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Aproximadamente una quinta parte de los océanos del mundo se puede clasificar
como regiones oceánicas con mucho nitrato y poca clorofila (HNLC). En estas áreas,
la escasez de hierro parece limitar la producción primaria, pese a existir cantidades
suficientes de nitratos, fosfatos y silicatos. En varios experimentos llevados a cabo
en diferentes océanos del planeta entre 1993 y la actualidad se ha demostrado la
capacidad del hierro añadido para estimular el crecimiento de algas. Estos descubri-
Ante los intentos de hacer experimentos descontrolados de este tipo, dos tratados
internacionales -el Convenio de Londres y la Convención sobre la Diversidad
Biológica- pidieron en 2008 más investigación sobre los procesos implicados (COP
9 Decisión IX/16. 2008).
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) considera que la
fertilización con hierro, como estrategia para mitigar el cambio climático, no es más
que especulativa.
Un grupo científico implicado en el programa SOLAS (Surface Ocean-Lower
Atmosphere Study) ha destacado en unas declaraciones pasadas que “la
fertilización oceánica no dará resultados y será potencialmente nociva, y no debería
ser utilizada como estrategia para compensar las emisiones de CO2”.
La constatación con esta investigación de que, por tanto, la fertilización artificial con
hierro no sería igual al aporte natural de este elemento en los océanos, según
publica el CNRS de Francia (6), tira por tierra una solución para la contaminación del
planeta: el hierro añadido por la mano del hombre no nos ayudaría a limpiar la
atmósfera.
Actualmente, y sin ayuda, los océanos absorben ya un tercio del dióxido de carbono
que emiten las industrias y demás fuentes humanas contaminantes a la atmósfera.
Se había pensado que, al igual que se han plantado árboles para el procesamiento
extra de dióxido de carbono, se podía aumentar la captación de este gas por parte
de los océanos gracias a la fertilización del hierro en el agua. Esta
fertilización permitiría aumentar la cantidad de microorganismos
(fitoplancton) acuáticos que procesan el CO2. Pero, tal como explican
los artífices de esta investigación en la revista Nature (5), la
fertilización artificial jamás será tan eficaz como el aporte natural de
hierro propio de los océanos, lo que acaba con un mito de la
geoingeniería climática, (7).
La vía biológica de captura del carbono atmosférico, explica, parece ser mucho más
sensible a los aportes naturales de hierro en el agua que a la adición artificial de
éste, lo que pone en serias dudas la eficacia de las manipulaciones de geoingeniería
destinadas a reducir la concentración de gas carbónico atmosférico por fertilización
de los océanos con hierro.
Una serie de expediciones al océano Austral entre los años 1993 y 2005 pusieron en
evidencia que, en diversas regiones oceánicas, las algas carecen de hierro, pero se
multiplicaban con rapidez si se añadían pequeñas cantidades de este elemento.
A pesar de todo, el estudio en el medio natural de las islas Kerguelen ha revelado
que el aporte natural de hierro en la zona procedente de las profundidades marinas
gracias a diferentes mecanismos de transporte, el consecuente florecimiento del
Dr. Marcos Sommer 6
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Oceanógrafos Sin Fronteras
La responsabilidad de proteger los océanos recae no sólo sobre los políticos quienes
definen las condiciones nacionales e internacionales de protección de los
ecosistemas, sino también es tarea de cada individuo. La exigencia a los políticos
para que tomen medidas más efectivas frente a esta problemática debe de estar
acompañada del compromiso de cada uno de nosotros por actuar en una forma más
responsable en la promoción de la defensa de las metas por la protección de los
océanos (11).
Referencias: