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El apetito de la injuria / 1

2 / Juan Carlos Acebedo Restrepo


El apetito de la injuria / 3

El apetito de la injuria
Libelo, censura eclesiástica y argumentación en la prensa del
Huila (1905-1922)
4 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 5

El apetito de la injuria
Libelo, censura eclesiástica y argumentación en la prensa del
Huila (1905-1922)

Juan Carlos Acebedo Restrepo

Colección de Investigación
Editorial Universidad Surcolombiana
6 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

© Juan Carlos Acebedo Restrepo

© de esta edición
Editorial Universidad Surcolombiana

Primera edición:
Noviembre de 2008

ISBN 978-958-8154- -

Todos los derechos reservados.


Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso de la Editorial.

Diseño editorial de portada y páginas internas:


María Constanza Cardoso Perdomo

Ilustración de portada y páginas interiores:


Phanor Satizábal

Ilustración de portada:
Mesa de Diálogos, Óleo-Lienzo
153 x 126 cms

Fotografía digital:
María Mónica Bonilla

Impresión y encuadernación:

Impreso y hecho en Colombia

Editorial Universidad Surcolombiana


e-mail: editorialusco@usco.edu.co
Dirección: Avenida Pastrana Carrera 1a.
Neiva - Huila - Colombia
El apetito de la injuria / 7

A la memoria de Arturo Alape (1938 – 2006), maestro y amigo.

A Jairo Ramírez Bahamón, quien nos contagió su pasión por la historia


regional y desbrozó buena parte del trayecto que otros hemos intentado
seguir.
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Agradecimientos

Aun cuando la indagación sobre asuntos históricos tenga un alto


componente de trabajo solitario por parte del investigador, si
persevera en su búsqueda podrá encontrar personas experimentadas
que le ayudarán a remontar los obstáculos, con quienes podrá
dialogar sobre sus atisbos e interrogantes, y que le plantearán
desafíos y oportunidades para avanzar en sus borradores. Este es
el lugar para dejar constancia de estas pruebas de la solidaridad
intelectual y del honrado cumplimiento del deber, por parte de otras
personas que hicieron más transitable nuestro andar.

Los historiadores Bernardo Tovar Zambrano y Reynel Salas me


invitaron a participar con un artículo en la edición del sexto tomo
de la Historia General del Huila, publicado en 2005, con ocasión del
centenario del Departamento, y a realizar una ponencia en el
Congreso de Historia Departamental organizado por la Academia
Huilense de Historia el mismo año. Su aliento y generosas
observaciones fueron el estímulo principal para concluir el primer
capítulo de este libro.

Asimismo, el profesor Fabio López de la Roche, adscrito al IEPRI


de la Universidad Nacional, en su condición de Director de mi tesis
para optar el título de Magíster en Historia en la Universidad
Nacional, de la que se desprende este libro, aportó referencias
bibliográficas certeras, leyó y comentó con interés y rigor el
10 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

anteproyecto y los borradores de los diversos capítulos, y me


acompañó solidariamente en la defensa de mi monografía. Su
generosa invitación a participar en una mesa coordinada por él sobre
periodismo y literatura en las Jornadas Andinas de Literatura
Latinoameriecana Jalla 2006, realizadas en Bogotá, me sirvió de
acicate para escribir el capítulo segundo. En tal ocasión, me beneficié
de los comentarios y aportes de Maryluz Vallejo Mejía y de Nelson
Castellanos, con quienes comparto búsquedas similares. El texto
que Fabio López de la Roche escribió a modo de prólogo para este
libro, sin duda contribuirá a la recepción crítica del mismo por parte
de la comunidad académica.

El diálogo y la asesoría de varios historiadores me aportaron


pistas claves para recorrer caminos intrincados. La obra histórica
de Jairo Ramírez Bahamón, quien ha investigado a fondo la historia
de la educación en el Huila y el Tolima, se convirtió en una brújula
fundamental para mi labor. En el apartado de balance historiográfico
y en el capítulo tres sobre el debate educativo, espero haber dejado
claro el significado de su contribución para mi propia búsqueda y
en general para la historiografía regional.

Por su parte, el profesor Francisco Ortega, adscrito al Departamento


de Historia de la Universidad Nacional, escuchó con interés mis
inquietudes y hallazgos, aportó valiosa bibliografía y me ayudó a
despejar algunos interrogantes fundamentales, alentándome a seguir
adelante en mis pesquisas. Recibí también aliento y consejos de varios
profesores del Departamento de Historia de la Nacional, en especial
de José Antonio Amaya, Pablo Rodríguez y Bernardo Tovar.

Gabriel Restrepo Forero y Susana Friedmann, profesores de la


Universidad Nacional, hicieron valiosos comentarios y recomendaciones
para mejorar y complementar el texto.

Alfredo Olaya Amaya, profesor de la Universidad Surcolombiana,


como experto en los ecosistemas regionales, me asesoró en el
planteamiento de la dimensión espacial y territorial del Huila, que
incluyo en la introducción. También me nutrí de los aportes que al
respecto hizo el historiador huilense Reynel Salas.
El apetito de la injuria / 11

Arturo Alape conoció una parte de este trabajo y – pocas semanas


antes de su muerte en octubre de 2006- me instó a concluirlo y a
publicarlo. Sus indagaciones sobre la censura de prensa en Colombia
fueron un estímulo importante para desarrollar el tema de la censura
eclesiástica.

Phanor Satizábal aportó la ilustración de portada y de las páginas


interiores de su serie «Dialogantes». La ilustración de la página 53
fue elaborada especialmente para esta edición, a partir de una
amistosa conversación que sostuvimos en su casa sobre el contenido
de este libro.

El Comité Editorial de la Universidad Surcolombiana y Cecilia


Repizo, su Coordinadora, respaldaron la publicación de este libro
en la Colección de Investigación. María Constanza Cardoso,
diagramó e hizo la armada digital del libro con la destreza y
pulcritud que ha demostrado y el cariño de siempre.

Como una evidencia palmaria del atraso dramático que tiene el


departamento del Huila en materia de organización de sus archivos
históricos, la mayor parte de la documentación sobre la prensa
huilense se encontró en hemerotecas de Bogotá y Medellín; la otra
se halló en el archivo de la Diócesis de Garzón y en la Biblioteca del
Seminario de Garzón. Son especialmente valiosos los archivos de
periódicos huilenses que posee la Hemeroteca de la Biblioteca
Nacional de Colombia, institución sin cuyo apoyo y servicios no
hubiera sido posible adelantar estas indagaciones.

Debo asimismo agradecer al Obispo de la Diócesis Garzón,


Monseñor Rigoberto Corredor, y a Monseñor Agustín Sierra, Vicario
General, quienes me facilitaron la consulta del periódico El Eco del
Vaticano en los archivos de la Diócesis. El padre Guillermo Morales,
profesor de Teología del Seminario de Garzón, colaboró con vivo
interés en mis pesquisas en la Biblioteca del Seminario, pocos meses
antes de fallecer en el año 2007.

Mi esposa Mónica Bonilla realizó la fotografía digital de una parte


de los archivos de la prensa huilense que examiné en este trabajo, y
12 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

ayudó a organizar mis documentos relacionados con el tema y a


digitar los anexos. Su apoyo constante en el ámbito familiar me
permitió disponer de tiempos y espacios para lograr la necesaria
concentración que este tipo de trabajos reclama.

La Universidad Surcolombiana, a través de la Vicerrectoría de


Investigación y Proyección Social, dirigida en su momento por el
Doctor Jairo Rodríguez R., apoyó mi labor con la asignación de
algunas horas de mi tiempo laboral en el lapso 2005-2006 para
adelantar estas pesquisas y con recursos financieros para
desplazamientos y la adquisición de bibliografía. Nancy Catherine,
funcionaria de dicha dependencia, con su actitud diligente hizo más
expeditos los trámites para la ejecución de los recursos.

Los directivos y colegas de la Facultad de Ciencias Sociales y


Humanas de la Universidad Surcolombiana, en especial los colegas
del Grupo de Investigación Memoria y Región al que pertenezco, junto
con los estudiantes del pregrado en Comunicación Social y
Periodismo, apoyaron esta búsqueda y disculparon mis ausencias
cuando tuve que desplazarme a Bogotá o a Garzón a sumergirme
en los archivos de prensa.

A todos ellos mi sincero agradecimiento.


El apetito de la injuria / 13

Contenido

Pág.

Prólogo .............................................................................................xvii
Fabio López de la Roche

Introducción ................................................................................... xxv

1. CAPÍTULO I.
PRENSA CATÓLICA: ANTILIBERALISMO,
MORALIZACIÓN Y OPINIÓN PÚBLICA EN EL HUILA.
El caso del semanario Dios y César de Garzón (1910-1913) 55

1.1 Religión y política: polémica en torno al folleto de Rafael


Uribe Uribe ...................................................................................... 72

1.2 Emergencia de una esfera pública de discusión ................. 80

2. CAPÍTULO II.
CENSURA ECLESIÁSTICA Y LIBELO DIFAMATORIO
EN LA PRENSA CATÓLICA Y LIBERAL DEL
DEPARTAMENTO DEL HUILA 89

2.1 Doctrina de la iglesia católica frente a la «mala prensa» .... 92

2.2 Censura eclesiástica de la prensa liberal del Huila ............ 97


xiv
14 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

2.3 Usos y abusos del libelo difamatorio ................................... 104

2.4 La lucha de las clasificaciones ............................................... 121

3. CAPÍTULO III.
LA EDUCACIÓN EN EL HUILA (1909-1917): CAMPO
ESTRATÉGICO EN DISPUTA Y ASUNTO DE DEBATE
PÚBLICO 131

3.1 El Colegio Paredes desafía la autoridad


del Obispo Rojas ............................................................................. 134

3.2 La exclusión de José Eustasio Rivera y el discurso


pedagógico moderno .................................................................... 136

3.3 La Normal de Señoritas de Neiva: comunión diaria y


choque de fueros ............................................................................ 143

3.4 Cartas cruzadas: la polémica de Ramón Alvira con el


Obispo Rojas ................................................................................... 150

3.5 Los rasgos paradójicos del proceso de modernidad


en la región ...................................................................................... 173

3.6 El campo de la educación: lenta diferenciación


de las esferas ................................................................................... 179

4. A MODO DE CONCLUSIONES 191

4.1 Interacciones comunicativas regionales, formación del


campo periodístico y proceso de modernidad 193

4.2 Modos de argumentación 196

4.3 Géneros discursivos y periodísticos 198

BIBLIOGRAFÍA 205

ANEXOS 217
El apetito de la injuria / 15

Lista de cuadros

Pág.

Cuadro 1. Hechos del campo político y su repercusión en


el campo del periodismo regional 61

Cuadro 2. Censura Eclesiástica a periódicos dirigidos por el


periodista y político liberal Anselmo Gaitán Useche en el
Departamento del Huila (1909-1929) 98

Cuadro 3. Interacciones entre el campo político (y religioso)


y el campo del periodismo. Departamento del Huila:
(1905-1922) 178

Cuadro 4. Posiciones y alianzas en el campo político 183


16 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 17

Prólogo

E l libro que a petición de su autor tengo el placer de presentar


y el reto de invitar a su lectura, constituye un trabajo inter y
transdisciplinario entre la historia socio-cultural, el análisis del
discurso, la teoría de la argumentación y la sociología de los campos
de Pierre Bourdieu, tradiciones intelectuales que Juan Carlos
Acebedo aplica al estudio de la prensa y del campo periodístico en
el Departamento del Huila en las dos primeras décadas del siglo
XX.

Dialogando de manera creativa con este instrumental teórico a


partir de los hallazgos empíricos que va produciendo su revisión
juiciosa de la historiografía política, de la educación y del
periodismo en la región, así como de los archivos de prensa y de
los periódicos regionales de la época, el trabajo de Acebedo muestra
las tensiones que se producen en una región de modernización
incipiente donde el control social, cultural y político de la población
por parte de la Iglesia católica, es desafiado por algunos intelectuales
laicos y por núcleos minoritarios de inspiración liberalizante y
anticlerical.

Integrando el análisis de las prácticas discursivas y de los modos


de argumentación al estudio del funcionamiento de la esfera pública
en el Huila, Juan Carlos Acebedo aporta elementos de juicio
18 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

importantes para la comprensión de las características de la cultura


política hegemónica en el Huila de aquellos años, que en muchos
de sus rasgos de dogmatismo y de propensión a la uniformización
cultural autoritaria de la población estaba en sintonía con el modelo
de la Regeneración y con los postulados antiliberales y actitudes
antimodernas desarrollados por la hegemonía conservadora a nivel
nacional.

Una mirada superficial al trabajo de Acebedo podría concluir que


en este estudio sobre el periodismo y la hegemonía conservadora
en el Huila no habría nada novedoso y lo que estaría mostrando el
autor tendría que ver con «más de lo mismo», con lo que ya
conocemos como tendencia dominante a nivel nacional. A este
respecto habría que decir que la confirmación a nivel de una región
insuficientemente estudiada y documentada, de una tendencia
nacionalmente dominante, contribuye a completar el mapa del
funcionamiento nacional de la cultura política en un determinado
período. Más allá de esta función de ir completando ese mapa, la
revisión adelantada por Acebedo de la historia cultural, educativa
y política del Huila en el período estudiado, aporta importantes
elementos de juicio sobre la dinámica político-cultural regional y
local, así como matices indispensables para la comprensión de las
fisuras y tensiones dentro de la propia tradición conservadora.

En este sentido resulta interesante la capacidad del trabajo de


Acebedo de mostrar las resistencias activas y pasivas a la hegemonía
conservadora/clerical en el marco de las confrontaciones ideológicas
e intercambios retórico-políticos entre algunas de las figuras más
visibles de la polémica pública regional de aquellos días. También
su capacidad de llamar la atención sobre el funcionamiento en tanto
dispositivos críticos, de tradiciones democráticas y de libre
pensamiento heredadas del siglo XIX, actualizadas en contextos
adversos de dominación autoritaria y oscurantista. No menos
importante resulta en la aproximación del autor a la comprensión
de las pugnas por el sentido de la acción política y cultural, su
intento de observar las diferencias entre conservadores históricos y
nacionalistas y la manera como ellas incidieron en cambios de
concepción y en ciertos virajes de las prácticas políticas dominantes
El apetito de la injuria / 19

en la región en el período estudiado. Las polémicas suscitadas por


el famoso escrito de Rafael Uribe Uribe acerca «De cómo ser liberal
en Colombia no es pecado», documentadas también en el caso de
otras historias regionales, y sobre todo, la participación en esta
historia de un intelectual regional que luego iría a ocupar un lugar
de honor no solo en la literatura colombiana sino a nivel de las letras
hispanoamericanas, el entonces inspector educativo José Eustasio
Rivera, constituyen también otros puntos de interés en la
articulaciones diversas entre lo nacional, lo capitalino y lo regional/
local a nivel de la política, la educación y la cultura.

Pero tal vez el mérito principal del trabajo desarrollado por


Acebedo es el de la exploración y visibilización de los formatos y
los géneros típicos del periodismo regional de aquellos días, de su
papel en la pugna por el sentido y de su articulación con proyectos
dogmáticos y autoritarios de tipo católico-tradicional: el libelo
difamatorio, el pasquín, el decreto de excomunión, el poema satírico,
la carta abierta, y la ligazón de ellos con el púlpito, el rumor, el
epíteto despectivo y la autoría anónima o seudónima. Como lo
muestra muy bien Acebedo, comentando las herencias recibidas por
el periodismo de la cultura política doctrinaria y pasional del siglo
XIX, el liberalismo solía recurrir también a algunos de esos géneros.

Esa articulación entre tradiciones de cultura política, formatos y


géneros periodísticos, y modalidades de comunicación con la
sociedad, constituye una pauta metodológica importante para el
análisis de las propias culturas políticas en diferentes épocas
históricas. El conocimiento de esas articulaciones discursivas, modos
de argumentación y formas de comunicación puede arrojar
importantes luces sobre la naturaleza autoritaria o democrática de
los gobiernos, los líderes políticos y los partidos.

Un fenómeno como el régimen de verdad y el dogmatismo


político-religioso estudiado por Acebedo en la vertiente católica
ortodoxa del periodismo huilense de las primeras dos décadas del
siglo XX, podría pensarse hoy, desde una visión mecánica y lineal
del progreso en la historia, como algo superado por la evolución
posterior, las lógicas y las dinámicas de la modernización capitalista
20 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

y de la modernidad burguesa en el país. Sin embargo, las realidades


de la vida moderna y de nuestra existencia en sociedades
contemporáneas con frecuencia solo declarativamente democráticas,
son mucho más complejas, en la medida en que los procesos de
afirmación de tradiciones de cultura democrática no necesariamente
siguen una línea ascendente o ininterrumpida –pueden tener lugar
renacimientos autoritarios y sacralizantes-, y que los dogmatismos
y los autoritarismos están potencialmente presentes tanto a la
derecha como a la izquierda del espectro político.

Pensemos por un instante en los discursos de muchas vertientes


de la prensa de izquierda marxista de los años 60 y 70, en sus
percepciones del materialismo histórico y dialéctico como verdad
revelada y «única doctrina correcta», en las concepciones y prácticas
de sacralización del Partido, de su Secretario General o de su
«Comité Central», o en el ideal militarista a fin de cuentas, así se
revistiera de altruismo y vocación de servicio al pueblo y a la causa,
de muchos jóvenes de entonces que anhelaban ser comandantes de
la Revolución. No casualmente hablaba algún cientista social
latinoamericano, a propósito de los años 60 y 70 en América Latina,
como de una época de una gran «inflación ideológica». Tengo la
certeza de que nuestra izquierda armada, pero también la legal
(académica, obrera, sindical, intelectual, universitaria, artística), ha
tenido que vivir -sobre todo desde la segunda mitad de los 80, hasta
nuestros días-, un nuevo proceso de secularización política y
desacralización de sus referentes políticos y ético-valorativos, de
otro tipo, diferente de los procesos secularizantes agenciados por
los liberales decimonónicos o por los opositores a los casi cincuenta
años de hegemonía conservadora. Este nuevo ciclo de secularización
política se ha dado también en las desmovilizaciones de las
guerrillas que se han producido desde finales de los años 80 y
seguramente se seguirá dando, al menos en los militantes más
creyentes, más ideologizados y menos pragmáticos y utilitarios, entre
las futuras camadas de guerrilleros reincorporados a la vida civil.

Y a propósito de la comunicación y de la cuestión de sus formatos


y géneros que aquí nos ocupa, ¿qué decir hoy de líderes como Fidel
Castro y de su comunicación política que acostumbró a masas de
El apetito de la injuria / 21

millones de personas a discursos maratónicos y verticales de cuatro,


cinco o más horas, ante los cuales la única respuesta posible era el
aplauso frenético y la comunión ideológica?

Con todo el sentido histórico que reconocemos tuvo la revolución


cubana para América Latina y para las luchas sociales en el mundo,
y reconociendo el papel jugado por el propio Castro en el proceso
revolucionario de su país y en la historia latinoamericana
contemporánea, ¿podríamos hoy reivindicar como deseable ese
modelo retórico de discurso del poder? El socialismo del siglo XXI,
a propósito de la emulación por Hugo Chávez de ese tipo de
comunicación vertical de masas, ¿no debería propiciar formas más
horizontales y más respetuosas de comunicación del poder, que
incorporaran incluso la propia disidencia o la validez de la distancia
crítica frente al mismo?

Toda esta reflexión sobre nuestro pasado reciente vale para decir
que si bien muchos de los sectarismos y doctrinarismos del
periodismo estudiado por Acebedo se asociaban a características
de las sociedades tradicionales y a sus pautas religioso-doctrinarias
de integración social y cultural, nuestra experiencia periodística y
comunicativa moderna y contemporánea ha sido también la de otras
homogeneizaciones o uniformizaciones y la del funcionamiento
social de otras visiones sacras de la política y la sociedad.

A propósito de los géneros estudiados por Juan Carlos Acebedo


y en particular del género del libelo difamatorio a comienzos del
siglo XX, no puedo dejar de mencionar la presencia notoria y
apabullante, en la prensa electrónica y en las páginas de opinión de
Internet colombianas de los últimos años, del epíteto despectivo y
de la descalificación personal -con fuertes acentos moralistas- de
quien piensa diferente, escudada también ahora en el anonimato
del pseudónimo, como lo estuvo en la sectaria prensa conservadora
y clerical.

La política como creencia, como actitud fideísta y de cruzada,


reaparece hoy también en Colombia, paradójicamente en contextos
de secularización, acicateada por nuevas condiciones históricas de
22 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

polarización alrededor de los temas del conflicto armado, del


desplazamiento y del secuestro, en amplios sectores del uribismo
que no aceptan la más mínima disidencia ni la más mínima crítica a
su cuasi-divinidad presidencial, así como en amplios sectores del
antiuribismo absolutamente pasionales que no le conceden al
presidente la más mínima realización ni ningún mérito histórico y
que en esa tónica apelan básicamente a los adjetivos descalificadores,
en el tratamiento de la figura y las acciones del mandatario.

No solo impresiona de la actual coyuntura ese resurgimiento


en buena medida espontaneo de la política como creencia, el
cual seguramente tiene profundas motivaciones psicológico-
sociales relacionadas con la dramática experiencia colectiva
sufrida por la sociedad colombiana en las últimas décadas.
Llama la atención también el intento deliberado del propio
presidente de la república de utilizar la religión para granjearse
el favor ciudadano, por ejemplo, arrodillándose ante el cuerpo
embalsamado del beato Mariano Eusse, «Marianito», para
agradecer la liberación de los 15 secuestrados que se
encontraban en poder de las Farc, o rezando el rosario en el
Palacio de Nariño junto con sus ministros con transmisión por
el Canal de Televisión Institucional. Estos y otros actos públicos
similares han merecido varios artículos críticos de opinión y
un editorial del diario liberal El Espectador preocupado por el
regreso a actitudes correspondientes a épocas que se creían
superadas y por el menoscabo que ese tipo de acciones
simbólicas entrañaría de la pluralidad religiosa consagrada en
la Constitución de 1991 («La conquista de la laicidad», editorial
de El Espectador, viernes 18 de julio de 2008). Esa visión religiosa
y a veces estrechamente familista y moralista (como el reciente
llamado del presidente a la opinión pública y a los mandatarios
participantes en la Cumbre Latinoamericana Antidrogas de
Cartagena, a concebir el problema de la droga no tanto como
estadistas, sino sobre todo como padres de familia), resulta no
solamente anacrónica sino regresiva en el ámbito de la política
interna y de las relaciones internacionales.
El apetito de la injuria / 23

Pero tal vez por lo que tendríamos que preguntarnos,


reconociendo el éxito publicitario del uso presidencial de viejos
motivos y actitudes religiosas aparentemente pasadas de moda, es
por la profundidad y la efectiva expansión social de la secularización
en nuestra sociedad. También seguramente tendríamos que
cuestionarnos los intelectuales en torno a las instancias y a la calidad
del diálogo que hemos desarrollado desde el pensamiento crítico
con la cultura popular y con los propios sectores medios de la
población, alrededor de la democracia, la dominación simbólica, la
manipulación de los signos y el trabajo cotidiano de los medios de
comunicación.

Quisiera decir, finalmente, que problemas como los del control


político de los medios de comunicación -sobre todo de los
audiovisuales y en particular de la televisión, el medio de mayor
incidencia hoy en Colombia en el moldeamiento de la opinión y en
la producción de representaciones sobre la sociedad-; las
dificultades para el acceso a la emisión de sus opiniones y
perspectivas por parte de una amplia gama de tradiciones y
sensibilidades político-culturales que existen en nuestras
sociedades, muchas veces sin voz pública y sin canales de expresión;
o los problemas asociados al papel de los medios y del periodismo
en la construcción de la realidad y de una opinión pública bien
informada sobre los asuntos locales, nacionales e internacionales,
no son hoy menos graves que los del control de las imprentas y de
los periódicos durante los años estudiados por Acebedo.

Es por ello que este tipo de investigaciones dedicadas a los


discursos hegemónicos, a las modalidades de argumentación de
los poderes dominantes y contendientes, representan no solo una
contribución académica a la investigación histórica de la prensa y
del periodismo regional, sino también unos insumos importantes
para la reflexión histórica en torno a la conformación de nuestras
culturas políticas –en plural- y a uno de sus aspectos más
importantes: las pugnas por la definición periodística y
extraperiodística de la realidad.
24 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Por lo tanto, este trabajo constituye también una incitación a


pensar una ciudadanía comunicativa conformada por ciudadanos
más conscientes de cómo funcionan las estrategias y los recursos
retóricos del poder, y por ello mismo, más competentes para
decodificar sus modelos comunicativos y procedimientos retóricos
y para elaborar discursos críticos propios y propuestas alternativas
de interpretación y definición de la realidad.

Fabio López de la Roche


Pittsburgh, Pennsylvania
Agosto 4 de 2008
El apetito de la injuria / 25

Introducción

L os pocos estudios realizados sobre la prensa huilense, si bien


describen con detalle el nombre de las publicaciones, sus
gestores principales y la ideología partidista o institucional a la que
se adscribían, y relacionan estos datos con la evolución de las ideas
políticas y de la historia de los partidos en la región, no se han ocupado
a profundidad de aprovechar ese valioso acervo documental para
examinar las características de las formas discursivas y, dentro de
ellas, de los géneros periodísticos y los modos de argumentación,
como vías para auscultar las tensiones del mundo cultural y del tejido
social del Huila y la región en los años correspondientes.

Este libro se propone contribuir a resolver parcialmente ese vacío


de nuestra historiografía, de tal manera que se pueda pasar de la
descripción externa de la prensa a un estudio de la misma como
mediador cultural y herramienta de formulación y construcción de
los discursos públicos de la sociedad.

A lo largo de estas páginas, procuraré arrojar luces sobre la siguiente


pregunta central de investigación: ¿Cuáles son las características del
discurso periodístico de la prensa del Huila entre 1905 y 1922, y cómo
evolucionaron sus formas y contenidos en tanto expresión de la pugna
por la hegemonía cultural entre el proyecto liberal emergente y la
ideología clerical conservadora predominante?
26 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Me ocuparé de estudiar algunas de las controversias públicas


que divulgaron los periódicos, así como los modos de
argumentación utilizados por los contendientes, aspectos que hacen
parte de lo que llamo discurso periodístico.

Identificar algunos asuntos claves del debate público adelantado


en la prensa huilense, me permitirá estudiar los argumentos en
disputa, su relación con las tendencias políticas y socio-culturales
del periodo, así como los modos peculiares de argumentación y los
procedimientos retóricos de los agentes históricos. Al analizar
algunos de los géneros discursivos y periodísticos utilizados,
indagaré por las transformaciones del tejido social y comunicativo
regional que se expresan a través de esas formas del discurso.

Procuraré establecer las formas de interrelación entre las


transformaciones socioculturales y políticas asociadas al incipiente
proceso de modernidad regional del periodo estudiado, de un lado,
y las estrategias persuasivas y simbólicas de los actores que se
disputan la hegemonía cultural, del otro.

Conviene indicar las motivaciones que tuve para circunscribir


mi indagación al periodo 1905-1922, pese a que algunos de los
fenómenos que examino tuvieron diversas expresiones en la región
y en el país al menos hasta la cuarta década del siglo veinte. El
año de 1905 corresponde a la creación legal del Departamento del
Huila, como parte de la reorganización territorial aupada por
Rafael Reyes, que dio lugar a la desmembración de la antigua
provincia de Neiva del Departamento del Tolima. La búsqueda
de nuevos equilibrios electorales y de poder en el ámbito nacional
está en la base de esta reorganización territorial. El periodo
concluye en 1922, cuando tiene lugar una inflexión muy
significativa para la historiografía huilense: la dimisión de
Monseñor Esteban Rojas Tobar de su cargo como Obispo de la
Diócesis de Garzón, tras cuatro décadas de esfuerzos por obtener
y afianzar la hegemonía católica y conservadora en la provincia
huilense, constituye una suerte de desenlace –parcial, pero no
menos importante- de las tensiones y ásperas disputas de orden
político, cultural y religioso que tuvieron lugar en las dos primeras
El apetito de la injuria / 27

décadas del siglo XX en el ámbito departamental. Así lo han


subrayado, entre otros, los historiadores huilenses Reynel Salas y
Jairo Ramírez Bahamón1.

1. Apuntes de historiografía regional

1.1 Territorio de frontera y cruce de caminos

Al sur del departamento del Huila se yergue el Macizo


Colombiano, del cual se desprenden las cordilleras Central y Oriental
que recorren de sur a norte gran parte del territorio colombiano. El
río Magdalena nace en el Macizo, y al descender forma el valle del
Alto Magdalena, alimentado por decenas de ríos y afluentes que
surcan las vertientes de ambos ramales montañosos. El Huila forma
entonces una especie de canoa, cuyas paredes laterales son las
vertientes de las mencionadas cordilleras; el piso interior de la canoa
está formado por el valle del río Grande de la Magdalena. Al sur, el
Huila limita con los departamentos del Cauca y Caquetá, y a través
de la llamada Bota Caucana, se comunica con el Putumayo; al norte,
llega hasta la desembocadura del río Cabrera en el Magdalena, a
partir de la cual comienza el departamento del Tolima. A su vez, en
esta dirección limita con Cundinamarca. Al occidente, limita con
1
Sin embargo, tanto en el plano regional como nacional, el fenómeno de la censura
eclesiástica a la prensa liberal se prolongó hasta mediados de siglo. Carlos Mario Perea
registra, por ejemplo, la prohibición de leer el diario liberal El Tiempo, bajo pena de pecado
mortal, divulgada en 1943 por el Obispo de Ibagué Pedro María Rodríguez y otros prelados
de la Iglesia Católica. Durante los cincuenta, la dictadura de Rojas Pinilla puso en práctica
la censura previa y el cierre temporal de los periódicos de oposición. Por su parte, Maryluz
Vallejo dedica un capítulo de su libro «A plomo Herido» a estudiar otras formas de la
censura de prensa ejercitadas durante los primeros gobiernos del Frente Nacional, que
combinaron el cerco o asedio económico a los periódicos disidentes, con la persecución
y hostigamiento policivo a los redactores que incomodaban a los núcleos del poder político
y económico.
Para ampliar estos asuntos, ver las siguientes referencias:
SALAS VARGAS, Reynel. El proceso político durante el siglo XX. En: Historia General del
Huila. Neiva: Academia Huilense de Historia/Gobernación del Huila, 1994. Vol.2. pp.167-247.
PEREA, Carlos Mario. Porque la sangre es espíritu. Imaginario y discurso político de las
élites capitalinas. Bogotá: IEPRI-Aguilar, 1996. 222 p.
VALLEJO MEJIA, Maryluz. A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia
(1880-1980). Bogotá: Planeta, 2006. 430 p.
28 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

los departamentos de Cauca y Tolima. Al Oriente, comparte amplios


límites con el Caquetá y el Meta, los antiguos Territorios Nacionales,
hoy convertidos en departamentos2.

La cordillera Oriental- que se levantó hace unos 54 millones de años


al inicio de la era Cenozoica- estableció una frontera natural entre el
ecosistema amazónico colombiano, y el Valle del Alto Magdalena en el
que se asientan hoy los departamentos del Huila y Tolima. Sin embargo,
a partir de la explotación de la quina y del caucho a finales del siglo XIX
y comienzos del XX, se produjeron movimientos migratorios y de
colonización por parte de habitantes del Huila y otras regiones hacia las
partes altas de la cordillera Oriental, el piedemonte amazónico y otros
espacios, lo cual dio lugar a la fundación de poblados o a la consolidación
de otros, tales como Colombia, Baraya y Acevedo, en el departamento
del Huila; asimismo, Belén de los Andaquíes, San Vicente del Caguán y
Florencia, entre otros poblaciones pertenecientes al Caquetá, en gran
parte conformadas por colonos procedentes del Huila.

La vía carreteable Neiva-Garzón-Altamira-Guadalupe-Florencia,


sólo se construyó en los años treinta del siglo veinte, a partir del trazo
de un antiguo camino de herradura, a consecuencia de la Guerra con el
Perú y la necesidad de movilizar tropas, pertrechos y apoyos logísticos
hacia las fronteras amazónicas abandonadas por la administración
central. El ferrocarril se convirtió en el más importante símbolo del
ansiado progreso, desde 1914, año en el que se expidió la Ley que
dispuso la construcción de la línea Girardot-Neiva-Caquetá, hasta 1939,
cuando finalmente arribó el tren a Neiva, al cabo de muchos tropiezos
e interrupciones, y fue recibido por los habitantes como la posibilidad

2
En éste apartado sobre los aspectos espaciales y geográficos del Huila, me apoyo ante
todo en las aportaciones del profesor Alfredo Olaya Amaya, de la Universidad
Surcolombiana, y en especial en los siguientes textos:
OLAYA AMAYA, Alfredo. El espacio del hombre Huilense. En: TOVAR Z, Bernardo (Dir.
Ac). HISTORIA GENERAL DEL HUILA. 2 ed., Vol. 1. Neiva: Academia de Historia Huilense-
Gobernación del Huila, p. 33-87, 2005.
OLAYA AMAYA, Alfredo y SANCHEZ RAMIREZ, Mario (editores). Del Macizo
Colombiano al Desierto La Tatacoa: la ruta del río Magdalena en el Huila. Neiva: Universidad
Surcolombiana, 2005.
El apetito de la injuria / 29

de comenzar a superar las condiciones de insularidad y aislamiento


del Departamento. A concluir ese tramo también contribuyó la guerra
con el Perú en 1932, que convirtió a Neiva en ciudad estratégica para el
control territorial del sur de Colombia y de las fronteras. Empero, el
proyecto inicial de extenderlo hasta Florencia remontando la cordillera
Oriental se hundió en el olvido.

La cordillera Oriental desempeña una doble función: es un límite o


frontera natural entre los ecosistemas aludidos y, por otra parte, da
lugar a la intercomunicación y tránsito entre los mismos, a través de
antiguos caminos y senderos, y en la actualidad por medio de vías
carreteables3 y de la navegación aérea. Se comunican los hombres pero
también las especies animales y los organismos biológicos, en lo que
ha sido considerado un Corredor de Transición Andino-Amazónica.
Los ecosistemas de La Siberia, el Cerro Miraflores, y el Parque Nacional
Natural Los Guácharos, entre otros, establecen corredores biológicos
de intercambio y flujos entre los flancos este y oeste de la cordillera
oriental y entre la amazonia colombiana y el Valle del Alto Magdalena.

El territorio que hoy ocupa el departamento del Huila, ha sido


un cruce de caminos desde los tiempos de la Conquista y la Colonia.
La ubicación geográfica del Huila en el área centro-sur de la región
andina, la ha convertido en eslabón indispensable para conectar la
ecorregión amazónica y las fronteras nacionales del sur con el centro
político-administrativo situado en el altiplano cundiboyacense. La
explotación de la quina y del caucho, así como el conflicto fronterizo
con el Perú, realzaron esta función del territorio huilense.

Remontando la cordillera Central- como lo hace la vía La Plata/


Popayán4-, el Valle del Alta Magdalena se pone en contacto con la
cuenca del río Cauca. Por cierto, la iglesia católica del sur del Huila

3
En la actualidad, las vías Neiva-Suaza-Florencia, la vía Neiva-Balsillas-San Vicente del
Caguán, y la vía Neiva-Pitalito-Mocoa, comunican por vía terrestre al departamento del
Huila y el centro del país con el Caquetá y el Putumayo.
4
Asimismo, existen otras carreteras, tales como la que comunica a Pitalito-Isnos-Paletará-
Popayán; y la que une a La Plata-Toés-Piendamó- Cali. Tales vías se concibieron con el
propósito de buscar una ruta hacia el occidente del país y el pacífico colombiano.
30 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

dependió durante la mayor parte del siglo XIX de la Diócesis de


Popayán, hasta la fundación de la Diócesis del Tolima. Por su parte,
el Macizo Colombiano involucra áreas de los departamentos de
Putumayo, Nariño, Cauca, Valle, Tolima, Huila y Caquetá,
estableciendo posibilidades de intercambio entre sus ecosistemas.

El Vaticano funda en 1894 la Diócesis del Tolima- que abarcaba


los actuales territorios de Huila y Tolima -, como una especie de
reconocimiento por parte de la autoridad religiosa de una realidad
política aceptada desde mediados del siglo diecinueve, cuando se
crea el Departamento del Tolima-, y le encarga su dirección a Esteban
Rojas Tobar, quien venía ejerciendo un liderazgo espiritual y político
como párroco en el sur del Huila desde su regreso de Roma en 1883.
Pocos años después, el Obispo Rojas le propone al Papa León XIII la
creación de una nueva Diócesis con sede en Garzón (Huila), lo cual
se decide en 1900 mediante un Decreto Consistorial. Como el país
está convulsionado por la guerra de los Mil Días, la iniciativa sólo se
hace efectiva en 1903, cuando finalizan las hostilidades.

Según el texto del Decreto Pontificio suscrito en Roma el 20 de


Mayo de 1900, el Obispo del Tolima argumentó que «su Diócesis
era demasiado extensa; que en ella era imposible mantener fácil y
expedita comunicación entre el Pastor y los fieles; que los lugares y
regiones de que está compuesta no solo estaban separados por
dilatadas distancias, sino que por sus climas y otras circunstancias,
eran del todo diversos…»5, lo cual demostraba la conveniencia de
agrupar las provincias civiles de Neiva y del Sur –en el departamento
del Tolima- para constituir la Diócesis de Garzón, y formar la nueva
Diócesis de Ibagué con base en el territorio de las provincias del
Norte y del Centro.

Mientras monseñor Ismael Perdomo Borrero, nacido en Gigante,


Huila, y formado bajo la influencia de Rojas Tobar, se hace cargo de
la Diócesis de Ibagué, éste se mantiene como Obispo de Garzón. Al

5
Citado por DIAZ JORDAN, Jenaro. Proceso histórico de pueblos y parroquias de la
Diócesis de Garzón. Neiva: Imprenta Departamental, 1959. p. 313.
El apetito de la injuria / 31

finalizar los años veinte monseñor Perdomo asumirá como


Arzobispo de Bogotá y principal jerarca de la Iglesia católica
colombiana, hasta su muerte en 1950.

En 1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, se delimitan las


fronteras territoriales del naciente departamento del Huila, que se
desprende del Tolima, sobre el mapa trazado en 1901 por el Obispo
Rojas Tobar y por monseñor Antonio Vico, Delegado Apostólico, en
el Decreto de Ejecución para configurar las nuevas Diócesis de Garzón
e Ibagué6. «Voluntad de un Obispo, encastillado en su geografía,
feudo eclesiástico- plantea William Fernando Torres-, el Huila era
entonces un Departamento-Diócesis», cuya capital administrativa era
Neiva, y Garzón su epicentro religioso y en gran parte político.

El mismo autor agrega:

El nuevo departamento estaba aislado del país por sus


condiciones de encierro geográfico y con poca integración
entre sus núcleos urbanos y subregiones por la práctica
inexistencia de caminos de herradura. Su vínculo con las
capitales vecinas (Bogotá, Popayán, Ibagué) se realizaba
mediante penosas jornadas de a caballo o los champanes que
empezaron a navegar el Magdalena entre Girardot y Neiva
a partir de 1875. Aunque esta última fue elegida capital por
tradición y desarrollo, el poder religioso- como continuando
la estrategia fundacional de la Conquista- ubica su
episcopado en Garzón, centro del territorio, desde donde
puede seguir los avatares de la política, vigilar sus haciendas
y ejercer su tarea doctrinaria tanto en el manejo de las almas
como de la educación7.

6
Díaz Jordán anota: «Como según los decretos citados la Diócesis de Garzón comprende
las antiguas provincias de Neiva y del Sur, y éstas justamente vinieron a constituir el
Departamento del Huila, los límites de las circunscripciones eclesiásticas y civiles son
idénticos…» . Op.cit., p. 320.
7
TORRES SILVA, William Fernando. De la insularidad al naufragio. En: MOSQUERA,
Ricardo y otros. Huila años 80: economía, política y cultura. Neiva: Universidad
Surcolombiana, 1985, p. 76.
32 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

El actual territorio del Huila constituyó un paso obligado en el


camino Bogotá-Popayán-Quito hasta finales del siglo XIX, cuando
la colonización antioqueña y el crecimiento político y económico
de Medellín cambiaron el eje Bogotá-Popayán por el eje Bogotá-
Medellín. Esta circunstancia contribuyó al aislamiento que
experimentó el Huila al comenzar el siglo XX.

La decisión del Obispo Rojas de establecer la sede de la Diócesis


en Garzón, no respondió únicamente el papel de este municipio
como el principal símbolo del predominio religioso y político del
conservatismo católico, con sólidas bases de apoyo social. Tuvo que
ver asimismo con la condición de Garzón como epicentro territorial,
que actuaba como bisagra entre los subregiones norte, occidente y
sur del nuevo departamento. A la vez, desde Garzón se desprendían
los principales caminos y rutas que conectaban al Huila con Popayán,
hacia el occidente, y con Florencia, al oriente.

Desde Garzón, el Obispo Esteban Rojas partió a lomo de caballo en


múltiples ocasiones, para realizar sus visitas pastorales a lo largo y
ancho del vasto territorio de la Diócesis. Desde allí ofreció también un
eficaz apoyo logístico a los misioneros católicos que se establecieron
en el Caquetá y el Putumayo, quienes a menudo se hospedaban en
Garzón en sus viajes de ida y de regreso para las misiones. En un vasto
territorio virtualmente sin presencia eficaz del Estado, como lo ha
señalado Gabriel Restrepo8, con una geografía abrupta y precarias
vías de comunicación, sobresale el papel de la Iglesia Católica como
factor unificador de la población en el ámbito cultural y político.

De Garzón partió el Obispo en 1923 hacia Belén de los Andaquíes, en


el Caquetá, para unirse a los misioneros capuchinos que adelantaban su

8
Estoy en deuda con el profesor Gabriel Restrepo Forero, de la Universidad Nacional,
quien luego de una lectura juiciosa de este trabajo, recomendó incluir la dimensión espacio-
temporal del Huila en los años estudiados, y en particular su condición de frontera con los
antiguos territorios nacionales y la función de apoyo logístico a los grupos misioneros
católicos en Caquetá y Putumayo, que cumplió la Diócesis de Garzón. En estas líneas
apenas si alcanzo a esbozar algunos aspectos de esta dimensión, que requiere de nuevas
indagaciones para ahondar en su significado.
El apetito de la injuria / 33

labor de evangelización entre los colonos y las comunidades indígenas


de la amazonia, cuando constató que se había estrechado el espacio
religioso y político que había edificado en el Huila durante cerca de
cuatro décadas. Permaneció allí como misionero hasta 1927, cuando se
radicó en Agua de Dios (Cundinamarca) hasta su muerte en 19339.

1.2 Estudios sobre la historia de la prensa huilense

Si bien no hay un estudio riguroso sobre la evolución del discurso


periodístico en la prensa regional, sí contamos con algunos valiosos
trabajos acerca de las características socio-culturales de algunos de estos
personajes. Por ejemplo, Hilda Soledad Pachón compiló los escritos
periodísticos y la prosa no literaria de José Eustasio Rivera y analizó
su formación como intelectual en el contexto de los años veinte; William
Fernando Torres reseñó aspectos de la vida de «El cotudo» Ramón
Alvira Durán; Jonathan de la Sierra indagó acerca de la vida de
Reynaldo Matiz; Delimiro Moreno hizo un estudio biográfico de
Monseñor Esteban Rojas Tobar; Jairo Ramírez Bahamón, por su parte,
examinó el papel histórico del mencionado Obispo en el ámbito de la
educación, y Reynel Salas hizo lo propio en el ámbito político.

En nuestro medio, Camilo Francisco Salas ha llevado a cabo una


primera aproximación a la historia del periodismo huilense en el
siglo XX, punto de partida necesario para cualquier indagación
posterior10. Salas ha realizado una detallada descripción de los
diversos periódicos publicadas en el Huila en la pasada centuria,
señalando su nombre, lapso de circulación, gestores principales y
tendencia política o ideológica de los mismos, a partir de una amplia
labor de consulta en las hemerotecas de varias ciudades. Y ha
señalado, como rasgo principal, el carácter político partidista de
ese periodismo, y su marcada propensión por los temas del gobierno
y las disputas electorales. La metodología de análisis utilizada por

9
El historiador huilenese Reynel Salas enriqueció el primer borrador de este apartado con
diversas anotaciones y datos obtenidos a lo largo de sus propias indagaciones, por lo
cual le estoy muy agradecido.
10
SALAS ORTIZ, Camilo Francisco. Historia del periodismo huilense: la prensa escrita.
Neiva: Instituto Huilense de Cultura. 1994.
34 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Salas sitúa la historia de la prensa en el contexto de la historia de


los partidos y las ideas políticas de nuestro país.

Salas propone una interesante periodización del periodismo


huilense. Un primer lapso entre 1850 y 1886, signado por el
predominio de las ideas y la prensa liberal, concluye con la
imposición de la Constitución centralista y conservadora de Nuñez.
Entre 1886 y 1915, el autor identifica un segundo lapso, marcado
por la hegemonía de la prensa conservadora y clerical y la virtual
extinción de la prensa de oposición. «Hacia 1915- señala Salas-, se
inicia… un nuevo periodo. Su característica primordial es la
presencia de periódicos de tendencia liberal que surgen con el único
propósito de hacerse voceros de sus ideas, agitar sus plataformas
electorales y defenderse del desconocimiento a que los había
sometido la prensa conservadora y católica»11.

Salas identifica un cuarto lapso comprendido entre 1936 y 1965, en el


que los periódicos partidistas «sin ablandar completamente su posición
ideológica, comienzan a incorporar un lenguaje menos radical»12, y se
inclinan a incorporar en sus páginas nuevos elementos relacionados con
el desarrollo regional. A partir de 1965 y hasta 1990, el autor señala como
rasgos predominantes el proceso de profesionalización de la labor del
periodista y la aparición de la prensa diaria.

La periodización que propone Camilo F. Salas, se apoya


principalmente en los periodos identificados en la historia política
nacional, con algunas variaciones y matices particulares.

El autor se propone rastrear la evolución de las ideas y del


pensamiento político a lo largo del siglo XX en el departamento del
Huila, a partir del examen de los editoriales de la prensa regional.
El resultado de su labor lo resumió en un ensayo titulado «Evolución
social y política del periodismo huilense: entre la política y el
11
SALAS, Camilo Francisco. Trayectoria del periodismo huilense. En: TOVAR, Bernardo
(Dir. Cient.). Historia General del Huila. Neiva: Academia Huilense de Historia - Gobernación
del Huila, 1994, vol.5, p. 98.
12
Ibid., p. 98, 99.
El apetito de la injuria / 35

desarrollo económico regional», que constituye la parte sustancial


y más original de su libro «Historia del periodismo Huilense: la
prensa escrita». La primera parte de este libro es una introducción
didáctica a partir de fuentes secundarias sobre la evolución del
periodismo colombiano y sobre la situación de los medios de
comunicación a nivel nacional al inicio de los noventa.

Sermones y editoriales se utilizaron por las tendencias ideológicas


contrapuestas para suplir la ausencia de un pensamiento unificado
en el ámbito regional, advierte Salas. El púlpito y la prensa se
constituyeron en escenarios de primer orden en la conformación de
un incipiente espacio público. Los temas predominantes: la moral
católica como soporte cultural de un orden tradicional, y la política
partidista liberal y conservadora.

Nos referimos, en primer lugar, a la fuerte tendencia política


que ha animado el periodismo regional. En efecto, la mayor
parte de los periódicos y radioperiódicos difundidos por el
Huila han tenido como principal razón la divulgación del
credo político liberal o conservador, en su manifestación
estrictamente ideológica o a través de la interpretación de los
fenómenos sociales y económicos a partir de sus postulados13.

La mayor contradicción a las ideas liberales provenía de parte


de la Iglesia Católica, la cual «aprovechaba todos los medios para
recalcar sus principios y mandamientos». Y enfatizaba ante todo en
la defensa de su intervención en el sistema de la educación pública,
«pues a partir de dicho aparato estaba en condiciones de oponerse,
criticar y destruir la penetración de las ideas liberales y ofrecerle
apoyo sustantivo a su aliado, el Partido Conservador…»14.

