You are on page 1of 117

1

Ensayos

Balance anual 3
Mantener a una mujer enamorada 5
Reprimir a un artista es delito 7

Reseñas 9

Habitantes

Pepe Pereza 18
Luis Sevilla 22
Ángel Muñoz 25
Manuel Guerrero Cabrera 28
Luisa Fernández 30
Esperanza García Guerrero 32
Adolfo Marchena 35
Adriana Bañares 37
Ana Patricia Moya 41

Visitantes

Arantza Guinea 45
Lucia Fraga 46
Marta Noviembre 48
Patxi Irurzun 51
Jesús Suárez 55
Elena Ortiz 57
Jack Farfán Cedrón 61
Remisson Aniceto 64
Rolando Revagliatti 67
Begoña Leonardo 69
Óscar Varona 72
Rubén Casado Murcia 75
Mar Benegas 77
Beatriz García 80
Néstor Villazón 84
Toni Quero 86
Velpister 88
Yolanda Martínez 92
José Ángel Parejo 95
Tomás Illescas 98
Daniel García 100
Paz Hernández 102
Tomás Rivero 104
Daniel Pulido 107

Groenlandia número diez (Enero \ Abril 2010). Directora: Ana Patricia Moya – Vicedirectora primera y administradora de la web:
Bárbara López Mosqueda – Vicedirector y caballero groenlandés de la máxima excelencia: Andrés Ramón Pérez Blanco - Portada y
contraportada: Rezgo Reis – Ilustradora de partes: Amarande Guzmán - Habitantes: Ana Patricia Moya, Manuel Guerrero Cabrera
(Córdoba), Ángel Muñoz Rodríguez, Luis Sevilla, Luisa Fernández, Valentín Valiente (Madrid), Carlos Pérez (Valladolid), Pepe Pereza,
Adriana Bañares (Logroño), Esperanza García Guerrero, (Sevilla) – Visitantes: Jesús Suárez, Yolanda Martínez, Tomás Illescas (Córdoba),
Elena Ortiz (México), Néstor Villazón (Gijón), Toni Quero (Sabadell), José Ángel Parejo (Jaén), Velpister, Marta Noviembre, Beatriz García
(Barcelona), Patxi Irurzun (Pamplona), Daniel Pulido Ortiz (Colombia), Óscar Varona, Tomás Rivero, Paz Hernández (Madrid), Lucia Fraga
(A Coruña), Mar Benegas (Valencia), Begoña Leonardo (Zamora), Rolando Revagliatti (Argentina), Jack Farfán Cedrón (Perú), Remisson
Aniceto (Brasil), Rubén Casado (Ceuta), Arantza Guinea, Daniel García (Vitoria) – Fotógrafos: Tomás Illescas (Córdoba), Ángel Muñoz
Rodríguez, Luis Sevilla, Ricardo Bórnez (Madrid) – Edita: Revista Groenlandia – Apoyos morales: Angustias Añón, Carmen Serrano
Fernández, el gran Kebrantaversos – DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008 – ISSN: 1989-7407
2
Los meses más fatídicos para mí son Diciembre (por recordar
diversos episodios del pasado, que siguen siendo un lastre) y
Enero (por aproximarme peligrosamente a la treintena). Los que
me conocen saben que me abstengo de dilapidar mis
paupérrimos sueldos en cosas que no necesito (las fechas
navideñas propician un consumismo detestable) y en celebrar
mis aniversarios de nacimiento (me aterra ser una solitaria
anciana más, y sin derecho a pensión); también conocen mi
hábito de hacer un balance anual de todo lo que me
concierne, en todos los aspectos. No tengo inconveniente en
compartir mis inquietudes con los lectores, así que puedo
resumirlo todo en puntos breves y concisos:

1) ¿Becarios o trabajadores? He sido afortunada por haber


obtenido una beca de trabajo — porque es eso, una beca para
trabajar, y para “formarme” -, pero por otro lado, considero
que no puedo estar toda la vida siendo mano de obra barata,
ni tampoco tengo que aguantar hasta mi edad de jubilación
una tiranía de pluriempleo o agotar todos mis esfuerzos
económicos y mentales en unas tiránicas oposiciones (la última
esperanza de titulados que no aspiran a un puesto de esclavo
en empresa o a un empleo con contrato basura) y que sé de
antemano que no voy a aprobar por mucho que estudie. Mi
experiencia avala lo siguiente: un becario ES UN TRABAJADOR
MÁS; aunque cobre menos, DESEMPEÑA EL MISMO TRABAJO que
un funcionario o un laboral. Por lo tanto, me jode sobremanera
que me miren por encima del hombro al nombrar mi condición
como becaria. Mejor dicho: soy trabajadora con “contrato” de
beca. Y menos mal que tengo otra tarea que me genera un
lucro, que si no, mal iba. De momento, barajo las posibilidades
de la empresa (sería bonito ganarse la vida en algo que me
gustase: ya sabéis que estoy comenzando una aventurilla
editorial) y el exilio al extranjero (idea más atractiva si cabe, ya
que hay más posibilidades de que valoren el curriculum).

2) La literatura sigue siendo mi refugio. Sin embargo, reitero mi


postura: no quiero entrometerme mucho dentro del mundillo
literario; mi salud mental es más importante que lo que se
cuece en este triste panorama de corruptelas, chanchullos,
enemistades sin venir a cuento, etc. Por tanto, todo lo que no

3
tenga que ver con la literatura, no será asunto de mi
incumbencia. Que se maten entre ellos pero que me dejen en
paz, ni me involucren en cosas raras. En otro orden de cosas:
vivimos en una época interesante y la gente se agita, levanta
la voz, se queja, pero siempre desde un rincón seguro: el
anonimato. Es posible el milagro: poneros nombre y apellido y
luchad por el cambio, demostrar que el sistema actual no tiene
sentido. El futuro de la poesía — en especial — está en nuestras
manos, y si no hay acción, seguiremos igual. Y si no, apostad
por la revolución individual en caso de que el resto de los
descontentos siguen dormidos, o despistados. La vida es para
los valientes, de los que aprenden de sus errores, y de los que
se hacen daño contra los muros.

3) Groenlandia es para mí, y no exagero, una de las cosas más


importantes que me han pasado en la vida. Me ha dado la
oportunidad, por ejemplo, de publicar dos libros — digitales,
pero libros, digan lo que digan — siendo una Doña Nadie, de
crecer como persona y como artista, de conocer a gente
maravillosa. Por supuesto, sinsabores propios del arte por el
arte, claro que han existido y seguirán existiendo, no todo es
color de rosa: he llorado, he reído, he sentido con Groenlandia
tantas y tantas cosas que podría rellenar una enciclopedia
entera. Sí, soy una madre orgullosa de esta criatura, criatura
que no hubiera crecido sin el apoyo de artistas y lectores. Y
quiero continuar luchando por mí y por todos los que creen en
la cultura.

No sé que me deparará el futuro, pero me gustaría comenzar


un sueño (espero que el proyecto que tengo entre manos salga
bien: es una gran esperanza, una apuesta arriesgada, pero
necesaria para no estancarme en un estilo de vida que detesto
y que, tarde o temprano, no podré seguir), evolucionar en
todos los sentidos, decir adiós a la mierda del pluriempleo,
poder publicar más libros (porque ya hay seis guardados en el
cajón y pronto no habrá sitio para más manuscritos; aparte, me
está empezando a picar el gusanillo de publicar en papel),
seguir peleando por vosotros, los que dais sentido a
madrugones, ligeros ataques de ansiedad, noches en vela, etc.
En Abril hacemos tres años, como sabréis, y vuestra jefa está
orgullosa de todo lo conseguido, también de todos vosotros.

4
ANA PATRICIA MOYA RODRÍGUEZ
Poetas y escritores de todas las épocas han dedicado un
incalculable número de páginas a escribir sobre el amor, cómo
lograrlo y cómo mantenerlo. Alcanzar la felicidad en la pareja
ha sido uno de los grandes anhelos de todo ser humano y, al
conseguirla, mantener esa sensación para siempre.

La tarea de educar se asemeja mucho a la labor de enamorar.


Sí, labor, porque aunque enamorar y educar están más cerca
del arte que de la ciencia, conseguir la chispa necesaria
también exige disciplina y constancia. Los vagos que esperan
sentados la inspiración pierden a su amada por aburrimiento,
así como el maestro que pretende vivir toda la vida de algo
que un día fue una buena actividad, pierde la credibilidad ante
sus alumnos.

El primer día de clase suele ser como la primera cita: se tantea


y se engaña. El maestro lleva preparados juegos, canciones e
incluso momentos de auténtica libertad con el fin de que
ningún niño se dé cuenta de lo que realmente le espera.
Porque, hay que admitirlo, con seis años, estar sentado en un
aula cinco horas, no es un plan muy atractivo, como tampoco
resulta atractiva la idea de pasar los domingos aguantando el
fútbol, pero eso ella no lo descubre en la primera cita. Una vez
que los niños vuelven a casa contando maravillas del colegio,
se ha mantener el interés y la expectativa. Cuando a un niño se
le cae el mito de su divertido profesor, es difícil de recuperar;
andará con ciertas suspicacias, buscará más los límites y retará
la autoridad del maestro. Por el contrario, se les debe bajar de
la nube muy despacio, como una novia va viendo pequeños
defectos a los que no da demasiada importancia. Por supuesto
es inevitable que estos defectos, por una y otra parte, salgan a
la luz de manera evidente en algún momento, y es entonces
cuando se tendrán que limar asperezas. Con los niños se trata
de no ceder a los chantajes y premiar la buena disposición, al
tiempo que se toma el pulso a la clase para encontrar intereses
o motivaciones comunes que potenciar.

La confrontación de personalidades, en el aula y en la pareja,


conlleva unos roces que pueden ser sanos, incluso útiles, ya que
refuerzan la personalidad propia y la del grupo. Eso sí, se debe

5
tener presente que estas disputas serán continuas, nunca cesan
y hay que estar mentalmente preparado para ello. Cuando el
orgullo juega malas pasadas y se cede a la ira, se quiebra la
confianza y cualquier relación corre peligro. En el caso de un
profesor, perder el interés de sus alumnos es uno de los mayores
baches profesionales por los que se puede pasar.

Con el fin de salvaguardar el interés, uno de los recursos más


útiles es tan sencillo como olvidado: hacer feliz. Conociendo a
nuestros alumnos, ya habremos averiguado qué les motiva y
podremos explotarlo; un juego determinado, actividades
creativas, cambiar de aula, una marioneta… Las posibilidades
son miles y sólo las conoce el maestro que se ha interesado por
sus alumnos y se esfuerza por conservar su confianza. Esto se
debe hacer en el día a día, con frecuencia pero sin
sobrecarga: hay que dejar espacio para otras cosas. Tampoco
con la pareja hay que ser “empalagosos”, ya que, llegados a
este punto, hay otros aspectos de la pareja en desarrollo y
también necesitan atención.

Hay otros peligros acechando el buen hacer del maestro (y del


pretendiente), como la rutina, ese enemigo que llega
sigilosamente y se establece en nuestra vida hasta
arrebatárnosla. Suele terminar en estancamiento, las ideas no
fluyen, se pierde el aprendizaje y cualquier actividad carece de
sentido. Esta situación es reversible mediante un golpe de
efecto, una jugada maestra, una gran sorpresa. La enorme
acción que se vaya a llevar a cabo para despertar del letargo
del estancamiento tendrá que ser meditada y encajar bien en
los intereses de los alumnos (y de la pretendida), porque se
corre el riesgo de que los fuegos artificiales se queden en
pólvora mojada.

Las semejanzas entre la pareja y la educación son muchas y


variadas. Ambas pueden convertirse en una relación de amor —
odio, puesto que a veces se nos hace cuesta arriba, perdemos
el interés y no nos apetece estar con los niños o con la pareja.
Pero en el fondo sabemos que el resultado merecerá la pena,
será un futuro feliz, trabajado y ansiado, merecido y disfrutado.
En el amor y en la educación.

6
VALENTÍN VALIENTE MORALES
Eso fue lo que escribió Egon Schiele al margen de una de sus
acuarelas cuando lo encerraron en la cárcel de Neulenbach
(Austria) por corrupción de menores. La obra de este pintor
austriaco estuvo condicionada por la pérdida de su padre en
1905, obsesionándole hasta el punto de mostrarse como un
artista transgresor y angustiado por la muerte y el sexo durante
toda su escasa vida; pero, a diferencia de su famoso coetáneo
Gustav Klimt — del que fue alumno y amigo personal — Schiele
siempre buscó a modelos demacrados entre las prostitutas y los
obreros, tratando de representar la extrema delgadez de la
clase social más baja, como metáfora contra los adinerados
burgueses a los que suponía gordos y bien alimentados. Como
resultado, mostró unos personajes desnudos, provocadores,
lascivos y con una evidente carga erótica que fue considerada
excesiva incluso en aquella sociedad vienesa de principios del
siglo XX, más acostumbrada a intuir que a ver escenas sexuales
tan gráficas y explícitas. Huyendo del recatado entorno de la
capital austriaca se instaló en el sur de Alemania con la modelo
Wally Neuzil, aún menor de edad; una convivencia que
tampoco fue bien recibida en Baviera, obligando a la pareja a
trasladarse a Neulenbach, no muy lejos de Viena. Su estudio se
convirtió muy pronto en un punto de encuentro para los jóvenes
más desinhibidos de la localidad, hasta que el 13 de abril de
1912, el padre de una de aquellas adolescentes lo denunció
por secuestro. Este cargo no prosperó, pero sí que fue
encerrado tres semanas por otros delitos: indecencia y
atentado contra la moral pública por exposición de material
pornográfico a menores; una acusación que — en aquel
momento — acabó relegándole al papel de artista marginal,
cuando el juez, simbólicamente, quemó en público una de sus
acuarelas. En 1914, la influencia de Klimt logró que Schiele se
rehabilitara socialmente con cierto éxito; e incluso llegó a
casarse con Edith, una joven de clase alta, pero la fortuna
volvió a darles la espalda: el atentado en Sarajevo contra el
archiduque de Austria-Hungría desencadenó la I Guerra
Mundial cuando el Imperio declaró la guerra a Serbia. Cuatro
años más tarde, al mes de firmarse el armisticio que ponía fin a
la contienda, un virulento brote de gripe española causó
estragos en Viena y, con unos días de diferencia — del 28 al 31

7
de octubre de 1918 — la enfermedad acabó con la vida tanto
de su esposa, embarazada de seis meses, como del pintor, con
tan sólo veintiocho años. Al igual que Egon Schiele, en la
segunda mitad del siglo XX, el pintor Otto Muehl y su
movimiento — el accionismo — también sorprendieron a la
sociedad de Viena con su idea de que la pintura debía alejarse
de los materiales tradicionales para acercarse a cualquier
superficie donde se pudiera pintar (generalmente, el cuerpo
humano); realizando unas performances que le valieron diversas
condenas por blasfemia.

En un futuro próximo, ¿seremos capaces de admirar como


meras obras de arte lo que ahora todavía escandaliza a ciertos
sectores del público? Conviene recordar que muchos lienzos
que, en su momento, fueron criticados por su audacia, son
vistos — hoy en día — como clásicos de la Historia del Arte. Al fin
y al cabo, Miguel Ángel escandalizó a toda Roma con los
frescos del Juicio Universal que pintó en la Capilla Sixtina del
Vaticano; Goya tuvo que explicar a la Inquisición que su Maja
desnuda no era obscena; Modigliani se vio obligado a retirar
sus famosas mujeres desnudas de una exposición en la parisina
Galería Berthe Weill… Y, bien entrado el siglo XX, la australiana
Rosaleen Norton todavía fue denunciada por corromper la
moral con sus dibujos inspirados en rituales satánicos; y el inglés
David Hockney, aún sigue desatando la polémica por su
contenido homoerótico, moviéndose en esa sutil frontera donde
unas personas ven erotismo y otras, vulgar pornografía.

