Professional Documents
Culture Documents
Editorial Ágape
Al origen Mar
La redacción Francisco Cenamor
Quizás sea la confirmación de las teorías El mar se precipita en incesantes oleadas
evolucionistas que ubican el inicio de la vida y de sobre la arena suave de la playa a oscuras.
todas las especies justo ahí, otorgando a Darwin y a Nuestros cuerpos de quince años,
sus seguidores el reconocimiento postergado. oleaje que da el relevo a su eterno vaivén.
Tal vez sea por su majestuosidad, por su grandeza,
porque cubre casi tres cuartas partes de la superficie Era nuestro juego el atrevimiento,
de nuestra gran casa, a la que en proporción asemeja tratar de explorar desconocidos territorios bajo su
a nuestro propio cuerpo. ropa.
Ellas jugaban a ser pudorosas, sabían que no
Cabe también la posibilidad que sea el recuerdo de podíamos escapar.
historias de pescadores que sucumben ante su furor Dios miraba complaciente, escondido tras la luna.
y de otros que pasaron de los peces a las almas, El sacerdote, en misa de soleados domingos,
siguiendo a aquel que caminaba sobre las aguas y reñía malhumorado a los indecentes de las noches
multiplicó sustancia para compartir a los hombres de de arena,
buena voluntad. mirándonos mientras reíamos entre nosotros.
Posiblemente por la belleza de la gran variedad de Se delataba. Todos teníamos arena en los zapatos.
especies que la habitan en una armonía que no se También Dios (“a imagen y semejanza”),
rompe ni siquiera al paso de los grandes y el sacerdote, siempre escondido entre las dunas.
depredadores, convirtiendo en una danza perfecta lo
que en otro hábitat sería destrucción y muerte. A los diecisiete fui yo el sacerdote de una religión de
diosas,
Pudiera ser también el vaivén de sus olas, que se leyendo los textos sagrados de sus blancos pechos,
acercan y se van después de besos cortos como en calientes,
la canción que hace cuatro décadas diera fama al lejos de la frialdad de aquella vez de niño en el
catalán, y caricias largas, de grandes brazos que museo.
abrazan, de movimientos que emulan a los de los Entre sus piernas, sorprendidas me miraban aspirar
amantes, que se hacen el amor lo mismo cadenciosa el aroma sagrado de su incienso.
que intempestivamente, que reposan y vuelven al El ritual, meter dos dedos en aquel agua bendita,
ataque, y, haciendo honor a don Camilo, buscan el dejarse penetrar por el olor santo. A lo largo del día,
cobijo de la noche para sus escarceos. acudir con recogimiento a aquellos dedos,
Será la combinación de estos factores, de todos ellos, aspirar el incienso que mantenía el cuerpo en la
de unos pocos, o de ninguno, el caso es que el mar, gracia.
la playa, la arena y el sol, la inmensidad, la
tempestad que antecede a la calma, son todos ellos Un día, por fin mi alma se fundió con el mar,
por sí mismos factor que llaman a escudriñar de se elevó, ascendió al reino de los cielos.
nuevo al interior, que llaman a volver al origen, a Sus gemidos eran el sonido del mar.
volver al mar. Los cuerpos subiendo, bajando con las olas.
La noche en calma. La luna naranja.
El mar incitando a un ritmo suave.
Los ojos de mi pecho hormigueando. Volar.
Su cuerpo brillante, encendido por la luna, el sudor.
El ojo extasiado en cada curvatura de su pecho.
La brisa erizando su espalda, su pelo ardiendo, para avanzar unas pocas líneas más en la lectura,
amazona que trota sobre este joven corcel. hasta que sus ojos se volvieron a cerrar...
Lo halló sentado a la mesa junto al ventanal del
La luna es blanca de nuevo. Ha cesado el oleaje. escueto salón, con el torso desnudo y su cabello
Calma. ensortijado. Escribía ensimismado. Los graznidos de
Me posee esa religión, única defensa contingente las gaviotas y los sonidos del cercano puerto se
contra la muerte. aliaron con su intención y, divertida y taimada, se le
Su rito sagrado: amanecer aferrándome al doble cáliz acercó por detrás. Lo sobrecogió al colgarse de su
de salvación. cuello. Lo besó.
-¿Qué haces? –preguntó ojeando por encima de su
hombro.
-Escribo una carta.
-Ya lo veo. ¿Pero, a quién? -dijo con tono de fingido
Desde el otero recelo.
Doblando el papel en cuatro, él sonrió abiertamente y
Ventana al mar se levantó de la mesa.
José Luis de la Fuente -Ya he acabado.
Xiana observó por la ventana abierta como el mar La carta hablaba de noches inolvidables, de días
calmaba lentamente y con dificultad su ira. El sol felices, de recuerdos imborrables, de momentos
tenue del atardecer nuboso se reflejaba a duras irrepetibles...
penas en las todavía convulsas aguas y el bramido
furioso de días pasados dejaba paso a un rumor que -¿A quién? -insistió riendo mientras le pellizcaba el
en ocasiones volvía a ser impetuoso. Cerró los ojos costado.
sintiendo el viento en la cara... -A ti. –dijo por fin zafándose de ella.
Ahogada por su ausencia, despertó bruscamente. -¿A mí? -preguntó sorprendida.
Palpó el vacío que había en su lecho después de una -Así es- afirmó mientras guardaba la carta en el
noche mágica que sólo dos jóvenes amantes pueden mueble.
crear. La luminosa mañana entraba por la cristalera
inundando la pequeña alcoba. Se levantó y una -¿Puedo leerla ahora?
suave y fresca brisa marina la incomodó e hizo que -No.
vistiera su desnudez con la camisola de él, que yacía
de forma descuidada en el suelo tosco. Lo buscó por -¿Cuándo entonces?
la casa. La miró cautivado por su belleza durante unos
La exigua luz procedente de un sol tardío y aguado segundos.
entraba en el salón. Xiana paseó la mirada sobre el -Ya sabrás cuando- contestó finalmente.
escaso mobiliario del pequeño salón y detuvo su Se abrazaron largamente.
mirada en la alacena. Se acercó quietamente al
mueble y rebuscó en su interior hasta que tanteó el -Ahora tengo que marchar; zarpamos en breve.
papel doblado que buscaba. Desdobló la cuartilla, se -Ya lo sé- dijo ella con tono desalentado-. Creí que
acercó a la ventana y comenzó a leer. Irrumpía a habías marchado sin despedirte.
veces y a borbotones un viento tumultuoso y fresco
del mar que zarandeaba su largo cabello negro y -Jamás. Ya lo sabes.
doblaba la hoja dificultando su lectura. Con desdén, La carta hablaba de sueños rotos, de rehacer vidas,
Xiana se recolocaba el pelo y volvía a erguir el papel de continuar pese a todo, de reencuentros en algún
sagrados, obteniendo de ella, como única respuesta, arqueológicas de Chichén Itzá, los xenotes sagrados
un murmullo que a él le pareció decir algo como y los manglares cercanos a una pequeña isla casi
"cuando nos casemos", decidiendo no regresar a desierta conocida como Cancún era como si no
Guadalajara, más que por algunas cosas y a avisar a hubieran conocido Yucatán, -porque Mérida no es
los abuelos. Ya con el permiso de la madre, y luego todo,- les decía -acá está bonito con sus casas
de conseguir trabajo en una fábrica de muebles, igualitas todas encaladas de blanco, pero- aseguraba
había ahorrado lo más que podía para poder costear -allá en mi tierra, pura cosa buena-, y hasta se ofreció
una boda con toda la mano y un viaje de bodas al a llevarles en su taxi, al cabo irían muy cómodos en
sitio que había prometido desde el primer momento. el packard modelo 1950, serie 2300, casi nuevo que
De la boda y la fiesta hay poco que decir, fueron las le había vendido baratísimo un inglés que trabajaba
mejores que el barrio hubiera visto desde que los para una compañía petrolera pero que se había
más viejos tuvieran memoria. tenido que regresar a Londres porque a su esposa le
Finalmente, el viaje en autobús, más de mil había sentado mal el clima caluroso de Mérida, y
quinientos kilómetros de carretera en la que habría flemática ella como buena inglesa que era, ni que
que bordear el Golfo en medio de un impresionante hacer, porque como bien decía el inglesito, donde
calor que fácilmente deshidrataría a cualquiera, casi manda la mujer no gobiernan ni Dios ni el petróleo.
tres días de viaje que Pedro no hubiera aguantado si Y ya convencidos, allá van, a conocer la verdadera
no fuera porque no hay cosa que un enamorado no Yucatán, y las rutas mayas, y los xenotes, las
aguante, y mucho menos si está recién casado, si pirámides, las selvas llenas de monos araña y
quiere cumplir una promesa. Pasaron sin conocer ocelotes, de gente dura, de expresión fuerte y
siquiera por Cholula, Puebla, Orizaba, Córdoba, machete a la mano, que a las primeras de cambio
Minatitlán y Villahermosa, pero de ahí en adelante era soltaban el machete y aflojaban el rostro, cambiando
tanto el calor al atravesar la selva que la segunda la aparente fiereza por una calidez que nunca
parte del viaje no supieron ni por dónde iban hubieran imaginado, y al llegar a la isla, a Cancún, la
pasando, si acaso por Campeche y algún otro pueblo arena más blanca que hubieran imaginado ver jamás,
que al final, de tan extraño, no pudieron recordar su más que la de Mérida, y ya es mucho decir, unos
nombre nunca más. manglares verdes que se fundían con el mar azul, tan
Mérida, definitivamente, era otra cosa, ciudad limpia, intenso, que hasta parecía una turquesa al sol, pero
de casas perfectamente alineadas, todas pintadas de cristalina, tanto que era posible ver desde la playa el
blanco, habitada por gente morena y de baja rojo de los arrecifes de coral al que los pescadores
estatura, que hablaba con muchos localismos que daban vuelta para echar las redes, para evitar que se
ellos no entendían, pero atenta como nunca habían enredaran en ellos y entonces sí, ni pesca, ni redes,
conocido, y no es que hubieran conocido a mucha, en donde los pescadores más jóvenes se echaban al
porque ella nunca había salido de la Ciudad de agua a nadar y a pescar con arpón, sólo vestidos de
México y él cuando mucho conocía Guadalajara y sus agua y con unos carrizos a manera de tubos de
alrededores y un poco del Distrito Federal, pero como respiración como los que utilizaban los gringos que
eran jóvenes y de buen trato, no se les complicaba venían a bucear.
relacionarse fácilmente, de manera que al segundo Fue tal la fascinación que sintieron por el lugar que
día ya habían trabado amistad con don Melquiades antes de volver a Mérida, de donde partirían de
Poc-Tul, taxista que cuando no tenía trabajo se nuevo a México la tarde del día siguiente, y luego de
echaba unos pesos extra a la bolsa ayudando a su recoger algunas cosas, las pocas propiedades de
cuñado como mesero de una fondita a la vuelta de la soltera de Cristina y de despedirse de la nina Lupita y
esquina del hotel en que se hospedaban, quien esa de Asunción, porque habían decidido irse a
tarde se sentó con ellos a platicar y a tomarse unas Guadalajara, en donde ya Pedro tenía un trabajo y a
cervezas pa'la calor, les llevó a dar la vuelta en su sus abuelos, y las cosas seguramente irían mejor, se
taxi por el paseo Montejo y ya entrados en tragos les hicieron otra promesa, que cuando "agarrara agua la
convenció de que si no iban a conocer las ruinas nube" y ya "las aguas hubieran tomado su cauce", lo
primero que harían sería volver, otra vez de ayuda, al cabo que ya habían hecho mucho por ellos
vacaciones, pero ahora a Cancún nada más, aunque haciéndolos a todos profesionistas y gente de bien; y
fuera más largo el viaje, a sentir la arena fina en los así cada peso se iba al banco, se implementó en la
pies desnudos a correr por la playa y nadar en los casa un plan de rigurosa austeridad, Pedro
bancos de coral, a dormir de cara al cielo, viendo las finalmente dejó el cigarro, ya no se tomaba más
estrellas nada más, sin que les cubriera otra cosa que refresco y Cristina no encendía la televisión ni la radio
sus ganas. en las mañanas mientras hacía los quehaceres
