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La escuela C*
Etelvina Sandoval Flores
Otro edificio es el de los salones, de tres pisos y planta baja. En cada piso
hay seis salones de muros de concreto y piso de cemento con estrado para el
maestro. En casi todos, las bancas son insuficientes para el número de alumnos y,
de las existentes, a la mayoría les falta paletas, por lo que aquellos que alcanzaron
lugar deben trabajar sobre sus rodillas. En este periodo los salones no tenían vidrios,
debido a que la anterior directora, viendo que los alumnos los rompían
continuamente, había mandado poner en su lugar láminas; el nuevo director, en
cambio, decidió quitarlas porque oscurecían los salones y a él “le gusta la luz del
sol”. No obstante, transcurrieron meses para poder conseguir el apoyo para instalar
nuevamente los vidrios y durante ellos, los salones estaban prácticamente a la
intemperie, se anegaban en tiempo de lluvia y eran fríos en invierno.
En cada piso del edificio de aulas hay dos sanitarios, pero están clausurados
desde 1985, “pues la escuela sufrió daños en su estructura con el temblor y al
reforzarla la rigidizaron por el lado de los baños” (Ent. Dir.), por ello, de manera
“provisional” se construyeron en la planta baja dos sanitarios que son insuficientes
para el número de alumnos; existe una sola escalera ubicada del lado izquierdo que,
de acuerdo con informaciones de los alumnos, está colocada sobre la cisterna, lo
que hace que sea riesgosa. En la planta baja de este edificio está la biblioteca, que
permanece siempre cerrada. “No se ha intentado abrirla porque casi no hay libros”,
dice el bibliotecario, y los pocos que hay están guardados en cajas y muy
maltratados porque los ratones los dañaron; ahí se hacen en ocasiones las juntas
con los maestros y también se guarda la computadora que recientemente envió la
SEP; junto a la biblioteca están los talleres de cocina y carpintería.
Durante los dos años escolares que realicé trabajo de campo en distintos
periodos, pude ver los esfuerzos del director en turno (con el que se inicia lo que
llamo la tercera etapa del plantel) por mejorar el aspecto de la escuela. Era un
maestro con 23 años de servicio, había estado comisionado un tiempo en la sección
10 del sindicato y de ahí salió nombrado como director para una escuela de la
delegación Gustavo A. Madero y posteriormente los enviaron a esta escuela, que
considera “un reto”. Logró finalmente con la cooperación de los padres comprar los
vidrios, con lo que los salones cambiaron radicalmente de aspecto, pues
anteriormente eran muy oscuros. A través de gestiones con la asociación de padres
de familia consiguió que la escuela fuera considerada en el programa “Escuela
Digna”, y así la delegación proporcionó pintura para el edificio y la compostura de los
baños de los alumnos que estaban clausurados de tiempo atrás. También, a partir de
presiones que hizo junto con los padres y maestros en la delegación, consiguió 400
bancas, un televisor, un aparato de sonido, una videocasetera y una banda de
guerra para la escuela. La organización de kermeses, con apoyo de padres y
maestros, arrojó ganancias para comprar una fotocopiadora y también consiguió la
instalación de un teléfono.