¿Cuál es el límite entre uno y otra? ¿Dónde acaba el arte y


comienza la simple provocación? ¿Vale todo en el mundo de la
pintura?

Y tú, ¿qué opinas?

8
CARLOS PÉREZ VAQUERO
El género del terror no pasa por su mejor momento en la gran
industria del cine americano: demasiados remakes y secuelas
confirman una preocupante crisis creativa. Menos mal que,
aparte de las producciones independientes del país, las
propuestas europeas atinan, con fuerza; me voy a remitir, en
concreto, a cuatro casos que me han impactado, cuatro películas
escalofriantes.

Martyrs (Pascual Laugier, 2008)

Lucie fue secuestrada de niña, sin saber el motivo. Escapa y


termina en un orfanato: allí conoce a su mejor amiga, Anna, que
intenta ayudarla para superar sus traumas. Lucie decide vengarse
de sus secuestradores y mata a una familia sin remordimientos,
pero que esconde un terrible secreto. Galardonada en el Festival
de Cannes, Martyrs es una apuesta poco convencional, donde la
tortura y el dolor se justifica por un fin místico. Las actrices
protagonistas cumplen su papel de manera excelente y los
efectos especiales están muy conseguidos. Pero lo realmente
importante de Martyrs es la trama, el misterio que envuelve tanto
sufrimiento. Una joyita del nuevo cine francés extremo.

The human centipede: first sequence (Tom Six, 2009).

Bizarra: no hay mejor adjetivo para describir esta inquietante


película holandesa que, en un principio, podría resultar ser un film
más con ingredientes propios del género (un loco imitador del
doctor Frankenstein, extranjeras que se pierden accidentalmente
por el bosque y son raptadas, etc); sin embargo, la originalidad
radica en que el retorcido malvado de la película es un cirujano
que desea "construir" un ciempiés humano. Y consigue cumplir su
fantasía uniendo a tres personas, a través de desagradables
operaciones. Encantado con su nueva “mascota”, el doctor
olvida que hay dos inspectores policiales que sospechan de su
extraña actitud. Y hasta ahí puedo contar. Asquerosamente
entretenida y no apta para estómagos sensibles. Y, de nuevo,
imploro al cielo para que los artistas de EEUU no la mancillen...

9
Cherry Tree Lane (Paul Andrew Williams, 2010)

En este film inglés no encontraréis miembros seccionados, ni


sangre a borbotones, ni monstruos infernales: se nos plantea el
puro terror psicológico que pueden causar unos cuantos
adolescentes psicópatas que se aburren y deciden torturar a unos
padres indefensos. ¿Aburrido el planteamiento? Para nada: de ahí
radica lo distinto de Cherry Tree Lane , y que forma parte de un
grupo de películas que, a través del suspense y de un terror
realista, muestran una serie de mensajes sociales (y alarmantes)
que nos pone el vello de punta. La crueldad de estos niñatos no
tiene límites, y esta película es un ejemplo del horror que pueden
generar unos estúpidos que se divierten haciendo daño gratuito.
Muy cruda. Y no, no pasará al circuito de películas para nuestros
cines porque no resultaría comercial.

S i c k G i r l ( Eben McGarr , 2 0 0 7 )

Producción independiente norteamericana y que supera con


creces grandes superproducciones del género. Otra de las
excepciones de gran calidad para el maltrecho panorama del
cine americano. Como ya apunta el nombre, Sick Girl es una
locura, una orgía de sangre perpetrada por una adolescente
perturbada, Izzy - sus padres murieron, y su hermano mayor, del
que está profundamente enamorada, es militar destinado en otro
país - y que, con tal de proteger al pequeño Kevin, el menor que
sufre acoso escolar, será capaz de cualquier cosa. La joven
protagonista - conocida actriz de populares series que, para esta
ocasión, destaca como desequilibrada sin escrúpulos - llega a
sobrepasar los límites de lo macabro y comete los más crueles
asesinatos, justificándose en que debe de cuidar del niño.
Memorables son las escenas de cuando la maniática, en un
autobús, se lía a tiros con un grupo de monjas y niñas colegiales.
Y, por supuesto, no está disponible en nuestros videoclubs. Lo
bueno siempre pasa desapercibido...

ANA PATRICIA MOYA RODRÍGUEZ

El equipo de Groenlandia también recomienda:


“La cinta blanca”, por Michael Haneke
“The Reader”, por Stephen Daldry
“Amador”, de Fernando León de Aranoa
10
“Corre, Lola, Corre”, de Tom Tykwer
La breve eternidad de Morfeo (Rafael Manjón-Cabeza)

Quienes tuvimos la suerte de conocer a Rafa Manjón-Cabeza


Guzmán seguimos impresionados por su ausencia y por lo mucho
que nos aportó en poco tiempo (poquísimos meses en mi caso). Al
menos nos quedó su obra, desde la que sigue marcándonos; por
lo que la publicación de toda su poesía y su prosa creativa por el
Ayuntamiento de su localidad, Cabra, es algo inmenso y
necesario para quienes lo leímos en Saigón , La Opinión de Cabra
o en algún correo personal en el que te confiaba algún poema de
su autoría para leerlo y compartir opiniones. Respecto a su obra
poética (recogida en El incierto destino de los dardos ), don
Antonio Roldán la definió, acertadísimo, como “necesaria,
profunda, rebelde y juvenil, amorosamente inspirada”; en cambio,
su obra narrativa compuesta por diez textos de diversa índole
(aunque el desencanto o la desilusión es algo que encontramos
muy a menudo), quedan agrupados en el volumen que aquí
comentamos y no dejan indiferente a nadie. Quizá por razones
biográficas del autor, impacta al lector su lectura. Ya Raquel
García, quien mejor lo conoció, nos lo descubre en su prólogo:
“relatos llenos de inolvidables vivencias y de una visión auténtica,
original, crítica y sensible”. Pero, dejando aparte este rasgo vital
(además, difícil de eludir), hay que elogiar la técnica narrativa,
llena de información visual y de diálogos (no podemos descartar
una posible influencia cinematográfica) y la calidad literaria de
los personajes protagonistas y su final: un suicida que piensa que
la muerte es sólo un momento fugaz, un artista catalán en
Córdoba donde trata de estrenar su obra de teatro, un anciano

11
que se enfrenta a una enfermera manipuladora, un “Quijote” de
Verne o un muchacho que ve cumplidos sus deseos por las
lágrimas de San Lorenzo, son algunos de ellos. En cada relato
conocemos sus motivos para la acción y sus pensamientos, a
modo de expresa confesión del autor mediante sus personajes;
por lo que, sin pretenderlo, hemos vuelto a unir vida y obra: la
muerte es un instante y, luego, viene la nada; hay que vivir hasta
el último instante para realizar tus sueños; no hay que perder la
esperanza y actuar ante lo injusto; la libertad está en el interior de
cada uno; los deseos se cumplen, pero tienen sus consecuencias.
Al contrario, totalmente al contrario que en su poema “El finito
tiempo perdido”:

Un único aplauso
pareció el cierre de aquel libro.
Y no mereció más
la atmósfera vacía que quedó dentro.

Digno de varios aplausos es este volumen (para Rafa y todos los


que lo hicieron posible) por entregarlo a los lectores, quienes se
sentirán colmados de buena literatura y de la reflexión de cuánto
podría haber seguido aportando este ya eterno egabrense, si no
hubiera caído por siempre en las redes de Morfeo.

MANUEL GUERRERO CABRERA

El equipo de Groenlandia también recomienda:


“Nocilla Experience”, de Agustín Fernández Mallo
“Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury
“El tiempo nos va desnudando”, de Julio César Álvarez
“Melania Jacoby”, de Susana Pérez-Alonso
“El juego favorito”, de Leonard Cohen
“El debut del chico tatuado”, de David González
12
“El amante”, de Marguerite Duras
En nuestro apartado de cómic, vamos a destacar una obra del
creador Paco Roca, un novelón gráfico de Howard Cruse y una
entretenida propuesta del controvertido Ralf Köning.

Las calles de Arena (Paco Roca, Astiberri, 2009)

Sorprendente lectura de un fantástico Paco Roca que siempre,


siempre, se supera con cada álbum. El autor no sólo domina el
género costumbrista, como pueden ser, por ejemplo, los casos
del desgarrador pero tierno relato sobre el Alzheimer ( Arrugas ) o
la trama sobre prometedores dibujantes y guionistas que se
revelaron contra un gigante editorial ( El invierno del dibujante);
también el artista consigue recrear un precioso cuento gráfico
onírico, que recuerda a muchas obras clave de la literatura
universal. No voy a destripar más sobre las desventuras del
principal protagonista, el peculiar Hombre sin Nombre, que lucha
entre recuperar la identidad personal o vivir en un mundo
extraño y fantástico, habitado por personajes pintorescos y
extravagantes. Es un libro mágico, precioso. Recomendable al
cien por cien. Una delicia para el buen amante del cómic.

Stuck Rubber Baby (Howard Cruse, Dolmen, 2006)

En un pequeño estado americano, vive el joven Toland Polk, el


protagonista; en su pueblo natal, se suscita una intensa
agitación social y política, propia de movimientos de las minorías
— homosexuales y negros — que luchaban por sus derechos como
ciudadanos en los años cincuenta. Esta historia es una pseudo-
biografía (el propio autor, Howard Cruse, así lo confirma en las
páginas) pero que recoge una serie de hechos verídicos que
forman parte de una decisiva y tensa etapa de la historia
contemporánea de los EEUU. Tolk se debate entre aceptar su
condición sexual verdadera o amar lealmente a una amiga,
entre mantenerse pasivo a lo que sucede a su alrededor o bien
actuar para apoyar a los que son diferentes. Maravillosa novela
gráfica cargada de compromiso y humanismo, merecedora de
importantes premios como el Eisner o el Harvey.

13
Como conejos (Ralf Köning, La Cúpula, 2003)

Horst es heterosexual, músico y, de nuevo, soltero: su novia le ha


dejado por haber encontrado una película porno en la casa. Sigi
es homosexual, acaba de mudarse a un bloque de pisos
dispuesto a cambiar de vida porque su novio le ha dejado.
Ambos son vecinos y antiguos compañeros de escuela; de
nuevo, resurge la complicidad entre ambos y se ayudan
mutuamente. Mientras Sigi intenta olvidar a su ex y esquivar a su
madre, deseosa de que su hijo siente la cabeza contrayendo
matrimonio, Horst recupera el interés por el sexo salvaje al
conocer a una vida de ópera. Sin embargo, todo tiende a
enredarse — algo muy propio en estas comedias de situación
bien dirigidas por el maestro Ralf Köning — cuando aparece un
atractivo y bruto camionero gay y una ex novia despechada
pero dispuesta a convertirse en una mujer ligera de cascos para
reconquistar a su pareja. Como Conejos es una divertida
reflexión acerca de la naturaleza del sexo en el ser humano y
que hace reír hasta que duela la mandíbula. Imprescindible.

ANA PATRICIA MOYA RODRÍGUEZ

El equipo de Groenlandia también recomienda:


“Wilson”, de Daniel Clowes
“BlackSad: el infierno, el silencio”, de Díaz-Canales \ Guarnido
“Off Road”, de Sean Murphy
“Mazinger Z: la enciclopedia”, de J. Aurelio Sanz-Arranz
“La época de Botchan”, de Jiro Taniguchi
“Scott Pilgrim”, de Bryan Lee O´Malley
“Monster”, de Naoki Urasawa
“DDT”, de Suehiro Maruo
“Pastitas de Hojaldre”, de Ralf Köning
“New National Kid”, de Suehiro
14 Maruo
“El invierno del dibujante”, de Paco Roca
La niña de las naranjas \ Palabra de Awixumayita (Ediciones
Emilanenses, 2010)

Cuaderno de bitácora no es más que un lugar donde apuntar


nuestra “navegación”, las islas que encontramos, las tormentas
que nos desestabilizan, la posición de las estrellas, nuestros
naufragios. Y en ese devenir literario concebido para Internet se
crea no sólo un género nuevo, sino una literatura nueva. Y de
eso Adriana Bañares Camacho (Logroño, 1988) sabe mucho. Su
blog ha sido el cuaderno de bitácora del que ha partido La niña
de las naranjas. Palabra de Awixumayita , un libro galardonado
con la Beca de Jóvenes Artistas con proyección, en la
modalidad de literatura, del Ayuntamiento de Logroño. Tim
Burton, Sex in the City, Mi vida en la penumbra, Compañeros,
David Lynch, X Men, Edith Piaf… son parte de una sola
autoficción poética, a ritmo de rockabilly, que aúna recuerdos y
experiencias adolescentes y juveniles con revelaciones de la
cultura de los años 80 (¡los 80!) o del mundo de las pin-up. Este
libro nos habla de una niña en los 90, una niña que juega con su
Barbie de Mattel y que va descubriendo con ojos vírgenes la
opulencia cultural que le precede. Ella, como su muñeca rota, se
sabe un producto cultural. La niña de las naranjas también es el
descubrimiento de ella misma, del sujeto que siente y que
interfiere en los sentimientos de los demás. Admiradora de Freud,
Adriana Bañares se psicoanaliza como objeto distante y
desconocido, un poco indolente, cuyas pasiones se esconden en
una bolsa de plástico del Corte Inglés y en unos zapatos recién
comprados que exhibe al caminar solitaria por las calles de

15
Valladolid. Adriana Bañares describe con sutileza la realidad
consumista y el vacío existencial, haciendo que su voz se alce
con una contundencia insólita entre otras muchas voces. La
logroñesa pertenece a esa nueva especie de escritores: los que
no conciben la expresión sin un feedback de sus lectores, sin
publicar un pos t, sin enlazar un artículo interesante. Los
colgados, en la red. El libro supone haber pasado el límite del
blog; lanzando el diario y tirando la llave lo más lejos posible. Es
un “estoy aquí, soy real, soy esto”, asegura la propia autora.

Adriana Bañares está hecha de otra pasta. De códigos binarios.

SARA R. GALLARDO

El equipo de Groenlandia también recomienda:


“Bella Durmiente”, de Miriam Reyes
“Rengo Wrongo”, de Jorge Riechmann
“Poesía en forma de rosa”, de Pier Paolo Pasolini
“La habitación del extranjero”, de Óscar Aguado
“Litro de versos”, de Felipe Zapico Alonso
“Dinero”, de Pablo García Casado
“Dichosa tarde en escala de grises”, de Antonio Huerta Orihuela.
“Breve testimonio de una mirada”, de Ana Vega
“Habrá alguna vez un hombre libre”, de Nacho 16 Escuín
“El frío”, de Pedro Andreu
17
(Logroño). Ex – actor, guionista, poeta, escritor y director. Sus relatos
han aparecido en diversas revistas y fanzines como “Narrativas”,
“Lafanzine”, “Al otro lado del Espejo”, “Agitadoras”, “Cruce de Caminos”,
“Deshonoris Causa”, así como en diversos blogs: “Crónicas para decorar
un vacío” (de Xen Rabanal), “Hank Over \ Resaca” (Vicente Muñoz
Álvarez y Patxi Irurzun), etc. Ha publicado el libro de relatos “Putas”
(Ediciones Groenlandia; segunda edición, próximamente). En el 2012, la
editorial Baile del Sol publicará su segundo libro, “Amores Breves”.
Aparece en las antologías “Viscerales” (Ediciones del Viento), “Los
rincones más oscuros: antología del miedo”, “Des-amor” (Groenlandia),
“Beatitud: Visiones de la Beat Generation” (Ediciones Baladí). En breve,
publicará en Groenlandia su segundo libro de relatos, “Momentos
extraños”. Su blog: http://www.asperezas.blogspot.com.

Los faros encendidos del vehículo iban devorando las líneas


discontinuas del asfalto, abriéndose un hueco en la espesa oscuridad
de la noche. Por los altavoces del coche sonaba la versión que
Radiohead hizo del mítico tema de los Pink Floyd: “Wish You Were Here”.
Laura subió el volumen y siguió conduciendo por la autopista. Un par de
lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Al escuchar el tema no pudo
evitar echarse a llorar, quizás porque esa canción le traía un aluvión de
recuerdos y no todos eran gratos. Pisó el acelerador un poco más. Las
lágrimas siguieron brotando y al mezclarse con el rimel de sus pestañas
dejaron un rastro negruzco en su cara, parecido a dos minúsculas
carreteras. Se cruzó con un coche que le dio las largas e hizo sonar
repetidas veces su claxon. Laura continuó conduciendo como si nada,
absorta en sus pensamientos, llorando con cada acorde. Recordó el día
que Miguel le regaló el CD que estaba escuchando. Fue dos semanas
antes de que se matase en un accidente. Laura había bebido
demasiado. Además se había tomado un puñado de tranquilizantes y

18
la mezcla no le estaba sentando muy bien. Pisó un poco más el
acelerador. La aguja del cuentakilómetros subió a ciento sesenta. Laura
no hizo caso del cuentakilómetros, ni siquiera se fijó en él. Ella sólo
miraba al frente, a esa oscuridad perpetua levemente mancillada por
los faros de su coche, a ese negro absoluto que era un fiel reflejo de su
estado emocional. La música y las lágrimas seguían fluyendo al igual
que el dolor y la desesperación. La letra de la canción decía: “Ojalá
estuvieras aquí”. Laura lloraba más y más. Cada nota de la canción era
una puñalada que le recordaba que Miguel estaba muerto, que nunca
más tendría sus besos, sus abrazos… que ya nada merecía la pena. Se
cruzó con otro coche que también le puso las largas e hizo sonar
insistentemente su claxon. Laura conducía en sentido contrario. Dos
coches más la esquivaron e hicieron todo lo posible para advertirla de
su error, pero ella seguía inquebrantable por el carril que había hecho
suyo, como un proyectil homicida impulsado hacía un futuro incierto.
Avanzando en la dirección equivocada, decidida a terminar cómo en
un guión de cine, saltando por los aires en una gran bola de fuego que
apagase con su luz la noche entera.

19
Ramiro era un jubilado que casi todas las noches salía en
busca de mensajes en las estrellas. Desde que su mujer
murió, siempre que el tiempo era propicio, salía en busca de
un mensaje que no terminaba de llegar. Observaba
atentamente los tintineos de luz de cada estrella para
apuntar de seguido en una libreta: punto, raya, raya, raya,
punto, punto… En los tres años que llevaba escrutando el
cielo nunca logró encadenar una pequeña frase en Morse
que tuviera algo de sentido. Aun así, él seguía
inquebrantable en su empeño. Antes de morir, lo último que
le dijo su mujer fue: “búscame en las estrellas, yo te hablaré
a través de ellas”. Este era el motivo por el cual Ramiro
buscaba un mensaje en el cielo. Por eso salía cada noche
esperanzado, aunque cada amanecer regresara cabizbajo
y con una fría sensación de tristeza y fracaso. Notaba la
falta de su mujer a cada segundo, después de más de
cincuenta años de matrimonio era normal que la echase de
menos. Su vida había dejado de tener sentido y sólo
aguantaba en este mundo por si las estrellas se decidían, de
una puñetera vez, a enviarle el ansiado mensaje de su
esposa. Mientras esperaba la tristeza se iba adueñando de
él y lo poseía hasta el extremo de hacerle perder las ganas
de todo. Ramiro siempre fue un hombre risueño que
contagiaba su buen humor a todos, pero desde que se
quedo viudo parecía otro. En tres años había envejecido
diez. Su pelo, que siempre fue negro, se había ido
agrisando. Su rostro y frente estaban llenos de pliegues y su

20
mirada vacía era un fiel reflejo de la tristeza que le
acompañaba siempre. Esa noche estaba siendo muy fría y
Ramiro no paraba de tiritar mientras escribía en su libreta.
Estaba enfadado con las estrellas. Hasta ese momento, todo
habían sido mensajes ilegibles y sin sentido. El vapor salía de
su boca formando pequeñas nubes blancas. De pronto, una
estrella llamó su atención. Se apresuró a apuntar en su
libreta una serie de espacios, rayas y puntos. Al principio no
le dio ninguna importancia, pero según iba anotando en la
libreta, una frase comenzó a surgir. Con cada tintineo
formaba letras y palabras completas con sentido. Ramiro
repasó el mensaje una y otra vez para no caer en errores.
Todo era correcto. Lo leyó una vez más. No cabía duda, su
mujer por fin le hablaba a través de las estrellas. Ramiro dio
gracias al cielo y saltó de alegría cómo si fuese un chaval.
Ya no habría más días tristes, de hecho ya no habría más
días. El mensaje decía: “No estés triste, mi amor. Mañana
antes del anochecer estaremos juntos”.

Pepe Pereza
21
Luis Sevilla (Madrid). Misterioso poeta, narrador, fotógrafo, crítico
literario, misántropo. Ha aparecido en diversas antologías. Mantiene el
blog: www.lacasaenpenumbras.blogspot.com.

Anoche la lluvia. El calor se evaporó como agua de plancha


sobre la manga de una camisa. Anoche la madrugada. Pensé
en ti. A veces cae la camisa como lo hace la lluvia,
derramada por el suelo como agua de una cañería rota.
Cuando pienso en agua pienso en tus bragas, en ti esperando
en la parada de un autobús, en el móvil en tu bolsillo, en tu
mano sacándolo, buscando mi número. Mi voz entra dentro
de ti como si estuviera esta noche dentro de ti. Jugamos al
billar en el bar bajo tu casa. Estamos tan cerca el uno del
otro que el olor a tabaco que se queda en nuestra ropa es
como mi boca que se llena de la tuya, o puede que hayamos
bebido demasiado, o que las bolas no quieran entrar en la
tronera a la primera para alargar este momento y no perderlo
nunca. Me besas. Me gusta la lluvia en tu pelo cuando me
besas. Me gusta decirte obscenidades mientras esperas el
autobús y me llamas por teléfono porque te aburres y
necesitas saber que hay alguien al otro lado. El agua entre
tus piernas es como los mosquitos bailando alrededor de una
bombilla. Dices que mi lengua es una bombilla que irradia
soles. Algo arde en el centro del hielo, tus manos desnudas
sosteniendo durante unos minutos la escarcha del
congelador. El calor es húmedo y tu lengua suda en la mía.
Dices que te diga cosas que te lleven aún más lejos de
nosotros mismos. Y te llevo, como lo hace la nieve que se
sorprende agua. Como el agua que se hace vapor, o se filtra
en la tierra como un café. Por eso huelo tu pelo, húmedo de
tierra que huele a café. Huelo tu boca, que me sabe a tierra,
y es allí, en la hierba de aluminio frío de un bar de mala
muerte que cierra demasiado tarde como para recuperarnos
de la resaca, donde me quedo dormido, la barra desierta
con el camarero deseando irse a su casa y que tú te largues
de este lugar al que llamamos hogar.

22
I

Tal vez haya abandonado casi sin notarlo demasiadas cosas


Que he dejado de contar todas las gotas de lluvia,
Todas esas cosas que antes me hacían perder el autobús.

Supongo que empecé a olvidar como empezó todo.

Sé que a veces me miras como si lo supieras todo de mí,


Quieta, sentada, mirando mis ojos como si leyeras
El final de un libro varias veces releído
Y nada más te perturbara salvo cerrarlo,
Dejarlo sobre la mesilla que hay junto a tu cama
Y abandonarte a sueños desconocidos
En lugares en los que nunca has estado.

Y no sé si seguimos sentados al otro lado de la mesa


Porque nada ha cambiado entre nosotros,

23
O si en realidad no queremos saber nada más
Porque eso es todo cuanto queremos saber
Y las preguntas han sido cambiadas por el cuadro
Cuya belleza has dejado de contemplar.

Sé que en ocasiones me sostienes la mano


Como si tuvieras miedo de caerte,
Y me miras como si una canción que no has oído
Resonara en tu mente,
Aunque cuando miro tu mano enredada a la mía
No sé si en realidad lo haces
Porque eso es lo que siempre hemos hecho.

Debo suponer que he tenido que olvidarlo.

Por un breve momento, un día de lluvia,


Nos desnudamos
Y por una vez no tenemos otra fantasía que la de estar juntos,
Y no queremos nada que no sea la de estar dentro
El uno del otro, como cuando nos sentábamos juntos,
Casi sin tocarnos, esperando ansiosos que la hora
Se detuviera para deslizar un beso por el quicio de los labios.

Quizá, después de todo, nos hemos olvidado tanto


De quienes somos, del lugar del que venimos,
Que un día nos despertamos junto a un desconocido
Y por eso esta mañana he visto que me mirabas
Sin el menor remordimiento, para cerrar la puerta tras de ti.

Luis 24
Sevilla
(Leganés, Madrid, 1977). Licenciado en Historia del Arte. Poeta,
narrador, fotógrafo. Autor de: “Ya no leo Tebeos de Wonderwoman”
(Groenlandia, 2009) y “Como Ulises en una cacharrería” (Bohodón
Ediciones, 2010). Sus textos han aparecido en diversas revistas
literarias, así como en blogs y páginas webs. Tiene su espacio en Las
Afinidades Narrativas. Ha participado en multitud de recitales y
exposiciones. En breve, sus poemas aparecerán en distintas antologías
poéticas. Impulsor del proyecto poético “Poetrastros: por favor, tratad
con cariño” (La Vida Rima Ediciones). Tiene dos poemarios inéditos.

La delicadeza y la ternura se habían convertido en los


estandartes de cada noche. Levantaba las sábanas, no
sin antes observar como moldeaban un cuerpo, imposible
de ser cincelado mejor. No quería provocar más rechazo
en su vida, y ésta sabía que era la mujer que siempre
había querido encontrar.

La amó, quiso saborear la tenacidad de sus pezones pero


el paladar seguía cargado con el aroma de los vasos de
vino que había catado en la cena.

Fatigado cayó a un lado de la cama para dormir


profundamente.

***

El despertador no cumplió con su función al tener el alma


gastada. Llegaría tarde a trabajar pero el amanecer a su

25
lado borraba cualquier injusticia. Esa mañana no.
Definitivamente no.

No la desinflaría para guardarla en el armario. Así, al caer


la jornada y volver abatido no encontraría la casa tan
sola.

26
¿sabes?
a tu abuelo
lo quería mucho

cuando le conocí
no tenía dónde caerse muerto
y con una sábana
de mi ajuar
le cosí cuatro
o cinco calzoncillos

un hombre decente
no puede ir
con el badajo
colgando entre las perneras

y todavía
mi madre
me preguntaba
si yo quería
a ese pordiosero
como marido
que no tenía un real
ni para él

no te preocupes
le dije

si es preciso
los dineros
los traigo
yo
a casa

pero ese hombre


no va a ir
el resto de su vida
con el chisme colgado
mientras
tenga sábanas en el ajuar

Ángel Muñoz Rodríguez 27


(Lucena, Córdoba, 1980). Licenciado en Filología Hispánica,
actualmente es profesor de lengua y literatura en secundaria. Director
de la revista literaria lucentina Saigón y miembro de la asociación
cultural Naufragio. Ha publicado el poemario “El desnudo y la
Tormenta”, el ensayo “Tango Bailando con la Literatura” (ambos en la
editorial Moreno Mejías) y el estudio “Estudios Críticos de Literatura del
siglo de oro”. Sus poemas han aparecido en diversas revistas literarias.

…y tu cuerpo conoce todos los lenguajes.

NIZAR KABBANI

¿Por qué no escribes?

¿Ya no te gusto?

¿Ya no te inspiro?

Habla. Dime por qué.

¿Ya no hay mar en mis ojos

ni coral en mis labios?

¿Ya no está el firmamento

en mi célico vientre?

Estoy mudo y te miro.

28
Y tu boca me ofrece

el alba roja,

tu cintura, el deseo

de una inquieta paloma

y tu pecho, azahares.

¿Por qué escribir?

Estoy mudo, desnudo

y tu cuerpo conoce todos mis lenguajes .

Manuel Guerrero Cabrera


29
(Madrid). Ha obtenido algunas menciones en diversos certámenes
literarios gracias a sus relatos. Ha sido incluida en diversas antologías y
sus poemas e ilustraciones han aparecido en revistas literarias, digitales
e impresas, (“Groenlandia”, “Al otro lado del espejo”, etc) así como en
distintos blogs. Ha escrito tres novelas, dos novelas cortas y cuatro
poemarios (inéditos). Pertenece a la Asociación Literaria Mesa de
Escritores (Fuenlabrada, Madrid). Administra el blog literario y personal
Tierras de Alquimia (http://tierras-de-alquimia.blogspot.com).

Tardé mucho en comprender el motivo por el cual mi mejor amigo era


tan dado a tener secretos. Nunca hablaba de su familia, ni tampoco
nos llevaba a su casa. Siempre era el primero en idear alguna pifia para
divertirnos: quemar ratas, pinchar neumáticos, hasta creo que aquello
de meterse en las casas a robar fue cosa suya. Pero lo que más me
gustaba de él eran sus historias. Era un verdadero cuentista. Nuestra
imaginación buceaba por ellas haciéndonos viajar hacia mundos
desconocidos y maravillosos de paladines y princesas, dragones y
magos. Guerreros. Todo un mundo construido para nosotros, sus
oyentes.

Luego, el paso de los años nos separó. Yo acabé el bachillerato a


fuerza de tirones de oreja y él cumplió su primera condena en un
correccional para menores. Asalto con resultado de muerte accidental.

Fue mucho después, por casualidad, y ya terminando mis prácticas


hospitalarias en un centro psiquiátrico, cuando supe de él. Su infancia
fue un vía crucis de maltrato y violaciones sistemáticas por parte de su

30
padrastro. Su madre había muerto cuando él tenía seis años y su padre
biológico rechazó su custodia, dejándolo totalmente desamparado en
manos de aquel verdugo que ostentaba el título oficial de padre.
Miguel había pasado por tantas instituciones psiquiátricas, que ya no
quedaba nada del muchacho que yo conocí. Ahora, mientras le veo
en la boca del metro exigiendo dinero a los viandantes para una nueva
dosis de heroína con la que apaciguar al extraño que lo habita, oigo el
crepitar de su voz como la de un viejo animal herido al que hicieron
crecer a fuerza de palos. La escucho impotente desde aquí, desde el
lado bueno de la acera.

Luisa Fernández
31
(Sevilla). Forma parte del proyecto Fahrenheit 451 (Las Personas
Libro). Sus poemas aparecen en diversas antologías: “Poemas para un
minuto” (Editorial Hipálage, 2007), “Girapoemas” (2009). Ha participado
en diversas revistas y algunas páginas Web de Literatura. Ha formado
parte del ciclo “Versos Sumados”, dentro del Festival Cosmopoética
(Córdoba, 2009).

Hoy hace un año que salí de mi país, sólo quedan ocho


meses para tener pagada la deuda del viaje; a partir de
entonces, tendré la libertad, o por lo menos eso fue lo
acordado cuando llegué aquí. Si decido irme, ellos
dejarán de enviar dinero a mi familia, no sé lo que haré
cuando llegue ese día… pero, ¿para qué pensar? Aún
quedan muchos meses, por ahora prefiero que mis
padres continúen con la idea de que trabajo como
niñera.