Pero las cosas no mejoraron pronto ni las nubes ni domésticos, se les veía más contentos, con un
las aguas dieron su consentimiento, y la promesa entusiasmo que durante muchos años había
cada vez se fue empolvando más, vinieron los hijos, permanecido escondido tras de una gruesa capa de
ocho, los problemas económicos, muchos, rutina y hastío, se llenaba un calendario en que se
intercalados con tiempos de bonanza en que lo contaban los días hasta la fecha en que se cumplirían
primero era ahorrar para el futuro, para pagar la las cuatro décadas de feliz, sí, feliz, ese es el adjetivo
escuela de los hijos y que puedan tener mejores adecuado, matrimonio, pero un viernes de abril,
oportunidades que las que nosotros tuvimos, y luego faltando sólo dos meses para cumplirse la promesa, a
las bodas de los hijos y la llegada de los nietos, que mediodía, mientras Pedro cruzaba la calle que
aunque parezca que no, cuestan, y mucho; mientras separaba la tortillería de don Atenor, a donde había
tanto Cancún dejaba de pertenecer a Yucatán sino a ido a comprar medio kilo de tortillas para la comida,
un estado de nueva creación, Quintana Roo, y de su casa, desde donde apostada en la puerta le
comenzaba a convertirse en uno de los sitios esperaba Cristina con el delantal todavía puesto,
turísticos más importantes del país, a donde sólo pensando que a pesar de los años Pedro todavía se
podían darse el lujo de ir los ricos muy ricos o los veía apuesto, fuerte como un roble, como en sus
extranjeros muy extranjeros, en donde había hoteles mejores años, él levanto la mano como para
de cadenas internacionales que ni en las ciudades saludarle, sonriente, con una sonrisa que
más grandes del país tenían presencia. inmediatamente se convirtió en un rictus, se llevó la
mano al pecho, y se desplomó por un infarto
Así, cuando ya no había hijos en casa y los hijos de fulminante, como si le hubiera caído un rayo.
los hijos iban creciendo, una noche, mientras veían
televisión Pedro y Cristina, sin hablarse, como casi no Esta tarde de domingo, del 13 de julio de 2008,
se hablan los esposos que andan rondando los Cristina camina por la avenida Kukulkán del brazo de
treinta y tantos años de casados, escucharon en el Pedro, otro Pedro, su hijo mayor, a buscar una lancha
noticiero que un terrible huracán, el Vilma, había para ir al mar, a esparcir las cenizas, a cumplir la
azotado las playas de Cancún, que era el más severo última promesa.
en la historia no sólo de aquel destino turístico sino
de toda la península, que mucha gente había perdido
sus viviendas y fuentes de empleo, que los hoteles
estaban muy dañados y que las pérdidas serían
cuantiosas. Y al escuchar el nombre de Cancún,
juntos, como por arte de magia les brillaron los ojos Historias casi verdaderas
con una intensidad que hacía muchos años no tenían
y recordaron la vieja promesa, y se volvieron a Leven anclas
prometer que dos años y medio después, en el
Edgardo Castillo "Zumm”
verano, justo cuando cumplieran su aniversario de
bodas, el número cuarenta, habrían de cumplirse la -Capitán. Le traje su té.
promesa. -Gracias, señor Spencer. ¿Cree que podremos
La idea tomaba cada vez más forma, ahorrarían cada zarpar hoy?
centavo que pudieran, y le pedirían a los hijos su -Me temo que no, capitán. Está soplando una
-No señor. Marca bueno y templado. -Capitán, estamos muy lejos del mar. A muchas
millas. Este dorado mar que usted ha visto todo este
-Se está levantando una tormenta y al subir la marea tiempo, que en invierno era verde y en verano
podremos zarpar de una buena vez. La calma se amarillo con los reflejos del sol, no es más que un
tenía que terminar. Ya era tiempo. ¿No le parece, enorme trigal, donde el viento mece las espigas que
señor Spencer? Estamos preparados. ¿Cuánto hace semejan olas…
que estamos varados aquí?
