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Discurso del FrN en el acto homenaje a Evita Perón

Camaradas y amigos:

“De nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social”.

Esta frase de Eva Perón define perfectamente la filosofía de vida de las mujeres que, desde las
trincheras del patriotismo revolucionario, luchamos contra la concepción materialista del mundo.
Esa concepción falsa que comparten, como hijos de un mismo padre, el liberalismo y el marxismo.
Ese engaño propagandístico que nos vende, como aspiración máxima del ser humano, la saciedad
de un hedonismo vacío a través de un consumismo generador de injusticia y de miseria.
Evita dedicó su vida a combatir la injusticia junto al General Perón y a dotar de una Patria a los más
débiles de ese hermoso pedazo de Europa en América llamado Argentina.
Porque era consciente de que los conceptos de Patria y de Justicia son las dos mitades de una sola
aspiración trascendente que no pueden existir por separado.
Por separado, la Patria y la Justicia pierden su esencia y se convierten en conceptos vacíos.
Sin Justicia, la Patria es un monigote colorido que cierta derecha liberal utiliza como pretexto para
fiestas y celebraciones.
Sin Patria, La Justicia es la caricatura torva que oculta el resentimiento y el odio de la lucha de
clases marxista.
Y es que el materialismo, en su doble versión marxista y liberal, es enemigo de la Patria y también de
la Justicia.
El liberal intenta disimular su aversión a la Patria con eufemismos y pamplinas como esa estupidez
del “patriotismo constitucional” y otras sandeces. Lo cierto es que, al igual que cuando habla de
libertad está pensando en la única que le interesa, la libertad de mercado, cuando habla de Patria
se limita a pensar en el solar donde tiene ubicados sus negocios.
El marxista, hoy llamado “progre”, es también enemigo de la Patria en aras de un internacionalismo
bobalicón y estúpido que le lleva a decir majaderías como que la Nación es un concepto
“discutido y discutible”.
Evita era consciente de que sólo desde una concepción trascendente de la Patria se puede lograr
la verdadera Justicia Social.
Sólo en la afirmación decidida y revolucionaria de valores permanentes pueden hallar los más
desfavorecidos la Justicia y la Dignidad.
Así lo expresó en su viaje a España en 1947 cuando se dirigía a las mujeres españolas en estos
términos:
“La revolución social a que asistimos en esta hora de veloz transición, alcanza no solo al obrero,
quien reclama justamente se le considere dentro de la sociedad como persona informada por un
alma trascendente y eterna, sino también a la mujer, la cual exige todos los derechos
imprescindibles para el desarrollo de sus poderosas virtualidades.
Por éso, representante como soy de un país que es la esperanza, no solo por su riqueza nativa sino
por haber inaugurado como ningún otro un nuevo orden de equidad social, de armonía cristiana y
de libertad, no puedo guardarme en silencio el mensaje que, por mi intermedio, envía la mujer
argentina a la mujer española sobre todo a la mujer que lucha como heroína, inadvertida del
mundo, en la brega cotidiana de la vida.”
Las mujeres y los obreros. Los desfavorecidos. Las víctimas de la oligarquía. Los descamisados. Éstas
fueron las grandes preocupaciones de Evita dentro del grandioso proyecto de la Patria justicialista
del General Perón.
La Fundación Eva Perón instauró una nueva forma de ayuda social que sustituyó la santurronería
hipócrita de la Caridad por el derecho trascendente a la Justicia. La misma forma que, a muchos
kilómetros de distancia pero muy cercana en la camaradería de un orden nuevo, ejercía la Sección
Femenina en España bajo la dirección de otra mujer excepcional: Pilar Primo de Rivera.
Por éso, como no podía ser de otra forma, cuando España atravesó momentos difíciles por el cerco
económico a que la sometieron los vencedores de la Guerra Mundial, aquellos vencedores que
convirtieron a media Europa en una colonia del capitalismo internacional y a la otra media en sierva
de la sangrienta tiranía comunista, la Argentina peronista acudió, con la noble generosidad del
hermano de Raza, Cultura e Historia, en auxilio de la vieja Patria hispana.
La propia Evita, en el discurso a las mujeres de España en su viaje de 1947, hace referencia a esta
identidad histórica esencial cuando dice:
“He venido por primera vez a España y, sin embargo, me ha parecido retornar a ella después de
una ausencia de mucho tiempo. Como si mi alma, por misteriosas reminiscencias, se despertara de
un sueño de inconsciencia a las visiones de mis antepasados, los cuales nacieron y gastaron sus ojos
en la contemplación de esas mismas ciudades y de estos campos de ensueño”.
Evita, como todos los hispanoamericanos bien nacidos, es consciente de sus raíces españolas y, por
españolas, europeas cuando hace referencia a España como la Madre Patria al decir:
“Me siento más argentina que nunca, precisamente porque me encuentro en la Madre Patria. La
suprema efusión y amor sólo lo experimenta la mujer cuando une las trepidaciones de su corazón
efímero al ritmo eterno de las armonías divinas. Por eso me siento ahora embriagada de amor y de
felicidad, porque mi sencillo corazón de mujer argentina se ha puesto a vibrar en consonancia con
los acordes eternos de la España inmortal.”
Hoy, cuando el odio a nuestra Historia común toma muchas veces la forma de un indigenismo de
opereta y de una tergiversación malévola,
Cuando la gesta gloriosa de la Conquista de América es presentada como un genocidio por los
enemigos de España.
Cuando los apóstoles de la mediocridad inventan Leyendas Negras para ensuciar con sus mentiras
los episodios gloriosos de nuestra Historia, resplandecen con la luz noble de la verdad y la limpieza
de espíritu las palabras fraternales de Evita.

