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Introducción
Alfaro es el “perdón y olvido” que proclamó al asumir el poder del Estado después de 30
años de derrotas. Hombre extraordinario. El líder africano, Nelson Mandela, después de
sufrir 27 años de cárcel por orden de los blancos, asume la presidencia y proclama que
Sudáfrica es un país de negros y de blancos que deben convivir juntos. Son hombres en lo
que no cabe el odio porque están hechos para la inmortalidad.
Alfaro es una realidad cuántica, es una energía vibrante que surge de la tierra manabita para
crear un entrelazamiento del universo ecuatoriano y ejercer una superposición en el ser y
quehacer de su gente a quienes lega libertad para pensar y decir, a quienes lega laicidad
para pensar y ejercer esta libertad.
La muerte
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El legado de Eloy Alfaro, a los 99 años de su muerte
Por SÁNCHEZ RAMOS Joselias
Freile y Plaza nada respetan. Plaza detiene a Alfaro y sus lugartenientes. Freile ordena que
sean llevados a Quito. En Huigra se detienen para almorzar. Al italiano Catani, dueño del
hotel, Alfaro pide que lo despida de sus hijos, que acompañen a su madre, que no beban
nunca pues no hay nada peor que la embriaguez. “Dígales usted que voy a morir, pensando
en ellos, hijos queridos de mi alma”. (Pareja Diezcanseco)
El tren llega a Quito a las 11h15. Debía haber llegado a las 04h00. En un automóvil blanco
los conducen por la calle 24 de Mayo repleta de gente que ya había sido alertada. Insultos y
piedras. “¿Tiene miedo a la muerte?” pregunta Eloy a Medardo. “Ningún Alfaro ha temido
nunca al peligro. Sigamos al sacrificio”. Se llega al panóptico. Alfaro es el primero en salir.
Viste pantalón negro, chaleco blanco, levita azul marino, en su cabeza un sombrero
manabita y en sus manos un bastón puño de oro. Le siguen Flavio que está herido en la
pierna y Medardo Alfaro, Manuel Serrano, Ulpiano Páez y el periodista Luciano Coral. La
confabulación está en marcha.
Las órdenes fueron precisas. “No dejen pasar a nadie, pero cuidado con estropear al pueblo
ni darle de culatazos”. Un centinela grita a la muchedumbre: “Tenemos orden de no
disparar contra el pueblo”
Ocho individuos son los primeros en entrar y con precisión se encaminan a la celda donde
están los prisioneros. Dos soldados con sus rifles, cuatro muchachos y dos criminales, relata
Loor Moreira. Entre ellos iba José Cevallos el cochero del Palacio Presidencial. La puerta
se abre de un golpe. “¡Silencio! ¡Que quieren de mi!”, increpa Alfaro. Cevallos le da un
barretazo y le dispara un tiro a la cabeza.
“¡En el nombre de Dios! prostitutas, ladrones y frailes, alargaron las manos sobre el
menudo cuerpo, a tantearle, a dejarle sin sonido, a desgarrar sus ropas, a tocarle alguna vez,
ídolo muerto. No podían hablar, pero reían. Se dieron placer en clavar las uñas y robarle.
Desnudo ya, descolgado de su aventura, le llevaron hasta el filo del corredor y de allí lo
aventaron contra el patio”. (Parejo Diezcanseco).
Siguen Páez, Medardo Alfaro, Serrano, Coral a quien le arrancan la lengua y finalmente
Flavio quien, herido y todo, opuso resistencia. Los cadáveres desnudos o con poca ropa
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El legado de Eloy Alfaro, a los 99 años de su muerte
Por SÁNCHEZ RAMOS Joselias
interior son arrojados, de las celdillas al piso bajo y de aquí los entregan a la multitud que
los arroja del pretil del panóptico a la calle.
“En esta hora de odio, en que el crimen era una proeza y la multitud, ebria de furor, muchos
se disputan la hazaña de haber dado muerte a los presos”. (Loor Moreira)
El arrastre
El infame y salvaje arrastre de los cadáveres por las calles de Quito, es conocido, repetido,
comentado, recordado y exaltado. Participan una muchedumbre enardecida por el odio y el
alcohol y se acusa de autores intelectuales a los ex presidentes Leonidas Plaza, Lizardo
García, Emilio Estrada, los encargados Carlos Freire Zaldumbide, Carlos R. Tobar, al clero
católico, al arzobispo Federico González Suárez, los dominicos de Quito, al ministro de
Gobierno Octavio Díaz, al ministro de Guerra, general Juan Francisco Navarro, al cuñado
de Plaza, Juan Manuel Lazo y a otros que traicionaron a Alfaro, según reseña José María
Vargas Vila en su obra “La muerte del Cóndor”.
