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Amor conyugal

Por Roberto Martínez (12-Jul-1997).-

El ser humano tiene una gran responsabilidad con respecto al amor conyugal. Claro
está que los primeros responsables son los esposos, en el sentido de que formaron
una familia por amor y para vivirlo de manera que sea camino de superación para
ellos y para sus hijos, pero todos podemos contribuir para fomentar la unidad y el
desarrollo sano de las familias. Para responder a la altura del compromiso que este
amor conlleva, los cónyuges necesitan la fuerza de voluntad suficiente para elegir el
bien y evitar el mal.

Desafortunadamente, hay muchos líderes que no los ayudan en esta grave


responsabilidad, pues promueven ideologías que les crean notables obstáculos. Con
propuestas como la eliminación de la pobreza mediante la reducción de la tasa de
crecimiento de los estratos bajos de la población, las familias de todos los niveles
sociales reciben tentativas que les facilitan las opciones tendientes a desunirse,
esterilizarse, abortar y todo lo que contribuya a frenar el crecimiento demográfico a
costa de la familia misma y su misión en la sociedad.

Otra estrategia ha sido presentar a los jóvenes una bandeja de experiencias a las
que supuestamente tienen derecho por ser libres, cuando lo ordenado es dejar esas
experiencias para otro momento en el que la persona puede asumir la
responsabilidad de sus actos con madurez. Se debilita así, la estructura social, al no
formar a las nuevas generaciones para ser padres de familia, sino consumidores de
todos los placeres sin compromiso posterior.

También el relativismo presenta un obstáculo para las familias, pues en él se


cuestiona la verdad y se desprestigia y se orilla a los que buscan construir una
familia grande y sana y se les tacha de fanáticos e incluso, irónicamente, de
irresponsables.

Se debilita a las familias cuando se difunde la información sobre los métodos


artificiales y naturales para el distanciamiento de los embarazos sin anexar la
debida formación de las conciencias según los criterios morales. Una técnica por sí
sola no resuelve el problema ético que enfrentan los cónyuges ante la decisión de
postergar un embarazo, sencillamente porque no está en grado de hacer mejor a la
persona.

No se debe sustituir la educación en la castidad con las técnicas de contracepción.


La formación en esta virtud ayuda más a las familias que la información
reproductiva, pues enseña a vivir la fidelidad, la ayuda mutua y la abstinencia,
mientras que la técnica es independiente de la persona.

Hoy se aplica un método con la pareja y mañana con una tercera persona. Nada es
más dañino a la familia que el no saber vivir la castidad, la cual no se debe
confundir con la abstinencia, pues ésta es un medio que los solteros tienen de vivir
la castidad, pero que las parejas pueden o no utilizar sin que dejen de ser castas.

La castidad te da la pauta según tu estado de vida para determinar lo mejor en los


casos en los que interviene el pudor, la modestia y el uso de la capacidad
reproductiva de la persona. Una buena manera de fomentar la unidad y el
desarrollo sano de las familias es educándonos y enseñando a otros a vivir la
castidad.

Amarse conyugalmente sólo les es posible al hombre y a la mujer que hayan


alcanzado una verdadera armonía en lo íntimo de su personalidad. Una armonía
cimentada en la fidelidad, la castidad y la apertura a la vida con generosidad y
responsabilidad.

Un acto contraceptivo tiene una lógica anti-vida. La cultura anti-vida se disfraza de


bienestar y termina en genocidio legal a través de acciones como el aborto y el
descongelamiento masivo de embriones, preservados artificialmente que han
alcanzado la fecha de caducidad que marca la ley.

Esta misma cultura se infiltra en las parejas que adoptan la contracepción como
actitud permanente ante su vida conyugal. Un equipo de dos personas, un hombre
y una mujer, que un día se unieron con una lógica pro-vida y pro-amor, se
divorcian con mayor facilidad al cambiar de rumbo hacia la anti-vida y el egoísmo.
La familia es el primer ambiente que encuentra el hombre al venir al mundo y su
experiencia es decisiva para toda su vida. Por esto es importante cuidar y proteger
los derechos de las familias y educar a los futuros padres de familia en el amor a la
vida. La familia es el lugar donde más palpablemente se concreta el amor. Es el
sitio donde el amor engendra la vida.

¿Acaso nuestros hijos no son manifestaciones de ese amor que compartimos con
nuestra pareja y que difícilmente podemos describir con palabras?

Cuidado con los líderes "prominentes" que en vez de aumentar el pan sobre la mesa
de la humanidad hambrienta, como puede hacer hoy el moderno desarrollo
productivo, disminuyen con procedimientos contrarios a la honestidad, el número
de los comensales. Esto no es digno de nuestra civilización. Sus actitudes son
peores que las del Ku Klux Klan. Son unos elitistas salvajes que dan más valor a los
que ya estamos aquí que a los que vienen.

Te invito a que juntos fomentemos el amor conyugal. Nuestros hijos lo agradecerán


siempre.

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