El sábado trasladaron a la chica polaca, han


comentado que es una recompensa por su interés en
aprender el idioma y agradar a los clientes, a partir de
ahora trabajará en la capital, allí podrá salir a la calle y
dejará de estar apartada en medio de la nada, ella
estaba muy contenta porque prometieron comprarle
ropa de lujo y perfume caro, pero aún así continuará
siendo una puta. No teníamos una gran amistad, aquí
apenas te dejan hablar, pero antes de irse me regaló un

32
libro de viajes, lo encontró una noche en uno de los
cuartos, dijo que le había servido para imaginarse
tomando el sol en esas playas doradas de las fotografías,
y creyó que podría recordarme a mi país… ahora que lo
pienso, ese ha sido el único instante agradable desde
que pise esta tierra.

A partir de entonces, cada noche, cuando creo haber


terminado de complacer, me acurruco en la cama e
iluminada por una linterna que mi madre me compró por
si alguna vez estaba a oscuras, inicio mi viaje a esos
lugares, recorro el texto pronunciando con suavidad
cada palabra, ¡aunque no entienda su significado!… eso
es lo que menos importa, me detengo durante largo
tiempo en las imágenes de las playas, acaricio las
páginas para sentir los grumos del papel, acercó el libro
a la nariz y procuro quedarme dormida envuelta por ese
olor cálido y seco que me recuerda a la niñez, el mismo
olor de los cuentos que nos regalaban las monjas
cuando visitaban el pueblo.

Pero casi siempre la sacudida de un manotazo me


devuelve a la realidad, y algún borracho de última hora,
llega goteando alcohol con el pelo grasiento pegado a
la frente, y ese olor pegajoso mezcla de sudor y whisky

33
que se agarra a la garganta, produciéndome un
insoportable amargor. En ese momento yo, que por fin he
aprendido a no oponerme, extiendo mi cuerpo en el
centro de la cama, y coloco el libro abierto cerca de la
cabecera, entonces cuando su pegajosa piel comienza
a frotarse contra la mía, giro el rostro, refugio la cara
entre las páginas, aspiro con fuerza todo su aroma, y
mientras intento impedir que mis lágrimas se mezclen con
la tinta del papel, recuerdo con ironía la frase de mi
padre: “ríe porque eres una afortunada en abandonar
esta cabaña”.

Esperanza García
Guerrero
34
(Vitoria, 1967). Codirige la revista “Amilamia”, junto a José Luis
Pasarín Aristi, con quien publica, en 1992, el libro de poesía
“Cartapacios de Lucerna” (Ediciones Libertarias / Prodhufi). Ha
publicado en revistas literarias impresas y digitales, como “Cuadernos
del Matemático”, “Río Arga”, “Groenlandia”, “Turia”, “Los Cuadernos
del Sornabique”, “Letralia”, “Océano”, “Haritza”, “El cuervo”, etc. Ha
publicado el libro de poesía “Proteo; el yo posible”. Sus poemas han
sido traducidos al alemán, francés, euskera y árabe. Ha publicado
recientemente dos libros digitales: “La reconstrucción de la Memoria”
(Groenlandia, 2008) y “Planta de Neurocirugía” (Editorial Remolinos,
2008).

A dónde llegar sin voz

en la garganta

con un anzuelo vivo

que dispersa las vocales

por las autopistas

de la traquea,

vocal de la resistencia

sin paranoias reticentes,

no dormirse en la resaca

de una mañana

sin disgustos ni abreviaturas

cancelados todos los via-

jes hacia las vanguardias.

35
Teclear sin pensar en la mañana
que nos abre los buzones,
las cartas atrasadas
de una vida en fuga, consumido
el reloj en el último toque
de campana de fin de siglo.
La reiteración de los surtidores
de gasolina el octanaje
del recuerdo en parábola
hacia la distancia de nuestros
presentes enquistados
en otras seducciones
de teatros sin alambiques.

Adolfo Marchena
36
(Logroño, 1988). Estudiante de Filosofía. Directora del fanzine
independiente La-Fanzine. Sus textos han aparecido en diversas
publicaciones, digitales e impresas, así como en blogs. Ha participado en
recitales poéticos y ha obtenido diversas menciones por sus poemas y
relatos. Ha publicado “El movimiento de la lagartija” (Bubok), “La
soledad del café” y “La niña de las naranjas” (Ediciones Emilianenses).
Próximamente, sus poemas y relatos aparecerán en distintas antologías.
Su blog: http://awixumayita.blogspot.com.

Escribe cuando llegues,


no te lo pienses mucho
o me olvidarás, me olvidarás.

( Europa. Astrud)

Me niego a empezar a escribir con un “querido X”. Preferiría


ponerte un nombre, uno bien hortera como sacado de Corín
Tellado o Danielle Steel. Sólo por castigarte. Demasiado
light, ya, pero no te mereces algo mucho más elaborado.
Por eso no te pondré nombre ni te llamaré querido. Pero te
diré que cuando era pequeña tocaba las paredes de
mosaicos verdes de mi colegio mientras subía por las
escaleras, entre tantos niños que gritaban, para subir a
clase. Mientras lo hacía miraba fijamente. Con los años ha
habido gente que ha detenido su discurso en medio de lo
que debería ser una conversación y, después de una pausa,
me han dicho: seguiré hablando cuando dejes de atravesar
objetos. Pensaba en la muerte con una estupidez propia de
la infancia. Cuando llegué a la adolescencia y quise ser
gótica eran ellos, aquellos tristes de negro, los estúpidos. Yo
pensaba en la muerte porque siempre he tenido una
tendencia - estúpida - suicida. Un miedo terrible a dejar que
mi vida fuera un punto insignificante en la eternidad. Yo
quería ser una Marilyn, una Janis , una Nïn inmortal. Pero
siempre me imaginé estéril y finita. Muy finita. A los
dieciocho empecé a fumar como una descosida. Ya ves,
qué tarde. A los dieciocho. Fumaba incluso en ayunas. Hasta

37
qué punto puede llegar alguien a desear una muerte así.
Porque por cada calada sentía cómo me iba comiendo
parte de vida. Parezco un anuncio de sanidad. Pero te lo
digo completamente en serio. Estéril y finita. Mi destino era
morir joven. Desaparecer pronto, no dejar nada. Ni siquiera
palabras. Todo ha perdido sentido desde que escribir se ha
convertido en un hobbie para post-post adolescentes que
quedan para follar en las redes sociales. Internet nos ha
matado a todos. Agrégame al Messenger si te apetece
terminar también con esto. Ya veremos qué tal se nos dan
los silencios por escrito. Lo que no creo que te dé es mi
número de teléfono. Se me parte la mandíbula cuando trato
de hablar por hablar. No sé me dan bien los silencios.
Imagínate mi voz titubeante. La belleza de mi nombre, lo
que te llevó a escribirme, quedaría manchada y tomaría
otro sentido. Como las madres que no quieren llamar a sus
recién nacidos con los nombres de los locos de su pueblo,
descartando entonces Julietas y otros nombres que puedan
parecerte bonitos. Bonitos. Vuelvo a los nacidos. A las
madres. A la vida. Vas a pensar que estoy loca, pero
realmente no me importa porque no nos conocemos.
Necesito contarlo. Como los que advierten con un “SPOILER”
enorme en los foros de series y películas de Internet antes de
contar un final, te advierto desde aquí que, si no quieres
leer, pases directamente al próximo párrafo. X (rompemos
aquí una norma que me impuse al principio), creo que veo
el futuro, mi futuro, en las cosas que escribo y dibujo. Por
poner un ejemplo tonto, hace unos meses dibujé una sirena
y poblé parte de su cuerpo de espirales. Lo sorprendente es
que hace unas semanas llegó a mis manos una película que
trataba de una sirena enferma cuyo cuerpo se poblaba de
heridas infectadas. Lo curioso es que la herida inicial era un
cúmulo de espirales. Y yo soy piscis, X, piscis nacida en mil
novecientos ochenta y ocho, como el año en que salió esa
película. Y como a ella, a mí me está comiendo algo. Lo
noto y lo sé. Estéril y finita, X. Hace poco me topé con un
relato en el que hablaba de una mujer embarazada cuya
esperanza de vida posiblemente no alcanzaría a la fecha de
nacimiento de su hijo, porque tenía una enfermedad - no
especificaba cuál, aunque podría ser cualquier tumor- que

38
estaba comiéndose su cuerpo. Y digo comiéndose porque es
la sensación que tengo cuando hablo de metástasis. Tengo
tanto miedo de mí y de esta enfermedad que se va a comer
mis veintidós años y todo el futuro que podría engendrar,
que fumo más que nunca para acelerar el proceso y morir
antes de volverme completamente loca y dejar en mis
conocidos un mal recuerdo. ¿Qué te parezco ahora, X? ¿Te
parece tan hermoso mi nombre? ¿O he pasado a ser esa
loca cuyo nombre nunca pondrías a una de tus hijas?

¡Ay! ¡Mira lo que pasa cuando te aventuras a conocer a


alguien!

Decías en tu carta que bastan pocas palabras para hacer


que nos sintamos vivos. ¿No te sientes vivo, querido?
(rompemos aquí otra norma). Si quieres te digo “hola”
“adiós” y “gracias” hasta que explotes de vida y podamos
morir los dos para sentirnos menos solos, menos extranjeros .

Acertaste al decir que estoy lejos de donde nací.

39
Celine Dion ha declarado la guerra a la bondad
y a la felicidad.
En el ascensor hay dibujado un pene simplificado
y alguien ha tachado el “no” que prohíbe dejar subir
solos
o bajar
solos
a los niños.
En el hueco de la escalera del tercer al cuarto piso
se besan dos adolescentes
antes de subir uno
bajar otra.
Y en el salón de mi casa un grupo de fashion’s lectores
de Maitena comentan
como serios críticos entendidos
el último disco de Christina Aguilera.
Lo que nadie sabe
ni siquiera intuye
es que Celine Dion ha declarado la guerra a la bondad
y a la felicidad.

Adriana Bañares Camacho


40
(Córdoba, 1982). Licenciada en Humanidades y Master en Textos,
Documentación e Intervención Cultural (especialidad en Edición).
Pluriempleada. Sus textos - poemas y relatos - han aparecido en
distintas publicaciones (revistas, fanzines, panfletos literarios), digitales
e impresas, de España e Hispanoamérica, así como en distintas páginas
webs, blogs, plaquettes y antologías (“Heterogéneos”, “Anuncios
(Des)Clasificados II”, “Póker de Reinas”, “Esnifando Letras”;
“Poetrastros”, “Nocturnos”, en prensa). Tiene su espacio en Las
Afinidades Narrativas y Las Afinidades Electivas. Ha publicado el
poemario “Bocaditos de Realidad” (segunda edición del 2010) y
“Cuentos de la Carne”, su primer libro de relatos. Sus poemas han sido
traducidos al catalán, italiano, inglés, francés, portugués y alemán.
Misántropa, huraña, ermitaña: entrañable.

De nuevo, pluriempleada, atesorando


con avaricia mis sueldos en la cartilla;
de nuevo, sin tu calor necesario
para estas interminables noches invernales;
de nuevo, la preocupación por el mundo
que enseña la televisión: más paro,
más corrupción, más muerte;
de nuevo, los roces incómodos
con historias sin sentido…

De nuevo, me tientan las cajas de pastillas


del fondo del frigorífico,
las de la felicidad química y artificial,

las que me prohíbo por respeto a mí misma.

41
“Pretty Woman”, “Cuando un hombre ama a una mujer”, “El
diario de Noah”, “Cuando menos te lo esperas”, “Memorias de
África”, “Lo que queda del día”, “Harold y Maude”, “Cuando
Harry encontró a Sally”, “City of Angels”, “Expiación”, “Love
Story”, “Ghost”, “Robin y Marian”, “El curioso caso de Benjamin
Button”, “Lo que el viento se llevó”, “Los Puentes de
Madison” … y más títulos se amontonan en el sillón. Petra está
indecisa: le gustan todas. Se las sabe de memoria, sí, pero no
se harta de visionarlas una y otra vez, de repetir escenas
favoritas y repasar, entre murmullos, los diálogos más
interesantes y apasionados mientras come palomitas frente al
impresionante equipo de televisión con potentes altavoces de
sonido (propiedad de su marido). Petra adora el ritual que
lleva practicando de lunes a viernes, desde hace cuatro años:
cuando concluye la exhaustiva limpieza de la casa — los callos
y el tacto áspero de sus manos, las dolencias en las cervicales
y el agarrotamiento de sus rodillas son la prueba irrefutable de
que se esfuerza por dejar su hogar como los chorros del oro,
bien ordenado y desinfectado —, almuerza algo ligerito — una
ensaladita, un sándwich de pavo o una pechuguita de pollo —
y va directa al salón, a escoger la película de su amplia
colección (más de cien alternativas románticas) que más le
apetezca ver ese día; y se queda durante horas y horas
ensimismada con ese viejo y genial Clint Eastwood que corteja
a una señora casada, con el caballeroso Richard Gere
transformando a una prostituta en una perfecta dama; con
una joven que sacrifica sus sueños para dar forma al guaperas

42
rubio de su novio, o con el simpático ancianito de un asilo que
lee su diario al amor de su vida. Las desventuras y desdichas
de estos galanes y princesas hacen suspirar mucho a Petra,
con la emoción se le atragantan las carcajadas, las lágrimas y
el maíz calentito. El amor es tan ideal en el cine… en esas
sucesiones de imágenes, música y palabras, Petra, en lo más
profundo de su alma, admite con amargura la patética
realidad: porque su esposo Paco no le hace el amor tan lenta
y cariñosamente, él es más de separarle las piernas y
clavársela directamente; ni le trata como a una princesa, pues
él jamás se acuerda ni de cumpleaños ni aniversarios, ni jamás
ha sacrificado su tiempo para estar con ella cuando la
ingresan en el Hospital y darle compañía en esas interminables
noches de dolor, ni tampoco estará toda su vida junto a ella…
cuando ella envejezca, posiblemente él, todo un pichabrava,
la dejará por un pastelito sin arrugas… o bien ella — y esto lo
piensa, a menudo, cuando se mira los hematomas de los
brazos y piernas — se morirá antes, machacada, y dejándolo
solo, con su miseria.

Y, a pesar de que Petra conoce la verídica cara del amor, se


conforma con disfrutar de este mágico e ideal mundo de
ensueño… por lo menos, hasta que llega Paco, borracho, con
ganas de ensuciar su cuerpo — de golpes, de fluidos — y su
dignidad.

Ana Patricia
43 Moya
44
(Vitoria Gasteiz). Escritora amateur. Colabora con la revista literaria
provincial “La botica”. Ha participado en diversos recitales y una
muestra de su poesía ha aparecido en el libro “Cinco Voces”. Ha
obtenido diversos premios literarios por sus poemas. Mantiene dos
blogs y participa en Encuentros de Poetas en Red.

Ahogas las penas en copa de licor,


disimulando una vida de dolor,
ocultando tu cara de perdedor,
observas el tormento que hay en tu interior.
Cobarde corazón con patas de aire,
mentiras que en tu boca se escabullen
como nieve que agua desaparece,
temores que en la ignorancia persisten.
Amargo sorbo en vaso de olvido,
caricia de espanto en el frío espejo
con mano de esparto, dando cobijo,
fiereza inútil, sin mucho sentido.
Alternas las manos y sientes que olvidas.
Tu rostro en la copa, marcando la huella,
engañas las horas con poca mesura
y el futuro, cobrará las deudas.

Arantza Guinea
45
(A Coruña, 1979). Traductora y asesora lingüística. Actualmente,
estudia psicología. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidade
da Coruña. Especialista en el área de Teoría de la Literatura; posee
diploma de Estudios Avanzados y un curso de especialización en
“Teatro, Cine y Audiovisuales”. Ha elaborado diversos trabajos sobre
escritores de lengua gallega y cine. Coeditora del proyecto de
investigación poética “Cien Años de Poesía”. Ha residido en Alemania,
donde impartió clases de literatura contemporánea y literatura
aurisecular. Miembro fundador del grupo poético “Los Vándalos”, y de su
revista “Méster de Vandalía”. Sus textos han aparecido en diversas
publicaciones: “Coolcultural Galicia, “La Bella Varsovia”, “Piedra de
Molino”, “Al otro lado del espejo”, etc. Ha participado en antologías
poéticas. Ha publicado el poemario “Nostalgia del acero”. Administra su
blog personal con poemas: http://www.luciafraga.blogspot.com.

Esta noche de alcohol y luces de neón,


El cielo se tiñe de púrpura.
Púrpura de mis labios en un beso infinito
Que acoge tu ser borracho de vida.
Alguien grita por los callejones
Y se oye un ruido de cristales rotos.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.

Déjame que esta noche sea real y


No una quimera que desaparece con el amanecer.
Dame un trago más, de lo que sea,
Que necesito sentirme etérea y alada.
Pasemos por encima de los borrachos,
Y permanezcamos en silencio en esta esquina
Donde tus ojos son más verdad que nunca.

46
Luces de coches de policía inundan las calles de espuma y vino,
De delincuentes juveniles que se pinchan heroína en los talones
Y de putas despavoridas sin papeles.
Aún queda mucha noche que quemar,
Aunque no sea entre una fogata de okupas.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.

En medio de una ciudad insomne y sórdida,


Nosotros ya no somos un par de desconocidos
Que comparten una copa y un pasado nauseabundo.
Sólo nos queda este momento
Y cerrar la navaja.

Lucia47Fraga
(Barcelona, 1976). Poeta. Licenciada en Periodismo por la Universidad
Autonómica de Barcelona (UAB). Tras trabar en prensa diaria y
televisión, se especializó en la gestión de gabinetes de prensa para
organizaciones no gubernamentales de desarrollo, actividad que ha
desempeñado hasta 2009. Ha publicado los poemarios “El código de los
heridos” (Ediciones El Primor, 2009) y “Catálogo de lágrimas” (Editorial
Poesía eres Tú, 2009).

A veces,

se me atraganta la distancia,
por eso busco el camino de vuelta a casa
en el mapa de tu cara dormida,
lo repaso despacio con un dedo imaginario,
con cuidado de no despertarte,
de no despertarme las ganas
de abrirte los ojos con los labios,

entonces,

ese paisaje lunar que separa


las dos caras de la moneda
a punto de decantarse
no me parece ya
aquel océano insalvable
de urgente tierra de por medio.
Toda esa arena para traducir
la frontera tras la que me escondía.

Ahora el desierto tiene mucho más sentido.

48
Latentes, opacos, tupidos,
abiertamente cerrados
entre las ganas y los miedos,
entre las ansias y los huecos.

De piezas perdidas
o engranajes desencajados,
resquicios, fisuras,
hendiduras, grietas,
entre lo que creemos y los que sentimos,
entre lo que sentimos y lo que queremos.

Ingentes, de vértigo,
entre tú y yo,
entre mí y yo.

De años luz, infinitos,


entre lo que imaginé que sería
y lo que soy,
por tapar, por saltar,
por conquistar, por invadir.

Espacios que creía


que inundarías tú
y debo llenar yo,
sin saber cómo.

49
Sólo bésame.
Odio cuando guiñas un ojo para decirme adiós.

Voy a quedarme así, bocabajo, para que recuerdes el lunar en mi espalda,


la curva de este culo,
los pies suspendidos en signo interrogante.

No voy a mirarte.
Odio ver como traes de vuelta la coraza.

Voy a quedarme así, los ojos hundidos en la almohada,


para luego recordarte como hace justo cinco minutos.

Quiero verte siempre como hace justo cinco minutos.

Desnudo.
Siempre.

Marta Noviembre
50
(Pamplona, 1969). Autor de los libros: “Cuentos de color gris”,
“Cuentos sanfermineros”, “La polla más grande del mundo”, “Ajuste de
cuentos” (relatos y cuentos); “Odio enamorado”, “Cuestión de
Supervivencia”, “Ciudad Retrete” (novelas). Ha participado en diversas
antologías (“Golpes, Ficciones de la Realidad Social”, “Tripulantes”, etc),
ha coordinado algunas (como “Hank Over \ Resaca”, “Simpatía por el
relato”, etc) y también ha colaborado en diferentes medios (“El País”,
“ADN”, “Vinalia Trippers”, “Fábula”, etc). Ha obtenido diversos premios
literarios.

Señor juez: una vez leí que en Dinamarca intentar fugarse no


agrava las penas, no es un delito. Y pensé que los daneses eran
gente legal: que un preso intente fugarse es su obligación. El
delito sería no intentarlo.

A usted no le pido que lo entienda. La libertad, aunque no lo


sepa, también es su deber, pero este es un mundo de esclavos
y de canijos que sacan pecho para que se les vea la placa, o

51
la cartera, en lugar del corazón. Detrás de los muros de las
prisiones hay otros, millones de celdas con invisibles barrotes
catódicos, el televisor, Internet, en las que se sirve un rancho de
pan y circo, de hamburguesas y fútbol, y se condena a trabajos
forzados a cambio un carrito para el híper y una papeleta cada
cuatro años.

Acaso de poder entender algo, sería lo otro, lo del guardia al


que atropellé. Supongo que, incluso siendo juez, sabrá algo
sobre el amor, ese motor del mundo que a menudo nos lleva a
lugares indómitos, que nunca imaginamos; al menos que su
ausencia nos vuelve fríos, escépticos, casi inhumanos; es decir
perfectamente dotados para hacer juicios.

Mi nombre es Miguel Babujal, camionero, y conocí a Laila en un


club de carretera. Reconozco en mí ese vicio denigrante con el
que me vacuno contra la soledad. Sé que está mal y supongo
que un hombre debe de ser honesto consigo, mirar dentro de si
alguna vez sin excusas, ni treguas, pero lo que desconozco es
exactamente el significado de esa palabra: honestidad. ¿Qué
es lo honesto? ¿Actuar como uno es en el fondo de su corazón?
¿O cómo debería ser? ¿Qué sucede cuando uno mira dentro
de sí y sólo descubre cadáveres tirados en mitad de un
descampado?

Yo creía que era un ser desahuciado para el amor. Nunca


nadie se ha esforzado lo suficiente para quererme, y es lo justo,
porque yo nunca me he entregado por completo, por puro

52
pánico a decepcionar, a traicionar (mi vida ha sido una
sucesión de traiciones y huidas), a mostrar esas zonas oscuras,
como esquinas meadas en mi alma.

Pero cuando conocí a Laila, todo cambió. Me enamoré de los


caracoles azules de su pelo, incluso antes de que se deslizaran
lentamente sobre mi pecho desnudo y palpitante, de su piel
hermosamente tostada por el sol ensangrentado de Argelia, de
los risueños hoyuelos en sus mejillas, en los que a pesar de la
vida de perra apaleada que llevaba, se escondían tesoros que
parecían brillar sólo para mí… No podía soportar la idea de que
pasara un sólo día más de su vida en el que alguien le hiciera
daño, un día más encerrada, tal y como ella me confesó,
contra su voluntad en aquella sórdida habitación. Aquella
misma noche volví al club, con el bate de béisbol que escondía
bajo el asiento del camión, y me volví loco de amor y de
remordimientos: cada golpe que daba a uno de aquellos tipos
era como si rompiera un pedacito de mí mismo. No me costó
demasiado sacar a Laila del club, montarla en el camión y
hundir toda mi rabia sobre el pedal del acelerador. Fue el
comienzo de esta larga huida. La vida de Laila también había
sido una sucesión de fugas y traiciones. Huyendo del hambre y
del chador había sido traicionada por quienes le vendieron un
futuro al otro lado del mar, y ahora pagaba cara la deuda
cada noche a hombres a los que el corazón nos colgaba de
los testículos. El día que, en aquel control, nos echaron el alto,
volví a sentir la misma rabia, pues el guardia que trepó y se
asomó a la cabina, malencarando a Laila, también era

53
cualquiera de aquellos tipos a los que se la traía floja (quizás
ésta no se la expresión más adecuada para la ocasión), que
ella fuera una "ilegal" cuando paraban en el puticlub. Pero
sobretodo, señor juez, lo que me llevó a golpearle, haciéndole
caer al suelo, bajo las ruedas y atropellarlo fue el terror de
perder a mi amor, lo único grande que he descubierto en este
mundo de insectos y esbirros.

Quería que lo supiera, que lo único que encontrará cuando


tiren abajo la puerta de mi casa será esta confesión, y que si su
obligación es la de juzgarme, la mía es de escapar, de la
cárcel y de esa otra gran cárcel invisible detrás de los muros,
escapar lejos, más lejos incluso que Dinamarca, a un lugar en
que Laila y yo podamos brindar por la guerra nuclear, por que
todo explote a nuestro alrededor y sobre el planeta sólo
quedemos ella y yo.

Patxi Irurzun
54
(Madrid, 1981). Licenciado en Filosofía por la Universidad
Complutense de Madrid, ha vivido en Córdoba algunos años. Ha
publicado “Manual de Instrucciones” (Editorial Poesía Eres Tú) y “Ése
que llaman invierno”. Ha participado en distintas revistas literarias (“El
Coloquio de los perros”, “Radicales Libres”, “Groenlandia”, “Bar Sobia”,
etc). Es colaborador, creador y coordinador de la distribuidora de
literatura libre Shiboleth. Recientemente, ha publicado un libro de
relatos. Actualmente, prepara su tercer poemario.

Limpio el cristal de la historia

con el llanto y la derrota,

con la ropa de los muertos

visto todas sus lecciones,

me sitúo en el lugar

de aquellos que han expulsado;

desde ese punto de vista,

nada de esto ha terminado .

55 55
Despido a mis neuronas
por ser tan incompetentes,
se ha acabado mi paciencia con el mundo,
quiero ser extraterrestre;
somos milagro y azar,
yo ateo y racionalista,
la sociedad una visión,
y yo invidente y autista.

Destapas las palabras


y las untas,
calientas el papel,
le hechas azúcar.
Por fin ha amanecido
en tu cuaderno,
por fin entra la luz,
por fin te alumbra.

Jesús Suárez González 56


(México). Licenciada en Ciencias de la Comunicación, egresada en la
Universidad Franco-Mexicana. Miembro de la Red Mundial de Escritores
en Español (REMES), de la Unión de Escritores Hispanoamericanos y de
Escritores Latinoamericanos. Participó en la antología “Mejores Textos”
(2008), editada por el Rincón de los Escritores y en la antología “Iwith”
(Bubok, 2009). Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones
literarias. Recibió accésit y mención de honor en el I Concurso de
Relatos Convocados por la Revista Literaria “Katharsis” y finalista del II
Concurso de Microrrelatos para abogados.

Querida Anita:

Por acá las cosas siguen como siempre: la fuente de la plaza no deja
de repetir tu nombre con el correr del agua que cae
descaradamente sobre los mosaicos azules y amarillos que la visten
por dentro. Las flores comienzan a aparecer aquí y allá, los chiquillos
todo el día van de un lado para otro correteando y jugueteando
como todos los niños, y como suele suceder con las criaturas, de
cuando en cuando escupen a la cara su sinceridad tan duramente
que hasta lastiman.

Ayer rompieron un cristal del ventanal de la sala. Cuando salí con la


piedra en la mano para reclamarles la afrenta huyeron a toda prisa
riéndose y gritándome a la cara: Loco. Ya te lo había comentado en
otra carta, no sé porqué les ha dado por llamarme así, ¡me creen
demente! Cuando estoy más cuerdo que nunca.

¿Acaso es una locura tejer mis sueños con la madeja del optimismo?
¿O vestir la tristeza con el ropaje de una esperanza? Todo mi pecado

57
consiste en mirar al sendero anhelando el momento en que te veré
llegar, ataviada con ese vestido de flores rojas que conseguía
enloquecerme.

Piensan que he perdido el juicio porque mantengo la casa intacta


para que a tu regreso encuentres todo en su lugar: las cortinas de
encaje en la ventana del pasillo, el mantel de tu abuela limpio y
almidonado cubriendo la mesa del comedor, las plantas vivas y
rebosantes dentro de las macetas de barro que con tanto esmero
cuidabas cada mañana, tu ropa en el armario, las zapatillas junto a
la cama, el abrigo marrón listo para abrigarte en el perchero junto a
la puerta y mis brazos extendidos con fervor añorando que te refugies
en ellos como antaño, para apretarte suavemente contra mi pecho
mientras acaricio tu cabello con delicadeza.

Cuando salgo para hacer las compras de costumbre, los oigo


cuchichear a mis espaldas. Afirman que me he desquiciado, tan sólo
porque paso las noches sentado en el porche de la casa con la
mirada firme en el horizonte, pendiente de cualquier ruido, de algún
movimiento que delate tu arribo para correr a tu encuentro,
seguramente con los ojos llenos de lágrimas dispuesto a olvidarlo
todo para comenzar una nueva vida.

Añoro, eso sí, el pasado en el que fui tan feliz. Los días en que verte ir
y venir por la casa representaban lo mejor de mi vida. Me llaman
excéntrico porque despierto gritando tu nombre y en las tardes
lluviosas me siento tras la ventana esperando por ti, entonces

58
aprovecho que las gotas de lluvia resbalan por el cristal empañado y
lloro, lloro con todas mis fuerzas, delirante y furioso.

Mi querida Anita, te di mi vida, mi corazón entero, me entregué a ti


por completo sin más anhelos que verte feliz. A cambio, te
marchaste, fuiste cruel e implacable, no escuchaste mis súplicas
frenéticas exigiendo, rogando, suplicando que no me privaras de tu
presencia infinita y gloriosa como una bendición de Dios. Pero todo
fue inútil. Desde entonces, vivo entre estas cuatro paredes fiel a tu
recuerdo, esperando tu regreso. Porque sé que volverás, cuando no
encuentres en sus manos las caricias conocidas, cuando veas que
sus pasos vacilantes no te llevan a la gloria, cuando sus labios repitan
tu nombre en esas noches de amor infinito querrás encontrar mis ojos
y a pesar tuyo los encontrarás: vacíos de vida, cegados por el dolor,
inundados de tristeza porque sabrás que me abandonaste sin
compasión como un verdugo frío y despiadado.

59
Nunca te amará como yo, te sentirás perdida en tus propios caminos,
incapaz de continuar; sé que, aunque no sea un profeta, que lo
abandonarás y volverás, te veré avanzar por el sendero poco a
poco, con pasos apresurados, aunque nerviosos, tendrás el temor al
rechazo reflejado en tus ojos. Entonces…

Te colocaré tu abrigo para protegerte del frío, te acercaré las


zapatillas de dormir para que reposes tus pies, besaré ese camino
que te trajo hasta mí, te amaré con ternura, te escucharé con
paciencia, hilvanaré mil collares con cuentas de colores para que
nunca tu imagen vuelva a ser difusa y dedicaré cada día a hacerte
feliz.

