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DIEGO A.

MANRIQUE 19/03/2007

Agua del grifo

Lo adelantó David Bowie, siempre ágil para captar el zeitgeist. En


2002, avisó a The New York Times de que "la música se va a convertir
en algo parecido al agua o la electricidad". Es decir, mercancía
prácticamente gratis, disponible con un gesto mínimo, como abrir el
grifo.
Así ha sido. Los testarudos siguen con el equivalente del agua
embotellada pero la mayoría prefiere el agua corriente. Con la
particularidad de que estos consumidores alardean de su opción -"ya
no tengo discos", he llegado a oír- ya que el iPod y equivalentes están
en lo alto de la pirámide tecnológica: máquinas ergonómicas, con
inmensa capacidad e ingeniosas prestaciones. ¡El iPod es sexy!
Interesante duda: ¿se paladea la música o se vive La Experiencia
iPod?
Da lo mismo, inútil resistirse a una moda que nos hace obviar las
carencias del MP3 y soportar el daño de esos auriculares diminutos.
Cambiarlos por unos cascos cómodos no es una opción: queremos
crearnos una burbuja sonora pero sin llamar la atención, no vayan a
confundirnos con fanáticos apasionados.
Aún peor: esos reproductores aplanan cualquier percepción histórica
de la música. Se pierde el concepto de obra: preferible almacenar
equis temas de tal artista en vez de aspirar a una idea más o menos
global de su creatividad. Las jerarquías se van al carajo: sumamos
frikerios, chistes, curiosidades; lo sublime y lo absurdo naufragan en
nuestro mar de gigas. Sin algo de esfuerzo mental, la escucha es tan
trivial como la de un hilo musical.
No existe relación física con la música. No hay carpeta, librito, letras.
No necesitamos información para seleccionar lo que asaltará nuestros
oídos; hay libros, revistas que nos sugieren qué temas añadir.
Ciertamente, como el agua: un producto necesario, incluso deleitoso,
pero sobre el que nadie reflexiona demasiado.
El siguiente golpe de Apple, una vez resuelto el contencioso con los
Beatles, será vender iPod cargados. ¿Para qué molestarnos en
alimentar nuestros juguetes? Steve Jobs nos evitará pensar y decidir:
tendremos aparatos con Lo mejor de los 80, Grandes éxitos del
Barroco o Música para hacer Pilates. A un paso de la Rekal
Corporation, la empresa especializada en implantes de memorias que
Philip K. Dick imaginó en Podemos recordarlo por usted al por mayor.
Lo inquietante de desconfiar del iPod es que uno termina sintiéndose
Norma Desmond, la protagonista de El crepúsculo de los dioses,
aquella cruel historia hollywoodiense de Billy Wilder. Cuando se topa
con Joe, el guionista, éste la reconoce como una diva del cine mudo,
"usted era grande".
Ella responde airada: "¡Soy grande! ¡Son las películas las que
empequeñecieron!". Exacto: la música es grande pero encoge con sus
nuevos soportes, se devalúa con los actuales hábitos de consumo.

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