Con grandes crujidos de madera reseca, el barco se
-Veinte años, capitán. Llevamos esperando veinte desperezaba y empezó a deslizarse hacia el mar, que
años que venga una gran tormenta que nos saque a aún estaba muy lejos y el capitán y el señor Spencer
alta mar… izaron la única y remendad vela que el viento cada
¡Veinte años! ¿Qué habrá sido de Margaret? vez más fuerte inflaba, mientras ellos sujetaban el
Seguramente se cansó de esperarlo y se habrá cordaje y el agua de la copiosa lluvia corría por sus
casado con otro. Posiblemente con el maldito caras, llenas de felicidad y esperanzas.
teniente Smith, que la pretendía, igual que él.
¿Qué habrá sido de mi Kate y mis dos hijos?, se
preguntaba el Sr. Spencer. Ya serán hombres y ojalá
hayan entrado al servicio de Su Majestad, en la
Marina Real.
-Me duele la rodilla derecha, como antes, cuando se
En nombre de todas las letras
avecinaba una tormenta. Déle un vistazo al
barómetro, señor Spencer. Tengo un gran El regalo
presentimiento… Creo que zarparemos hoy… Martha Silva “MarthaX”
-Ojalá Dios permita que se cumplan sus deseos -Hace mucho calor. ¿No crees hijo?
capitán. Porque sólo un milagro nos puede sacar de
aquí. -Sí.- El chico se revolvió en su asiento, torciendo su
cabeza hacia afuera del auto. Inclementes ondas de
¡Vaya! ¡El barómetro ha descendido y marca calor deformaban el paisaje citadino. Hoy cumplía
tempestad! diecisiete años, pero desde hacía cuatro él no tenía
-Mire señor Spencer como se mueve el dorado mar nada que celebrar.
en olas que avanzan hasta perderse a lo lejos, junto a “Debí preguntarle. ¿Por qué no le pregunté? Ella
la línea del horizonte. Pronto estaremos flotando y misma me regaló la pelota”.
nos alejaremos de este lugar. Nos dejaremos llevar
por el oleaje de la pleamar y luego izaremos la única Su madre sabía en qué pensaba, era un día
vela que nos queda, pero con eso bastará… particularmente difícil.
-Está comenzando a llover. La tormenta se avecina, “Sólo fue un instante. Los dejé solos un momento, en
lo que regresé a la orilla por la pelota. Luego ya no la Poesía desde el otro lado del estercolero
vi. Esa parte no estaba honda, ni había olas fuertes.
Debí preguntarle. Así, tan fácil: „¿Sabes nadar?‟ Pero Muros de arena
no… corrimos, yo iba adelante pero todos estábamos
emocionados. Unos se salpicaban agua y gritaban. Carlampio Fresquet
Era la primera vez que nosotros veíamos el mar. No Sigo construyendo laberintos
le pregunté a nadie… Si ella no sabía ¿por qué nos a orillas del mar turquesa,
dejaron solos? A ella. Yo fui un pendejo. Debí muros artificiales de arena
cuidarla. Pero yo no sabía…” que la marea ha de fundir.
Semáforo en verde, alguien tocó el claxon. Su mamá Levanto paredes tozudas
también debía estar distraída. negando el oleaje claroscuro
que perturba la balsa de aceite
“Cuando regresé con la pelota, ya no la vi. La llamé y para abandonar el agujero.
no respondió. Pregunté a los demás, nadie sabía. Apilo azulejos a millares
Luego grité. Salí del agua. Grité más fuerte. Después sin patrón para tu mosaico.
todo es confuso. Llegaron algunos tíos, asustados Soy un camicace apátrida
por los gritos. Les dije que no la encontrábamos, que desea volver al mar
corrieron y luego nadaron hacia donde la vimos por con miles de palabras bomba
última vez. Algunos me culparon. Su madre lloraba, que carecen de detonador;
gritaba. soy un conductor suicida
Los niños estaban llorando también. Yo sólo podía cegado en la neblina
ver la pelota, anaranjada, llena de arena, junto a las de la atmósfera de zinc
chanclas que todos dejamos al pie del tronco de la que desdibuja nuestro paisaje.
palapa…” Consciente de ser el espejo roto
que devuelve fragmentos cubistas
[Toc toc] Alguien suena el vidrio de la ventana.
intento agrupar mis partes,
-¡Cómprele un juego de agujas a su mamá! A diez pegándolas con arena mojada,
pesitos, joven. sin dejar de reflejar
El muchacho desvía la mirada y se concentra en el bocados de realidad.
tablero.