Cuando la gente vea que mi espera no fue en vano, volverán a


llamarme Don Jacinto, dejaré de ser el ido que espera un imposible y
que escribe cartas cada día para lanzarlas al aire con la esperanza
de que el viento incansable las lleve hasta ti. Pero no tardes mucho,
por favor, porque a veces siento que en medio de esta espera
dolorosa terminaré loco de verdad.

Con fervor:

Tu Jacinto.

Elena Ortiz
60
(Perú, 1973). Ha publicado “Pasajero Irreal”, “Vironte” (2005),
“Cartas” (2006) y la serie de plaquettes “Al Castor” (2007)., “Ángel”,
“Las ramas de la noche”, “El leve resquicio del amor” (2009), “La
hendidura del vacío”, “Series absurdas”, “Gravitación de amor”, “Aves
pestañas vaticinando el horror de las lágrimas” (2010). Modera los blogs
El Águila de Zaratrusta y Exquioc. Edita la revista on-line “Kcreatinn”.
Sus poemas han aparecido en revistas literarias tales como “El
Hablador”, “Letralia”, Azularte”, “La comuna de los desheredados”,
“Revista de Letras”, “Destiempos”, “Letras hispanas”, etc.

Las placas de la Tierra se acercan. Trópico y polo

puntos estratégicos. Naturalidad humana. Allá el

mar es cobarde. No posees nada. Te das cuenta en

el frío, sentado en una piedra. Aún no ves la mística

del reloj. Tus dedos se levantan y cuentan.

Cuentan. El aire en el autobús es un incendio de

mierda. Bajo mi cama un cráneo escupe gusanos.

61
Asumo que hoy es martes, que he asumido hace apenas unos
segundos asumir que hoy es martes, que un reloj es un mundo
sin agujas. Siguen los días. El agua siempre baja por acción
natural y asciende dado un fenómeno geológico: los géiseres.
Qué por ejemplo. Asumo que hoy es martes, no va a pasar
nada que no gire en torno de la monotonía, a menos que hoy
no sea martes y crea que estoy soñando, no esté despierto,
que no es lo mismo y si fuera lo mismo, ¿sería el mismo martes
que supongo? No, creo que no es martes, es un día otro, girar
papel de la basura, me aniquilan de un brazo y me patean
de la otra pierna. Miran aquí así. Espejo para los escupitajos.
Fotografía: un azul no es más que la melancolía visible, como
ya he dicho nunca alguna vez, un papel azul de sumar, a la
siesta, azul traganto, a punto detener todo el mundo en un
paso hundido siendo martes, realmente aunque lo sea.

62
¿¡Que los correos terrestres...!? Ah, lo inservible del

papel guardado que no se llora. Cartas viajes.

Viejas cartas. Dos que tres frases resumiendo la

diaria vida cotidianamente diaria. Send. Ratón

chola. Matrix mierda.

Jack Farfán Cedrón


63
Nova Era (Brasil). Ha publicado “Poesia para o mundo” (Bubok, 2009),
“Todo dia é dia de poesia” (iG Editores, 2002), “Palavras de poetas”
(Physis Editora, 1997), “Novos talentos da poesia brasileria” (Forever
Editora, 1995), “Escrevo nos espaços que me restam” (Editora Bauhaus,
1982). Sus poemas han aparecido en distintas páginas webs y revistas,
tales como “Revista Internacional de Poesía de Rosario”, “Partes”,
“Bacamarte”, “Revista Remolinos”, “Revista cultural Ámsterdam”, etc.
Ha obtenido premios en géneros de cuento y poesía. Mantiene un blog
abierto a la publicación de poemas, noticias, artículos, etc.

¡Idiota! ¿No ves que nada eres?


Apenas fina capa mohosa te protege
de la podredumbre. Gusanos hambrientos te rodean.
¿Ignoras que en un pase mágico, en un segundo apenas
cae por tierra toda la altivez y el bello
papel de regalo revela la fétida masa?
El gusto amargo de la hiel, la visión incierta,
el torcerse de las piernas, el descontrol total...
¡todo es inevitable!
Cualquier día serás presa fácil:
el tiempo es impiedoso.
El trágico fin no depende de tu voluntad.
La arrogancia que derramas no pasa
de ser faceta inútil de tus diversas faces
vanas y mundanas.
Al sol poniente, el rostro marchito y los huesos corroídos
dolerán más que en aquellos que tuvieron

64
la precaución y el buen tino de ser

simples y ocultos.

Quedarán tus lindos cabellos...

¿Y qué utilidad tendrán tus cabellos, hilos

huérfanos y subterráneos, dispersos, opacos

sobre los huesos?

65
Hago poemas

en versos negros

y versos blancos

para que todo poema

sea libre.

Entre el amor o el odio

entre la fe y el no creer

entre la vida o la muerte

entre Dios y el diablo

prefiero esto a aquello.

Remisson Aniceto 66
(Buenos Aires, Argentina, 1945). Ha publicado “Fundido
encadenado”, “Propaga”, “Leo y escribo”, “Sopita”, “Picado
contrapicado” (poesía), “Las piezas de un teatro” (dramaturgia),
“Historietas del amor”, “Muestra en prosa” (relato y cuento), etc. La
mayor parte de sus obras están disponibles en formato electrónico.
Posee los poemarios inéditos “Ojalá que te pise un tranvía llamado
deseo”, “Infamélica” y Viene junto con”. Más información sobre el autor
y su obra en: http://www.revagliatti.com.ar.

En sus cuentos - me refiero a mi hija -, que son breves,


hay misterio, suspenso. Y siempre mata a alguien.
Acababa de leerme el último, y en ése, moría el
protagonista. Le dije: ¿Por qué no hacés que siga
vivo? Ella me explicó: No me salía, no sabía cómo
continuar, me cansé y, además, ya estuve mucho
rato. Le sugerí: Seguí escribiéndolo mañana. Dijo: No,
porque es un cuento corto.

67
Nació por vía de cesárea Cristina, único descendiente
que tuvieron sus padres. El nombre lo improvisaron de
apuro, por así decir; lo extrajeron de una criteriosa
galera, tras evaluar la armonía fonética junto al
apellido. Aguardaban a Juan Ramón Ernesto e irrumpió
Cristina. El desencanto se fue desplegando corrosivo en
sus ánimos.

La niña, alumna aplicada, fantasiosa y fácilmente


ridiculizable, encorvaba la espalda, fruncía los labios
cuando se concentraba, bizqueaba a veces y,
adolescente ya, padecía ataques de picazón, o
lloraba.

En procura de reducir fatigosa gimnasia (contar


paradas de colectivos, o perros, o automóviles con
tales o cuales características), ritos incoercibles
(sentarse durante unos instantes en determinado sillón,
antes de tomar la merienda), sueños repetitivos (su
madre obstinándose en ofrecerle muestras de
comprensión y cariño), concurrió a un curso de control
mental que promocionaban por radio. En esas estaba,
cuando ella y el licenciado que dictaba el curso se
enamoraron. Sin tropiezos accedieron al altar; y ahora,
él la embarazó y la tiene ilusionada con que por fin
nacerá Juan Ramón Ernesto, una generación después.
Retazo de vida.

Rolando Revagliatti 68
(Zamora). Trabajadora de la palabra, poeta siempre y sin opción,
autónoma a ratos, madre a tiempo completo. Escribe para diferentes
medios como freelance y colabora en revistas literarias, impresas y
digitales. Participa en eventos literarios y tiene su espacio en Las
Afinidades Electivas. Es miembro del REMES y sus letras aparecen en las
antologías “Esnifando Letras” y “Des-amor”; ha prologado el libro
“Cosas que nunca te diré” y ha sido finalista del primer premio de poesía
Gertrudis Gómez de Avellaneda. Ha publicado los libros de poesía:
“Respira, y luego dime que estás vivo”, “Nadie dirige las palabras” y “No
frenes la lengua de los pájaros”. Mantiene los blogs literarios “Más allá
de lo invisible” (http://pasajera67.blogspot.com) y “Dad aire a mi voz”
(http://aquinohaycerraduras.blogspot.com).

Lo oí perfectamente

una sentencia más que una amenaza

y me sentí aliviada,

parecía que iba acabándose

la espera,

las renuncias.

La cabeza se refrescaba con canciones...

De nuevo,

abrían hasta tarde las ventanas

olía a bizcocho

a tortilla de patata,

69
y el aire aterrizaba

en su cabello...

Lo oí perfectamente:

-Como vuelvas a pegarme,

te mato.

Y él de rodillas,

pidió perdón.

70
Era la más guapa del barrio

sonreía sin medida

contenía el aire enamorado

en sus pulmones de núbil sorprendida.

Era la más aplicada

en reventar braguetas

al cumplir los diez y seis,

cuando la vi en el parque

no me saludó,

el cabello revuelto

el vestido contenido

los zapatos al revés...

Al sábado siguiente

llorando me abrazó.

Quiero ser tú.

Begoña Leonardo
71
(Madrid). Bibliotecario. Fumador empedernido. Escritor y dibujante.
Responsable de la publicación artística “Delirio”. Ha publicado los libros
“Síntesis” (compilación de relatos) y “Cómo” (novela), ambos en la
editorial Bubok. Algunos de sus relatos han sido traducidos al inglés.

A Fran

Las piernas encima de las mías, para sentir el calor de tu


piel, para sentir tu presencia en este día de vacaciones
que se abre ante nosotros sin muchas perspectivas, tal vez
disfrutar el uno del otro. Tal vez. Las piernas encima de las
mías, mientras lees uno de esos libros que tiempo atrás te
recomendé, y me alegro que lo disfrutes tanto como yo lo
hago observándote. Al fin y al cabo, para eso están las
vacaciones. El silencio roto únicamente por alguna de las
canciones que pongo en el estéreo y que decides no
escuchar, pues, como otras veces me has confesado entre
risas y bromas, no son de tu especial predilección. ¿Qué se
le va a hacer? Me contento con observarte pasar las
páginas del libro, mientras la casa está sin hacer, el baño
sin limpiar, y el niño sale continuamente de la habitación
para contarnos alguna de las películas que devora con
deleite. Soy feliz así, aunque no lo sepa. El ventilador
funcionando, dándonos el aire suficiente como para no
morir de calor. El humo del cigarrillo molestando tus
preciosos ojos verdes, que se sumergen en la lectura con

72
delicioso frenesí. A veces sonríes, estirando esos labios que
nunca me hartaré de besar, que nunca me cansaré de
acariciar; a veces, la mayoría, permaneces impertérrita,
dejando volar tu imaginación, al mismo tiempo que yo lo
hago al observarte sin que te des cuenta. Al fin y al cabo,
para eso están las vacaciones. Ya pensaremos qué hacer.
Ya haremos la comida cuando tengamos hambre. Ya
haremos el amor cuando nos apetezca. Y podría pasarme
así el resto de mi vida, sin las preocupaciones del día a día
rondando nuestras mentes contaminadas. No es momento
de pensar, sólo dejarse llevar. Acaricio tus piernas y me
miras con un gesto de agradecimiento que interrumpe
momentáneamente tu lectura. Desearía besarte, pero lo
dejaré para más tarde. No quiero molestarte. Sólo quiero
mirarte, sentirte cerca de mí, como si este momento fuese
eterno, como si nada pudiese acabar con nosotros,
contigo, conmigo. Y aunque la noche anterior hayamos
discutido, o nos hayamos metido en nuestros propios
pensamientos sin contar excesivamente con el otro, este
instante rompe cualquier maleficio, al menos por mi parte.
Te quiero. Siempre lo he hecho, incluso antes de conocerte,
antes dejarme el dinero en tequilas imbebibles y vinos
baratos con tal de poder hablar contigo, de reunir el valor
suficiente para hacerlo. Pues tu rostro de diosa alada
sacada de algún sueño imposible conseguía que la poca
fe que en mí mismo podía tener se viniese abajo. Pero lo
hic e. L a p r ueba es tá en q u e aq uí estam os, aq uí y ah or a,

73
disfrutando del primer día de vacaciones, aunque ninguno
de los dos nos demos cuenta. Mientras la ciudad se muere
lentamente y la gente abandona sus refugios. Mientras los
bosques se queman y las piscinas se llenan de niños y
familias de fin de semana. Mientras las personas hacen cola
para poder clavar su sombrilla en la playa, aunque tengan
que tomar el sol de pie. Quedan lejos los aromas a comida
precocinada y sangría de barril. Solos tú y yo. Y el niño. Y el
gato. Y la lectura del libro que te incité a comprar aquel
día en un supermercado, mientras nuestras vidas se
derrumbaban.

74
Óscar Varona
(Ceuta). Poeta. Ha publicado la plaquette “Cacagénesis” (editorial Alea
Blanca). En breve, con Groenlandia, publicará “Urbe Desta Historia”.

Parece que en este mundo


que se acaba todo se reduce.
Las frases, las palabras, se acortan.
Te quiero más que a mi vida , se dice,
por ejemplo. O, nadie te querrá tanto como yo .
Incluso frases tristes y sin contenido
del tipo: No sé qué sería de mí sin ti .

No sabemos decirnos cosas más bonitas.


Tal vez sea falta de imaginación, prisas,
tal vez simplemente sea que
se nos acaba el tiempo, que
nos es materialmente imposible
improvisar algo mejor.

O puede ser que estemos cansados


de tanta poesía y flores y luceros
y que simplemente baste estar
para hacerse entender.

75
La pregunta resonó

en la sala — con todo el peso

de su sesudo contenido -

como si alguien de una vez

por todas, de veras,

la fuera a contestar.

¿Crees en Dios?

Un sonoro pedo

retumbó hasta

las catacumbas

del primer año

Católico de nuestra

Era. Y hasta Jesucristo ,

la chota,

se tuvo que tapar.

Rubén Casado
76
(Ribarroja, Valencia, 1975). Poeta, grafóloga y perito caligráfico,
estudiante de Ciencias Laborales. Sus poemas han aparecido en
distintas revistas de poesía. Ha formado parte de la publicación conjunta
de los pliegos “Manual de Instrucciones para abrir una caja fuerte”
(Fundación Inquietudes y Caudal, poetas de El Dorado, 2010). Ha
publicado el poemario “Niña Pluma Niña Nadie” (Amargord Ediciones,
2010). Ha colaborado en proyectos de videoarte y montajes poético-
teatrales. Pertenece a la Asociación Poética Caudal y participa en el blog
corporativo contra la violencia de Género (Cien Autores contra el
maltrato).

Hay palabras bicéfalas:

No se puede nombrar el poder

sin que llore el hambre.

Afilo mis dedos y lo intento,

pero nunca es suficiente.

77
los niños
son lanzados por un puño cerrado
se estrellan contra las paredes,
y limpian la sangre

los niños
con bracitos de alambre
desgranan la tierra,
lombrices ciegas que braman por dentro

los niños
saltan por los aires
celebran así, con regocijo
que besaron una mina

los niños
ofrecen su sexo
como un juguete
son generosos,
sólo piden a cambio unas monedas

los niños:

los niños
no
existen

78
¿No ves el tiempo huir, con la luz entre las manos?

¿No encierra el látido un mundo de alambradas? ¿No

saltas, acaso, sobre escombros? ¡Cuán perdido

andas, cachorro sin dientes! ¿Buscas acaso dónde

esconderte de tu sombra? Mientras los tiovivos

escupen sus colores, tú acurrucas nieve en tu pecho y

le hablas de signos helados en un alfabeto que no

entiende, ¿parirá tu espalda alguna vez? o ¿te

dejarás morir sin haberte conocido?

Mar Benegas 79
(Barcelona, 1983). Periodista de profesión, guionista a ratos y
escritora de vocación. Ha trabajado en Cadena SER, Radio Nacional y en
algún que otro medio antediluviano. Ahora sólo escribe para la revista
“Penthouse”. Ha publicado diversos relatos – sobretodo satírico – en
fanzines barceloneses, y como nunca ha ganado un concurso literario,
abomina de ellos. Valora seriamente trabajar como ghost writer y lo
único que espera de la vida es que un buen día pueda echar la vista
atrás y haber dejado un par de buenas novelas, de aquellas que el
tiempo no borra.