El periodismo comprometido con la Regeneración pensaba


que el orden que garantizaría el desenvolvimiento normal y
progresivo de la sociedad debía apuntalarse sobre cuatro pilares

13
Ibid., p. 97.
14
Ibid., p. 102.
36 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

básicos, a saber: centralización, fortalecimiento del Ejecutivo,


apoyo a la iglesia Católica y utilización de la religión como
fuerza educativa y de control social. A partir de aquí las voces
de la oposición irían siendo acalladas por leyes de prensa que
coartaron hasta la irracionalidad la libertad de expresión, y
por mecanismos sociales activados por los sacerdotes, a tal
punto que en nuestro medio desapareció toda opinión
periodística disidente y se experimentó un crecimiento singular
de la prensa católica y conservadora15.

La prensa de oposición, sin embargo, comenzó a reaparecer


durante el gobierno de Reyes, y se multiplicó a lo largo de los años
veinte y treinta, cuando finaliza la Hegemonía Conservadora en el
plano nacional con el triunfo de Olaya Herrera. El Deber, de Ramón
Alvira y La opinión de Anselmo Gaitán Useche, abren el camino al
auge temporal de las publicaciones liberales en el Huila.

Al finalizar la segunda década del siglo veinte, según Salas,


disminuye de modo ostensible el empuje periodístico de la Iglesia
local, medido en términos del volumen de las publicaciones. Se ha
consolidado entonces una «generación formada en el más estricto
celo apostólico de Monseñor Esteban Rojas Tobar… que irrumpió
en la vida pública del departamento y dejó su huella en las diversas
actividades a las cuales tuvo acceso».

Camilo Francisco Salas identifica un hito que señala el inicio de


una tendencia hacia la modernización de la prensa regional, con la
publicación entre fines del 38 y comienzos del 40 del semanario
Neiva, dirigido por Emiliano Madrid, como órgano de la Gran Feria
exposición del Departamento.

Su aparición rompe la tradición, junto con el diario


mimeografiado Notas del Día,- de Julio Arturo Tovar,
correspondiente al mismo año-, de la edición de periódicos
eminentemente políticos. En el primero se divulgaban ideas

15
Ibid., p. 104.
El apetito de la injuria / 37

relacionadas con el desarrollo económico del Huila y se


promovía el mejoramiento urbanístico y social de la ciudad,
mientras que en el segundo aparecían informaciones de
carácter general y crónicas de interés particular. En uno y
en otro, los editoriales ideológicos fueron reemplazados por
reflexiones prácticas sobre cómo activar el progreso y la
modernización, apartándose de los principios eminentemente
partidistas y apoyándose más en las inquietudes gremiales16.

Salas llama la atención sobre el hecho de que la publicidad que


financiaba estos medios correspondía en buena parte a empresas
recientemente formadas en el Huila. Mantenerse con base en la pauta
publicitaria de empresas locales o entidades estatales, tiene además
una implicación de tipo ideológico: la tendencia a moderar el discurso
político, a tornarlo menos beligerante en términos doctrinarios, como
resultado de la adaptación a las condiciones del mercado existente.

Cuando Salas emprendió su investigación, el campo de la


historiografía de la prensa huilense solamente contaba con el artículo
de Anselmo Gaitán Useche escrito en 1939, que se consideraba el primer
balance historiográfico de la evolución de la prensa regional, escrito
por uno de los protagonistas de esa historia. Había además algunas
referencias escuetas a la existencia de prensa huilense en las
hemerotecas de Bogotá, Medellín, y quizá algún artículo breve, a modo
de anecdotario, en la revista Huila, de la Academia Huilense de Historia.

Por lo tanto, Camilo Francisco Salas es el primer autor que aborda


la prensa regional del Huila como objeto de investigación histórica
específico; no como simple fuente documental para la investigación
de temas políticos, económicos y sociales.

1.3 Jairo Ramírez Bahamón: pionero de la historia regional de la educación


en el Tolima Grande

El primer trabajo que acercó a Jairo Ramírez a los estudios de


historia de la educación, lo realizó para el libro Economía, Política y
16
Ibid., p. 116, 117.
38 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Cultura- Huila Años 80, obra colectiva que editó la Universidad


Surcolombiana, con ocasión de los 80 años de creación del
Departamento del Huila. Ricardo Mosquera, a la sazón Rector de la
institución, le planteó la iniciativa a un grupo de profesores
universitarios y periodistas de la región, entre ellos a Jairo Ramírez,
quien se desempeñaba como Director de la Oficina de Planeación
de la Universidad. Participó en el libro con un texto que se apoyó
principalmente en información estadística sobre la evolución de la
educación en el Huila durante el siglo XX. Como encontró muy poca
información sobre las primeras décadas de vida del departamento,
se interesó por indagar en posteriores estudios lo que había ocurrido
en esos años.

Al comenzar los años noventa Ramírez Bahamón elaboró un


proyecto para estudiar la educación en el Huila entre 1905 y 1940, el
cual presentó a un seminario sobre metodología de la investigación
histórica dirigido por el profesor Bernardo Tovar. Inició una ardua
labor de consulta de archivos en la Biblioteca Nacional y en el archivo
personal de Don Constantino Tello Ordóñez, en la Plata, en el que
descubrió una riqueza documental inagotable e inexplorada, que
alimentó su pasión por el trabajo histórico. En esos primeros años de
los noventa elaboró ponencias para el II Congreso de Historia en 1992
y para el libro Neiva al filo del Milenio. Sus primeros textos dan cuenta
de esa visión panorámica, descriptiva y exploratoria.

Más adelante, con ocasión del centenario del Colegio de Elías en


1993, el rector de ese colegio le propuso realizar un estudio histórico
sobre la institución de la cual eran exalumnos Jairo Ramírez y otros
docentes de la Universidad Surcolombiana. Con el apoyo del
profesor Humberto Alvarado -Rector de la Usco en ese lapso- pudo
dedicarse tres o cuatro meses a consultar los archivos de Timaná,
Elías y de la Diócesis de Garzón. Consiguió que monseñor Libardo
Ramírez, a la sazón Obispo de Garzón, le permitiera consultar la
parte del archivo de la Diócesis que corresponde al período de 1900-
1940, en la que está reunida y ordenada la documentación del
periodo de Monseñor Rojas Tobar. Este archivo permanecía
habitualmente cerrado y es presumible que no se consultaba desde
El apetito de la injuria / 39

los tiempos de Jenaro Díaz Jordán. Allí se encuentra la copiosa


correspondencia del Obispo Rojas. Hurgando en el archivo del
colegio de Elías, encontró la documentación sobre la expulsión
simultánea de esa institución por presuntas faltas contra la moral
de los estudiantes José Eustasio Rivera y Jenaro Díaz Jordán, dos
jóvenes que con el pasar de los años serían personas de renombre
en el ámbito de la cultura.

El conjunto de las anteriores indagaciones lo llevaron a inferir


que si el Obispo Rojas había liderado una cruzada en contra de las
ideas liberales en el Huila de tanta envergadura, tales ideas debían
haber gozado de amplia difusión durante una parte del siglo XIX.
Se tenía el prejuicio, heredado por la historiografía tradicional de
signo conservador, de que el Huila había sido predominantemente
católico y conservador desde los tiempos de la Colonia. Y se
ignoraban los hechos principales de la historia del siglo XIX en el
Huila, que desmentían ese aserto. Por ello, Jairo Ramírez se interesó
cada vez más por indagar el siglo XIX en el Gran Tolima, que ha
sido su tema principal de investigación. Esto le permitió formular
una hipótesis que plasmó en la parte de conclusiones de su libro
sobre el Colegio de Elías, y que le sirvió de derrotero de
investigación en la década siguiente, buscando documentarla y
comprobarla a través de sus libros y artículos.

Trabajando en el estudio sobre el Colegio de Elías, Jairo Ramírez


descubrió algo que no esperaba: contra la idea arraigada de que el
Huila había tenido una educación profundamente católica desde la
Colonia hasta nuestros días, se dio cuenta de que durante la mayor
parte del siglo XIX había primado la educación laica en la provincia;
a fines del siglo XIX, bajo el liderazgo de Monseñor Rojas Tobar, se
inició un proceso de largo aliento orientado a poner fin a la
hegemonía del proyecto laico y a entronizar el proyecto de
pedagogía católica.

Todo lo anterior -señala Ramírez Bahamón- indica


claramente una hegemonía de la oferta laica en la educación
primaria y secundaria del Departamento a lo largo del siglo
40 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

pasado (diecinueve). Sin embargo, no se puede asimilar este


hecho a la preeminencia del discurso pedagógico laico en la
Escuela Huilense durante ese período; lo que existía era la
presencia mayoritaria de un proyecto educativo, entendido
este como la legalidad institucional alcanzada por las fuerzas
representativas de un discurso pedagógico, llámese laico o
religioso. En otras palabras, aunque predominara una
institucionalidad laica en el siglo pasado, los discursos
pedagógicos tanto laico como religioso estuvieron presentes,
disputándose su hegemonía en la escuela huilense; a pesar de
que sólo se contaba con centros docentes de carácter oficial el
discurso religioso estaba inmerso en ellos a través de la
enseñanza impartida por los maestros católicos y a través del
apoyo ofrecido por algunos gobernantes proclives al mismo17.

Para concluir, por lo tanto, que la «coexistencia de los discursos


en una misma institución habrían dado lugar a cierto grado de
tolerancia tácita y tal circunstancia constituía una especie de barrera
o de atenuante en contra de una decidida implementación de los
postulados regeneracionistas»18.

«En definitiva -advierte Ramírez-, Elías surge como parte


sustancial de un macro-programa que se encaminaba a desarraigar
los efectos de una larga trayectoria laica y entronizar y procurar
mayor presencia al proyecto de la pedagogía católica»19.

Llama la atención que en un artículo reciente escrito por Ramírez,


titulado El obispo Rojas: puntal de la política educativa regeneracionista en
el Tolima Grande, retorna como en espiral sobre esta hipótesis inicial,
pero comprobándola con amplia documentación de fuentes directas.

Otra efemérides, la del Colegio Santa Librada, condujo a Jairo


Ramírez a ocuparse de la historia de la más antigua institución
17
RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo e IRIARTE CADENA, Antonio. El colegio de Elías o el fin
de la hegemonía del proyecto laico. Neiva: Universidad Surcolombiana, 1993. p. 45.
18
Ibid., p. 46.
19
Ibid., p. 48.
El apetito de la injuria / 41

secundaria del departamento, y por lo tanto a incursionar más a


fondo en el siglo XIX. Así pudo seguir el rastro de la influencia de
las ideas santanderistas, utopistas cristianas y radicales en la primera
mitad del siglo XIX, y ahondar en la significación de esa primera
elite intelectual de corte ilustrado- de la que hicieron parte Rojas
Garrido y Francisco Eustaquio Alvarez, entre otros- que lideró un
movimiento cultural del cual surgieron el Colegio Santa Librada y
otras instituciones educativas en la provincia. De esas indagaciones
surgieron sus libros sobre el Colegio Santa Librada y la escuela en
la antigua provincia de Nieva (1819-1860).

Al investigar las vicisitudes del proyecto educativo del liberalismo


radical en el Tolima Grande, en la segunda mitad del siglo XIX, Jairo
Ramírez pudo valorar sus alcances, logros y también sus profundas
limitaciones, derivadas en parte de la resistencia al comienzo pasiva
y luego beligerante que le opusieron los poderes locales ligados con
el gamonalismo, el clero y la gran propiedad territorial, que
finalmente dieron al traste con la más ambiciosa utopía educativa
decimonónica y con el propio régimen radical, abriéndole el paso a
las fuerzas de la Regeneración lideradas por Núñez.

La idea de construir una escuela pública que respondiera


por la formación de personas capaces de reconocerse como
ciudadanos y como miembros activos de una
institucionalidad civil, rondó en la mente de varios
gobernantes de la región, buena parte del siglo pasado. Dicha
idea cobró mayor fuerza durante la vigencia del Estado
Soberano del Tolima (1863-1885), pues los gobiernos de los
últimos diez años de dicho periodo, más cercanos al
liberalismo radical, enfilaron sus esfuerzos no sólo hacia la
construcción de la escuela pública, sino también y con especial
énfasis hacia una escuela laica sin relaciones ni ataduras con
el poder eclesiástico. Pero aquellos gobiernos impulsaron con
tal vehemencia su proyecto laico que alertaron e hicieron
que se levantara en su contra la más abierta oposición por
parte de los poderes locales, el gamonalismo y sectores
importantes del clero. Estas fuerzas opositoras supieron
42 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

aprovechar la guerra de 1885, encaminada a derrocar el


gobierno de los radicales, para aplastar, al mismo tiempo, el
proyecto de escuela laica que se venía construyendo20.

El trabajo de Jairo Ramírez es un esfuerzo por realizar una historia social


de la educación, y por ello le concede gran importancia a documentar el
proceso político, económico y social que sirve de fundamento a las políticas
y programas educativos. La evolución de la pedagogía, aunque tiene
referencias en sus textos, no es su tema principal de interés.

El profesor Bernardo Tovar, en su prólogo al libro de Jairo


Ramírez Historia social de una utopía escolar, señala lo siguiente:

Siendo la nueva historia de la educación un fenómeno


reciente, su producción historiográfica es todavía poco
numerosa. Aún más excepcionales son los estudios que
abordan la historia educativa de tipo regional. En este sentido
la obra de Ramírez es un tanto pionera en el cuadro de las
historiografías regionales en nuestro país y, de hecho, es
solitaria en los estudios huilenses y tolimenses. Elaborada con
rigor, sustentada en una apreciable documentación, llena de
información, de interesantes comentarios y sugerencias, la
obra de Jairo Ramírez- de la nueva generación de
historiadores huilenses- constituye un valioso aporte para la
historiografía nacional y regional sobre la educación.

2. Aspectos teóricos

Entiendo por Discurso Periodístico un conjunto de enunciados


elaborados por los sujetos discursivos (hablantes) y divulgados entre
los destinatarios por los medios de prensa, en una situación histórica
y comunicativa específica. La principal función social del Discurso

20
RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. La educación en el Huila 1885-1900. Monseñor Rojas por
la Regeneración y por la Escuela. En: TOVAR ZAMBRANO, Bernardo (Dir. Cient.). Historia
General del Huila. Neiva: Academia Huilense de Historia – Gobernación del Huila. Volumen
4, p. 15 - 34.
El apetito de la injuria / 43

Periodístico es la de participar en la disputa por la hegemonía de unas


significaciones sobre otras, esto es, en la lucha por el predominio de
ciertos modos de ver la realidad y de ciertas claves de interpretación
acerca del acontecer social o de la realidad extraverbal. La situación
histórica y comunicativa concreta determina en gran parte el objeto
del discurso (sus temáticas), la selección de los géneros periodísticos
apropiados (y por tanto los rasgos de estilo y composición) y los
modos de argumentación pertinentes, en estrecha relación con la
intencionalidad o voluntad discursiva de los hablantes y las
respuestas previsibles o efectivas de los destinatarios21.

La prensa es un documento de inestimable valor histórico, aun


cuando su importancia no radica únicamente en la provisión de
datos precisos y referencias verificables, sino también, y cada vez
de una manera más decisiva, como documento que permite indagar
por la subjetividad de un período y de unos actores sociales dados.
«La peculiaridad de la prensa- advierten Uribe y Gaviria - radica en
que constituye una fuente primaria que no sólo consigna la
información sino que la interpreta, la valora, la señala, la exalta o la
vitupera; en suma, toma partido frente a los sucesos ocurridos…».
Y agregan: «En tanto que documento sesgado y subjetivo, la prensa
refleja los imaginarios de una época, los sentidos comunes y las
maneras mediante las cuales se argumenta o contra argumenta sobre
los más variados asuntos de la vida nacional…»22.
21
La anterior definición de Discurso Periodístico, la postulo como un concepto operativo
válido dentro de los límites de la presente investigación, pues un concepto de carácter
más general exigiría mayor elaboración. Me he apoyado ante todo en la propuesta de M.
Bajtín sobre los géneros discursivos. Asimismo, he tenido en cuenta la siguiente definición
de Discurso que ofrecen Bonilla y García: (discurso es) «una construcción de significados,
relaciones y sentidos que conforman una práctica comunicativa… Como tal, constituye
un objeto de significación que no sólo es un reflejo de los modos en que se representa la
sociedad sino un espacio donde tienen lugar las disputas por lograr la hegemonía
(institucionalización) de unas representaciones y no de otras». BONILLA V., Jorge Iván y
GARCÍA R., María Eugenia. Los discursos del conflicto: espacio público, paro cívico y
prensa en Colombia. Santa Fe de Bogotá: Universidad Javeriana, 1997. p. 22.
22
URIBE DE H., María Teresa, y ÁLVAREZ GAVIRIA, Jesús María. Cien años de prensa en
Colombia 1840-1940: Catálogo indizado de la prensa existente en la Sala de Periódicos de
la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia. 2 ed. Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2002. p p. xii, xiii.
44 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Según Bajtín23, los géneros discursivos son las formas típicas y


relativamente estables de los enunciados. Se pueden clasificar en
primarios o simples y secundarios o complejos. Los primeros, se
sitúan en el campo de la comunicación discursiva inmediata (por
ejemplo, los diálogos cotidianos, las órdenes); los segundos, se
inscriben en el de la comunicación cultural compleja (comunicación
sociopolítica, científica, artística, periodística). Por lo tanto, los
géneros periodísticos, se inscriben en la clasificación de los géneros
discursivos complejos.

La Historia Sociocultural, tal y como la concibe Roger Chartier,


debe integrar tres dimensiones que anteriormente se expresaban por
separado: el análisis textual- a partir de los logros de la lingüística y el
análisis de discurso-; la historia de los formatos y las formas impresas,
que no son meros soportes físicos sino que contribuyen en la creación
de sentido y en la búsqueda de los públicos. Y, por último, el estudio
de las prácticas de lectura diferenciadas según épocas, grupos, rasgos
culturales, como procesos muy dinámicos y que contribuyen a la
creación de significaciones a partir de los usos y apropiaciones de
los textos por parte de los lectores. En este orden de ideas, la escucha
de un texto por parte de grupos de personas que no saben leer y se
reúnen en torno a alguien que lee en voz alta, es otra de las formas de
lectura más usuales en comunidades rurales y ágrafas.

Tal enfoque, aplicado por Chartier a la historia del libro y la lectura


en Francia y en Europa entre los siglos XVI y XVIII, ofrece puntos
de apoyo metodológico y teórico para nuestra investigación. Cabe
destacar, por ejemplo, la distancia crítica que plantea el autor frente
a los métodos de análisis textual que disuelven el referente social
para plantear unos textos que se bastan a sí mismos y cuya
significación se produce de modo automático. Es lo que se ha
conocido como el «giro lingüístico» vinculado con algunos autores
deconstruccionistas. A la vez que toma distancia de estas posturas,
Chartier demarca límites conceptuales con los enfoques del

23
BAJTIN, Mijail. Estética de la creación verbal. 12 ed. México: Siglo XXI, 2005. pp.248-
293.
El apetito de la injuria / 45

marxismo vulgar, que establecen una relación mecánica entre


estructuras sociales fijas y representaciones culturales, y no logran
descifrar el papel activo -no de simple reflejo- de tales
representaciones en la vida social.

Según Pierre Bourdieu24, desde la perspectiva de la sociología


de la cultura, la estructura de un campo se refiere al estado de la
relación de fuerzas entre los agentes o instituciones que intervienen
en la lucha por la distribución del capital específico acumulado, y
en tal sentido se constituye en una red o configuración de relaciones
objetivas entre posiciones. Algunos ejemplos de campos en la
sociedad moderna, serían los de la política, la filosofía, la religión,
la ciencia, la economía, y de modo más específico, los campos
artístico-literario, las grandes escuelas, el poder, el jurídico, el
burocrático, el universitario; asimismo, el sistema escolar, los
sindicatos, la Iglesia.

La lucha entre pretendientes y dominantes es un rasgo común a


todos los campos. El duelo entre los recién llegados que pugnan
por romper los cerrojos de entrada, y aquellos instalados a sus anchas
que tratan de defender su monopolio y de excluir la competencia.

Nos proponemos describir y analizar la conformación en las dos


primeras décadas del siglo XX del campo del periodismo en el
departamento del Huila, examinar los agentes e instituciones que
se involucran en la disputa por controlar el acceso a los periódicos
e imprentas como medios decisivos para divulgar doctrinas,
pensamientos políticos, informaciones, entre los públicos letrados
e iletrados- por mediación de la lectura en voz alta-, y por incidir
en la reconfiguración de una esfera pública de debate y controversia.
Asimismo, estableceremos las relaciones entre el campo político, el
campo religioso y el periodístico, así como la relativa
indiferenciación entre los mismos, como expresión del incipiente
proceso de modernidad en la región.

BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loic J. D. Respuestas: por una antropología reflexiva.


24

México D.F: Grijalbo, 1995. p. 64.


46 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

En las ciencias sociales contemporáneas y en los estudios sobre


la comunicación, cada vez se invoca más la necesidad de «volver a la
retórica», esa disciplina medular de la cultura antigua, pero evitando
reducirla a una simple teoría de las figuras de estilo o de la destreza
del hablar bien en público. Michel de Certeau, al proponer la
reactualización de las claves de la antigua retórica, enfatiza en que
ésta - ignorada o menospreciada-, organiza sin embargo «con sus muy
antiguos procedimientos el uso de la televisión o de la prensa, la
formulación de proposiciones de compra o de opciones políticas, y
la trivialidad de los intercambios cotidianos»25.

Por su parte, Adolfo León Gómez26, precisa que un sofisma puede


ser persuasivo en un contexto dado, y dejar de serlo en otras
circunstancias. Si extrapolamos el aserto de Gómez a toda
argumentación, le estaríamos confiriendo una dimensión histórica
inobjetable al estudio de las argumentaciones discursivas en contextos
socioculturales específicos. No se trataría entonces de buscar verdades
eternas e inapelables, sino de examinar qué argumentaciones son
persuasivas o convincentes en contextos socioculturales dados, y de
qué manera dejan de serlo en otros contextos. Si la verdad y la prueba
científica tienen una pretensión de validez intemporal, la argumentación
por su parte es pertinente, tiene peso, según las intenciones del orador,
los rasgos del auditorio y las condiciones contextuales. Lo cual me
parece clave para fundamentar una metodología del análisis histórico
de los discursos a partir de la teoría de la argumentación.

Chaim Perelman27 se puso a la cabeza del esfuerzo encaminado


a reactualizar la antigua retórica aristotélica, como herramienta para
interpretar realidades contemporáneas, y a sus resultados dados a
conocer a mediados del siglo veinte los denominó Nueva Retórica
o Teoría de la Argumentación.

25
CERTEAU, Michel de. La toma de la palabra y otros escritos políticos. Traducción de
Alejandro Pescador. México, D.F.: Universidad Iberoamericana, 1995. p.148
26
GÓMEZ, Adolfo León. Argumentación y sofismas. Santiago de Cali: Editorial Facultad
de Humanidades, Universidad del Valle, 1993. p.14.
27
PERELMAN, Ch. y OLBRECHTS, L. Tyteca. Tratado de la argumentación: la nueva
retórica. Madrid: Gredos, 1989.
El apetito de la injuria / 47

Si para los antiguos, el objeto de la retórica era ante todo el arte


de hablar en público en forma persuasiva, esto es, el uso del discurso
oral ante una multitud congregada en el ágora o la plaza pública,
con el propósito de alcanzar su adhesión a las tesis que les
presentaba el orador, para Perelman el objeto de la retórica en nuestro
tiempo es «el estudio de las técnicas discursivas que permiten
provocar o aumentar la adhesión de las personas a las tesis
presentadas para su asentimiento»28, no sólo en la comunicación
oral, sino también escrita, audiovisual, etc.

El análisis de la argumentación discursiva en un contexto social


y cultural determinado, puede ofrecer información válida acerca
de los rasgos culturales de los auditorios a los cuales se dirigen
tales discursos, puesto que la adaptación del discurso a las
características peculiares de sus destinatarios, es una regla común
para todo orador competente. Desde el punto de vista metodológico,
esta aseveración despeja un camino para estudiar las interacciones
entre la cultura oral campesina predominante en la sociedad
huilense de comienzos del siglo veinte, y las formas de la cultura
letrada que se expresaban tanto en el discurso periodístico como en
el sermón y la lectura en voz alta para públicos iletrados.

3. Aspectos metodológicos

En el apartado anterior, se reseñaron las premisas conceptuales


en las que se apoya nuestra indagación, que en líneas gruesas se
inscribe en lo que se ha denominado Historia Sociocultural. Hemos
procurado apoyarnos en los conceptos de Pierre Bourdieu sobre
los campos y sus lógicas de funcionamiento, así como en sus análisis
de la censura. El estudio acerca de los modos de argumentación de
los agentes históricos lo hemos basado en el trabajo de Chaim
Perelman, explorando la dimensión retórica de los discursos
periodísticos en estrecha interacción con los entornos sociales y
culturales en los cuales se produjeron y que intentaron modificar
en uno u otro sentido.

28
Ibid., p. 36.
48 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Una aproximación inicial a la historiografía de la prensa regional, nos


permitió realizar una primera selección de aquellos periódicos más
representativos de la prensa liberal, por un lado, y de la prensa clerical y
conservadora, por el otro, a fin de realizar con ellos análisis a profundidad
de sus contenidos y de las formas del discurso periodístico. Luego, se
examinaron de modo exhaustivo los archivos de prensa más importantes
que poseen colecciones de la prensa huilense del periodo estudiado, con el
propósito de revisar los periódicos previamente seleccionados: en especial,
la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Colombia, en Bogotá, y el Archivo
de la Diócesis de Garzón y la Biblioteca del Seminario de Garzón. Igualmente,
se consultó la hemeroteca de la Universidad de Antioquia.

En los periódicos seleccionados, se identificaron unos ejes temáticos


del debate público del orden regional, que permitieron caracterizar la
postura o línea editorial de cada medio, así como los contenidos
políticos y culturales que defiende o impugna. Algunos de los temas
estudiados del orden regional, fueron los siguientes: la campaña
moralizadora a nivel departamental por parte de la Iglesia y la misión
jesuita, en 1912; la polémica entre el Obispo Rojas Tobar, la Iglesia y el
dirigente liberal Rafael Uribe Uribe, con ocasión de la publicación por
parte de éste del opúsculo De cómo el liberalismo colombiano no es pecado,
el mismo año; las controversias en torno a la política educativa y de
instrucción; la participación del clero en política.

La importancia metodológica de seleccionar para su estudio


algunas polémicas o controversias claves escenificadas en los medios
de prensa regionales, tiene relación con el planteamiento de Bajtín:

Cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros


enunciados, con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera
de la comunicación discursiva. Todo enunciado debe ser
analizado, desde un principio, como una respuesta a los
enunciados anteriores de una esfera dada…; los refuta, los
confirma, los completa, se basa en ellos, los supone conocidos,
los toma en cuenta de alguna manera… Uno no puede determinar
su propia postura sin correlacionarla con las de otros29.
29
Bajtín, Op.cit. p. 281.
El apetito de la injuria / 49

A partir de una revisión general y la posterior selección de textos


de los periódicos más representativos- no sólo artículos editoriales,
sino otros comentarios, secciones de sueltos o glosas, ensayos,
resoluciones y documentos oficiales de la Iglesia, entre otros-, se
examinaron las estrategias y modos de argumentación de los diversos
agentes o actores, los elementos retóricos utilizados en el esfuerzo
de persuadir y convencer a los públicos, las falacias y los usos diversos
del lenguaje. Adicionalmente, se hizo una breve descripción de los
géneros discursivos y periodísticos utilizados por la prensa.

La elección por parte de un agente histórico -en calidad de


hablante u orador- de un género discursivo como el libelo, o el
decreto de excomunión, o el poema satírico o la carta abierta, no es
algo arbitrario sino que depende de un conjunto de factores
históricamente situados. Entre ellos, los rasgos propios de la época
(cada época privilegia unos géneros discursivos sobre otros); las
temáticas o contenidos del discurso, que usualmente surgen de la
coyuntura dada y de la situación comunicativa específica; la
intencionalidad o voluntad discursiva del hablante, así como los
rasgos sociales y discursivos del interlocutor o destinatario; y, por
último, la posición o lugar que ocupa el locutor, en relación con el
otro, con el interlocutor, en la estructura del campo periodístico y
del campo político.

Por lo tanto, evaluar y estudiar los géneros discursivos y su


evolución, sus usos concretos y sus mutaciones, reviste un interés
histórico fundamental, pues constituye una de las vías o caminos
más fecundos para develar los contextos socioculturales e históricos
a través de sus vestigios o huellas textuales; pero además, la
evolución de esos géneros tiene una relevancia histórica propia
como objeto de estudio, pues el discurso y los géneros discursivos
son elementos claves de la comunicación humana, de las formas de
sociabilidad y por ende de la historia.

Lo anterior se complementó con un examen de la historiografía


regional y nacional en aspectos relevantes como la evolución de la
educación y la instrucción pública, las tendencias y el papel de la
50 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Iglesia Católica en el ámbito regional, nacional y universal, relatos


biográficos acerca de los principales protagonistas de este periodo,
entre ellos la muy documentada Biografía del Excmo. monseñor Esteban
Rojas Tobar, Obispo dimisionario de Garzón, del padre Agustín Trujillo
y otras reseñas sobre los periodistas liberales.

La disciplina histórica ha construido unos métodos para la


búsqueda de documentos históricos, el trabajo en los archivos y el
análisis de la información recopilada. La crítica interna y externa de
documentos históricos hace parte de ese acervo disciplinario.

La revisión cuidadosa de la documentación recopilada, permitió


establecer tramas significativas, hechos notorios, personajes
relevantes o textos de especial significado, todo lo cual incidió en
el momento de darle los perfiles y contornos más definidos a la
investigación, y ayudó a precisar o ajustar sus propios alcances y
contenidos temáticos. Por ejemplo, la lectura de la colección existente
del periódico Dios y César, órgano de la Diócesis de Garzón publicado
entre 1910 y 1913, permitió identificar un tema de la polémica pública
que no había previsto inicialmente: la campaña moralizadora de la
misión jesuita realizada en el Huila en 1912; asimismo, en esas
páginas apareció la viva controversia entre el Obispo Rojas y el
dirigente liberal Rafael Uribe Uribe, lo cual a su vez ofreció pautas
para situar la historia regional en un contexto más nacional.

El primer capítulo de esta investigación, por lo tanto, se sostiene


principalmente sobre la revisión, página a página, de un año del
semanario Dios y César. Más allá del registro simple de hechos o
episodios aislados, me interesó la posibilidad, sugerida por la
lectura de la propia documentación, de hallar y resaltar algunas
tramas – en el sentido que le otorga a este término la narratología,
esto es, hechos verdaderos de honda significación, con alguna
continuidad temporal, que sirvieran como ejes articuladores del
relato histórico y de su interpretación.

Asimismo, la revisión parcial de El Eco del Vaticano en el archivo


de la Diócesis de Garzón, me condujo a la Pastoral de Cuaresma de
El apetito de la injuria / 51

1917 del Obispo Rojas Tobar, un documento de excepcional


importancia que sirvió para documentar el tema de la censura
eclesiástica a la prensa liberal, y me sugirió la idea de darle mayor
realce a este asunto. Así pude trabajar sobre una nueva trama, la de
la censura clerical, que constituye el hilo conductor del segundo
capítulo del libro. Al ordenar la documentación sobre censura y
realizar un cuadro con los principales episodios encontrados en dos
décadas, pude configurar en forma paulatina lo que considero un
problema relevante de análisis histórico. A la vez que organizaba la
información específica y la estudiaba, revisé los aportes que sobre
el tema de la censura tenían autores como Bourdieu y Perelman, y
en ese viaje de ida y vuelta entre los documentos de archivo y las
iluminaciones de los teóricos, y de éstas nuevamente al escrutinio
de los archivos, se fue produciendo esa especie de chispa
esclarecedora, que es la metáfora que me sirve ahora para describir
el proceso de la interpretación histórica.

En la investigación histórica, la documentación que logre reunir el


historiador es el insumo y punto de partida principal para el proceso
de reflexión e interpretación histórica. Es preciso y necesario interrogar
los documentos, a partir de las preguntas, del problema de
investigación, y volver a la teoría para asediar las aristas de los
documentos. Seleccionar algunos libros y artículos de autores claves-
no tienen que ser muchos pero sí bien escogidos-, cuyos aportes sean
muy pertinentes para iluminar el asunto o problema específico;
examinarlos una y otra vez y pensarlos intensamente en relación y de
cara al problema y a los documentos reunidos. Así podríamos describir
en términos operativos una fase esencial de la tarea del historiador.

Nótese que lo anterior obliga a que el propio investigador


examine los archivos por sí mismo, no sólo por medio de auxiliares
y colaboradores; él es el que puede detectar, en un archivo o conjunto
de periódicos, los documentos más significativos o claves. Por lo
tanto, la ventaja de poder contar con el apoyo de uno o varios
auxiliares de investigación, si bien puede ser de gran utilidad, no
releva al historiador de tener un contacto directo, personal y asiduo
con las fuentes documentales y el trabajo de archivo.
52 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

No es tarea del historiador, cuando analiza las polémicas y los


discursos de los actores históricos, ofrecer un fallo a posteriori sobre
quién supuestamente tenía razón, lo cual sería incurrir en
anacronismos ingenuos o en un tipo de crítica más partidista o
ideológica que de tipo histórico. Más bien se trata, con apoyo en la
moderna Teoría de la Argumentación y el Análisis de Discurso, de
intentar establecer la relación entre los argumentos en juego y la
cosmovisión de los actores que los sostienen en la arena del debate
público; de estudiar sus modos de argumentar no en términos de
la verdad o falsedad de sus asertos sino de su potencial persuasivo
–de su verosimilitud- en el contexto específico que se vivía; de
procurar asimismo establecer una correspondencia entre esos modos
peculiares de argumentar, por un lado, y los rasgos del contexto
socio cultural que se revelan por ese medio; y quizá, de examinar
el impacto de todo ello en las audiencias de ese periodo, sus efectos
concretos en términos de recepción.

En suma, se trata de acercarse a una explicación de los contenidos


y las formas de los discursos periodísticos, a partir de los contextos
y de las tendencias históricas presentes en cada periodo o coyuntura.
Teniendo presente que los rasgos y tensiones propias del campo
del periodismo- con sus peculiaridades regionales y nacionales en
un periodo histórico dado- operan como mediadores claves en esta
interrelación entre los textos discursivos y los contextos
extraverbales.
El apetito de la injuria / 53
54 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 55

CAPÍTULO I.
PRENSA CATÓLICA: ANTILIBERALISMO,
MORALIZACIÓN Y OPINIÓN PÚBLICA
EN EL HUILA.
El caso del semanario Dios y César de Garzón
(1910-1913)
56 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 57

J airo Ramírez Bahamón30, en sus estudios sobre la historia


de la educación durante el siglo XIX en el Gran Tolima, advierte
que a lo largo de dicha centuria en el Huila tuvieron amplia resonancia
las ideas ilustradas y liberales, que dieron lugar a una actitud tolerante
y a la convivencia de católicos y no católicos en las instituciones
oficiales y en las escuelas, lo cual preocupó al Obispo Esteban Rojas
Tobar, para quien la «permisividad» y el «indiferentismo religioso»
eran expresión del poco arraigo que tenían en la región -al finalizar el
siglo XIX- las políticas culturales y educativas de los
Regeneracionistas que apoyaban a Núñez y la Constitución del 86.

Siguiendo orientaciones precisas de El Vaticano, la Iglesia


liderada por el Obispo Rojas Tobar organizó una campaña de largo
aliento contra las ideas y portavoces del liberalismo, que se apoyó
en periódicos católicos y conservadores, y adquirió especial encono
tras la derrota del partido liberal en la llamada Guerra de los Mil
días, a comienzos del siglo XX.
30
Ver los textos de Jairo Ramírez Bahamón que se refieren al tema, entre ellos: El colegio de
Elías y el fin de la hegemonía del proyecto laico; La Escuela en la Antigua Provincia de
Neiva 1819-1860; Historia Social de una Utopía Escolar. La educación en el Estado Soberano
del Tolima 1861-1886; El Obispo Rojas: puntal de la política educativa regeneracionista en
el «Tolima Grande» (Revista Entornos, núm. 17); y los artículos del mismo autor publicados
en la Historia General del Huila. Asimismo, ver su último libro Esplendor y ocaso del
proyecto de Escuela Liberal. Huila Siglo XIX.
58 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

A la par con sus grandes campañas y con sus pasos de


avanzada en procura de la escuela, libraba Rojas una dura batalla
por hegemonizar una «buena prensa», entendida como tal aquella
que no difundiera ni ocultara los errores liberales. Fue esta una
de las razones de mayor peso para su iniciativa de crear el
periódico institucional de la Diócesis, en 1896, con el nombre de
La Iglesia del Tolima (a partir de 1903 Eco del Vaticano)31.

Posteriormente se pusieron en circulación diversos medios de


prensa católicos como Dios y César (1910-1913), órgano de la Diócesis
de Garzón, El Bien Social, La Lid, entre otros.

Como reacción a lo anterior, los núcleos liberales existentes en el


Huila crearon un abanico de periódicos de corta y mediana duración,
que expresaron su resistencia ideológica y política, así como su
propia iniciativa cultural, entre ellos: La Reivindicación, El Deber, La
Opinión, La Palabra, La Tenaza, La Información32.

Al respecto, el historiador católico Jenaro Díaz Jordán, desde la


perspectiva de la Iglesia, anotó:

La prensa liberal de entonces insultó las creencias de nuestro


pueblo como nunca había sucedido, desafió a los católicos con
un volterianismo descarado, usó un lenguaje intemperante y
casi brutal en sus desatinos, fue una cruzada maldita contra la
iglesia y su sacerdocio, y esta es la verdadera explicación de por
qué, como dicen los españoles, se dio estocada por cornada (...)
la réplica al doctor Gaitán y a sus conmilitones era firme, y,
como se dice vulgarmente, levantaba ampolla33.

31
RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. La educación en el Huila del siglo XIX: Monseñor Esteban
Rojas Tobar, por la regeneración y por la escuela 1885-1900. En: TOVAR ZAMBRANO,
Bernardo (Dir.Ac.). Historia General del Huila. Neiva: Academia Huilense de Historia –
Gobernación del Huila. 1994. Vol. 4. p. 32.
32
A continuación algunos datos cronológicos parciales sobre la prensa liberal huilense:
La Reivindicación (1909); El Deber (1912-13); La Opinión (1912); La Palabra (1918-21); La
Tenaza (1920-24); La Información (1926-1934).
33
DÍAZ JORDÁN, Jenaro. Proceso histórico de pueblos y parroquias de la Diócesis de
Garzón, Neiva: Diócesis de Garzón, 1959. p. 475.
El apetito de la injuria / 59

El padre Fernando Arango, misionero Jesuita que recorrió los


municipios del Huila en 1912 acompañado por otros dos sacerdotes,
se encargó de propinar varias de las estocadas a que hace referencia
Díaz Jordán, «con unas hojas tremendas de agresión a veces
personalísima que él llamaba Triquitraques», en las que sancionaba
públicamente la conducta moral de algunas personas. Los
misioneros, con el respaldo activo del Obispo Rojas y de la Iglesia
del Huila, llevaron a cabo durante ese año una campaña
moralizadora a fin de perseguir las uniones libres -que por esos
días se denominaban amancebamientos- y otras conductas
consideradas escandalosas.

Las orientaciones provenientes del Vaticano instaban a los


obispos a organizar lo que se denominó «Cruzada Nacional de la
Prensa Católica», como expresión de una campaña internacional
contra las ideas liberales y socialistas que recorrían a Europa y
América Latina, poniendo en riesgo «la estabilidad política y los
valores de la civilización cristiana». Al respecto, Camilo Francisco
Salas planteó lo siguiente:

A esta empresa se debió la aparición, entre otros, de El


Bien Social, La Defensa, El Obrero Católico, El Eco del Vaticano,
La Razón, Los Andes, Triquitraques y Traquetriques, Hojas, El
Sagitario, El Ciudadano, La Hoja de los Andes, La Voz Juvenil,
El Impulso, El Porvenir, publicaciones unidas por el interés
de defender los principios religiosos, fundamento del bienestar
de la patria; favorecidas en la medida en que se impedía el
acceso y la divulgación de las ideas liberales34.

La prensa de oposición en el Huila, sin embargo, reapareció tras


la caída del gobierno del General Reyes (1909) y durante el mandato
Republicano de Carlos E. Restrepo (1910-1914), y se multiplicó a lo
largo de la segunda y tercera décadas, cuando finaliza la hegemonía

34
SALAS ORTIZ, Camilo Francisco. Trayectoria del Periodismo Huilense. En: TOVAR
ZAMBRANO, Bernardo (Dir.Ac.). Historia General del Huila. Neiva: Academia Huilense
de Historia – Gobernación del Huila, 1994. Vol. 5. p. 106, 107.
60 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

conservadora en el plano nacional con el triunfo electoral de Olaya


Herrera. El Deber, de Ramón Alvira Durán y La Opinión de Anselmo
Gaitán Useche, que se editaron en Neiva al finalizar el año de 1912
-en parte como respuesta a los hechos que se analizarán en estas
páginas-, despejaron el camino para el resurgimiento de las
publicaciones liberales en el Huila.

Dios y César, órgano del Comité Diocesano de Garzón, dirigido


por el Presbítero Pedro María Rodríguez35, Vicario General de la
Diócesis -quien años más tarde sería elevado a la categoría de Obispo
de Ibagué- comenzó a circular como semanario el 1 de septiembre
de 1910, bajo el lema «Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que
es del César», el cual se ajusta de modo exacto a la temática
predominante del medio de prensa: las controversiales relaciones
entre religión católica y política.

En este capítulo examinaré las ediciones de Dios y César


correspondientes al año de 1912 y, de modo especial, la participación
activa del periódico en la campaña moralizadora que lideró la misión
jesuita coordinada por el Padre Arango durante el primer semestre;
y luego –a partir del mes de septiembre del mismo año- la polémica
del Obispo Esteban Rojas Tobar con el dirigente liberal Rafael Uribe
Uribe36, a propósito de la publicación por parte de éste de un folleto
titulado De cómo el liberalismo colombiano no es pecado.

35
Acerca del Pbro. Pedro María Rodríguez Andrade, director de Dios y César, acudimos a
los siguientes datos ofrecidos por Jenaro Díaz: «Nació en Neiva el 22 de Febrero de 1873.
Fue estudiante en el Seminario Conciliar de Bogotá y concluyó su carrera en Roma donde
fue ordenado el 17 de Abril de 1897. Es doctor en Derecho por la Universidad Gregoriana.
Al regresar de la ciudad eterna desempeñó sucesivamente los cargos de Capellán del
Colegio de Santa Librada, Cura de Timaná, Rector del Colegio de San Luis y del Seminario
Diocesano y Vicario General desde 1904 hasta 1920. Más tarde lo encontramos dirigiendo
las parroquias de Anolaima y Funza, en la Arquidiócesis de Bogotá. Preconizado Obispo
de Ibagué, se consagró el 3 de Agosto de 1924». DÍAZ JORDÁN Op. cit., p. 339.
Rodríguez murió el 5 de Noviembre de 1967, siete años después de haber entregado la
dirección de la Diócesis de Ibagué a Monseñor Arturo Duque Villegas (Ver: Diócesis de
Garzón: Cien años.1900-2000. Sanfafé de Bogotá, 2000) .
36
Rafael Uribe Uribe fue asesinado en Bogotá en 1914, cuando era el principal jefe del
Partido Liberal, en lo que se constituyó quizá en el primero de una larga lista de magnicidios
políticos acaecidos durante el siglo XX en Colombia.
El apetito de la injuria / 61

Cuadro 1. Hechos del campo político y su repercusión en el campo del


periodismo regional.
Campo del Periodismo Huilense
Hechos del campo
Político Prensa católica - Prensa Liberal y
conservadora Republicana

Rafael Núñez y La Regeneración


(Constitución 1886 y Concordato
1887) La Iglesia del Tolima
Órgano Diócesis del
Virtual desaparición de la
Guerra civil de los Mil Días Tolima
prensa liberal periódica en el
(1899-1902) Huila

El Eco del Vaticano Corresponsalías liberales a


(Garzón, 1903) prensa de Bogotá e Ibagué
Órgano de la Diócesis de (El Telegrama)
Creación del Departamento
del Huila (1905) Garzón
Gaceta del Huila
(Neiva, 1906- )
Órgano de la
Gobernación
Fin del gobierno de Rafael La Reivindicación (Neiva,
Reyes (1909) Dios y César (Garzón, 1909)
1910-13) Órgano de la Unión
Presidencia de Carlos E. El Bien Social (Neiva, Republicana
Restrepo y gobierno 1911-13) El Deber
Republicano (1910-1914) La Lid (Garzón, 1912-20) (Neiva, 1912-13)
La Defensa (Neiva, 1913- Tendencia liberal bloquista
(Desplazamiento temporal de 14) La Opinión
las posiciones de mando en el Órgano Directorio (Neiva, 1912- )
gobierno departamental del Conservador Órgano Partido Republicano,
Partido Conservador Departamental y posteriormente órgano del
(sector Nacionalista) Partido Liberal

Gobierno de José Vicente


Concha
(1914-1918) El Símbolo
(Neiva, feb. 1914-16)
Elecciones febrero 1914

Asesinato de Rafael Uribe Uribe


(14 octubre 1914)

Gobierno de Marco Fidel Suárez


(1918-1921) La Palabra (Neiva,
Elecciones Asamblea del Huila Finaliza La Lid (Garzón,
1918-1921)
1920)
1921: mayoría electoral de Renacimiento (Neiva,
alianza entre liberales y 1921- )
conservadores históricos

Dimisión del Obispo Esteban Se suspende El Eco del La Tenaza (1920-24)


Rojas Tobar (1922) Vaticano durante dos años El Radical
(1922-24) La Información (1926-34)
62 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Me interesa indagar por las características específicas del


resurgimiento- tras la derrota del proyecto liberal radical de la
segunda mitad del siglo XIX- de unos incipientes espacios públicos
de naturaleza moderna, y la emergencia de un debate de ideas que
interpela a la llamada opinión pública, en medio de la más férrea
hegemonía política conservadora y de un orden social de tipo
tradicional fundado en el control de la Iglesia católica sobre la esfera
de la cultura, que, sin embargo, comienza a mostrar en ese lapso
algunas grietas y fisuras37.

Misión jesuita y campaña moralizadora

Los sacerdotes Jesuitas Fernando Arango, Rafael López y Ramón


Díaz, arribaron a Neiva el 26 de Enero de 1912, atendiendo una
invitación de Monseñor Esteban Rojas para realizar una extensa
misión por los distintos municipios del Huila. Dios y César los saludó
en su edición del 31 de Enero y les deseó «una abundante cosecha
de sus apostólicas labores». Una semana después el periódico
informó que antes de llegar a Garzón para participar en la Semana
Santa, los miembros de la Compañía de Jesús recorrerían las
siguientes localidades: Palermo, Retiro, Yaguará, Iquira y Gigante.

El 27 de Marzo del mismo año, en la sección de Dios y César


denominada «Varia», se lee:

37
Al comenzar el año de 1912 no circula en el Huila ningún periódico liberal. El antecedente
inmediato es La Reivindicación (1909), de tendencia republicana aunque dirigido por
Anselmo Gaitán Useche, liberal republicano, que fue censurado por el Obispo y no superó
la novena edición. En cambio, hay tres periódicos católicos: El órgano oficial de la Diócesis,
El Eco del Vaticano -que se publica desde 1903 y lo dirige el Obispo Esteban Rojas-; El
Bien Social, de Neiva, que forma parte de la Cruzada Nacional de la Prensa Católica y es
dirigido por Zoilo Rivera, un seglar conservador; y Dios y César, órgano del Comité Diocesano
de Garzón, dirigido por el Vicario de la Diócesis, Presbítero Pedro María Rodríguez. Al finalizar
ese mismo año, resurgirá la prensa liberal en Neiva, a través de dos periódicos: El Deber, de
Ramón Alvira Durán, y La Opinión, de Anselmo Gaitán Useche (órgano del partido
Republicano que apoya a Carlos E. Restrepo). Los hechos acaecidos en 1912 que se examinan
en este capítulo, van a servir de aliciente a la aparición de esos periódicos liberales, los
cuales abrirán varias grietas en el sólido edificio de la hegemonía católica y conservadora en
el Huila en el campo de la prensa y en el ámbito político y educativo. Ver cuadro 1.
El apetito de la injuria / 63

MISIONES. Llegaron a esta ciudad en estos ocho días los


RR.PP jesuitas. Con su fama de insignes Misioneros, no habrá
católico, que lo sea de veras, que no anhele verlos, escucharlos
y seguir las inspiraciones de la gracia que ellos vienen a
traernos en nombre de Dios. Llegue hasta ellos el homenaje
cordial de nuestro amor, respeto y veneración38.

Según la nota anterior, al finalizar marzo los misioneros arribaron


a Garzón, epicentro de la Diócesis, donde participaron en la
celebración de la Semana Santa, como se había anunciado. Allí
organizaron retiros espirituales con el clero en dos oportunidades -
entre el diez y el diecinueve de Abril y entre el primero y el diez de
Mayo-39, así como conferencias públicas, y luego continuaron su
gira por los demás municipios del sur del Departamento, que se
prolongó hasta finales de Julio del mismo año, cuando regresaron a
Garzón para celebrar allí el 31 de Julio la fiesta de S. Ignacio de
Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Posteriormente
regresaron a sus lugares de origen para ponerse a las órdenes de
sus superiores.

Jenaro Díaz rememora de este modo el impacto de la misión de


los Jesuitas por el Huila:

En estas controversias religiosas hay que hacer mención


también por el revuelo que levantó la campaña sobre la moral
que desarrolló el Padre Arango de la Compañía de Jesús por
los años de 1913 (sic). El Misionero tenía físicamente talla
heroica y era hombre de ánimo resuelto, orador de inmensos
recursos, escritor acerado y sin miedo y tal vez haya que
añadir también, sin consideración. Además de sus discursos,
hizo campaña verdaderamente revolucionaria en pro de la

38
Ver Dios y César, núm. 80, Marzo 27 de 1912, p. 301. Otros datos sobre la misión jesuita
fueron tomados de: Dios y César, núm. 72, enero 31 de 1912, pág. 270; núm. 73, febrero 3
de 1912, p. 274. Ver asimismo: Ignacio Trujillo, Biografía del Excmo. Sr. Esteban Rojas
Tobar. Bogotá, 1949, pág. 370.
39
Ignacio A. Trujillo, Biografía del Excmo. Sr. Esteban Rojas Tobar. Obispo Dimisionario de
Garzón, Bogotá, 1949, pág. 370.
64 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

moral con unas hojas tremendas de agresión a veces


personalísima que el llamaba Triquitraques. Sin duda la
llamarada que levantaron los triquitraques contribuyó a que
cesaran muchos escándalos públicos, pero los resentimientos
no tuvieron límite40.

Diagnóstico y receta

Coincidiendo con la presencia en Garzón de la misión jesuita,


Dios y César publicó el 4 de Abril un artículo titulado «La Gran
Muralla», firmado con el seudónimo de Jeremías, en el que se ofrece
un diagnóstico global de los males del departamento y a la vez se
prescribe como receta la profundización de la campaña moralizadora
en curso.

Existe en ciertos departamentos de la República una


muralla, que impide a los pueblos entrar en el camino de la
civilización y la grandeza. Esa muralla no es de granito, si lo
fuera, el valor de ésta nación, descendiente de héroes, sabría
pulverizarla; no es de bronce ni de diamante, ni siquiera de
polvo ó arenisca. Es una barrera de lodo moral y en ella se
embotan las armas de la briosa juventud y pierden toda su
fuerza las energías de cuantos a ella se acercan...41

A renglón seguido, el autor denuncia en tono airado la existencia


de campos y «veredas en su totalidad habitadas por hombres y
mujeres unidos solamente por el vínculo abyecto de sus apetitos
brutales», que han rehusado el matrimonio católico.

40
DÍAZ JORDÁN, Op. cit., p. 475. El autor incurre en una imprecisión cuando señala que
la misión jesuita del padre Arango tuvo lugar en 1913, pues la revisión del periódico Dios
y César no deja lugar a dudas sobre el hecho de que dicha correría se llevó a cabo un año
antes, en 1912. Pequeño yerro en una obra histórica documentada con mucho rigor.
41
Dios y César, núm. 81, Abril 4 de 1912, pág. 303, 304. Es muy probable que Jeremías sea
el seudónimo utilizado por alguno de los misioneros, lo cual se refuerza con el hecho de
que sus artículos comienzan a ser publicados en Dios y César cuando el padre Arango y
los demás jesuitas han arribado a Garzón. En una de sus notas Jeremías se presenta a sí
mismo como organizador muy activo de las misiones. Lo mismo puede decirse de Tobías,
el seudónimo de otro escritor católico del periodo.
El apetito de la injuria / 65

Todos los males de la comarca: el atraso económico, la


miseria, la medianía intelectual de sus líderes, etc, tienen por
causa última- según el diagnóstico de Jeremías- la inmoralidad
de los habitantes. Si este obstáculo se remueve, «si ponemos
remedio a este mal y curamos esta lepra, sin más, nuestro
querido departamento prosperará moral, intelectual, social y
físicamente; si seguimos como vamos, antes de medio siglo el
Huila será un asilo de dementes y sus hogares, mansiones de
miseria» 42.

En la misma edición del periódico, un artículo firmado con el


seudónimo de Tobías le dio continuidad a la propuesta del autor
de «La Gran Muralla». Luego de sugerir que la responsabilidad
principal de ese estado de cosas lamentable estribaba en la sociedad
local -las gentes honradas y católicas de cada población-, por no
haber ejercido la debida sanción moral a las personas escandalosas,
la cual debería ser continua, firme y universal, añadió:

No nos olvidemos de la más amarga de las verdades:


«Dime con quien andas y te diré quien eres». Abramos un
abismo en cada población, para que de un lado vivan las
familias honradas y del otro los imitadores del bruto, y que
ese abismo sea eterno, seguro, infranqueable43.

La convocación a «dividir los campos» y a «abrir un abismo»


en cada localidad -por parte del periódico Diocesano-,
conducirá inevitablemente a una mayor escisión y segmentación
de la sociedad civil, ya no sólo a partir de las diferencias sociales
existentes, sino también su pretexto de las diferencias en la
conducta moral de sus pobladores. Los moralizadores abogarán
por negarle la carta de ciudadanía a los habitantes que no
ciñeran su conducta personal a las rígidas pautas trazadas por
la moral católica, y por lo tanto recomiendan evitar el saludo y
el trato con ellos, así como no prestarles ninguna colaboración.

42
Ibíd.
43
Dios y César, núm. 81, pág. 306.
66 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Lo cual se hará extensivo con el correr de los días a los


sospechosos de heterodoxia –a los otros que son distintos a
nosotros-, proscribiéndolos ante la sociedad civil44.

Además del ostracismo social al que se debía someter a los


impuros, Jeremías prescribió la aplicación estricta de las leyes
vigentes que castigaban el amancebamiento y otras formas del
escándalo público, las cuales se habían quedado en el papel –según
el escritor católico- por falta de energía de las autoridades y algunas
argucias jurídicas de los tinterillos.

Veamos entonces cómo a partir de estos enfoques y directrices


de la campaña moralizadora, procedieron las autoridades
departamentales y locales; y cómo lo hizo Dios y César con la famosa
sección «Permanente», en la que publicó cada semana la lista de los
funcionarios públicos que vivían amancebados.

Confección de listados y acoso judicial

No tardaron mucho las autoridades departamentales en satisfacer


el requerimiento de la Iglesia católica, en el sentido de instar a los
funcionarios públicos de la rama ejecutiva a dar estricto
cumplimiento a las leyes vigentes en materia de moralidad pública.

En la primera página de Dios y César del 25 de Abril de 1912, se


divulgó el texto completo de una circular dirigida a cada uno de
los alcaldes del Huila, «con el objeto de procurar la mayor moralidad
en el Municipio de su jurisdicción», firmada diez días antes por
Rafael Riaño, a la sazón Secretario de Gobierno Departamental.

44
Esta campaña perseguía conformar una opinión activa cimentada en la sanción moral. Se
debía ejercer presión social para que los individuos actuaran según los patrones socialmente
aceptados y evitaran de ese modo el aislamiento. Ahora bien, se invocaba una opinión
activa mas no deliberante, ni sobre la base de la interacción entre sujetos racionales
colocados en pie de igualdad -según el modelo europeo documentado por Habermas y
otros- sino más bien movilizada por el clero y los conservadores a partir de la difusión de
prejuicios contra los disidentes y del temor de llegar a ser contaminado por la inmoralidad
o a ser visto como alguien que cohonesta y tolera las prácticas pecaminosas.
El apetito de la injuria / 67

En primer lugar -dice la circular-, es necesario establecer


sanción respecto de las personas que viven en
amancebamiento público, para lo cual debe dársele aplicación
al art. 7 de la ordenanza No. 21 de 1911, sin tener en cuenta
la posición social de las personas ó consideraciones que
hagan perder la eficacia de la citada disposición....45

Más adelante la circular instruye a los alcaldes para perseguir


la embriaguez, la vagancia, los juegos prohibidos y los delitos
contra la decencia pública y las buenas costumbres, aplicando en
forma estricta las disposiciones del Código de Policía. Y
puntualiza:

El Decreto Ejecutivo No. 1171 de 1911 (...) dispone en su


artículo 4º la formación de listas que comprendan: los nombres
de los VAGOS, RATEROS, PROSTITUTAS, JUGADORES DE
PROFESION, PROFUGOS DE LAS CARCELES Y
PRESIDIOS, BEODOS CONSUETUDINARIOS, LOCOS Y
DEMENTES, y en general, DE LAS PERSONAS DE MALAS
COSTUMBRES O DE VIDA SOSPECHOSA QUE PUEDAN
SER PERNICIOSAS A LA SOCIEDAD, las cuales deberán ser
informadas en los municipios para su remisión a la Oficina
Central de Investigación Criminal46.

Finalmente, el Secretario de Gobierno le concede a los alcaldes


un plazo máximo de un mes para que procedan a la formación de
las mencionadas listas y las remitan a su despacho.

El criterio de incluir en tales listados a las «personas de malas


costumbres o de vida sospechosa que puedan ser perniciosas a la
sociedad», plantea unas categorías tan amplias y escurridizas que,
según la lente con la que se mirara, podría dar cabida a todos los
disidentes, opositores políticos y miembros de agrupaciones no
afectas al orden católico conservador, tales como librepensadores,

45
Dios y César, núm. 84, Abril 25 de 1912.
46
Ibíd., Las mayúsculas corresponden a la versión original del periódico.
68 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

masones, protestantes, liberales y socialistas47. En un clima de


intolerancia política como el que se respiraba en esos años, la
advertencia de Riaño en el sentido de que la disposición «no
comprende gremio o agrupación determinada», resultaba inocua e
inaplicable en la práctica.

Dios y César, en su edición 84, no dudó en calificar la disposición del


Secretario de Gobierno departamental como una «circular modelo», y
en aplaudir con entusiasmo a las autoridades por haberla enviado, lo
cual por sí sólo bastaría- según el periódico- para «llenar de gloria al
Mandatario y de prosperidad al Departamento», siempre que se hiciera
cumplir «en todos sus detalles» por parte de las autoridades locales.

En la armónica coordinación de las autoridades civiles y eclesiásticas-


como se advierte en el discurrir de la campaña moralizadora-, reside
una de las explicaciones de la enorme eficacia del trabajo cultural de la
Iglesia Católica en el Huila durante la hegemonía conservadora. El
respaldo estatal, que no excluyó algunos roces y desaveniencias
coyunturales, le confirió gran potencia a la acción del clero, lo cual se
tradujo en recursos y medios, apoyos legales, herramientas de coerción
y, en suma, la posibilidad de emplear para la obtención de sus fines
todas las ventajas que otorga la administración del poder estatal.

47
De hecho, Monseñor Rojas invocará este criterio de la circular para reclamar al Gobierno
Departamental por no atender algunos vetos y recomendaciones acerca de nombramientos
de maestros y funcionarios de la rama de la instrucción pública, en una Resolución en la que
advierte que de no corregirse esta actitud se reserva el derecho de orientar a los padres de
familia para que abandonen las escuelas oficiales y a promover la fundación de escuelas
privadas dirigidas por el clero. En un párrafo se alude, sin nombrarlo, a José Eustasio Rivera,
quien había sido nombrado de tiempo atrás como Inspector Escolar de dos provincias, y se vio
forzado a abandonar el cargo por presiones del Obispo de Garzón ante el Ministro del Ramo. En
palabras del Obispo Rojas: «Verdaderamente incomprensible es todo esto a tiempo que en
recientísima circular se ordena proceder contra «las personas de malas costumbres ó de vida
sospechosa que puedan ser perniciosas a la sociedad» y «lanzar ostensiblemente o hacer
lanzar del empleo al responsable o siquiera sospechoso de corrompidos manejos. ¡Y con todo
las quejas de un Cura y de un Obispo en el desempeño de su misión pastoral no bastan para
mirar ni como sospechoso a un empleado corrompido, sino que se aprovecha la ocasión para
hacer sufrir á esos Ministros de Cristo malos tratamientos y marcados desprecios! ¡Así se trata
a la Santa Iglesia, á cuyos esfuerzos se debe más de la mitad de los maestros que hoy funcionan¡».
Ver «Resolución», Dios y César, Garzón, núm. 87, Mayo 15, 1912, págs. 326, 327.
El apetito de la injuria / 69

Sección «Permanente» y escarnio público

La sección «Permanente» en la última página de Dios y César se


anunció en un artículo de la edición del 9 de Mayo de 1912, titulado
«Seamos Patriotas», en el que se afirmó que la falta de acción por
parte de las autoridades encargadas de corregir los extravíos morales
de los habitantes, había sido señalada por el gobierno departamental
como la primera causa de tantos desórdenes y escándalos.

Para ayudar en esta labor tan benéfica, en buena hora


emprendida por nuestro Gobierno; hemos resuelto darle
cuenta de las autoridades subalternas, que por sus manejos
y costumbres son indignas de ocupar los puestos públicos. A
este fin abriremos en «Dios y César» un «Permanente» para
publicar los nombres de los tales. Suplicamos por tanto, á
todas las personas de buena voluntad, se dignen hacer
cuantas investigaciones puedan con el objeto de remitirnos
datos CONCRETOS, SEGUROS Y BIEN PROBADOS de la
conducta moral de los Prefectos, Alcaldes, Jueces,
Corregidores, Comisarios, Secretarios, etc48.

Seis semanas después, en la edición del 27 de junio, el periódico


publicó una «Advertencia» dirigida a «todos los amancebados en
cualquier estado, dignidad ó condición», informándoles que según el
Concilio de Trento «los señores Obispos pueden- después de hechas
las debidas admoniciones- excomulgar a los que se resistieren a despedir
á sus concubinas y á dejar las malas relaciones». También les notifica
que el mismo Concilio autoriza a los Prelados a decretar pena de
destierro contra las mujeres que vivan públicamente amancebadas, para
lo cual puede solicitar el respaldo de las autoridades civiles49.

La primera sección «Permanente» se publicó en la edición #88


del 22 de mayo y se sostuvo durante doce ediciones consecutivas.
Finalmente, desapareció en la edición #100 del 14 de Agosto de

48
Dios y César, núm. 86, mayo 9 de 1912.
49
Dios y César, núm. 93, Junio 27 de 1912, p. 352.
70 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

1912, según la versión de Dios y César, por cuanto ya había cumplido


la función que se había propuesto: algunos funcionarios enmendaron
sus malas conductas y otros fueron despedidos de sus cargos.

Es muy probable que otros factores de más peso hayan incidido en


la decisión de suspender la sección «Permanente». De un lado, la
misión jesuita -que fue el principal acicate de la campaña moralizadora-
para el mes de Agosto había concluido sus visitas a las localidades y
abandonó el Huila para atender los requerimientos de sus superiores
jerárquicos. Del otro, algunos católicos pusieron de presente sus
escrúpulos de conciencia respecto de las bondades de tal iniciativa.
Adicionalmente, los núcleos liberales y algunos de sus dirigentes,
reaccionaron de manera enérgica frente a lo que consideraron una
persecución política en su contra camuflada bajo fines moralistas, y
publicaron hojas volantes- entre ellas, unas llamadas Parches Porosos,
que le salían al paso a los Triquitraques- boletines anónimos, y artículos
de denuncia en la prensa liberal de Ibagué y de Bogotá. De este modo,
los liberales procuraron reagrupar sus fuerzas y desarrollar iniciativas
políticas y propagandísticas que suscitaron algún grado de desconcierto
y preocupación entre los partidarios del orden establecido50.

Los episodios que se presentaron en Garzón a partir de las


sindicaciones de conducta escandalosa que el semanario Dios y César
lanzó contra el médico Esteban Tovar, un connotado personaje
liberal que ejercía su profesión en la capital diocesana, ilustran de

50
El testimonio del dirigente y periodista liberal Anselmo Gaitán Useche, ilustra sobre la
manera como los integrantes de este partido reaccionaron frente a la ofensiva de prensa
de la Iglesia católica: « En «Dios y César, órgano de la curia, editado en la imprenta
Diocesana», según se leía en su encabezamiento y dirigido por el hoy obispo de Ibagué
Monseñor Rodríguez, se publicaba un «Permanente» titulado «Lista de los empleados
públicos que viven amancebados»; y seguía la lista con los nombres propios de ellos y
ellas, los empleos desempeñados y detalles y comentarios de la más asquerosa y repugnante
vulgaridad. Tal prensa entraba a saco en la vida privada de los ciudadanos y no se detenía
ante ninguna consideración ni ante ningún límite, usando armas tan viles como la de
propalar que yo estaba turberculoso; «el tuberculoso mediquillo» me llamaba, con el
propósito de alejarme clientela profesional». Ver Anselmo Gaitán Useche. Periódicos del
Huila. Rojas Garrido, redactó uno de los primeros periódicos editados en el Huila. El
Tiempo, Núm. 10000, Bogotá. (30, julio, 1939); Sec. 2, p. 23, 24.
El apetito de la injuria / 71

modo vivo las contradicciones y dificultades que la ofensiva


moralizadora traía aparejadas. El editorial del número 86 de Dios y
César, titulado «Libertad y Derecho», se refiere a un listado de más
de 300 personas de Garzón «que viven escandalosamente», entre
ellos «médicos que han abusado de su profesión para cometer el
crimen con engaño y dolor». La edición siguiente publica una misiva
del médico Esteban Tovar al Director solicitándole que le informe si
en un párrafo del editorial se alude indirectamente a él, pues en otras
ocasiones ha sido atacado por el semanario. Este le responde con un
artículo anónimo en el que especifica las inculpaciones de conducta
inmoral contra el Dr. Tovar, con nuevos detalles de su vida personal.

El facultativo cae gravemente enfermo en Altamira, y tanto el Obispo


como el Vicario de la Diócesis le envían telegramas que publica Dios y
César en los que se ofrecen para mediar por la salvación de su alma ante el
Creador, a condición de que se arrepienta de sus pecados. Inesperadamente,
el enfermo grave se recupera, y sus amigos y simpatizantes en Garzón le
organizan a manera de desagravio una concurrida cabalgata de
recibimiento en la capital Diocesana, que es interpretada por algunas
damas piadosas como un duro traspiés para la campaña moralizadora.

El médico Tovar publica en la prensa liberal de Ibagué y de


Bogotá denuncias de persecución clerical en su contra, que incluyen
amenazas contra su vida e integridad personal. Luego, Dios y César
inicia una campaña ante el Gobernador en procura de lograr la
destitución del Alcalde de Garzón, a quien acusa de ser amigo y
aliado de Esteban Tovar, que a esta altura ya es señalado como
lugarteniente del jefe liberal Rafael Uribe Uribe51.

Como ocurrió en este caso, cada vez más el campo de la lucha tendía
a desplazarse del terreno de la conducta moral y privada, al escenario
más amplio y directo de la contienda política con el liberalismo, que
había empezado a tonificar sus fuerzas en preparación de las elecciones
que se aproximaban.

51
Para seguir los episodios de esta trama, ver las siguientes ediciones: Dios y César,
Garzón, núm. 86, Mayo 9, 1912; núm. 87, Mayo 15, 1912; núm. 88, Mayo 29, 1912; núm. 92,
Junio 21, 1912; núm 93, junio 27, 1912; núm.100, Agosto 14, 1912.
72 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

La publicación por parte de Rafael Uribe Uribe de un folleto


dirigido a los campesinos liberales de todo el país, que contenía
instrucciones precisas para que afrontaran el acoso clerical en las
zonas rurales y le proponía a los jerarcas católicos que replantearan
sus relaciones con los partidos políticos, inauguró un nuevo capítulo
del debate público en los últimos meses de 1912.

1.1 Religión y política: polémica en torno al folleto de Rafael


Uribe Uribe

La breve misiva de Rafael Uribe Uribe a Monseñor Esteban Rojas,


Obispo de Garzón, en la que le anuncia el envío de su folleto, está fechada
en Bogotá el 3 de Septiembre de 1912. Este le respondió el 2 de Octubre
desde Altamira, donde se encontraba en visita pastoral, pero antes de
hacerlo redactó un documento público dirigido a los fieles de la Diócesis
mediante el cual reprobó el opúsculo del dirigente liberal.

En la portada de la edición # 107 de Dios y César, del 2 de Octubre


de 1912, bajo el título de «Refutación», puede leerse una
«Advertencia para leer al pueblo varias veces. No. 212», enviada al
periódico por el Obispo Rojas Tobar desde Nátaga, que en su primer
párrafo plantea lo siguiente:

El Señor Rafael Uribe Uribe ha enviado al Ilmo. Sr. Obispo,


aunque hasta hoy veinticuatro de septiembre, no ha llegado
todavía, un folleto titulado «De cómo el liberalismo político
colombiano no es pecado», diciendo que la doctrina expuesta en
él es inobjetable y ortodoxa, arrogándose así ridículamente la
autoridad de Maestro de la fe y de las costumbres; y lleva su
locura hasta amenazar con que se quejará contra el mismo señor
Obispo ante la Santa Sede si le reprueba su opúsculo. Aunque
éste por sí mismo se refuta ante las personas no desequilibradas,
bueno será hacer notar a los fieles algo de lo mucho que tiene de
errores y aun de herejías veladas, calumnias, insultos, mentiras,
amenazas, incoherencias, confusiones y contradicciones52.

52
Dios y César, núm. 107, Octubre 2 de 1912, y continúa en núm. 108, octubre 10 de 1912.
El apetito de la injuria / 73

El Obispo le reprocha a Uribe Uribe su audaz pretensión de


invadir «terreno ajeno y sagrado» interpretando a su amaño palabras
y documentos de los Pontífices y de la Santa Sede. En su larga misiva
de respuesta Monseñor Rojas refutará desde su perspectiva los
principales argumentos del jefe liberal, pero en esta «Advertencia»
inicial a los fieles prefiere partir de la descalificación del autor del
folleto negándole cualquier autoridad para tratar los temas que
aborda -típico argumento ad hominem-, e insinuando de paso que no
estaba en uso pleno de sus facultades mentales. Lo anterior es una
consecuencia del principio general -defendido por el Obispo- de
que la iglesia tiene un magisterio exclusivo en asuntos de doctrina
religiosa y que los seglares sólo podían acompañarla en esa labor
bajo su estricta dirección y control y no por cuenta propia.

Hay unos temas -la doctrina, el dogma católico- que según el


prelado son ajenos a la esfera de la deliberación pública y sólo se
admiten como objeto de predicación, catequesis, oración, pero no
de controversias en un ámbito de libre raciocinio, pues se consideran
asuntos sagrados inherentes a las «verdades reveladas» o a la
infalibilidad del pontífice romano, y por lo tanto están más allá de
los límites de la frágil razón humana.

Uribe Uribe, a contrapelo de ese modo de pensar, advirtió en su


folleto que no estaba en el caso de someter sus opiniones a la
aprobación de la autoridad eclesiástica, porque «no las expongo
como creyente ni como incrédulo, sino como ciudadano que trata una
materia de interés público»,... y « desde un punto de vista laico» (la cursiva
es mía)53.

Antes de proseguir conviene no perder de vista algunos


antecedentes de la discusión. En la última década del siglo XIX
circuló en Colombia una reedición del libro de Félix Sardá y Salvany,
un sacerdote y periodista español de tendencia Integrista y
monárquica, titulada precisamente El liberalismo es pecado, que si bien

53
URIBE URIBE, Rafael. De cómo el liberalismo político colombiano no es pecado. Santa
Fe de Bogotá: Planeta, 1994. p. 47.
74 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

se escribió atendiendo a las circunstancias políticas peculiares de


España unos años atrás, fue adoptada en nuestro país como una
especie de manual de propaganda antiliberal por sectores
conservadores y del clero. El Obispo de Pasto Ezequiel Moreno, quien
gozaba de las abiertas simpatías de Monseñor Rojas, asumió el título
de ese libro como bandera de lucha político-religiosa, oponiéndose a
cualquier asomo de conciliación o «concordia» con el liberalismo,
como el que se ensayó durante el quinquenio del general Reyes.

En 1901, en pleno fragor de la guerra civil, el Obispo Rojas dirigió


una circular «Sobre el liberalismo» al clero de su diócesis, en la que
se calificaba a este partido político colombiano como «el mal de los
males» e instaba a los sacerdotes a trabajar por «su extirpación con
toda seriedad» en el tiempo que «sólo Dios sabe».

En la mencionada circular, Monseñor Rojas planteó su postura


en estos términos:

Podemos formular nuestra doctrina en el siguiente


silogismo, que os encargaremos estudiéis y meditéis
profundamente delante de Dios: Toda persona que profesa
o de cualquier modo favorece los errores reprobados por
la Santa Sede peca, y este pecado, per se, es mortal; es así
que el partido liberal colombiano profesa y practica todos
los errores reprobados por la Santa Sede54 con el nombre

54
A continuación un aparte de la Circular sobre el Liberalismo (1901), de Monseñor Rojas
Tobar: «No les vemos evidentemente admitir y poner en práctica las ideas liberales? El derecho
de insurrección justificado y reconocido; la voluntad popular proclamada como ley o regla
para todo; la opinión pública declarada como Supremo Tribunal que debe decidir de todo; los
hechos consumados; la multitud y la fuerza como origen de autoridad y por consiguiente, el
pueblo declarado como gobernador del gobierno, y no el gobierno como gobernador del
pueblo; la más lamentable corrupción del concepto de autoridad, y pernicioso prurito de
desprestigiarla y hacerla despreciar; la licitud de cualesquiera medios para obtener un fin que
se apetece con más o menos razón; la prescindencia del gobierno de Dios y de la determinación
de la Divina Providencia en los asuntos públicos; la demasiada confianza en el juicio y opinión
propios y la demasiada facilidad de publicarlos; difusión autorizada del error por medio de la
prensa; la prescindencia de lo que la Iglesia dice por medio de sus prelados y ministros; todo
esto es liberalismo que actualmente existe fervoroso en muchos cerebros que no se llaman
liberales sino católicos…». Ver a: Ignacio A. Trujillo. Op. cit., p. 232, 233.
El apetito de la injuria / 75

de liberalismo; luego toda persona que favorece de


cualquier modo a ese partido peca per se mortalmente55.

Precisamente, el folleto de Uribe Uribe se ocupó de argumentar


la falta de validez de la premisa menor del silogismo de Monseñor
Rojas- aunque sin aludir directamente al Obispo de Garzón, pues
este asunto se había convertido en debate nacional a partir de la
reedición en nuestro país del libro de Sardá y Salvany- , y por tanto
a desmontar la conclusión sectaria, con base en su libre
interpretación de varias Encíclicas y pronunciamientos de la Santa
Sede y de algunos prelados. Rafael Uribe sustentó que los liberales
colombianos en la práctica eran mayoritariamente católicos, que su
partido no participaba de los errores condenados por el Vaticano
bajo el nombre genérico de liberalismo, y por lo tanto propuso que
la jerarquía eclesiástica disolviera su solidaridad política con el
Partido Conservador y se aprestara a normalizar sus relaciones con
el liberalismo en términos diferentes –de cooperación y no de
hostilidad- a los que prevalecieron durante el siglo diecinueve.

Para subrayar el cambio de orientación política de su partido


hacia un tratamiento moderado de sus diferencias con la Iglesia
católica -una idea central que sin mucho énfasis se desarrolla en el
texto-, Uribe reiteró la disposición a aceptar que las relaciones Iglesia-
Estado se regularan por medio del concordato, concesión inspirada
en el pragmatismo político que suponía abandonar un aspecto nodal
del programa liberal radical del siglo precedente.

Monseñor Rojas, por su parte, le replicó al jefe liberal que no


sólo Pío IX condenó a los gobiernos liberales de mitad de siglo
diecinueve por sus decretos contra la Iglesia, sino que la doctrina
de su partido coincidía de modo claro con los errores liberales
denunciados por la Santa Sede en el Syllabus, la Encíclica Cuanta Cura
y otros pronunciamientos de Pío IX y León XIII.
55
TRUJILLO, Op. cit., p. 229. El silogismo -una forma clásica de los argumentos lógicos-
está compuesto por una premisa mayor, otra menor y una conclusión. El Obispo Rojas,
educado en las formas de la retórica antigua y de la escolástica, apeló con frecuencia a los
razonamientos silogísticos en sus textos.
76 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Modos de argumentar

Apelando a una de sus formas predilectas de presentar sus


argumentos, Rojas Tobar eslabonará un silogismo con otro para
dejar en claro que el partido liberal era anticatólico, ateo, y su jefe
un hereje. Así, por ejemplo: «Es hereje todo bautizado que no acepta
algún dogma de la fe. Es así que dicho señor (Uribe) manifiesta
claramente en su opúsculo que no acepta el magisterio infalible de
su Iglesia, que es dogma de fe. Luego (Uribe) es hereje»56. (Los
nombres entre paréntesis son añadidos míos).

Frente a este modo de argumentación muy típico de los escritores


católicos, a partir de una cosmovisión en blanco y negro, que
identifica pares opuestos fijos e inamovibles, antinomias del tipo:
verdad versus error, luz versus tinieblas, con Jesucristo o contra
Jesucristo, y que redunda en una simplificación interesada de la
realidad, Uribe Uribe propone en su opúsculo recuperar algunos
aspectos de la retórica escolástica.

Distinguo pudo ser una fórmula de vana sutileza en la antigua


argumentación escolástica, pero también fue y es todavía
exponente de la delicadeza de espíritu que no comprende en
una misma afirmación o negación cosas o hechos distintos, sino
que discierne entre ellos, con análisis fino y atención profunda,
para establecer separaciones, considerar diferencias, hacer
salvedades y restricciones y especificar y limitar los juicios.
Distinguir viene a ser uno de los medios de aclarar57.

A los mismos teólogos habituados a usar en sus lucubraciones el


casuístico distinguo y el dialéctico concedo, dice irónicamente Uribe

56
TRUJILLO, Op. cit., p. 373. Otro ejemplo de silogismo utilizado por el Obispo Rojas, es
el siguiente: «Toda sociedad o agrupación humana que se proponga cualesquiera fines,
más aún si son de orden moral, con expresa e intencional prescindencia y desprecio de la
Revelación, es enemiga del catolicismo y de la Iglesia Católica y del Redentor que la
instituyó. Es así que el partido liberal colombiano (...) prescinde precisamente en sus fines
políticos y sociales, de las verdades reveladas, y las desprecia. Luego es anticatólico».
Ibid., p. 377.
57
URIBE URIBE, Op. cit., p. 49.
El apetito de la injuria / 77

Uribe, se les ve «cuando se trata de liberalismo plantarse en el nego


a tocateja, rechazar toda concesión como complacencia con el error
y pretender simplificar la materia como para ponerla al alcance de
los niños... y de los tontos».

Las formas dogmáticas y por tanto autoritarias de argumentación,


a la vez que pretenden que el interlocutor acepte como ciertas unas
premisas que no se han probado con fundamentos válidos y
suficientes -lo que en Retórica se conoce como falacia de petición de
principio- desdeñan el reconocimiento eventual por parte del orador
de la validez parcial o total de un argumento de su contendor, lo
cual será considerado como una transacción indebida y una
supuesta falta de firmeza en los principios por parte del polemista.
Por lo tanto, será preferible el uso reiterado por parte de éste de los
epítetos despectivos y del procedimiento de la demonización del
contrincante58, a quien no se le reconocerá como sujeto racional en
pie de igualdad, sino como parte del bando opuesto, de los
enemigos, lo cual expresa un imaginario impregnado del lenguaje
propio de la milicia.

Censura y formas de lectura

Quizá el Obispo Rojas al momento de redactar su respuesta a


Uribe Uribe todavía no conocía los términos del Decreto de
Monseñor Bernardo Herrera, Arzobispo de Bogotá y Primado de
Colombia, que está fechado en Bogotá el 28 de septiembre del mismo
año, por medio del cual condena y proscribe el folleto del jefe liberal.
El Presbítero Pedro María Rodríguez, Vicario General de la Diócesis
de Garzón, lo da a conocer a los sacerdotes en circular interna del 14
de Octubre, junto con algunas instrucciones precisas, entre ellas la
de que sea leído a los fieles en «dos o más días de concurso»59.

58
Argumento ad personam ofensivo es la denominación genérica que se emplea en retórica
para clasificar los epítetos despectivos y otros agravios e insultos personales que se
orientan a descalificar al adversario por sus defectos o errores, sin hacerse cargo de
refutar con solidez sus razones. Ver: DIAZ, Alvaro. La argumentación escrita. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia, 2002.
59
TRUJILLO, Op. cit., p. 379.
78 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

El decreto de Monseñor Herrera es un documento sucinto, en el que


caracteriza el folleto de Uribe y procede a prohibirlo, del siguiente modo:

Por todas estas razones, en ejercicio de nuestra autoridad


episcopal y para cumplir con el deber que nos incumbe de
celar por la pureza de la fe católica y de precaver a los fieles
contra todo peligro de perversión, hemos venido en proscribir
y condenar, como por el presente decreto proscribimos y
condenamos el opúsculo intitulado «De cómo el liberalismo
político colombiano no es pecado», escrito por el señor Rafael
Uribe Uribe y salido este mismo año de las prensas de El Liberal.
Declaramos por tanto que a ningún católico, de cualquier
estado o condición que sea, le es lícito leer, retener, vender,
propagar o defender, de cualquier manera dicha publicación,
y que todos cuantos tengan ejemplares de ella quedan en la
obligación de entregarlos a la autoridad eclesiástica, bien
directamente o bien por medio de los respectivos Párrocos60.

Por su parte, el Vicario de la Diócesis, en la circular de marras,


insta a los sacerdotes a «desplegar todo su celo a fin de que no circule
en sus parroquias el malhadado Opúsculo de Uribe Uribe y que
donde haya circulado se entregue a la Autoridad Eclesiástica sin
demora». Asimismo, a los confesores les recomienda que no olviden,
dado el caso, las preguntas «Ha leído U. u oído leer escritos prohibidos,
o los ha vendido, prestado o retenido?» (la cursiva es mía)61. La
precaución del presbítero Rodríguez se basa en las noticias que le
han llegado de que los liberales han nombrado catequistas para que
lean y expliquen a los campesinos el contenido del folleto de Rafael
Uribe, lo cual es un indicio de que en esos años no era una práctica
desconocida en el Huila la lectura en voz alta para los iletrados.

El recurso de la prohibición de lecturas, acompañado no pocas


veces de la excomunión a sus autores y a quienes no obedecieran la
censura, viene de una larga tradición de la Iglesia católica que se

60
Ibid., p. 380.
61
Ibid., p. 379.
El apetito de la injuria / 79

remonta siglos atrás. Precisamente el Concilio Plenario


Latinoamericano que se llevó a efecto en Roma en 1899, dedicó un
apartado de sus conclusiones denominado «De los libros y
periódicos malos», a establecer los criterios que debían ser tenidos
en cuenta para proscribir las lecturas y «arrebatar de manos de los
fieles» los textos que propalaban el veneno contra la fe.

En virtud de lo anterior, el folleto de Uribe Uribe pasó a formar


parte del Indice de libros prohibidos por la Santa Sede, «distinción»
que compartió en esos años con tan sólo otro libro de un autor
colombiano titulado Los Intransigentes, del sacerdote católico Baltasar
Vélez, quien se echó encima la censura eclesiástica justamente por
haberse manifestado en 1897 a favor de tender puentes de
acercamiento y comprensión entre la Iglesia y los liberales62.

Sin embargo, a la institución eclesiástica no le bastó la censura


tradicional breve y tajante del folleto de Uribe Uribe, sino que se
vio precisada a desatar una verdadera campaña en su contra que
incluyó la difusión de textos de polémica, refutación y debate. La
misiva de Monseñor Rojas Tobar es una de las múltiples piezas de
ese concierto, al que se unirá un folleto del Obispo de Ibagué,
artículos de prensa como la serie denominada «Pontífice laico» en
Dios y César, y algunos libros de clérigos.

Todo lo cual, paradójicamente, pondría en evidencia que la Iglesia


estaba abocada a la necesidad de persuadir a una opinión pública
emergente, a los campesinos liberales a los que se dirige Uribe Uribe
y a los habitantes de las urbes en crecimiento, y por lo tanto tendía
a colocarse en un plano de argumentación que admitía raciocinios,
fundamentos y evidencias, con el fin de influenciar a públicos más
amplios, así fuera para sostener puntos de vista intransigentes.

De cualquier modo, estos hechos y sus repercusiones ampliaron


la esfera de la discusión pública, como un rasgo indiscutible del

62
Ver a Juan Camilo Rodríguez, «Prólogo: El liberalismo: ¿pecado o virtud?». En: URIBE
URIBE, Rafael. De cómo el liberalismo colombiano no es pecado. Bogotá: Planeta, 1994. p.
17 - 18.
80 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

proceso de modernidad en ciernes, que combinará en el Huila


formas tradicionales de censura de la lectura como las aplicadas al
folleto de Uribe Uribe, con expresiones de deliberación pública a
partir del intercambio de argumentos divergentes.

1.2 Emergencia de una esfera pública de discusión

1912 es un año sumamente interesante, que marca una suerte de


inflexión para el Huila: la campaña moralizadora liderada por la
misión jesuita, la publicación del folleto de Rafael Uribe Uribe, así
como las reacciones de la Iglesia frente al mismo, y la aparición de
la prensa liberal en Neiva en las postrimerías del año, se pueden
interpretar como la emergencia embrionaria de un espacio público
de debate con rasgos contradictorios: tradicionalistas y modernos a
la vez. De nuevo comienza a contar la opinión pública, la puja por
incidir en su conformación por distintos medios, como un espacio
en competencia o disputa entre diversos actores. En adelante, ya no
volverá a ser un espacio de control omnímodo e indiscutible. Pervive
la hegemonía conservadora, pero aparecen las primeras fisuras. Se
atizan las diferencias entre «nacionalistas» e «históricos» en el
conservatismo 63, y los contendientes liberales, hasta ahora
silenciados y arrinconados, empiezan a tomar la palabra, a publicar
sus periódicos propios, a disentir, a polemizar; y también a hacer
libelos difamatorios, que ya no son más exclusividad de los curas.

La campaña moralizadora de la misión jesuita y de la iglesia


católica en su conjunto, se puede entender como una manera de forjar
una opinión pública entendida como sanción social de tipo moral a
los elementos considerados extraños: los liberales, los contradictores
y los impíos. El uso ya no sólo de la predicación de los misioneros
jesuitas, sino también de la prensa católica (tanto de periódicos como
de hojas volantes esporádicas como los Triquitraques), y el respaldo
por parte de las autoridades departamentales y locales, dan cuenta

63
Ver a: SALAS VARGAS, Reynel. El proceso político durante el siglo XX. En: TOVAR
ZAMBRANO, Bernardo (Dir. Ac.). Historia General del Huila, Neiva: Academia Huilense
de Historia – Gobernación del Huila. Vol. 2. p. 172, 178, 185, 188.
El apetito de la injuria / 81

del enorme esfuerzo orientado a crear una opinión pública alinderada


con la prédica moral católica, la cual derivará -más temprano que
tarde y por la propia dinámica contradictoria de las circunstancias-,
en opinión opuesta a las aspiraciones de reanimamiento del Partido
Liberal en el Huila y en todo el país.

Ese propósito, sin embargo, aunque alcanza algunos logros,


tropieza con resistencias, desafíos e iniciativas contrahegemónicas,
que darán lugar -en la interacción mutua entre los diversos factores-
a la ampliación de los espacios del debate público, si bien a
contrapelo de las intenciones de la cultura hegemónica que puja
por mantenerlos cerrados y clausurados. Como expresión de ello,
surgen y se afianzan los intentos de regularizar una prensa liberal
en el Huila como catalizadora del debate público en medio de la
hegemonía conservadora y católica. Así empieza a agrietarse, sin
dejar de ser efectiva, dicha hegemonía. Para mantenerla, sus
defensores deberán acudir también a formas del debate público
racional y argumentado, combinándolas con los métodos
tradicionales de control: la censura eclesiástica, la excomunión, la
represión de las prácticas de lectura, que en todo caso ya resultan
insuficientes en las nuevas condiciones que están emergiendo, como
se advierte en el debate entre Monseñor Rojas Tobar y el dirigente
liberal Rafael Uribe Uribe.

Los hechos y procesos descritos en este capítulo ilustran el clima


de intolerancia y los mecanismos concretos de coerción moral,
judicial y cultural que eran utilizados en la época, lo que pudiéramos
llamar el dispositivo de control social hegemónico.

El libelo difamatorio y el rumor, modos de comunicación


característicos de la sociedad tradicional, se emplean con intensidad
en este periodo no sólo por los publicistas católicos, sino también
por los núcleos liberales que intentan levantar cabeza y poner el
pecho ante la avalancha clerical conservadora. En esa contradictoria
reconfiguración de los espacios públicos modernos que se acentúa
en 1912, el libelo, el epíteto despectivo, el argumento ad personam
ofensivo, los anónimos, adquirirán una gran relevancia, al lado de
82 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

otros modos de comunicación de tipo más racional y con mayor


fundamento argumentativo, como la polémica del Obispo Rojas con
Rafael Uribe Uribe y, unos años más tarde (en 1916), con Ramón
Alvira Durán.

En nuestras sociedades iberoamericanas, la lenta aparición de


espacios públicos modernos -basados en la razón, la deliberación,
la difusión de impresos y la extensión de las prácticas de lectura-
tienen lugar en una estrecha imbricación con formas de
comunicación más antiguas -que proceden de la sociedad
tradicional- tales como el libelo difamatorio, el pasquín y el rumor64.

El púlpito se constituye en un espacio comunicativo de primer


orden que posibilita la interacción comunicativa mediante el sermón
-la palabra viva del sacerdote – que propaga mensajes e imaginarios
entre los fieles letrados y, sobre todo, iletrados, aunque por lo general
de modo vertical y unidireccional. Se podría decir que el púlpito,
como medio al servicio de la cultura hegemónica, y el rumor, desde
el ámbito de las prácticas comunicativas populares, constituyeron
modos de comunicación privilegiados en la sociedad huilense
tradicional, que no desaparecieron con los procesos de modernidad
sino que se entremezclaron con nuevos modos y medios de
comunicación.

En el departamento del Huila durante el lapso estudiado, el


sermón, el libelo y el rumor continuaron siendo formas
comunicativas que predominaron por su impacto y eficacia; pero
ya no estaban solas: coexistían con la polémica y el debate a partir
de razonamientos entre interlocutores que, si bien no estaban en
pie de igualdad, pujaban por abolir o mantener- según el caso- los
privilegios instaurados. Tal es una de las funciones que cumple la
prensa liberal periódica al finalizar el año doce.

64
GUERRA, Francoise Xavier y LEMPÉRIÉRE, Annick et al. Los espacios públicos en
Iberoamérica: ambiguedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México: Centro Francés de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Fondo de Cultura Económica, 1998. p. 5 - 21.
El apetito de la injuria / 83
84 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 85
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88 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Título: DIALOGANTES URBANOS


Autor: PHANOR SATIZÁBAL
Técnica: ÓLEO - LIENZO
Dimensión: 165 x 130 cms - 2001
El apetito de la injuria / 89

CAPÍTULO II.
CENSURA ECLESIÁSTICA Y LIBELO
DIFAMATORIO EN LA PRENSA CATÓLICA Y
LIBERAL DEL DEPARTAMENTO
DEL HUILA
90 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 91

E n este capítulo se examinarán los vericuetos y rodeos que adoptó


el incipiente proceso de modernidad en una sociedad regional
periférica y atrasada como la del Departamento del Huila
(Colombia), durante las dos primeras décadas del siglo veinte. La
rotunda hegemonía cultural y política alcanzada por los
representantes del orden católico-conservador durante el periodo
de la Regeneración, se sostuvo y reprodujo desde los púlpitos y en
las páginas de la prensa católica, mediante el sermón, la pastoral,
el libelo difamatorio y la proscripción generalizada de las
publicaciones de autores disidentes o heterodoxos, bajo la amenaza
del anatema y la excomunión para los lectores traviesos o
desobedientes.

Por su parte, pequeños núcleos liberales empezaron a fustigar el


sólido edificio de la hegemonía conservadora y a competir en
condiciones muy desiguales con los púlpitos como espacios
privilegiados de socialización del orden tradicional, mediante la
edición de modestos periódicos de corte político que pusieron en
entredicho la desembozada participación del clero en los asuntos
políticos a favor de una fracción dominante del Partido Conservador.
La prensa liberal desplegó un discurso de contenido moderno que
recuperó de cierto modo la memoria latente de la tradición liberal
92 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

radical característica del siglo XIX en la región del Tolima Grande,


sin renunciar al uso del libelo y de la invectiva política.

2.1 Doctrina de la iglesia católica frente a la «mala prensa»

Al finalizar el siglo XIX se reunieron en Roma los obispos de la


Iglesia Católica del subcontinente, en el Concilio Plenario
Latinoamericano. Los jerarcas unificaron orientaciones para su
acción apostólica y procuraron aplicar las directrices del Vaticano a
las cambiantes y complejas circunstancias de estos países. Entre otros
asuntos, dedicaron el capítulo II de sus conclusiones al tema de lo
que llamaron «los libros y periódicos malos».

Entre los diversos géneros de asechanzas con que los astutos


enemigos de la Iglesia y de la sociedad tratan de seducir y
corromper a los pueblos, uno de los principales es el que hace
tiempo suministra a sus perversos designios el mal uso del arte
de la imprenta. Por consiguiente todo su empeño es publicar,
divulgar y multiplicar continuamente folletos, periódicos y
hojas sueltas, llenas de mentiras, calumnias y seducciones65.

Los obispos debían, en su respectiva jurisdicción, «advertir


oportunamente a los fieles el peligro y daño de tales lecturas.»
Además, acordaron promover un conjunto de sanciones y penas
inspiradas en el Código de Derecho Canónico, para todos aquellos
que hicieran caso omiso de tales admoniciones, en calidad de
autores, impresores, distribuidores o lectores.

Incurrirían en pena de Excomunión Atae Sententiae reservada de un


modo especial al Romano Pontífice, todos los que leyeren sin
autorización del Papa «los libros de los apóstatas y herejes que
defienden la herejía, y los libros de cualquier autor nominalmente
prohibidos por Letras Apostólicas…», una suerte de índice de autores
y obras proscritos por el Vaticano que se renovaba en forma periódica.

65
CONCILIO PLENARIO DE LA AMERICA LATINA. Biblioteca Electrónica Cristiana-
Bec- Ve Multimedios. [Online]. Abril 2002 [citado en 12 de Febrero de 2005]. Avalaible from
Internet: < URL:http://www.multimedios.org/docs/d000021/p000018.htm>.
El apetito de la injuria / 93

Se prohibieron también los «libros de heterodoxos que tratan


exprofesso de religión, a no ser que conste que nada contienen contrario
a la fe católica»; así como «los libros que narran o enseñan ex professo
materias lascivas y obscenas», y los que «de propósito deliberado atacan
la Sagrada Jerarquía, o el estado clerical o religioso»; asimismo aquellos
que «enseñan o recomiendan los sortilegios, la adivinación, la magia,
la evocación de los espíritus y otras supersticiones de este género»,
como también los que «declaren lícito el duelo, el suicidio o el
divorcio», o que «traten de las sectas masónicas».

El Concilio facultó a los Obispos para que, actuando como


delegados de la Sede Apostólica, pudieran ejercer en forma
oportuna la censura de libros y publicaciones que circularan en su
ámbito de influencia, ante la imposibilidad de mantener actualizado
el índice de textos prohibidos por parte del Vaticano.

Los pastores de almas, debían «arrebatar de manos de los fieles,


aunque nominalmente no estén prohibidos», todos aquellos libros
que contienen «herejías, errores, impiedades u obscenidades»; «los
que atacan el buen nombre del prójimo, sobre todo de los
eclesiásticos y los gobernantes»; así como «los que contienen
ejemplos y sentencias, narraciones o ficciones que hieren o vilipendian
los ritos eclesiásticos, las órdenes religiosas o su estado y dignidad;
y sobre todo los que propagan el llamado Volterianismo, o sea el
desprecio, irrisión o por lo menos indiferentismo hacia la religión y
la pureza de costumbres» (la cursiva es mía).