“Tenía los labios azules cuando la encontraron. Yo no
la vi. Dicen que parecía dormida.”
-Hijo, baja el vidrio un poco más, hace calor…
¿Quieres que compre algo especial? ¿Un pastel?
¿Pizza?
-No, nada, mamá.
-Te entiendo.
Sí, algún día volvería al mar sin sentir dolor pero
nunca tendría ánimos para celebrar otra vez un
cumpleaños.
Memorias de una bruja… y loca vida, oscuros como mis intenciones en su cuerpo,
destilando las caricias que hemos visto juntos
Sonrisa pluvial derretirse a cada instante sin remedio; las letras y los
espacios sobrando, esos movimientos concluidos, y
Claudia Palatucci “Jezabel” los ojos entrecerrados y las piernas entumidas. ¿¡Yo
Mirando fotos y recuerdos me entretengo. Esas qué sé del clima y de los cerros!? Ahora se acerca y
formas garigoleadas que me acercan a un remanso me dice: tengo ganas de pescado. Es así como
de paz, o incluso a una hipnosis sustancial; me comienza nuestra vuelta a ese mar que se ha vuelto
encantaría que fuera el momento del encuentro, que a embravecer. ¡Me encanta verlo sonreír!
se repitieran los brincos de antaño donde sacudía el
lomo sin tanto problema, sin que nadie se diera
cuenta, donde lo único que bastaba es que fuera
bueno… e invisible.
La casa en el ciruelo
Poema
Sergio Manganelli
Yo sé de mar,
de sal,
de campanadas.
Fui navegante
sin haber nacido,
y me perdí
en el vuelo del albatros.
Yo me escapé
del tiempo
en un naufragio,
y sufrí por las noches
las ganas del regreso.
En invierno
en las playas,
Nadie podría saberlo, a menos que yo lo contara. Y trato de descubrir
eso, es ya un buen momento. Basta ya de hablar en la luz de los corales,
verso, que la rima me desgasta y no deja concentrar y suelto al mar
a mi cerebro. Como iba diciendo, -proseguimos-: bandadas de botellas
poseer esa mente fantasía, llena de poesía sin con estrofas de tangos.
recatos ni recuentos, se ha malogrado gracias a las
fuerzas de mi amor, de ese profundo hombre Sólo la suave complicidad del viento.
encantado de conocerme, que se embrolla en mis
mechones de cabello cantando y danzando a un fiel Mientras las olas
vapuleo. derraman en la arena
Su sonrisa singular e inigualable; sus ojos llenos de fragancias submarinas,
El paquete de lona seguía agitándose en espasmos y sesgos de guadaña. El Anacapri rolaba y cabeceaba.
estertores. Pensó en cribarlo con el arpón. Ensartarlo Lucas se arrastró hacia la timonera, y en la escalerilla
una y otra vez, hasta que esa inmundicia dejara de un golpe de mar casi lo traga. Se abrazó a los
moverse. peldaños metálicos. Otro golpe hizo crujir el espejo
Se volvió hacia el barómetro extrañamente inmóvil y de popa.
lo golpeó con los nudillos. La aguja comenzó a bajar Logró subir. En un rincón, con la cabeza
con rapidez, con demasiada rapidez. bamboleante, el brazo convertido en una
-La puta madre -murmuró con los dientes apretados. monstruosidad sin nombre, el Corto seguía delirando.
Mientras sus ojos seguían la marcha descendente, se -Nado cerca de la superficie. Nado y el agua es
acarició la medallita de Stella Maris. Salió al puente y verde. ¡Las corvinas! Cerca, muy cerca. Hambre,
aspiró de nuevo: tierra húmeda, agua, ozono, algas corvinas. El brillo de la carnada me llama. Un buen
podridas. Las señales le llegaron con nitidez, ¿por bocado. Hambre, brillo. Lo muerdo -gritó
qué no las había olido antes? retorciéndose-. ¡Ahhh! ¡Duele! ¡Duele el paladar
Pensó en encender el reflector, cuando El Corto como la gran puta! ¡Me enloquece el dolor! -con la
apareció a su lado. mandíbula encajada, contraía los labios en una
mueca.