Ríos de acero que confluyen en mares de zinc racheado de


aluminio y, a la deriva, navegan los tonos mortecinos de lo que
pretende llamarse la vida de una gran ciudad. Visto desde los 443
metros de altura del Empire State, Nueva York le parecía a Marino
una enorme colcha de pathwork tejida con hebras de cobre - la
colcha de una anciana con glaucoma-. ¿De qué está hecho el
tiempo? Había dejado de hacerse esa pregunta cuando llegó a
la conclusión de que el tiempo estaba hecho, sin duda, de un

80
80
material volátil, y que cuanto más se aferraba a él más lo sentía
escurrirse entre sus dedos y caer con el baile de una hoja seca
sobre la moqueta de casa, el parquet de su gimnasio o el frío
asfalto de las calles para convertirse en la huella de otro. Así,
para Marino el tiempo era la marca de un 42 de suela cuarteada
en la baldosa grisácea de una oficina. Por eso, y porque la
máquina de pensar de Llull no funcionaba, los perfectos
engranajes de esta gran metrópolis, su estructura reticular, su
sincronismo mecánico, todo, ya no le revelaba verdades
absolutas, sino que se le antojaba el reflejo del eterno
imprevisible. Fue realmente una crisis de valores, una necesidad
de olvidar la razón en un mundo que no tiene lógica, lo que lo
condujo al lugar en el que se hallaba en aquel momento - un
momento que bien podrían ser horas, días o semanas-. De pie,
sobre una caja de cables, en el punto más alto del Empire State
Building, Marino concentraba su atención en el silbido del viento y
se dejaba mecer por su frío soplo, sintiéndose parte de aquella
divinidad a la que tanto había buscado y a la que hoy se ofrecía
en las alturas como muestra de constricción y excelso
anacoretismo. Ahora Marino se agachaba lentamente y, en
cuclillas, extraía otra pastilla de ácido del calcetín. “El ácido es la
única sustancia que puede hacer parar el tiempo”, le había dicho
Thomas, el día en que volvió a vivir. Lo recordaba bien: la
academia le había facilitado su quinto empleo temporal en
Brooklyn como forma de pagar las clases de inglés, y lo cierto es
que lo prefería a tener que rastrillar la grasa seca de una parrilla o
limpiar manchas de mayonesa. “ Welcome to MacDonald, sir. Can
I help you?” Aquel día Marino subió los cinco pisos del

81
destartalado edificio en el número 20 de Bedford Ave cargado
con una pesada caja que dejaba caer torpemente en el suelo
cada dos escalones para comprobar que sus pulmones seguían en
su sitio. Al final, un cartelito colgado del pomo de una puerta le
indicaba: “Would you leave the box on the floor? Thanks. God
bless you ”. Pero en vez de marchar, Marino esperó apoyado en el
pasamano, y pudo ver cómo unos brazos esqueléticos y velludos
aparecían tras el umbral para arrastrar el paquete al interior del
domicilio. A partir de entonces fue trayéndole a Thomas,
periódicamente, nuevas piezas de su Ars Magna por correo — una
reproducción seriada de la Fundación Ramón Llull -, hasta que un
buen día lo conoció. Thomas G. Peane era hijo de una
tradicionalísima familia británica — no en vano su padre era Lord -,
y había dedicado su ociosa existencia a estudiar todo tipo cultos,
desde el animismo africano a las corrientes teosóficas, hasta
convertirse en un disciplinado eremita; uno de tantos ermitaños
urbanos que cobijaba la ‘City’ y que meditaban en la soledad de
sus apartamentos de paredes agrietadas y crujir de muebles,
sobreviviendo a base de drogas de diseño y palitos de pescado
congelado. Fue Thomas quien le puso tras la pista de San Simeón
El Viejo, que permaneció 48 años erguido sobre una alta columna
antes de revelársele el Altísimo. “Escoge tu camino y expía tus
penas”, le repetía. Por eso había decidido seguir la senda de San
Simeón; por eso se encontraba subido en la gran columna del
Empire State — mucho más alta que la que había albergado a su
maestro —, alzado sobre una caja de cables en su punto más
elevado. Por fin el estilita creyó oír un sonido diferente al del
viento ¿Llegó el momento de la revelación? Las hélices de un

82
helicóptero levantaron un pequeño vendaval y Marino se
tambaleó sobre la caja de cables. Oyó una voz. ¿La voz de Dios?
“Marino Estévez, We’re the Police. Don’t move!” . (*) But Marino
didn’t mind life, because life is time and he’s time too, and time is
dead. Y en 443 metros de caída libre, Marino tuvo una revelación.

(*) Pero a Marino no le importaba la vida, porque la vida es tiempo y él


también es tiempo y el tiempo es muerte.

Beatriz García 83
(Gijón, 1982). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de
Oviedo. Ha sido galardonado con el Premio Internacional de Textos
Teatrales “Lázaro Carreter” por la obra “Democracia” (ADE, 2009).
Autor de diverso textos teatrales y adaptaciones, trabaja como crítico y
reseñista para la revista teatral “La Ratonera”, además de colaborar en
publicaciones como “Clarín”, “Revista de Nueva Literatura”, el programa
de televisión “Con tres sentidos” y coordinar la sección de Literatura
para la revista “Páramo”. Sus poemas han aparecido en la antología
“Fábula de Fuentes”. Cumple con el cargo de secretario de la zona norte
de la Asociación Cultural Pigmalión, participando activamente en
diversos recitales, homenajes y lecturas dramatizadas. Ha colaborado
también en el libro de relatos “Mitología Asturiana”.

Llamadle miedo, rencor, asco,

versos de un poeta anodino,

dolor de muelas, estar jodido,

el fogoso candil de una mañana inesperada;

manchas en el abdomen,

dolor de pies, de espalda, fuerza

o cansancio, no ver

los cadáveres, libertad,

suicidio, derrota o apariencia.

Llamadle

como queráis,

84
pero eso sí, no me negaréis

que, pese a ser una putada ahora,

si ha sido feliz e intensa,

con el calor de una familia que te quiere y

la sensación de no tener que demostrar

nada a nadie, la infancia

es el mayor de los logros preconcebidos.

Lástima.

Néstor Villazón
85
(Sabadell, 1978). Licenciado en Filología Hispánica. Actualmente
trabaja como editor. Su primera obra, “Los adolescentes furtivos”, fue
galardonada con el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado
2009, traducida al francés y prologada por Pere Gimferrer. Página Web:
www.toniquero.com.

El temblor del alba,

pedazos de memoria interrumpida,

desamordazaba los cuerpos

entregados a la noche.

Abrir los ojos,

contemplar el vientre desnudo,

el animal dormido entre las sombras

amaraba el tiempo en la retina.

El viento bate las ventanas.

Finas láminas de celuloide

se desgajan de su cuerpo

parpadeando sin fin entre las sábanas.

No retornarme nunca.

La brisa ondea el vello

86
y el húmedo cauce de sus labios.

Una centella anuncia el día.

La siega afeita campos y pestañas.

Sobre los muelles del Hudson

los pilotos trazan loops inverosímiles

y dibujan esferas tornasoladas.

El nocturno lagrimal

de los árboles

humedece la vaporosa

luna de las cafeterías.

El sol leva el día.

Los adolescentes

lamen la belleza

que exhala

de sus propios cuerpos.

87
En Central Park

el resplandor de las teselas

atrae bandadas de turistas

y coronas de difuntos.

El dial tambalea los descapotables.

De Pompeya a Brooklyn

ícaros de barro esbozan

trovas en las azoteas.

Don’t stop the music.

Toni Quero
88
Jens Peter Jensen Silva (Barcelona, 1970). Estudió Geografía e
Historia en Ourense, Ciencias de la Información en la Complutense de
Madrid y piano en A Coruña. Músico, pintor, poeta y escritor. Ha
realizado diversas exposiciones artísticas – incluyendo recitales de
música y poesía - en diferentes lugares de Europa. Ha codirigido y
coordinado espectáculos multidisciplinares (que mezclan música, danza,
teatro y pintura). Actualmente trabaja en MUSICOPLASTIDRAMA. Ha
publicado el poemario “Transeúntes del Olvido” (Groenlandia, 2010).

Pusieron la mesa entre el niño y él. Su madre estaba


entrando, llegaba de trabajar. Tenía algo importante que
decir. La había llamado el profesor, quería hablar con ellos
sobre los dibujos que hacía su hijo: truculentos, sangrientos,
llenos de cuerpos decapitados y otras lindezas. Mientras
ella hablaba iba sirviendo los platos que su marido se había
ufanado en preparar: filetes de aguja de cerdo, la carne

89
más jugosa que existe. También patatas y ensalada. Él se
encargaba de la compra y de la cocina.

- Bueno, es algo de lo más normal. Yo también dibujaba así


de pequeño, y mi padre tampoco le daba importancia. Ya
hablaremos de esto.

- Sí, es necesario que hablemos, el profesor me dijo que a


lo mejor estaría bien que fuese a un psicólogo.

- ¿Un psicólogo? Vamos, vamos, no hay que exagerar. Ya


hablaré yo con el crío.

Se miraron clandestinamente y el padre le guiñó un ojo. Al


terminar de comer recogieron y lavaron los platos entre los
dos mientras ella echaba una siesta. Cuando estuvo todo
listo se llevó al niño a las actividades de la tarde. Clases de
violín y lenguaje musical, después un paseo por el parque y
de vuelta a casa a hacer los deberes y tocar un rato el
piano. Salieron de la mano a por el coche. Dentro del
garaje, una chica caminaba en dirección a la salida. Los
garajes son lugares no necesariamente peligrosos, pero sí
tenebrosos y oscuros la mayoría. La chica no sintió ninguna
preocupación ante un padre y un hijo, caminó confiada
dedicando una sonrisa al pequeño. Cuando pasó por su
lado la agarró tapándole la boca. Se sintió horrorizada,

90
especialmente cuando comprobó que el niño gritaba
alentando a su padre.

- ¡Sí, papá, mátala, mátala! ¡Córtale la cabeza!

De un rápido movimiento le rompió el cuello.

-¡Síííííííí! - gritó el niño dando palmas y saltos de alegría -


¡Me encanta cuando haces eso!

Cuando terminaron de recoger todo, de colocar el


cadáver en un lugar seguro para después descuartizarlo
hasta hacerlo filetes, se metieron en el monovolumen. Los
cinturones de seguridad bien abrochados, música de
Mahler en el reproductor de CDs. Satisfechos.

Entonces el padre le dijo:

- Bueno, y ahora vamos a hablar de esos dibujos tan


violentos que pintas.

Velpister
91
(Córdoba). Filóloga hispánica. Actualmente, estudia quinto de
Humanidades en la Universidad de Córdoba. Ha trabajado como
docente, auxiliar de archivo, administrativa, redactora, etc. Actualmente
trabaja como bibliotecaria en el colegio de abogados de Córdoba.
Devora libros, aprendiz de pintora, aficionada a la jardinería, animales y
cualquier evento cultural. Está preparando su primer poemario. Ha
colaborado en varias plaquettes, artículos periodísticos y ha participado
en recitales organizados en tu ciudad natal.

Disfrazada bajo luces de neón

se contonea buscando una presa

y con falso pudor

se vende por un beso.

Vuelve a subir a un coche diferente.

Esta noche, el amor es de nuevo

una gárgola encaramada al pecho.

92
A mi hermano

Te traigo gominolas
de colores,
y caramelos,
un trocito de cielo
y mi corazón.

Me has salvado de la bruja


y de la quema.
Me has devuelto mi casa
de chocolate,
mi trozo de libertad.
Hoy comienzo una vida
nueva, sin brujas ni dragones
para seguir el camino
de baldosas amarillas.

93
Las arterias ajadas
y los huesos roídos.
Óxido en sus mejillas
y la piel a jirones.

Deambula por las calles,


se mira en los espejos
y se pregunta quién es
la que habita su cuerpo.

Suplica una sonrisa


y mientras engulle la
rabia de sus verdugos.

Se araña el corazón con


los dedos y vomita
lo que queda de él.

Yolanda Martínez 94
(Jaén, 1981). Concibe la literatura como uno de los medios de
comunicación más puros. Licenciado en Filología Hispánica por la UJA,
donde también cursó estudios de Postgrado en Literatura Comparada.
Desde el año 2004 imparte clases de Lengua Castellana y Literatura en
un centro de Enseñanza Secundaria y trata de despertar el gusto por la
lectura en mis alumnos. Posee un poemario inédito, “El eco mudo”.

Sé que nunca podré olvidarme


de esta imagen impúdica, obscena,
que grabaré a fuego en mi memoria,
de los últimos rayos de sol
lamiendo tu cuerpo de bestia derrotada.

Los párpados oscuros, los miembros cansados,


la piel salina y todo tú abandonado
al sueño que llega a deshoras.

Mis deseos se mezclan y confunden


hasta quebrarse bruscamente en tu pecho.

Quiero asesinarte con mis besos,


desperezarte con las caricias
que tanto te hieren,
que sufras mi entrega,
que tu boca se queje
y tu voz, si así está escrito,
me rechace una última vez.

95
Noche que vuela
suspendida en tus ojos
soñando el alba.

Palabra errante,
decepción susurrada
que arde en tus labios.

La niebla llega
y se posa en tus manos
como un regalo.

96
Lo único que hago
es llamarte. Llamarte
como tú sabes,
sentado al filo
de la noche más solitaria,
desde la caverna del ogro,
con una verdad
que hiede a pánico,
un grito ansioso
de llegar a tus oídos.
Te llamo a sabiendas
de que no me escucharás
desde la remota burbuja azul
que habitas, custodiado
por muros sombríos
que me rechazan.

No hago otra cosa


más que invocar tu nombre
de cualquier modo
y a cualquier hora
y esperar respuesta
inútil,
obstinada,
desesperadamente,
para al fin sólo oír
mi voz rota
y el eco
repitiéndola en silencio.

El eco mudo.

José Ángel Parejo 97


(Córdoba). Pertenece a la Generación X cordobesa. Comparte aficiones
tan dispares y poco comunes como la poesía y la micología.
Actualmente reside en la provincia de Sevilla. Como miembro de la
Asociación Cultural Soñando Caminos ha participado en recitales de
poesía, por cuya labor divulgadora ha sido recientemente premiada.
Algunos de sus poemas aparecen en distintas webs. En breve, publicará
su primer poemario, “Emisión Analógica”.

Siete y media. Desempaño el coche. Arranco. Sintonizo la


radio. Radio 3 - la única libertad que nos queda -. Salgo del
pueblo escuchando la voz nasal de Bob Dylan llamando a las
puertas del cielo. Cielo negro sobre los olivos.

Bajo por el lomo arcaico de la sierra hasta el valle. Veintitantos


kilómetros. Cuarenta y tantas curvas. Prohibido adelantar.
Todoterreno. Me escoltan, primero, añosos alcornoques;
después, los olivos silvestres que hunden sus raíces en el fondo
del mar fósil.

La carretera serpea, como un estrato superpuesto al viejo


camino de arrieros. Carbón, cal y caza. Desciende lentamente
como desde el pasado hacia el presente. Curva peligrosa
izquierda-derecha. Cañada. Surge la voz ronca e impura de
Tom Waits hablándome de la luna amarilla. La misma que aún
se ve, al sur, sobre las siluetas de los toros. Cielo violeta sobre
los lirios.

