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Editorial 7
HACIA EL BICENTENARIO 11
La gloriosa y trágica historia de la
independencia de Quito. 1808-1813
Hernán Rodríguez Castelo 13
ARTÍCULOS Y ENSAYOS 89
Espejo en el Río de la Plata
Carlos Freile 91
Bolívar y la incorporación de Guayaquil a Colombia
Jorge Núñez Sánchez 97
Semblanza de la ciudad de Quito en 1809
Andrés Peñaherrera Mateus 119
5
Bienvenida al Sr. Rodrigo Páez Terán
Eduardo Muñoz Borrero, f.s.c. 307
Correos, signos postales, filatelia: Visión histórica
Rodrigo Páez Terán 313
RECENSIONES 331
CONTRIBUCIONES 396
Ecuador y Chile, dos países hermanos
Víctor Eastman Pérez 398
MISCELÁNEOS 405
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E
l Ecuador está a las puertas de una celebración de espe-
cial grandeza y enorme importancia: el bicentenario de la
independencia. La estupenda gesta que comenzó como
radical proyecto en la navidad de 1808, se hizo realidad en el
movimiento del 9 y 10 de agosto de 1809, se selló con la san-
gre de casi todos los actores el 2 de agosto de 1810 y volvió a
afirmarse como un Estado libre que se dio su estatuto en la
Constitución de 1812 –la primera Constitución ecuatoriana- y
defendió su autonomía heroicamente en campos de batalla
del norte y el sur frente a ejércitos virreinales.
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El resto de los materiales que esta nueva entrega del Boletín ofrece al
público interesado por la historia patria son trabajos que se han presen-
tado en momentos culminantes del vivir institucional de la Academia,
como son los solemnes actos de incorporación de nuevos académicos.
Esos discursos son estudios de gran rigor histórico que justifican la elec-
ción hecha por la Academia para que autores se integren a sus tareas y
responsabilidades. Cada uno de esos discursos de incorporación está
precedido o seguido por el discurso de recepción que lo comenta a la
vez que destaca su importancia y los méritos del flamante académico.
Otra parte del Boletín está dedicada a artículos. Ellos nos permiten
conocer en qué ámbitos y problemática histórica se mueven las inves-
tigaciones y hallazgos de miembros de la Academia, y, en casos, histo-
riadores que aún no se han incorporado a la corporación.
Por fin, esta entrega del Boletín da testimonio de una fecha para la
Academia Nacional de Historia del Ecuador memorable: el día en que
Quito, por medio del Alcalde del Distrito Metropolitano, hizo la entre-
ga formal de la nueva sede de la Academia, noble edificio espléndida-
mente restaurado por el FONSAL del Municipio capitalino. Dos discur-
sos destacaron la trascendencia del acontecimiento y ahondaron en el
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E D I T O R I A L
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HACIA EL
BICENTENARIO
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LA GLORIOSA Y TRÁGICA HISTORIA
DE LA INDEPENDENCIA DE QUITO
1808-1813
EL FERMENTAR DE UN DESCONTENTO
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4 Archivio di Stato di Modena: Cancelleria Ducale, Estero, 83, 2-c. Cit. Andrés-Gallego, ob. cit.,
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5 Meritorio llamar la atención hacia los factores económicos que estuvieron detrás de estos
sucesos, como lo ha hecho Carlos Landázuri, al tenor del criterio dominante en la Nueva
Historia del Ecuador, pero sería tan antihistórico como no atender a estos factores el ignorar o
aun minimizar esta pasión quiteña, tan documentada históricamente.
6 Cit. por Neptalí Zúñiga, Montúfar, o el primer Presidente de América revolucionaria, Quito,
Talleres Gráficos Nacionales, 1945, p. 359.
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por las Audiencias donde más habían madurado las ideas de indepen-
dencia: Quito y Charcas. La forma viable para esas aspiraciones larga-
mente maduradas pareció el establecimiento de juntas soberanas,
según el modelo de las peninsulares.
LA PRIMERA CONJURA
12 Manuel María Borrero,La Revolución quiteña 1809-1812, Quito, Editorial Espejo, 1962, p. 21
13 N. Clemente Ponce, “Cuatro palabras del editor”, introducción a la publicación del
“Alegato de Quiroga”, Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondiente de la Real Español,
Quito, 1922, p. 67, nota l.
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20 Rocafuerte, A la Nación, Quito, Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, 1908, pp. 237-238
21 Alegato de Quiroga, cit. en nota 14, Memorias, p 73
22 Salinas, en su alegato dio esta versión del porqué de la denuncia hecha por Polo: “El caso
es, que el enemigo capital mío, como a V.E. consta, D. Simón Sáenz, abusando de la íntima
amistad que él, su hija Dña. Josefa y su marido el Auditor, tienen con el Padre Polo, siendo
éste compadre de ambos, y de su sencillez, contándoles de mi Plan, le influyeron e hicieron
creer era para República, impeliéndolo lo denunciase por tal”. Roberto Andrade, Historia
del Ecuador, T. II. Dos apéndices al Tomo I. Guayaquil,Editores Reed & Reed, s.a., p. 692
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26 Ibid. 493
27 Las citas del Alegato, publicado en las Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondiente
de la Real Española, ver nota 14.
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Nos, los infrascritos diputados del pueblo, atendidas las presentes crí-
ticas circunstancias de la nación, declaramos solemnemente haber
cesado en sus funciones los actuales magistrados de la capital y sus
provincias; en su virtud, los representantes o delegados de los barrios
del Centro o Catedral, San Sebastián, San Roque, San Blas, Santa
Bárbara y San Marcos nombramos por representantes a los Mar-
queses de Selva Alegre, de Solanda, de Villa Orellana y de Miraflores
y a los señores Manuel Zambrano, Manuel de Larrea y Manuel
Mateu para que, en junta de los representantes que nombren los
Cabildos de las provincias que forman la Presidencia de Quito, com-
pongan una Junta Suprema que gobierne interinamente la Presi-
dencia a nombre y como representante de Fernando VII y elegimos y
nombramos por Ministros Secretarios de Estado a don Juan de Dios
Morales, a don Manuel Quiroga y a don Juan de Larrea,al primero
para el despacho de Negocios Políticos y de Guerra, al segundo, de
Gracia y de Justicia y al tercero, de Hacienda; de Jefe de la Falange al
Coronel Juan Salinas y de Auditor de Guerra a don Pablo Arenas.
Acordamos también la formación de un Senado, compuesto de dos
salas para la administración de justicia en lo civil y en lo criminal. 32
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Muy temprano en la mañana del día diez de Agosto de 1809, dos qui-
teños, de apellidos Ante y Aguirre, visitaron al Presidente trayendo
consigo una carta. El ordenanza que estaba en la puerta de la ante-
sala se negó a llevar carta o mensaje alguno a Su Excelencia a una
hora tan poco apropiada; pero Ante insistió en la necesidad de su
entrega inmediata, diciendo que contenía asuntos de importancia de
la JUNTA SOBERANA, un nombre nuevo tanto para los oídos del
ordenanza como lo era este cuerpo en América. El ordenanza desper-
tó al Presidente, y entregándole la carta le repitió las palabras que
había escuchado como una excusa por su inoportuno acto. Habiendo
leído la suscripción el Presidente - “De la Junta Soberana para el
Conde Ruiz, ex-presidente de Quito”- se vistió y leyó:
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34 “Este hecho, posterior al 10 de Agosto” -dijo Rodríguez de Quiroga, su autor (como lo vere-
mos en su propio lugar) en su Defensa. Roberto Andrade, Historia del Ecuador, Apéndice al
T. I, p. 620
35 Carlos de la Torre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, Editorial del
Ministerio de Educación, 1961, p 223. Lamentablemente sin entrar en detalles de cosa tan
importante ni citar fuentes.
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dad que tenemos todos hechos a favor de nuestro Amado Rey y Señor
Natural Fernando Séptimo, y la Junta Suprema
Gubernativa del Reino, que le representa. Pero que por otra parte
reflexiona que hallándose los principales invasores en un estado de
verdadera locura, furor y ceguedad, no se conseguirá con la resisten-
cia del Prelado y su Clero otra cosa que encender más el fuego y sufrir
infructuosamente el Estado Santo de la Iglesia, atropellamientos,
vejaciones y desprecios. Que desde luego Su Señoría Ilustrísima y su
Venerable Cabildo con los demás Ministros del Altar sufrirían gus-
tosamente prisiones, destierros, y aun la misma muerte; pero que no
parará en esto solo; sino que los tiranos facciosos para llevar adelante
sus proyectos, derramarían ríos de sangre de este Pueblo inocente que
no ha tenido parte en sus crímenes. Que comprende que el impulso de
las pasiones vivas que hoy los agita, podrá templarse dentro de breves
días, y con más oportunidad se desbaratará esta máquina horrible, sin
causar a los fieles tantos males. Que para la consecución de esto, Su
Señoría Ilustrísima y su Clero, dirigirían al cielo sus más fervientes
oraciones y procurarán en las conversaciones en el tribunal de la
Penitencia y en cátedra del Espíritu Santo desengañar a los preocu-
pados y poco a poco ir disponiendo los ánimos para la reposición de
las cosas a su debido orden, y ser. Qu en esta virtud, estimándose
obligado a evitar los daños y deterioros de la Grey que se le ha enco-
mendado, conceptúa conforme a los dictámenes de la prudencia, no
precipitar las cosas por un celo ardiente, y poco conforme con el espí-
ritu de mansedumbre y lenidad que debe caracterizar a los Ungidos
de Dios vivo, y ceder por ahora a la fuerza y violencia de los mando-
nes que están respaldados de toda la Tropa y Armas. Que en conse-
cuencia le parece a Su Señoría Ilustrísima que se presten a la asisten-
cia a la Iglesia Catedral, Misa y Juramento que harán los Facciosos
baxo las protestas más Solemnes de no adherir a los principios que se
han propuesto los sediciosos, de no faltar a la fidelidad de Vasallos del
Rey Nuestro Señor, a los Votos que en esta razón tienen hechos y a
los principios de la Religión que nos mandan obedecer a los legítimos
Magistrados, que son los que indignamente han sido depuestos. Y
habiéndose conformado todos, y cada uno de los Señores Capitulares
con el parecer de su Señoría Ilustrísima, acordaron asistir a la Misa
y Juramento baxo la siguiente protesta que hacen delante de Dios.
Que de ninguna manera se entienda que su Señoría Ilustrísima, su
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LA RESISTENCIA HEROICA
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51 Carta del Marqués de Villa Orellana a don Julián Francisco Cabezas, en Luis Felipe Borja
(hijo), “Para la historia del 10 de Agosto de 1809”, Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de
Estudios Históricos Americanos, T. II, enero-junio, Quito, 1919, p. 431
52 Zúñiga, ob cit., 395
53 América mágica, Buenos Aires, Sudamericana, 1950, p. 190
54 Juan D. Monsalve, Antonio Villavicencio (El Protomártir), Bogotá, Imprenta Nacional, 1920,
pp. 59-60
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órdenes de Antonio y Juan Ante- las compañías que veían mal su entre-
guismo. El 18 podía decirle al viejo Conde que solo restaba “efectuar la
entrega de armas y baterías a V. E.”.
Entretanto en el norte soldados quiteños de la Revolución eran
derrotados, morían y eran perseguidos en desordenada desbandada. El
nuevo Presidente, traidor a la causa, había comenzado por prohibir el
envío de víveres y pertrechos a esas tropas, y a quien más se desespe-
raba por la situación de esos patriotas en riesgo de la vida, el Corre-
gidor de Otavalo, habíale ordenado abstenerse de auxiliarlos. Morales
urgía: “Aunque el Señor Castilla entrase baxo las condiciones propues-
tas no deben suspenderse las expediciones, especialmente la del Norte;
pues se atrevieron a atacar nuestros reductos, y estando yá en función
nuestra Tropa es preciso socorrerala. En esta virtud me parece que no
se puede precindir de que Yó me vaya con el auxilio que se pueda, y
espero se servira Vsia remitirme hoy su Superior orden para partir
mañana”. El cínico Guerrero sumillaba: “No ha lugar esta preten-
cion”.63 El siempre bien documentado Flores Caamaño desnudó la infa-
mia de Guerrero hasta el final trágico.64
Diez días le bastaron a Guerrero para hacer realidad sus sola-
pados designios. Se gloriaría: “dentro del brebisimo espacio de diez
dias consume la grande obra de disipar la revolucion, y dexar repues-
to al Gefe”65 Fue del 12 al 22 de octubre.
Consumada la traición de los realistas incrustados en los man-
dos revolucionarios, dominó el sentimiento de que sobre la ciudad se
cernía una catástrofe total. Se ofreció entonces a Ruiz de Castilla una
capitulación honrosa para las partes. El 24 de octubre se formalizó esa
capitulación “con los votos de toda la Ciudad de Quito, nobleza, vecin-
dario y Cuerpos Políticos”. Se lo hacía -se decía- para evitar una gue-
rra civil y “mantener la subordinación en dependencia”.
Se establecía que la Junta de Quito “sea una Junta Provincial,
sujeta y subordinada a la Suprema de España” y “que en ningún caso,
ni por ningún evento se haga novedad ni persecución de ningún ciu-
dadano, en su honor, vida ni intereses”. De no aceptar el Conde estas
condiciones, advertía Guerrero, “no respondía al Rey, a la Suprema
Junta Central, ni al Universo todo de las funestas y terribles consecuen-
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que acometieran al cuartel con el fin de que fueran asesinados los pre-
sos, estaban ya muy válidas” “Los oficiales hablaban de un asalto pre-
parado contra el cuartel y se prevenían. Arechaga ofrecía el brazo
izquierdo porque se verificara, para ver degollados a los presos y sem-
bradas las calles de cadáveres”.78
A los tres cuartos para las dos de la tarde de ese terrible día acometie-
ron tres solos hombres con cuchillos a la guardia del presidio urbano,
que se componía de seis hombres, un cabo y un oficial todos de Lima.
Mientras el uno se apechugaba con el centinela, llega otro como un
tigre con su puñal y le da un golpe. Entra y su vista hace temblar a
los mulatos; salen orriendo, hiere al oficial y queda dueño del sitio y
de las armas. Abre los calabozos y da libertad a los soldados que esta-
ban presos. De éstos los más huyeron fuera de la ciudad, dos se reco-
gieron en casa del prebendado Batallas y otros tantos en el Palacio
episcopal, tres quedaron voluntariamente en el presidio y unos seis
tomaron las armas que habían dejado los limeños y tiraron por la
plaza mayor con dirección al cuartel. Entretanto se tañían las campa-
nas de la catedral con señal de fuego. Los mulatos del presidio que se
habían ya juntado con los de la guardia de la cárcel, no se atrevían a
resistir y detener a estos hombres bravos y los dejaron pasar.
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lo ha hecho notar Carlos de la Torre Reyes en su ya citada La Revolución de Quito , pp. 543-
546, fue una lista incompleta y hasta errada (a Nicolás Aguilera, prócer asesinado, lo hace
constar como oficial muerto en el cuartel). Para los próceres asesinados en el Real de Lima
la lista está registrada en la parroquia de “El Sagrario” a la que pertenecía ese edificio.
80 Stevenson, ob. cit., p. 504
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distancia inmensa nos separa de esa ciudad? ... entonces los mando-
nes de Quito, usurpadores de la legítima autoridad del Pueblo, reci-
birán bien pronto el castigo de su temeridad. Mil patriotas volunta-
rios se han ofrecido hoy a marchar a esa ciudad, sin premio ni recom-
pensa alguna,y sin otra satisfacción que la de vengar a sus hermanos.
