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Heart Shaped Box

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Night Everglot

Mis ojos se abrieron lentamente al sentir los rayos del sol golpear mi rostro. Sentía mi cuerpo
reposar sobre una mata de hojas secas que al moverme crujieron enojadas. Apoye mis palmas
contra el suelo y me senté en la tierra. Me sentía desorientado.

Observé a mí alrededor intentando descifrar dónde me encontraba, pero lo único que logré
visualizar fueron miles de lápidas, una al lado de la otra. Fruncí el entrecejo al comprender que
me encontraba sentado en medio de lo que parecía ser un cementerio.

Mientras que mi cerebro trataba de procesar la información, comencé a contemplar los detalles
que aquel lugar. Era un gran parque y, sino fuera por la gran cantidad de lápidas dispersas en
todo el terreno, el lugar podría confundirse con un bosque. Había grandes árboles que
regalaban sombra a las tumbas que invadían el suelo.

No había nadie o, por lo menos, yo no veía a ninguna persona por los alrededores; el aroma a
flores secas inundó mis fosas nasales. Intenté levantarme del suelo pero, al instante en que me
alcé, un agudo dolor recorrió mi cuerpo. Lentamente me arrastré hacia un gran sauce que se
encontraba a unos metros detrás de mí, apoyé mi espalda en él y cerré los ojos esperando que
el dolor desapareciera. Seguramente, aquellas dolencias se debían al haber dormido, sabe
quien cuántas horas, sobre el duro suelo.

La brisa otoñal sacudió las hojas que estaban distribuidas por el suelo, haciendo que ellas se
pegaran a mis piernas. No recordaba como había llegado a este lugar y, mucho menos, que
había sucedido los días anteriores, pero percibía algo allí, en la profundidad de mi mente. Me
obligué a mi mismo a cerrar los ojos y a concentrarme solo en aquel frágil recuerdo.

« 332 »

Abrí los párpados rápidamente cuando aquel número traspasó por mi cabeza. No entendía
nada, no lograba descifrar el significado de esa serie de números sin sentido. Respiré
hondamente y baje la mirada hacia mi vestimenta, tenía puesto un pantalón negro y una fina
camisa blanca pero, sin querer, observe mis manos y uñas. Éstas se encontraban sucias y
llenas de lo que parecía ser barro, por lo que me las fregué en los pantalones quitando así un
poco de su suciedad.

Podía oír los pájaros cantar febrilmente como si aquella fuera su última canción. Sin querer
seguir perdiendo tiempo en aquel desolado lugar, me alce soportando las punzadas que
aparecieron instantáneamente y comencé a caminar con la esperanza de encontrar la salida
del cementerio.

—Maldita sea— murmuré mientras caminaba perdido entre lápidas.


Quería salir lo más pronto posible que este lugar, odiaba los cementerios y, realmente, no
recordaba la última vez que había estado en uno. Lo más probable es que eso haya sido hace
años. Elevé mi brazo para observar mi reloj y saber que horas eran, cuando noté que no tenía
nada en la muñeca. ¿Dónde mierda estaba mi reloj?

La vida no podía ser más perfecta para mí, me encontraba en un maldito cementerio sin salida
y sin noción de la hora; solté una risa irónica mientras continuaba caminando completamente
desorientado. Observé el cielo, no había nubes opacándolo solo una manta celeste y, por lo
que pude deducir, no pasarían las diez de la mañana.

Sentía mis zapatos apretarse a mis pies con cada paso que daba y en el momento justo en el
que estaba a punto de detener mi caminata. La vi.

Allí, sentada bajo la sombra de uno de los tantos sauces que había en aquel lugar, estaba una
mujer. Su hermoso vestido violeta que se encontraba desparramado por el suelo y rebosado de
hojas amarrillas, resaltaba de entre el pasto verde. Estaba demasiado lejos como para lograr
describir su rostro y para que ella notara mi presencia.

Moví mis piernas velozmente hacia aquella mujer, quizás ella podría decirme dónde se
encontraba la salida de este lugar. No supe en qué momento sucedió, pero cuando quise
darme cuenta, estaba frente a ella.

No pude evitar sorprenderme al verla, decir que era hermosa no alcanzaba para definirla. Sus
delicados y finos rasgos acariciaban su blanca piel junto con unos carnosos labios, mientras
que su cabello, tan oscuro como la noche, caía en cascada sobre sus hombros. Su cabeza
reposaba en el tronco del árbol y, aunque, ella mantenía sus ojos ocultos tras sus parpados,
parecía estar dormida.

Sentí lastima de despertarla pero al dar mi primer paso hacia ella, el chirrido de las hojas secas
me delató. En el instante en que aquella mujer abrió sus ojos, sentí que mi peso no valía
absolutamente nada. Jamás en mi vida había contemplado la belleza personificada en una
mujer como lo estaba haciendo ahora.

Sus frías y perladas esferas me observaron fijamente, tal vez intentando comprender que hacía
yo en frente suyo. Abrí una y otra vez mi boca intentando que alguna palabra saliera de ella
pero no pude, la hermosura de esos ojos plateados me tenía desconcertado.

Mi corazón, por alguna extraña razón, comenzó a latir más rápido de lo normal. Sentía la fría
brisa mover mi camisa, pero yo estaba perdido en aquel mar ceniza como para darle
importancia.

— Disculpa…— comencé eligiendo las palabras— ¿Me podrías indicar hacia dónde se
encuentra la salida? — terminé sin dejar de observarla.