98
Millones de seres, a estas horas, se entrecruzan en círculos
concéntricos por las carreteras de circunvalación de las
ciudades. Otros, menos afortunados, simplemente sobreviven si
pueden. Así desde el día en que nuestra codicia nos expulsó
del paraíso de la selva virgen.

Sigo descendiendo, curva a curva, la carretera de mi


existencia. Entre las notas de guitarra eléctrica reconozco voz
de Morrissey en una canción desconocida. La vida sigue. La
música sigue. Me incorporo a la nueva carretera comarcal que
me conduce subliminalmente a los lugares donde el niño que
fui iba con mi padre — ambos, aunque siguen vivos, son ya
pasado -.

La enorme máquina, ávida de actividad, chirría al ponerse en


marcha. En el Guadalquivir, crecido e impuro, se reflejan las
primeras luces del primer día. Cielo naranja sobre las naranjas.

Tomás Illescas 99
(Vitoria, 1983). Escritor y lector de Bukowski, Palahniuk, Puertas,
Kerouac, Dovtoieski, Fante, Reverte, entre otros. Colabora en varias
páginas, revistas, fanzines y blogs.

Nunca me han gustado las imposturas,

ni las carreras de larga distancia,

tampoco las trabas sociales,

ni el hierro a fuego,

mucho menos las cicatrices del alma.

Detesto el fariseísmo,

la inepcia

el borreguismo.

Debo de estar asilvestrado,

así que si tenéis cojones,

ensillad a este potro.

100
Si quieres saber con exactitud
el grado de posesión,
codicia
y
avaricia
que ostenta tu esposa,
amante
o
novia,
cúbrete con una manta
después de haber echado un buen polvo,
mírate a los pies,
y
si los tienes destapados,
sabrás cómo en un futuro te va a abandonar.

Así
que
decide
o
elige.

Daniel García
101
(Madrid). Ingeniera topográfica que actualmente trabaja como gestora
administrativa. En sus ratos libres, se dedica a escribir prosa y poesía.
Ha participado en otros blogs, como “Poetízame” o en “Poetas
Anónimos”. Algunos de sus poemas han sido traducidos al catalán por
Pere Bessó y al francés por Roberto Alonso. Administra el blog “Entre
Completas y Vigilias” (www.elblogdecalipso.blogspot.com).

Nadie conocerá mi nombre


aún cuando esparza tus cenizas
Lince tornadizo en tus pupilas
piedra impávida en mi corazón

Nadie conocerá mi nombre


aún cuando bese tu viento

aún cuando transites los recuerdos


de aquel abril de baraja compartida

Nadie coronará el trono de tu ausencia


marcharé como Medea de Corinto

Nadie conocerá mi nombre


y yo no huiré de la tragedia.

102
Tenía la nube perdida en sus ojos, no supo decir que no a
aquella melodía invadiendo segundos vacíos.

Supo que era ella antes de llegar, sus sueños impregnaban


el ambiente de aquel azul de viento, nada que hubiera
visto antes, nada que pudiera encontrarse o perderse en
aquellas calles abandonadas de razón.

Quiso prestarle pupilas a su mar, la espuma nunca la


dejaba ver, siempre estaba revuelta, emocionada,
siempre llegando a la orilla.

Fue constelación solo aquella tarde, solo un destello, no


se quería delatar, luego se deslizó en el tiempo.

(nunca perteneció a aquel lugar)

Paz Hernández 103


Representante de la poesía de la ignorancia. Miembro fundador de “Los
Inservibles”. Carente de biografía, cicatrices, mujeres y libros. Acérrimo
luchador contra el oficialismo poético. Ha publicado sus poemarios
(“Claridad Cautivo”, “Quedan inmóviles pendientes”) en Bubok. Los
siguientes poemas pertenecen al libro inédito “Fornicaciones”.

Pero tuve ese silencio que precisan las flores

para dar su perfume

a una hora exacta

que los enamorados desconocen

pero de la que se aprovechan

encelados

con la venganza de un aceite

derramándose lento

sobre la carne

su palpito de luciérnagas

su luz

el brillo en la piel.

104
Y que no supe amar es fácil de descubrir

si entre estas letras

apenas lees

pero ella tenía dones

que eran desconocidos

yo tan sólo quise

como un sirviente quiere

satisfacer primero

a su dueña

a su ama.

105
Ni un millón de años serán capaces de apartar de mí

tu nombre

lo llevo azul o templado entre mis dedos y mi lengua

perdonado y uncido

como una dulce venda

atándome

a tu corazón

que tiembla

estremecido.

Tomás Rivero
106
(Bogotá, Colombia, 1956). Ha publicado “Cro-nicas para la Edad del
Hombre” (2000), “Cuentos para leer en familia” (2002), “Asuntos del
Barrio” (2007) y “Las puertas del cielo” (2009). Como pintor ha
participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas. Como
muralista ha realizado numerosos trabajos. Actualmente, vive en León
(Nicaragua). Forma parte del grupo que edita el fanzine \ panfleto
literario Deshonoris Causa.

Cientos de pies descalzos corriendo, tropezando, levantando


polvo por el camino. ¡El camión, el camión, ahí vienen, hay que
esconderse bien ocultos entre el maizal, entre los siembros de
pipián y frijoles, si es preciso hay que meterse debajo de la
tierra! Viene la guerra, viene a llevárselos, a masticarlos vivos, a
los chavalos descalzos, semidesnudos, algunos no alcanzaron ni
a ponerse camisa, ni chinelas, ni siquiera el machete.
Guachimán siempre sabe dónde buscar, siempre tiene soplones
que le dicen dónde morder, no le importa el llanto de las

107
madres, ni de las hermanas, las hijas, las primas, los abuelos, las
abuelas, todos con el miedo como un puño en el tórax, la
orinadera de los nervios, la cagadera, el dolor de entrañas, el
silencio.

Muy cerca resopla el motor del camión, los gruñidos de los


cazadores, pisadas duras de botas militares sobre el polvasal,
ya no se puede correr, hay que estarse quietos, no pestañear,
ni respirar casi, dejar que los parientes hagan escándalo, que
lloren, que se tiren al piso, que les ofrezcan agua, tiste o café a
los reclutadores, a ver si los distraen y los calman para que se
olviden de los chavalos, para que hagan de cuenta que en
esta comarca no vieron ni oyeron nada, sólo pájaros, siembros
raquíticos, perros ladrando, miseria. Ya antes han regresado
chavalos en ataúdes sellados, ni se sabe si son o no, ni se sabe
si vienen o no, ni se sabe si los pedazos de carne adentro de la
caja son restos del hijo que la familia espera o tal vez paladas
de lodo embadurnado con sangre de quién sabe quién.
Chavalos que no alcanzaron a esconderse y se los cargaron a
la guerra, chavalos que se ofrecieron convencidos en la justeza
de ofrecer su vida. Los identificables han venido en cajones
baratos, con ventanita de cristal, niños de la comunidad,
morados o cenizos, muchos de ellos chamuscados, mutilados,
apenas con un trozo de cuerpo, solo una cabeza para ser
mirada a través de la ventanita, una cabeza helada con las
fosas nasales y las orejas rellenas de algodón; a ser velados en
los hogares de plástico y cartón, a ser llorados sobre los pisos
de tierra, a ser bendecidos bajo la luz mortecina de una bujía

108
amarilla, a ser enterrados humildemente, sin lápidas de lujo,
con cruces sencillas, con misas absurdas. A los parientes les ha
quedado un diploma emitido, firmado y sellado por las
autoridades de la república, los objetos personales del difunto,
la medallita de metal con el número de serie asignado al
chavalo en el batallón; les ha quedado la expresión de
inocencia de sus hijos (los que regresaron vivos nunca más
volvieron a tener esa expresión dulce en su rostro). Les ha
quedado el recuerdo último cuando los chavalos agitaban la
mano desde el camión militar que emprendía rumbo a la
guerra, y las mamás, hermanas, cuñadas, abuelas, hijas, amigas
(los amigos ya estaban muertos, escondidos o en el frente),
novias, papás, primas, corriendo detrás de los camiones,
bañadas en lágrimas lanzándoles el último paquete de tortilla
con queso duro, de pinolillo, la última ración de chancho con
yuca o un puñito de billetes para que coman algo por el
camino.

Por eso hay que morderse los labios ocultos entre el maizal,
aguantar las picadas de los mosquitos, de los jejenes, de las
hormigas negras, quietos los chavalos flacos, pensando en su
hambre compartida, en sus parientes llorosos, mientras la bestia
que resopla se marcha a buscar carne de cañón en otras
comarcas. Y Guachimán pendiente, alistando los discursitos
pendejos, la retórica frente a los cadáveres descuartizados, el
vestido de gala para ostentar superioridad en la plaza pública
mientras las familias reciben a sus héroes sobrevivientes: - ¡En
estos momentos… después de un año en la línea de fuego

109
hacen su entrada triunfal los combatientes del glorioso batallón
N.N.N.N… recibámoslos con un caluroso aplauso! - y comienzan
a desfilar los flacos peludos, heridos, vendados, remendados,
mancos, cojos con muletas o bastón, ciegos, tuertos, inválidos
en sillas de ruedas, futuros esquizofrénicos, muertos vivientes.
Detrás aparecen los saginudos que pueden caminar, cargando
monos y chocoyos posados en los hombros y la testa, carne de
monte, cocos, cabezas de plátano guineo, cualquier cosa de
comer que no sea mierda. Ojerosos, demacrados, con la
muerte escrita en el semblante, con el maldito dolor a cuestas
esperando un abrazo, un beso del hijo que no han visto crecer,
una señal de vida, algo que justifique sus dedos en los gatillos,
los matados del otro bando, el dolor propio y de los del otro
lado de la línea de fuego.

Por eso hay que ocultarse entre el maizal, aunque no se


entienda por qué, aunque en ese instante se piense que
esconderse es una traición a la patria, aunque la propaganda
oficial te acuse de traidor, de cobarde, de vende patria,
aunque te persiga el estigma hasta el final de tus días. Hay que
rehusarse a ser engullido por la guerra, negarse a matar o ser
matado… Guachimán lo sabe, por eso durante las madrugadas,
cuando padres, madres, abuelas, amigas, hermanas, primas,
esposas, hijas, hijos y guerreros logran dormir, Guachimán les
taladra el cráneo, les roba la memoria y les ataruga
resignación, falsos orgullos de heroísmo… Guachimán… el hijo
de la gran puta que nunca duerme ni olvida.

Daniel Pulido Ortiz


110
Groenlandia, revista cuatrimestral de Literatura, Opinión y Arte en general
número nueve ( Enero \ Abril 2011 )

Junto con esta publicación, se presenta el suplemento de Groenlandia


correspondiente (suplemento Groenlandia número diez, correspondiente
a los meses de Enero \ Abril). Todos los textos e imágenes pertenecen a
sus respectivos autores. Los textos pertenecen a Ana Patricia Moya,
Valentín Valiente, Carlos Pérez, Manuel Guerrero Cabrera, Sara Gallardo,
Pepe Pereza, Luis Sevilla, Ángel Muñoz, Luisa Fernández, Esperanza
García Guerrero, Adolfo Marchena, Adriana Bañares, Arantza Guinea,
Lucia Fraga, Marta Noviembre, Patxi Irurzun, Jesús Suárez, Elena Ortiz,
Jack Farfán, Remisson Aniceto, Rolando Revaglatti, Begoña Leonardo,
Óscar Varona, Rubén Casado, Mar Benegas, Beatriz García, Néstor
Villazón, Toni Quero, Velpister, Yolanda Martínez, José Ángel Parejo,
Tomás Illescas, Daniel García, Paz Hernández, Tomás Rivero y Daniel
Pulido. Para el diseño de esta publicación se han utilizado fotografías e
ilustraciones, extraídas de la red, pertenecientes a los siguientes artistas
consagrados: John Gutmann (página 23), Corwin Prescott (26), Alexander
Bergström (34 y 88), Roger Ballen (43 y 80), Eduardo Naranjo (49), Adrian
Markis (51), Juan Francisco Ruiz (55), Erik Johansson (62 y 67), Daikichi
Amano (70, 101 y 105), Brian Day (74), David Lindsey Wade (76), Yanire
Fernández (85), Heile Grüsse (93), Werner Bischof (96) y Paul Nash (107).

111
También se han empleado obras de Rezgo Reis (portada y
contraportada), Amarande Guzmán (páginas 17 y 44), Felipe Solano
(111 y 112), Ángel Muñoz Rodríguez (31, 38, 45, 65, 79 y 116), Ricardo
Bórnez (29, 35, 47, 99 y 103), Velpister (88), Tomás Illescas (2 y 59) y Luis
Sevilla (19).

Groenlandia respeta las opiniones de sus colaboradores — las cuales son


de su total responsabilidad — y defiende la autoría de sus obras.
Groenlandia aboga por la total libertad de expresión, sin censuras.
Groenlandia es, desde el número cero, una publicación que no busca
lucro. Groenlandia defiende la cultura gratuita. Todas las publicaciones
son de descarga gratuita desde las distintas plataformas de la red
(página Web oficial, SCRIBD, ISSUU). Todos los contenidos de esta revista
corresponden a sus respectivos autores; desde el número cero, todas las
obras que contienen las publicaciones están protegidas. Groenlandia
respeta los derechos de autor: para proteger nuestra cultura, es
esencial proteger las ideas originales de sus autores porque las mismas
son un trabajo de imaginación y esfuerzo únicos.

www.revistagroenlandia.com
http://www.scribd.com/RevistaGroenlandia
http://issuu.com/revistagroenlandia

DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008


ISSN: 1989-7405

112
Groenlandia presenta sus tres nuevos libros: el poemario “Apología de la
muñeca de Bellmer”, de Jorge Heras García (con portada y
contraportada, e imágenes de interior, de Amarande Guzmán) y dos
nuevas obras de narrativa, “Realidad Paralela”, de Ana Vega (con
prólogo de Esteban Gómez y fotografía de Ángel Muñoz Rodríguez) y
“Cuentos de la Carne”, de Ana Patricia Moya (prólogo de Pepe Pereza,
epílogo de Adolfo Marchena, portada y contraportada de Felipe Solano,
fotografías de interior de Juan José Romero). Todos los nuevos libros
digitales, ya están disponibles en las plataformas ISSUU, SCRIBD y en la
página Web oficial.

Próximamente:

Poesía

Escupí sangre (Isaac Contreras)


En el invierno de la lluvia (Helena Ortiz)
Feto Oscuro (José Ángel Conde Blanco)
Urbe Desta Historia (Rubén Casado Murcia)
Carne (Daniel Rojas Pachas)

Narrativa

Putas (Pepe Pereza) 2ª Edición


Contrafábulas (Franco DiMerda)
Momentos extraños (Pepe Pereza)
113
Pasquín Literario

http://www.grietasmx.blogspot.com

Revista de narrativa

http://www.alotroladodelespejorevista.blogspot.com

114
115
, ni tampoco estará toda su vida junto a ella… cuando ella
envejezca, posiblemente él, todo un pichabrava, la dejará por un
pastelito sin arrugas… o bien ella – y esto lo piensa, a menudo,
cuando se mira los hematomas de los brazos y piernas – se morirá
antes, machacada, y dejándolo solo, con su miseria.
Un escritor es
— en nueve de de
Y, a pesar cada
que diez
Petracasos — la verídica cara del amor,
conoce
se conforma con disfrutar de e
un loco
que se salva de su propia locura
proyectándola sobre el mundo
y generalizándola a categoría
universal

Si se niega a tal operación salvífica


— conjetura Wrongo —
entonces es una sana persona corriente
o — en siete
de cada diez casos — un poeta.

Jorge Riechmann
116
.

117

You might also like