Esas «fingidas narraciones que llamamos Novelas», advierten los


jerarcas católicos, están entre los más peligrosos de los malos escritos, y
por lo tanto los confesores y predicadores «procurarán con todas sus
fuerzas que los fieles se abstengan por completo de tan peligrosa lectura».

Y en relación con la lectura de periódicos, se puntualizó:

Con todo ahínco deberá evitarse la pestífera propagación


de los malos periódicos, porque consta por la experiencia de
todos los días que el vigor de la fe y la moral cristiana se
94 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

pierden fácilmente en los que no se guardan de su lectura.


Ilícito es, por tanto, el cooperar de cualquier modo que fuere
a la redacción de estos periódicos, o sostenerlos con dinero,
sea por suscripción o de otro modo; ni se admitirá fácilmente
la excusa que a menudo se alega de la necesidad de conocer
los negocios públicos en diversas fuentes, ni la presuntuosa
afirmación de que no hay peligro alguno, debido a la firmeza
de principios católicos del lector, pues quien ama el peligro,
en él perece….66

Finalmente, el Concilio Plenario Latinoamericano, siguiendo las


directrices del Papa León XIII, subrayó que no bastaba desechar los
malos escritos, sino que era urgente y «necesario oponer escritos a
escritos en competencia no desigual». Por lo tanto, encargó a los
Obispos la misión de promover en cada región periódicos que
«luchen por la religión y por la patria», sujetos a la orientación estricta
de los prelados en cada Diócesis. Esto permitiría, según León XIII,
que «… de allí de donde procede el veneno, salga también la triaca»67.

Entre el púlpito y las imprentas

Llama la atención la naturaleza de las imágenes asociadas con el


campo de la salud y la enfermedad, que emplearon los jerarcas
católicos para referirse a los peligros asociados a la divulgación de
la prensa heterodoxa y liberal, la cual constituía, según ellos, una
especie de «fuente envenenada» que amenazaba con «inocular e
infectar» a los desprevenidos lectores católicos que se acercaran a
ella o bebieran de sus aguas. Por lo tanto, era preciso aislar a los
fieles de esa fuente de contaminación (alejar, prohibir el contacto,
huir de ella) y ofrecerles los «antídotos» eficaces contra el mal, la
«vacuna» adecuada, que no era otra que la amplia difusión de la
prensa y los escritos inspirados en la ortodoxia vaticana y católica.

66
Ibíd.
67
«Triaca: 1. f. Preparado farmacéutico usado antiguamente, compuesto de muchos
ingredientes, entre ellos opio; su uso principal era como antídoto contra las mordeduras
de los animales venenosos». Ver MOLINER, María, Diccionario de uso del español. Madrid:
Gredos, 1998.
El apetito de la injuria / 95

En 1908 se reunió la Conferencia Episcopal de Colombia y


posteriormente los obispos se congregaron de nuevo en 1912 y 1913.
En las conclusiones de estos certámenes católicos se advierte la
manera específica como se adoptaron en nuestro país las directrices
del Concilio Plenario Latinoamericano que hemos reseñado, así
como el esfuerzo de la Iglesia por hacer frente a lo que consideraron
una embestida del mundo moderno contra sus derechos y contra la
fe católica. En el caso de Colombia, la pastoral de los obispos
reunidos en la Conferencia de 1908 se refiere a una ofensiva de la
prensa liberal contra las comunidades religiosas extranjeras, y
advierte que apelará a los recursos que le conceden el derecho
canónico y la ley de prensa vigente en el país. Los prelados
reconocen que «cada día crece el desenfreno en escribir y el diluvio
de libros malos sobre todo, y la insaciable avidez de leer, en todas
las clases de la sociedad, de suerte que los escritores públicos ejercen
hoy día grande influencia en la opinión de los pueblos…»68.

Por lo tanto, la Conferencia Episcopal trazó dos orientaciones.


Primero, que los católicos se abstuvieran de leer la mala prensa y
los malos libros, y para lograrlo los prohibió y condenó de modo
estricto, con índice incluido. Se trató de un nuevo intento de controlar
la lectura, proscribiendo un conjunto de textos bajo amenaza de
sanción eclesiástica. Segundo, instó al clero y a los fieles a que usaran
la imprenta y la prensa para promover las ideas católicas y hacerle
frente a los «errores liberales», organizando una verdadera Cruzada
Nacional de la Prensa Católica.

La Iglesia Católica optó por utilizar unas herramientas típicas de la


modernidad -la prensa y la práctica periodística- para tratar de oponerse
a la tendencia secularizadora del orbe occidental y retomar posiciones
en el seno de la sociedad moderna en plena ebullición. No dejó, por
tanto, de advertir la incidencia de la prensa en la configuración de la
opinión pública, alimentada con los debates y las controversias de los
diarios. Como en la siguiente recomendación a los escritores católicos:

68
CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Conclusiones, resoluciones y normas
1908, 1912, 1913. Bogotá: Imprenta de San Bernardo, 1913. p.111.
96 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

…en el ardor de la controversia, en la divergencia de


opiniones, en el calor de la disputa, procuren no traspasar
los límites de la caridad y mansedumbre cristianas; no
molestar con palabras injuriosas, ni hacer juicios temerarios
o calumniar a otros, y, sobre todo, lo que Dios no permita,
no contrariar, con cualquier pretexto que fuere, las
disposiciones de la autoridad eclesiástica69.

Recomendación orientada a «evitar ciertos defectos y abusos que


por desgracia, suelen introducirse a menudo en el desempeño de
estas importantes funciones», como lo reconocen los propios
Obispos.

Ese afán de la Iglesia Católica en Colombia por condenar y


prohibir la prensa liberal, en especial a partir de 1908, es una
evidencia palmaria de que esta prensa se convirtió en un
formidable adversario y contradictor del orden católico-
conservador. En efecto, la prensa liberal se empeñó en crear y
consolidar un escenario alternativo al del púlpito, que compitiera
con éste como espacio de socialización, en el contradictorio proceso
de tránsito a la sociedad moderna. Los actos de interdicción y
censura por parte de una autoridad hegemónica como la
eclesiástica, nos informan a contraluz de la existencia inquietante
de ese otro que se prohíbe, reconociéndole de hecho el desafío que
suponen sus prácticas contrahegemónicas.

A medida que avanza la oleada modernizadora en las primeras


décadas del siglo XX, los esfuerzos por controlar las lecturas
mediante índices y prohibiciones, están condenados- en el mediano
y largo plazo- a la inocuidad y por último al fracaso. Lo cual no
significa que sea válido subestimar el impacto de la censura
eclesiástica entre los lectores católicos y en el conjunto de la sociedad,
tanto más eficaz cuanto mayor fuera el poder cultural, religioso y
político de los voceros autorizados de la Iglesia y de la institución
en su conjunto.

69
Ibíd., p. 115.
El apetito de la injuria / 97

2.2 Censura eclesiástica de la prensa liberal del Huila

Dos personajes de hondo calado y proyección simbolizan un


duelo por la hegemonía cultural y política del naciente
departamento del Huila, creado en 1905 mediante una ley que
reorganizó el territorio nacional para fortalecer al gobierno central,
debilitando algunos poderes regionales mediante un nuevo
equilibrio electoral y político. Por un lado, Monseñor Esteban Rojas
Tobar, oriundo del sur del Huila, hijo de un hacendado de raigambre
conservadora que lo envió de su propio peculio a cursar estudios
religiosos en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma. Rojas regresó
al país en los años en que se imponía la Regeneración conservadora
liderada por Núñez, a cuya causa habría de dedicar el Obispo cerca
de cuatro décadas de labor ininterrumpida.

Por otro lado, Anselmo Gaitán Useche, médico, periodista y


político liberal de origen cundinamarqués, quien llegó a lomo de
mula a Neiva tras concluir la guerra de los Mil Días y recogió
pacientemente los retazos dispersos del partido liberal en el Huila.
Gaitán Useche, al lado de Ramón Alvira Durán, Reynaldo Matiz y
otros dirigentes liberales, publicaron numerosos periódicos de corte
político para defender sus postulados y hacer frente a la hegemonía
conservadora en el ámbito departamental. Ellos debieron hacer
frente a reiteradas censuras por parte de la autoridad eclesiástica.
Durante el gobierno de Rafael Reyes, Gaitán Useche fue apresado y
sometido a pena de confinamiento, inicialmente en Mocoa y luego
en La Vega, Cundinamarca, por haber sido encontrado responsable
de escribir unos artículos firmados con seudónimo sobre los abusos
del gobierno conservador en el Huila, que se publicaron en
periódicos de Bogotá.

La historia de veinte años de censuras a la prensa liberal en el


Huila está resumida en el cuadro 2, que analizaremos a
continuación.
Cuadro 2. Censura Eclesiástica a periódicos dirigidos por el periodista y político liberal Anselmo Gaitán Useche en el
Departamento del Huila (1909-1929).
Nombre del Sanción Descripción de la
periódico Año Observaciones Fuente
Eclesiástica Sanción
El Eco del Vaticano, No. 278,
Advertencia para Nadie puede leerlo con la Expedida por el
La Reivindicación 1909 Garzón, 8 de febrero de 1917, pp.
leer al pueblo conciencia tranquila. Obispo de Garzón.
1065-1080

Advertencia para Nadie puede leerlo con la Expedida por el La Opinión, No.9, Neiva,
1912 Obispo de Garzón. diciembre 21 de 1912, p.1
leer al pueblo conciencia tranquila.

Condena y Incurre en pecado mortal Decretada por la


Conferencia Conferencia Episcopal de
1913 prohibición bajo todo aquel que colabore o
La Opinión Episcopal de Colombia. Bogotá, 1913.
pena de Pecado lea el periódico.
Mortal Colombia (1913)
Se excomulga al director
del periódico, Anselmo Decretada por el
Excomunión Obispo de El Eco del Vaticano, No. 278,
Mayor reservada Gaitán Useche, a todos
98 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

1917 los escritores y a quienes Garzón, mediante Garzón, 8 de febrero de 1917,


al Sumo Carta pastoral pp. 1065-1080.
Pontífice lo lean, se suscriban, lo
impriman o distribuyan. para la cuaresma.

Se prohíbe leer o Decretada por el


suscribirse al periódico, Obispo de El Eco del Vaticano, No. 305 A,
La Palabra 1918 Excomunión imprimirlo, distribuirlo, Garzón, Mons. Garzón, 2 de enero de 1919,
apoyarlo o realizar en él Esteban Rojas pp.1507, 1508.
cualquier publicación Tobar

Se prohíbe leer o Decretada por el Anselmo Gaitán Useche.


1921 suscribirse al periódico, Obispo de Garzón. Periódicos del Huila. Rojas Garrido
Renacimiento ó Excomunión imprimirlo, distribuirlo, El dirigente liberal redactó uno de los primeros
1922 apoyarlo o realizar en él y periodista periódicos editados en el Huila. El
cualquier publicación Reynaldo Matiz fue Tiempo, 30 de julio de 1939,
redactor del medio. sección 2, p.23, 24 y otras.
“…los fieles católicos no
pueden leerlo sin reato de Decretada por el Jenaro Díaz Jordán, Proceso
La Información Prohibición Ipso conciencia, ni retenerlo en Obispo de Garzón, histórico de pueblos y parroquias
1929 Jure su poder, ni prestarle Monseñor José de la Diócesis de Garzón, Neiva,
apoyo, ni favorecer su Ignacio López. 1959, pp. 473,474.
propaganda”.
El apetito de la injuria / 99

Al examinar los casos específicos de censura eclesiástica, se advierte


en primera instancia que hay una gradación en las sanciones o penas;
en unos casos se trata de simples prohibiciones mediante las llamadas
Advertencias; en otros se impone la pena de pecado grave, o de
excomunión simple, y por último, la excomunión mayor reservada
al Sumo Pontífice. Aunque en todos los casos se trata de modalidades
de censura y de condena, un análisis más detallado de las
circunstancias del contexto y de las coyunturas políticas específicas,
permitirá revelar las peculiaridades y los matices de cada sanción.

No se trata, como parece a simple vista, de una simple y


monótona reiteración de la misma condena. En el primer caso, con
la sólo publicación mediante una hoja volante anónima de la
«Advertencia para leer al pueblo varias veces», desapareció el
periódico en la novena edición. El palo no estaba para cucharas en
1909, aunque el sólo hecho de la fugaz aparición de La Reivindicación,
medio de prensa de la Unión Republicana –una alianza temporal
de liberales y conservadores históricos que se formó en lucha contra
el gobierno de Rafael Reyes- ya indicaba el inicio de una fisura
significativa, que se haría más notoria a partir de 1912.

En este último año no sólo se continúa editando el periódico La


Opinión tras la divulgación de la nueva «Advertencia» clerical, sino
que en acto desafiante el periódico la reprodujo en primera página
y cuestionó la autoridad de su emisor anónimo.

Desconocemos la autoridad social y moral del autor de la


Advertencia para juzgar nuestra publicación; pues
quienquiera que sea el autor está manchado con ser, por lo
menos, cómplice, auxiliador y encubridor de los Triquitraques
y demás publicaciones similares que han estado saliendo en
la imprentas católicas y expendiéndose en las casas curales
y que el público sensato y culto ha censurado como lo merecen
por indecentes, vulgares, inmorales y anticristianas70.

Advertencia para leer al pueblo varias veces. En: La Opinión, Núm.9, Neiva (21 diciembre
70

de 1912); p. 1.
100 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Las cosas empiezan a modificarse. Hay un pliegue, un intersticio


verdadero en el dispositivo de control social hegemónico. La Iglesia
intentará más adelante bloquear la edición del periódico en la
Imprenta Departamental, y lo consigue poniendo en acción las
mayorías conservadoras de la Asamblea, mediante una Ordenanza
que prohíbe la publicación de impresos no oficiales en la empresa
que administra la Gobernación. Pero La Opinión retorna semanas
después mediante el apoyo de una de las pocas imprentas privadas
que no estaba bajo el control del clero.

En la exposición de los motivos del Obispo Rojas en 1912 para


proscribir el medio de prensa republicano, advirtió a los católicos
la existencia en territorio huilense de personas que eran activos
propagandistas « de la desmoralización, defendiendo a todos los
impíos, corrompidos y corruptores de la sociedad; pronunciándose
enérgicamente contra la Iglesia y contra los esfuerzos que ella hace
por corregir o al menos neutralizar hechos escandalosos…»71, lo
cual no es otra cosa que la constatación- en lenguaje moralista- de
que en el campo religioso y político del Huila había aparecido
otro actor o agente que ocupaba un lugar propio, y por lo tanto se
había roto la forzada unanimidad que se vivía desde la finalización
de la guerra de los Mil Días, que trajo consigo la desarticulación
completa de las fuerzas liberales en el sur del Tolima y la hegemonía
incuestionable del partido Conservador Nacionalista.

En 1913 la Conferencia Episcopal de Colombia prohibió bajo


pena de excomunión mayor los periódicos: El Republicano, de
Bogotá; La Linterna, de Tunja, y La Acción Cultural, de Medellín; y
bajo pena de pecado mortal condenó a otras seis publicaciones de
ámbito regional, de las cuales cuatro correspondían a periódicos
del Huila y el Tolima, entre ellas, La Opinión, de Neiva, El Cronista,
de Ibagué, La Idea, de Líbano, e Informaciones, de Honda.

Monseñor Rojas divulgó en 1917 una extensa Carta Pastoral de


Cuaresma dedicada en forma exclusiva a argumentar la condena

71
Ibíd.
El apetito de la injuria / 101

eclesiástica a Anselmo Gaitán Useche y a los escritores de su


periódico La Opinión, sobre quienes dejó caer la pena de excomunión
mayor reservada al Sumo Pontífice -la más grave de las sanciones
que se le habían impuesto-, a la vez que proscribió la escuela de la
«Unión Progresista de Neiva», un proyecto de institución privada
del núcleo liberal, bajo la dirección de Ramón Alvira Durán, otro
periodista y polemista de grandes dotes.

El panorama pasó de castaño a oscuro para los detentadores del


poder político y religioso en el departamento del Huila, en el lapso
comprendido entre 1917 y 1918. «Se nota una cierta tendencia o
inclinación errónea y envenenada en algunos católicos a conciliarlo
todo sin discreción alguna, y en consecuencia a manifestar adhesión
y aun estimación a los peores enemigos de sus más fundamentales
y caras creencias» 72, escribió Monseñor Rojas Tobar en los
documentos de censura eclesiástica a La Palabra, lo cual se puede
leer como un reconocimiento de la fuerza que había adquirido la
disidencia conservadora de los llamados «históricos» y de la
preocupación del prelado por las alianzas que habían tejido con
los liberales. Lo anterior se constituye en un enorme desafío para
los conservadores «nacionalistas» apoyados por el Obispo.

La excomunión en 1918 del periódico La Palabra -nuevo nombre


adoptado por los periodistas liberales tras la censura eclesiástica
de La Opinión-, irá acompañada de numerosas procesiones de
desagravio a la Virgen María a todo lo ancho y largo del
departamento, que tendrán como blanco al propio Gaitán Useche,
quien en su calidad de Representante a la Cámara por el Huila se
habría opuesto a una proposición de homenaje a la Virgen, con
ocasión del Congreso Mariano organizado por el clero a nivel
nacional. Mezcla de manifestación del sentimiento religioso de la
población y de movilización de un capital político antiliberal, la
disputa por la hegemonía ha llegado a tal punto de exacerbación,
que el Obispo Rojas le confiesa a un familiar que todos los días

ROJAS TOBAR, Esteban, Obispo de Garzón. Excomunión contra «La Palabra» de Neiva.
72

En: El Eco del Vaticano, Núm. 305 A, Garzón (2 de enero de 1919); pp. 1507-1508.
102 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

ruega a Dios para que alguno de los dos- Gaitán Useche o el propio
Rojas- salga definitivamente del territorio de la Diócesis73.

La junta liberal del Huila decidió suspender La Palabra al finalizar


1921 y fundar como órgano del Directorio Departamental el
periódico Renacimiento, a fin de librar la batalla durante la campaña
electoral a la presidencia en apoyo del General Benjamín Herrera.
«No tardó en recaer sobre mis actitudes - rememoró Gaitán Useche
en 1939- el gastado y desprestigiado recurso de la excomunión por
cuarta vez. Conservo yo entre mis papeles viejos los telegramas en
que el general Herrera y Luís Eduardo Nieto Caballero me felicitaron
por esa nueva consagración»74.

El duelo entre el prelado y el político y periodista liberal concluyó


con la dimisión de Monseñor Esteban Rojas Tobar en 1922, quien dejó
su cargo de Obispo y se internó como misionero en el Caquetá durante
varios años. Un conjunto de factores presionaron al Obispo a abandonar
el terreno que había dominado por cuatro décadas consecutivas. Entre
ellos, tuvo mucha importancia la pérdida de la mayoría en la Asamblea
Departamental por parte de la corriente nacionalista del Partido
Conservador, apoyada por la Iglesia, y la toma del control de la misma
por una alianza de liberales y conservadores disidentes.

Según Jenaro Díaz Jordán75, estos choques casi desaparecieron


de la correspondencia de la Diócesis tras la dimisión de Rojas Tobar,
con la excepción de la prohibición del periódico La Información -
también dirigido por el infatigable Gaitán Useche- que profirió en

73
GAITAN USECHE, Anselmo. Periódicos del Huila. Rojas Garrido redactó uno de los
primeros periódicos editados en el Huila. En: El Tiempo, Bogotá. (30, julio, 1939); sec. 2, p.
23, 24.
74
Ibíd. Conviene precisar, sin embargo, que de acuerdo con el Cuadro 1, la sanción de
excomunión contra Renacimiento, fue la tercera y no la cuarta excomunión que recibió
Gaitán; en 1913 la Conferencia Episcopal le aplicó la sanción de «prohibición bajo pena de
pecado mortal» a La Opinión, y en 1909 y 1913 el Obispo profirió dos Advertencias, que
en el Derecho Canónico son sanciones proporcionalmente menores a la pena de
Excomunión.
75
DIAZ JORDAN, Jenaro. Proceso histórico de pueblos y parroquias de la Diócesis de
Garzón. Neiva: 1959, p. 475.
El apetito de la injuria / 103

1929 Monseñor José Ignacio López, el nuevo Obispo de la Diócesis


de Garzón. Es el comienzo de otro periodo histórico, en el que los
temas del debate público se refieren ante todo al progreso y la
modernización económica de la región, en lo que coinciden liberales
y conservadores, quienes le bajan temporalmente el tono a las
disputas en torno al tema religioso a través de los periódicos.

La mayor parte de los documentos oficiales que protocolizan la


censura eclesiástica de la prensa heterodoxa, tienen la forma de una
resolución breve y taxativa. Sin embargo, la «Carta Pastoral para la
Cuaresma»76 divulgada por el Obispo Rojas en febrero de 1917,
sustenta el decreto de excomunión mayor mediante una elaborada
argumentación de contenido filosófico y doctrinario, en la que se
cita en extenso y se parafrasean los argumentos del adversario, a
partir de una memoria histórica de las relaciones conflictivas entre
la Iglesia y Anselmo Gaitán Useche, como máximo representante
de la tendencia liberal en el departamento. Este documento revela
más los rasgos de una controversia de tipo moderno que los de un
simple bastonazo de autoridad. La pretensión de persuadir y
convencer a los católicos es tan importante en este caso como la de
mandar a callar a los impíos y heterodoxos.

No deja de llamar la atención el hecho de que la lectura de estas


condenas y prohibiciones en el púlpito, en toda la geografía del
departamento, pudo haber sido quizá la única manera de que
personas iletradas del campo y de los municipios se enteraran de la
existencia de unos textos y de unos autores que no habrían podido
«leer» de otra manera. De este modo se puede inferir un cierto tipo
de interacciones entre la cultura letrada y la cultura oral
predominante, propiciadas paradójicamente por los decretos de
censura de la prensa liberal leídos en voz alta por los clérigos desde
los púlpitos.

76
ROJAS TOBAR, Esteban. Carta pastoral para la cuaresma, en la cual se condena «La
Opinión» y la Escuela de la «Unión Progresista de Neiva». En: El Eco del Vaticano, Núm.
278, Garzón. (8, febrero, 1917).
104 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

La censura, según Bourdieu 77, se puede considerar una


modalidad fuerte de violencia simbólica. La censura explícita,
pública, sancionada por autoridad reconocida, no es sino una de
las manifestaciones o formas de la censura; pero hay una censura
de tipo estructural, que la establece el propio campo, y que si es
perfecta funciona en forma invisible: cuando los agentes que ocupan
posiciones claves en el campo no dicen sino lo que les está permitido,
pues lo han interiorizado de tal modo que nadie tiene que
recordárselos ni conminarlos a hablar o a callar.

El sólo hecho de que el portavoz reconocido de una institución con


un poder social delegado, se pronuncie en términos de anunciar una
censura explícita, en este caso de tipo eclesiástico, es para el sociólogo
francés un indicador cierto de que algo no marcha como debería en el
campo específico, sugiere un cierto desorden, un riesgo, un desafío al
que es preciso hacerle frente. La censura formal es el reconocimiento de
la aparición del otro en el propio terreno que se consideraba bajo estricto
control. A mayor formalidad y rigor de la censura, más de bulto e
inquietante es la emergencia de esa interpelación a los portavoces
autorizados de la hegemonía.

Según Perelman, la censura busca impedirle a los adversarios-


mediante el control de los medios para comunicar las ideas- la creación
de las condiciones previas a toda argumentación, entre ellas, el necesario
contacto intelectual, la creación de una comunidad efectiva de personas
que exprese interés en debatir un asunto, pues «escuchar a alguien es
mostrarse dispuesto a admitir eventualmente su punto de vista»78.

2.3 Usos y abusos del libelo difamatorio

El ataque personal con el propósito de desacreditar al adversario,


el uso del epíteto despectivo y de los calificativos zahirientes, fueron
rasgos característicos en este periodo tanto de los periódicos

77
BOURDIEU, Pierre. ¿Qué significa hablar?. Madrid: Akal, 2001. p. 109-110.
78
PERELMAN, Chaim y OLBRECHTS-TYTECA, L. Tratado de la argumentación: la nueva
retórica. Madrid: Gredos. 1989, p. 48, 52, 105.
El apetito de la injuria / 105

católicos como de los liberales. En especial la prensa católica utilizó


el recurso del seudónimo y del anónimo para divulgar sus libelos.
La serie de hojas volantes denominada Triquitraques y Traquetriques,
elaborada por una misión jesuita dirigida por el padre Fernando
Arango, que hizo una larga correría por todo el territorio del Huila
en 1912, tenía el propósito deliberado de levantar polvareda a partir
de la exposición de los hechos considerados moralmente escandalosos
que involucraban a individuos sospechosos de heterodoxia y de
impiedad. Asimismo, la llamada «Sección permanente» del periódico
Dios y Cesar, órgano de la Diócesis de Garzón, ese mismo año publicó
semanalmente la lista de los funcionarios públicos que estaban
«amancebados», con el nombre de sus compañeras, a las que por lo
general se les trataba en términos deshonrosos79.

El apetito de la injuria

Injuriar significa «ofender o insultar a alguien con palabras o


acciones»80. Si la ofensa trae consigo una «acusación o imputación
grave y falsa» contra un individuo, adquiere la denominación de
calumnia, la cual ha sido tipificada como delito en los códigos
penales de numerosos países. Es tan variada y persistente la
utilización- en los periódicos huilenses del periodo estudiado- de
vocablos y textos que descalifican, agreden y ridiculizan al
contendiente político de uno u otro bando, que se podría
confeccionar un sonoro vocabulario de improperios, al que Ramón
Alvira Durán llamó insultabulario, con irónica invención.

No hay que caer en la ingenuidad de pensar que esa apasionada


repartición de agravios provenía exclusivamente de una de las orillas
del litigio político. Se daban y recibían mandobles y latigazos de
ambos lados. Así por ejemplo, la primera edición del periódico La
Reivindicación (1909), órgano local del naciente republicanismo, que
hizo suyo un ideal de moderación y temperancia en el lenguaje
político, no dejó de incluir en sus notas editoriales el siguiente párrafo:

79
Estos hechos los he estudiado en forma amplia en el primer capítulo de este libro.
80
MOLINER, María. Diccionario de uso del español. Madrid: Gredos, 1998.
106 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Todos aquellos que, muy a su pesar, se llaman hoy


republicanos, después de que aplaudieron y aprobaron
cuanto hizo Reyes en contra de la República, serían reyistas
exaltados y nuestros más crueles verdugos, si el triunfo no
hubiera coronado nuestro esfuerzo. Que está visto que habrá
panegiristas y amantes de la podredumbre, mientras haya
gusanos asquerosos, larvas inmundas, que vivan de la
podredumbre81. (La cursiva es mía)

Tres años después, el periódico La Opinión, que reemplazó al


anterior como vocero del Partido Republicano, ofreció la siguiente
radiografía de la prensa del Huila.

NUESTRA PRENSA. Triste idea se formaría del Huila quien


lo juzgara por las publicaciones anónimas y sin fecha, editadas
en la Imprenta Católica de esta ciudad o en la de la Diócesis de
Garzón y expendidas en las casas curales; publicaciones en las
que se ha llegado a lanzar un mentís a un Alcalde y aún al mismo
Gobernador; en que se atribuyen, calumniosamente, a personas
honorables, delitos como el robo, la estafa y el asesinato; en que
se ataca la honra y la tranquilidad de las personas y de los hogares
y en que se exhiben en toda su repugnante desnudez, las llagas
sociales más ocultas. Todo esto en el lenguaje más vulgar y más
hiriente, con los colores más escandalosos, con una saña y una
tenacidad aterradoras, con deliberado recargo de epítetos y detalles
que ofenden el rubor del más mundano82. (La cursiva es mía)

En la misma edición se reproduce un artículo del periódico La


Gaceta Republicana83, editado en Bogotá, que denuncia los excesos
de la prensa conservadora del Huila, en los siguientes términos:

81
Notas editoriales. En: La Reivindicación, No. 1, Neiva. (1, noviembre, 1909); p. 1.
82
Nuestra prensa. En: La Opinión, No. 2, Neiva. (3, noviembre, 1912); p. 1.
83
Maryluz Vallejo ofrece los siguientes datos: «1908. La Gaceta Republicana. Bogotá.
Vespertino fundado y dirigido por Enrique Olaya Herrera para respaldar el Republicanismo…
Cerró en 1919 bajo la dirección de Alberto Manrique Páramo». Ver: VALLEJO MEJIA,
Maryluz. A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá:
Planeta, 2006, p. 392.
El apetito de la injuria / 107

Se nos han enviado ejemplares de algunas publicaciones y


tal es el lenguaje usado en ellas, tan sucios sus vocablos, tan
denigrantes las inculpaciones, que es imposible pensar siquiera
en dar mediana muestra de ellas. Sólo, y eso no siempre, podrá
oírse algo semejante en riñas de mujerzuelas de arroyo, entre
gentes del peor vocabulario. (La cursiva es mía).

La Gaceta Republicana se refiere a la circulación local de una hoja


anónima titulada Traquetriqui Ramerón, «contra el probo caballero
doctor Ramón Salas H., que no tiene un solo aparte, el más pulcro,
que pueda reproducirse», por lo que se abstiene de divulgar su texto,
pero invita al lector interesado a leerlo en las oficinas del periódico.

Lo anterior revela hasta qué punto la prensa republicana y liberal del


Huila a comienzos del siglo veinte, surgió acicateada por la ofensiva
propagandística desplegada por el clero contra los liberales y heterodoxos,
que empleó el libelo difamatorio como recurso privilegiado. Los redactores
de La Opinión reclaman una y otra vez la aplicación de la Ley de Prensa
vigente contra los injuriantes del establecimiento clerical conservador.

Son frecuentes además las descalificaciones a los oponentes con


el argumento de que emplean un lenguaje inculto y desconocen la
gramática y la sintaxis de la lengua española. Los escritores del
periodo como exponentes de la cultura letrada -y sin distingos de
ideología-, disputan entre sí por la legitimidad que les otorgaría el
uso correcto de los cánones de la buena escritura. En el fondo,
subyace la idea compartida de que los miembros de la población
iletrada que se expresan mediante su cultura oral, estarían
inhabilitados para participar con su propia voz en las contiendas
que a través de la prensa libran entre sí las elites letradas.

Así por ejemplo, La Opinión se refiere a que en «una hoja insultante


de la Imprenta Católica contra el Director de este periódico, se habla
de su «poquísima gramática, el tinte de filosofía y los pocos
rudimentos adquiridos en las aulas del error y de la mentira»84. El

84
En una hoja. En: La Opinión, No. 2, Neiva. (3, noviembre, 1912); p. 3.
108 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

dardo iba dirigido contra Anselmo Gaitán Useche, quien se defiende


aclarando que cursó sus estudios de bachillerato en el Colegio de
Colón y en el Colegio de San Bartolomé de la ciudad de Bogotá,
este último dirigido por los jesuitas, y que adelantó estudios de
medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, que ya entonces
figuraba entre las mejores universidades americanas. «¡Hasta dónde
lleva a ciertos santos iluminados la ceguera pasional y el apetito de
la injuria¡», concluye el autor de la glosa.

Por su parte, el periodista liberal Ramón Alvira Durán, en la


primera edición de su periódico El Deber, además de precisar un
criterio de atribución de la autoría para los artículos de ese medio,
ofrece un compendio irónico de los epítetos que le han endosado
sus contradictores políticos.

Los escritos que aparezcan sin firma son del Director, el


mismo a quien los triquitraqueros llaman: el loco Alvira, el
furibundo bloquista, sin más autoridad que la de ser agente
del Indiscutible, que fue a los Estados Unidos baúl y volvió
petaca, bruto, burro, ladrón, ignorante, calumniador y todos
los demás caramelitos del insultabulario de los iluminados
(¿alumbrados?)85.

En el editorial de la edición No. 8 de su periódico, Alvira Durán


señala: «…Pasó el tiempo de las luchas sangrientas y llegó el de los
combates cívicos… Tengamos presente que ante un hombre honrado
resuelto a defender sus derechos nada valen el puñal, las piedras y
los garrotes del fanatismo»86. Las piedras pueden hacer referencia al
apedreamiento de la casa del liberal Ramón Salas en Neiva, por parte
de funcionarios conservadores, durante la gobernación de Pedro
Rivera, y a otros casos semejantes en los municipios y veredas. El
puñal, quizá aluda a la llamada Culebra, agrupación subrepticia a la

85
El término «bloquista» y el calificativo de «ser agente del Indiscutible», los utilizó la
prensa católica y conservadora del periodo para referirse peyorativamente a los seguidores
del dirigente liberal Rafael Uribe Uribe, como lo fue Ramón Alvira Durán. Ver: «El que
rompe, paga». En: El Deber, No. 1, Neiva. (12, octubre, 1912); p. 3.
86
Editorial. En: El Deber, No. 8, Neiva. (1912).
El apetito de la injuria / 109

que se refiere Augusto Angel Santacoloma, que se dedicó a la agresión


física contra los disidentes liberales en Neiva durante los años
posteriores a la guerra de los Mil Días.

En una carta abierta dirigida a Gaitán Useche en 191287, Alvira


Durán reconoce que durante el mandato republicano los
conservadores de Neiva habían renunciado a las vías de hecho contra
sus adversarios liberales, los cuales pudieron ejercer algunas
garantías políticas por cuanto el gobernador se las ofrecía, y porque
en el plano electoral liberales y conservadores se repartían por
mitades las preferencias del electorado en la capital del
departamento. Sin embargo, precisa Alvira, no sucedía lo mismo
en otros municipios ni en las zonas rurales, donde la oposición
continuaba siendo acallada por los métodos tradicionales.

Alvira Durán se refiere a una hoja volante que publicó la imprenta


católica de la capital del departamento: «Al leerla se llena el alma de
indignación contra ese anónimo que pretende seguir insultando
eternamente confiado en que la casa cural de Neiva ha de guardar su
nombre para siempre». La disputa, precisa Alvira, se originó por la
negativa de los liberales de Campoalegre a la pretensión del Obispo
Rojas de que se le donara a la Iglesia una casa en dicho municipio.

A renglón seguido, el periodista liberal profiere la siguiente


retahíla de agravios y adjetivos despectivos contra el libelista
católico que se firma con el seudónimo de «El Colombiano», autor
del mencionado anónimo:

¡Buitre hambrecido que revolotea alrededor de la próxima


tumba de un anciano¡ ! Cocodrilo borracho de cieno¡ ¡Víbora
traidora¡ ¡Hiena pestífera que goza masticando las carnes
desgarradas de un hogar¡ ¡Chacal hidrófobo¡ ¡Criminal sin
nombre¡ Todo eso y algo más eres tú, «colombiano»,
descatolizador autorizado por tu amo Obispo88.

87
Ver ALVIRA, Ramón. Carta Abierta. En: El Deber, No. 3, Neiva. (6, noviembre, 1912); p. 1.
88
Hoja volante No. 6. En: El Deber, No. 3, Neiva. (1912).
110 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

En otro suelto, Ramón Alvira desafía a los autores anónimos de


los libelos contra los miembros del liberalismo: «A PERRANGO.
¿Qué hay de los triquitraques de Villavieja y Baraya. ¿Qué se hizo
el valiente adalid cruzado (liebre y cerdo) que se llamaba «El
Huilense»? El loco Alvira lo espera a pecho descubierto, como
siempre»89.

Si consideramos que el periódico El Deber comenzó a circular en


octubre de 1912 como órgano resueltamente liberal, que respaldaba
a Rafael Uribe Uribe como jefe del partido, y que este medio de
prensa era financiado y escrito casi en su totalidad por el propio
Ramón Alvira Durán, al punto de que el periódico se asociaba
completamente con la personalidad política de su director y
propietario- al estilo de la prensa decimonónica- , podemos hacernos
a una idea del valor civil y de la fortaleza de carácter que suponía
erigir semejante pararrayos en medio de las tormentas que a cada
paso desataban el fanatismo religioso y político de raíz
conservadora. La imagen del «loco Alvira» recibiendo a pecho
descubierto las descargas eléctricas de los usufructuarios de la
hegemonía en el Huila, ilumina la aparición de las primeras fisuras
en el edificio de la dominación tradicional, que una década más
tarde se convertirán en verdaderas grietas que presionarán la
dimisión del Obispo Rojas Tobar.

Yo calumnio, tu calumnias

Más allá del agravio y la ofensa, el recurso de la calumnia supone


-como dijimos atrás- la imputación de cargos graves y falsos a un
individuo. El origen etimológico del término, alude al empleo de
artificios y engaños por parte de quien la profiere, a fin de enlodar
y mancillar el buen nombre de una persona.

En el suelto de La Opinión que se reproduce a continuación, el


periódico republicano denuncia lo que considera un caso de
calumnia y pide que se aplique a su autor la Ley de Prensa vigente

89
ALVIRA DURÁN, Ramón. En: El Deber, No. 3, Neiva. (1912).
El apetito de la injuria / 111

(Ley 51 de 1898), que en sus artículos 40, 41 y 48 tipificaba los delitos


de calumnia e injuria. Como se trataba de una hoja editada en la
Imprenta Católica y firmada con seudónimo, se pide a las
autoridades que se le exija al director de dicha imprenta revelar el
nombre verdadero del autor del texto, quien deberá presentar las
pruebas en que soporta sus cargos, o de lo contrario, debe ser
sancionado por violación de la referida ley.

PEDIMOS JUSTICIA. En una hoja titulada El doctor


Salasache firmada por Huilense y editada en la Imprenta
Católica de esta ciudad, hablando de la firma del señor Fidel
Bahamón, puesta al pie de un telegrama dirigido por algunos
vecinos de Aipe al señor Presidente de la República,
quejándose de la conducta del Párroco Forero, se dice: «la
mano que puso esa firma dicen que se halla manchada con
sangre inocente de dos víctimas….»90

«Se trata nada menos que de dos asesinatos cometidos por el


señor Fidel Bahamón, en víctimas inocentes, o de la más atroz de
las calumnias levantadas contra un ciudadano honorable por el autor
de la hoja mencionada», puntualiza el suelto de La Opinión.

Quizá por episodios como éste, el Obispo expidió en febrero de


1912 un decreto prohibiendo la publicación en la imprenta católica de
cualquier texto que no fuera autorizado por una persona responsable
designada por el prelado: una especie de tácito reconocimiento de
ciertos excesos de la prensa católica que pudieron incomodarlo91.

En el siguiente apartado examinaremos con detalle un caso que


involucra una presunta calumnia dirigida contra el Obispo Rojas
por parte de un educador y periodista liberal, y la consiguiente
respuesta de la prensa católica.

90
Pedimos justicia. En: La Opinión , No. 1, Neiva. (27, octubre, 1912); p. 2.
91
El «Decreto sobre publicaciones en la prensa Diocesana», suscrito por el Obispo el 26
de febrero de 1912, prohíbe la divulgación de cualquier escrito «que raye en ofensas
personales ó dé pábulo a altercados y divisiones en la sociedad». Ver: Se obedece pero no
se cumple. En: El Deber, No. 1, Neiva. (12, octubre, 1912); p. 2.
112 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Angel María Paredes: ¿el moscardón contra la aurora?

En Mayo de 1912, en los números 85, 86 y 88 del periódico Dios y


Cesar de Garzón, se publicó una serie de artículos titulada
«Preguntas sencillas al señor Paredes», las cuales van firmadas con
el seudónimo de «El cura viejo»92. La motivación inicial de esta serie
por parte del periódico diocesano, surgió de la necesidad de
responder o contraatacar a Paredes, quien semanas atrás había
publicado en el diario El Tiempo de Bogotá un artículo breve, firmado
por él mismo, en el que insinuaba en forma implícita o indirecta
que el obispo de Garzón era responsable de actos indecorosos
relacionados con una custodia de la Iglesia de Paicol. Por difundir
esta versión, Paredes fue llamado en adelante «el calumniador sin
igual» por parte de la prensa católica.

Averiguar lo que hubo de realidad y lo que hubo de rumor sin


fundamento en la imputación de Paredes al Obispo, es algo que
excede los alcances de nuestro trabajo. Por su parte, Dios y César
dedicó un extenso artículo a dar la versión del Obispo sobre el
asunto, rechazando el señalamiento del pedagogo liberal.

La respuesta a la presunta calumnia de Paredes contra el Obispo,


fue la serie de artículos mencionada, en la que se apela a su vez a
rumores -versiones no confirmadas y de las que no se ofrecen pruebas-
para desacreditar al maestro Paredes y a su colegio. En primer lugar,
se le sindica de impiedad por no haber aceptado realizar la profesión
de fe católica y no basar la enseñanza de su institución en la formación
religiosa; adicionalmente, se le acusa de inmoral por promover la
educación mixta, lo cual propiciaría la perversión sexual especialmente
de las jóvenes. De modo reiterado, se acude al argumento ad personam
ofensivo, para persuadir a los padres de familia de retirarle su apoyo a
Paredes, a quien se señala de impío, ignorante, inmoral, y se califica
como «calumniador sin igual», «hombre oscuro y de costumbres
depravadas»….»hombre impío y corrompido», «buitre», etc.

92
Es muy probable que el seudónimo «El cura viejo» corresponda al propio Obispo Esteban
Rojas.
El apetito de la injuria / 113

Veamos algunos apartes de las «Preguntas al Señor Paredes»:

Respóndame, señor director del Colegio de Campoalegre,


a las siguientes preguntas:
¿Es usted casado, Sr. Paredes? ¿Tiene hijos crecidos? ¿Los
tiene empleados en el colegio? Dígame con franqueza ¿Sus
hijos de Ud. han recibido educación moral suficiente y han
dado pruebas de ser jóvenes intachables en sus costumbres?
¿Es cierto y positivo que Ud. es suegro y está próximo a ser
abuelo por haber confiado indiscretamente la vigilancia del
plantel a uno de sus pimpollos, al cual ha tenido que retirar
violento, después de haber labrado la desgracia de dos familias
y abierto dos fuentes de lágrimas en los ojos de dos madres,
cuyas hijas desgraciadas se educaban en el colegio?
Mientras Ud, no responda satisfactoriamente a las
anteriores preguntas- concluye el articulista-, (…) los padres
de familia no deschavetados, se verán en la obligación de
retirar a sus prendas queridas…93

Con respecto al colegio privado que dirigía Paredes en el


municipio de Yaguará y, posteriormente, en Campoalegre, en una
edición anterior94 se publicó un extenso artículo suscrito igualmente
por «Un cura viejo», como parte de los descargos del periódico
diocesano con respecto a las acusaciones de Angel María Paredes
contra el Obispo de Garzón. Allí se lee lo siguiente:

El mencionado plantel es mixto; allí se reúnen niños y niñas


creciditos, que sin vigilancia ninguna se tratan con más
93
Dios y César, No. 85, Garzón (2 , mayo, 1912). Y en la edición No. 88 del 22 de Mayo de
1912, le añade las siguientes preguntas a Paredes:
«1. ¿Porqué un padre de familia tuvo que retirar su hija de ese Colegio modelo para enviarla
al campo; ese hecho será cierto, ó las malas lenguas calumnian a su casto hijo?
2. ¿Cuál será la causa de que ya sólo le quedan cuatro niñas y una docena de alumnos; la única
hembra interna tiene todas las garantías y el aislamiento que piden la edad, la condición y el sexo?
3. ¿Porqué causa deja Ud. charlar a esos alumnos y alumnas á todas horas y en todo lugar?
Todo eso no se opone á la disciplina de un plantel de educación, y sobre todo, no es muy
opuesto á que se fomenten amistades peligrosísimas y picarísimas?».
94
UN CURA VIEJO. Angel María Paredes, calumniador sin igual. En: Dios y César, No. 84,
Garzón. (25, abril, 1912); p. 317.
114 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

libertad de la que fuera menester, lo que da por resultado el


desarrollo de los instintos y el embotamiento de las facultades
intelectuales. Por esta parte el Colegio de Paredes es inmoral….

Y concluye: «Los padres de familia, aun cuando sean impíos é


inmorales, no deben sacrificar a sus hijos tan tristemente; si le tienen
lástima al Viejo, denle limosna, pero no lleven el odio á la Iglesia
hasta el punto de vender á esos niños, por llevarle la contraria…».
Es preciso aclarar que el Obispo divulgó en 1909 una condena
pública al colegio Paredes, la cual se vio obligado a reiterar en 1914,
pues los padres de familia no se arredraron y continuaron apoyando
al maestro liberal, pese a que con esa actitud incurrían -según el
prelado- en pecado grave y no podían recibir los santos sacramentos.

Para caracterizar el artículo de Angel María Paredes en el que


implica indirectamente al Obispo en supuestos manejos indecorosos
de una custodia de la iglesia de Paicol, dice Un Cura Viejo: «…es el
negro del Congo escupiendo al sol; es el moscardón embistiendo a
la Aurora; es Angel María Paredes atacando al Ilmo. Sr. Obispo».

La figura del autor: máscaras y rostros

«No se publicará ningún escrito que contenga cargos o ataques


personales, sin que lleve al pie la firma del autor y esté concebido
en un lenguaje culto»95. Con esta breve advertencia publicada en la
primera edición del periódico La Opinión, órgano de prensa
republicano, se advierte el criterio editorial de no divulgar
anónimos zahirientes, el cual se constituye en uno de los reclamos
principales de este medio a la prensa católica. La Opinión no renuncia
al uso del libelo, pero se le ponen dos condiciones: debe llevar firma
responsable y estar concebido en «lenguaje culto».

Huilense (antioqueño?), Don Cucufacio, Néstor,


Colombiano, Demitri, Taquígrafo y demás autores de las
publicaciones anónimas que salen de las prensas católicas

95
La Opinión, No. 1, Neiva. (27, octubre, 1912); p. 1.
El apetito de la injuria / 115

del Huila, no sean ustedes cobardes. ¿Porqué no firman sus


escritos? ¿Se averguenzan de ellos? ¿Reconocen que están
procediendo indignamente? ¿Temen exponer al fuego sus
rabazos de paja? Tranquilícense, que Roberto Caicedo,
Liborio Cuéllar, Angel M.Paredes, Esteban Tovar, Federico
Arboleda, Roberto González, Lisímaco Quintero, Ramón
Escarpeta, Eustorgio Trujillo, Ramón Salas, Fidel Bahamón,
Ramón Alvira, Carlos Hermida, los conservadores de a
cuartillo, como ustedes los llaman, y los liberales y los
republicanos que hemos sido blanco de sus disparos, no
sabemos atacar por la espalda ni a la sombra, ni seremos
capaces de usar como arma de defensa la exhibición de los
crímenes, defectos o vicios de ustedes, que acaso los obligan
a ocultar sus nombres convencidos de la ninguna autoridad
social ni moral que ellos tienen96.

Para tener derecho a hablar «en nombre de la sociedad y de la


moral», dice el artículo de La Opinión, se precisa la «autoridad de
una firma responsable». En ese curioso contrapunto entre los
seudónimos de los libelistas católicos y los nombres propios de
republicanos, liberales y conservadores disidentes, se pretende
instaurar la renuncia explícita al uso del anónimo y del seudónimo
como un criterio clave para otorgar credibilidad y prestigio a los
autores. Ello definiría, en términos retóricos, el ethos de la fuente.

En una glosa exaltada de El Deber, en respuesta a los ataques


personales que le prodigaron publicaciones de la imprenta católica
firmadas bajo el seudónimo de Huilense, Ramón Alvira recoge una
amplio muestra de lo que él mismo denominó insultabulario clerical,
y a renglón seguido le responde al libelista con la misma moneda,
es decir, mediante injurias de grueso calibre. La diferencia esencial
estriba en que Alvira responde con su firma por la autoría del libelo.

FIRME O NO ESCRIBA. Al cobarde que con el seudónimo


Huilense intenta desde la imprenta católica hacerme daño con

96
Abajo el anónimo. En: La Opinión, No. 3, Neiva. (9, noviembre, 1912); p. 1.
116 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

cargos velados porque tiene la seguridad de que no los puede


probar, á ese salteador de mi honra, á ese lacayo ayuno de
caballerosidad le notifico, yo Ramón Alvira D., que mientras él
continúe desde su escondite llamándome ignorante, soez, tonto,
hombre sin autoridad para hablar en defensa de la sociedad, petaca,
baúl, zopenco, animal, borrego (sic), bruto y todo lo demás que
brota de su pluma de esclavo, le seguiré gritando a pecho
descubierto: ¡ cobarde¡ ¡cobarde¡ ¡cobarde¡ ¡mil veces cobarde¡ Que
presente contra mí una sola declaración de un hombre
honrado¡ Yo revolveré los lodazales donde oculta su nombre
y con la autoridad que me dan mi vida limpia de toda mancha
y todos mis antepasados entre quienes no ha habido ningún
criminal, ningún sacristán ni una alianza ilícita, con toda esa
autoridad lo hundiré para siempre y le cerraré la puerta de los
hogares honrados97. (La cursiva es mía).

Al puntualizar que su actitud desafiante descarta de plano la


tentación de apelar a las vías de hecho para resarcir su honra y su
buen nombre, Alvira Durán define el miedo como la causa última
de que el autor de las injurias se oculte tras un seudónimo.

Quien oculta su nombre cuando escribe para el público


tratándose de ataques personales, es porque tiene miedo,
mucho miedo. Si, como en el caso presente, no corre ni el
más remoto peligro de las vías de hecho; se oculta porque
tiene conciencia de que está obrando mal; le tiene miedo,
mucho miedo, a la sanción social98.

La autoridad moral que invoca Alvira en otros apartes del texto


proviene no sólo de su vida honrada sino de todos sus antepasados,
con lo cual se refiere a sus ascendientes que lo llevan a través de
una nítida genealogía a algunos españoles que participaron de la
conquista del territorio y luego ejercieron cargos notables durante
la Colonia y la República, como familia de hacendados y

97
Ramón Alvira Durán, Firme o no escriba. En: El Deber, No. 1, Neiva. (12, octubre, 1912).
98
Ibíd.
El apetito de la injuria / 117

propietarios. Es una autoridad moral que el autor fundamenta,


paradójicamente, en su pertenencia a un grupo social y familiar
enraizado en la sociedad tradicional, la misma que se propone
fustigar en sus cimientos religiosos y políticos.

Don Cucufacio

En la sección de sueltos de La Opinión, llamada «De Todo»,


correspondiente a la primera edición del 27 de Octubre de 1912, se
incluyó el siguiente texto:

SE ASEGURA en el público que al Presbítero Octavio


Hernández corresponde el seudónimo Don Cucufacio, el
fotógrafo, que firma las publicaciones de El Bien Social tituladas
Películas, encaminadas a denigrar y a agraviar a nuestro digno
Director de Instrucción Pública. Nos resistimos a creerlo, pues
el Presbítero Hernández, en su triple condición de caballero,
de sacerdote y de Inspector Local, está tríplemente obligado
a emplear un lenguaje más culto, moderado y respetuoso
para con el señor Arboleda que, además de ser su prójimo,
es, su superior jerárquico. Como el cargo es grave, esperamos
que el presbítero Hernández lo desmienta, para lo cual le
ofrecemos gustosos las columnas de este periódico.

Uno de los motivos de censura y de amenaza de excomunión contra


el Director de Instrucción Pública, según La Opinión, es el hecho de
que éste se hubiera abstenido de fallar sobre la propiedad de un local
que se disputaban el Consejo Municipal y la Iglesia Católica, con el
argumento de que tal asunto era competencia del poder judicial.

En la edición siguiente del medio de prensa republicano, se puede


leer:

EN LA PELICULA OCTAVA de El Bien Social se hace al


Director de Instrucción Pública y al Inspector Provincial de
La Plata, «en gran parte responsables» de cierto supuesto
asesinato complicado con adulterio, ocurrido recientemente
118 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

en Carnicerías y en que juega papel principal la Maestra de


Escuela. Tenemos ya que, para Don Cucufacio el Director de
Instrucción Pública es, según palabras textuales, no sólo un
necio, estólido, pretensioso, soberbio, inepto, cobarde, traidor,
republicano, agente del Indiscutible, defraudador de los bienes de
la Iglesia y sacrílego, y por consiguiente merecedor de
excomunión, sino también «responsable en gran parte» de
un probable asesinato con circunstancias agravantísimas. Lo
raro es que con todo esto, los señores Arboleda y Muñoz
gozan, en grado envidiable para muchos, de la sincera
estimación social hasta de sus adversarios políticos y de la
confianza del Gobierno, uno de los más honrados y patriotas
que ha tenido el país99. (la cursiva es mía)

El anterior texto recopila un listado de epítetos despectivos que


acompañan una campaña denigratoria de Don Cucufacio contra el
señor Federico Arboleda Cuéllar, Director de Instrucción Pública
Departamental, con el propósito velado de crear un clima propicio
para retomar más adelante el control de la rama educativa en el
departamento por parte de los conservadores nacionalistas; ese
control lo perdieron durante el gobierno republicano y lo
recuperaron al término de éste en 1914, con el retorno de don
Milciades Gómez a la mencionada Dirección, como lo examinaremos
en el tercer capítulo.

En la edición No. 9 de La Opinión, del 21 de diciembre de 1912, se


divulgó un suelto con el título «Como se ha llegado a creer»,
dedicado a exaltar y ponderar la labor de Federico Arboleda Cuellar-
conservador histórico, aliado de Gaitán Useche-, quien había sido
nombrado en esos días como Gobernador interino. La Opinión
subraya las que considera como ejecutorias administrativas de
Arboleda y resalta su actitud tolerante: se habría negado a firmar
un decreto del gobernador Pedro Rivera en el que se despedía con
fines electorales a todos los alcaldes liberales y republicanos.
Asimismo, Arboleda habría promovido la destitución de

99
La Opinión, No. 2, Neiva. (3, noviembre, 1912); p. 3.
El apetito de la injuria / 119

funcionarios de la gobernación que apedrearon la casa del liberal


Ramón Salas H. Don Cucufacio, el fotógrafo, lo tuvo entre ceja y ceja
por su labor en el ramo educativo, como expresión de las diferencias
de la Iglesia con la administración republicana en esta materia.

Don Eusebio Caro, colaborador del periódico El Deber100, escribió


un agudo comentario que relaciona el pugilato por motivos religiosos
y el abuso del libelo en las dos primeras décadas del siglo veinte en
el Huila, con la ausencia de un verdadero desarrollo industrial y
económico de la comarca, es decir, con la falta de modernización, con
la pervivencia de relaciones tradicionales en la economía regional.
«No abrigo duda –señaló Caro- de que el desarrollo industrial
morigerará nuestra exaltación política y religiosa. La abundancia en
los hogares puede ser causa de calma en los espíritus…». En todo
caso, tras la dimisión de Monseñor Esteban Rojas Tobar de su cargo
de Obispo en 1922, se experimentó una suerte de tregua o paréntesis
en las confrontaciones abiertas por el tema religioso, y tanto liberales
como conservadores actualizaron su agenda concentrando su interés
primordial en los asuntos del desarrollo y la modernización
económica de la provincia.

Los núcleos liberales y del republicanismo, al crear en 1912 sus


propios medios de prensa, se hicieron a un arma de lucha simbólica
importante. Impugnaron las prácticas hegemónicas y enfatizaron
en dos aspectos, a saber: la oposición al uso generalizado del
anónimo y de los seudónimos por parte de los escritores de la prensa
católica; y la exigencia de que se usara la firma responsable en todos
y cada uno de los artículos, o bien, que se estableciera con toda
claridad la autoría de los textos periodísticos. Asimismo,
preconizaron el abandono del lenguaje agresivo y soez; en el caso
de los republicanos, reclamaron un uso moderado y culto del
lenguaje, de lo cual no siempre dieron buen ejemplo, pues -como
lo describimos en las páginas anteriores-, el empleo de un lenguaje
cargado de epítetos zahirientes no fue exclusivo de la prensa católica.
En fin de cuentas, sin embargo, los periodistas adscritos a estos

100
Eusebio Caro. No más triquitraques. En: El Deber, No. 5, Neiva. (1912).
120 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

partidos no renunciaron al uso del libelo contra sus adversarios,


aunque por lo general respondieron con su firma por sus escritos.

En 1929, en carta privada dirigida por Monseñor Esteban Rojas a


su amigo Roberto Macías, desde su retiro en Agua de Dios, deplora
del uso de la calumnia y los ataques personales -mediante un panfleto
anónimo titulado «Puntos»- contra líderes del conservatismo huilense
(Charry y Andrade, del sector nacionalista apoyado por Rojas)101.

Este pecado no ha sido el único de esa especie en el Huila,


pues no siempre se ha predicado la palabra de Dios, sino la
del hombre: desahogos de malas pasiones, difamaciones,
calumnias, ataques a personas, aun consideradas en alta
dignidad eclesiástica, sólo porque no opinan como el
predicador: estos predicadores sí que deben temer el castigo
divino del Dueño de la predicación a Quien gravemente
ofenden; no los pobres fieles que en nada pecan con dar el
voto por cualquier lista, con tal que no contenga impíos, por
más que tales predicadores la reprueben.

Si Monseñor Rojas Tobar se lamenta en 1929 de que la


costumbre de la difamación, el ataque personal y la calumnia
persevere -para entonces los afectados son sus propios amigos
políticos, en medio de la honda división conservadora que se
produjo en las elecciones presidenciales de ese año-, es porque
sin duda esta práctica está arraigada en la cultura política
colombiana y regional del periodo. Se trata de una huella o
impronta cultural profunda, que se deriva de la «estructura
antagonista de pensamiento» legada por décadas e incluso siglos
de influencia cultural y religiosa de la Iglesia Católica en nuestro
país, como lo advierte Rafael Gutiérrez Girardot102.

101
Carta de Monseñor Esteban Rojas Tobar, dirigida a don Roberto Macías (en Neiva), y
firmada en Agua de Dios (Cundinamarca), 11 de Febrero de 1929. Biblioteca del Seminario
de Garzón.
102
GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. Universidad y sociedad. En: Argumentos, No. 14-15,
16-17, Bogotá, 1986, p. 63-76.
El apetito de la injuria / 121

2.4 La lucha de las clasificaciones

En la medida de sus posibilidades, dice Bourdieu, «no hay


agente social que no desee tener ese poder de nombrar y de hacer
el mundo nombrándolo: chismes, calumnias, maledicencias,
insultos, elogios, acusaciones, críticas, polémicas, alabanzas son
sólo el pan nuestro de cada día», como parte de los actos solemnes
de celebración o condena que incumben a las autoridades
reconocidas. Por medio del insulto, un individuo que actúa en
nombre propio o de un grupo social más o menos importante,
«manifiesta a alguien que tiene tal o cual propiedad haciéndole
saber, al tiempo, que se comporta de acuerdo con la esencia social
que le es así asignada»103.

Y agrega:

La institución de una identidad, que puede ser un título de


nobleza o un insulto («tu no eres más que un….»), es la
imposición de un nombre, es decir, de una esencia social (…)
Es significar a alguien lo que es y significarle que tiene que
conducirse consecuentemente a como se le ha significado. El
indicativo es en este caso un imperativo (…) Instituir, dar una
definición social, una identidad, es también imponer límites104.

En este orden de ideas, el libelo difamatorio fue uno de los


recursos –junto a la censura- al alcance del poder eclesiástico como
nervio del poder hegemónico regional, para intentar poner a raya a
los díscolos, los desobedientes y los advenedizos que pretendían
cuestionar la dominación.

Por otro lado, y desde la perspectiva de las prácticas discursivas


liberales, el libelo, el panfleto y la invectiva política se ligaron a
una tradición de la cultura del liberalismo radical del siglo XIX en
Colombia y América Latina, que tuvo representantes destacados

103
BOURDIEU, Pierre. Op.cit. p. 65-66.
104
Ibíd. p. 81.
122 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

como Juan de Dios Uribe -conocido como el «Indio Uribe»105- y José


María Vargas Vila. En el tránsito de la sociedad tradicional a la
moderna, las culturas populares- como lo sugiere Martín Barbero106-,
emplearon el humor satírico, lo grotesco, la blasfemia y las cartas
anónimas para librar luchas simbólicas contra los poderes
establecidos que avasallaban sus condiciones de vida y sus
costumbres. En qué medida los panfletistas liberales y/ o católicos
se nutrieron de estas fuentes de la cultura popular, es un asunto
que ameritaría un tratamiento más hondo. Lo que sí queda claro al
examinar los archivos de la prensa huilense del periodo, es que los
principales contendientes en la disputa por la hegemonía cultural
y política, no desdeñaron el empleo del libelo difamatorio como
herramienta de lucha simbólica, que entremezclaban con otros textos
argumentativos basados en razonamientos persuasivos.

A modo de colofón

Con notable retraso y lentitud con respecto a la evolución moderna


del periodismo en Bogotá y otras regiones107, la prensa huilense
comenzó a introducir, en las dos primeras décadas del siglo veinte,
tímidas innovaciones en los géneros periodísticos, el lenguaje y el
105
Sanín Cano llamó al Indio Uribe «el más alto representante de la invectiva justa y
resonante». Escritor político, periodista y crítico literario, así como partícipe de varias
guerras civiles decimonónicas en las huestes del liberalismo radical, el Indio Uribe «pone
en cuanto escribe toda su alma, y apenas por excepción hace un esfuerzo por explicarse la
situación de sus contendores. Era Uribe un temperamento de escritor que anda siempre
revolviendo las ideas. Tuvo muchas, las acariciaba con deleite, retozaba con ellas, pero les
negaba carta de naturaleza a las opuestas. Su pensamiento estaba tan lleno a todas horas,
que el diálogo le resultaba una forma de abdicación. Llevaba consigo mismo un eterno
monólogo de la razón contra sus enemigos, a quienes apenas les concedía el derecho a
contradecirle…Lanzaba sus ideas a la plaza pública con el fervor de la convicción y en
arranque de entusiasmo, pero no tuvo la paciencia necesaria para escuchar a los disidentes
ni la ingenuidad requerida para contradecirles». Ver: SANIN CANO, Baldomero. «Juan de
Dios Uribe», en: El oficio de lector. Colombia: Biblioteca Ayacucho, s.f., pp. 94-98.
106
MARTIN BARBERO, Jesús. De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y
hegemonía. 4 ed. México: Gustavo Gilli, 1997. p. 83, 108.
107
El tema ha sido tratado a profundidad recientemente por Maryluz Vallejo, en una documentada
crónica histórica que abarca el periodo de transición entre la prensa decimonónica y la prensa
de naturaleza moderna en nuestro país. Ver: VALLEJO MEJIA, Maryluz. A plomo herido: una
crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá: Planeta, 2006.
El apetito de la injuria / 123

tratamiento de los temas de actualidad, que, sin embargo, no


modificaron su naturaleza fundamental de prensa doctrinaria y
política arraigada en el modelo decimonónico.

La matriz dualista de pensamiento108 que condujo en América Latina


a pensar la modernidad y la modernización como entidades autónomas
e independientes, no permitía advertir que los procesos de modernidad
de los países del subcontinente no han dependido principalmente de
la intencionalidad de los agentes sociales y los actores políticos- expresada
en el contenido de sus discursos- sino que han sido un resultado
histórico, esto es, un producto del cruce, el choque y la combinación
de diversas fuerzas y procesos. Por un lado, los cambios operados en
el orden económico y en las relaciones sociales, así como las
transformaciones en los modos de sentir y percibir la realidad por parte
de la población; por el otro, la ampliación de la esfera del debate
público, propiciada por la controversia a través de la prensa y otros
medios masivos, entre discursos católico-conservadores, liberales y
socialistas, en tanto manifestación pública en el plano discursivo de la
lucha social y política. Otros factores como la función modernizadora
de la escuela pública y del acceso masivo de la población a los medios
electrónicos, en especial la radio y la televisión, han sido subrayados
por algunos autores latinoamericanos.

Lo que produce un efecto de modernidad – aunque tímido o incipiente


en el caso en estudio- no es el contenido del discurso liberal por sí
mismo ni su simple divulgación, sino el hecho de que se instaure en
la práctica un espacio público de debate y controversia, que involucra
progresivamente a los auditorios subalternos, aún a contrapelo de
las intenciones- por ejemplo-, de la Iglesia Católica. En este sentido,
clérigos y publicistas liberales, en tanto interlocutores en ese debate
abierto, llevaron agua al molino de las formas peculiares de la
modernidad en el departamento del Huila. Lo cual no obsta para
subrayar que la prensa liberal fue un elemento dinamizador de la
mayor importancia en este proceso.

Ver al respecto el artículo de Jesús Martín Barbero, «Nuestros modos de estar en el


108

mundo», Revista Número, No. 37, Bogotá, Jun.-Agos., 2003, pp. Separata VII-XII.
124 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 125
126 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 127
128 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 129
130 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Título: ESPACIO PARA DIÁLOGOS


Autor: PHANOR SATIZÁBAL
Técnica: ÓLEO - LIENZO
Dimensión: 156 x 126 cms - 2001
El apetito de la injuria / 131

CAPÍTULO III.
LA EDUCACIÓN EN EL HUILA (1909-1917):
CAMPO ESTRATÉGICO EN DISPUTA Y
ASUNTO DE DEBATE PÚBLICO
132 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 133

L os asuntos relativos a la cuestión educativa, despertaron


amplia controversia pública en las décadas iniciales del siglo
veinte, lo cual puede constatarse al examinar el volumen de
editoriales, artículos, ensayos, sueltos, y notas breves referidos al
tema en las páginas de los periódicos. El interés por el tema y el
carácter marcadamente político y doctrinario de la polémica, tenía
hondas raíces en el siglo XIX; no olvidemos que una de las guerras
civiles de dicha centuria se conoció como la guerra de las escuelas: un
levantamiento armado del Partido Conservador aupado por varios
obispos en abierta oposición al programa educativo que el
liberalismo radical promovía desde el gobierno nacional.

La historia social de la educación en el Tolima y el Huila durante


el siglo XIX y la primera parte del siglo XX, ha sido construida de
modo admirable en la ya extensa obra de Jairo Ramírez Bahamón,
historiador huilense contemporáneo. Sobre el mapa elaborado por
él y siguiendo sus pistas y señales principales para orientarnos en
el terreno, en este capítulo intentaré examinar algunos debates sobre
asuntos específicos relacionados con el ramo de la educación, que
registran con algún relieve los periódicos entre 1909 y 1917. Entre
ellos, la prohibición episcopal del Colegio de Angel María Paredes;
la campaña contra José Eustasio Rivera cuando se desempeñó como
Inspector Escolar de provincia; la polémica del clero con Leandro
134 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Medina, Director Departamental de Instrucción Pública, en torno a


la práctica de la comunión diaria en la Normal de Señoritas de Neiva;
y finalmente, el intercambio epistolar entre el obispo Rojas Tobar y
Ramón Alvira Durán, periodista liberal, en torno a la creación de
una escuela privada en Neiva dirigida por los liberales, y la Carta
Pastoral en la que el obispo condena este proyecto.

El examen más detenido de las estrategias argumentativas de


los representantes del poder eclesiástico hegemónico, por un lado,
y de los núcleos liberales contendientes, por el otro, nos alentará a
hacer algunas incursiones en la reflexión más general sobre las rutas
peculiares del proceso de modernidad en el departamento, y las
complejas relaciones entre los campos educativo, religioso y político.

3.1 El Colegio Paredes desafía la autoridad del Obispo Rojas

«Una de las mayores contrariedades del Sr Rojas en punto a educación,


fue el colegio fundado por don Angel María Paredes en Yaguará»,
rememora Jenaro Díaz Jordán. Aunque muchos discípulos del señor
Paredes reconocen la capacidad y vocación pedagógica del maestro,
«desgraciadamente flaqueó por donde menos lo debía, por el aspecto
religioso». Por lo tanto, el señor Obispo promulgó el 20 de Febrero de
1909 un decreto de reprobación del colegio109, en los siguientes términos:

Por cuanto el señor D. Angel Paredes, institutor de


Yaguará, tiene ideas y opiniones contrarias al dogma católico,
lo cual nos consta no solo personalmente sino también por
testimonios fidedignos.

Por cuando dicho señor se ha resistido a todos los esfuerzos


amigables y paternales que por más de un año le hemos hecho por
hacerle abandonar sus errores y adherirse franca y sinceramente a
las enseñanzas de la Iglesia. Por cuanto se ha denegado a hacer la
profesión de fe católica como Institutor y antes al contrario hace
profesión práctica de no obedecer los mandamientos de la Iglesia…

109
Ver DÍAZ JORDAN, Jenaro. Proceso histórico de pueblos y parroquias de la Diócesis
de Garzón. Neiva: 1959, p. 466, 467.
El apetito de la injuria / 135

Y atendiendo asimismo –continúa el Obispo- a claras directrices


del Vaticano vigentes desde 1849, «DECRETAMOS 1) No pueden
los padres de familia sin reato de conciencia colocar sus hijos en
establecimiento dirigido por el Sr. Angel Paredes. 2) Los padres de
familia que contravengan esta disposición, cometen pecado grave
y quedan privados de recibir los santos sacramentos…».

«Con todo -narra Díaz Jordán-, el colegio siguió funcionando siempre


con el mismo espíritu y los padres de familia no se arredraban… No
sabemos cómo terminó este instituto, único que desafió durante varios
años al Sr. Rojas en su administración episcopal».

En 1914, cinco años después, el Obispo reiteró la proscripción


del Colegio Paredes, mediante un nuevo decreto. Luego de recordar
la prohibición que hizo en 1909, y la que más tarde profirió la
Conferencia Episcopal, Monseñor Rojas añade:

Este establecimiento, merced al extravío de varios padres


de familia, y al prestigio que, con desprecio de triviales deberes
legales, ha querido darle el Gobierno de este Departamento,
se ha sostenido hasta hoy, y si no ha progresado en lo
temporal, sí en impiedad y desmoralización, como era de
esperarse.

En él se hace ostentación de prescindir de Dios, de la Religión,


y de la Ley Divina; en él se practica la más completa libertad en
la vida privada de los alumnos; en él se ha establecido desde un
principio la enseñanza común a niños y jóvenes de ambos sexos;
y todo esto, unido al desprecio de las enseñanzas de la Iglesia
respecto de educación y a que se reputan por nada los peligros
de la juventud, ha producido continuamente públicas y
verdaderamente horrorosas consecuencias contrarias a la moral
cristiana y a la simple honestidad natural110.

110
Nueva condenación del Colegio Paredes. En: El Símbolo, No. 4, Neiva. (11, abril, 1914);
p. 1, 2. El decreto aparece firmado por el Obispo Esteban Rojas el 26 de Marzo de 1914,
durante la «Santa Visita en el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes de Nátaga».
136 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Con base en lo anterior, continúa el Obispo, «afirmamos que es


establecimiento de ateísmo y corrupción, no de educación y
formación de buenos y rectos ciudadanos». Y concluye:

Por todo esto renovamos la prohibición y declaramos


criminales a las personas que coloquen niños o niñas en ese
establecimiento o lo favorezcan de cualquier modo; y no podrán
ser absueltas (….) mientras se arrepientan de corazón y reparen
en lo posible el mal que han hecho. (la cursiva es nuestra)

Finalmente, se dispone que el decreto sea publicado todos los


días festivos en las iglesias de Campoalegre y Yaguará, y dos veces
por mes en las demás iglesias y capillas de la Diócesis.

En 1912, como lo reseñamos en el capítulo segundo, Angel María


Paredes publicó un suelto en un periódico bogotano en el que acusó
veladamente al Obispo Rojas de presuntas maniobras indecorosas en
relación con la antigua custodia de la iglesia de Paicol, lo cual desató
una airada respuesta de la prensa católica que, en adelante, llamará a
Paredes el «calumniador sin igual». Paredes se une a Anselmo Gaitán
Useche y cumple temporalmente la función de administrador del
periódico La Opinión, a partir de su fundación en 1912.

3.2 La exclusión de José Eustasio Rivera y el discurso pedagógico


moderno

En su documentado libro sobre el autor de La Vorágine, Hilda


Soledad Pachón afirma:

Al graduarse, Rivera consigue el empleo de supervisor


escolar en las ciudades de Ibagué y Neiva (1909-1911). Sin
embargo, a pesar de la discreción esperada de los funcionarios
públicos, se manifiesta contra la rígida mentalidad que le
impusieron en su educación escolar, en dos ocasiones: en una
conferencia a los artesanos de Ibagué (La conciencia del yo,
1910), en donde había un brote de socialismo, y en otra charla,
en 1911, a las gentes de su Neiva natal, por entonces una
El apetito de la injuria / 137

población de poco menos de 20.000 habitantes. En su


intervención, Rivera se expresa a favor, entre otras cosas, de
los muchachos despiertos e impetuosos- como él lo había sido-
y de una educación para las mujeres más práctica y menos
conventual…111

En un enérgico pronunciamiento del Obispo Rojas Tobar publicado


en todos los periódicos católicos de Neiva y Garzón en mayo de 1912,
en el que ventilaba públicamente los roces y diferencias en materia de
política educativa que sostenía la Iglesia con los gobernantes de filiación
republicana en el departamento, se puede leer la siguiente alusión
indirecta: «Por eso se aplauden neciamente expresiones impías y hasta
blasfemas, que en público y en ocasión solemne profiere un
adolescente, á quien, recién salido de la escuela, se ha colocado en el
alto puesto de Inspector Escolar de dos provincias»112.

¿A quién se refería, sin mencionar su nombre, el Obispo Rojas?


Para saberlo, basta con examinar la edición No. 13 del periódico El
Bien Social, publicado en Neiva el 23 de Diciembre de 1911, órgano
del Comité Local de la Cruzada Nacional de la Prensa Católica,
dirigido a la sazón por el seglar Zoilo Rivera. En la segunda página
se puede leer el artículo «Conferencia Pedagógica», sin firma, el
cual nos despejará el interrogante.

El artículo comienza indicando que Don José Eustasio Rivera,


joven Inspector Escolar de la provincia de Neiva, dictó una
conferencia sobre pedagogía en la sesión solemne de la Escuela
Normal de señoritas de la ciudad, en desarrollo de la cual «emitió
conceptos que en manera alguna podemos admitir…». Y agrega:

Nos parece que el novel conferencista se encariña no poco


con las ideas ateas acerca de la educación, pues al exponer

111
PACHON FARIAS, Hilda Soledad. Los intelectuales colombianos en los años 20: El
caso de José Eustasio Rivera. Santafé de Bogotá: Colcultura, 1993. p. 47.
112
ROJAS TOBAR, Esteban, Obispo de Garzón. Resolución. En: Dios y César, Núm. 87,
Garzón. (15, mayo, 1912); p. 1.
138 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

los factores de una educación superior, ideal si se quiere,


omitió el sentimiento religioso, que tan poderosas influencias
ejerce sobre la mente y el corazón del niño (…) La labor del
educador deber ser labor de ennoblecimiento, y en donde no
se enseña sino á rastrear lo humano, lo puramente humano,
el niño, lejos de ser ennoblecido, es degradado, amenguado
sobre toda ponderación. La empresa del educador debe ser
empresa de santidad, pues los maestros son sacerdotes que
ofician en el altar de los corazones niños, y en donde se excluye
ó se omite el germen de santidad que brota del sentimiento
religioso, no se encontrará sino un inmenso acervo de maldad
y de perversión (…) con la historia en la mano podemos probar
que la ciencia sin Dios es nube de donde se desgajan
tempestades furiosas que todo lo arruinan y todo lo desolan,
es aborto del infierno que infierniza (sic) el mundo113.

A renglón seguido, el anónimo articulista católico parafrasea otro


punto «indigestable» de la mencionada conferencia: «que los niños
de mayores esperanzas son aquellos de carácter despierto, impetuoso,
violento, que nada sufren y de todo van tomando venganza; y que
los niños pacíficos, tolerantes y hasta amables son individuos de los
que la sociedad y la patria nada pueden esperar…». Rivera habría
sostenido asimismo –según este comentarista- que «la enseñanza
evangélica de poner la otra mejilla á quien nos hiere en la primera,
no es practicable en el mundo sino en los claustros…».

Más no es raro que el Conferencista piense eso de Jesucristo,


pues no tuvo inconveniente en lanzar esta expresión: Jesús de
Galilea, Sócrates y otros que se llamaron maestros, fueron los
primeros en conquistar las glorias del Magisterio. Esto de poner
en la misma línea á Jesucristo y a Sócrates; esto de humanizar
á Jesucristo; es algo ya muy grave; lo repetimos, es algo que
huele á impiedad por no decir á blasfemia; es algo que en
manera alguna debe decirlo un individuo que se llama católico,
á una sociedad que finca su gloria en ser católica114.

113
Conferencia Pedagógica. En: El Bien Social, núm. 13, Neiva. (23, diciembre, 1911); p. 2, 3.
114
Ibíd.
El apetito de la injuria / 139

En relación con el asunto de la educación de la mujer, Rivera


habría afirmado que «las Señoritas deben ser educadas hoy para la
sociedad y no para los claustros».

De lo reseñado anteriormente, el articulista de El Bien Social


concluye que «no es educación cristiana la que pretende implantarnos
el señor Inspector Escolar de la Provincia de Neiva en el Departamento
del Huila, ni la que desean las personas que la aplaudieron, si es que
sabían lo que hacían».

¿Cómo interpretar la polémica pública del clero con José Eustasio


Rivera en torno a la cuestión educativa? Forman parte de esa trama,
los siguientes episodios: la aparición de elementos de otro discurso
pedagógico emergente de rasgos modernos, en competencia con el
discurso hasta ahora dominante del clero; los esfuerzos para negarle
el derecho de entrada al campo, a un «adolescente recién salido de
la escuela», y de contera impío y blasfemo; y, finalmente, la exclusión
de Rivera mediante artículos de prensa, pronunciamientos de
reprobación y la presión ante Marco Fidel Suárez, Ministro del ramo.

Cercano por orígenes familiares y por afinidades a la fracción de


los conservadores históricos, Rivera fue portavoz de un discurso
pedagógico con elementos modernos. Debido a que carecemos hasta
ahora de una versión íntegra de la conferencia de Rivera, los
elementos modernos de su discurso pedagógico apenas se insinúan
fragmentariamente en la paráfrasis y la refutación que nos ofrece el
artículo de El Bien Social.

Rivera, a tono con sus colegas de la generación del Centenario,


como más tarde se les denominaría, habría enfilado baterías en esta
conferencia contra algunos aspectos de la pedagogía tradicional,
tales como su pobre comprensión acerca de la psicología del niño,
su noción de la disciplina escolar como inmovilidad y sometimiento
rígido del cuerpo de los alumnos, y la práctica de educar a la mujer
para la vida hogareña o monástica y no para una participación más
abierta en el ámbito de lo público. Al no enfatizar en la importancia
140 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

que el aspecto religioso tenía para la pedagogía católica, como


verdadero eje articulador de la formación de los alumnos y los
futuros maestros, se hizo sospechoso de impiedad; y al mencionar
a Jesucristo al lado de Sócrates, humanizándolo hasta cierto punto,
se echó encima la acusación de blasfemia.

Es el campo específico, puntualiza Bourdieu, el que impone a


todos los agentes que participan en él, mediante una censura
estructural, aquello que resulta indecible e innombrable. Por eso,
el articulista católico de El Bien Social, se siente autorizado para
sostener, refiriéndose a los conceptos sobre pedagogía divulgados
por Rivera: «es algo que en manera alguna debe decirlo un
individuo que se llama católico, á una sociedad que finca su gloria
en ser católica». Una de las formas más eficaces de censura, consiste
en colocar en los cargos y posiciones desde los cuales es posible
hablar con autoridad, a aquellas personas que sólo dirán lo que la
censura interiorizada les impele a pronunciar. Así las cosas, se
entiende el desenlace de este caso para el joven José Eustasio Rivera.

Saenz, Saldarriaga y Ospina, al estudiar la historia de la pedagogía


en Colombia en la primera mitad del siglo veinte, señalan que «entre
1912 y 1930 intelectuales modernos, tanto liberales como
conservadores, ponen en circulación los discursos de reforma
educativa de la pedagogía activa y su crítica a la escuela tradicional
europea y norteamericana»115. Entre los conservadores, mencionan
a Miguel Jiménez López y Rafael Bernal Jiménez, y entre los liberales
a Felipe Lleras Camargo y Agustín Nieto Caballero.

Las críticas a la escuela tradicional por parte de estos


intelectuales, como se advierte en el episodio que hemos reseñado
del joven Rivera, «se dirigen fundamentalmente hacia su ignorancia
de las nuevas concepciones acerca de la infancia y su funcionamiento

115
SAENZ OBREGON, Javier, SALDARRIAGA, Oscar y OSPINA, Armando. Mirar la
infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946. Vol. 2. Medellín:
Colciencias/Ediciones Foro Nacional por Colombia/Ediciones Uniandes/ Editorial
Universidad de Antioquia, 1997. p. 52, 53.
El apetito de la injuria / 141

psicológico, así como hacia su régimen disciplinario y su


aislamiento del medio», y evitan de cierto modo la polémica
explícita en torno a «los fines morales de formación de un hombre
católico y practicante de las virtudes cristianas»116.

Rafael Bernal Jiménez, por ejemplo, al ofrecer una radiografía de


los vicios del funcionamiento de las escuelas tradicionales en
Colombia, destacaba, entre otros, elementos como los siguientes:
la «ignorancia de la personalidad del niño y de su psicología
particular»; la «disciplina inadaptada y tendiente a inhibir la
mayoría de las actividades espontáneas del cuerpo y del espíritu»;
el «abuso del rigor y ausencia de ejercicios físicos adaptados; y la
«ausencia de contacto entre la escuela y sociedad, entre el trabajo
escolar y la vida exterior, entre los padres y los maestros»117.

En la sección de sueltos del periódico El Bien Social, luego de


presentar un saludo de bienvenida al Señor Juan B. Moreno Arango,
nombrado como nuevo Inspector Escolar de Instrucción Pública en
reemplazo de José Eustasio Rivera, se puede leer lo siguiente:

INSTRUCCIÓN PUBLICA
El Ilustrísimo Señor Obispo en la misa que celebró en esta
Iglesia el domingo 4 del corriente invitó a los fieles a que le
ayudacen á dar gracias á Dios por haber desaparecido las
graves dificultades y peligros que hubo el año último en la
Educación, la cual merece, en su concepto, la confianza de
la Iglesia y de los padres de familia no sólo en esta ciudad
sino también en todo el Departamento118.

José Eustasio Rivera salió de Neiva en 1912, según lo dijo, «de


un sotanazo». Años atrás había sido también expulsado del
116
Ibid., p. 52.
117
BERNAL JIMÉNEZ, Rafael. La reforme Educative en Colombia. Roma: Imp. Agustinniene,
1932, p.1 - 11, citado por: SAENZ OBREGON, Javier, SALDARRIAGA, Oscar y OSPINA,
Armando. Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946. Vol.
2, Medellín: Colciencias/Ediciones Foro Nacional por Colombia/Ediciones Uniandes/
Editorial Universidad de Antioquia, 1997. p. 52, 53.
118
El Bien Social, No. 14, Neiva. (10, febrero, 1912); p. 3.
142 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Seminario de Elías, por presunto comportamiento inmoral, junto a


sus compañeros Jenaro Díaz Jordán y Milcíadez Hernández.
Monseñor Rojas ahora podía respirar a sus anchas, pues un «católico
de tuerca y tornillo» había reemplazado al díscolo Rivera119, quien
retornó quizá de buena gana a Bogotá a inscribirse en el programa
de Derecho de la Universidad Nacional, y a retomar el camino
creativo que lo llevaría a ser un personaje de primer orden en la
literatura nacional y latinoamericana. No había espacios para él en
su provincia natal, que se empeñaba en defenestrarlo; él construyó
su propio ámbito, primero en el país y luego en el continente.

El padre Ignacio Trujillo, biógrafo de Monseñor Rojas, reproduce


una extensa carta abierta del Obispo al Director de Instrucción
Pública del Departamento120, que data de 1914, y equivocadamente
le asigna como destinatario a José Eustasio Rivera. En realidad la
misiva iba dirigida al Señor Leandro Medina, como veremos en el
apartado siguiente. El contraste de las fuentes de prensa disponibles
permiten ahora corregir el error, dado que Rivera se desempeñó,
no como Director de Instrucción Pública Departamental, sino en un
cargo más modesto: como Inspector Escolar de Neiva e Ibagué, y se
retiró del mismo al comenzar el año de 1912.

119
En la Sección Varia de Dios y César, puede leerse el siguiente suelto: «EN REEMPLAZO-
De D. José E. Rivera, como Inspector Provincial de Instrucción Pública de Neiva, han
nombrado al Dr. J.B. Moreno Arango, católico de tuerca y tornillo, defensor de los derechos
de la Iglesia. Muy bien!....Así si ¿quién dirá nada?...». Dios y César, núm. 73, Garzón. (8,
febrero, 1912); p.274. La misma cita fue recogida por Hilda Soledad Pachón en su estudio
sobre José Eustasio Rivera.
120
TRUJILLO, Ignacio A. Biografía del Excmo. Sr. Esteban Rojas Tobar, Obispo Dimisionario
de Garzón. Bogotá: 1949. p. 406 - 420.
Refiriéndose a la mencionada Carta Abierta, dice Trujillo: «El segundo documento, más
importante y trascendental que el anterior, se refiere a un penoso incidente que se presentó
en la Escuela Normal de Señoritas de Neiva, siendo director general de I.P. el doctor José
Eustasio Rivera… La carta del señor obispo es más bien una relación de lo ocurrido, pues
ya lo más grave estaba remediado. La ponemos aquí como muestra de que el señor Rojas
no miraba la persona que ejerciera la autoridad para reprender los actos que él creía lesivos
a la autoridad de la santa Iglesia». Para verificar la fecha y el destinatario de la Carta
Abierta del Obispo, se pueden consultar las siguientes fuentes: El Símbolo, Neiva, núm. 1
al 6, 1914.
El apetito de la injuria / 143

3.3 La Normal de Señoritas de Neiva: comunión diaria y choque


de fueros

En la edición No. 1 de El Símbolo121, semanario conservador


publicado en Neiva, del 20 de marzo de 1914, aparece un artículo
titulado «Los sucesos de la Normal», firmado por el Presbítero
Octavio Hernández.

La Normal de Señoritas de Neiva, informa el autor, se fundó en


1909. Su primera directora fue Doña Rosalía Charry de Leyva (madre
del presbítero Luis Calixto Leyva). La reemplazó en el cargo
Enriqueta Solano Durán.

El 29 de noviembre de 1913, dice Hernández, el Director General


de Instrucción Pública del Departamento, Dr. Leandro Medina,
«prohibió verbalmente la comunión diaria, cuando la Directora
titular…como el que voluntariamente se ha constituido en capellán
de la Escuela (el propio Hernández), se encontraban ausentes con
legítima excusa». (La frase en cursiva es mía).

Las estudiantes de la Normal eran levantadas muy temprano en


las mañanas y salían diariamente de las instalaciones de la Normal
hacia la Iglesia a recibir la comunión. El Director de Instrucción
consideró que tanto la hora en la que se hacía levantar a las alumnas,
como la práctica de salir cada mañana del plantel para concurrir a
la misa, eran violatorias del reglamento vigente para las normales a
nivel nacional, y procedió a ordenar de modo verbal la suspensión
de tales prácticas cotidianas. Posteriormente, ratificó por escrito su

121
Desde la primera edición de El Símbolo (en especial entre la primera y la sexta) se
plantea la controversia sobre el tema de la Instrucción pública. La polémica involucra al
Director General de Instrucción pública, Dr. Leandro Medina, al Presbítero Octavio
Hernández y al Obispo Rojas Tobar y tuvo repercusiones en el resto de la prensa católica
y liberal del Huila. Hay cinco documentos claves que soportan esta polémica en el semanario
El Símbolo, así: el artículo de Octavio Hernández en el número 1; la carta de rectificación
de Leandro Medina en el número 5; la carta abierta del Obispo Rojas a Leandro Medina en
los números 5 y 6; y el artículo de respuesta de Hernández a la rectificación de Medina, en
el número 6.
144 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

decisión y dispuso que se ofreciera comunión a las alumnas de la


Normal únicamente los domingos y los días de fiesta religiosa de
doble precepto.

Lo anterior sirvió de argumento a Enriqueta Solano, Directora de


la Normal, quien por esos días se encontraba en Bogotá, para
presentar renuncia a su cargo. Posteriormente, las profesoras Adriana
Arosemena, Subdirectora, y Berta Solano Durán, también
renunciaron.

En medio del forcejeo a que dio lugar la intervención de Leandro


Medina, se convino a regañadientes que el Obispo Rojas Tobar
autorizara al presbítero Octavio Hernández, capellán de la Normal,
para que ofreciera misa diaria y la comunión a alumnas y maestras
dentro del establecimiento educativo. Con esta medida se superó
provisionalmente el litigio, aunque la diferencia de enfoques sobre
el asunto educativo se hizo más explícita. En el intermedio, hubo
un cruce de cartas entre Medina y el Ministro del ramo.

La fórmula mediadora fue aceptada por el Director de Instrucción,


según Hernández, «por presión del Ministro» de Instrucción Pública.
Para el sacerdote Octavio Hernández, el Director de Instrucción tenía
facultad para llamar al cumplimiento estricto del reglamento de las
normales, pero no la de prohibir la diaria comunión, la cual
pertenece al fuero interno o de conciencia de los católicos.

En el artículo que estamos glosando, no aparece nunca el nombre


propio del destinatario: Leandro Medina, Director de Instrucción
Pública Departamental. Tampoco figura el nombre en la Carta Abierta
que un tiempo después le dirige el Obispo Rojas. No parece casual
esta omisión. Medina es -para los clérigos que lo controvierten- un
funcionario sin nombre propio, una sombra, un accidente.

En la edición No. 5 de El Símbolo, se reproduce el artículo «La


verdad en los sucesos de la normal», firmado por Leandro Medina,
que se publica por solicitud expresa del remitente. Al inicio del
mismo, Medina dice que es una rectificación al artículo del Presbítero
El apetito de la injuria / 145

Hernández que hemos reseñado, la cual debió salir publicada en la


segunda edición de El Símbolo, pero que se abstuvo de enviarla por
cuanto el destinatario estaba en duelo por la muerte de su madre.

El debate de fondo -según lo plantea Medina- tiene que ver con


el asunto de hasta donde llega el fuero eclesiástico y donde empieza
el fuero del Estado en materia de instrucción pública. En otros
términos, es un asunto de delimitación de competencias entre las
autoridades civiles y eclesiásticas, y, por lo tanto, una cuestión de
puja de poderes en el área educativa.

El Símbolo surge en la coyuntura de las elecciones de 1914, que le


dan el triunfo al candidato del Partido Conservador, José Vicente
Concha, con el apoyo del jefe liberal Rafael Uribe Uribe; por su parte
el Partido Republicano, hasta ese año en el gobierno, obtiene una muy
baja votación en los comicios. Es el fin del experimento republicano y
el Partido Conservador se apresta a retomar el poder en el plano
nacional y regional, con el apoyo muy resuelto de la Iglesia Católica122.

Medina se declara católico convencido pero no adulador,


cumplidor de su deber y con suficiente carácter como para afrontar
la censura eclesiástica de que fue objeto por sus polémicas
decisiones. «Pero no se me hará retroceder porque ya lo tengo dicho:
me rompo, pero no me doblo» 123, puntualizó en su misiva de
respuesta al presbítero Hernández.

122
A la par, en una nota política, El Símbolo informa que los señores Calixto Leiva, padre del
presbítero Luís Calixto Leyva, y Milciades Gómez, hombre de confianza del Obispo Rojas en
el ramo de la educación y futuro Director Departamental de Instrucción a partir de ese mismo
año -1914-, fueron nombrados presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Asamblea
Departamental del Huila para el segundo periodo. Ver: El Símbolo, núm. 3, Neiva. (1914).
En el No. 4 del mismo periódico, se reproduce la segunda condenación al colegio de Angel
María Paredes por parte del Obispo Rojas.
123
«Me rompo, pero no me doblo», es el título de un breve texto sarcástico publicado por
La Lid, el periódico católico de Garzón, en medio de esta polémica con Leandro Medina, al retomar
una expresión suya con la que pretendía subrayar su firmeza de carácter. A continuación se reproducen
algunos apartes del mencionado texto: «San Miguel se dobló-Lucifer se rompió. Abel se dobló-Caín
se rompió…Magdalena se dobló- Judas se rompió. San Pedro y S. Pablo se doblaron -Nerón se
rompió…S. Ignacio se dobló- Lutero se rompió…La humildad se dobló siempre- La soberbia se
rompió y se romperá eternamente.» Ver: La Lid, núm. 46, Garzón. (13, mayo, 1914); p. 3.
146 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Los contendientes discuten fundamentos de facto, por ejemplo, si es


verdad que las normalistas se levantaban a las 4 a.m o antes -como
sostiene Medina- o media hora más tarde, como asegura Hernández,
para a continuación endilgarle eufemísticamente al primero la acusación
de que «se aleja de la verdad». Luego, Medina accede, en aras de la
conciliación, a aceptar un incumplimiento menor al citado reglamento,
autorizando que las alumnas se levanten a las 5 a.m y no a las 5:15 a.m.,
como lo preveía la norma; pero Hernández le sale al paso afirmando
que el propio Director de Instrucción había dicho con anterioridad que
él no podía autorizar la más mínima infracción del Reglamento Nacional
de las Normales; de este modo, el sacerdote saca provecho de estas
vacilaciones para poner en aprietos al insumiso Director. Hernández,
con sutilezas y distinciones casuísticas busca poner en ridículo a Medina
y salir avante sin ceder un milímetro en su postura.

A propósito de lo anterior, Leandro Medina, en la parte


introductoria de su artículo de rectificación, dice que la controversia
no se da en pie de igualdad, pues su oponente siempre podrá alegar
su condición de sacerdote para reclamar la validez de sus
argumentos, pese a que Medina se autoproclama católico militante.

No sin gran repugnancia entro a rebatir estos cargos y a


restablecer la verdad; lo primero, porque no habiendo tenido nunca
antes de ahora qué contestar libelos infamatorios y habiendo sido
siempre extraño a ellos por educación y por temperamento, me
hallaré tan corto y tan atajado, que echaré menos la ventaja de
una pluma largamente ejercitada en el género de la literatura
corrosiva; y lo segundo, porque, por una amarga ironía de la suerte
tengo que habérmelas con un sacerdote cuando a todos ellos he
respetado y venerado siempre, aunque sin mojigaterías ni
adulaciones melosas; porque voy a medirme con un adversario
que hiere como hombre y exigirá que al parar sus golpes se respete
su calidad de ministro del Altísimo, cosa que haré con gusto, aunque
de ahí resulte que combatimos con armas desiguales124.

MEDINA, Leandro. La verdad en los sucesos de la Normal. En: El Símbolo, núm. 5,


124

Neiva. (18, abril, 1914); p. 2-4.


El apetito de la injuria / 147

Para demostrar su catolicismo, Medina afirma que demoró su


llegada al Huila para asumir el cargo de Director de Instrucción,
porque asistió en Bogotá al Congreso Eucarístico Nacional realizado
el año anterior (1913), como delegado de comunidades católicas del
suroccidente del país.

La siguiente edición de El Símbolo (número 6), incluye un artículo


del presbítero Octavio Hernández titulado «Los sucesos de la
Normal (Contrarréplica)»125, en la que éste responde al artículo de
Leandro Medina.

Como sacerdote católico protesto contra el abuso de tomar


un texto de la Sagrada Escritura y palabras de los Doctores de
la Iglesia para cohonestar una serie de fanfarronerías, dicterios,
imputaciones calumniosas y dichos irónicos y gitanescos, que
lejos de desmentir mis afirmaciones primeras, las han reforzado
en gran manera, pues quien contesta de ese modo declara su
impotencia para salir airoso126.

A renglón seguido, el autor acude a una típica falacia de apelación


a la piedad y a las emociones (Ad misericordiam): «En cuanto a mí,
no contestaré a esos sarcasmos, pues no son la voz de la dignidad y
de la razón, y como discípulo -aunque indigno- de AQUEL que
perdonó en la Cruz, perdono, ante la tumba- fresca todavía- de mi
madre inolvidable, al que ha proferido esos insultos que han venido
a sangrar mi ya despedazado corazón».