Que tenga Quito este consuelo entre sus horrores, y que la América
toda va a levantarse en un grito de venganza general. La perdida es
casi irreparable. Salinas, Morales, Quiroga, con dificultad se pueden
reemplazar. Los Frankilos, Washingtones de nuestra revolución no
han sobrevivido a la patria que conquistaron.81
81 El vibrante texto lo recogió Pedro Fermín Cevallos en el Anexo 8, del t. III, pp. XXX a XXXII.
Clásicos Ariel 80, pp. 163-164
82 En Cevallos, t. III, anexo 8, pp. XXXII a XXXIV. En la edición de populibro que manejamos,
Clásicos Ariel 80, p. 165
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Yo aludo a los oficiales y a las tropas; ellos han cobrado la vida de más
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golpe de timón decidido hacia otro espíritu -el que reclamaba el parti-
do de los patriotas-: “En la sesión del 11, como arrepentida de tan mesura-
do paso, rompió los vínculos que unían a estas provincias con España y pro-
clamó, bien que con alguna reserva, su independencia”. “Con todo -ha añadi-
do- tal proclamación no llegó a publicarse sino seis meses después”.90
Ramón Núñez del Arce, en su Informe, acusaría a Carlos Mon-
túfar de montar la nueva administración en la línea de la Revolución
de Agosto, “reclutando -escribió- gentes, aprisionando, persiguiendo y
haciendo cuanta extorsión pueda imaginarse al vecindario, a fin de rea-
lizar la obra de su padre” .91
Montúfar organizó un cuerpo de tropas quiteñas, y, al multipli-
carse roces con las panameñas, ordenó la salida de estas, salvo los solda-
dos que quisiesen pasar a engrosar la milicia de la ciudad. Puso este
nuevo núcleo de ejército nacional al mando del indomable e inclaudica-
ble patriota coronel Francisco Calderón, quien había salido en libertad de
su cruel prisión guayaquileña gracias al indulto general de 4 de agosto.
Entonces se dirigió al Virrey de Lima pidiéndole que retirara
las tropas que había detenido en Guaranda y que no estorbase el esta-
blecimiento de Juntas de Gobierno en Guayaquil y Cuenca. Pero
Abascal era hechura de Godoy, contrario a las innovaciones españolas.
Reunió el Real Acuerdo y este resolvió desconocer la autoridad del
Comisionado quiteño “que no podía hacer establecimientos opuestos a
las leyes existentes” y declaró que era “pública y notoria la subversión
y desorden que había formado el Comisionado Montúfar”. En tal sen-
tido se ofició a Guayaquil y Cuenca. Se hallaba a la sazón en Lima
Joaquín Molina y Zuleta, que había recibido el nombramiento de
Presidente de la Real Audiencia de Quito, en reemplazo de Ruiz de
Castilla. Se vio en él arma con visos de derecho para dominar a la Junta
quiteña. Se decidió que Molina se trasladase inmediatamente a Gua-
yaquil, “en donde podía tomar las providencias conducentes a que lo
recibiesen en Quito y, en caso de no lograrlo, se posesionara del gobier-
no de Quito”.92
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96 Oficio de Carlos Montúfar a la Junta. En Cevallos, ob. cit., Clásicos Ariel, 79, pp. 94-95
97 Stevenson, ob, cit., p 510
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100 En la siguiente parte de nuestra Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana. 1800-
1860, la analizaremos detenidamente.
101 Toda la oración en Antología de prosistas ecuatorianos, tomo segundo, Quito, Imprenta del
Gobierno, 1896, pp. 64-79. El lugar transcrito, pp. 67-68.
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102 Acta del Soberano Congreso de Quito, de 11 de diciembre de 1811. Archivo de Indias 126-
3-11. Cit. por Jijón y Caamaño, ob. cit., p. 24
103 “Acta del Soberano Congreso”, Quito, 11 de diciembre de 1811. Archivo de Indias, Sevilla.
Cit, Jijón y Caamaño, ob.cit., p. 24.
104 Del que Jijón consignó esta sugestiva información: “El 29 de Enero de 1812, remitió Molina
el Proyecto de Constitución, escrito por el Maestraescuela, doctor don Calixto Miranda,
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documento aún inédito y valiosísimo para conocer las opiniones corrientes en esa época”.
Jijón lo halló en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Jijón y Caamaño, ob. cit., p. 25.
Hemos dado con Calixto Miranda como firmante del Acta del Congreso de Quito, de 11 de
diciembre, como representante de Ibarra. ¿Cuándo y por qué remitió su proyecto de Cons-
titución a Molina? Y Molina, si lo remitió al Congreso quiteño, ¿reconocía su competencia
para dictar una Constitución?
105 Julio Tobar Donoso, Orígenes constitucionales de la República del Ecuador, Quito, Impenta de
la Universidad Central, 1938, p. 5
106 El precioso documento fue publicado por Celiano Monge en 1913. Se reprodujo en Museo
Histórico, año X, ns. 27-28 (agosto 1957), pp. 81-103.
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107 La proclama de Calderón en Cevallos, ob. cit., Clásicos Ariel 79, 106. T. III, Nota 2, pp. 121-122
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113 Edicto del 8 de Agosto de 1812 y Pastoral de 19 de Septiembre de 1812. Archivo de Indias,
Sevilla. Cf. Jijón, ob. cit., p. 42. Y Borrero, loc. cit.
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115 Al empaque conversacional de las fuentes llegado hasta el texto se volverá más en detalle
precisamente con este pasaje en la parte de la Literatura que se dedicará a Pedro Fermín
Cevallos y su Historia.
116 Borrero, ob. cit., 372 y ss.
117 En la confesión del de Villa Orellana en el proceso, este alegaba en su favor haber ido a
Atuntaqui, a celebrar un armisticio con Sámano. La acusación de Toribio Montes y la
defensa de los acusados en el Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XXI, n. 57. Esta
declaración de Jacinto Sánchez, el marqués de Villa Orellana, en la p. 121.
118 Esa misma declaración del de Villa Orellana termina así: “que a su regreso lo recibieron
hostilmente las tropas quiteñas”.
119 Documento reproducido en La Revolución de Quito 1809-1812. Archivo Nacional de
Historia, Boletín N° 33, Quito, 2007, pp. 66-70.
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ARTÍCULOS Y ENSAYOS
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ESPEJO EN EL RIO DE LA PLATA
Carlos Freile
E
l padre Juan Villegas S.I. es muy conocido en el Cono Sur por sus
valiosos aportes a la Historia de la Iglesia, en nuestro país su obra
no ha pasado del ámbito de los especialistas y es una lástima,
pues ha incursionado con maestría y solvencia en varios puntos de
nuestra historia eclesiástica. En su fundamental trabajo sobre el Conci-
lio de Trento en nuestra América1 aportó datos valiosísimos sobre dos
obispos quiteños de marcada influencia en nuestra historia no solo
eclesial sino civil: Pedro de la Peña OP y Luis López de Solís OSA.
También publicó un corto pero enjundioso estudio sobre la religiosidad
popular en nuestra época colonial en el cual se puede apreciar las ver-
daderas dimensiones de ciertas prácticas, y de su sustento profundo,
de la población quiteña, sobre todo indígena2.
El trabajo que ahora nos ocupa es uno publicado hace diez
años, pero que acaba de llegar por obsequio de su autor al Director de
la Academia Nacional de Historia: “Eugenio Espejo (1747-1795), Qui-
teño ilustrado”, publicado en Soleriana Cuadernos el ITUMS, 5, Mon-
tevideo, 1996. Villegas comienza con una afirmación lapidaria y que de-
be llamar la atención a los ecuatorianos devotos de sus auténticas glo-
rias patrias: “Se convendrá en afirmar que F.J.Eugenio de Santa Cruz y
Espejo no es suficientemente conocido en el Río de la Plata” (p.163).
Para aliviar de manera corta pero academica esta falencia ha escrito este
trabajo, para ello hace acopio de las publicaciones que sobre el Precur-
sor aparecieron en los años ochenta del siglo pasado varios cuyos auto-
res se cuentan en los mejores conocedores de la obra espejiana.
Comienza Villegas con un resumen de la biografía de Eugenio
Espejo para lo cual se basa en el excelente resumen escrito por Jaime
1 Villegas, Juan: Aplicación del Concilio de Trento en Hispanoamérica 1564-1600, Montevideo, 1975.
2 Villegas, Juan: La Congregación o Esclavitud Nuestra Señora de Loreto, Quito. Siglos XVII y XVIII,
Montevideo, 1985.
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Peña con aportes de Philip Louis Astuto3. Como es lógico dado el año
de la publicación del trabajo no se han incorporado nuevos elementos
aportados por varios investigadores que corrigen ciertas apreciaciones
tradicionales sobre el sabio médico quiteño.
De inmediato Villegas entra a la parte medular de su artículo:
la presentación de Espejo, “el rebelde”, así lo llama con toda razón. Sin
embargo se aparta de la tesis tradicional sostenedora de que la rebeldía
y la actitud crítica del Precursor habría tenido como principal origen su
condición de individuo “de color”, a partir de allí habría desarrollado
su personalidad sobre todo valiéndose de los estudios: “El medio social
le ofrecía resistencia y le ponía escollos. El oponía trabajo y sacrificios. Esta
oposición de fuerzas habría marcado su personalidad. Así habría surgido el
Espejo rebelde. El crítico, que recibiendo lo que se le proporcionaba en el medio,
fue capaz de ponderarlo y de analizarlo. A tal punto y con tal penetración de
análisis, que le permitirán encontrar los resortes para superar las críticas con-
diciones imperantes en la audencia de Quito” (p.172 s.). En mi opinión el
rechazo a Espejo se debió sobre todo a un aspecto, más allá de su pre-
sunta filiación indígena: su tremenda capacidad crítica y burlesca.
Villegas sostiene que “La rebeldía de Espejo sería no el resultado de una dia-
léctica de opuestos, ciega e implacable, sino la manifestación de una interesan-
te personalidad, que surgida desde ese medio se libera de él y, al hacerlo, es
capaz de criticarlo y proponer su reforma” (p.174). Abandona nuestro autor
la tesis sociologisista para adopar una psicologista, con lo cual da una
interesante aportación a la discusión sobre su controvertida figura y su
no clara actividad.
Sin lugar a dudas la parte más interesante del artículo es la que
trata sobre “Espejo, ilustrado quiteño” en la que el autor traza un corto
pero enjundioso escorzo de lo que fue la Ilustración en nuestro país, su
aporte de novedad, su combate contra el escolasticismo decadente,
abierto, con todo, a las posibilidades que llegaban con los nuevos li-
bros, sobre todo su “rostro personal”, vale decir que ese movimiento se
cristalizó en nuestro medio en personas concretas, “fieles servidores tanto
del rey como de Dios” (p.176), afirmación que puede chocar a los desin-
formados.
Subraya Villegas el talante reformista de Espejo, su afán de
3 Peña, Jaime: “Biografía de Eugenio Espejo” en VARIOS: Eugenio Espejo Conciencia Crítica de su
Epoca, Quito, 1978. ASTUTO, Philip L.: Eugenio Espejo (1747-1795). Reformador Ecuatoriano de
la Ilustración, México, 1969.
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4 En este punto Villegas repite el error de Astuto de confundir a Pedro Lucas de Larrea con sus
hermanos jesuitas Ambrosio y Joaquín residentes en Italia (p.183).
5 Sobre este punto podría ser útil revisar mi trabajo Eugenio Espejo Filósofo, Quito, 1997.
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7 Mónica Patricia Martini es autora de una pionera e iluminadora obra sobre la época colonial:
El indio y los sacramentos en Hispanoamérica colonial. Circunstancias adversas y malas interpreta-
ciones, Buenos Aires, 1993 (en ella cita a nuestros Luis López de Solís, Pedro de Mercado y
Alonso de la Peña Montenegro).
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BOLÍVAR Y LA INCORPORACIÓN
DE GUAYAQUIL A COLOMBIA
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7 Ibídem, P. 9
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“de que resulta hallarse agobiados estos habitantes con un peso inso-
portable que no los deja respirar, ocasionando a la provincia el fatal
daño de que, importando más las ropas que introducen que los frutos
de cacao y otros que se extraen, se verifique el que haya cesado la cir-
culación del dinero, y que no tengan signo público con que fomentar
la agricultura y otros ramos de industria”.8
8 “Representaciones del Procurador General del Cabildo de Guayaquil, don Francisco Ventura
de Garaicoa, al Virrey de Santa Fe”. Guayaquil, 18 de agosto de 1778. AGI, Quito, 1.378-A.
9 Ibídem.
10 Nota en el expediente, fechada el 12 d enero de 1784. Ibíd.
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LA INDEPENDENCIA DE GUAYAQUIL
Y SUS EFECTOS GEOPOLÍTICOS
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13 Hamnett, Brian R., La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Perú, 1816-1826, Lima:
Instituto de Estudios Peruanos, Documento de trabajo N° 112, p. 12.
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“Desde que recibí la primera noticia del feliz cambiamiento que hizo
esa provincia de su antigua forma, me anticipé a mostrar al gobierno
que entonces existía por medio de mis diputados, el general Luzuria-
ga y el coronel Guido, cuáles eran las ideas que me animaban con
respecto a su destino. Mi grande anhelo era entonces y nunca será
14 Un detallado análisis sobre el asunto consta en nuestro trabajo “El Consulado de Lima y la
Independencia de Guayaquil” (Guayaquil, 1998), antes mencionado.
15 Véanse, respecto de lo afirmado: Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del Perú; tomoVI,
Carlos Milla Batres, editor, Lima, 1996. Vargas Valdidieso, Nemesio. Historia del Perú inde-
pendiente; tomo I. García Rosell, César. “Bolívar no le quitó Guayaquil al Perú”, en Testimo-
nios peruanos sobre el Libertador, publicación de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, cara-
cas, Imprenta Nacional, 1964, pp. 262-278. Alayza y Paz Soldán, Luis. Unanue, San Martín y
Bolívar, Lima, 1934.
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“... Ese gobierno sabe que Guayaquil no puede ser un Estado inde-
pendiente y soberano; ese gobierno sabe que Colombia no puede ni
debe ceder sus legítimos derechos y ese gobierno sabe, en fin, que en
América no hay un poder humano que pueda hacer perder a Colombia
un palmo de la integridad de su territorio”.
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“Hasta hoy hemos dado ante toda la América, las pruebas más rele-
vantes de nuestro amor por el orden… V. S. ha oído el voto libre de
esta capital por su incorporación a la República de Colombia en el
Cabildo del 31 de agosto de 1821… La opinión por la incorporación
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30 El Patriota…, N° 22.
31 Desde entonces, este malecón llevó el nombre de Simón Bolívar, hasta hace unos años, fue
cambiado por el de “Malecón 2000”, reemplazando así un nombre histórico que honraba a
la memoria de quien lo concibió originalmente, por un nombre comercial, estinado a exal-
tar transitorias vanidades políticas.
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SEMBLANZA DE LA CIUDAD DE QUITO
EN 1809
(APUNTES)
1 Julio Ferrairo, El Ecuador Visto por Extranjeros, siglos XVIII y XIX, Biblioteca Ecuatoriana
Mínima, Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, México Quito, 1960.- pp. 519.
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SUPERFICIE Y POBLACIÓN
2 Las fechas históricas fueron obtenidas en la Historia del Ecuador por Alfredo Pareja Diezcan-
seco, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958; y en el libro, Fechas Históricas y Hombres
Notables del Ecuador por Humberto Oña Villarreal, Edit. del Pacífico, Guayaquil, 1988.
3 Plano de Quito, anónimo, atribuido a Montúfar, inicios siglo XIX, Museo Municipal Alberto
Mena Caamaño, Municipio Metropolitano de Quito, copia a color, .68x.98 m.
4 El Plano más Antiguo que se conoce de Quito corresponde a finales del siglo XVII o inicios
del XVIII, realizado por los jesuitas y rescatado por el P. Juan Magnin S.I. , Museo Histórico,
Órgano del Archivo Municipal de Historia de la ciudad de Quito, Volumen 60.- pp. 81 .35x.25
m. Este plano fue terminado con nombres y adornos por Moranville en 1741, miembro de la
Primera Misión Geodésica Francesa.- Nota: Lamentablemente, en la publicación, el plano
aparece mutilado en una franja entre las actuales calles Mejía y Olmedo. El autor de este artí-
culo tendrá mucho gusto en entregar una buena copia del plano a quien le solicite.
