendo, a un
incremento de la humillación verbal hasta el máximo nivel.

Si el dominio se concreta por medio de la prescripción de tareas o trabajos de


cualquier tipo, este es el momento de ponerle rápidamente a trabajar. No hace falta
pensar en grandes cosas, se trata de reforzar la dominación en sus términos
habituales, para que el sumiso recupere la intensidad de su dedicación y, sobre
todo, vuelva a centrarse lo más rápidamente posible en el servicio a su dueña.

"Su eyaculación no ha sido más que su "momento de gloria", -aunque fugaz-,


rápidamente debe volver a estar a tu servicio".

El trabajo de la dominante.

Pese a lo dicho, algunas mujeres piensan que un auténtico sumiso debe estimularse
a sí mismo para mantener la energía que le permite sostener con intensidad la
dedicación a su ama; que ese es su trabajo, no el de ellas. Desde el punto de vista de
la dominación, parece difícil cuestionar esta postura; pero la dominación femenina
no es exclusivamente dominación, sino también relación. Y en una relación entre
dos personas parece obligado contemplar las necesidades de las dos personas que
la conforman. Cierto que eso debe hacerse desde la posición que provoca el
intercambio de poder que caracteriza a la dominación, esto es, una relación
claramente desigual por la preeminencia que se concede por ambas partes a las
necesidades y deseos de la mujer. Pero no podemos olvidar que, por mucha que sea
la dominación, un ama debe tener presente también las necesidades de su sumiso y
colaborar a nutrirlas.

Claro que esta situación nos conduce a una pregunta que resulta bastante habitual:
¿debe asumir la dominante un trabajo arduo y continuo para recuperar la energía
de su sumiso o, dicho de otra forma, para mantenerle excitado? ¿No estaríamos
asistiendo así, en realidad, al dominio indirecto del sumiso sobre la mujer a la que
tendría que servir? Obviamente, la contestación a estas preguntas va mucho más
allá del espacio exclusivo de la práctica de la castidad a la que se dedica este
artículo, pero parece obligado contestarla, siquiera mínimamente.

La buena práctica de la castidad requiere tanto del refuerzo de la sumisión tras la


eyaculación del varón, como de una continuidad en mantener su excitación para
que la abstinencia se convierta en un acicate para el buen servicio hacia quien le
domina.

Así que el posible conflicto que a algunas les podrían crear preguntas como las
anteriores, bien podría resolverse por la combinación de las características tanto de
la dominación como de la relación: una dominante debe colaborar al
mantenimiento de la relación y, por lo tanto, a las necesidades de su sumiso, pero
sin olvidar que es el sumiso quien está dedicado a servirla a ella y no al revés.
¿Cómo hacerlo? Se trata de colaborar a mantener al sumiso excitado o a recuperar
esa excitación tras la eyaculación con un esfuerzo y una dedicación que no pueden
ser muy grandes. Es decir, se trata de recurrir a pequeños recordatorios o pequeñas
intensificaciones de la dominación, que resulten cómodamente asumibles para el
Ama y no le supongan mucho esfuerzo o, incluso, tiempo.

Esas pequeñas cosas pueden ser de muchos tipos, pero en realidad dependerán de
las prácticas y del estilo que haya impuesto la dominante en la cotidianidad de la
pareja. Pongamos algunos ejemplos para que se entienda:

El orgasmo del sumiso siempre será visto por este como un premio que le concede
su ama. Por el contrario su denegación no deberá verse como un castigo sino como
una prueba más en su educación, como el cumplimiento del deseo de su ama.

Después de un polvo, a la mujer podría apetecerle dormirse mientras le


proporcionan un suave masaje en la espalda o tan sólo acaricias; ya ha puesto a
trabajar a su sumiso para ella (y puede ser un buen rato si tarda en dormirse), y le
está recordando para lo que está, cuál es su posición y centrando su atención en
ella, sin necesidad de tener que dedicarse a trabajar para él.

Se pueden asumir otras soluciones sin que apenas obliguen a la dominante a


“dedicarse” a su sumiso. Por ejemplo, apoyando su cabeza entre el vientre y la vulva
de tal forma que alcance a poder besarla y dejarle en esa posición el tiempo que se
considere necesario, mientras nosotras nos relajamos. Cada beso significará un
“gracias” por haberle dejado eyacular.

En el caso de que sean habituales prácticas más físicas en la relación, puede bastar
con colocarle unas pinzas en los pezones para recordarle lo que pretendemos
recordarle y estimular su sumisión. De nuevo, los ejemplos simplemente sirven
para evidenciar que las posibilidades son múltiples y que deben enmarcarse en el
comportamiento habitual de cada pareja que practica la dominación femenina;
además, no deben suponer una carga de trabajo para la dominante que contradijera
la realidad de que es el sumiso quien tiene que trabajar para ella.

El placer y la sumisión del varón.

Ya hemos repetido una obviedad: en la dominación femenina la sexualidad debe


concentrarse en el placer de la dominante. Pero, como sabemos, esto no significa
que el hombre no obtenga el suyo, sino simplemente que lo obtiene como resultado
colateral, aunque intenso, del placer que le proporciona a su ama. ¿Qué le ocurre al
varón sumiso obligado a la abstinencia? Pues que se ve obligado a renunciar a un
breve momento por el que todo hombre suspira, a cambio de mantener un más alto
estadio de excitación de forma bastante permanente.

No hay más que preguntarles a los hombres obligados a practicar la castidad para
comprobar que su placer se incrementa. Y esto es tan claro que son numerosos los
ejemplos en los que muchos de ellos suspiran por esta forma de dominación,
incluso aunque no la estén practicando, bien porque su dueña no lo haya
considerado oportuno, bien porque no la tengan (puede comprobarse en las
páginas que circulan por Internet sobre la castidad).

Como en muchos aspectos de la vida, una renuncia constituye la base sobre la que
se asienta el éxito posterior; en este caso, la posposición del momento culminante
del placer, que supone la eyaculación para los varones, revierte en la intensificación
del tiempo durante el cual se disfruta del placer, entre otras cosas, porque también
el hombre disfruta de las consecuencias positivas de evitar la relajación o el bajón
que se produce tras su orgasmo.

Pero el placer del varón no queda ahí, porque en la dominación femenina su goce se
alimenta también del servicio a su ama. El auténtico sumiso obtiene un innegable
placer cuando sirve a su dueña, y ese placer se incrementa en función de su
excitación, y esa excitación crece significativamente por medio de la práctica de la
castidad. En consecuencia, la necesidad de elevar el nivel de excitación tras el
orgasmo revierte en el mutuo beneficio de las dos partes de la relación, que no es
otro que potenciar la dominación femenina y el intercambio de poder que conlleva.

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