En desarrollo de su artículo, Hernández se dedica en forma


minuciosa a intentar refutar los argumentos de Medina,
endilgándole imprecisiones, confusiones, omisiones voluntarias y
flagrantes contradicciones. No es cierto, afirma el sacerdote, que se
hiciera levantar a las alumnas de la Normal a las 4 a.m, sino media
hora más tarde. Y si se contrarió en algo el reglamento en este aspecto

125
HERNÁNDEZ, Octavio, Pbro. Los sucesos de la Normal (Contrarréplica). En: El Símbolo,
núm. 6, Neiva. (24, abril, 1914); p. 3, 4.
126
Ibid., p. 3.
148 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

del horario, no fue por «espíritu de rebeldía al reglamento», sino


por una razón netamente pedagógica: las normas nacionales se
hicieron para clima frío y en Neiva el clima es en exceso caluroso,
por lo que lo más conveniente es madrugar más de lo establecido.
Al Director de Instrucción le habría faltado «tinte de
verdad…porque calló un hecho importante y grave que debió
expresar» en su informe al Gobernador, al omitir su decisión de
prohibir la práctica de la comunión diaria de las alumnas,
encubriendo este hecho con la exigencia del cumplimiento estricto
de un artículo del reglamento de las Normales. Tal proscripción
habría sido, según Hernández, la verdadera razón de la renuncia
que presentaron la Directora de la Normal y dos profesoras más, y
no un supuesto «germen de rebelión» frente a la estricta aplicación
del reglamento, como lo sugirió Medina127.

En la edición No. 5 de El Símbolo, de abril 18 de 1914, se reproduce


en primera página la parte inicial de la «Carta Abierta del Ilustrísimo
Sr. Obispo de Garzón al Director de Instrucción Pública del Huila»128.
La extensa misiva de Monseñor Rojas, desarrolla en primer lugar
los aspectos relacionados con las normas constitucionales,
concordatarias y las disposiciones del Ministerio de Instrucción, que
establecen el marco legal y jurídico de la tutela de la Iglesia Católica
sobre el aparato educativo estatal. A continuación, puntualiza la
doctrina de la Iglesia y, en particular, del Papa, acerca de la
conveniencia de estimular la comunión diaria de los creyentes. Con
base en los anteriores principios legales y doctrinarios, evalúa la

127
Ibíd.
128
La referida Carta Abierta forma parte de la coyuntura de polémicas y roces entre la
Iglesia regional y el gobierno republicano que se instaura entre 1910 y 1914, del que
también hizo parte José Eustasio Rivera como Inspector Local de Educación. Cuando se
elabora y divulga la misiva, ya el Obispo Rojas sabe que los Republicanos perdieron las
elecciones presidenciales de 1914, y que el conservatismo volverá al poder a nivel nacional
con Concha. Uno de los protagonistas de este episodio es el presbítero Octavio Hernández,
que a la sazón cumplía funciones en Neiva, y quien más adelante se desplazará a Garzón,
donde se desempeñará como Secretario del Obispo y encargado de la prensa católica,
entre otras funciones de mucha confianza encomendadas por el prelado. El texto completo
de la Carta Abierta se puede consultar En: El Símbolo, núms. 5, 6, Neiva. (1914).
El apetito de la injuria / 149

disposición del Director de Instrucción en relación con la comunión


diaria de las alumnas de la Normal, y concluye que tal medida es
ilegal, anticonstitucional, anticoncordataria, además de inconsulta
e imprudente.

El problema central del debate, según el Obispo, es el de la


preeminencia de la autoridad civil o eclesiástica en los asuntos
educativos129.

Terminaré afirmando que según los principios expuestos,


el Gobierno y todos sus agentes están obligados por precepto
constitucional y por alto compromiso concordatario a dos
cosas, en todo lo relativo a organización, dirección e inspección
de la Instrucción Pública: a seguir en tales asuntos las
indicaciones de la Iglesia, y a no ejercer en los mismos asuntos
acto ninguno, como precepto, permisión o prohibición, que se
oponga a los dogmas, o enseñanzas de la Iglesia130.

El otro ámbito de la discusión tiene que ver con la importancia


de las prácticas de piedad como aspecto nodal en la formación de
las virtudes cristianas y de la educación católica de las alumnas,
por encima de los conocimientos positivos, en especial si se preparan
como futuras maestras. Al respecto, el Obispo sostiene que «una
maestra sin virtud cristiana es más bien una ruina que un adelanto
para la sociedad», y que «las mejores maestras son las que educan a
lo religioso y a lo monástico».

129
Al respecto, el Obispo cita en extenso la circular número 373 del Ministerio de Instrucción
Pública, del 22 de febrero de 1912, dirigida a los directores generales de instrucción pública,
de la que tomamos textualmente lo siguiente: «… las autoridades escolares administrativas
no están autorizadas para introducir novedades y prohibiciones respecto de lo que haya
sido establecido en los establecimientos oficiales docentes en materia de religión, moral y
piedad por recomendación o con la aprobación de la autoridad eclesiástica, por cuanto
esas materias son de la exclusiva competencia de ésta, y si en ellas tuvieran a la vez
jurisdicción las autoridades escolares, se plantearía una situación anómala y penosa,
fecunda en conflictos entre éstas y aquella autoridad, de los que se originarían inmensos
males para la niñez, la juventud y la sociedad».
130
Nótese la concordancia entre la conclusión del Obispo y la directriz del Ministerio del
ramo transcrita en la nota anterior.
150 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Este episodio hay que interpretarlo como expresión de la puja


por la secularización de la educación y de sus altibajos. Al respecto,
la postura de los republicanos fue ambigua, como lo muestra el
hecho de que tuvieron durante un periodo a Marco Fidel Suárez,
dirigente conservador nacionalista muy cercano a los jerarcas
católicos, como Ministro de Instrucción Pública. El episodio tiene
lugar en el tramo final del gobierno Republicano, cuando sus
dirigentes han perdido las elecciones a la presidencia y es inminente
el retorno al poder del Partido Conservador.

El examen de las cartas cruzadas de Leandro Medina y Octavio


Hernández ofrece interés, si bien no se trata de documentos estratégicos,
como sí lo es la carta abierta del Obispo Rojas a Medina, la cual traza
las líneas gruesas de una política de fondo para el siguiente periodo
de la hegemonía conservadora y clerical en la educación, que pondrá
en práctica en el Huila Milcíades Gómez, discípulo y representante
seglar del Obispo en el gobierno departamental.

3.4 Cartas cruzadas: la polémica de Ramón Alvira con el Obispo


Rojas

Los dirigentes liberales del Huila, con el auspicio de una logia


masónica de Bogotá que había promovido la creación de un capítulo
local en Neiva131, acordaron en 1916 fundar una escuela de carácter

131
Anselmo Gaitán Useche ofrece la siguiente versión sobre los orígenes de la escuela
privada auspiciada por los liberales en Neiva en 1916: «Una de las mayores dificultades
con que entonces tropezábamos los liberales y que nos ponía en condiciones de
inferioridad era que carecíamos de una imprenta medianamente servible, a tiempo que los
conservadores contaban con las prensas de la curia. Felizmente se presentó un buen día en
que un comisionado de una logia masónica vino a fundar la logia de esta ciudad, cuya base
fue un triángulo constituido por Luís Felipe Blanco, Guillermo E. Borrero y yo. Dicha entidad
patrocinó dos laudables obras: una escuela privada que quedó bajo la dirección de Ramón
Alvira y en la cual actuamos como profesores gratuitos varios liberales; y la consecución de
una imprenta, modesta pero suficiente para nuestras necesidades más apremiantes, y en la
cual empezó a editarse, bajo mi dirección «La Palabra», y se han seguido editando casi todos
los periódicos liberales que han aparecido desde entonces». Ver: GAITAN USECHE, Anselmo.
Periódicos del Huila. Rojas Garrido redactó uno de los primeros periódicos editados en el
Huila. En: El Tiempo, Bogotá. (30, julio, 1939); p. 23, 24.
El apetito de la injuria / 151

privado en esta ciudad, y le encargaron la dirección de la misma al


periodista liberal Ramón Alvira Durán. Otros destacados liberales
se desempeñaron como profesores a título gratuito.

En ejercicio de sus funciones como director de la escuela, Alvira


Durán le dirigió a Monseñor Rojas una breve carta, en la que le
solicitaba el nombramiento de un sacerdote para que dictara la clase
de religión en su escuela, la cual obtuvo ese mismo día respuesta
por parte del Obispo. De este modo se dio inicio a una
correspondencia inicialmente privada entre ambos personajes, que
poco tiempo después se hizo pública. Vamos a ocuparnos con
mayor detenimiento de estos documentos, que nos parecen muy
reveladores de las concepciones y de los modos de argumentar de
dos personas que ejercieron roles de indiscutible liderazgo en la
controversia pública regional a comienzos del siglo veinte.

Alvira Durán escribió lo siguiente:

Ilustrísimo Señor:- Aprovecho la oportunidad de hallarse


Su Señoría en esta ciudad, para suplicarle se digne designar
la persona que Su Señoría tenga a bien para que dicte la clase
de Religión, en la escuela que dirijo, a los alumnos cuyos
padres lo soliciten, garantizándole a Su Señoría que el
profesor que se nombre tendrá absoluta libertad e
independencia en el desempeño de su cargo. Espero el favor
de una pronta respuesta y me suscribo de Su Señoría atento
S.S. (Fdo.) Ramón Alvira D.

El Obispo Rojas respondió:

Neiva, noviembre 22 de 1916. -Señor don Ramón Alvira


D. L.C.- acabo de recibir su atenta carta de hoy, y me apresuro
a manifestarle que con mucho gusto encargaré a algún
sacerdote de enseñar la Religión en su escuela, siempre que
usted y los demás directores se presten a cumplir las
condiciones que para ello se requieren, a saber:
152 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Primera. «Hacer en presencia del Ordinario o de un


sacerdote delegado por él, la profesión de fe prescrita por el
Concilio Plenario de la América Latina».

Segunda. «Establecer las prácticas de piedad propias de


todo cristiano y que el Ordinario señale».

Tercera. «Reconocer el derecho que tiene el Obispo de


inspeccionar por sí o por medio de un delegado la marcha
del establecimiento en lo moral y religioso, y de objetar la
designación de los catedráticos y de los textos adoptados,
cuando constituyan peligro para la fe o las buenas costumbres
de los discípulos» (Conferencia Episcopal de 1913, número
71 y siguientes).

En espera del honor de su respuesta, permaneceré aquí


hasta el fin de la presente semana, y me es grato suscribirme
de usted atento servidor, ESTEBAN, Obispo132.

En la anterior solicitud, Ramón Alvira Durán se atiene a una tradición


heredada de la política educativa de los liberales radicales del sigo
XIX, que establecieron la escuela laica -no confesional- y con respecto a
la enseñanza de la religión, le suprimieron el carácter obligatorio que
luego entronizaría la Constitución de 1886 y el Concordato, pero dejaron
la posibilidad de que se impartiera clases de religión católica en las
escuelas por parte de sacerdotes a solicitud de los padres de familia.

Empero, Ignacio Trujillo, biógrafo de Rojas, vio en la solicitud


de Alvira una estratagema liberal para proteger a la naciente escuela
de la prohibición eclesiástica y darle viabilidad a la misma, evitando
que se repitiera lo que sucedió en 1909 con el colegio fundado por
Angel María Paredes en Yaguará.

Las condiciones establecidas por el prelado no eran una invención


personal, sino aplicación de políticas claramente establecidas por

132
El Eco del Vaticano, Núm. 274-A, Garzón. (1916); p. 1002.
El apetito de la injuria / 153

la Iglesia Católica en distintos eventos. En su misiva de respuesta


menciona dos: el Concilio Plenario Latinoamericano, realizado en
Roma en 1899, al cual asistieron cerca de medio centenar de obispos
de América Latina, entre ellos varios colombianos, incluido el
propio Rojas; y la Conferencia Episcopal de 1913, realizada en
Bogotá.

El Concilio Plenario Latino Americano, en el apartado 5 del


capítulo primero de sus conclusiones relativas a la profesión de fe,
estableció:

Adhiriéndonos a las prescripciones apostólicas declaramos


que están obligados a hacer con el corazón y con los labios la
canónica profesión de Fe, según la fórmula de Pio IV en la
Constitución Iniunctum Nobis, y de Pio IX en el decreto de la
S. Congregación del Concilio de 20 de Enero de 1877: ....(viene
en seguida la enumeración de personas vinculadas al clero y a la
iglesia como los asistentes a los sínodos diocesanos, y los vicarios
generales, los rectores de seminarios, y, finalmente), «h) todos,
sean clérigos o seglares, los maestros de letras sagradas o
profanas en los Seminarios mayores o menores, en los Institutos,
Colegios, o escuelas sujetas por legítima obediencia a la
jurisdicción eclesiástica, aun cuando en ellas sólo se enseñen
los primeros rudimentos a niños o a niñas: para los maestros
de escuela servirá una fórmula breve de profesión de fe, en
idioma vulgar...» (la anotación en cursiva es mía)

La tercera condición: el derecho del Obispo a realizar la


inspección, prohibir y revisar libros y objetar maestros, está
contenida en el Concordato. Es decir, era política de Estado desde
1887.

Alvira respondió con la siguiente misiva:

Ilustrísimo Señor: En mi poder la atenta respuesta con que


Su Señoría se dignó honrar mi carta de ayer.
154 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Es para mí muy penoso no poder allanar los inconvenientes


que resultan de las condiciones que se requieren para que un
sacerdote dicte la clase de Religión en esta escuela.

Primero. No creo que tengo derecho para pedir a los


profesores de mi escuela nada en materias que son del
dominio exclusivo de cada uno de ellos. Respeto
profundamente las ideas religiosas de los demás, sean las
que fueren, porque reconozco con entera franqueza que en
esas materias puedo yo mismo estar en el error por la
fragilidad humana.

Segundo. No estando yo investido del carácter de ministro


de un culto, mi misión es totalmente terrenal y por
consiguiente no debo impedir a nadie que practique lo que
crea verdadero. En este caso el derecho del padre de un niño
es antes que el del Director de una escuela.

Tercera. Las puertas de mi escuela están abiertas a toda


hora para toda persona que desee informarse de la conducta
moral de los alumnos y con mayor razón para su Señoría
cuya estricta y severa moralidad soy el primero en reconocer
y admirar.

Si a pesar de estas dificultades que, como dije al principio,


no depende de mi voluntad allanar, Su Señoría creyere
conveniente que se dicte la clase de Religión, prometo a Su
Señoría que la persona que venga será rodeada del respeto y
consideración debidos a su ministerio.

Agradecido de la atención que se ha servido dedicar a


este asunto tengo el honor de suscribirme de Su Señoría
atento y seguro servidor. (Fdo.) Ramón Alvira D.- Neiva,
noviembre 23 de 1916133.

133
Ibid.
El apetito de la injuria / 155

El punto uno y dos de la respuesta de Alvira, se apoyan en el


principio de la tolerancia, tan caro a los Ilustrados y asumido por
los liberales del siglo XIX. Alvira propugna por el «respeto profundo
por las ideas religiosas de los demás, sean las que fueren», y en
consecuencia, el «no impedir a nadie que practique lo que crea
verdadero», lo cual es diferente a establecer como pauta obligatoria
la observancia de las prácticas piadosas en las escuelas -asistencia a
misa, confesión regular, comunión frecuente o diaria, oraciones
colectivas, entre otras-, como lo reclama el prelado.

Dos días después Monseñor Rojas dio respuesta a su corresponsal


y amplió su argumentación.

Diócesis de Garzón. -Despacho Episcopal.- Neiva,


noviembre 25 de 1916.

Señor Don Ramón Alvira D.-L-C.- Por su carta del 23


quedo enterado de que en su escuela no es posible establecer
ni la profesión ni las prácticas de la Religión Cristiana, ni
impedir el daño que resultará para la misma fe y para la
moralidad de los niños, al poner maestros de quienes pueda
dudarse si creen o no en Dios, en el Redentor del mundo, en
las verdades que ha enseñado y deberes que ha impuesto a
los hombres; esto, respecto de los demás profesores, ya que,
respecto de usted mismo y de su fe y sus creencias, guarda
usted un silencio harto significativo…134

Rojas dice a continuación que Alvira Durán reconoce con


franqueza que en materia religiosa podría estar en el error; de ello
infiere que esa «confesión» -así la llama- es gravísima y de
consecuencias funestas, por ser un error voluntario y que se refiere
al «más importante asunto que pueda haber para su persona».

A renglón seguido plantea Rojas: «Esto que le digo es verdad


aunque usted no quiera aceptarlo: sería grandísimo absurdo pensar

134
Ibid., p. 1007.
156 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

que Dios, en sus juicios y operaciones, tuviera que aguardar la


aprobación de las criaturas». Se habla pues a partir de la verdad
revelada por el propio Dios, la cual no aguarda la aprobación de
nadie y no admite discusión ni deliberación racional, sino fe
incondicional.

Es oportuno preguntarse, entonces, ¿porqué Monseñor Rojas, de


cierto modo, «se rebaja» a polemizar con alguien a quien considera
falto de fe, incrédulo? Más adelante, en su misiva, esboza una
probable explicación, del siguiente modo:

He aquí la razón por la cual, aunque los términos de su carta


son perentorios, como de un maestro que enseña lo que juzga
infaliblemente cierto, sin embargo, ya que usted ha querido
tratarme ese asunto con notable cultura, voy a hacerle algunas
reflexiones sobre algunas de las ideas que usted expresa,
reflexiones que sí definen en última instancia nuestra situación.

Si nos atenemos a lo dicho por Monseñor Rojas, el tratamiento


«culto» y deferente con el que Alvira ha presentado su solicitud-
que contrasta con el tono virulento de la polémica pública que han
sostenido los publicistas católicos y liberales en los periódicos,
desde que Alvira fundó El Deber en 1912 y continuó luego su faena
de polemista agudo y frentero- ha predispuesto favorablemente al
Obispo a responder en extenso.

Se cuida el obispo Rojas de puntualizar en tono vertical que las


reflexiones que va a plantear «definen en última instancia nuestra
situación», es decir, que serían la última palabra sobre el asunto.
Aspiración que no ve satisfecha cuando recibe la ingeniosa respuesta
de Alvira, en la que este se atreve a poner en cuestión varias de las
premisas de Rojas, contrastándolas con las enseñanzas bíblicas y
otras prácticas consuetudinarias de la Iglesia Católica.

Alvira -haciendo uso de ardides propios de la táctica de los


dominados- polemiza con el Obispo en su propio campo: el de la
El apetito de la injuria / 157

interpretación de las sagradas escrituras y los mensajes bíblicos.


Según De Certeau135, la táctica permite a los dominados subvertir
los términos de un discurso hegemónico desde los pliegues
interiores de ese mismo discurso. Luego, Alvira se empeña en la
tarea de minar la autoridad del Obispo ante los ciudadanos a partir
de una aparente aceptación del discurso oficial de la iglesia católica.
Esto es lo que llevó al padre Ignacio Trujillo a decir que en las misivas
de respuesta del periodista liberal se advierte «la rebelde altanería del
señor Alvira, que no hablaba por cuenta propia sino con inspiración
secreta de sus poderdantes y compinches» (la cursiva es mía)136.

Rojas Tobar comienza su argumentación con una típica petición


de principio, esto es, una falacia de la argumentación en virtud de la
cual se pretende que el interlocutor acepte en forma anticipada como
verdadera, una premisa que todavía no ha sido demostrada en el
curso de la discusión. Es la siguiente:

El hecho de solicitar usted espontáneamente que la Iglesia


establezca en su escuela la enseñanza religiosa, no tiene otra
causa que un reconocimiento franco que usted hace del
hecho evidente de que todas las familias de estos pueblos
pertenecen a la religión de cristo: si usted pensara que las
familias de los niños que usted educa eran familias judías,
mahometanas o idólatras, no tendría explicación su
mencionada solicitud137.

Petición de principio que se concreta en la premisa de que «todas


las familias de estos pueblos pertenecen a la religión de Cristo»,
uno de esos tópicos o lugares comunes que todavía hoy se emplea.
En este caso un tópico de cantidad, pues decir todos es mucho más
contundente que decir gran parte o la mayoría, como en su respuesta
ulterior aclara Alvira Durán, al afirmar: «Solicité la enseñanza

135
Ver: ORTEGA, Francisco (Edit. Acad.). La irrupción de lo impensado: Cátedra de estudios
culturales Michel de Certeau. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2004.
136
TRUJILLO, Op.cit., p. 483.
137
El Eco del Vaticano, Núm. 274-A, Garzón. (1916).
158 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

religiosa porque creo que el hombre, para practicar la religión,


necesita conocerla; y como es verdad que en Colombia la mayoría de
las familias son cristianas, es necesario que conozcan la religión
cristiana». (la cursiva es mía).

Enseguida Rojas plantea que encuentra una clara contradicción en


su interlocutor, pues a la vez que reconoce que los niños de su escuela
pertenecen a familias católicas, se niega a educarlos según las
exigencias y condiciones que establece la Iglesia Católica - profesión
de fe, prácticas piadosas y supervisión del Obispo sobre textos y
maestros-. De lo cual infiere una paradoja que le sirve de estribillo o
leitmotiv de su argumentación, en los siguientes términos: «usted
estaría educando niños cristianos anticristianamente».

A renglón seguido Rojas se dedica a refutar lo que él y la Iglesia


denominan el indiferentismo religioso, uno de los «errores» de ese tiempo
más acerbamente perseguidos por el Obispo, y que él considera una
herencia perniciosa de los gobiernos liberales del siglo XIX, con gran
arraigo en la región, según el diagnóstico que hizo al finalizar esa centuria
en el primer Sínodo de la Diócesis del Tolima. De tal error derivaba algo
que él no admitía: la tranquila convivencia de católicos y no católicos en
las esferas de la vida cotidiana y la sociedad civil, que se propuso eliminar
mediante la inculcación de la intransigencia en materia religiosa.

Según el Concilio Plenario Latinoamericano:

Rechazamos y condenamos los errores del indiferentismo,


o sea de aquellos que afirman que cada cual es libre para
abrazar y profesar la religión que, guiado por la luz de su
conciencia, juzgare verdadera; que los hombres, sea cual
fuere su culto y religión, pueden hallar el camino de la
salvación y conseguir la eterna gloria: o que por lo menos,
hay que fomentar esperanzas sobre la eterna salvación de
aquellos que no viven en el seno de la verdadera iglesia138.

138
CONCILIO PLENARIO DE LA AMÉRICA LATINA. Biblioteca Electrónica Cristiana-
Bec- Ve Multimedios. [Online]. Abril 2002 [citado en 12 de Febrero de 2005]. Avalaible from
Internet: < URL:http://www.multimedios.org/docs/d000021/p000018.htm>.
El apetito de la injuria / 159

Monseñor Rojas Tobar encuentra en la carta de Alvira expresiones


de ese error:

Extraña sobremanera lo que usted dice, que la religiosidad


de los maestros es cosa exclusiva del dominio de ellos, sobre
la cual nada puede exigírseles; es pues esa religiosidad cosa
completamente extraña y ajena a su escuela, de tal suerte
que nada importa el que en ella enseñen maestros impíos,
ateos, blasfemos, enemigos de cristo redentor y rebeldes a
sus enseñanzas139.

Y unas líneas más abajo, insiste en subrayar el error de la


indiferencia religiosa en la educación que le atribuye a Alvira,
cuando éste dice que al no ser ministro de un culto su misión en la
escuela es completamente terrenal. Luego de preguntarle si no cree
en la existencia de un alma inmortal que diferencia al hombre de
las bestias, lo interroga en los siguientes términos: «¿No tendrán
los que no son ministros la misión de salvar su propia alma y no
estorbar, al menos, la salvación de los demás?»140.

En otro lugar de su misiva, Rojas sienta su tesis o punto de vista


principal en esta cuestión, al sostener que:

El buen estado de las relaciones del hombre con Dios es el


primer constitutivo de su honradez y rectitud, la primera cualidad
del buen ciudadano, del miembro digno de la sociedad; es por
tanto el primer fundamento de la recta formación humana; y
educación que prescinda de este fundamento no formará jamás
hombres honrados y rectos, buenos ni dignos ciudadanos141.

La cual es una de las más importantes premisas del proyecto


educativo católico, que en Colombia se hizo política de Estado luego
de la derrota militar y política del proyecto laico- de la utopía

139
El Eco del Vaticano, Núm. 274-A, Garzón. (1916).
140
Ibíd.
141
Ibíd.
160 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

educativa liberal- a mediados de la década de los ochenta del siglo


XIX y con el advenimiento de la Regeneración, la Constitución del
86 y el Concordato del año siguiente. Es por ello que los maestros
formados en las Normales del radicalismo, fueron descartados de
plano al iniciar el régimen de Núñez y la Hegemonía Conservadora.
No eran garantía para una formación de la niñez y la juventud en la
religión católica, lo que se consideraba la piedra angular de la
educación. Y se optó, como lo documenta Jairo Ramírez Bahamón,
por traer comunidades religiosas europeas para que se hicieran
cargo de los colegios y de la educación en la región.

Como particular, le dice Rojas a Alvira, «comete usted un yerro al


profesar respeto profundo a las opiniones ajenas cuando son grave y
perniciosamente erróneas»142. Para más adelante concluir: «Vea pues y
juzgue usted mismo si, siendo todas esas cosas así, (…) podré yo como
prelado católico dar aprobación y autorización a su escuela, dando en
ella enseñanza religiosa que harían fingida, nugatoria y burlesca los
solos ejemplos, ideas y espíritu de los superiores....». No deja de llamar
la atención la expresión de Rojas: Vea y juzgue usted mismo, que podría
ser una fórmula que condensara el enfoque positivista y moderno de
juzgar con la propia cabeza a partir de la observación empírica, un
pensamiento en las antípodas del punto de vista del Obispo Rojas,
pero que acá aflora como una suerte de concesión a la naturaleza del
interlocutor, aunque sólo de modo formal.

Las cosas no se quedaron allí, como tal vez aspiraba el prelado,


quizá porque desconocía el carácter de Ramón Alvira Durán, hecho
como pocos para la polémica pública, sagaz publicista dueño de
una lógica implacable, como lo describe el propio Jenaro Díaz
Jordán.

Veamos apartes de la extensa respuesta de Alvira Durán:

Llegué a creer que mi petición sería atendida, fundado


en las prácticas de la misma Religión. En efecto: Jesucristo

142
Ibid.
El apetito de la injuria / 161

ordenó a sus Apóstoles que fueran a predicar y enseñar la


religión a toda la humanidad y en ninguna parte consta que
les ordenara que exigieran la profesión de la fe a los habitantes
de una ciudad o nación como condición indispensable para
darles la enseñanza; antes, por el contrario, creo haber
entendido que les dijo que podían, por un momento, dejar el
rebaño fiel para ir en busca de la oveja descarriada. La Iglesia
Católica ha enviado sus ministros a catequizar los incrédulos
y nunca les ha ordenado que exijan a esos incrédulos la
profesión de fe antes de enseñarles la religión, y si su Señoría
tuviera que ir a catequizar los salvajes de Caquetá es posible
que no empezara por exigir como condición indispensable
la profesión de fe de los capitanes o caciques: y el director es
a una escuela como el cacique a una tribu143.

Y más adelante, siguiendo con sus comparaciones irónicas: «De la carta


de Su señoría se ve claramente que a los profesores de la Escuela y a mí
nos considera como los lobos y a los discípulos como las ovejas en peligro.
¿Qué cuentas rendirá al dueño del rebaño el pastor que no quiso defenderlo
aún con previo aviso del lobo?» Ironía basada en la comparación que
establece su autor con imágenes bíblicas de todos conocidas.

En tercer lugar -dice Alvira-: reconozco la posibilidad de


estar en el error porque no me creo infalible. La infalibilidad
en materia de religión está reservada al Papa. Y al
proclamarme yo mismo infalible (que a eso equivaldría el
hecho de negar la posibilidad de estar en el error) cometería
no solo una herejía sino una insigne tontería. Pero lo que sí
no creo haber dicho es que mi error sea voluntario. Para mí
el error deja de ser error para convertirse en delito desde el
momento en que es voluntario.

Alvira Durán se mueve con habilidad en el mismo terreno de su


adversario, es decir, convierte un argumento que le había dado pie a

143
Escuela Anticristiana. Correspondencia y Pastoral. En: El Eco del Vaticano, núms. 274B
y 275, Garzón. (22, diciembre, 1916); p. 1014,1015.
162 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Rojas para decir que Alvira confesaba con franqueza la posibilidad


de estar errado, en una alusión directa al principio de la infalibilidad
del Papa, que ha dado lugar a interminables discusiones entre los
teólogos católicos. Quiere sorprender al Obispo Rojas en sus propias
contradicciones, enredarlo en sus propias premisas. No porque Alvira
crea a pie juntillas en el dogma de la infalibilidad papal -no tenemos
suficientes elementos ni apoyo documental para caracterizar las ideas
de Alvira en relación con el problema religioso-, sino porque su
interlocutor sí cree en él y puede por tanto ser sensible a su refutación.

«En cuarto lugar- prosigue Alvira Durán- : Es verdad que he dicho


que las ideas religiosas son del dominio exclusivo de cada cual y
esto es lo que entiendo por tolerancia»144. De este modo se explicitan
dos principios contrapuestos: de un lado, la tolerancia liberal o
ilustrada; del otro, la intransigencia religiosa -y por ende política-,
que es el otro modo de denominar la campaña contra el llamado
indiferentismo religioso por parte de la iglesia.

La idea de la tolerancia se refuerza con el siguiente argumento


de Alvira, formulado a partir de una pregunta retórica:

Me llama la atención este principio sentado por Su Señoría:


«Si como particular comete usted un yerro al profesor respeto
profundo a las opiniones ajenas cuando son grave y
perniciosamente erróneas». De suerte que si yo creo que las
ideas de Su Señoría son graves y perniciosamente erróneas
no estoy obligado a respetarlas? La moral nos ordena
practicar nuestras ideas y los que creen una cosa y practican
otra son llamados hipócritas. Si todos aceptáramos este
principio de Su Señoría tendríamos necesariamente que
ponerlo en práctica. ¿Dónde iría a parar la humanidad?

Lo que Alvira está advirtiendo es la profunda fragmentación de la


sociedad civil que se derivaría de la puesta en práctica de los
principios de la intransigencia religiosa y de la renuncia a la tolerancia.

144
Ibid., p. 1016.
El apetito de la injuria / 163

«Pero quizá el más original de sus argumentos -dice Jenaro Díaz


a propósito de Alvira- fue el excogitado para probar que la fe de
sus alumnos no podía correr peligro»145.

Es el siguiente:

En sexto lugar, dice su señoría que los sólos ejemplos, ideas


y espíritu de los superiores de mi escuela harían fingida,
nugatoria y burlesca la enseñanza religiosa. Esta afirmación
sí me llena a mí de extrañeza, porque yo estaba convencido
de que la fe de Su Señoría era indiscutible. Cristo mismo
aseguró a San Pedro que el error no prevalecería nunca contra
su iglesia ¿Cree por ventura su señoría que la verdad es tan
frágil que la vayan a derrocar media docena de impíos? Yo
tengo que creer que su señoría no meditó su concepto, pues
de otro modo su fe, de la cual yo no quiero dudar, sería
problemática146.

El anterior argumento está construido con los siguientes


elementos: una concesión inicial, cuando se cita la tesis del oponente;
una refutación posterior que incluye un garante basado en el ethos
de la fuente («Cristo mismo aseguró»... es decir, es palabra de Dios,
es confiable). Y una pregunta retórica para señalar la contradicción
entre el argumento de Rojas y la premisa de Alvira presentada como
proveniente del propio Cristo. Concluye con fina ironía al devolverle
a Rojas, levemente modificada, una frase que él le había dirigido a
Alvira en carta anterior («pues de otro modo su honradez, de la
cual no quiero dudar, sería problemática»).

Y una advertencia final de Alvira Durán: «Únicamente me


reservo el derecho de publicar esta correspondencia, si, como la
última parte de la carta de Su Señoría lo deja comprender, mi
escuela es atacada desde el púlpito o por la prensa». Como en

145
DÍAZ JORDAN, Op.cit., p. 465.
146
Escuela Anticristiana. Correspondencia y Pastoral. En: El Eco del Vaticano, núms. 274B
y 275, Garzón. (22, diciembre, 1916); p. 1017.
164 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

efecto lo fue, a partir de una Carta Pastoral que suscribió el obispo


en el mes de diciembre de 1916 –pocos días después de este cruce
de misivas- «para alertar a los padres de familia contra los
gravísimos peligros religiosos y morales de la escuela del señor
Alvira», como dice Ignacio Trujillo, el biógrafo de Rojas. Monseñor
hizo circular su pastoral por la Diócesis, para ser leída en todos
los púlpitos, y en ella prohibía a los padres de familia matricular
a sus hijos en el colegio de Alvira. La publicación oficial del
documento episcopal se hizo en El Eco del Vaticano, números 274 B
y 275, del 22 de diciembre de 1916.

La pastoral de Rojas contra la escuela de Ramón Alvira Durán.


En la introducción de su carta pastoral, Monseñor Rojas establece
la premisa de que «....la Iglesia tiene derecho, independiente de todo
poder humano, a que en todas las escuelas públicas y privadas la
formación y educación cristiana de los niños y jóvenes esté sujeta a
su jurisdicción, y a que de ningún modo se den enseñanzas ni aún
levemente opuestas a la verdad católica», para lo cual se apoya en
los Decretos 673 y 674 del Concilio Plenario Latino Americano. Y
agrega:

Por eso Pio IX (Encíclica Nostis et Nobiscum, a los


Obispos de Italia, de 8 de diciembre de 1849) manda que
los Obispos empleen toda su influencia y autoridad para
que los institutores sean irreprensibles por su conducta
tanto moral como religiosa, y que sean capaces de poner
a sus alumnos en disposición de conocer y evitar los
funestos errores y engaños de los impíos y servir así
útilmente a la sociedad. Por eso mismo Pío IV
(Constitución In sacrosancta de 13 de noviembre de 1564),
«renovando lo prescrito por los cánones y confirmado
por la costumbre general de los católicos», mandaron que
todos los maestros o profesores de escuelas o colegios
hicieran públicamente profesión de fe; y últimamente Pío
IX en 1877 ( Decreto del 20 de enero de la S.C. del
Concilio), el Concilio Plenario de la América Latina en
1899 (Decreto 5), y el Santo Padre Pío X en 1910 (Motu
El apetito de la injuria / 165

propio Sacrorum Antistitum, de 1 de septiembre),


renovaron el precepto de la profesión de fe, señalando
fórmulas para distintos casos 147.

La anterior cita textual sirve para ejemplificar el modo peculiar


de argumentación que utiliza como fundamento predilecto el ethos
de la fuente: una verdadera artillería de citas y referencias a
documentos pontificios- que incluye a varios Papas, incluso
antiguos- y a otros documentos de la Iglesia en general, así como la
apelación permanente a la Biblia como texto sagrado.

Por lo demás, Monseñor Rojas fue siempre un Obispo obediente


del Vaticano; muchos rasgos suyos corresponden a su celo por
aplicar las directrices del Papa. El nombre que dio al órgano oficial
de la Diócesis: El Eco del Vaticano, no fue casual ni gratuito. Lo cual
no obsta para que nos interroguemos acerca de los matices
personales o las mediaciones que pudo haber realizado el Obispo
para adecuar su discurso, y en especial, la práctica de la Iglesia a
las peculiaridades socioculturales y políticas de la región y el
departamento.

Uso de la pregunta retórica

La siguiente cita del Obispo sirve para ejemplificar la modalidad


de argumentación mediante el uso de una serie de preguntas
retóricas.

En efecto, cómo podrá nadie formar rectamente su


conciencia sin el temor de Dios? Y cómo podrá tener práctico
temor de Dios si prescinde de lo que El haya enseñado o
prescrito, si lo rechaza o se rebela contra ello, o se atreve a
determinar por su propio querer cuáles son o no son esas
divinas enseñanzas y preceptos? Con qué derecho podrá
ningún particular erigirse así en juez de sí mismo por su

Escuela anticristiana. Correspondencia y Pastoral. En: El Eco del Vaticano, núm. 274B y
147

275, Garzón. (22, diciembre, 1916); p. 1019-1020.


166 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

propia autoridad, para aceptar unas enseñanzas y otras no,


para obedecer unas leyes y otras no, o para recibir unas u
otras y rechazar el vehículo perpetuo de transmisión, el
instituto perenne e infalible de enseñanza, la autoridad
legítima de dirección que Dios estableció, para que, mientras
hubiera hombres que salvar en la tierra, fuese fácil y seguro para
todos el conocimiento de tales leyes y enseñanzas? Y cómo podrá
nadie establecer bien en su conciencia las enseñanzas y leyes
divinas, si en sus primeros años, en su formación y educación, se
le enseñó teórica o prácticamente que esas enseñanzas y leyes
son cosa secundaria y de ninguna importancia para la vida, y
mucho más si vio en sus modelos, que son sus preceptores,
ejemplos de protesta o rebelión contra ellas ?...148

Un poco más adelante, Monseñor Rojas dirá, como preludio a la


presentación del caso específico de la escuela de Alvira, lo siguiente:
«Por los documentos que anteceden comprenderéis cuáles son los
peligros y esfuerzos a que nos referimos. La sociedad llamada
«Unión Progresista», establecida en esta ciudad de Neiva, ha abierto
recientemente aquí mismo una escuela cuya Dirección rechaza de
sí la autoridad y el magisterio de la Iglesia...». «Los documentos
que anteceden»..., hace referencia a la publicación de la
correspondencia entre Alvira Durán y el Obispo Rojas, que preceden
en El Eco del Vaticano a la publicación de la Pastoral.

Es decir, la pregunta retórica como recurso de argumentación, surge


en este caso en el contexto de un debate o una polémica, en el que la
contraparte ha expuesto de modo abierto sus ideas y argumentos. En
este sentido, hace parte del esfuerzo de refutación del contradictor.

Conviene interrogarnos: ¿porqué Monseñor Rojas resuelve


publicar toda la correspondencia entre él y Alvira, y no simplemente
su carta pastoral o condenación? La advertencia de Alvira Durán, al
final de una de las cartas, en el sentido de que revelaría el contenido

148
Ibid., p. 1020, 1021.
El apetito de la injuria / 167

de la correspondencia si el Obispo decide condenar públicamente


su escuela, de cierto modo obliga al Obispo a proceder de esa
manera inusual y algo contradictoria. Pues, ¿para qué proscribir
con tanto ahínco las «malas lecturas» a los católicos, si luego se les
da a conocer en los periódicos católicos las cartas en las que un
periodista liberal expone sus doctrinas impías y polemiza con el
Obispo?

En lo anterior se advierte de qué manera el debate de los liberales


con el clero católico, a través de la prensa, tiende a ampliar la esfera
de lo público, a visibilizar las ideas contrapuestas y en pugna, la
mayor parte de las veces a contrapelo de la voluntad de los agentes
hegemónicos que habrían preferido mantener constreñido el espacio
y ocultas las razones de los adversarios. En tales condiciones, el estilo
de los escritores tiende a tornarse más polémico y la argumentación
adquiere formas especiales, que no pueden eludir, por ejemplo, la
concesión –cita del argumento del oponente con el fin de refutarlo a
renglón seguido-, o la pregunta retórica, y en ocasiones, el epíteto
despectivo, o el intento de reducir al absurdo las tesis del oponente.

Se trata pues de indagar de qué manera el estilo puede tomarse


como un indicador del contexto sociocultural y de la situación
comunicativa que este determina. Asimismo, buscamos advertir en
las formas y modos de argumentar -sin perder de vista los contenidos
o tesis en disputa- las señales que el contexto histórico y sociocultural
imprime en la piel del discurso, tanto hegemónico como subalterno.

Por otra parte, regresando al análisis del contenido del párrafo


citado, a lo que apunta Rojas en última instancia es a minar el criterio
de autonomía del sujeto o individuo, entendida en términos
Kantianos como la mayoría de edad, la capacidad de pensar con su
propia cabeza: uno de los pilares del edificio cultural de la
modernidad. La noción que defiende la Iglesia en estos años de
tradicionalismo, es la de la completa sujeción del individuo a Dios
y a las disposiciones y doctrinas de la Iglesia, que lo representa. Es
la noción de la obediencia a la jerarquía católica, en primer lugar,
guía y soporte mental del orden establecido.
168 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

De la lectura de la pastoral de Monseñor Rojas en la parte en la


que controvierte punto a punto la última carta de Alvira, se advierte
que para el Obispo los argumentos de Alvira se refutan desde dos
perspectivas: la del sentido común -la cual no desarrolla- y la
perspectiva lógica, que sí profundiza.

La contradicción lógica de Alvira en el tema de la infabilidad del


Papa, según Rojas, se advierte en el hecho de que afirma creer en
ese dogma pero al final no cree o es inconsecuente con ello.

Además, se contradice a sí mismo, aceptando de palabra


la infalibilidad del Papa, y negándola con el hecho de
resistirse a la enseñanza del mismo Papa sobre profesión de
fe; de palabra confiesa que reputarse infalible es una herejía
y una tontería, y con el hecho incurre en esa herejía y tontería
de declararse él mismo infalible, resistiéndose a creer que está
errado en su terca resistencia a las enseñanzas pontificias;
dice que sólo el Papa es infalible, y por consiguiente afirma
que los Obispos no lo son; y como juzga que éstos están
engañados al aceptar y poner en práctica la enseñanza del
Papa sobre profesión de fe, tiene que juzgar igualmente que
el Papa los engaña en esa enseñanza. El Papa, pues, en la
mente del señor Director, es infalible, pero puede engañar
en sus enseñanzas! Es infalible y no lo es!149

Otro error de lógica de Alvira, según el análisis del Obispo, es el


de equiparar en el mismo plano la labor que hace la iglesia en
procura de lograr la conversión de los infieles -a los que no se puede
pedir profesión de fe-, con la que lleva a cabo con los cristianos y
bautizados, a los que sí debe pedirles dicha profesión.

En efecto, riñendo con la lógica y aún con el sentido


común, establece con triste insistencia una paridad completa
entre la enseñanza dada a los infieles para convertirlos a la
fe, a los cuales sería absurdo exigirles que la profesasen antes

149
Ibid., p. 1023.
El apetito de la injuria / 169

de enseñársela y hacérsela abrazar, y la que se dá a los niños


y adultos, discípulos y maestros, ya cristianos, quienes, según
el Catecismo son hombres que tienen la fe en Jesucristo, que la
profesaron en el bautismo y están ofrecidos u obligados al santo
servicio y obediencia del mismo Cristo y de la Iglesia; quienes
están obligados a la profesión de fe, ya por la naturaleza de la
misma fe, ya porque se la ordena uno de los primeros y más
triviales preceptos del mismo Catecismo: No basta creer
interiormente, sino que es necesario confesar exteriormente lo que
creemos150.

Acude también Rojas al argumento adhóminem, en el siguiente


párrafo en el cual se pregunta qué sabe Alvira de la labor del
sacerdocio y de sus tareas, como para atreverse a recomendarle
conductas y pareceres a la Iglesia.

El señor Alvira afirma que el sacerdocio carece de objeto si


todos los hombres tienen la misión extraterrenal de salvar sus
almas; qué sabrá el señor Alvira de lo que es el sacerdocio? Qué
sabrá de lo que es salvación del alma y de lo que son las otras
misiones sobrenaturales de los hombres y del influjo del sacerdocio
en todo ello? Cualquier niño de escuela, cualquier obrero o
mujercita de pueblo pueden enseñárselo151.

Es ignorante el contradictor en asuntos de religión pues es seglar,


afirma el prelado. Mediante el argumento adhóminem, no se refutan
las razones del oponente de un modo directo, sino que se descalifica
la competencia de este en el plano personal para opinar
legítimamente o con autoridad sobre el asunto. La cita anterior del
Obispo inicia con una concesión- cita indirecta del argumento
contrario-. Luego, el argumento adhóminem se presenta bajo la forma
de una serie de interrogantes retóricos y una aseveración final que
le resta autoridad al interlocutor indicando que personas sin
instrucción ni relevancia social pueden enseñarle lo que ignora.

150
Ibid., p. 1022.
151
Ibid., p. 1024.
170 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

En otros apartes Rojas sugiere reiteradamente que Alvira estaría


loco, sin que sea claro si lo dice en sentido literal o figurado.

Continúa el Obispo su refutación:

En el punto sexto llega a un extremo increíble que parece


locura. Afirma que la iglesia puede y debe prestarse a autorizar
la enseñanza de «media docena de impíos», como se llama
él a sí mismo y a sus comprofesores; y que ningún temor
debe tener la Iglesia de que esa enseñanza haga daño a la
religión de los alumnos, puesto que el Redentor prometió no
permitir que el error y la impiedad venzan a la Iglesia152.

«Nadie que no sea ignorante ni esté loco», reitera Rojas, puede


confundir, como lo hace Alvira, la indefectibilidad de la Iglesia como
institución, con la fe subjetiva de sus miembros, máxime si estos
son débiles niños que no tienen ninguna firmeza y seguridad en su
fe, y respiran la atmósfera nociva de una escuela anticristiana.

Tergiversación del argumento

Sostiene el Obispo Rojas:

En el segundo párrafo del punto cuarto establece que es


virtud moral obligatoria el seguir siempre las ideas propias,
sin cuidarse de que sean o no erróneas o perniciosas, so pena
de ser hipócrita; y que igualmente es virtud obligatoria
profesar profundo respeto al error, y, consiguientemente, a
la maldad de los demás, que es lo que él llama tolerancia153.

Rojas acude en este párrafo a una evidente tergiversación del


argumento de su oponente, que se advierte al cotejar el texto original
y la paráfrasis del Obispo. Sostiene literalmente Alvira: «Respeto
profundamente las ideas religiosas de los demás, sean las que fueren,

152
Ibid., p. 1027.
153
Ibid., p. 1024, 1025.
El apetito de la injuria / 171

porque reconozco con entera franqueza que en estas materias puedo


yo mismo estar en el error por la fragilidad humana»154. La definición
de tolerancia resulta trastocada a su amaño en la paráfrasis del Obispo.

A continuación, Rojas formula una serie de interrogantes con el


objeto de poner de presente las que a su juicio serían flagrantes
contradicciones de Alvira, a partir del momento en el que intentara
poner en práctica su concepto sobre la tolerancia.

Por lo pronto nos ocurren algunas dificultades: ¿cómo hará el


señor Alvira para practicar él y hacer practicar de sus discípulos
estas dos virtudes? ¿cómo corregirá de modo eficaz los defectos
morales de sus discípulos, sin irrespetarles sus ideas malas y sin
exponerse a que estos lo llamen hipócrita porque no practica el
respeto profundo que profesa a las ideas ajenas? ¿Cómo podrán
los alumnos poner en práctica estas enseñanzas, si para practicar
en todo sus propias ideas, y no ser hipócritas, con frecuencia
chocarán con ideas contrarias de sus compañeros, quienes muy
bien podrán quejarse de irrespeto y de intolerancia?155

Para no incurrir en estos absurdos, advierte Monseñor Rojas, sería


preciso hacer la distinción que propone la Iglesia «entre los errores
o pecados y las personas que los profesan o cometen, ordenando
que se ame a las personas y se detesten, combatan y destruyan los
errores y pecados».

Alvira profesa la autonomía moral y mental del individuo, y


Monseñor Rojas la completa sumisión de éste a la Iglesia y a Dios,
la obediencia total; lo cual es un aspecto clave del contenido
filosófico del debate. Asimismo, la controversia gira alrededor del
tema o la noción de tolerancia, tan cara a los ilustrados modernos y
tan opuesta a los puntos de vista de los católicos ultramontanos y
tradicionalistas.

TRUJILLO, Op. cit., p. 483.


154

Escuela anticristiana. Correspondencia y Pastoral. En: El Eco del Vaticano, núm. 274B y
155

275, Garzón. (22, diciembre, 1916); p. 1025.