5 Andrés Peñaherrera Mateus., Evolución del Trazado Urbano de Quito desde 1500 a 1922,
Memoria N.2, Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas (SEIHGE),
Instituto Geográfico Militar, Quito, agosto 1993.- pp.81.
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ACCESOS
Desde el Norte:
a) Desde Cotocollao: por la actual avenida de La Prensa hasta la “Y”, la
Diez de Agosto y luego por la calle Luis Felipe Borja que en esa épo-
ca formaban prácticamente una sola.
b) Desde Carapungo (actual Calderón): por Carretas y luego por la
actual avenida Diez de Agosto.
c) Desde Zámbiza, Nayón: por la actual avenida Seis de Diciembre y
calle Luis Felipe Borja.
d) Desde El Quinche, Guápulo: por la Pata de Guápulo, avenida Doce
de Octubre y avenida Gran Colombia.
Desde el Sur:
a) Desde Chillogallo o Guamaní: Por la actual avenida Mariscal Sucre
(antes Vencedores de Pichincha), luego la calle Bahía que pasa por el
sitio conocido como “Los Dos Puentes” en recuerdo a los dos puen-
tes seguidos que habían sobre las profundas quebradas cuyos re-
llenos han dado origen a las calles O’Leary y Patate. Esta ruta fue re-
lativamente nueva y se empezó a construir un gran arco de mam-
postería de ladrillo en el sitio donde empalma con la calle Necochea,
seguramente para marcar el ingreso a la ciudad. Este arco se iba a
llamar: Arco de La Magdalena. Hasta ahora se observan sus estribos
inconclusos.
b) Desde Chillogallo: Por la actual avenida Mariscal Sucre hasta el
puente de “Los Chochos”, que estuvo ubicado al pie del actual san-
tuario del Hermano Miguel, luego la calle Viracocha hasta la plaza
de La Magdalena, calle Jambelí, avenida Cinco de Junio y calle Am-
bato. El tramo de prolongación de la Cinco de Junio hasta la Ambato
fue relativamente nuevo en esa época.
c) Desde Lloa: por el antiguo camino que pasa por Chilibulo y se une
a la anterior inmediatamente antes del lugar donde estuvo el puente
de Los Chochos, sobre la quebrada del mismo nombre.
d) Desde Guamaní: por la actual avenida Maldonado o Panamericana
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Sur. Esta ruta estuvo habilitada posiblemente desde inicios del siglo
XVIII.
e) Desde Amaguaña y Carapungo: por el Camino de los Incas siguien-
do la cumbre de la loma de Alpahuasi hasta Puengasí, luego la calle
Juan Bautista Aguirre, la avenida Alpahuasi hasta empalmar con la
Maldonado en Chimbacalle. Estos últimos tramos seguramente fue-
ron relativamente nuevos.
f) Desde el Valle de Los Chillos: por el antiguo carretero que pasa por
la plaza de Conocoto, luego unas callejuelas de bajada al puente so-
bre el río, después hasta la Ponce Enríquez y empalmar con la ruta
anterior en Puengasí.
PARROQUIAS
BARRIOS
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Esta torre con seis campanas, exhibía en cada flanco una gran esfera
del reloj de pesas cuya compleja máquina de hierro (aprox. 25qq.) esta-
ba contenida en su interior. El reloj fue el segundo que hubo en Quito
(B), construido en cerca de dos años por herreros quiteños bajo la direc-
ción de un hermano jesuita alemán. Marcaba con campanadas el ritmo
de las actividades cotidianas ciudadanas cada quince minutos, siendo
las de las horas más sonoras oyéndose en toda la ciudad.6 Otra reliquia
renombrada de esa época es la enorme campana de 2.07 mts. de alto,
peso de 125 qq. con badajo de 2qq. , llamada “Nuestra Madre”, en la
torre de La Merced,7 cuyos repiques podían oírse hasta el Quinche;
desde inicios del siglo pasado se encuentra silenciada por una rajadu-
ra consecuencia del impacto de una bala de fusil durante una de las
refriegas por el poder.
No habían árboles de eucalipto ni pinos ni cipreses sino los
endémicos, tales como: alisos, arrayanes, sisines, molles, toctes o no-
gales, capulíes, sauces, aguacates, cedros, acacias, magnolias(?), etc.
El Panecillo tenía casas solo hasta las de la calle Ambato, no
tenía árboles sino su vegetación endémica donde predominaba el
ñachag de color verde oscuro que con sus abundantes flores de amari-
llo intenso, en las horas soleadas, tomaba el conjunto un viso de pince-
ladas doradas. Similar comentario podríamos hacer de las demás lo-
mas que rodean a la ciudad. En la cumbre del Panecillo había la ruina
de una construcción prehispánica8; no había la famosa olla ni en su
falda el fortín y almenado al borde del camino prehispánico de subida
en espiral9 cuya traza ha sido respetada constituyendo un vestigio
elocuente de la milenaria presencia humana en la zona.
En los ejidos de la ciudad, ubicados en los extremos norte y
sur, habían todavía restos de grandes lagunas frecuentadas por garzas
y patos y aun ocasionalmente por venados y pumas.
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LAS QUEBRADAS
10 Gualberto Pérez, Plano de Quito de 1888, Municipio Metropolitano de Quito, .68 x .98 m.
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fuerte; y, desde la Flores hasta Cuenca. Son calles rectas y de ancho uni-
forme de aproximadamente 10 m o 33 pies. En realidad son seis en sen-
tido norte–sur y ocho en sentido este–oeste; a estas calles se las llamó
“calles reales”(?). A principios del siglo XVII el presidente Antonio de
Morga mandó a empedrar las principales calles de la ciudad11 y según
las crónicas de: J. Juan, A. Ulloa, 1738; Chicala, 1770; V. Brandín, 1824;
no se incrementaron más, pues como calles empedradas se refieren a
las calles centrales y a las principales de acceso a los barrios perime-
trales sin llegar a sus transversales ni a las de los arrabales que se man-
tuvieron de tierra. Para cruzar las quebradas que no estaban canal-
izadas, las calles bajaban los flancos del cauce en fuerte pendiente hasta
alcanzar un vado o el puente que estaba a escasa altura sobre el agua.
Las calles con pendiente tenían una acequia que corría por su eje y para
que no estorbe al tránsito de las calles transversales, en el cruce, se
hacían pequeños puentes con losas de piedra sobre las acequias12. Estas
acequias llevaban aguas lluvias y servidas a las quebradas, afortunada-
mente llovía mucho.
La irregular topografía del sitio de Quito y la presencia cada
vez más importante de vehículos obligó a regularizar, en lo posible, el
perfil longitudinal de las calles y a ensancharlas, todo esto a base de
desbanques y de rellenos, modificando substancialmente las perspecti-
vas internas de la urbe, pues calles angostas y con casas de un solo piso
al costado, pasaron a ser más amplias y con aparentes casas de dos o
más pisos debido a los desbanques. Los nuevos accesos a las casas han
sido resueltos a base de escaleras exteriores o interiores y aun con túne-
les privados. Estas transformaciones fueron muy frecuentes a partir de
la segunda mitad del siglo XIX y pueden ser fácilmente detectadas al
examinar el paramento de fachada de las casas antiguas que todavía
permanecen. También al observar hoy el ancho variable o endentado
de las calles, es el ancho menor el más antiguo y que con mucha seguri-
dad correspondió al que se tuvo en 1809.
La actual calle Mejía se interrumpía entre la Guayaquil y la
Flores, pues el convento de San Agustín ocupaba desde la Chile hasta
la Olmedo. La actual calle Sucre terminaba, al oriente, con la calle Flo-
res. La actual calle Rocafuerte se prolongaba hacia el oriente con un tra-
zado en zig-zag hasta el río Machángara. No había la Mama Cuchara.
11 Alfonso Reece D., Morga, Alfaguara Ecuador, marzo 2007.- pp. 170.
12 Ernesto Chiriboga O., Foto, Un Siglo de Imágenes, El Quito que se Fue, volumen 2, 1860/-
1960, TRAMA, junio 2004, Quito-Ecuador.- pp. 194.
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NOMBRES DE CALLES
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Domingo en el XIX (?). Esto originó desniveles con las calles adyacen-
tes y motivó la ejecución de los magníficos atrios corridos muy ele-
gantes que complementan y adornan a dos de esos grandes espacios
públicos. (El atrio de La Catedral es del siglo XVII?). Además hubo que
construir pequeños muros de contención perpendiculares a dichos
atrios y en su extremo sur, tanto en el de S. Francisco, como en el del
palacio del Presidente y Real Audiencia, pues para acceder a la Plaza
Grande por la esquina suroccidental, había que bajar una rampa en
diagonal. Estos muros de contención estuvieron posiblemente presen-
tes hasta fines del siglo XIX15. Los pisos de las plazas fueron de tierra
(cangahua) a excepción del de la Plaza Grande que era periódicamente
encalado para darle mayor solidez y evitar el barro en lo posible16.
Cruces centrales habían en las plazas de San Sebastián, plaza
hoy desaparecida; Santa Clara, plaza que hay intención en recuperarla;
y, en la de San Francisco; esta última se encuentra reubicada en el
extremo sur del atrio.
Para 1809 la Plaza Grande ya exhibía sobre la fachada lateral
de la Catedral al templete o arco de Carondelet, terminado en 180717
como pórtico de la puerta central hacia la plaza, así como a la generosa
grada lobulada que sirve de acceso al atrio. Posiblemente la Catedral
estuvo apenas reparada.
Chicala describe el flanco oriental de la Plaza Grande de la si-
guiente manera: “A un lado está el Palacio de la Ciudad junto con otras
casas de personas particulares en la misma cuadra. Debajo hay un bello
pórtico sostenido por columnas octagonales de piedra, hay también
balcones….” 18. El P. Juan de Velasco sobre el mismo palacio dice: “obra
antigua y ordinaria” 19. Allí funcionaba el cabildo presidido por el co-
rregidor, habían los regidores, ancianos o magistrados, 2 alcaldes ordi-
narios, 2 de la hermandad, un procurador y el alcalde mayor que debía
ser un indígena para coordinar especialmente con las parroquias
rurales.20
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Chicala: "En el tercer lado" (de la plaza) "se halla todo el Palacio del
Presidente y Real Audiencia, muy majestuoso, de dos pisos y con balcones, con
bella y delicada fachada, edificado sobre un pórtico” (confunde pórtico por
atrio) “que se levanta por encima de la Plaza por lo menos doce palmos, todo
él de losas de piedra finamente labrada. Se sube por tres magníficas escaleras,
una al centro con diez o más gradas y otras dos en los dos extremos y esquinas
del Palacio.....". Estas dos gradas no tenían descanso intermedio, como
son ahora desde la época de Ponce Enríquez, 1959. Indica también que
hay doce habitaciones o almacenes de comerciantes bajo el atrio (hoy
hay solo diez y son correspondientes con el tramo central), que la grada
interior principal "es muy espaciosa y magnífica, de losas de piedra.....".
Continúa con una descripción muy general de los ambientes, pero
detallada de los muebles y enseres.21 Julio Ferrairo (fines siglo XVIII), al
describir la Plaza Grande, dice: "..Pero el palacio de la Audiencia, que
debería ser el principal ornamento, la desfigura, ya que en parte está arruina-
do y no se piensa en repararlo".22 En 1803 el Barón de Carondelet dispone
acciones a tomar para defender al palacio y menciona al pretil sobre las
covachas, una puerta principal hacia la plaza, otra puerta para la
cochera (sobre la actual calle Espejo) que lo comunicaba con el cuartel;
y, una tercera puerta hacia la actual calle Chile23. En 1824 Victoriano
Brandín dice de Quito: “De brillante prosperidad anterior, hoy presenta un
triste esqueleto….” 24. En 1826 el capitán Gabriel Lafond de Lurcy lo rati-
fica al expresar: “…al oeste de esta plaza” (Plaza Grande) “está el palacio
del presidente, edificación pesada y sombría” 25. Celiano Monge (1910), dice:
"Antes que se construyera la azotea, el atrio del Palacio se asemejaba al pretil
de la Catedral. La balaustrada contenía adornos de piedra, los mismos que
existen en el Puente de Machángara".26
En el plano de Quito de principios del siglo XIX, atribuido a
Montúfar, aparecen dos puertas principales del Palacio hacia el atrio
con pretil, y frente a cada una de ellas una amplia grada semicircular;
así como una galería abierta y corrida a todo lo largo de su segunda
planta hacia la plaza. Existe una pintura de mediados del siglo XIX y
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
foto por el año de 1860 donde se ratifica lo del plano pero con gradas
rectas; en esta están las huellas de las gradas y se observan las puertas27.
El solar del palacio del Presidente y Real Audiencia ocupaba
todo el frente hacia la Plaza Grande y continuaba con frente a la Chile
hasta la Benalcázar donde estaba la cárcel mencionada anteriormente.
El edificio del palacio del Presidente y Real Audiencia ya ocupaba en
1809 la mitad oriental de la manzana, resuelto a base de dos patios, uno
de mayor tamaño ubicado hacia el sur cuya planta alta ocupaba la
vivienda del presidente; además alojaba las siguientes actividades o
ambientes: cochera, caballeriza, bodegas, guardias, capilla real, cuatro
Oidores, fiscal, relator, escribano, salas de audiencia y tribunales, adua-
na, contaduría y portería.28 Los correos ocuparon unas covachas bajo el
atrio29; y la fundición de moneda se realizaba en un local frente a la igle-
sia del Sagrario.
En base a las crónicas anteriores podemos concluir que: El atrio
del palacio del Presidente y de la Real Audiencia tuvo pretil (pasamano
de piedra), fue retirado cuando se comenzó a construir sobre él, el pór-
tico corrido que tanto adorna y es de gran utilidad. El pretil del atrio
del palacio fue reutilizado para colocarlo a los costados del sobrepuen-
te del Machángara construido en la segunda mitad del siglo XIX sobre
el viejo colonial, donde hasta ahora está y ha sido recién restaurado. El
actual pórtico corrido sobre el atrio, las gradas y las dos puertas del
palacio hacia la plaza, fueron ejecutados dentro del período entre 1827
y 1842, impulsados por el presidente Juan José Flores bajo la dirección
de M. Lavazzari30. Las gradas hacia la plaza desaparecieron antes de
1860.
Continúa el P. Chicala: “Sigue luego el Palacio Episcopal por el
cuarto lado, que se extiende de un extremo a otro” (¿?) “con un bello pórtico
sostenido por columnas octagonales de piedra, sobre el que corre una azotea o
corredor con celosías bien dispuestas y labradas. Hay una bella fachada, deli-
cadísima, con un portal majestuoso.” 31 Habían locales comerciales en los
locales del portal del señor obispo.32
27 Ernesto Chiriboga O., Foto, El Quito que se fue 1850-1912, volumen I, Colección Testimonio,
volumen 1, PPL Impresores, noviembre 2003, Ecuador.- pp. 103, 104.
28 Ibídem 2.
29 Información verbal del Ing. Rodrigo Páez Terán, Ex Director de Correos.
30 Ibídem 26.
31 Ibídem 6.- pp. 194.
32 Manuel José Caicedo, Cronistas de la Independencia y de la República, Viaje Imaginario, Biblioteca
Ecuatoriana Mínima, Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, México, 1960.- pp. 86.
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La actual Plaza del Teatro fue conocida desde el siglo XVI con
el nombre de Las Carnicerías o Del Rastro porque en su flanco sur estu-
vo el camal o matadero hasta mediados del siglo XIX.
La Alameda tuvo en 1809 cerramiento perimetral, su ingreso
principal desde el sur se hacía por una portada de tres arcos ubicada en
el lugar que hoy ocupa el imponente monumento a Simón Bolívar. En
su interior se habían sembrado filas de árboles en sentido norte-sur y
construido un kiosco (?). Había un portón en el flanco norte al frente a
la llamada “Ermita de la Vera Cruz” hoy El Belén. No había el conoci-
do Churo pero si debió haber la laguna que no consta en el plano.
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FUENTES Y CHORROS
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36 Andrés Peñaherrera Mateus “¿Gran Muro Inca en Pleno Centro Histórico de Quito?”, Boletín
de la Academia Nacional de Historia, Volumen LXXXV n.177, Artes Gráficas Señal Impreseñal,
Quito, 2006.- pp. 156.
37 Ibídem 13.- pp. 51-52.
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NOTAS
A.- Los accesos desde el norte a la ciudad de Quito prácticamente no han sufri-
do mayor variación, pero no así los del sur. El principal acceso sur hasta
finales del XVII, fue por Guamaní, Chillogallo, La Magdalena, acceder por
El Sena a la plaza de La Recoleta, pasar delante del Buen Pastor, tomar la
calle Chahuarcucho o Portilla para llegar a la plaza de San Sebastián, hoy
desaparecida, luego por la calle Loja hasta la Guayaquil para cruzar la
amplia y profunda quebrada de Jerusalén sobre “el socavón”, tomar La
Ronda hasta la García Moreno (Calle de las Siete Cruces). En el siglo XVII
se mejoró al puente correspondiente con la actual calle García Moreno
sobre dicha quebrada entonces el acceso al centro de la urbe se lo hacía
directamente por la calle Loja a la García Moreno (plano de Alcedo, 1734).
Por otro lado, el tramo de la Maldonado entre St. Domingo y La Recoleta
fue poco a poco mejor habilitado y cuando se realizaron los grandes des-
banques, uno a la altura de la plaza de San Sebastián que cortó la con-
tinuidad con Chahuarcucho, y, otro a la salida desde la plaza de St.
Domingo, pasó a ser el principal, quedando casi invalidados los accesos
antes descritos.
B.- El primer reloj público de Quito estuvo en una torre del monasterio de La
Concepción, ubicada en la esquina sureste de las actuales calles Mejía y
Benalcázar. Este reloj fue ubicado allí porque estaba al frente de la VER-
DADERA PLAZA DE LA FUNDACIÓN, desaparecida a fines del XVII.
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SEM B L AN Z A D E L A CI U DA D D E QU I TO EN 1809
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DISCURSOS
ACADÉMICOS
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LA HISTORIA INMEDIATA DEL ECUADOR
Y LA DEUDA HISTÓRICA
CON LA SOCIEDAD ECUATORIANA
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BIENVENIDA AL DR. JUAN J. PAZ Y MIÑO
COMO INDIVIDUO DE NÚMERO DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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D IS C U R S O D E B I E N V E N I DA AL D R . J UAN J . PAZ Y M I Ñ O
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D IS C U R S O D E B I E N V E N I DA AL D R . J UAN J . PAZ Y M I Ñ O
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D IS C U R S O D E B I E N V E N I DA AL D R . J UAN J . PAZ Y M I Ñ O
161
BIENVENIDA AL
ABOGADO RAMIRO MOLINA CEDEÑO
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
162
D IS C U R S O D E P R E S E N TAC I Ó N D E L AB . R AM I RO M O LI N A
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Muchas Gracias.
164
MANABÍ:
SU HISTORIA – SU NOMBRE
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M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
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M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
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M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
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M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
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M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
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176
M AN AB Í : S U H I S TO R I A - SU N O M B R E
Gracias.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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BIENVENIDA AL
SR. EDUARDO ESTRADA GUZMÁN
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Benjamín Rosales Valenzuela
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DISCURSO DE P R E S E N TAC I Ó N DE EDUARDO ESTRADA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Muchas Gracias
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LA BANDERA DEL IRIS
1801 - 2007
Introducción
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El Concepto
Significado
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
Teorías
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
Dudas
Hay historiadores que han dudado de la concepción, por parte de
Miranda, de la bandera del arco iris. Uno de ellos fue el venezolano
Carlos Medina Chirinos, quien en un trabajo de 1940 que en su mo-
mento fue aceptado casi sin objeciones por sus colegas venezolanos,
dice tajantemente que "...ni el Generalísimo trajo nuestro emblema nacional,
ni posteriormente fue su autor", aseveraciones que fueron totalmente
erradas.
Otro incrédulo fue Santos Erminy Arismendi, quien dice: "El
teniente James Biggs, americano quien formaba entre los expedicionarios del
'Leander', en su relación, al reseñar el día 12 de marzo expresa: 'En ese día se
ostentaron por primera vez abordo, los colores de la bandera colombiana; es
una enseña que reproduce los tres colores que predominan en el arco-iris (...)'
Sin embargo, es de observar que lo apuntado por el Teniente Biggs nada prue-
ba históricamente, desde luego que allí no se determinan cuales son, para él los
colores predominantes en el arco-iris, porque si el azul, el amarillo, y el rojo
son ciertamente colores primarios, es por lo general el morado (color secunda-
rio) el predominante..." Con esto Arismendi nos ratifica que cada cual ve
los colores de manera distinta, porque la mayoría de las personas sí ven
predominar el rojo, amarillo y azul. Además, desde el punto de vista
histórico, nos indica que no estudió bien a "Colombeia", pues su duda
queda aclarada por el mismo Miranda, como veremos a continuación.
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La bandera de 1801
La campaña de 1806
La bandera de 1806
No se conoce la razón por la que Miranda invirtió el orden de
los colores de la bandera cuando inició su campaña de 1806. Es más, en
ningún momento, desde que sale de Nueva York hasta que regresa a
Londres ese mismo año, se describe la bandera por parte del mismo
Miranda o sus acompañantes. Sólo James Biggs nos indica crípticamen-
te, el 12 de marzo, que: "Este día los colores colombianos fueron desplegados
por primera vez. Esta enseña está formada por los tres colores primarios que
predominan en el arco iris." Si nos ajustamos al sentido literal de sus pala-
bras, la bandera izada tendría que haber sido rojo, amarillo y azul, o
sea la misma establecida en 1801. Sin embargo, por declaraciones pos-
teriores realizadas por los pocos habitantes de Vela de Coro y Coro que
quedaron en los pueblos luego de realizada la invasión, la bandera que
se desplegó en ellos fue exactamente lo inverso, o sea azul, amarillo y
rojo.
La bandera que describirían los habitantes de Vela de Coro y
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
La flotilla en Trinidad
El 24 de junio entraron a Trinidad, donde recibieron el apoyo
decidido de las autoridades británicas. La expedición recibiría apoyo
logístico inglés así como buques, pero no tropas para la invasión.
El 25 de julio partió de Trinidad la flota invasora, que estaba
integrada así: "Leandro", de 16 cañones; "Lilly", 24; "Express, 12;
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
La retirada
Un consejo de guerra, en el que participó Miranda, decidió
reembarcar y abandonar las plazas. Así lo hicieron el 13 de agosto,
dejando atrás, con un fracaso, el primer intento de liberación de los
pueblos de la Capitanía General de Venezuela.
Una vez retiradas las fuerzas invasoras, las autoridades forma-
ron causa para averiguar los pormenores de lo que había sucedido. En
las declaraciones de los pocos habitantes que permanecieron en los
pueblos encontramos repetidamente la descripción del tricolor que Mi-
randa desplegó por primera vez en territorio continental americano.
Todos coinciden en declarar que los colores de la bandera que vieron
en la torre de la iglesia eran azul, amarillo y encarnado, en ese orden,
de arriba hacia abajo. (fig. 3 color)
La Bandera de 1811
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Miranda y el tricolor
La bandera tricolor primitiva del Ejército Colombiano de Francisco de
Miranda murió con el retiro de las tropas de La Vela de Coro. Miranda
no volvió a mencionar ese tricolor azul, amarillo y rojo que había sufri-
do la derrota. Pero en su mente se mantenía la composición elemental
del arco iris, como símbolo de libertad.
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Vientos de libertad
Para fines de la primera década del Siglo 19 los vientos de
libertad arreciaban en las Américas. La debilidad de España, subyuga-
da por el imperio francés, dio la oportunidad de comenzar movimien-
tos revolucionarios que, camuflados como actos de apoyo al rey Fer-
nando VII, darían los primeros pasos hacia la libertad. Movimientos
similares se dieron en la Presidencia de Quito, Virreinato de Nueva
Granada y Capitanía General de Venezuela entre 1808 y 1811.
En Venezuela, lugar donde nacería nuestra actual bandera, el
movimiento libertario comenzó efectivamente el 19 de abril de l.810,
como un renacer de la conspiración de los mantuanos, de 1808 y como
uno de apoyo al legítimo Rey de España. Los mantuanos eran indivi-
duos que pertenecían al grupo de criollos poderosos en la época colo-
nial. A nombre del Rey, se desconoció al Gobierno títere de los france-
ses y se estableció una "Junta Suprema Conservadora de los Derechos
de Fernando VII". Esta Junta enarboló, a partir del 4 de mayo, una ban-
dera que sería considerada como la segunda del movimiento libertario
venezolano (la primera, la de Miranda).
Era una divisa compuesta de los colo-
res rojo, amarillo y negro, con la sigla F VII en
la franja amarilla central. Los colores rojo y
amarillo significaban la bandera española y
el negro la alianza con Gran Bretaña, que fue
factor indispensable para lograr el objetivo
de los supuestos "Conservadores".
El resultado fue que, aunque el 19 de abril de 1810 no se decla-
ró la independencia de España, para todo efecto práctico se había esta-
blecido una administración independiente de la del reino, lo que llevó
eventualmente a la declaración de independencia formal, el 5 de julio
de 1811.
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Documentos de soporte
Después de mucho investigar, he llegado a la conclusión de que hay
solamente dos documentos que son el sustento de la bandera de tres
franjas desiguales que casi todos los historiadores venezolanos consi-
deran como la de 1811:
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sea uno de los proyectos surgidos por aquellos días. Observamos que
si a este diseño le quitamos el Escudo y colocamos en su centro el de
la Bandera colombiana o el de la ecuatoriana, resultaría semejante a
cualquiera, de ellas, ya que los Pabellones de estas Repúblicas herma-
nas, tienen esas dimensiones, y han conservado los colores usados por
la Unión Gran Colombiana: Venezuela, Nueva Granada y Quito".
Bien, para cualquiera que lea estas palabras por primera vez
sin antecedente alguno, es poco lo que dice porque confunde, pero con
los antecedentes que ya tenía, me llamó mucho la atención, especial-
mente en la última parte.
Estas palabras me dirigieron hacia el archivo del Foreign Offi-
ce, pues en las fuentes consultadas localmente no tenían ese número
del boletín de la ANHV (aún no conocía otro fondo, que sí lo tenía). El
archivo del Foreign Office de la Gran Bretaña está actualmente bajo
custodia de los Archivos Nacionales del Reino Unido (NAUK). Una
búsqueda en ellos, con la asistencia de su personal especializado, no
dio resultados positivos, a más de recibir de ellos una copia en tamaño
natural de la proclama del 8 de julio de 1811 del Poder Ejecutivo de
Venezuela, con la cual se pudo aclarar el tema de la escarapela. El per-
sonal del NAUK me comunicó que el material que necesito bien podía
estar en alguna carpeta no consultada, lo que requería una investiga-
ción ampliada, con un costo muy elevado. Esa investigación amerita
que sea realizada por un Gobierno que desee esclarecer sin duda algu-
na la historia de las banderas.
Ese resultado me dirigió hacia los Archivos Nacionales de los
EE.UU. pues era muy posible que ese país también recibiera una copia
del diseño de la bandera. Paralelamente también realicé un contacto en
Francia, pero sin resultados. Felizmente contaba con un colaborador
espontáneo y muy eficiente en Washington, y en cuestión de pocos días
tuve en mis manos una copia de la bandera que había sido enviada por
el Supremo Poder Ejecutivo de la Confederación de Venezuela al Presi-
dente de los Estados Unidos de Norte América en 1811. Verla fue reci-
bir un balde de agua fría y en ese momento se derrumbó todo el traba-
jo de algunos meses.
Esta imagen era, claramente, la de una bandera en que la fran-
ja clara ocupaba la mitad y los otros dos colores, indefinidos al ser
tonos de grises, ocupaban la otra mitad en partes iguales. Como escu-
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National Archives and Records Administration. Colombia, Microfilm 51, Rollo 1, Cuadro 53
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Washington Bogotá
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La bandera de 1812
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Dudas razonables
A pesar de lo interesante que resulta lo citado anteriormente,
debo manifestar ciertas dudas en cuanto a la veracidad del conjunto
documental, no del contenido, pues si bien lo que dice es coherente, el
estilo y el contenido de la redacción difieren mucho, al ser más amplios
e incluyentes de información, de aquel usado en las actas del Supremo
Congreso en el mes de julio de 1811.
La información que incluye la cita anterior es tan detallada que
más bien formaría parte de los diarios de debates, que no aparecen en
ningún archivo...
Aún con esta duda razonable, hay otros documentos que res-
paldan lo que dice el texto citado, por lo tanto lo damos como cierto, en
la medida que no afecta a la bandera en su composición fundamental
de colores y dimensiones de sus franjas.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
La bandera de Pampatar
El Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar,
edición de 1999, Tomo I, páginas 969 y 970 dice esto sobre el Congreso
de Cariaco y el Gobierno de Pampatar:
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
La bandera de Angostura
Dice Francisco Alejandro Vargas: "Y el Pabellón Nacional con su
gualda estrellado de azul comenzó a flamear en los mástiles de nuestros buques
de guerra conduciéndolos al triunfo sobre la Escuadra Española, remontando
el Orinoco hasta Angostura, tras la estrella luminosa de Bolívar, quien tan
pronto como hubo libertado la Provincia de Guayana, dictó en consecuencia el
siguiente Decreto:
"SIMON BOLIVAR, Jefe Supremo etc.
Habiendose aumentado el número de Provincias que componen la
República de Venezuela por la incorporación de la Guayana decreta-
da el 15 de octubre último, he decretado y decreto:
Artículo único.- A las siete estrellas que lleva la bandera nacional de
Venezuela se añadirá una, como emblema de la Provincia de Gua-
yana, de modo que el número de las estrellas será en adelante de ocho.
Dado firmado de mi mano, sellado con el sello provisional del Estado
y refrendado por el Secretario del Despacho, en el Palacio de Gobierno
de la ciudad de Angostura, a 20 de noviembre de 1817 – 7°"
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
El Congreso de Angostura
El 15 de febrero de 1819 se instaló en la ciudad de Angostura,
capital de la provincia de Guayana venezolana. Fue el segundo Con-
greso Constituyente de Venezuela, luego del de 1811-1812 realizado en
Caracas y Valencia.
El 17 de diciembre de 1819:
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El Sol de Colombia
El movimiento revolucionario de Guayaquil, que se venía ges-
tando algunos meses antes por parte de un decidido grupo de patrio-
tas, cobró fuerza con la llegada, a fines de julio de 1820, de los tres ofi-
ciales del célebre Batallón Numancia: Capitanes Luis Urdaneta y León
Febres-Cordero; y, Sargento Mayor Miguel Letamendi.
No está totalmente clara la circunstancia de la salida de Lima
de los tres oficiales. Unos historiadores dicen que venían desterrados
por sus opiniones y actividades contrarias a la corona española. Otros
dicen que iban de paso a Venezuela a incorporarse en otro cuerpo mili-
tar. Lo cierto es que al desembarcar en Guayaquil se encontraron con
que ya estaba en marcha una revolución, pero que carecía de liderazgo
militar. Ellos llenaron ese vacío y se incorporaron de corazón al movi-
miento revolucionario.
Una vez consumado el hecho en la madrugada del 9 de octu-
bre de 1820, José de Villamil nos relata en sus memorias: "Al aparecer el
Sol en todo su brillo por sobre la cordillera, Cordero vino a mí corriendo, y
obligándome, sin mucha ceremonia, a dar media vuelta, me dijo: mire Ud. al
Sol del Sud de Colombia. 'A Ud. en gran manera lo debemos', dije. Nos abra-
zamos con ojos húmedos".