“Cuerdas oportunas fueron distribuidas. Todos desnudos. A unos de los pies, a otros de los
brazos, los arrastraban. Celia María León, La Pájara, se había prendido la primera y
marchaba cantando. La cabeza en compás. El jefe de guardianes del panóptico, Arroyo, que
había hecho disparos certeros de guía, brincaba de gozo. Y los niños descalzos, curiosos,
corrían en pos de los cuerpos, cuesta abajo. ¡Al Ejido!” (Pareja Diezcanseco)
El macabro desfile baja desde el Panóptico, por la calle Rocafuerte hasta la Plaza de Santo
Domingo. Varias mujeres, entre las que se identifica a Rosario Cárdenas, Mariana León,
Rosario Llerena, Luz Checa, se apoderan del cadáver de Flavio Alfaro. El sacerdote
Alfonso Ma. Jerves dice: “yo vi desde mi convento que el cadáver de Eloy Alfaro iba
arrastrado de cinco sogas, una al cuello, dos a las muñecas de las manos y dos a los pies y
lo custodiaban dos soldados con Manglicher a derecha e izquierda, este último arrastraba
también de su soga”. (Loor Moreira)
Hay alegría en todos los rostros. Las turbas se hallan resguardadas por las bayonetas. Desde
las ventanas aplauden frenéticamente. González Suárez calcula que una multitud de 20 mil
personas participa en el arrastre que, desde la Plaza de Santo Domingo, se divide en tres
grupos. Los cadáveres de Eloy Alfaro y Páez toman por la calle Guayaquil hacia la Plaza de
la Independencia de allí a El Ejido. Los cadáveres de Coral y Serrano siguen por la calle
Flores rumbo al norte. Los cadáveres de Flavio y Medardo Alfaro son llevados por la
Rocafuerte.
Mi padre, doce o trece años, desde El Cebollar, corre curioso. Se mete entre la multitud y
ve el horroroso arrastre. En su mente infantil queda grabada la escalofriante escena que nos
narrará con dolor. No entiende lo que ve. Escucha el nombre de Alfaro y muchos insultos.
¿Por qué lo odian y lo arrastran? Entre el horror y la curiosidad se propone conocer la tierra
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El legado de Eloy Alfaro, a los 99 años de su muerte
Por SÁNCHEZ RAMOS Joselias
de ese hombre que queman, que insultan y que no le teme a la muerte. Cuando llega a
Manta, a sus catorce años, comprende por qué es la tierra de la libertad. Entonces decide
que tiene que casarse con una montecristense. Mi bisabuelo y abuelo materno, campesinos
montecristenses, también forman parte de las huestes montoneras. Nos sentimos orgullosos
de nuestro alfarismo.
La incineración
Roberto Andrade escribe: “Aquel como alud, grupo de brujas o arpías, en algazara y carrera
endemoniada; aquel cortejo de diablos con apariencia fúnebre fue a detenerse en el ejido
norte donde fueron incinerados los cadáveres, diríase entre danzas y gritos salvajes”.
Alfredo Pareja Diezcanseco, describe: “En el dilatado parque se partieron los despojos.
Gritos y saltos, una pierna jugaba de mano en mano, testículos arrancados pasaban por
sobre las cabezas. Y un bárbaro de ojos rojos pidió que le mirasen la prueba: levantó con
ambas manos un cráneo hueco, colmado de chicha, y se puso a brindar y a beber… Olor a
carne quemada hízoles abrir las narices. En la punta de una bayoneta, la barba de don Eloy
viajaba iluminada por las llamas”. Macabro. Fue un domingo de caníbales.
“Los cadáveres se colocan sobre las hogueras en posiciones inmorales en medio de los
aullidos en que se viva la Constitución, cuando en realidad debía gritarse, viva la
prostitución”, se lee en un folleto que se imprime en Panamá con los auspicios de Olmedo
Alfaro.
La mañana estaba lluviosa pero a las dos de la tarde, el día es claro y con mucho sol.
Aunque el grueso de la muchedumbre se ha retirado, la fiesta de la pira y los cadáveres
continúa. Llega la noche. La familia del Gral. Ulpiano Páez ha recogido ya su cadáver. A la
media noche la policía recoge los otros cuerpos para el reconocimiento judicial.
A las seis de la mañana de ese domingo 28 de enero, llega a Manta Leonidas Plaza con su
Estado Mayor y tropa. Sabe bien que la confabulación se cumpliría al pie de la letra. El
crimen de Estado se ha consumado.
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El legado de Eloy Alfaro, a los 99 años de su muerte
Por SÁNCHEZ RAMOS Joselias
Si a lo largo de estos 99 años, el pueblo ecuatoriano viene conociendo los hechos, qué
importancia puede tener lo que relate la partida de defunción.
Su legado
Alfaro supera su propia muerte. No tiene parangón en la vida histórica de la República del
Ecuador. Alfaro es el hombre del optimismo y del valor. El hombre del perdón y olvido. Es
el hombre de la gloria y no de los complejos.
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El legado de Eloy Alfaro, a los 99 años de su muerte
Por SÁNCHEZ RAMOS Joselias