172 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Síntesis sobre los modos de argumentar del Obispo Rojas

• El uso permanente del garante y los fundamentos a partir del


ethos de la fuente, en este caso la doctrina y documentos de los distin-
tos pontífices y otras disposiciones de la Iglesia, tanto actuales como
antiguas: «lo dice el Papa», «lo sostiene el Concilio», «lo asegura la
Encíclica», o bien, «lo afirma el evangelio». También, las propias
pastorales y condenas del prelado de Garzón, son una fuente de
autoridad que se invoca en forma constante.
• El argumento de que los contendientes atacan verdades
reveladas por Dios, lo cual de por sí es pecado, cuando se discute o
polemiza con la Iglesia, que las administra entre los hombres.
Argumento humano contingente versus verdad revelada por Dios
(por medio de la Iglesia). Es decir, los argumentos no compiten en
un plano de igualdad sino de profunda inequidad. Es la fe, en última
instancia, y no la razón, la que debe resolver ciertos litigios o debates.
Fe versus argumentos racionales.
• En esta pastoral se usa intensivamente la pregunta o interrogación
retórica, con una cierta carga de sarcasmo. Hay párrafos enteros en
los que los argumentos de Alvira se transforman en interrogantes,
buscando reducirlos al absurdo.
• El intento de reducir al absurdo el argumento contrario, mediante
recursos como desnudar su contradicción lógica implícita o discurrir
sobre las consecuencias hipotéticas de su aplicación concreta.
• Se incluyen en este caso algunas concesiones, -citas del
pensamiento de Alvira- que luego se refutan o sirven para
presentarlo como si estuviera en contradicción consigo mismo.
• Si bien hay una suerte de reconocimiento tácito de la existencia
de un interlocutor/contradictor válido -a quien se le dedica una
correspondencia y luego dos pastorales consecutivas-, también hay
varios apartados en los que se emplean argumentos adhóminem
despectivos para descalificar a Ramón Alvira, insinuando que no está
en sus cabales, que podría estar loco, o que es ignorante en materia
religiosa, entre otros. Este tratamiento es sin duda contradictorio en
este caso, y se advierten algunas dudas del Obispo sobre la mejor
manera de tratar el asunto, dudas que tienen que ver con su
valoración de la correlación de fuerzas con el adversario en el campo.
El apetito de la injuria / 173

• El otro -el heterodoxo, el disidente- sin embargo, existe para


quien ocupa las posiciones de mando, tiene un nombre, expresa
unas ideas que es preciso considerar y analizar, se le reconoce de
hecho un estatus de contradictor, lo cual expresa una cierta
correlación de fuerzas en el campo, en el que las fuerzas emergentes
han ocupado un lugar -así sea precario e inestable- y amenazan de
algún modo la hegemonía. El campo deviene un espacio de
competencia y no de unanimismo, como lo fue atrás de modo
temporal.
• La refutación del Obispo al ideólogo liberal acude a argumentos
de sentido común, en unos casos y en otros a argumentos de tipo lógico:
por ejemplo, el principio de no contradicción. En el primer caso se
dice que hasta un niño, cualquier mujercita u obrero sabe cual es la
respuesta correcta que ignora el interlocutor (¿invocación a los
efectos culturales de largos años de arraigar una cosmovisión
católica y conservadora en la población, no ajena a algunos prejuicios
y estereotipos?). En el segundo se emplean argumentos desde cierta
perspectiva lógica que habría que desentrañar. Por ejemplo, los
conceptos bipolares verdad versus error, condena versus salvación,
y otros, son una constante. ¿Qué lógica se oculta detrás de estos
argumentos? Ahondar al respecto supondría una aproximación a
partir de la epistemología, la cual, si bien es necesaria, está por fuera
del alcance de nuestra indagación actual.

3.5 Los rasgos paradójicos del proceso de modernidad en la


región

Jairo Ramírez considera que la Regeneración, al lado de la


unificación espiritual y cultural alrededor de la Iglesia Católica-
elemento de cohesión nacional en torno a un imaginario compartido
de nación y sociedad, acorde con los esfuerzos centralizadores en
lo político y administrativo- procuró una educación que, sin
descuidar ni un momento la formación religiosa, sirviera también
de aprestamiento para el trabajo, en términos de que diera respuesta
a las exigencias de un mercado capitalista en ampliación. De allí los
proyectos -no llevados a la práctica sino un tiempo después- de
promover escuelas de artes y oficios y una educación práctica para
174 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

el desempeño laboral en nuevos oficios, los cuales fueron


formulados en discursos y planes, pero solo lentamente
materializados en el Gran Tolima156.

Aseveró Marx que a un hombre no debe juzgársele por lo que él


dice de sí mismo, sino por sus actos, por sus acciones. Lo cual es
válido también para los partidos y corrientes políticas en general. Y
Malraux advirtió a su turno que se conoce más a un hombre por lo
que calla que por lo que dice. En este sentido, la Iglesia y el Partido
Conservador en el Huila, en tanto fuerzas hegemónicas en el lapso
en estudio, experimentaron la paradójica situación de sostener a
rajatabla un discurso no sólo antiliberal sino antimoderno- el cual
bebía ante todo de las fuentes vaticanas de Pio IX y otros- que en
ocasiones no concordaba con medidas, acciones, o con los efectos
involuntarios y no perseguidos de sus propios actos, que de un
modo u otro llevaban agua al molino de los procesos de modernidad
y modernización en el país y en la región.

En este orden de ideas, Ramírez examina lo que él denomina las


dos facetas del papel de Milciades Gómez, el hombre de confianza
del Obispo Rojas en la dirección de la rama educativa en el Huila,
quien no sólo promovió el confesionalismo católico en el sector con
toda decisión y procuró mantener a raya la influencia liberal en la
escuela, sino que auspició también reglamentaciones, planes y
acciones gubernamentales que de hecho contribuyeron a la
organización administrativa de la escuela en términos modernos y
a la profesionalización del maestro.

Pero al lado del Milciades Gómez fomentador de la


catolicidad de la escuela se observó a un Milciades
administrador diligente, organizador infatigable y defensor
de la educación en general. A iniciativa suya se estableció en
el Huila un sólido sistema de organización, dirección y

RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. Predominio del discurso ilustrado y liberal en el Huila


156

durante el siglo XIX: un proceso maliciosamente olvidado. En: I Bienal de Ensayo Joaquín
García Borrero. Neiva: Universidad Surcolombiana, 2005. p. 15 - 39.
El apetito de la injuria / 175

clasificación de las escuelas y se adoptó un mecanismo de


asignación de salarios atendiendo a las características de la
comunidad, de la escuela y del propio maestro. Además, es
justo reconocer que la mayor parte de sus iniciativas
reglamentadoras contaron con la participación de los
educadores a través de los Liceos y Asambleas pedagógicas.
Es así que el plan de estudios para la enseñanza elemental,
el plan de las escuelas superiores y el reglamento de las
escuelas, convertidos en norma durante su administración,
fueron producto de las discusiones en aquellos eventos de
diálogo entre administración y maestros.

En el campo de la cobertura también hay que reconocerle


logros importantes, toda vez que al término de su mandato los
índices de crecimiento escolar superaban los obtenidos en
gobiernos precedentes (…) Se observa allí que las escuelas
pasaron de 115 en 1914 a 141 en 1922 y la matrícula de 6.161
a 10.866 alumnos y alumnas en el mismo lapso, lo cual representa
un incremento del 76%. Nótese que de 1905 a 1914 la matrícula
había pasado apenas de 4,778 alumnos y alumnas a 6.1161, lo
cual representa un crecimiento de solo el 28.9%157.

Asimismo, Reynel Salas, en su agudo estudio sobre el proceso


político en el Huila durante el siglo XX158, advierte que desde
mediados de la década de los veinte y con mayor fuerza a partir de
1922, la búsqueda del progreso concebido en términos prácticos
como la construcción de carreteras, la expansión de la red ferroviaria,
la dotación de infraestructura de servicios públicos en los cascos
urbanos, entre otros aspectos, se convirtió en un anhelo compartido
tanto por liberales como por conservadores, y llegó a ser el elemento

157
RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. De la influencia ilustrada y liberal a la consolidación del
proyecto católico. Escuela huilense: 1829-1922. En: La Universidad Surcolombiana piensa
la Región: perspectivas de investigación en el primer centenario del Huila. Neiva:
Universidad Surcolombiana, 2005. p. 196.
158
SALAS VARGAS, Reynel. El proceso político durante el siglo XX. En: TOVAR
ZAMBRANO, Bernardo (Dir.Ac.). Historia General del Huila. Neiva: Academia Huilense
de Historia – Gobernación del Huila, 1994. Vol. 2. p. 167 - 247.
176 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

principal de convocatoria política partidista en los años veinte y


treinta, con lo cual se relegó a un plano secundario la controversia
sobre asuntos religiosos y doctrinarios, que fue el signo de la vida
política departamental hasta la salida del Obispo Rojas Tobar en 1922.

No se puede perder de vista, sin embargo, que en el caso del


Huila, la división del partido conservador hegemónico en dos
corrientes -los llamados Nacionalistas o Charristas, apoyados por
el Obispo Rojas, y los llamados Históricos- puso de presente la
existencia de tales contradicciones al seno del Partido
Conservador, lo cual incidió, junto con otros factores, en la
progresiva pérdida de influencia y control político de las posturas
ortodoxas y tradicionalistas del Obispo y del círculo charrista.
Lo anterior condujo a la formalización de la división azul durante
las sesiones de la Asamblea Departamental de 1921, y el
consiguiente logro de la mayoría electoral por parte de la
disidencia histórica del conservatismo, proclive a las alianzas con
los liberales, así como al ulterior retiro del Obispo Rojas en 1922,
ante la pérdida de apoyo político en lo regional y
presumiblemente por parte del Vaticano.

Lo anterior muestra que el Partido Conservador hegemónico no


permaneció inmune a la influencia de las ideas modernizantes, por
lo menos en lo que se refiere a su sector Histórico.

La huella que muchos lustros después dejará en la mentalidad y


la cultura de los huilenses la obra cultural del Obispo Rojas y su
Iglesia, nos permite reflexionar sobre las peculiaridades de los
procesos culturales, más propios de la mediana y larga duración
que de los plazos cortos y coyunturales. Obtener una hegemonía
cultural supone años de esfuerzos sostenidos -a Monseñor Rojas le
costó cuatro décadas de persistente labor-, pero sus efectos e impacto
no desaparecen de la noche a la mañana con la ausencia física de su
gestor, sino que se prolongan en el tiempo a través de diversos
mecanismos, entre ellos, mediante la influencia de los hombres-
maestros, funcionarios, sacerdotes, intelectuales- que se formaron
El apetito de la injuria / 177

bajo la impronta de ese proyecto cultural. Y casi nunca desaparecen


totalmente, sino que se mezclan e imbrican con nuevos elementos
culturales, en forma de culturas residuales que, sin embargo,
interactúan con las nuevas formas de la cultura hegemónica o emergente
y la condicionan en alguna medida159.

La obsesión que muestra el Obispo Rojas Tobar contra el


liberalismo, sirve como indicador de la presencia de un discurso y
de unas prácticas liberales extendidas en la sociedad regional durante
la segunda mitad del siglo diecinueve. La llamada profesión de fe como
requisito obligatorio para el ejercicio de la docencia, que incluía un
renglón explícito de condena a los «secuaces del partido liberal», sirve
de huella o de señal de que no es una realidad incontrovertible la
pregonada hegemonía conservadora en el Huila, en forma
ininterrumpida desde la colonia hasta nuestros días, como cierta
historiografía conservadora –narrativa propia de un actor político
hegemónico- pretendió establecer sin ninguna discusión posible160.

Habituados en los medios académicos a examinar nuestro


discurrir histórico con base en la aporía modernidad versus tradición,
de la cual se derivaría el par de opuestos: elites liberales
modernizantes versus elites clerical-conservadoras tradicionalistas
y antimodernizantes, pueden resultar perturbadoras las nuevas
miradas según las cuales los procesos de modernidad y tradición
en América Latina no se plantean como polos fijos y contrapuestos,
sino como elementos que se interpenetran, confabulan, complican
y entremezclan, en una dinámica históricamente determinada que
cubre el tránsito del siglo diecinueve al siglo veinte y las primeras
décadas de este último161.

159
WILLIAMS, Raymond. Marxismo y literatura. Barcelona: Ediciones Península, 1997.
160
RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. Predominio del discurso ilustrado y liberal en el Huila
durante el siglo XIX: un proceso maliciosamente olvidado. En: I Bienal de Ensayo Joaquín
García Borrero. Neiva: Universidad Surcolombiana, 2005. p. 15-39.
161
Al respecto, conviene tener en cuenta los aportes de Jesús Martín Barbero, Fabio
López de la Roche y Francisco Ortega, entre otros.
178 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Cuadro 3. Interacciones entre el campo político (y religioso) y el campo del


periodismo. Departamento del Huila: (1905-1922).

Instituciones del Campo


Instituciones del Campo del Periodismo
Político (y religioso)

El Eco del Vaticano


Iglesia Católica (Garzón, 1903)
(Diócesis de Garzón) Dios y César
Dominantes o Incumbentes

(Garzón, 1910-13)
La Lid
(Garzón, 1912-20)

El Bien Social
Partido Conservador (Neiva, 1911-13)
(sector Nacionalista) El Símbolo
(Neiva, 1914-16)

Partido Conservador El Porvenir


(sector Histórico) (Órgano disidencia conservadora)

La Reivindicación (Neiva, 1909)


Pretendientes o Contendientes

Partido Republicano
La Opinión (Neiva, 1912)

El Deber (Neiva, 1912)


El Carnaval (Fco. Mogollón)
La Palabra (Neiva, 1918-21)
La Tenaza (Neiva, 1920-24 )
Partido Liberal (Reynaldo Matiz)
Renacimiento (Neiva, 1921- )
(Reynaldo Matiz)
El Radical (Neiva)
(Ramón Alvira, Arcadio Perdomo)
El apetito de la injuria / 179

3.6 El campo de la educación: lenta diferenciación de las esferas

Durante el periodo de predominio del liberalismo radical en el


siglo XIX, tuvo lugar la hegemonía de su proyecto educativo laico,
pero- como lo precisa Ramírez Bahamón-, no desapareció el discurso
católico en ese ámbito, sino que se mantuvo en una relación de
convivencia más o menos pacífica con el discurso liberal, lo cual no
fue óbice para que en coyunturas específicas se agudizaran los roces
y las resistencias locales.

Más tarde, los hechos en el campo político-militar (en especial,


la Guerra Civil del 85, la Constitución del 86, el Concordato del 87 y
la Guerra de los Mil Días), trastocaron a fondo la relación de fuerzas
dentro del campo político y, en consecuencia, también en el
educativo, a tal punto que durante varios años desaparece casi todo
asomo de resistencia de los ayer dominantes y hoy dominados: los
liberales. «La hegemonía eclesiástica se impondrá en todo»,
profetizaba el Obispo Rojas respecto a la educación en el Huila y
Tolima al finalizar el siglo XIX: sueño de una hegemonía rotunda y
sin fisuras.

Al despuntar el siglo veinte, tienen lugar otros cambios de fondo


en el campo político: la caída del General Reyes en 1909, los
reagrupamientos políticos y especialmente la aparición de la
llamada Alianza Republicana, y el triunfo electoral de Carlos E
Restrepo a nombre del republicanismo, con el apoyo de una fracción
conservadora y de un sector del liberalismo. Los anteriores hechos,
posibilitan el desplazamiento temporal de las posiciones de mando
en el gobierno del Huila de la fracción dominante del Partido
Conservador -los Nacionalistas o Charristas, apoyados por el Obispo
Rojas-; en consecuencia, se abren algunos espacios e intersticios para
la acción política a los liberales moderados como Anselmo Gaitán
Useche, quien en ese periodo se une a los republicanos y abandona
las toldas de Rafael Uribe Uribe.

Tras el Sínodo de la Iglesia del Tolima a finales de siglo XIX,


Monseñor Rojas consigue hegemonizar por completo el sector de
180 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

la educación, prescindiendo de los maestros formados en las


normales del liberalismo y trayendo comunidades religiosas del
exterior, en especial de Europa, para que se hagan cargo de escuelas
y colegios; fundando escuelas parroquiales y privadas luego de la
devastación de la guerra de fin de siglo; estableciendo el requisito
de la profesión de fe para el magisterio, a fin de garantizar el control
absoluto sobre el cuerpo docente; y colocando a Milciades Gómez -
uno de los seglares conservadores más leales al Obispo- al frente
de la Instrucción Pública en el plano departamental durante un largo
periodo162.

En este panorama se destacan varios elementos. Primero, el


impacto que tienen los cambios fuertes en el campo político-militar,
sobre la educación, la prensa y la cultura en su conjunto. Segundo,
el hecho de que el Obispo Rojas tenía muy claro que el trabajo de
control de la educación, por un lado, y de la prensa, por el otro,
eran complementarios y se alimentaban mutuamente. Tercero, el
modo como el campo de la educación está atravesado por el debate
político-religioso y lo que sucede en este plano, como resultado de
la mínima diferenciación entre los mencionados campos, propia del
peso de la sociedad tradicional y de los caminos sinuosos que recorre
el proceso de modernidad en ciernes que, a la postre, conducirá a
una mayor diferenciación de los mismos, en especial a partir de los
años treinta del siglo XX.

Las escuelas parroquiales que ordena crear el Obispo después


de la guerra de fin de siglo, son la expresión temporal de la
subordinación absoluta del campo educativo al religioso, como eje
articulador. Luego, muchas de ellas regresan a la administración
del Estado, pero se mantiene el control y vigilancia del clero sobre
las mismas, al tenor del Concordato vigente.

¿Puede hablarse en el Huila, durante las dos o tres primeras


décadas del siglo veinte, de campos claramente diferenciados del

RAMÍREZ BAHAMÓN, Jairo. De la influencia ilustrada y liberal a la consolidación del


162

proyecto católico. Escuela huilense: 1829 - 1922. Op.cit.


El apetito de la injuria / 181

periodismo, la política, la religión, la educación y la cultura?


Difícilmente. Más bien cabe hablar de una mixtura, de una suerte
de indiferenciación de tales campos, en la que, por ejemplo, el
periodismo está imbricado estrechamente con la lucha política, por
un lado, y con la acción religiosa, por el otro; pero a la vez, religión
católica, lucha política y poder del Estado, son facetas de un mismo
proceso de construcción de hegemonía. Monseñor Rojas ejercía una
doble función: como jerarca de la Iglesia Católica y como líder de
una fracción política conservadora -la de los Nacionalistas o
Charristas-. La prensa católica reclamaba mas que nada su derecho
a intervenir de modo activo en política e inclusive en las elecciones,
como lo hicieron sin reato alguno Dios y Cesar y El Eco del Vaticano,
los cuales eran órganos al mismo tiempo religiosos, doctrinarios y
de lucha política antiliberal.

A su turno, el aparato escolar o educativo, duramente conquistado


por el clero y el Partido Conservador tras la derrota del proyecto
laico de escuela, era una extensión o una rama estratégica del
dominio religioso y político, lo cual se evidenciaba en los controles
extremos en la selección de los maestros por parte de la Iglesia.
Esta se guiaba por el criterio explícito de garantizar ante todo que
los educadores fueran confiables en términos políticos y religiosos,
aunque no fuesen pedagogos competentes.

Hay unas fronteras difusas y una gran movilidad o intercambios


entre los campos de la religión y la política, como se evidenció
durante la campaña moralizadora de 1912. Como expresión de lo
anterior, se hizo habitual la práctica de presentarle al Obispo las
listas del directorio conservador para los comicios, a fin de que
ejerciera una suerte de derecho de veto sobre sus integrantes, o
bien para que le diera el aval correspondiente, lo que a su vez
garantizaba la movilización de curas y fieles en el apoyo activo a
tales candidatos.

Por eso la pérdida de la mayoría por parte de los Charristas o


Nacionalistas en la elección de dignatarios de la Asamblea
Departamental del Huila en 1921, por cuenta de una alianza de
182 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

conservadores históricos y de liberales, se constituye en uno de los


factores que desencadenan la crisis que produce la dimisión del
Obispo Rojas el año siguiente163. Como hemos venido analizando,
los hechos que tienen lugar en el ámbito de la política regional
repercuten de modo directo en el religioso, pues ambos campos
están estrechamente conectados.

Otros factores nacionales e internacionales, como la actitud del


Vaticano, que al parecer le quitó respaldo a Monseñor Rojas en esa
coyuntura, habría que analizarlos con más finura y mayor
documentación. Se asiste a una fuerte oleada modernizadora en el país
en todos los órdenes. La finalización de la Primera Guerra Mundial, el
triunfo reciente de las revoluciones mexicana y soviética, el agotamiento
progresivo de la hegemonía conservadora, son hechos indicativos de
que tanto en lo interno como en lo externo se están experimentando
fuertes mutaciones, que no dejan de tener su efecto en nuestra sociedad
parroquial, aunque siempre a través de mediaciones concretas de orden
nacional y regional, que no se pueden desconocer.

163
SALAS VARGAS, Reynel. Op.cit., p. 188 - 193.
El apetito de la injuria / 183

Cuadro 4. Posiciones y alianzas en el campo político.

Partido Conservador
(sector Nacionalista)
Dominantes o Incumbentes

Iglesia Católica
(Diócesis de Garzón)

Pretendientes o Contendientes
Partido Conservador
(sector Histórico)

Partido Republicano

Partido Liberal
184 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 185
186 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 187
188 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 189
190 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 191

4.
A MODO DE CONCLUSIONES
192 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 193

4.1 Interacciones comunicativas regionales, formación del campo


periodístico y proceso de modernidad

D urante el periodo histórico conocido como la Hegemonía


Conservadora (1885- 1930), en la sociedad regional del Gran
Tolima y, a partir de 1905, del naciente departamento del Huila, las
interacciones comunicativas predominantes estaban constituidas
por el púlpito católico - modo de comunicación y espacio de
socialización privilegiado -, el sermón como género discursivo que
le era propio, así como por diversas manifestaciones de la cultura
oral campesina y mestiza, tales como el rumor, la anécdota, las
coplas, los rajaleñas, los pregones de los buhoneros, entre otras.

El púlpito se había constituido desde la Colonia en un escenario


comunicativo de primer orden, que le garantizaba a los sacerdotes
-como voceros de la cultura hegemónica y tradicional- propagar
mensajes e imaginarios religiosos y políticos entre los fieles,
mediante la palabra viva del sacerdote que llegaba tanto a los oídos
de los analfabetas como de los letrados.

De modo simultáneo, la publicación de periódicos de signo


católico y conservador en las imprentas de la Iglesia católica,
principalmente en Garzón y en Neiva (El Eco del Vaticano, como
194 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

órgano oficial de la Diócesis de Garzón, se empieza a editar en


1903), así como de periódicos de corte republicano y liberal a partir
de 1909 y con especial perseverancia desde 1912, sometidos la mayor
parte del tiempo a formas drásticas de persecución y censura
eclesiástica, dieron lugar a nuevas interacciones comunicativas que
no dependían del contacto cara a cara ni de la coincidencia en un
mismo tiempo y lugar de los productores de mensajes y de los
receptores. No debe perderse de vista, sin embargo, que los
antecedentes de la prensa huilense se remontan a mediados del siglo
XIX, cuando surgen los primeros periódicos regionales.

El acceso a las imprentas y a la palabra impresa por parte de los


núcleos liberales emergentes del Huila a partir de 1912- si descontamos
la prensa liberal del siglo diecinueve y la fugaz circulación de La
Reivindicación en 1909-, aunque con tirajes reducidos y circulación
semanal o quincenal, les permitió a aquellos romper el monopolio del
púlpito como espacio de socialización y plantearle una firme
impugnación a los publicistas de la prensa católica, la cual se distribuía
en las casas curales y resonaba en los púlpitos mediante la lectura en
voz alta de parte de sus contenidos realizada por los sacerdotes. Las
polémicas y debates en los que se trenzaron los periódicos católicos y
liberales, en especial durante la segunda década del siglo veinte, dieron
lugar a nuevos espacios públicos con rasgos modernos, y a la
reconfiguración paulatina de una opinión pública deliberante, que
había sucumbido bajo el cerrojo autoritario de la Regeneración
Conservadora y en los fragores de la Guerra de los Mil Días.

¿Qué capital específico- siguiendo el enfoque de Bourdieu-, estaba


en juego en el campo periodístico regional, en proceso de
conformación al comenzar el siglo XX? Nada menos que la
posibilidad de acceso y control por parte de los agentes históricos de
los medios para la difusión de las ideas y de la información -tanto los
periódicos como las imprentas- y lo que a partir de ese acceso a los
medios se puede lograr en términos de incidencia en la formación de
opinión pública y en la participación eficaz en la lucha política de
cara a públicos más o menos amplios.
El apetito de la injuria / 195

Antes de la fundación de las primeras emisoras de radio en el


ámbito local y departamental y, por supuesto, de la inauguración
de la televisión durante el gobierno de Rojas Pinilla, la sociedad
huilense se comunicaba principalmente mediante la palabra viva
en interacciones cara a cara, y a través de periódicos de circulación
local y regional. Las elites políticas y culturales podían acceder
también a la prensa nacional y en algunos casos a la internacional.
A partir de la década del treinta, los huilenses podían sintonizar
emisoras de radio que emitían desde Bogotá y otras ciudades y
países. La repercusión del cine y de la difusión de libros y otros
impresos, en el periodo estudiado, aún no ha sido evaluada en el
ámbito regional a partir de una documentación suficiente. En todo
caso, primaban en el Huila las formas orales de comunicación sobre
las escritas y las audiovisuales, y no pocas veces los textos impresos
suministraban material para la lectura en voz alta a grupos que no
sabían leer ni escribir.

Lo que se advierte en las dos o tres primeras décadas del siglo


pasado en el Huila, es la mínima diferenciación de las esferas o
campos de la religión, la política, la prensa y la educación, como
expresión de un modelo de sociedad tradicional -sometida en
todo caso a procesos de modernidad en ciernes y paradójicos-
fundada en el control de la Iglesia Católica sobre la esfera de la
cultura en su conjunto, en el que el Obispo era al mismo tiempo
primera autoridad eclesiástica y líder de una fracción o grupo
político conservador. Un modelo en el que la Iglesia en virtud
del Concordato vigente controlaba a su arbitrio el aparato escolar
público y privado, y los periódicos eran, o bien órganos clericales
y del Partido Conservador, o bien órganos de los partidos
políticos Liberal, Republicano o de sus subgrupos, y se
dedicaban ante todo a la política y la divulgación de la doctrina
antes que a informar. En efecto, sólo hasta finales de los años
treinta y comienzos de los cuarenta aparecerán en el ámbito
departamental –con rezago respecto a Bogotá y otras regiones-
algunos conatos de prensa informativa con parámetros
modernos, no partidistas.
196 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

4.2 Modos de argumentación

Las formas de argumentación típicas de los escritores católicos del


periodo, se basan en la pretensión de que la Iglesia como institución
es portadora de verdades reveladas por una fuente sobrenatural y
trascendente, las cuales están más allá del escrutinio racional y de la
verificación por métodos inspirados en la ciencia y/o en la
deliberación pública. A los periodistas y escritores liberales o
heterodoxos, no se les reconoce como sujetos racionales con los cuales
se polemiza en pie de igualdad, sino como individuos adscritos a
agrupaciones que combaten los dogmas de la Iglesia y las creencias
religiosas. Por tanto, en contra de ellos procede la denuncia de sus
intenciones dañinas, pues se trataría de sujetos peligrosos, ante los
cuales los buenos católicos deben guardar distancia, no escucharlos
y alejarse de su influencia venenosa, etc. De allí que la argumentación
católica adopte por lo general formas dogmáticas y autoritarias, lo
cual se traduce en el intento de forjar una imagen demoníaca del
adversario o contrincante, apelando a recursos como el ataque
personal, el epíteto despectivo, la injuria y el libelo difamatorio. Se
impone entonces la noción «amigo/enemigo» y la estructura
antagonista de pensamiento, como lo sugiere Gutiérrez Girardot.

Sin embargo, la Iglesia Católica y el conservatismo también


experimentaron la necesidad de ejercer influencia sobre una opinión
pública emergente, conformada no sólo por los campesinos liberales
sino también por los nuevos habitantes de las urbes en crecimiento,
lo cual los llevó a participar en el escenario del debate público a
través de los periódicos, utilizando en ocasiones formas de
argumentación persuasivas que admitían raciocinios, fundamentos
y evidencias empíricas, así fuera para sostener en última instancia
puntos de vista intransigentes.

La lenta pero progresiva ampliación de la esfera de la deliberación


pública regional, como un rasgo propio del incipiente proceso de
modernidad, traerá aparejadas formas tradicionales de censura -como
las aplicadas al folleto de Uribe Uribe y a los periódicos dirigidos
El apetito de la injuria / 197

por Anselmo Gaitán Useche-, con expresiones de debate público a


partir del intercambio de argumentos divergentes. Como lo ilustran
las controversias que se suscitan a partir de la reaparición de la
prensa liberal, que combinan fuertes argumentaciones de lado y
lado, con el ejercicio de la censura eclesiástica a esa misma prensa
con la cual la Iglesia se ve obligada a polemizar, aunque no renuncie
a su propósito de excluirla del campo periodístico mediante la
interdicción y el anatema.

El razonamiento mediante silogismos era una de las formas


predilectas por el Obispo Esteban Rojas Tobar para presentar sus
argumentos contra el liberalismo, lo cual le permitió insistir en la
conclusión de que ser liberal era pecado, a partir de la premisa general
de que toda persona o agrupación que incurriera en los errores
condenados por la Iglesia Católica -entre ellos las ideas liberales y
racionalistas que se extendieron durante el siglo XIX como un correlato
de los procesos de modernidad y modernización-, era culpable del
pecado de herejía. Según Monseñor Rojas, todo cuestionamiento a la
validez de esa tesis general era inadmisible, pues el hecho simple de
que estuviera respaldada por un documento del Vaticano y por el
nombre del Papa, la colocaba fuera de toda duda y controversia, de
conformidad con el dogma de la infalibilidad del Sumo Pontífice.

Pretender que el interlocutor acepte como válidas unas premisas


que no se han probado con fundamentos suficientes, amparados
únicamente en el ethos, el prestigio o la autoridad de la fuente, o
bien en la fe religiosa, es otro de los rasgos de estos modos de
argumentación dogmáticos. A ello habría que añadir el uso del
argumento ad baculom, por medio del cual se utilizaba la amenaza
del uso de la fuerza y del poder -como en las Advertencias al pueblo
y los decretos de censura eclesiástica- a fin de sujetar y someter a
control a los individuos y grupos que adoptaban iniciativas opuestas
o contrarias a la normativa hegemónica, lo cual los situaba en el
bando de los contendientes.
198 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Los escritores liberales, por su parte, sin renunciar a la injuria y


el libelo contra los representantes de la Iglesia Católica y del
conservatismo –géneros que tenían hondas raíces en las prácticas
discursivas del liberalismo radical del siglo XIX en Colombia y en
Latinoamérica- reclamaban que la prensa católica y conservadora
abandonara la costumbre del anónimo y del seudónimo muy
extendida durante el mencionado siglo, y por lo general respaldaban
sus textos más cáusticos con su nombre propio. Concientes de sus
desventajas coyunturales en términos de acceso a posiciones de
dominio y control, propias de un contexto en el que la hegemonía
conservadora en los campos político y cultural era una realidad viva
y tangible, hicieron uso de la ironía y el sarcasmo con el propósito
de desacralizar el poder y de exponerlo a la mirada corrosiva del
humor y de la crítica irreverente. Un ejemplo de ello es el estilo de
Ramón Alvira Durán, tal y como se advierte en el intercambio
epistolar con el Obispo Rojas, a propósito de la solicitud del primero
de que se nombrara un cura para que dictara la clase de religión en
la escuela que habían fundado los liberales en Neiva en 1916.

A las anteriores consideraciones acerca de las formas retóricas


de argumentación y los contenidos de los debates públicos, habría
que añadir un examen de los géneros discursivos y periodísticos
prevalecientes. Tomados en su conjunto, tales aspectos forman parte
esencial de lo que denomino discurso periodístico.

4.3 Géneros discursivos y periodísticos

La primera constatación que sale al encuentro del investigador


que examina los archivos de la prensa huilense de las dos primeras
décadas del siglo veinte, es la de que los géneros periodísticos
propiamente dichos, no se pueden estudiar sino en estrecha relación
con otras formas del discurso público de honda raigambre
tradicional, tanto de carácter escrito como oral, tales como el sermón,
la carta pastoral, los discursos demostrativos o epidícticos
(pronunciados durante homenajes, celebraciones y ceremonias
fúnebres), y el libelo difamatorio.
El apetito de la injuria / 199

La documentación de archivo de la prensa regional del periodo,


nos sitúa frente a un tipo de periodismo que todavía comporta
características muy propias de la prensa decimonónica, tales como
su naturaleza partidista y doctrinaria, la primacía del comentario de
opinión (artículo editorial, suelto, ensayo, etc.) sobre los géneros
informativos y narrativos que apenas asoman en forma embrionaria
y marginal (noticia, entrevista, crónica, etc.). En el ámbito internacional
-y especialmente en los EE.UU,- tales rasgos estuvieron sometidos a
fuertes mutaciones a partir de las tres últimas décadas del siglo
diecinueve, en las que se sitúa la emergencia de lo que hoy en día se
conoce como el estilo del periodismo moderno. Varios periódicos
editados en Bogotá al finalizar dicho centuria y en los inicios del siglo
veinte, incorporaron algunas de estas novedades, entre ellos El
Telegrama y El Correo Nacional. La prensa de la provincia huilense, sin
embargo, mantendrá hasta bien entrado el siglo veinte los rasgos
distintivos de la prensa del diecinueve, sin dejar por ello de recibir
algunos influjos y fecundaciones por parte de la prensa moderna.

En las páginas de los periódicos huilenses del periodo


encontramos una diversidad de géneros. Entre ellos, el folletín de
contenido moralizante o costumbrista (un texto narrativo de ficción
publicado por entregas en los semanarios católicos); el uso intensivo
del género de opinión conocido como suelto o glosa, que permitía
comentar en pocas líneas hechos de actualidad en el ámbito local y
regional, con su cuota de valoración subjetiva, crítica mordaz o fino
humor, bajo la responsabilidad colectiva de los editores del medio
o de su director; el ensayo breve de tema científico, histórico,
religioso, educativo o político; y una variedad de géneros
discursivos de la Iglesia católica traspuestos a la prensa: encíclicas
papales, cartas pastorales, resoluciones del Obispo, «advertencias
para leer al pueblo varias veces», entre otros discursos escritos de
la jerarquía eclesiástica, la mayor parte de los cuales debían ser
leídos en voz alta por los curas desde los púlpitos durante la
celebración de la eucaristía, para que llegasen a los oídos no sólo
de los fieles letrados sino también, y sobre todo, de los que no sabían
leer ni escribir, que para esos años eran la mayor parte de la
población.
200 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Las dos primeras décadas del siglo veinte en Colombia y en el


Huila, han sido estudiadas como un periodo de transición, uno de
cuyos signos distintivos es la aparición -tanto en la esfera de las
relaciones económicas como en la cultural- de formas incipientes
de sociabilidad de tipo moderno, en estrecha imbricación y
coexistencia con los modos tradicionales heredados del pasado. Por
lo tanto, antes que una ruptura tajante se advierte una diversidad
de formas discursivas y de prácticas culturales en tensa convivencia.
La lenta y contradictoria emergencia de espacios públicos de
naturaleza moderna, asociados con la difusión creciente de la prensa
y de los impresos en general, con la extensión de las prácticas de
lectura y con la diversificación de los espacios para la deliberación
pública a partir del intercambio de argumentos racionalmente
fundamentados, tuvo lugar en forma simultánea con la pervivencia
de modos de comunicación que hundían sus raíces en la sociedad
tradicional, tales como el sermón, el libelo y el rumor.
El apetito de la injuria / 201
202 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 203
204 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 205

BIBLIOGRAFÍA

1. FUENTES DOCUMENTALES

1.1 Archivos

Biblioteca Nacional de Colombia (Santafé de Bogotá).


Hemeroteca. Colección de prensa colombiana. Prensa de Huila y
Tolima (1900-1930).

Biblioteca de la Universidad de Antioquia, Hemeroteca, Colección


de prensa colombiana, sección Huila y Tolima (1900-1930).

Archivo de la Arquidiócesis de Garzón, Huila, Colección del


periódico El Eco Vaticano, entre 1903-1950.

Archivo del Seminario Conciliar de Garzón.

1.2 Periódicos

El Eco del Vaticano, Garzón, 1903.

La Reivindicación, Neiva, 1909.


206 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

La Opinión, Neiva, 1912.

El Deber, Neiva, 1912.

Dios y Cesar, Garzón, 1910.

El Bien Social, Neiva, 1911.

La Lid, Garzón, 1912.

El Símbolo, Neiva, 1914.

1.3 Catálogos

SALAS VARGAS, Reynel. Relación de periódicos editados en el


Departamento del Huila, existentes en la Hemeroteca de la
Biblioteca Nacional. Revista Huila, # 37; 1987.

CASAS F., Rafael. Catálogo de todos los periódicos que existen


desde su fundación hasta el año 1915. Bogotá; 1917. Edición oficial.
Imprenta Nacional.

SALAS, Camilo Francisco. Historia del periodismo huilense.


Neiva: 1994 ( En especial, ver los capítulos siguientes: «Periódicos
del Huila hasta 1939» p.167-177, e «Indice cronológico de
publicaciones huilenses», p. 189 - 220)

URIBE DE H., María Teresa, y ÁLVAREZ GAVIRIA, Jesús María.


Cien años de prensa en Colombia 1840-1940: Catálogo indizado de
la prensa existente en la Sala de Periódicos de la Biblioteca Central
de la Universidad de Antioquia. 2 ed. Medellín: Editorial
Universidad de Antioquia, 2002. p. 371.
El apetito de la injuria / 207

2. Libros y artículos

2.1 Textos relacionados directamente con la investigación

CONCILIO PLENARIO DE LA AMÉRICA LATINA. Biblioteca


Electrónica Cristiana-Bec- Ve Multimedios. [Online]. Abril 2002
[citado en 12 de Febrero de 2005]. Avalaible from
Internet:<URL:http:// www.multimedios.org/docs/d000021/
p000018.htm>.

CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Conclusiones,


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México: Porrúa, 2002. 239 p.

BAJTIN, Mijaíl. Estética de la creación verbal. 12 ed. México D.F:


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BIDEGAIN, Ana María y otros. Historia del cristianismo en


Colombia. Corrientes y diversidad. Bogotá: Taurus, 2004. 509 p.

BLOCH, Marc. Apología para la historia o el oficio del historiador.


México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2001. 157 p.
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BONILLA V., Jorge Iván y GARCÍA R., María Eugenia. Los


discursos del conflicto: espacio público, paro cívico y prensa en
Colombia. Santa Fe de Bogotá: Universidad Javeriana, 1997.

BOURDIEU, Pierre. ¿Qué significa hablar? Madrid: Akal, 2001.


160 p.
________ Las reglas del arte: génesis y estructura del campo
literario. 3 ed. Barcelona: Anagrama, 2002. 514 p.

________ Sociología y Cultura. México: Grijalbo, 1990. 317 p.

BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loic J.D. Respuestas: por una


antropología reflexiva. México D.F: Grijalbo, 1995. 229 p.

CHARTIER, Roger. El mundo como representación: Estudios


sobre historia cultural. 2 ed. Barcelona: Gedisa, 1995. 274 p.

________ El orden de los libros: Lectores, autores, bibliotecas en


Europa entre los siglos XIV y XVIII, Barcelona: Gedisa, 2000, 183 p.

________ Las revoluciones de la cultura escrita: diálogo e


intervenciones, Barcelona: Gedisa, 2000, 108 p.

________ Cultura escrita, literatura e historia: Conversaciones con Roger


Chartier. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1999. 271 p.

CHINCHILLA PAWLING, Perla. De la compositio loci a la


República de las letras: predicación jesuita en el siglo XVII
novohispano. México D.F: Universidad Iberoamericana, 2004. 372 p.

DIAZ, Alvaro. La argumentación escrita. Segunda edición.


Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2002. 145 p.

GÓMEZ GIRALDO, Adolfo León. Argumentos y falacias.


Santiago de Cali: Editorial Facultad de Humanidades, Universidad
del Valle, 1993. 125 p.
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GONZÁLEZ G., Fernán. Poderes enfrentados: Iglesia y Estado


en Colombia. Santafé de Bogotá: Cinep, 1997. p. 405.

HENRÍQUEZ, Cecilia. Imperio y ocaso del Sagrado Corazón en


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HELG, Aline. La educación en Colombia: 1918-1957: una historia


social, económica y política. 2 ed. Bogotá: Universidad Pedagógica
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LONDOÑO VEGA, Patricia. Religión, cultura y sociedad en


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MARTIN BARBERO, Jesús. De los medios a las mediaciones:


comunicación, cultura y hegemonía. 4 ed. México: Gustavo Gilli,
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argumentación: la nueva retórica. Madrid: Editorial Gredos, 1989. 854 p.

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Nacional por Colombia, Ediciones Uniandes, Editorial Universidad
de Antioquia, 1997.

SUNKEL, Guillermo. Razón y pasión en la prensa popular. Un


estudio sobre cultura popular, cultura de masas y cultura política.
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________ La prensa sensacionalista y los sectores populares.


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de la República/Fondo Editorial Universidad Eafit, 2002. 674 p.

________ República Liberal, intelectuales y cultura popular.


Medellín: La Carreta Editores E.U., 2005. 303 p.

________ Prensa y Revolución a finales del siglo XVIII.


Contribución a un análisis de la formación de la ideología de la
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VALLEJO MEJÍA, Maryluz. A plomo herido: una crónica del


periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá: Planeta, 2006. 430 p.

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Península, 1997. 251 p.
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3. Textos complementarios

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colombiano: estado de la cuestión. En: Revista Palabra – Clave.
Bogotá: Universidad de la Sabana- Facultad de Comunicación, 2001.
Num. 4. p. 51 – 72.

HOYOS NARANJO, Juan José. Un pionero del reportaje: Francisco


de Paula Muñoz y «El crimen de Aguacatal». Medellín: Hombre
Nuevo Editores, 2002. 524 p.

________ Periodismo y literatura: el reportaje en Colombia.


Medellín: Centro de Investigaciones, Facultad de Comunicaciones,
Universidad de Antioquia, 1997.

OTERO MUÑOZ, Gustavo. Historia del periodismo en Colombia


desde la introducción de la imprenta hasta el fin de la conquista
española 1737-1819. Bogotá: Minerva, 1936.

________ Historia del periodismo colombiano 1791-1890. Bogotá:


Minerva, 1936.

SEPTIMA CÁTEDRA ANUAL DE HISTORIA ERNESTO


RESTREPO TIRADO. Medios y Nación: historia de los medios de
comunicación en Colombia. Bogotá: Ministerio de Cultura/ Aguilar,
2003.

SANTOS CALDERÓN, Enrique. El periodismo en Colombia.


1886 - 1986. En: TIRADO MEJÍA, Alvaro (Dir.Cien.). Nueva Historia
de Colombia. Bogotá: Planeta, 2001. Vol. 6. p 109 - 136.

SAMPER PIZANO, Daniel. Antología de grandes reportajes


colombianos. Bogotá: Aguilar, 2001. 445 p.

VALLEJO MEJÍA, Maryluz. La crónica en Colombia: Medio siglo


de oro. Bogotá: Presidencia de la República, 1997. 397 p.
214 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 215

ANEXOS
216 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 217

Nota Preliminar

Se incluyen como anexos un par de documentos de la mayor


significación, los cuales representan versiones sobre los hechos y tramas
asociados a la historia de la prensa huilense en las dos primeras décadas
del siglo veinte, en la pluma de reconocidos protagonistas. En primer
lugar, la «Carta Pastoral de Cuaresma en la cual se condena a «La
Opinión» y la Escuela de la «Unión Progresista» de Neiva»1, suscrita
por monseñor Esteban Rojas Tobar, que fue divulgada originalmente
en El Eco del Vaticano- órgano oficial de la Diócesis de Garzón-, en febrero
de 1917. En segundo lugar, el artículo escrito por Anselmo Gaitán
Useche, periodista y dirigente liberal, publicado por el diario El Tiempo
en 1939 bajo el título «Periódicos del Huila. Rojas Garrido redactó uno
de los primeros periódicos editados en el Huila»2, a modo de crónica
y balance retrospectivo de la prensa huilense.

La Pastoral de Cuaresma de Rojas- hasta donde han llegado


nuestras pesquisas- se reproduce íntegra por primera vez después
de la edición original de este documento en 1917 en El Eco del
Vaticano. En ella, Rojas documenta los conflictos con Anselmo Gaitán
Useche, el más importante periodista liberal del periodo, fundador
y director de numerosos periódicos que fueron objeto de censura
eclesiástica por parte del Obispo.

Luego de una introducción sobre la doctrina de la fe, el Obispo Rojas


Tobar reproduce los variados documentos de condena y censura

1
ROJAS TOBAR, Esteban. Carta pastoral para la Cuaresma en la cual se condena «La
Opinión» y la Escuela de la «Unión Progresista» de Neiva. En: El Eco del Vaticano, Núm.
278, Garzón. (8, Febrero, 1917); p. 1065-1080. (Archivo de la Diócesis de Garzón).
2
GAITAN USECHE, Anselmo. Periódicos del Huila. Rojas Garrido redactó uno de los
primeros periódicos editados en el Huila. En: El Tiempo, Núm. 10.000, Bogotá. (30, Julio,
1939); sec. 2, p. 23, 24.
218 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

proferidos contra Gaitán Useche y sus medios de prensa, desde la primera


«Advertencia para leer al pueblo varias veces» divulgada en 1909 contra
el periódico La Reivindicación. Un análisis parcial del contenido de esta
Pastoral se incluyó como parte del capítulo segundo de este libro. Conviene
aclarar que el documento lo encontré durante la revisión del archivo de la
Diócesis de Garzón, donde reposa la colección más completa de El Eco del
Vaticano. Al reproducirlo acá, procuro ampliar el acervo de fuentes
originales con un documento clave, que ofrece la perspectiva y la memoria
de un agente hegemónico y un protagonista de primer orden.

Por otro lado, el artículo de Anselmo Gaitán Useche - que hasta


ahora había sido considerado como el primer balance retrospectivo
de esta historia realizado por uno de sus personajes-, es un
documento conocido y citado en múltiples ocasiones en la
historiografía huilense. Empero, la versión que se reproduce como
anexo en este libro, ha sido confrontada con el texto original
publicado por el diario El Tiempo en 1939 y con la que publicó la
revista Neiva en 1942. De este modo, el lector podrá acceder a un
documento que conserva fidelidad con el texto original, y no incurre
en las omisiones, adulteraciones y errores – voluntarios o
accidentales- que infortunadamente se han presentado en algunas
reproducciones del mencionado artículo.

Escrito por solicitud del periodista y político liberal Eduardo Santos


para la edición especial correspondiente al número 10.000 del diario
liberal capitalino, el artículo de Gaitán Useche es al mismo tiempo el
testimonio personal de su autor como uno de los protagonistas de la
historia que narra, y una suerte de balance retrospectivo realizado desde
una de las orillas del conflicto: la liberal y republicana.

Al reproducir los textos del Obispo Rojas y de Anselmo Gaitán


Useche, uno al lado del otro, en versiones confiables y cotejadas con
sus originales, el lector interesado podrá adelantar su propio análisis
y tener en cuenta matices que anteriormente permanecían en la sombra.

Adicionalmente, se reproduce como anexo el texto de la


«Excomunión contra La Palabra de Neiva»3, divulgado por El Eco
del Vaticano en enero de 1919, que le da continuidad temporal a la
trama de la censura eclesiástica descrita en la Pastoral de Cuaresma
de febrero de 1917.
3
ROJAS TOBAR, Esteban. Excomunión contra «La Palabra» de Neiva. En: El Eco del
Vaticano, Núm. 305 A, Garzón. (2, enero, 1919); p. 1507-1508.
El apetito de la injuria / 219

Anexo 1

CARTA PASTORAL PARA LA CUARESMA,


en la cual se condena «La Opinión» y la Escuela de
«La Unión Progresista» de Neiva.

NOS ESTEBAN ROJAS,


POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA
SEDE APOSTOLICA,
OBISPO DE GARZON

Al venerable Clero secular y regular y a todos los fieles de


nuestra Diócesis,
Salud y bendición en JESUS, nuestro Salvador, y en MARIA, su
Inmaculada Madre.

Qui crediderit, et baptisatus fuerit, salvus erit; qui vere


non crediderit, condemnabitur (Marc. XVI 16)
El que creyere y fuere bautizado se salvará; más el que
no creyere se condenará (San Marcos, XVI, 16)

Venerables sacerdotes y amados fieles:

Es verdad que ningún hombre puede dar el primer paso hacia Dios
sin un auxilio divino llamado vocación o llamamiento, que consiste
en una luz que ilumina y conforta al hombre para que crea en Dios,
en su justicia, en su misericordia y en todo cuanto Él se ha dignado
enseñarle o revelarle. Y como Dios no quiere la perdición de nadie,
sino que todos se conviertan y vivan, es certísimo que Dios concede
a todos los hombres esa luz o llamamiento, al cual todos están
220 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

obligados a corresponder ejecutando el acto de creer. Lo primero,


pues, que Dios le exige al hombre para salvarlo es que crea; y el
primer acto con que el hombre puede buscar a Dios es el de creer.
La fe, pues, es el punto de partida en el camino del hombre hacia su
eterno destino, es el fundamento de su salvación; y esto, no sólo
por ser el primer paso y la condición indispensable para poder
principiar a andar el camino, sino porque ese acto tiene que seguir
sirviendo de base o fundamento a todos los demás actos y pasos
que se han de dar en él. La fe es pues el elemento más importante
de la vida, el más rico tesoro que Dios nos ha dado, es nuestra luz,
es nuestro vigor: así como en la vida ordinaria nada puede hacerse
sin luz y sin tener las fuerzas y aptitudes requeridas para el objeto,
así sin la fe es imposible hacer nada en orden a la salvación.