Esta cita de Villamil nos refuerza el hecho de que a pesar de
que la Presidencia de Quito aún no formaba parte de la República de
Colombia, en la mente de los libertadores ya era la "tercera estrella" de
esa República.
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Guayaquil es Colombiano
El Libertador ya había resuelto que Guayaquil tenía que incor-
porarse a la República de Colombia lo más pronto posible. Esta creen-
cia había llegado al punto de obsesión. Bolívar obtuvo lo que deseaba,
pues el 31 de julio los mismos guayaquileños pidieron su anexión a
Colombia y se arrió por última vez el Bicolor de Junio. Desde entonces,
el Tricolor colombiano se convirtió en bandera nacional.
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
Se escribe al Norte
En carta del 30 de junio al Jefe de Estado de Venezuela, Flores
le dice, entre otras cosas: "Tengo el placer de informar á V.E. que anhelan-
do vivamente los pueblos del Sur de Colombia por establecer intimas relacio-
nes con el gobierno y los pueblos del Estado de Venezuela, deseando á la vez
informar los principios y sentimientos de unidad nacional: conservar el glorio-
so nombre de Colombia, su vandera iris agorera de la paz y las obligaciones que
nos ligan dentro de nosotros mismos..." El portador de la misiva sería el
general Antonio de la Guerra.
Tenemos también las instrucciones que el ministro Esteban
Febres-Cordero dio al General el día 2 de julio, antes de su partida, de
las cuales citaremos el objeto principal de su misión, contenido en el
punto tercero: "El objeto principal de su mision, será conservar el modo,
forma, y bases con que deba reunirse la nacion Colombiana, ya sea bajo un
Sistema Federal, ya por un Congreso de Plenipotenciarios, ó ya en confedera-
cion sobre determinados objetos, debiendo ser en todos casos espresa, termi-
nante, é irrevocable: concertar que la nacion conserve el nombre, y la bandera
de Colombia, y que reconosca, y pague fielmente la deuda esterior, é interior..."
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Se escribe al Centro
El 2 de julio el general Flores escribió desde Guayaquil al Jefe
encargado del Ejecutivo en el Centro, o sea en Bogotá. Entre otros pun-
tos le dice: "...de sostener con una mano sus libertades publicas, las leyes de
su corazon, de sus costumbres, de sus climas, de sus necesidades, y con la otra
el tricolor que como simbolo de Iris presajia nuestra paz interna, que amenaza
á los tiranos, que nos dá respeto en el mundo: de conservar el glorioso nombre
de Colombia, patria del inmortal Bolivar y cuna de tantos heroes...".
Confusiones
A partir de este momento comienzan las confusiones en cuan-
to a la bandera del Estado del Ecuador en la República de Colombia.
Ricardo Márquez Tapia, historiador que acierta en muchos de sus rela-
tos a pesar de que no cita fuentes, dice correctamente que el Congreso
"...en nada varió la bandera de Miranda". Otro historiador, Isaac J. Barrera
nos dice que "El Congreso ecuatoriano de 1830 dispuso que la bandera del
nuevo Estado fuera la misma usada hasta entonces, con un lema que decía: 'El
Ecuador en Colombia'. Y la bandera de Miranda fue la de nuestra República,
durante quince años...". Barrera se equivoca en cuanto a que el Congreso
dispuso, pues ni siquiera tocó el tema, pero sí está en lo correcto en
cuanto a que la bandera de Miranda continuó siendo la del país por
quince años.
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
El año de referencia
Hay dos puntos que es necesario aclarar en este decreto. Uno
es referente al año de la independencia. Muchas personas piensan que
se refiere al año 1809, o sea al 10 de agosto, pero se equivocan pues se
refiere al año 1810, o sea al 19 de abril: la "revolución" dada en Caracas.
Durante todo el período floreano, cuando se refieren al año de la liber-
tad, se refieren a 1810.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Continuidad de la Bandera
Es interesante que el año de 1830 Ecuador, al igual que Vene-
zuela, modificaron el escudo pero no tocaron la bandera. Nueva Gra-
nada, al terminar con la ficción de la República de Colombia en el año
1831, mantuvo su bandera y escudo sin cambio alguno. ¿Tuvo en esto
alguna influencia la carta enviada por el general Flores a fines de junio
del año 1830? Es muy posible que sí, pues está claro que los gobiernos
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Pasamos a la bandera:
"Artículo Sesto.- Los colores nacionales de la Nueva Granada serán
rojo, azul y amarillo. Estarán distribuidos en el pabellon nacional en
tres divisiones verticales de igual magnitud. La mas inmediata a el
asta, roja; la división central, azul, i la de la estremidad amarilla.
Artículo Septimo.- Las banderas que hayan de enarbolar en los bu-
ques de guerra, en las fortalezas y demas parajes públicos, y en las
que despleguen los ministros y agentes de la República en países
extranjeros, llevarán las armas de la Nación en el centro de la divi-
sión azul. Las de los buques mercantes llevarán en el mismo lugar
una estrella blanca con ocho rayos.
Artículo Octavo.- Tanto las armas de la República, descritas en los
artículos 1° y 5°, como las banderas de que habla el anterior, se harán
siempre conforme a los modelos que acompañan esta ley".
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El Escudo de 1843
La bandera no se alteró en la Convención de 1843 y es más,
como veremos a continuación, ni se la mencionó en el decreto que dio
el nuevo escudo de armas.
El Decreto
"La Convención Nacional decreta:
Art. Único.
Las armas de la República serán en la forma siguiente: el escudo ten-
drá una altura dupla a su amplitud; en la parte superior será rectan-
gular, y en la inferior elíptico: su campo se dividirá interiormente en
tres cuarteles: en el superior se colocará sobre fondo azul el sol sobre
una sección del zodíaco: el cuartel central se subdividirá en dos, y en
el de la derecha sobre fondo de oro se colocará un libro abierto en
forma de tablas, en cuyos dos planos se inscribirán los Nos. Romanos
I, II, III, IV indicantes de los primeros artículos de la Constitución:
en el de la izquierda sobre fondo de sinople, o verde, se colocará un
(sic) Llama. En el cuartel inferior, que se subdividirá en dos, se colo-
cará en fondo azul un río sobre cuyas aguas se represente un barco y
en el la izquierda sobre fondo de plata se colocará un volcán. En la
parte superior del escudo, y en lugar de cimera, descansará un cóndor,
cuyas alas abiertas se extenderán sobre los dos ángulos. En la orla
exterior y en ambas partes laterales se pondrán banderas y trofeos".
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
La situación política
Una desastrosa política interna y externa llevaron al Ecuador a
una crisis a fines de los años 1850s. Había una terrible escisión interna
y el país comenzó a fraccionarse. Para agravar la situación, el Perú,
ahora bien armado en su ejército y marina, aprovechó la situación para
tratar de sacar ventajas territoriales, apoyando abiertamente a uno y
subrepticiamente a otro bando.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
Las confusiones
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
El Decreto de 1900
El Congreso de 1900 sólo se limitó a describir y a reglamentar el uso de
la bandera y el escudo, sin introducir alteración alguna en el ancho de
sus franjas. La reiteración o aclaración de la franja amarilla más ancha
puede deberse a las confusiones que ya estaban creando algunos ilus-
tres historiadores de la época, que estaban confundidos. Veamos par-
cialmente el texto del decreto legislativo:
DECRETA:
Art 2° El Pabellón Nacional será, sin alteración alguna, el que
adoptó el Ecuador desde que proclamó su independencia, cuyos colo-
res son: amarillo, azul y rojo, en listas horizontales, en el orden en
que quedan expresados, de superior a inferior, debiendo tener la faja
amarilla una latitud doble a las dos de los otros colores.
Art 3° Las banderas que se enarbolen en los edificios nacionales,
buques de guerra, fortalezas, y las icen los Agentes Diplomáticos y
Consulares de la República en países extranjeros llevarán las Armas
de la Nación en el centro, sobre las fajas de los colores amarillo y azul.
Art 4° Las banderas que se enarbolan en los edificios municipales,
242
EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
El Día de la Bandera
El 23 de septiembre de 1955 se emitió un decreto legislativo
que declaró al 26 de septiembre como el día de la bandera, al haber sido
restituido el tricolor colombiano como bandera nacional del Ecuador
en esa fecha. Este decreto se publicó en el Registro Oficial N° 942, del 8
de octubre de ese año. Desde entonces, ese día se celebra en todo el país
con homenajes a la bandera nacional. En ese día se realiza la jura de la
bandera en los planteles educativos del país.
El uso de la bandera
Hace falta una reglamentación clara sobre el uso de la bandera
nacional. El decreto de 1900 no cubre algunos detalles que se pasaron
por alto. Veamos algunos ejemplos:
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EL TRICOLOR DE LA REPÚBLIC A DEL ECUADOR 1830 - 2007
Estandarización de colores
245
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Esta bandera requiere un asta muy alta para que nunca toque
el suelo, que es una de las mayores ofensas que se puede hacer a una
bandera.
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DISCURSO DE BIENVENIDA A LA
DRA. ANA LUZ BORRERO VEGA
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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BIENVENIDA A LA DRA. ANA LUZ BORRERO VEGA
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BIENVENIDA A LA DRA. ANA LUZ BORRERO VEGA
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POBLACIÓN Y TERRITORIO EN CUENCA: 1850-1950
Introducción
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
del inicio de una fuerte emigración hacia la Costa, zona que se vinculó
al mercado internacional a través de la producción y exportación de
cacao.
La población urbana a mediados del XIX se recupera, aunque
no llega a la cifra del Censo borbónico realizado por el Gobernador
Vallejo en 1778-80, para el censo de 1864, Cuenca contaba solamente
con 17.080 habitantes, menor a la de fines de siglo XVIII.
Durante este período, Cuenca forma parte de una red de ciu-
dades que estructuran el espacio nacional, que se transforman, diver-
sifican sus funciones, se extienden, y crean mercados urbanos, por
ende, estimulan el crecimiento económico y productivo del país y de
sus áreas de influencia.
La población indígena de Cuenca, a inicios de la Colonia, su-
frió un descenso demográfico muy marcado, entre otras causas debido
a la mita minera. Sin embargo, para fines del XVIII la población se recu-
peró y creció gracias a la recepción de indígenas migrantes, conocidos
en la época como forasteros; este crecimiento se debió a la migración
Norte-Sur o migración intra-sierra. El Libro de Tributos de 1792, según
señala Tyrer Brines, presenta en esta región una alta población inmi-
grante, constituida por el 75% del total.
En este período Cuenca y su región se convirtieron en provee-
doras de productos para la Costa, trasladados por la vía Cuenca Molle-
turo-Naranjal o por una ruta alterna como fue la de Cuenca-Ingapirca-
Milagro-Guayaquil. La migración desde la región de Cuenca hacia la
costa se produce ya desde inicios del siglo XIX, a este fenómeno demo-
gráfico se lo denominó “bajada a la Costa”, se trata de la emigración de
campesinos azuayos hacia Guayaquil y otras zonas costaneras como la
actual provincia de El Oro. Estudios previos como los de Palomeque
anotan la importancia de la migración serrana a la costa durante el
período de auge cacaotero. La emigración es fundamentalmente de
hombres jóvenes solteros, así lo confirman los datos de población can-
tonales de la década de los sesenta por ejemplo.
Datos del crecimiento de la población de Guayaquil corrobo-
ran esta afirmación y demuestran la importancia de la inmigración ser-
rana, particularmente desde la zona serrana centro-sur hacia esa ciu-
dad. En 1812 Guayaquil tenía alrededor de 13.000 habitantes , luego en
1831 contaba ya con una población de 24.000 habitantes. Este creci-
miento explosivo siguió a lo largo del siglo XIX. Para 1900 la población
de esta urbe ascendía a 60.000 habitantes.
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Conclusiones
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
ción posible, así como los contextos y las razones históricas para el le-
vantamiento de la misma. Se debe tomar en cuenta la intencionalidad
con la que fueron levantados y escritos esos documentos oficiales. La
recolección de la información censal, fue producto de la necesidad
gubernamental y municipal de obtener información para efectos elec-
torales, de tributación y por razones de gestión político-administrati-
vas, tanto públicas como religiosas, por ejemplo el caso del cobro de
los diezmos. La tendencia general de las informaciones censales y de
los padrones es inexactitud de los datos; ciertos importantes cuadros
presentan errores de cómputo.
Los cambios territoriales a lo largo del período de análisis son
muy numerosos, por tanto se dificulta la comparación y el análisis de
la información poblacional a nivel parroquial y cantonal. El aumento
de población, el crecimiento económico y razones geopolíticas dieron
lugar a la erección de nuevas parroquias, nuevos cantones, así como
eliminación de cantones y desmembraciones territoriales mayores, co-
mo la escisión la provincia de Cañar.
El corto tamaño de esta investigación no permitió llegar a pro-
fundizar el tema de las relaciones entre los procesos de transformación
urbana y el crecimiento de la población durante el período estudiado,
analizar las correlaciones entre crecimiento poblacional, cambio social
y urbanización, que se ampliará en una investigación futura.
Se puede concluir indicando existieron diversas etapas según
las características del crecimiento demográfico, así como importantes
cambios en el crecimiento urbano de Cuenca, también se destaca la
emigración de la población provincial, en general Cuenca y su región
mantuvieron un crecimiento positivo sobre el uno por ciento anual.
La población urbana de Cuenca, se nutrió por el crecimiento natural y
también por la inmigración interna, sobre todo de población de las pa-
rroquias cercanas a la ciudad, la movilidad de la población masculina
dio lugar a una composición de la población con predominancia de la
población femenina.
enero 26 de 2007
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PO BL ACI Ó N Y T E R R I TO R I O E N CU EN C A 1850 - 1950
Bibliografía:
Deler, Jean Paul, 1987. Ecuador del Espacio al Estado nacional. Quito, Banco
Central del Ecuador, colección biblioteca de Geografía N.2.
Kingman Garcés, Eduardo, 2006. La ciudad y los otros Quito 1860-1940, Quito,
FLACSO, Universidad Rovira e Virgili.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
266
ANEXO N° 1
Cuadro N° 1
Censo de la Población de la provincia de Cuenca en 1849
Cuenca Girón 201 109 205 183 462 579 444 450 36 29 2698
E N
Nabón 344 490 290 294 555 680 263 287 1 1 3201
Oña 321 290 124 134 208 256 155 149 1 5 1653
Jima 57 83 53 34 317 409 169 154 0 0 1276
Chaguarurcu 169 132 117 120 140 45 46 54 40 38 901
Pucará 102 131 109 98 120 174 123 130 0 0 987
CU EN C A
Valle 173 173 200 218 400 400 404 383 0 0 2351
Paccha 153 190 119 104 552 1606 263 237 0 0 2224
1850
Sidcay 454 608 445 887 1184 1479 320 420 0 0 5797
-
Molleturo 3 1 1 2 28 50 31 39 0 0 155
Totales 9932 10058 3422 4425 8414 10774 4334 4576 116 120 55993
1950
Fuente: Carpeta 18.444, julio 3 de 1849, Cuenca: datos cantonales, no se incluye la información de los cantones de Gualaceo y de Azogues
Elaboración: Autora.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Cuadro N° 2
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Cuadro N° 3
Sagrario 3737 6871 6867 3741 960 6648 7933 2675 6929 3679 10608
E N
San Blas 780 887 1037 630 920 747 1239 421 164 1503 1667
San Sebastián 825 1181 939 1067 596 1410 1219 787 335 1671 2006
San Roque 842 1025 1007 860 836 1031 1583 284 102 1765 1867
Totales 6184 9964 9850 6298 3312 9836 11974 4167 7530 8618 16148
CU EN C A
Fuente: Jefatura Política de la Provincia de los Cantones de Cuenca, Estadísticas del Censo de 1868.