Hoy, cuando la bazofia intelectual inunda los medios con la vulgaridad de su visión zafia de las
mujeres como mercancías sexuales o simples personajes decorativos, figuras como la de Evita
devuelven a la condición femenina su dignidad inmanente.

Hoy, cuando el papel de la mujer como pilar de la familia es ridiculizado por el feminismo de salón y
por el sectarismo más disolvente, destacan, una vez más, las palabras de Evita:
“La mayoría de los pensadores opuestos al cristianismo no trepidan en reconocer que el matrimonio
y la familia, tales como los reclama la adusta moral cristiana, constituyen el único ideal sociológico
que puede colmar las aspiraciones más profundas del amor y que todas las civilizaciones marcadas
por una franca decadencia se caracterizaron por una honda crisis de vida familiar.
Cuando la corrupción de costumbres ha minado la vida de la familia, entonces junto con el amor,
pierde la mujer la libertad.”
Y es que la libertad por la que luchó Evita no fue esa entelequia teórica que proclaman
farisaicamente los liberales en sus constituciones con olor a polilla decimonónica. Una libertad
formal que la propia esencia del liberalismo ni puede ni quiere garantizar en el terreno real.
No. Evita no luchó por esa libertad postiza, sino por la libertad profunda del ser humano como
miembro digno y trascendente dentro de una Patria fuerte y libre.
La Patria de los descamisados. La Patria de los trabajadores. La Patria de la Revolución Nacional y
Social.
Por eso es Evita un personaje incómodo. Por eso, la ñoñería bienpensante la ha querido convertir en
una estrella de ópera rock o en un icono vacío.
Por eso se oculta la Evita real, la Evita comprometida y luchadora contra la miseria y la hipocresía.

Ahora, cuando la crisis y la miseria vuelven a castigar a nuestro Pueblo, es más necesario que nunca
que las mujeres patriotas, las mujeres del Frente Nacional, del Movimiento Social Republicano y de
todas las organizaciones que han apoyado este homenaje, volvamos a denunciar esa hipocresía
que nos impone un sistema rapaz e injusto.
Que no nos cansemos de denunciar la estafa de la partitocracia.
Que señalemos a la casta corrupta de los políticos que perpetúan unas instituciones inviables para
preservar sus privilegios.
Que desenmascaremos la falsificación permanente que propician las leyes de memoria histórica y
los ministerios de igualdades demagógicas.
Por eso estamos aquí.
Porque, en esta hora de la decadencia, es necesario que las mujeres de España recordemos a
quienes, como Evita, no se resignaron ante la injusticia.
A las mujeres que, como Evita, compartieron con sus hombres la dureza de la lucha revolucionaria,
la gloria de la victoria y el zarpazo traidor de los enemigos de la Patria y el Pueblo.
Y es necesario que las recordemos porque la lucha continúa.
Los enemigos de la Patria y de la Justicia nos siguen engañando con su farsa de democracia y sus
tópicos hipócritas.
La banca internacional sigue haciéndonos pagar las crisis provocadas por su codicia indecente.
Los trabajadores y los pequeños empresarios españoles siguen estando indefensos ante la
globalización salvaje que sólo favorece a las grandes multinacionales.
Ante una inmigración masiva propiciada por quienes sólo buscan degradar nuestro mercado
laboral.
Los políticos son una casta corrupta que mantiene sus prebendas sin importarles que cada vez más
españoles carezcan de lo necesario para vivir.
Una casta corrupta que, en el colmo de la vileza, destina más ayudas sociales a los extranjeros que
a los españoles.
Y, mientras tanto, a las mujeres nos intentan convencer de que asesinar a los hijos en nuestro vientre
es un derecho.
Nos intentan convencer de que leyes demagógicas garantizan derechos teóricos mientras se nos
sigue considerando como simples objetos de placer.
Nos intentan convencer de pretendidas igualdades mientras se insulta nuestra inteligencia con leyes
de cuotas que nos consideran en función de nuestro sexo en lugar de por nuestra valía personal.

Por eso recordamos a Evita.


Por eso no nos resignamos.
Por eso seguiremos luchando junto a nuestros hombres contra un Sistema que nos está llevando a la
ruina, a la decadencia y a la miseria moral y material.

Por eso, desde el recuerdo emocionado a todas las mujeres patriotas de ambos lados del Atlántico,
seguiremos gritando:

¡Arriba los Valores Hispánicos!

¡Arriba España!

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