-Lucas -dijo-, vas a tener que arreglártelas solo -
apoyó la espalda en el tabique de madera y cayó Iluminando el escenario, un relámpago de hierro
sentado-. Siento la boca seca, y ampollas en las zigzagueó. Lucas empujó el acelerador a fondo. Lo
encías y el paladar -tosió-. Me cuesta respirar, como asaltaron moles de agua salada. Oyó los gemidos del
si tuviera paralizado el pecho -se llevó la mano sana casco, torturadas sus cuadernas, hasta que llegó el
a la frente-. Lo peor es que no puedo olvidarme de trueno como un millar de tambores. El Anacapri caía
sus ojos. Esos ojos negros, rabiosos, clavados en los en las simas y trepaba cumbres movedizas. Cuando
míos. Y algo más, que no sé explicarte. se equilibraba en la altura, la hélice quedaba
expuesta y el barco se echaba atrás. El diesel rugía,
-Aguantá, macho -dijo Lucas- en un par de horas se atragantaba. La lluvia se descargó compacta,
entramos a puerto. balas fosforescentes que estallaban contra los
-Veo el fondo del mar -el Corto cerró los ojos y cristales. Luchando por mantener el rumbo, la mano,
continuó hablando. Frases sueltas, febriles-. Valles como una tenaza en su hombro, le produjo un
oscuros. Unas cosas, como langostas con tentáculos, escalofrío.
se arrastran en el barro. Se esconden de mí, tienen -¡Es él! -gritó el Corto obligándolo a volverse, la cara
miedo... febril, la locura en los ojos. Una baba espesa,
Lucas, agachado junto a él, lo abofeteó. sanguinolenta, le manchaba el pecho-. ¡Es él, que
quiere volver al mar! ¡Tengo que liberarlo!
-¡Corto! -le gritó al oído- ¿Dejaste la bomba
conectada? -¡Estás enfermo! -Lucas lo sacudió por los hombros-.
¡Reaccioná, Cortito! -no pudo soltarse de esos dedos
-Sí. No. No me acuerdo. implacables-. ¡Esa mierda de animal! ¡Tenés veneno
Lucas le saltó por encima rumbo a la sentina. en el cuerpo!
Se encontró con el agua a las pantorrillas, y encendió El Corto se abalanzó por la puerta. Las olas
la bomba. En la cala, unos puños ensordecedores parecieron renovar su poder. Lucas no se atrevió a
aporreaban el casco. dejar el barco sin gobierno. Apuntó el reflector a proa,
El viento ganaba intensidad, arrastraba avalanchas y un momento más tarde alumbró a su compañero. El
de nubes compactas, gibosas, de resplandores Anacapri se precipitaba por una pendiente abrupta,
violáceos. cayendo en un abismo oleoso, sin fondo. Bajo la luz
amarillenta, cortada por relámpagos mercuriales, vio
Las olas reventaban en cubierta, barriéndola con al Corto: desataba los nudos que impedían la fuga de
Claudia Palatucci “Jezabel” (México) Portada, Gaviota al vuelo de Juan Carlos Ramos
Oh, sicóloga (o psicóloga) (hocicóloga), de profesión; León (http://sinolodigoexploto.blogspot.com/).
“metiche” con licencia, para dar crédito a la locura de
los ajenos, nieta de mulatos y de ojiazules españoles,
Poesía desde el otro lado del estercolero, En la
nacida en la tierra de los alacranes, Durango, México.
trinchera de Carlampio Fresquet Pérez.
Gusta de la música árabe, flamenco y brasileña; se le
verá danzando por ahí de vez en cuando entre letras
y dibujos; diseñadora gráfica de afición, editora de Desde el otero, Ventana al mar de José Luis de la
fulanas revistas independientes y organizadora de Fuente, basado en el cuadro Muchacha en la
eventos especiales (sobre todo en familia). Su ventana de Salvador Dalí.
especialidad en la cocina: changüiches y sopas
Maruchan.
Memorias de una bruja… y loca, Enamorados
tomada de Mi tribu urbana
(http://mitribuurbana.zonalibre.org).