ANH/C,
1850
Elaboración: Autora
1950
269
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Cuadro N° 4
Población de los cantones de la provincia del Azuay, año de 1885
Fuente: ANH/C. Censo de la provincia del Azuay, 1885, Cuenca, junio de 1885, Firman El gober-
nador, El Vicario y el Jefe Político. Elaboración: Autora.
Gráfico N° 1
Distribución de la Población del Cantón Cuenca en 1885
por sexo y edad
Fuente: ANH/C, Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, censo de junio de 1885.
Elaboración: Autora.
270
PO BL ACI Ó N Y T E R R I TO R I O E N CU EN C A 1850 - 1950
Cuadro N° 5
Resumen comparativo de los datos censales
de la provincia del Azuay entre los años de 1849 y 1885
271
272
Cuadro N° 6
Población cantonal de las provincias de Azuay y Cañar. 1825-1893
BOLETÍN
DE
Años Cuenca Girón Total Gualaceo Paute Gualaquiza Total Azogues Cañar Total Total
LA
provincial
1825 22.317 7.335 29.652 -- -- -- 18.224 17.610 9.645 27.255 75.131
1849 46.553 9.440 55.993 -- -- -- 26.286 27.552 14.384 41.936 124.215
1854 67.420 10.550 77.970 -- -- -- 25.438 21.857 14.977 36.834 140.242
1856 45.639 9.469 55.108 -- -- -- 23.719 34.258 15.335 49.593 128.420
AC ADEMIA
Fuente: Silvia Palomeque Torres, 1990. Cuenca en el siglo XIX, la Articulación de una Región. Quito: FLACSO, Abya- Yala,
Cuadro N. 8, p. 234. Datos de los censos de 1825, 1854, 1856, 1857, 1858, 1861, 1875, 1880.
HISTORIA
DISCURSO DE BIENVENIDA
AL DOCTOR JUAN MARCHENA FERNÁNDEZ
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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B I E N V E N I DA A J UAN M AR CH EN A F ER N ÁN DEZ
Con todo lo dicho como antecedente, y en especial con todo lo que Juan
Marchena Fernández ha hecho como historiador, maestro y promotor,
me complace darle la bienvenida a la Academia. Un investigador par-
ticularmente bien formado, riguroso e imaginativo, que tiene a Amé-
rica Latina como centro de su vida intelectual, será un gran aporte a la
institución y al país. Un hombre de grandes empeños, un correcaminos
activo y dedicado, un querendón de lo nuestro a quien más que los
papeles le interesa la gente, más que los documentos las personas y
sobre todo más que los títulos y distinciones los seres humanos, que
aceptará esta recepción como un nuevo abrazo al entrañable amigo de
muchos y al conocedor y descubridor de las grandes y pequeñas histo-
rias de nuestra América, la Patria Grande.
279
ILUMINADOS POR LA GUERRA
LIBERALES Y CONSERVADORES ESPAÑOLES ANTE
LAS INDEPENDENCIAS DE ESPAÑA Y AMÉRICA
Juan Marchena F.
Universidad Pablo de Olavide
1 Manuel Chust y Jóse Antonio Serrano (eds.), Debates sobre las Independencias Iberoamericanas,
Estudios AHILA, Vervuert, 2007.
280
ILUMINADOS POR LA GUERRA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
282
ILUMINADOS POR LA GUERRA
283
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
yado también por las soflamas exhortadas desde los pulpitos contra
todo lo que tuviera relación con el liberalismo, impedir cualquier reac-
ción frente al absolutismo, ahora de nuevo en el poder, fue considera-
do por el rey su tarea prioritaria. Entre las primeras medidas del nuevo
régimen, y no como un mero detalle operacional sino como una más
que significativa sentencia política, el monarca y sus ministros tomaron
la imperativa decisión de enviar a sofocar las insurrecciones america-
nas a la mayor y mejor parte del ejército que hasta ese momento había
apoyado al constitucionalismo gaditano.
Así, en esta medida del rey y de su gobierno, pueden hallarse
varios propósitos: por una parte, sujetar bajo la autoridad real a unas
provincias ultramarinas que, desde 1810, actuaban autónomamente,
rompiendo la vieja horma de la monarquía española; por otra, evitar,
con una guerra formal y declarada, que los liberales de ambos lados del
mar pudieran establecer algún tipo de acuerdo en la línea de recompo-
ner una nueva “nación”, o una “federación de naciones” de carácter
constitucionalista; y por último, seguramente el motivo más urgente y
político, alejar del escenario peninsular a aquellas fuerzas militares que
podrían, dado su manifestado afecto por la Constitución, intentar
reinstaurarla de nuevo y obligar al rey a cumplirla.
Ante la inmediatez de ser enviados a combatir en Ultramar por
resolución real, los militares liberales españoles se hallaron confinados
en los límites de una comprometida paradoja: la de obedecer al rey y
por tanto ser desleales a las ideas que hasta entonces habían defendi-
do, debiendo enfrentarse dramáticamente contra los liberales america-
nos a pesar de mantener con ellos -con mayores o menores disonan-
cias- una misma ideología anti-absolutista y un similar ideal de cam-
bios y de libertad; o, por el contrario, y como hicieron en su tierra los
independentistas a los que debían combatir, luchar abiertamente con-
tra el monarca y tumbar su régimen absoluto en la propia España3.
3 Algunas de las claves del proceso están planteadas en: FrancesoAndreu Martínez Gallego,
Entre el Himno de Riego y la Marcha real: la nación en el proceso revolucionario español, Manuel
Chust (ed.) Revoluciones y revolucionarios en el mundo hispano. Cit; Irene Castells, La utopía
insurreccional del liberalismo. Torrijas y las conspiraciones liberales de la década ominosa,
Barcelona, 1989; Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (coord.), Liberales, agitadores y cons-
piradores, Madrid, 2000; otra mirada en Alberto Gil Novales, Del Antiguo al nuevo régimen en
España, Caracas, 1986. Una actitud diferente fue la que tomó el que fuera guerrillero contra
Napoleón y luego jefe liberal Francisco Javier Mina, que marchó a México en 1816 a seguir
combatiendo contra el absolutismo del rey, uniéndose a los patriotas mexicanos y muriendo
en el empeño cerca de Guanajuato, fusilado por el virrey Apodaca (1817). Manuel Ortuño
Martínez, "Expedición de Mina. Intervención exterior en la independencia de México", en
284
ILUMINADOS POR LA GUERRA
Salvador Broseta, Carmen Corona. Manuel Chust (eds.) Las ciudades y la guerra, 1750-1898,
Castellón, 2002, pág. 61.
4 Tesis expuesta desde hace años por Fierre Vilar, en Hidalgos, amotinados y guerrilleros.
Pueblo y poderes en la historia de España, Barcelona, 1982, pág. 199.
5 Manuel José Quintana y Lorenzo, "Manifiesto en nombre de la Junta Central, a la convocato-
ria de la celebración de Cortes", en Isidoro de Antillón, Colección de documentos inéditos perte-
necientes a la política de nuestra revolución, Palma, 1811, pág. 124. Ver también Miguel Artola,
La España de Fernando VII, Madrid, 1983.
6 José Cepeda Gómez,: "La doctrina militar en las Cortes de Cádiz y el reinado de Fernando
VII", en Historia social de las fuerzas armadas españolas, Vol. 3, La época del reformismo institu-
cional, Madrid, 1986,págs.l6-22.
285
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
ta, y más del 80% a la abolición de los señoríos7. Muchos de ellos si-
guieron defendiendo abiertamente el régimen constitucional a pesar
de su abolición en 1814, organizando asonadas, sublevaciones y moti-
nes por buena parte de la geografía peninsular hasta 1820, y pagando
con la vida, el destierro o la cárcel su marcado liberalismo8.
No hay que olvidar que, finalmente, y pese al empeño que el
rey puso en lo contrario, persiguiendo a los liberales con todo el rigor
que pudo9, muchos de estos oficiales reimplantaron la Constitución en
1820, e intentaron mantenerla durante el Trienio Liberal. El constitucio-
nalismo de una buena parte del ejército era, pues, más que público y
notorio. Además, alguno de ellos, como el coronel de marina Gabriel
Ciscar, extendía este liberalismo a la cuestión americana, proclamando
en las Cortes su disposición a negociar con una América insurgente y
explicando su negativa a seguir aplicando medidas de fuerza contra los
liberales americanos: “El medio de la fuerza armada de que actualmente se
hace uso para la pacificación de aquellas provincias... envuelve el perjuicio de
establecer a la larga... un muro de bronce entre peninsulares y americanos:
muro que ya en otros tiempos separó entre nosotros la Holanda y Portugal”,
considerando necesario establecer “un olvido general de lo pasado para que en
el marco constitucional pueda verificarse la sólida unión entre los españoles de
ambos mundos”10. En las actas de la sesión de las Cortes extraordinarias
del 5 de mayo de 1810, puede leerse la proclama de otro de los diputa-
dos militares: “¡Oh! americanos: no vienen vuestros caudales como en otro
tiempo venían, a disiparse por el capricho de una Corte insensata, ni a sumer-
7 Raúl Morodo y Elias Díaz, "Tendencias y grupos políticos en las Cortes de Cádiz y en las de
1820", Cuadernos Hispanoamericanos, N° 201, 1966. Sobre este asunto ver también Julio Bus-
quéis, El militar de carrera en España, Barcelona, 1967; José Cepeda Gómez, El ejército en la polí-
tica española, 1787-1843, Madrid, 1990; Alberto Gil Novales, Ejército, poder y constitución.
Homenaje al general Rafael del Riego, Madrid, 1987; Roberto Blanco Valdés, Cortes, rey y fuerza
armada en los orígenes de la España Liberal, 1808-1823, Madrid, 1988. En este sentido resulta
imprescindible la consulta de las obras de Manuel Chust, aquí citadas, y del Diccionario bio-
gráfico del Trienio Liberal, dirigido por Alberto Gil Novales (Madrid, 1991) para comprobar el
peso y el número de estos oficiales en la práctica política del liberalismo español del periodo.
8 Charles W. Fehrenbach, "Moderados and Exaltados: The Liberal Opposition to Ferdinand
VII, 1814-1823", Hispanic American Histórica! Review, N.50.1, 1970; y la sobras ya citadas de
Irene Castells e Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma.
9 Ignacio Lasa Iraola, "El primer proceso de los liberales, 1814-1 SI5", Hispania, N.XXX, Madrid,
1970
10 Diario de Sesionen de las Cortes Generales y Extraordinarias, 12 de septiembre de 1813, pág.
6213. Ver también Emilio La Parra, El regente Gabriel Ciscar. Ciencia y revolución en la España
romántica, Madrid, 1995.
286
ILUMINADOS POR LA GUERRA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
15 Estos generales parece que silenciaron luego estas ofertas de Napoleón, so peligro de ser
acusados de traidores, y no informaron de ello a las Juntas respectivas, salvo Emparán, que
lo comunicó a la de Sevilla y ésta lo nombró entonces para idéntico cargo, marchando a su
destino en 1809. José Ramón Alonso, Historia política del ejército español, Madrid, 1974,
pág. 120.
16 Cádiz, Imprenta de Jiménez Carreño, 1812.
17 Vicente Lloréns, Liberales y románticos. Una emigración española en Inglaterra, 1823-1834,
Madrid, 1979.
18 Manuel Chust (cd.) Federalismo y cuestión federal en España, Castellón, 2004; Manuel Chust,
La cuestión nacional americana en las Cortes de. Cádiz, Valencia, 1999, págs. 232 y ss; José Luis
Villacañas Berlanga, "Una propuesta federal para la Constitución de Cádiz: el proyecto de
Flórez Estrada", en Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La trascendencia del liberalismo
doceañista en España y América, Valencia, 2004. Para el caso mexicano, Manuel Chust e Ivana
Frasquet, "Soberanía hispana, soberanía mexicana: México, 1810-1824", en Manuel Chust
(coord.), Doceañismos, constituciones e independencias. La Constitución de Cádiz y América,
Madrid, 2006, pág. 169.
288
ILUMINADOS POR LA GUERRA
19 Muy revelador es en este sentido el trabajo de Tulio Halperin Donghi, "Del Virreinato del
Río de la Plata a la Nación Argentina", en Víctor Mínguez y Manuel Chust (eds.) El Imperio
sublevado. Monarquía y naciones en España e Hispanoamérica, Madrid, 2004, en especial
las págs. 280 y ss., donde analiza la importancia de la élite militar, surgida en 1810, en el
transcurso de ¡a revolución de Buenos Aires.
20 Carta reproducida en El Correo del Orinoco, Angostura, N.2, julio 1818, págs. 1 y 2. Edición
facsimilar de Gerardo Rivas Moreno, Bogotá, 1998.
289
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
290
ILUMINADOS POR LA GUERRA
21 Antonio Alcalá Galiano, "Apuntes para servir a la historia del origen y alzamiento del ejér-
cito destinado a Ultramar en 1 de enero de 1820", Obras escogidas (Edición de Jorge Campos)
Biblioteca de Autores Españoles, N.LXXXIV, Madrid, 1955, págs. 327-342
22 Josep Fontana, De en medio del tiempo. La segunda restauración española, 1823-1834, Barcelona,
2006.
23 Juan Sísinio Pérez Garzón, "Absolutismo y clases sociales: los voluntarios realistas de
Madrid, (1823-1833)", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, N° XV, 1978; Federico
Suárez, "Los cuerpos de voluntarios realistas. Notas para su estudio", Anuario de Historia del
Derecho Español, Madrid, 1956; Alfonso Braojos Garrido, "Los voluntarios realistas, un vacío
en la historia militar de Andalucía", Milicia y sociedad en la Baja Andalucía. S.XVIIIy XIX,
Sevilla, 1999.
24 Pedro Pegenaute, Represión política en el reinado de Fernando VIL Las comisiones milita-
291
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
res. 1824-1825, Pamplona, 1974; Soren Christensen fed.) Violence and the Ábsolutist State,
Copenhagen, 1990.
25 Instrucciones personales de Fernando Vil, en Federico Suárez, Luis López Ballesteros y su
gestión al frente de la Real hacienda (1828-1832), Pamplona, 1970, pág. 84.
26 J. Marchena F., "La expresión de la guerra. El poder colonial. El ejército y la crisis del régi-
men colonial en la región andina". Historia de América Andina, Vol.4, Quito, 2003; Alberto
Wagner de Reyna, "Ocho años de La Serna en el Perú. De La Venganza a La Ernestine",
Quinto Centenario, N° 8, Madrid, 1985.
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ILUMINADOS POR LA GUERRA
27 Reales Decretos de Fernando VII, cit., Vol.IX, págs. 224, 227. Ver también Mariano y José
Luis Peset, "Legislación contra liberales en los comienzos de la década absolutista, 1823-
1825", Anuario de historia del derecho español, año 1967. Los decretos de 1814 aquí refe-
renciados se comentan en !a nota 88 del presente trabajo.
28 Imprenta de Fermín Villalpando, Madrid, 1813. Edición y estudio preliminar de José
Antonio Maravall, Madrid, 1988, págs. 132 y 150,
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44 Sermones de los curas de Bosa, Guaduas y Villeta, 1819. Margarita Garrido, "Contrarres-
tando los sentimientos de lealtad y obediencia: los sermones en defensa de la Indepen-
dencia en el Nuevo reino de Granada", en Actas del XII Congreso Internacional Ahila,
Porto, 2001, Vol.II, págs. 72 y ss.
45 Ibidem, pág. 73, sermón del cura de Guaduas.
46 Citado por Marco Antonio Landavazo, "Imaginarios encontrados. El antiespañolismo en
México en los siglos XIX y XX", Tzintzun, Revista de Estudios Históricos., N° 42, 2005, pág.34.
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ILUMINADOS POR LA GUERRA
47 José Joaquín de Olmedo, La Victoria de Junín, Canto a Bolívar, edición de Aurelio Espinosa
Pólit, Biblioteca Ecuatoriana Clásica, Vol. 14, Quito, 1989, pág. 114.