No hay cosa pues que deba el hombre estimar más que la fe; no
hay otro bien para cuya conservación y aumento deba esforzarse
con más empeño. Decimos aumento porque, aunque la fe no es un
bien que pueda adquirirse ni aumentarse con solas fuerzas
humanas, sino que es un dón gratuito, infuso en nuestra alma por
el Espíritu Divino que se nos da en el Bautismo, sin- embargo, en
nuestra mano está ejercitarnos en esta virtud y obtener su aumento
por ese ejercicio y nuestros ruegos, mediante la gracia de Dios.
Debemos pues desear ardientemente y pedir al Señor como los
Apóstoles que nos aumente la fe (S. Lucas, XVII, 5). Es verdad que
a este deseo y ejercicio somos refractarios, porque el pecado que
cometieron nuestros primeros padres, con el cual nacemos, es
precisamente la incredulidad: el demonio nos contagió con su
perfidia, con la cual se negó a creer y obedecer las palabras del
Creador, e hizo que Adán y Eva dejasen de creer a Dios, suma
verdad, y le creyesen a él, padre de la mentira. Debemos pues
imitar al padre del lunático del Evangelio (S. Marcos, XI, 16 y sigs.)
quien con humildad, aunque con deficiente fe, pedía el remedio
de su hijo, y al oír de los labios del Redentor que la condición
necesaria para ello era la fe, y que nada había imposible para el
que verdaderamente creyese, suplico postrado y con lágrimas al
Señor que le diese esa fe que aún le faltaba, y con esa humilde
súplica obtuvo el cumplimiento de sus deseos.
El apetito de la injuria / 221

Y debemos hacerlo así con tanto mayor razón cuanto que, además
de nuestra personal dificultad, tenemos nuestra fe rodeada de
terribles enemigos y peligros externos, de suerte que, si es
sobrenatural y prodigiosa la infusión de ella por el Espíritu Santo
en nuestra alma, no lo es menos su conservación y aumento.

De los siete impedimentos y peligros de la fe, enumerados por el


Concilio Plenario de la América Latina, no hay duda que los más
graves y poderosos son los errores que se difunden y arraigan en
las familias y en los pueblos por medio de la imprenta y la enseñanza
escolar. Así lo han reconocido los Sumos Pontífices, quienes han
llamado siempre la atención de los Pastores y de los fieles hacia
estos peligros, y dictado enérgicas providencias para librar de ellos
a las almas. Por su parte los Prelados de la Santa Sede, en todas las
tres Conferencias que han celebrado en 1908, 1912 y 13 y 1916, se
han ocupado preferentemente de este asunto, y dictado ordenaciones
concretas y acertadas contra los males de la enseñanza laica y
anticristiana, y de la prensa impía; y Nós creemos conveniente
insistir en lo mismo, dando a nuestros amados fieles algunas
enseñanzas, y dictando algunas disposiciones, pues, aunque lo
extraordinario y monstruoso de los errores que se trata de propagar
causa natural repulsión, y por eso parece menor el peligro, sin
embargo, la insistencia en instruir oportuna e importunamente es
un precepto apostólico (San Pablo, 2a Epístola a Timoteo, IV, 2 ), y
el deber que nos incumbe es gravísimo; y esperamos que, así como
por nuestra parte queremos cumplirlo con fidelidad, los fieles por
la suya no nos desatenderán, y así se verán libres de esos peligros y
de la muerte que en ellos se oculta.

Ya comprenderéis que tratamos en primer lugar de un periódico


que fue prohibido por la Conferencia Episcopal de 1913, y ahora ha
reaparecido como órgano de la sociedad llamada «Unión
Progresista», de Neiva; y en segundo lugar de la escuela que esa
sociedad ha fundado y que prohibimos en nuestra próxima anterior
Pastoral.
222 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

II

El Director de La Opinión, Dr. Anselmo Gaitán U., publicaba en 1909


otro periódico titulado La Reivindicación, del cual dijimos entonces,
en una Advertencia al pueblo, lo siguiente:

«La Reivindicación», periódico de Neiva, para establecer las


malhadadas libertades «de palabra, de pensamiento, de cultos, etc.»,
incurre en el absurdo de ateísmo, o negación a Dios, pues al tratar
del origen del derecho suprime toda noción de Dios y de voluntad
o ley de Dios, como si pudieran existir derechos u obligaciones sin
la voluntad del Creador que determina los unos e impone las otras;
se mancha de panteísmo, pues afirma que existe un «Todo Universal,
del que los distintos seres existentes no son sino formas y
manifestaciones»; establece el immoralísimo principio de utilidad
como criterio que determina lo que es lícito o ilícito; niega la libertad
humana, pues dice que «todo hombre es esclavo de las necesidades
e imposiciones de su organismo y de su medio, y tiene la necesidad,
la libertad y el derecho de obrar y pensar de acuerdo con ellos», de
suerte que no es responsable de lo que haga, pues lo hace por la
necesidad que lo fuerza a ello; y resulta además lastimosamente
ser una misma cosa la libertad y la necesidad…!; establece la
voluntad de cada hombre como regla de sus acciones y de las
obligaciones de los demás para con él, pues dice que «la
determinación de nuestra voluntad por la necesidad y por los
motivos que a ella le parecen más poderosos, obliga a los demás a
reconocernos el derecho y la libertad de obrar» como obramos, de
suerte que hay tantas leyes morales como voluntades humanas,
puesto que cada voluntad se forma su propia ley; dice sin distinción
alguna que «todo hombre tiene derecho a ser respetado en sus
afectos», por consiguiente inclusive los afectos criminales; niega la
virtud de la abnegación cristiana, pues dice que a nadie le es lícito
hacer bien sino de lo que le sobra; corrompe la noción de la caridad
cristiana, e incurre en otros muchos absurdos y monstruosos y muy
dañinos errores, en un artículo titulado «Noción del derecho y de la
libertad». [Número 4, página 14 de La Reivindicación]. En otros
números hay también varios errores anticatólicos.
El apetito de la injuria / 223

Nadie puede, pues, leer «La Reivindicación» de Neiva con la


conciencia tranquila».

A fines de 1912 dijimos en otra Advertencia al pueblo:

«El periódico La Opinión, editado en la Imprenta Departamental, es


ateo, como su predecesor La Reivindicación, que fué reprobado por
acto episcopal en 1909: prescinde absolutamente de toda idea de
Dios, de su Providencia y de su soberano influjo en todos los actos
humanos; atribuye a la naturaleza lo que sólo puede atribuirse al
Creador, y hace recordar uno de los errores más vergonzosos de La
Reivindicación, que tributó al sol los honores que sólo se deben a
Dios.

Proclama repetidas veces otro error de sumo daño para los


individuos y las sociedades, afirmando que la Religión es cosa
exclusiva de la conciencia y del fuero interno, y por consiguiente
sin influencia alguna en los criterios u opiniones que determinan la
vida externa, de suerte que el hombre puede ser religioso por dentro
y ateo por fuera.

Proclama el principio revolucionario de que el pueblo es el


verdadero soberano del Estado, principio reprobado, no sólo por
la verdad católica, sino aun por la razón natural. Sinembargo sostiene
que a la autoridad le deben obediencia los súbditos, aun cuando
mande algo opuesto a los dogmas católicos, siendo así que toda
autoridad deja de serlo desde el momento en que sus preceptos
pugnan con la voluntad del Creador, y que por consiguiente el no
cumplir tales preceptos no es en verdad desobediencia a legítima
autoridad, sino verdadera obediencia a Dios.

Todas las doctrinas de La Opinión respiran el pésimo error del


modernismo tantas veces reprobado en estos tiempos por la Santa
Sede, maestra infalible del mundo…

…Es un periódico sumamente pernicioso para los intereses de la


sociedad cristiana, y nadie puede leerlo con la conciencia tranquila».
Esto dijimos en 1912.
224 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

III

El Director de La Opinión continúa sosteniendo y enseñando estos y


otros abominables errores.

Niega los dogmas de la Providencia divina, de la oración, el


sacrificio y la expiación, cuando afirma (n. 55) que la creencia en los
castigos de Dios y en la satisfacción a su justicia por medio del
ayuno, las oraciones y sacrificios es un error que se opone del todo
al progreso de la humanidad; por manera que Dios es un ser
insensible e insano que para nada se cuida de sus creaturas ni de
que éstas le ofendan o le obedezcan, y con haberlas redimido y hecho
posible su salvación del pecado y de la desgracia eterna, las ha
condenado a la imposibilidad de mejorar su suerte. Descomunales
absurdos que no son sino consecuencias de otros mayores.

Sostiene que sin creer en Dios y sin practicar deberes ningunos para
con Él, puede perfectamente el hombre ser bueno y recto, y que al
contrario, la idea de Dios y de que existan deberes para con Él, son
prejuicios absurdos que se oponen a la recta formación y educación
del hombre. Según esto, para el Dr. Gaitán Dios no es bueno, ni es
origen de nada bueno, sino al contrario: para el Dr. Gaitán Dios es
malo y origen de lo malo! Qué horror!

IV

Con esta ocasión habla de varios dioses, del Dios de los católicos, del
Dios de cualquiera de las religiones teístas, y afirma (n. 57) que no es un
error hablar de religiones sin Dios que son verdaderas religiones
porque ligan al hombre con la naturaleza.

El sentido común basta a los fieles, aun los menos instruidos e


inteligentes, para comprender que es demasiada la torpeza de quien
pretende hacer penetrar en mentes sanas la enseñanza de que no
hay Dios, o de que los paganos estaban en lo cierto y en lo recto
cuando adoraban varios dioses, tantos cuantos eran los vicios por
demás lamentables que servilmente practicaban; y ese mismo
sentido común les hará congratularse con la Santa Iglesia, que el 24
El apetito de la injuria / 225

de abril de 1870, en los cánones de la sesión 3ª del Concilio Vaticano,


proclamó de modo expreso y terminante una verdad, de la cual
ellos nunca sospechaban pudiera ponerse en duda, a saber: «I. Si
alguno negare que hay un solo y verdadero Dios, Creador y Dueño de
todas las cosas visibles e invisibles, sea anatema», esto es,
excomulgado o condenado.

Habla de «un dios confundido con el mundo, no distinto de éste, materia


increada, infinita y eterna, de la cual no son sino múltiples
manifestaciones y apariencias accidentales, variables y temporales
todo cuanto existe y sucede en el universo».

Aquí también basta el sentido común para comprender que la


materia no puede ser Dios, pues es imposible concebir un Dios que
pueda corromperse, o sea descomponerse o dividirse en partes
diversas, como es la materia, cuya existencia consiste en estar
compuesta de varias partes o elementos constitutivos, separables
unos de los otros, y ser por lo mismo esencialmente corruptible,
sujeta a mutaciones, cambios y corrupción. Es pues demasiado,
inconcebible absurdo, pensar que la materia pueda ser increada,
infinita y eterna como es Dios; y aquí nuevamente os invitamos a
congratularos con la Iglesia por haber lanzado anatema el citado
Concilio, contra los que digan que la materia, o sean las cosas
visibles, no han sido creadas por Dios.

VI

Pero lo que es más inconcebible es aquello de que todo lo que existe


y sucede en el mundo no son sino múltiples manifestaciones y
apariencias accidentales, variables y temporales del Dios-mundo,
del Dios-materia. Por manera que el mismo Dios que, por medio
del sentido común y por boca de los sabios, enseña que no hay efecto
sin causa, ese mismo sería el dios-materia que por medio del Dr.
Gaitán nos enseña que ningún efecto tiene causa, puesto que el efecto
que los comprende todos, que es la existencia del mundo, ha
resultado sin causa, una vez que la materia es increada, esto es, que
226 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

existe sin que nadie la haya hecho existir. En este mundo-dios del
Dr. Gaitán es pues una misma e idéntica cosa la verdad y el error, y
nuestra inteligencia se alimenta lo mismo con éste que con aquella.

VII

Según este sistema, el mismo Dios que se manifiesta en las leyes


para hacer rectos a los hombres y para castigarlos cuando delinquen,
es el mismo que se manifiesta en ellos cuando caen en el delito. Los
criminales, pues, no son responsables, pues no son ellos los que
pecan, sino Dios quien peca en ellos; y por tanto son inútiles e
injustas las leyes, injustos y criminales los legisladores, inútil y vana
la autoridad. Esta es la moral que por medio de su órgano legítimo
proclama «La Unión Progresista» de Neiva, esta la educación que
se da a los niños en su escuela.

VIII

El mismo Dios que, por medio del irrefragable testimonio de la


historia, nos certifica que los cristianos de los tres primeros siglos
fueron perseguidos, martirizados y entregados a la muerte porque
no quisieron ser infieles a la fe que habían profesado y prometido
al Redentor del mundo y que por eso hoy son honrados y venerados
como héroes, mártires del deber y de la virtud, ese mismo sería el
dios-materia que, por medio del Dr. Gaitán, los calumnia diciendo
que la causa de las persecuciones que sufrieron era el estar
sindicados y acusados como criminales, y que por tanto, como
fácilmente esos crímenes eran verdaderos, nosotros, al venerarlos
en los altares, veneramos el crimen.

Dios es quien, por medio del testimonio histórico, que en todo el


mundo constituye criterio infalible de certidumbre, nos dice que la
Iglesia siempre ha sido favorecedora de la ciencia, y que a ella y a
muchos de sus hijos sabios se debe en gran parte el adelanto de la
misma; y ese mismo sería el dios-mundo que por medio de Gaitán
calumnia a la Iglesia diciendo que condena como delito la
investigación científica.
El apetito de la injuria / 227

IX

El mismo Dios que por boca y ejemplo de su adorable Hijo el


Redentor del mundo nos enseña que la humildad es una necesaria
virtud, fundamento de todas las demás virtudes y única fuente de
verdadera tranquilidad del alma (San Mateo, XI, 29), ese sería el
mismo dios-materia que por medio del Dr. Gaitán (n. 58) nos enseña
que la humildad es el envilecimeinto de la humanidad, que la
soberanía del ángel caído es virtud, que la rebeldía es imprescindible
derecho; y se avanza a proferir la blasfemia y calumnia de que el
Redentor fué rebelde y que dió ejemplo de rebeldía, Él, que por
obediencia, como dice San Pablo (Epístola a los Filipenses, II, 8), se
sometió a la muerte y a la muerte de Cruz. Así también, el mismo
Dios que sancionó y estableció el culto externo con todas sus
prácticas, aún las más minuciosas, en la antigua ley, haciendo
construir el templo y aceptando con prodigios los sacrificios y
funciones de su dedicación, santificándolo y defendiéndolo de
profanaciones, obedeciendo Él mismo las prácticas prescritas por
la ley, estableciendo el Divino Sacrificio y los Sacramentos con sus
ceremonias, este mismo sería el dios-materia que vergonzosamente,
en persona del Dr. Gaitán, nos afirmaría que el culto externo que
practica la Iglesia fué tomado por ésta del paganismo y de la idolatría,
para poder engañar a los pueblos. En este mundo-dios, en que
luciferinamente delira Gaitán, lo mismo es la santidad que el pecado,
lo mismo las virtudes que los vicios; por lo mismo no hay para que
tomarse trabajo ninguno por ser bueno, y en todo se puede seguir,
como él dice, «no la fe, sino las enseñanzas e inspiraciones
naturales».

En otras partes niega que exista la ley eterna y su sanción: niega


que exista después de la muerte otra vida de premios y castigos, o,
lo que es lo mismo, niega que el hombre tenga una alma espiritual
e inmortal; de suerte que no se diferencia un hombre de un bruto
sino en la figura corpórea, en lo que se diferencia un bruto de otro
bruto. No habiendo pues premios que esperar ni castigos que temer
después de la muerte, queda eliminado todo freno al vicio y al
desorden moral, y se deduce claramente que no existen deberes ni
obligaciones, pues ni hay nada bueno que esperar, como premio
228 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

del deber cumplido, ni tampoco nada de malo que temer, como


castigo por haberse negado a cumplirlo. Será pues un loco quien no
siga en todo sus apetitos, por malos y depravados que sean. Pobre
sociedad! Pobre humanidad!

Pero si el verdadero y profundo envilecimiento, en que pretende


Gaitán asumir a Dios y a su creatura el género humano, nos causa
amarga tristeza, la Iglesia del Divino Redentor nos alienta y consuela
por medio de las siguientes definiciones dogmáticas del lugar citado
del Concilio Vaticano:

«2. Si alguno no se avergonzare de afirmar que, fuera de la materia,


ninguna otra cosa existe, sea anatema.

3. Si alguno dijere que es una sola y misma la sustancia o esencia


de Dios y la de todas las cosas, sea anatema.

4. Si alguno dijere que las cosas finitas, tanto las corporales como
las espirituales, o al menos las espirituales, han emanado de la
divina sustancia;

O que la sustancia de Dios, por medio de la manifestación o


evolución de sí misma, se hace ella misma todas las cosas;

O por último, que Dios es un ente universal o sea indefinido


que, determinándose a sí mismo, constituye la universalidad de
las cosas, distinguida en géneros, especies e individuos; sea
anatema.

5. Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él


se contienen, tanto espirituales como materiales, en toda su
sustancia, han sido producidas de la nada por Dios… sea
anatema».
El apetito de la injuria / 229

XI

Prescindimos de otros muchos gravísimos dislates de La Opinión


por no alargar demasiado esta Carta Pastoral. Varios de ellos
quedaron refutados en la que os dirigimos de Neiva el 1º de
diciembre último, al tratar de la escuela de «La Unión Progresista»,
escuela cuyas enseñanzas son idénticas a las de La Opinión. Tanto el
director del periódico como el de la Escuela, se han dirigido a Nós
por escrito y públicamente, para invitarnos a que vayamos a su
escuela a oponernos a la enseñanza impía que en ella se da,
afirmando que los maestros que ahí enseñan son impíos, y se
proponen hacer impíos a los alumnos, añadiendo ambos, con
absurdo y diabólico sarcasmo, que ese es nuestro deber de pastores
para con las ovejas que arrebata el lobo, librarlas de la muerte sin
quitarlas de sus garras, o hacer como un médico que se propusiera
curar un enfermo contagiado, con la condición de no quitarlo del
lugar de contagio, ni privarlo de las cosas que le producen el mal.
Verdaderamente no parece que quienes tales cosas dicen tengan
uso de razón; y son los maestros de la escuela progresista.

XII

Notad sin embargo que la idea fundamental que se persigue en


todo esto es la de desembarazarse de Dios, librarse del recuerdo de
Dios, aniquilar en la mente de todos toda idea de Dios. Parece que
Dios les estorba para todo: estorba para vivir, estorba para la vida
doméstica, para la vida civil, estorba para todo; por eso se le hace
guerra, por eso se le aborrece, por eso se aborrecen sus beneficios,
se aborrece su Redención, se aborrece a su Hijo humanado y todo
cuanto El dijo, enseñó e hizo para nuestro bien. Quien lo creyera,
amados fieles: aquí entre nosotros hay quien aborrezca a Dios con
odio expreso y verdadero ¡hay quien aborrezca expresa y
verdaderamente a quien murió en cruz por librar de la muerte al
género humano! ¿Y vosotros queréis que vuestros hijos sigan
recibiendo tales enseñanzas?
230 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

XIII

Ya veis a qué extremos conduce el apartarse de la divina luz de la


santa fe. Ya veis qué absurdos, qué abominaciones ocupan el
espíritu del hombre que ha abandonado la fe. Poned pues vosotros
todo vuestro esfuerzo en permanecer fieles a vuestro Señor y
Redentor, y a sus enseñanzas que la santa madre Iglesia os trasmite.
Afianzad cada fía más vuestras convicciones; hacedlas cada día más
sólidas y profundas, no solo estudiando la Religión y los motivos
de credibilidad, sino principalmente repitiendo los actos de la
creencia, fundados en la más humilde y confiada sujeción de vuestra
mente a la mente divina, que con tanta bondad se ha dignado
descubriros y enseñaros verdades, profundas sí e inefables, pero
que llenan el espíritu de consuelo y esperanza, y son el único
fundamento de vida, no del todo pero sí en verdad, feliz en este
mundo. Sobre todo cuidad de los peligros: cuidaos vosotros y
cuidad a vuestros hijos y personas todas de vuestra casa. Nunca os
permitáis vosotros, ni permitáis a ninguno de los vuestros, leer
escritos contrarios a la religión o a las buenas costumbres; no
estrechéis relaciones con impíos, huid y haced huir a vuestros niños
lejos, muy lejos, de la enseñanzas de los impíos.

XIV

Para cumplir con el deber de nuestro cargo, y teniendo en cuenta el


contenido de la Constitución «Apostolicae Sedis» dada por Pío IX el
12 de octubre de 1869, a saber: «Declaramos incursos de hecho en
excomunión especialmente reservada al Romano Pontífice a todos
los apóstatas de la fe cristiana y a todos y cada uno de los herejes,
cualquiera que sea el nombre que lleven, y cualquiera que sea la
secta a que estén afiliados, lo mismo que a todos los que les crean…
o los favorezcan»; declaramos lo siguiente:

El Dr. Anselmo Gaitán, Director del periódico La Opinión, como autor


de los escritos absurdos y heréticos que acabamos de condenar,
está incurso en excomunión mayor reservada especialmente al Sumo
El apetito de la injuria / 231

Pontífice, impuesta en los citados cánones del Concilio Vaticano y


en el párrafo citado de la Constitución Apostolicae Sedis.

También incurren en la misma pena todos los escritores del dicho


periódico, los superiores y profesores de la Escuela fundada en
Neiva por la Sociedad llamada «Unión Progresista» y cualesquiera
otras personas, que crean, sostengan o defiendan las doctrinas
heréticas del expresado periódico.

Prohibimos bajo pena de excomunión mayor: a) la suscripción al


citado periódico y su lectura; b) el hacer en él cualesquiera
publicaciones; c) el imprimirlo, distribuirlo o prestarle apoyo; d) el
colocar o conservar alumnos en la escuela de la «Unión Progresista»
de Neiva; e) el contribuir al sostenimiento de esa escuela o prestarle
apoyo.

En esta excomunión incurrirán de hecho todas aquellas personas


que conociendo esta disposición ejecuten cualquiera de los actos
por ella prohibidos.

XV

Pedimos encarecidamente a los fieles todos, que hagan fervorosas


y constantes oraciones para que el Señor, por intercesión de la Divina
Madre y Patrona de esta Diócesis, cuyo pie inmaculado le aplastó
la cabeza a la serpiente, se digne dar término a estos males tan
grandes y traer a buen camino a todos los extraviados.

XVI

En virtud de las facultades concedidas por la Santa Sede el 1º de


enero de 1910, durables por diez años, sobre Indulto de ayuno y
abstinencia, concedemos para el presente año dicho Indulto.
232 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Todos los fieles mayores de veintiún años que sean capaces por su
salud y estado:

1º Ayunarán sin carne el miércoles de Ceniza, todos los viernes de


Cuaresma y el jueves santo;
2º Ayunarán con carne los demás miércoles de Cuaresma y los
viernes de Adviento.
3º Guardarán la abstinencia sin ayunar, las cuatro Vigilias de
Navidad, Pentecostés, San Pedro y la Asunción.

Los días de ayuno pueden tomar leche pero no huevos en el


desayuno, cuidando de no exceder la cantidad permitida que es la
de unas dos onzas poco más o menos, sin contar el agua; pueden
también tomar leche y huevos en la colación de la noche, cuya
cantidad es la de unas ocho onzas, también sin contar el agua.

Los menores de veintiún años no están obligados a otra cosa que a


guardar la abstinencia en los días en que obliga ésta, a saber: el
miércoles de Ceniza, los viernes de Cuaresma, el jueves santo y las
cuatro Vigilias de Navidad, Pentecostés, San Pedro y la Asunción.

Esta Pastoral será leída íntegramente en todas las iglesias y capillas


de la Diócesis en días de concurso.

Dada en Garzón a 6 de febrero de 1917.

ESTEBAN
OBISPO DE GARZON

Por mandado de S.S.I.,


OCTAVIO HERNANDEZ R.,
Pbro. –Secretario.
El apetito de la injuria / 233

Anexo 2

Excomunión contra «La Palabra» de Neiva.

NOS ESTEBAN ROJAS,


POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE
APOSTOLICA,
OBISPO DE GARZÓN.

CONSIDERANDO:

1. Que con el título de «La Palabra» ha reaparecido en Neiva el


periódico «La Opinión» que Nós prohibimos bajo censura en nuestra
Pastoral para la Cuaresma de 1917;
2. Que no solamente continúa dicho periódico proclamando los
mismos monstruosos errores de antes, sino que se ha dado a la tarea
de herir nuestro corazón de católicos en lo que todos creemos con
mayor aprecio y en lo que fundamos nuestras más caras esperanzas,
como son las verdades relativas a la sacratísima Persona de María,
Madre de Dios y nuestra muy amada;
3. Que se nota una cierta tendencia o inclinación errónea y
envenenada en algunos católicos a conciliarlo todo sin discreción
alguna, y en consecuencia a manifestar adhesión y aun estimación a
los peores enemigos de sus más fundamentales y caras creencias;
4. Que es gravísima obligación nuestra precaver con eficacia a los
católicos contra este tan grave peligro de corrupción para ellos y
sus familias;

DECRETAMOS:

Queda prohibido bajo pena de excomunión, en que se incurrirá


de hecho:
1. El suscribirse al citado periódico «La Palabra» o el leerlo;
234 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

2. El imprimirlo, distribuirlo o prestarle apoyo;


3. El hacer en él cualesquiera publicaciones.

Dado en Garzón, a 27 de diciembre de 1918, día de San Juan


Apostol y Evangelista.

(L.S.) ESTEBAN, OBISPO.

Por mandado de S.S.I.,

Octavio Hernández R.
Pbro. Secretario
El apetito de la injuria / 235

Anexo 3

Periódicos del Huila. Rojas Garrido redactó uno de


los primeros periódicos editados en el Huila.

La demora en llegar a mis manos la atenta carta del director de «El


Tiempo», en solicitud de un articulo «que sea una especie de reseña
histórica del periodismo en este departamento», no me permitió
excusarme oportunamente de tan honroso encargo ni hacer un trabajo
digno de la edición número 10.000 del decano y mejor exponente
de la prensa nacional.

Tarea enojosa y ardua ésta de escribir sobre actividades públicas


en que se ha intervenido personalmente y de manera asidua y
notoria, como es el caso mío, tratándose de periodismo en este
departamento. En algún periodiquito jocoso que se publicaba en
esta ciudad, apareció, en una sección de «imposibles», el siguiente:
«Que el doctor Gaitán no escriba». Así como en otra sección de «cosas
inútiles», figuró «la peinilla del doctor Gaitán», aludiendo a mi
enveterada e inocultable calvicie. Ha sido tal mi afición a escribir, o
mejor, mi necesidad de escribir, necesidad impuesta por un
imperativo de conciencia que reacciona automáticamente contra toda
iniquidad y toda injusticia, que en alguna época en que no había en
esta ciudad un periódico liberal, escribí en un periódico conservador
disidente, fomentando la división y la pugna entre conservadores
disidentes y charristas, pugna y división que aún subsisten. Y por
cierto que dizque lo hice muy bien, como escritor disidente, al decir
de mis cuasi-semi-copartidarios.

Recién pasada la guerra de los mil días vine por primera vez a este
departamento, a Neiva, cuando todavía hacia parte del Tolima. No
se publicaba aquí periódico ninguno. Escribí alguna o algunas
236 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

crónicas políticas contra lo que el Señor Caro llamó «reinado azul


del Tolima»; crónicas que por conducto de mi prematuramente
desaparecido amigo Leopoldo Argáez, hijo del inolvidable don
Jerónimo, propietario de «El Telegrama», de Bogotá, fueron acogidas
en dicho periódico conservador. Tuve que desistir de tales
publicaciones por suspensión de «El Telegrama» y porque el
entonces administrador de correos don Juan Romero O., muy
conservador y muy devoto, pero hombre honorable, bien
intencionado y ecuánime, me advirtió confidencialmente que había
recibido orden de sus jefes políticos, de abrir mi correspondencia
porque se sospechaba que era yo el autor de aquellas publicaciones.

El departamento del Huila fue creación del llamado «quinquenio


nefando», El general Reyes, en su empeño de dividir para reinar,
convirtió el país en una colcha de retazos. Y... chitón! chitón! La
soberanía seccional calló. Uno de esos retazos fue el Huila, segregado
del Tolima. Antes de esta segregación se habían publicado en la
que es hoy región del Huila, algunos periódicos. Por allá en el año
de 1862 se publicó en Yaguará «El Centinela en campaña»; en 1857,
«La Luz»; «El Vigilante» y «La Escuela», en 1880; «La República»
en 1882; «La Estrella del Tolima», en el mismo año; «El Bien Público»
en 1883; «La Reintegración» en 1884 y «EI Unitario» en 1886, todos
de Neiva; y en 1893 «El Impulso», de Garzón. Apareció también en
aquella época «El Alto Magdalena». No he podido obtener datos
sobre las condiciones editoriales, ni sobre los directores, contenido
y tendencias de estos periódicos. Debieron ser, como han seguido
siendo las posteriores publicaciones en el Huila, publicaciones de
vida efímera, semanales o mensuales, intermitentes y esporádicas.
Me han informado que en «El Alto Magdalena», escribía Rojas
Garrido.

La precaria situación en que quedó el liberalismo después de la


última guerra en todo el país, y especialmente en esta región
dominada por el fanatismo político-religioso más perseguidor,
inclemente y agresivo, hacía imposible para los liberales toda
actividad política en las condiciones ordinarias. Era un deber para
cualquiera que estuviese en condiciones de iniciar y afrontar la
lucha, hacerlo. La circunstancia de haber militado lejos de esta región
El apetito de la injuria / 237

y no encontrar aquí, por consiguiente prevenciones ni resentimientos


surgidos de la guerra; mi juventud y mi profesión de médico, me
ponían, en mi concepto, en condiciones favorables y esperé el
momento oportuno.

Después de mis ensayos en «El Telegrama», hice mi primera salida


durante la administración Reyes; con tan mal éxito, que fui a dar al
cuartel de la policía y se me decretó el confinamiento, primero en
Mocoa, y luego, por consideraciones especiales, a La Palma, en
Cundinamarca. Difícilmente obtuve que se me permitiera regresar
a esta ciudad.

Como órgano de los empleados públicos, semioficial y superficioso,


apareció en esta ciudad en 1907, el periódico «Huila», editado en la
imprenta oficial y con material y empleados oficiales. Los
inconformes teníamos que contentarnos con morder el freno y tragar
saliva.

Derribada la dictadura al incontenible empuje cívico de la Unión


Republicana, de cuyo directorio seccional tuve el honor de ser
miembro, en compañía de los generales Toribio Rivera y Plácido
Serrano y del doctor Augusto Martínez, confinado en esta ciudad,
apareció, bajo la dirección de Augusto Martínez, Felipe Serrano y
yo, «La Reivindicación». Al primero o segundo número se nos
separó Augusto Martínez, por no estar de acuerdo con la orientación
marcadamente liberal del periódico. Al octavo número nos cayó la
censura episcopal, que circuló profusamente en hojas volantes
editadas en la imprenta oficial, pero sin pie de imprenta; ilegalidad
que denuncié ante las autoridades, naturalmente sin resultados.

Al llegar el doctor Roberto Caycedo S., como gobernador, nombrado


por el presidente Carlos E. Restrepo, en reemplazo del general
Pedro Rivera, logré celebrar con la gobernación un contrato en virtud
del cual se publicó en la imprenta departamental «La Opinión».
Entre otras felicitaciones recibí un telegrama de Eduardo Santos y
Alfonso Villegas, que ya publicaban «El TIEMPO»: telegrama que
más o menos decía: «Verdaderamente entusiasmados. Número uno
entre adalides noble causa republicana. Así se escribe.» «El Diario»,
238 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

de Nicolás Esguerra y Fidel Cano, «El TIEMPO» y «Sur América»,


reprodujeron varios editoriales de «La Opinión» o acogieron varios
artículos originales míos cuando la mayoría conservadora de la
Asamblea Departamental prohibió la publicación de «La Opinión»
en la imprenta oficial.

Contemporáneo de «La Opinión» fue «EI Deber» (1912), de Ramón


Alvira Durán, vocero de la fracción liberal bloquista o uribista. Nos
combatimos reciamente. Alvira como bloquista y yo como
republicano, lo que no impidió que más tarde militáramos juntos
bajo la vieja insignia liberal. Es Ramón Alvira Durán un escritor y
polemista formidable, agresivo, irónico, cáustico, sarcástico y de
una lógica insuperable; condiciones que lo hacen temible. Con los
pseudónimos de «Padre Arenales» y «Oídor de la Barra», ha escrito
páginas amenas y de combate, leídas con deleite hasta por sus
mismos contendores.

En una vieja imprenta del señor Antonio Escorcia, conservador,


dotada por mí de algunos elementos, reapareció «La Opinión»
donde escribíamos Alvira y yo, con agresivo desparpajo. Fue
entonces cuando el presbítero doctor Luis Calixto Leyva, después
obispo de Barranquilla, nos dedicó a Alvira y a mí, en respuesta a
algunos de nuestros escritos, un soneto que terminaba con el
siguiente verso: «Yo os junto, oh par de víboras rastreras». El ardor
de las luchas de esa época explica estos desplantes de quien fue un
terrible polemista, un escritor castizo, inteligente e ilustrado, y un
virtuosísimo Ministro de Cristo, cuya reciente muerte fue
unánimemente deplorada.

La prensa conservadora de esa época estuvo representada por «Dios


y César» (1910) y «La Lid» (1912), de Garzón; y «El Bien Social»
(1911) y «El Símbolo» (1914) de Neiva; periódicos generalmente
dirigidos por sacerdotes, editados en imprentas clericales y
distribuidos en las casas curales. El lenguaje imperante de esta
prensa ruborizaría a cualquier gente de arrabal. En «Dios y César,
órgano de la curia, editado en la imprenta diocesana» según se leía
en su encabezamiento, y dirigido por el hoy Obispo de Ibagué, señor
Rodríguez, se publicaba un «Permanente» titulado «Lista de los
El apetito de la injuria / 239

empelados públicos que viven amancebados»; y seguía la lista con


los nombres propios de ellos y ellas, los empleos desempeñados y
detalles y comentarios de la más asquerosa y repugnante
vulgaridad. Tal prensa entraba a saco en la vida privada de los
ciudadanos y no se detenía ante ninguna consideración ni ante
ningún límite, usando armas tan viles como la de propalar que yo
estaba tuberculoso; «el tuberculoso mediquillo», me llamaba, con
el propósito de alejarme clientela profesional.

Por este entonces anduvo en misión evangelizadora y moralizadora


un jesuita Arango que editaba unos volantes titulados
«Triquitraques» y «Traquetriques», de la más burda y espesa
inmoralidad. A estos pasquines clericales se opusieron unos
volantes titulados «Parches Porosos», editados en máquinas de
escribir y atribuidos al saleroso ingenio del señor Policarpo Sánchez.
Entre estos «Parches Porosos» y una interpretación fisiopsicológica
de las actividades del padre Arango, consignado en un escrito de
Enrique Millán O., publicado en «El Republicano», de Bogotá,
hicieron callar al jesuita, ya que no fue posible obtener de las altas
autoridades eclesiásticas un correctivo o siquiera un paliativo para
tanto desmán.

El Obispo de Garzón, señor Esteban Rojas, hombre sencillo, virtuoso,


desinteresado y abnegado, pero demasiado apasionado y de un
criterio evangélico extraviado, autorizaba y patrocinaba estas
campañas con el celo intransigente y tenaz del convencido, alegando
que lo malo no era que las cosas inmorales se publicaran, sino que
sucedieran. Tenía la obsesión de que yo lo odiaba y por eso me
odiaba. En sus escritos me llamaba «el advenedizo satánico», «el
ignominioso Gaitán», y otros calificativos por el estilo.

En una sesión del Senado, en 1920, durante una discusión que tuve
con el doctor José Joaquín Casas, leí algunas de esas publicaciones
periodísticas, que dejaron escandalizados a mis colegas, tanto
liberales como conservadores. Al día siguiente el senador Aquilino
Gaitán me exigió que le facilitara, con carácter devolutivo, los
papeles leídos en la sesión anterior, para que los leyera el Superior
de una comunidad religiosa que se negaba a creer en la autenticidad
240 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

de tales escritos. Cosa semejante le ocurrió al general Vásquez Cobo,


cuando en una sesión de la Cámara de Representantes tuve ocasión
de leer algunos de ellos.

Por ese entonces vino al Huila el señor Francisco de A. Mogollón


quien con un valor temerario resolvió meterse en la boca del lobo,
publicando en el centro mismo de las actividades e influencias del
Obispo Rojas, «EI Carnaval», periódico que desarrolló una
admirable campaña anticlerical. La labor de «El Carnaval» fue de
las que perduran. Mogollón abrió surco. Minó la creencia de la
intangibilidad de la autoridad clerical. Recientemente ha vuelto a
esta ciudad este benemérito luchador liberal, pobre y casi ciego y
su presencia ha pasado inadvertida para sus copartidarios.

En la prensa conservadora disidente merece especial mención «El


Porvenir», desde cuyas columnas realizaron Agustín Uribe
Afanador y Matías Silva H., una brillante labor periodística. Llamó
también la atención pública y sorprendió a los conservadores por
lo inesperada, la actitud altiva e independiente de otro conservador,
don Eudoxio Perdomo quien se irguió por la prensa contra las
exageraciones de sus copartidarios, no obstante haber pasado ya la
edad de las rectificaciones y de haber sido hombre ecuánime,
sencillo y bondadoso. Los hijos de don Eudoxio militan hoy en las
filas liberales.

La excomunión episcopal cayó al fin sobre «La Opinión», que no


por esto sino por inconvenientes editoriales, hubo de suspenderse
algún tiempo después. Una de las mayores dificultades con que
entonces tropezábamos los liberales y que nos ponía en condiciones
de inferioridad era que carecíamos de una imprenta medianamente
servible, a tiempo que los conservadores contaban con las prensas
de la curia. Felizmente se presentó un buen día en que un
comisionado de una logia masónica vino a fundar la logia de esta
ciudad, cuya base fue un triángulo constituido por Luis Felipe
Blanco, Guillermo E. Borrero y yo. Dicha entidad patrocinó dos
laudables obras: una escuela privada que quedó bajo la dirección
de Ramón Alvira y en la cual actuamos como profesores gratuitos
varios liberales; y la consecución de una imprenta, modesta pero
El apetito de la injuria / 241

suficiente para nuestras necesidades más apremiantes, y en la cual


empezó a editarse bajo mi dirección «La Palabra», y se han seguido
editando casi todos los periódicos liberales que han aparecido desde
entonces.

Como era natural, el clericalismo reaccionó violentamente. La saña


clerical llegó hasta el extremo de que el párroco de Neiva, Presbítero
Julián Quesada, no quiso solicitar los servicios de la banda de
músicos de esta ciudad para la fiesta patronal del 8 de diciembre
de 1918, porque la banda había tocado en el recibimiento que me
hizo el pueblo liberal a mi regreso de las sesiones del Congreso.
Prefirió el Párroco contratar los servicios de la banda del Espinal.
Algunos liberales traviesos, con la complaciente complicidad del
director de dicha banda, me dieron con ella una serenata, lo que
bastó para que el curita resolviera no aceptar los servicios de esa
banda tampoco y se negara a reconocerle el valor del contrato. El
doctor Roberto Scarpetta Durán como apoderado de los músicos,
obtuvo para ellos el pago de trescientos pesos. Y en un sermón
dominical, el párroco declaró que un derrumbe que destruyó en
esos días algunas humildes viviendas, era castigo de Dios por el
recibimiento que se me había hecho. Y el párroco de San Mateo,
Emigdio Artunduaga, el mismo que llamó a Jorge Isaacs «el
escorpión del Cauca» y calificó «La María» de «novela corruptora»,
exhortó a sus feligreses que pidieran a Dios que me eliminara de
este mundo. Y el señor Rojas, interrogado por una señora de mi
familia, muy devota, sobre sus diferencias conmigo, le contestó que
lo único que podía decirle era que no había día que no le pidiera a
Dios que lo sacara a él de la diócesis o me sacara a mí. El doctor
Concha, en charlas íntimas que tuvimos cuando en 1921 fue él
Presidente de la Cámara y yo Vicepresidente habló de algunas
gestiones hechas por el señor Rojas ante la Santa Sede, en este sentido.

Con pretexto de mi oposición y de mi voto negativo en la cámara


de representantes, al proyecto de homenaje a la Virgen María, con
ocasión del congreso mariano, se inventó por los dirigentes
conservadores y el clero, que yo había blasfemado contra la Madre
de Dios y se provocó un plebiscito que desagravió a la Virgen por
medio de escritos, sermones, discursos, procesiones y otros actos
242 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

religiosos en todo el departamento; plebiscito en que se llegó a los


límites del ridículo y cayó sobre mí y sobre «La Palabra» una nueva
excomunión. A las sirvientes de mi casa se les aconsejó no me
sirvieran y a las gentes del camino a mi finca se les ordenó no
prestarme ningún servicio.

Para sortear los escrúpulos de creyentes que pudieran temer la


lectura de un periódico excomulgado, había resuelto en anteriores
casos cambiar el nombre del periódico. Ya en esta tercera
excomunión le notifiqué al señor Rojas que no cambiaría el nombre
para evitar el trabajo de una nueva excomunión y porque había
observado que cada nueva excomunión aumentaba el número de
suscriptores, hasta entre los mismos conservadores que ya
empezaban a gustar el sabor de lo prohibido y de la curiosidad y a
familiarizarse hasta simpatizar con las actitudes irreverentes.

Cuando a fines de 1921 se inició la campaña electoral en que fueron


candidatos los generales Herrera y Ospina, se convino en una junta
liberal, que el periódico órgano del Directorio departamental se
llamara «Renacimiento» para unificar la opinión liberal y por
consiguiente se suspendió «La Palabra».

Con motivo de los escandalosos fraudes y violencias con que se


escamoteó el triunfo del candidato liberal, publiqué en
«Renacimiento» un editorial titulado «Ahora qué sigue?»,en el cual
declaraba que resultando infructuoso todo esfuerzo legal y pacífico
del liberalismo para el ejercicio de sus derechos y la conquista del
poder, no se le estaba dejando otro recurso que la guerra. A este
escrito hizo referencia el general Ospina en su respuesta al memorial
de agravios del general Herrera como para respaldar la suposición
de que el liberalismo se preparaba para la guerra. Igual referencia
hizo en la Cámara de Representantes el Ministro de Gobierno,
general Víctor M. Salazar.

No tardó en recaer sobre mis actitudes el gastado y esprestigiado


recurso de la excomunión por cuarta vez. Conservo entre mis papeles
viejos los telegramas en que el general Herrera y Luis Eduardo Nieto
Caballero me felicitaron por esta nueva consagración.
El apetito de la injuria / 243

«La Tenaza» fue fundada por el señor Reynaldo Matiz, y «El Radical»
por el doctor Roberto Scarpetta Durán y don Arcadio Perdomo y
Serrano. Ambos periódicos eran liberales, pero empeñáronse en
lucha de carácter personal en la cual intervino desde las columnas
de «El Radical» Ramón Alvira Durán. Como consecuencia de la
agresividad de esta lucha sobrevino la muerte del señor Matiz a
manos del señor Perdomo. Este fue absuelto. Yo me hallaba en
Bogotá desde varios meses antes del deplorable suceso. Y sin
embargo, casi quince años después, el año pasado, un
radioperiódico de Bogotá y un cronista de «La Razón» informaron
que yo había sido llamado a juicio por la Corte Suprema como
responsable en la muerte del señor Matiz. La oportuna y terminante
rectificación de la «La Razón» puso fin a la absurda y malévola
información.

En un nuevo esfuerzo de unificación liberal surgió «La Información»


bajo mi dirección y se suspendió «Renacimiento», de cuya dirección
me había retirado al dejar de hacer parte del Directorio
Departamental.

Después del triunfo liberal de 1930, han aumentado los periódicos


liberales. En 1933 circuló «Motivos», del señor Luis F. ColIazos, en
Neiva. «El Debate» de Garzón, dirigido por el doctor Tulio Rubiano
ha tenido varias épocas y ha prestado al liberalismo importantes
servicios en campañas electorales y doctrinarias. En 1934, también
en Garzón, apareció «El Frente», dirigido por el señor Alejo Borrero.
En Neiva apareció «El Crisol» hábilmente dirigido por el señor
Ramón Echeverry Botero. Después de varias intermitencias, ha
reaparecido recientemente. En el mismo año circuló «Huila Liberal».
En 1935 apareció «El Derecho», fundado por el señor Emiliano
Madrid, uno de los huilenses de mayor espíritu público, que ya
antes había publicado «Renovación» con ocasión de un concurso
para reina de la belleza. «Horizontes», de Julio C. Losada, y «Lucha
Liberal» de Vicente Cerquera, han sido publicaciones de tendencia
izquierdista. En Pitalito ha fundado el señor Luis M. Peña «Ecos
del Sur», más literario que político, con buen material.
244 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

Como reacción contra las arbitrariedades, exclusivismos y


persecuciones de ciertos gobernantes seccionales liberales, se fundó
en 1934 «La Voz Liberal», por iniciativa de un selecto grupo de
jóvenes independientes, entre ellos José Domingo Liévano, Alfredo
y Víctor M. Perdomo, Angel María Tovar y otros. Tuve el honor de
ser director de este periódico. Lo han sido también Néstor Arce
Perdomo, Manuel Felipe Trujillo y Ernesto Esguerra Serrano. «La
Voz Liberal» fue el líder de la candidatura del doctor Eduardo Santos
en este departamento.

De la misma época posterior al triunfo liberal de 1930, figuran en la


prensa conservadora «Acción Conservadora», de Garzón, «Rosas
y Espinas» (1932), de Neiva, más que político, de intereses generales,
dirigido por el ilustrado é inteligente presbítero doctor Pedro José
Ramírez; «Heraldo Conservador» y «El Combate». Este último,
agresivo y apasionado, ha contado con excelente grupo de escritores
de temple y estilo periodístico.

Entre la prensa no política debe citarse «El Huila Histórico», de la


academia de historia de esta ciudad, de la cual fueron alma y nervio
el presbítero Octavio Hernández y el doctor Joaquin García Borrero.
En 1908 se publicó «Neiva Literario». Digna de especial mención es
la revista «Atenea», fundada por David Rivera y Manuel F. Trujillo,
de selecto material. Entre los periódicos jocosos ha sobresalido «El
Moscardón» en el cual se exhibió ingenio del bueno.

El ramo educacionista ha tenido órganos como «La Educación»


(1910), de Neiva. «La Revista Escolar» 1912, «Revista Pedagógica»
(1916), «El Esfuerzo», fundado por el sindicato de maestros del
Huila; «Juventud» dirigido por los distinguidos miembros del
magisterio señores Luis A. Cerquera y Pedro L. Alarcón.

Entre las publicaciones oficiales se encuentran: «Gaceta del Tolima


(1863); «El Registro Oficial» (1877); «Gaceta del Huila» (1906); «El
Municipal» (1884); «Relator Judicial»; «Revista de Agricultura». El
Tribunal de lo Contencioso tiene actualmente su órgano de
publicidad propio.
El apetito de la injuria / 245

Me haría demasiado largo si me propusiera mencionar todas las


publicaciones de escasa circulación, diminuto formato y corta
existencia que han aparecido en varias poblaciones del departamento
y que han tenido un interés puramente local.

Presento excusas por los olvidos involuntarios en que haya incurrido


en esta relación; olvidos explicables si se tiene en cuenta que no he
tenido tiempo de consultar archivos ni en obtener autorizadas y
verídicas informaciones extrañas y que he escrito al correr de la
pluma, sin más interés que el de evitar la ausencia del Huila en la
muy interesante monografía del periodismo nacional, en muy buena
hora iniciada por «El TIEMPO». La misma lectura de esta relación
es la mejor explicación de por qué he tenido que hacer frecuentes
referencias a mis propias actuaciones en la prensa periódica del
Huila.

ANSELMO GAITAN U.

Neiva, julio de 1939


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El apetito de la injuria / 247
248 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 249
250 / Juan Carlos Acebedo Restrepo
El apetito de la injuria / 251
252 / Juan Carlos Acebedo Restrepo

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