48 Manuel María Madiedo, "Ayacucho", en Poesías, Bogotá, 1859, pág. 201.
49 José Joaquín de Olmedo, cit, pág. 118.
50 Para el caso de México, Harold Sims, La expulsión de los españoles de México (1821-1828),
México, 1974.
51 Liberales y románticos.. Cit., pág, 43.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
52 Rafael Sánchez Mantero, Las conspiraciones liberales en Francia, 1815-1823, Sevilla, 1972;
id., Liberales en el exilio. La emigración política en Francia en la crisis del Antiguo régimen,
Madrid, 1975.
53 La documentación sobre los servicios militares de estos oficiales enviados a América entre
1814 y 1820 se halla en el Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra, Guerra
Moderna, 2998. Pueden estudiarse igualmente todas sus hojas de servicio en Juan
Marchena Fernández (coord.), Gumersindo Caballero y Diego Torres Arriaza, El Ejército de
América antes de la Independencia. Ejército regular y milicias americanas. 1750-1815.
Hojas de servicio, uniformes y estudio histórico, Madrid, 2005.
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ILUMINADOS POR LA GUERRA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Muchas gracias.
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BIENVENIDA AL SEÑOR RODRIGO PÁEZ TERÁN
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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BIENVENIDA AL SR. RODRIGO PÁEZ TERÁN
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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BIENVENIDA AL SR. RODRIGO PÁEZ TERÁN
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En la Gran Colombia
Se reproduce el decreto del gobierno mediante el que se esta-
blece la Renta de Correos. Los indicadores mostraban el texto: “Repú-
blica de Colombia”.
La República
Iniciada la vida republicana del Ecuador, su primer presidente
Juan José Flores, dispuso con fecha dieciséis de enero de 1833 en un de-
creto la regularización del ramo de Correos, los que se rigieron por éste
hasta el año 1864.
Quizá la nota curiosa sea la contratación de la impresión de los
primeros sellos postales con el notable tipógrafo quiteño Manuel Riva-
deneira: “un millón quinientas mil estampillas para portes de correo: medio
real coloración azul, un real en tonos verde y amarillo, y cuatro reales en color
rojo....”
El examen de la colección de marcas prefilatélicas y sellos pos-
tales de nuestro país, como anota el nuevo académico: “sirve de modo
maravilloso, para evocar acontecimientos históricos, conocer la geografía y los
paisajes, rememorar a las personas que han influenciado de manera destacada
en el convivir nacional, en fin, los sellos son como una gran pantalla pese a su
escala reducida, que nos muestra paso a paso la conformación de la nacionali-
dad ecuatoriana”.
Rodrigo:
Hago mías las palabras iniciales de un canto al gran académi-
co Hermano Miguel:
“ La Academia te abre sus puertas
cual ejemplo de pulcra docencia”....
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CORREOS, SIGNOS POSTALES, FILATELIA:
VISIÓN HISTÓRICA
INTRODUCCIÓN
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
LA COLONIA
312
CORREOS, SIGNOS P O S TA L E S , F I L AT E L I A
to, con una población de seiscientas mil almas, está bajo la discreta pre-
sidencia del licenciado don Martín de Arriola y Belardi.
La época y las circunstancias son propicias, para que el notable
abogado doctor don Juan de Solórzano y Pereyra, llamado por sus
conocimientos el “oráculo de la jurisprudencia”, redactara una obra
fundamental para aquellos tiempos: la Política Indiana, dividida en seis
libros. El capítulo catorce, comprende treinta y tres proposiciones y
está dedicado a Correos, como se desprende del encabezado:
“DEL SERVICIO DE LOS CORREOS QUE EN PERÚ llaman
‘chasquis’, y llevan y traen las cartas del reyno: y si para él se pueden
repartir indios. Y de la libertad que se ha mandado haya en las Indias
en escribirlas, y penas de los que las abren, o cogen”.
Las disposiciones jurídicas y políticas se aplicaron en las colo-
nias españolas y algunas de ellas, se mantuvieron inclusive hasta los
primeros años de vida republicana.
Existe certeza documental que desde 1685, en el territorio de la
Real Audiencia de Quito, funcionó de manera formal el sistema de
Correos bajo la administración de los Galíndez de Carvajal y para su
operación terrestre, se aprovecharon la gran calzada real y los “tam-
bos”, construcciones incaicas.
El noveno y último Correo Mayor, fue don Fermín Francisco
de Carvajal y Vargas [m. 1782], conde de Castillejo y del Puerto, futu-
ro duque de san Carlos, y alcalde de Lima en 1750, quien mantuvo la
concesión hasta 1768. Para poder recuperar los Correos de manos de
Carvajal y Vargas, la Corona le gratificó con una anualidad de catorce
mil pesos y el título de Grande de España. (fig. 3)
La Cancillería en Quito, guarda en su mapoteca un auténtico
tesoro: la plancha con la que se grabó en 1779, el famoso mapa elabo-
rado por el notable hombre público, ingeniero, Gobernador de Mainas,
y Comisario de Límites, don Francisco de Requena y Herrera, (Orán
1743 – Madrid 1824), el que se identifica así:
MAPA
Que comprende todo el distrito de la AUDIENCIA DE QUITO
En que se manifiesta con la maior individualidad Los Pueblos y
Naciones bárbaras que hay por el Río Marañón y demás que en
él entran Para acompañar a la Descripción del nuevo Obispado que
se proyecta en MAYNAS
Construido De Orden del Sor. Dn. Josef García de León y Pizarro
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CORREOS, SIGNOS P O S TA L E S , F I L AT E L I A
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
LA GRAN COLOMBIA
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CORREOS, SIGNOS P O S TA L E S , F I L AT E L I A
LA REPÚBLICA
“Juan José Flores Presidente del Estado del Ecuador, etc., etc., etc.
CONSIDERANDO:
1º - Que interesa a toda sociedad civilizada el buen arreglo en la con-
ducción de la correspondencia epistolar entre los miembros que la
componen;
2º - Que importa a la mejora y fomento de las rentas públicas, la
mejor organización del ramo de correos, así por lo que toca a la expre-
sada correspondencia como en lo relativo al transporte de caudales, a
fin de evitar abusos, perjuicios y fraudes, sea en detrimento del era-
rio, o de los particulares,
DECRETO:
Art. 1º - Se prohíbe a toda persona de cualquier condición y empleo,
...... etc.,”
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
De este tenor son los veinte y seis artículos del decreto, me-
diante los que se regula y organiza adecuadamente, para aquella épo-
ca, el funcionamiento de los Correos.
El artículo primero prohíbe la conducción de toda clase de co-
rrespondencia por intermedio de personas particulares, bajo pena de
multas.
El segundo estatuye que los guardas de alcabalas, se preocupa-
rán de controlar lo anterior, y, en pago, percibirán la mitad de las mul-
tas recaudadas.
El siguiente es muy interesante, ya que menciona al PROPIO,
empleado privado que perduró hasta las primeras dos o tres décadas
del siglo veinte. Se designaba como propio a un mandadero, que ser-
vía usualmente a gente de cierto nivel económico y dedicado casi
exclusivamente a llevar los recados o los escritos de su patrono, a las
amistades de éste o para atender determinados negocios o mensajes,
que por su importancia, era conveniente enviarlos o recibirlos en
mano. Este artículo veda la utilización del propio, bajo pena de dos-
cientos pesos de multa.
Las subsiguientes disposiciones, se refieren a diversos aspectos
relacionados con el funcionamiento de los correos terrestres y marítimos.
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BIBLIOGRAFÍA
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RECENSIONES
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María Cristina Cárdenas, REGIÓN Y ESTADO
NACIONAL EN EL ECUADOR. EL PROGRESISMO
AZUAYO DEL SIGLO XIX,
Quito, Academia Nacional de Historia-Universidad
Pablo de Olavide, Sevilla, España,
2005, 352 pp.
329
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
autora comienza por una semblanza extensa del prócer. No sin razón,
porque Malo iba a pesar decisivamente en la búsqueda de un camino
intermedio entre anarquía disolvente -la que llevó al país al borde de
su disolución en 1859- y poder fuerte, unificador y constructor pero
con tendencia a ser absoluto a costa de muchas libertades políticas -que
fue la respuesta garciana a ese país que se había vuelto al parecer ingo-
bernable y en el que hacía falta imponer, como fuese, orden y trabajo-.
En esencia, el Progresismo significaría la propuesta, teórica y práctica,
de ese camino intermedio.
Benigno Malo está en varios tramos de su trayectoria en lo más
alto del poder, pesando decisivamente en sus decisiones. Ello le da
oportunidad a la autora para analizar las respuestas que propuso o dio
a cuestiones tan vitales para el país como su actividad económica -
incluidas agricultura, tributación y proteccionismo-, el desarrollo
regional -uno de los temas claves del pensamiento político de Malo, de
que dan fe importantes textos periodísticos suyos (en los que Cárdenas
no se extiende, seguramente por guardar las proporciones de capítulos,
temas y subtemas) fue el de las autonomías regionales frente al poder
central-, la vialidad, la salud, la inmigración extranjera -que para Malo
fue casi tan importante como para Rocafuerte (frente a posturas reac-
cionarias como la de Solano).
A este recorrido por acciones y empeños de Malo cuando fue parte del
poder, sigue una síntesis de su ideario reformador. La autora destaca
su constitucionalismo, la importancia que atribuyó siempre a la educa-
ción como formadora de un ciudadano que superase una formación
puramente teórica -y hasta abstrusa- para convertirse en constructor y
productor, el planteo de la relación justa entre federalismo y centralis-
mo, y la visión ancha de una identidad americana.
El historiador que ha convivido con esos tiempos cuencanos
acaso echa de menos el violentísimo rechazo por parte de otra figura
de este Progresismo, Mariano Cueva, del gobierno que él, cínicamen-
te, llamaba Malo-Ascázubi. El Cuencano de Cueva pesó en la caída de
ese gobierno que, bien vistas las cosas, resulta un anuncio de la reali-
zación de los principios del Progresismo en el gobierno.
El segundo capítulo, que la autora titula “Consolidación del
progresismo azuayo” -ella, que suele ser radical en sus principios, le
escatima esa mayúscula que parece indispensable- y extiende de 1860
a 1869, aborda el complejo asunto de la relaciones de Malo y otras figu-
330
RECENSIONES
ras del movimiento naciente con García Moreno, que, a partir de ese
1860, domina absolutamente el horizonte de la política ecuatoriana.
Malo -y otros importantes políticos cuencanos- apoyan en un
primer momento la gestión de quien ven -¿y quién podía dejar de
verlo?- como el salvador del país y que estaba poniendo la bases para
hacer de esta nación casi liquidada un país sólido, respetable, en vías
de reconstrucción y progreso.
Pero Malo se distancia de García Moreno y llega a dura ruptu-
ra con él. Y otros de los que se estaban convirtiendo en los ideólogos
del naciente Progresismo pasan a una oposición violenta. Para María
Cristina el asunto medular de este distanciamiento fue el religioso. “La
gran separación: el Concordato de 1862”, titula una sección de este
capítulo.
Esta hipótesis le incita a penetrar en la visión del catolicismo y
su relación con el poder nacional, en que los progresistas cuencanos se
iban a distanciar de la teocracia garciana y su realización en el Concor-
dato. Caracteriza el catolicismo liberal y discute si los progresistas azua-
yos fueron católicos liberales o conservadores progresistas. Este es uno
de los tramos más interesantes del libro. Fue la hora del tremendo
Syllabus, uno de los momentos más crudamente cavernarios del catoli-
cismo del XIX -esto no lo dice la autora, sino quien hace esta recensión-.
Lo que la autora afirma es esto: “En el Ecuador, la recepción del Syllabus
estaba preparada por el ambiente proclerical que había inducido García
Moreno. El documento se convirtió en un componente central del discurso
conservador extremo, y su influencia se mantuvo hasta entrado el siglo XX.
Los conservadores a ultranza, cuyos escritores editaban en Quito el periódico
La Civilización Católica, se apresuraron a proclamar su entusiasmo y dieron
al texto papal un alcance máximo apropiado a sus objetivos” (p. 71-72).
Frente a ese recrudecimiento de un catolicismo radical, que aspiraba a
invadir todos los espacios del poder, la postura de los progresistas
azuayos fue la de conservadores moderados. Nada en ese tiempo se
hacía en Cuenca fuera del catolicismo.
Pero la ruptura violenta de los progresistas azuayos con García
Moreno fue por razones políticas. Fue un reclamo frontal, firme y hasta
violento, de libertad electoral y alternabilidad en el poder, que tuvo
como bandera la candidatura presidencial de Francisco Xavier Aguirre
y el rechazo del que tenían por continuismo garciano. Pero su oposi-
ción fracasó y se impuso y fortaleció el que Cárdenas llama, acertada-
mente, el Estado nacional católico.
331
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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LA REVOLUCIÓN DE QUITO. Archivo Nacional,
Boletín N. 33. Edición Especial,
Quito, Producción Gráfica, 2007, 196 pp.
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RECENSIONES
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
336
Juan J. Paz y Miño Cepeda (editor), ASAMBLEA CONSTITUYENTE
Y ECONOMÍA. Constituciones en Ecuador,
Quito, PUCE-THE, Editorial Abya Yala, 2007, pp. 122
337
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
338
RECENSIONES
339
Juan J. Paz y Miño Cepeda, REMOVIENDO EL
PRESENTE. Latinoamericanismo e Historia en Ecuador,
Quito, PUCE-THE, Editorial Abya Yala, 2007, pp. 221
340
BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
342
LA CASA
DE LA ACADEMIA
344
LA ACADEMIA EN SU SEDE
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DISCURSO DEL SEÑOR ALCALDE DE QUITO,
GRAL. PACO MONCAYO GALLEGOS,
EN LA ENTREGA EN COMODATO
DE LA CASA “ALHAMBRA”
A LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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L A C A S A D E L A AC A DEM I A
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Muchas Gracias.
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DISCURSO DE INAUGURACION
DE LA NUEVA SEDE DE LA A.N.H.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
bajo la égida del admirado Federico González Suárez, que había reuni-
do en su estudio a los jóvenes por él intelectualmente guiados, que
habían hecho ya trabajos de investigación histórica sobre Ecuador y
América, cuyos nombres es el momento de proclamarlos con admira-
ción y gratitud, casi después de un siglo: Luis Felipe Borja Pérez, Alfre-
do Flores y Caamaño, Cristóbal de Gangotena y Jijón, Jacinto Jijón y
Caamaño, Carlos Manuel Larrea Rivadenerira y Aníbal Viteri Lafronte.
Por estar ausentes de la ciudad no estuvieron en la sesión Juan León
Mera Iturralde y José Gabriel Navarro. Nueve ecuatorianos, a los que
en 1915 se juntaron con igual título de Individuos de Número, Celiano
Monge e Isaac J. Barrera. Fue nombrado desde el primer día, Director
vitalicio el maestro de la Historia y admirado ecuatoriano el Ilustrísimo
Doctor Federico González Suárez. En 1918 se incorporan Julio Tobar
Donoso y Homero Viteri Lafronte. El Boletín N° 1 de la Sociedad se
publicó por primera vez en 1918.
Hermoso lugar, el del Palacio Arzobispal, embrujado por el
patriotismo y la sapiencia de sus concurrentes; pero el lugar no era pro-
pio. Me tocó la suerte de colocar hacen 5 años, junto a mis colegas, una
placa de mármol en el lugar en que nació la Academia.
Esta tiene ahora en su programa inmediato, la edición de los
trabajos históricos principales de sus fundadores.
Me cabe destacar un distintivo o mandamiento que desde en-
tonces lució en la Academia y ha continuado indefectiblemente, hon-
rando el principio de su fundador y sus primeros Individuos de Nú-
mero: un principio de la domocracia: la tolerancia. El Arzobispo católi-
co, moralista y teólogo rectilíneo trataba con delicadeza de gran señor
a hombres de todas las tendencias. Respetaba sus ideas, le agradaba
que las expusieran. Todos discutían serenamente con la mayor altura
espiritual, sin necesidad de ofenderse.
Hacían lo que debe ser una Academia: tribuna para buscar la
verdad, la verdad histórica en este caso. Al lado de González Suárez
estaba Luis Felipe Borja Pérez, agnóstico, pero sobre todo anticlerical,
que por sus ideas políticas recibió persecuciones y destierros. El no-
table jurista y batallador radical quiteño aprendía de su maestro, líder
del catolicismo. Admiraba la figura del egregio Arzobispo y dijo de él:
“Cuantos hombres célebres hay en González Súarez”.
En la otra acera, ahí estaba Jacinto Jijón y Caamaño. Era un ver-
dadero científico de la Historia con una vasta cultura general. Con-
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Señoras, Señores
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VIDA ACADÉMICA
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PALABRAS DE ALICIA ALBORNOZ EN LA
PRESENTACIÓN DEL LIBRO AMÉRICA NUESTRA,
DE MIGUEL ALBORNOZ
Señores y señoras:
Me ha pedido mi padre, Miguel Albornoz, le represente en este
Acto al que lastimosamente no ha podido asistir, más que por enferme-
dad por precaución ante la altura.
Agradezco encarecidamente, en su nombre y de la familia
(presentes y ausentes), a la Academia de Historia del Ecuador y sus
distinguidos miembros, -y en especial a su Presidente Manuel de Guz-
mán Polanco- quienes han hecho posible la presentación de América
Nuestra. Muchas gracias, Manuel, por tu efectiva labor, y tus inteligen-
tes y generosas palabras.
De la misma manera agradezco al Dr. Enrique Ayala Mora por
sus comentarios y sus referencias al libro de la Campaña de los Cien Días,
así como por habernos facilitado este espacio magnifico para el even-
to: la Universidad Andina Simón Bolívar. Mi padre es un bolivariano
de corazón y de pensamiento, por lo que el hecho de que haya tenido
lugar aquí esta Presentación es doblemente significante y grato.
Agradezco también al Secretario Académico, el Dr. Juan Valdano Mo-
rejón, así como al Licenciado Juan Paz y Miño por sus intervenciones.
Y, de todo corazón, muchas gracias al amable público que nos ha hon-
rado con supresencia.
Permítanme unos comentarios
Si bien Miguel Albornoz ha vivido largos años recorriendo el
mundo y en especial las Américas, su conocimiento de nuestro país
siempre ha sido vasto. Los ojos viajados y el entendimiento expuesto a
otras realidades permite la apertura a nuevos parámetros de juicio
para conocer más a fondo y valorar mejor lo propio.
El libro América Nuestra es un acierto trascendente en el terre-
no de la Historia, con un enfoque moderno, humano, de esta discipli-
na, ya que recoge costumbres, dichos, tradiciones, poemas, reviviendo
así épocas de la vida cotidiana tanto de los personajes como de los pue-
blos. A partir de las nuevas perspectivas del francés George Duby y su
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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LA ETNOMEDICINA EN EL ECUADOR (*)
(*) Conferencia sustentada por el Dr. Plutarco Naranjo en la Sesión Solemne realizada por la
Universidad Andina “Simón Bolívar”con motivo de la investidura como Doctor Honoris Causa y
Profesor Emérito. La sesión se realizó en el marco de las Jornadas Andinas de Etnomedicina
(mayo, 17 de 2007).
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VIDA AC ADÉMIC A
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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VIDA AC ADÉMIC A
forma oficial, cuanto por contrabando, ejercido aún por las propias
autoridades españolas! La quina se convirtió en el talismán para la
venida de misiones europeas como la de los académicos franceses que,
si bien es cierto, venían a medir un arco del meridiano terrestre, la otra
secreta misión era explorar los territorios de la quina, tal como lo hicie-
ron La Condamine y el botánico Jussieau; más tarde la visita de Hum-
boldt y el médico botánico Bompland, así como la organización de la
Real Expedición Botánica, de la Nueva Granada dirigida por Mutis.
Para no alargar la fascinantes historia de la quina hay que decir
que salvó la vida de millones de enfermos, en Europa, África y Asia y
cuando la enfermedad avanzó a América, también salvó aquí muchas
vidas, con la circunstancia, un tanto perajodal que, mientras de aquí iba
la corteza del árbol, había que importar de Europa a alto precio, el
polvo con el alcaloide que se llamó quinina. El nombre hace referencia
a que se obtiene de la quina.
Con otras plantas americanas surgieron nuevos capítulos de la
farmacología y la terapéutica. De Sud América fue el extracto de coca
con lo cual, en la historia médica, se convirtió en el primer anestésico
local. De aquí fue el curare, otro extracto vegetal que inicio otro capítu-
lo de la farmacología el de los relajantes musculares. De aquí fueron los
famosos bálsamos del Perú y de Tolú, que trocaron la bizarra técnica de
aplicar una espada al rojo vivo en las heridas de los soldados, para evi-
tar la gangrena. El bálsamo reemplazó a la espada incandescente.
Podría seguir enumerando otros ejemplos que demuestran que
la medicina española y europea progresaron inesperadamente gracias
a la contribución americana de su materia médica.
La medicina científica se desarrolló, al comienzo, sobre la base
histórica, de la medicina tradicional, generalmente empírica, transmiti-
da de una generación a otra.
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La medicina chamánica
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ANTE EL MONUMENTO DE GONZÁLEZ SUÁREZ
Señores Académicos:
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Julio 24 2007
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DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
MAESTRO ALFONSO RUBIO
EL ÚLTIMO CASPICARA
DEL PADRE JULIÁN BRAVO SANTILLÁN, S.J.
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BOLETÍN DE LA AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
misma centuria, es tan clara, que hace pensar en una asociación direc-
ta sin distancias territoriales ni diferencias raciales.
En la época hispánica se distinguieron en Quito, cuatro clases
de obradores de escultura, en los que –a manera de escuelas de artes y
oficios- maestros, oficiales y aprendices cumplían con rigor sus tareas.
Así:
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VIDA AC ADÉMIC A
Miles de efigies coloniales de gran valía han pasado por sus manos,
las ha restaurado con el respeto que merecen los bienes patrimoniales, sin aña-
didos ni cambios, utilizando para ello materiales apropiados y de óptima cali-
dad.
Crea piezas de gran detalle, en las que la delicada policromía (en-
carne, esgrafiado y/o estofado) no borra las huellas de su diestra gubia.. En
Rubio, el arte y el oficio son indisolubles, como lo fueron antaño. Recuerda a
Bernardo Legarda.
Y, ¿ cuál no sería mi sorpresa? Al recibir el grato encargo del
padre Julián Bravo de presentar la biografía del maestro Rubio "libro
recién salido de la imprenta" al decir de su autor.
Sorpresa, pues yo desconocía que el padre Bravo se encontra-
ba inmerso en tal propósito; y sorpresa agradable, pues la labor del
maestro Rubio es merecedora de un recordatorio perenne -como éste-,
ya que ha preservado la tradición que dió renombre a Quito.
Con un juego entre las circunstancias históricas que moldearon
el ambiente del país en la primera mitad del siglo XX y el entorno fami-
liar del biografiado, el padre Julián Bravo, lleva al lector a vislumbrar
–en un principio- y después, a conocer y admirar la figura del maestro
Rubio como fruto especial de esa realidad cultural.
Así, el libro Maestro Alfonso Rubio, el último Caspicara es-
tructurado en diez capítulos autónomos pero cronológicamente conec-
tados entre sí, relata la infancia, la juventud, los inicios profesionales,
la madurez artística y el afán pedagógico del maestro Rubio; interca-
lando hechos de la vida del biografiado con sucesos políticos naciona-
les que motivaron el desarrollo de las artes plásticas hacia una u otra
tendencia.
Con acierto el padre Bravo señala la firma del Modus Vivendi
entre la Iglesia y el Estado efectuada en 1937, como el reinicio de la coo-
peración entre los dos poderes: el civil y el espiritual, lo que redunda-
ría en beneficio de la conservación del patrimonio nacional.
Anota además, que si bien la pintura se orientó definitivamen-
te hacia una nueva corriente apartada de sus raíces, dice: "no ocurrió lo
mismo con la escultura que se mantuvo vinculada a la tradición histó-
rica colonial, debido al proyecto de rehabilitación, restauración de tem-
plos y conventos, emprendido por la Iglesia Católica, después de la
firma del convenio del Modus Vivendi por la Santa Sede y el Estado
Ecuatoriano".
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dente, que el Jesús del Gran Poder de San Francisco de Quito sería
del P. Carlos" .
"Alfonso Rubio es uno de esos raros casos, casi milagrosos, de artistas autodi-
dactos que a costa de estudios propios, de grandes esfuerzos y dedicación, han
contribuido a mantener la tradición de la Escuela Quiteña con sus propias
obras y con su esmerado trabajo de restauración de importantes obras de arte
colonial".
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DISCURSO PARA LA INAUGURACION
DE LA BIBLIOTECA “JACINTO JIJON Y CAAMAÑO”
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riales de los obreros y artesanos. Fue así como, basado en los principios
de la Renum Novarum, fué uno de los fundadores, cuando había cum-
plido 16 años, del Centro Católico de Obreros, meritísimo organismo
de visión sindical moderna que el 19 de marzo de 2006 cumplió su pri-
mer centenario y del que después fue su tercer presidente.
El joven Jacinto ya era miembro de la Sociedad Ecuatoriana de
Estudios Históricos Americanos, fundada en 1909 por González Suá-
rez, su mentor. Sus primeras experiencias arqueológicas las realiza en
sus haciendas San José y El Hospital en Urcuquí y también en la zona
de El Quinche. Su madre, la meritísima dama doña Dolores Caamaño
y Almada lo lleva a París. Allí su dilecto amigo, Carlos Manuel Larrea,
le acompañaba en sus estudios claramente orientados a la Historia y
Ciencias Auxiliares, así como al francés, inglés y alemán, lenguas muy
importantes para acceder a las mejores fuentes norteamericanas y eu-
ropeas y circular en los selectos centros científicos del viejo Continente.
Tanto había progresado que allí publicó sus primeros ensayos: “El
Tesoro del Itschimbía” (Londres 1912) y “Los Aborígenes de la Pro-
vincia de Imbabura en la República del Ecuador” (Madrid 1914). En ese
fructuoso primer viaje a Europa empezó la adquisición cuantiosa de
selectos libros sobre la materia, que serían la base de la extraordinaria
biblioteca que un día sus herederos cedieron al Banco Central del Ecua-
dor y que hoy sirven a los estudiosos del país y en gran número del
exterior.
Es de especial importancia la citada obra sobre los indígenas
de Imbabura puesto que en ella presenta sus objeciones a la “Historia
del Reino de Quito”, escrita durante su confinamiento en Italia por el
protohistoriador riobambeño, el jesuita Juan de Velasco, en el año 1789.
Era el estudio central del número primero del Boletín de la Sociedad
Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos. El estudio de Jacinto
Jijón se denominaba nada menos que “Examen Crítico de la veracidad
de la Historia del Reino de Quito”. La fuerza espiritual de sus 28 años
y de sus ya amplios conocimientos, que en la técnica histórica le dieron
sus estudios, le condujeron a desconocer la importancia y la veracidad
de lo expuesto por el famoso jesuita riobambeño, hasta entonces indis-
cutido.
Bien sabemos que la más poderosa de las fuentes de la historia
es y ha sido siempre la documental. Es evidente que el sabio expulsa-
do de la Audiencia de Quito en 1767 por la morbosa Orden de Carlos
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nuestro país antes de la conquista española y que había elaborado Jacinto Jijón
y Caamaño”.
En la presente intervención apenas he señalado –por razones
de tiempo y circunstancias- poquísimos puntos de los trabajos científi-
cos de don Jacinto. Entrega íntegra, con tiempo, dinero, sacrificios y
sobre todo amor a la Patria, durante 42 años, como él mismo declaró.
Si eso fue el científico, no otra cosa fue el hombre público.
Entre 1929 y 1934 escribe dos volúmenes de una obra intitulada Política
conservadora de la que uno de sus amigos dijo que “no hay aspecto del
país que no esté allí doctamente analizado”. El exitoso análisis histórico y
sociológico contrastaba con el fracaso de su acción antidictatorial mili-
tar en los campos imbabureños, lo que le condujo al destierro, con su
familia; penoso intermedio que lo aprovechó en el acopio de libros de
ciencia y de obras de arte, así como en el cultivo de relaciones con
arqueólogos, antropólogos, historiadores en general.
De regreso al país interviene con gran éxito en la política, pre-
sidiendo el Partido Conservador, siendo electo Senador por Pichincha
al Congreso Nacional y luego Primer Alcalde de Quito en 1946. Antes,
la ley denominaba Presidente del Concejo Municipal al personero del
Cabildo.
Ya había tenido experiencia positiva en la organización pacífi-
ca y productiva de los artesanos con la creación del Círculo Católico de
Obreros. En el Municipio, construyó el primer barrio obrero de la Capi-
tal, al sur de la urbe, en condiciones financieras no igualadas posterior-
mente. Y en sus propiedades agrícolas, ya por cuenta propia, organizó
la entrega de lotes agrícolas con casa de vivienda para cada familia de
sus empleados y peones. Era un ciudadano que demostraba el respeto
que tenía a sus principios de justicia social,. Jamás tuvo un reclamo
laborar y menos un conflicto colectivo.
Estamos pues ante una figura nacional de gran relieve en su
época y de trascendencia para el futuro. Hoy mismo, después de 57
años de su muerte no sólo que ha crecido su figura de científico y de
ciudadano ejemplar sino que no sería posible prescindir de él al estu-
diar las bases de la nacionalidad y la trascendencia de sus opiniones.
Se necesitará de mucho tiempo para catalogar la ingente obra escrita de
ese digno sucesor de Federico González Suárez.
Nada mejor para describir el volumen y profundidad de su
obra que aquella frase que le dedicó su gran biógrafo, su amigo y com-
pañero académico Julio Tobar Donoso: “El mejor monumento que puede
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rio para la guerra con el vecino. Felizmente en ese momento Perú retro-
cedió.
En Agosto de 1911 y faltando un mes para la entrega del poder
al Presidente electo del Ecuador don Emilio Estrada, brotó casi súbita-
mente una revolución en Quito. La mayoría de los Ministros de Alfaro
renunciaron y el Presidente se quedó prácticamente solo. Don Víctor
Eastman decidió actuar.
Copio el párrafo final de un escrito del afamado periodista don
Raúl Andrade, publicado en el diario “El Comercio” de Quito el día 14
de Junio de 1979 y titulado “Terrible testimonio” ya que prefiero que
este importante personaje narre los sucesos de Agosto de 1911. Tam-
bién hago referencia a la carta de Eloy Alfaro al presidente de Chile,
don Ramón Barros Luco fechada Septiembre 29 de 1911 desde Panamá,
documento inédito en el Ecuador.
Cito: “Era don Víctor Eastman un pulcro diplomático de altiva
estampa, de elegante postura, de austera corrección en sus actos públicos. Su
imagen vive entre las mejores de la época, en la memoria de quienes alcanza-
ron a conocerlo. La gallarda actitud del señor Eastman en aquel sucio y sinies-
tro 11 de Agosto – que fuera como la antesala del drama de Enero de 1912 –
fue de impecable señorío. Estallado el motín a medio día, don Víctor Eastman,
por propio impulso, concurría al Palacio de Gobierno, situado a una cuadra de
su sede oficial, para ofrecer su respaldo, aún con riesgo de su vida al ilustre
mandatario depuesto. Esa actitud suya, no solamente salvó a Alfaro la vida
sino a la Ciudad de Quito de una triste vergüenza. El encono político, alimen-
tado y vivo, por desgracia, desembocó más tarde en el trágico epílogo del 28 de
Enero. Quito debe y mantiene respetuoso homenaje a la memoria de don Víctor
Eastman.” Fin de la cita.
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