La hermosa mujer me contemplo con frialdad durante unos minutos, unos en los que yo sentía
como mi piel se estremecía sin razón. Comencé a sentirme incomodo, aquella mujer parecía
no tener ganas de responder.
— Mira, realmente necesito irme de este lugar y si me respondes me harías un gran favor—
agregué con un poco de frustración. De pronto, una luz de esperanza comenzó a crecer en mi
interior al ver como la mujer se levantaba del suelo para después quitarse con las manos
algunas hojas que se habían pegado a su corto vestido.

Sin decir una palabra, ella empezó a caminar tranquilamente por el camino en el que yo había
llegado.

Me había quedado estático en mi lugar observando como esa hermosa joven se alejaba
lentamente de mí. Sin esperar un segundo más, camine con rapidez detrás de ella ya que era
la única persona que al parecer había en este maldito lugar.

— ¡Oye! — La llamé cuando me encontraba a solo unos metros detrás suyo— Mi nombre es
Alex Leans y, realmente, necesito tu ayuda— dije al llegar a su lado.

Sin pensarlo, la tomé de la muñeca y sentí como una corriente de aire helado bajaba por mi
cuerpo. Ella, de inmediato, se soltó con violencia y sus ojos grises me observaron con furia.

— No te atrevas a tocarme otra vez— su susurro me atravesó con tanta fuerza que creí perder
el equilibrio. Inconcientemente, dí unos pasos hacia atrás, alejándome de ella. La frialdad e ira
de su voz me hizo aterrorizar. Negué suavemente con la cabeza al sentir como un extraño
miedo comenzaba a llenarme.

— Perdóname…yo no quise— intenté disculparme pero algo me tenía paralizado.

Ella no quitó su vista de mí, sus ojos, de pronto, se habían convertido en dos pedazos de hielo.
Creí que iba a darse la vuelta e irse, pero, al contrario de todo pensamiento, ella dio tres pasos
hasta quedar a solo unos centímetros de mi rostro.

Su helada respiración chocaba en mis labios y yo cerré mis ojos al sentir sus finos y fríos dedos
acariciar mi mejilla con falsa delicadeza. Ella corrió su cabeza solo un poco hasta situarla a
milímetros de mi oreja.

— Muchas veces te rogué porque me dejaras salir. Ahora, es tu turno de suplicar— susurró y
se encaminó lejos de mí.

— ¡Maldita sea!— grite mientras golpeaba mi puño contra un árbol. La furia estaba
desbordando de mi interior y, en estos momentos, no me importaba si salía.

Habían pasado horas desde la última vez que vi a la extraña mujer, horas desde que hable con
la única persona que había encontrado en éste lugar. Ya no sabía que hacer, por mas que
caminara y caminara nunca llegaba a la salida y mucho menos la hallaba, solo me topaba con
árboles y tumbas. El viento ya se había llevado mis gritos desesperados junto con la esperanza
de salir de aquí.
Sin mas fuerzas, me rendí a la verdad…estaba solo. Mi cuerpo cayó rendido y apoyé mi
espalda sobre una incomoda lápida. Ya casi no había luz, la noche estaba a punto de dominar.
Mis puños se cerraron con fuerza en la tierra, no entendía qué hacía aquí, por qué no podía
encontrar la salida de éste maldito lugar. No lograba recordar cómo había aparecido, de un día
para el otro, tirado en medio de un cementerio y sin nadie alrededor.

En ese instante, el fino rostro de aquella mujer vino a mi mente tan rápido como un relámpago
para luego desaparecer entre las nubes de mi conciencia. Sentía mis ojos cerrarse de apoco
mientras la fría brisa helaba mi piel.

Estaba perdido, desorientado. Mi vida se había descarrilado en segundos y ya no sabía que


hacer. Caminar, gritar, enfurecerme…nada sirvió ni servirá, por lo que me deje llevar por el
sueño. Era allí, en mi mundo de la subconciencia, el único lugar al que podía escapar.

« — ¡Estás enfermo! ¡Tus malditos celos no tienen sentido! —

— ¡Maldita sea! ¡¿Por qué mierda lo niegas?! Dime…dímelo…—

— ¡No entiendo qué demonios quieres que te diga, por Dios! —

—Dime cuántas veces te acostaste con él…— »

Sentí mis músculos tensarse instintivamente mientras volvía a la realidad. En algún momento,
pensé que todo esto solo había sido una terrible pesadilla, pero al despertar y sentir tras mi
espalda una fría y rocosa lápida, supe que todo había sido real.

Enterré mis temblorosas manos en mi cabello. ¡Todo estaba mal, maldita sea! Mi mundo se
había puesto de cabeza y no sabía como demonios arreglarlo. No podía explicarme a mi
mismo la extraña aparición de aquel sueño, de los números…del por qué estaba en éste lugar.

Sentía la desesperación fluir libremente por mis venas, sabía que si no salía de aquí me
volvería completamente loco. Pero… y si todo esto era una broma, si mis amigos solo quisieron
pasar un buen momento disfrutando de mí exasperación. Solté un bufido, aquella era la única
respuesta razonable que podía hallar.

La noche ya había caído y las estrellas reinaban en el cielo, mientras que la luna era el faro de
luz que iluminaba la oscuridad entre los sepulcros. Solté un suspiro desesperado ante el
paisaje que se desplegaba frente a mí; el silencio llenaba mis oídos intentando quitar cualquier
pensamiento coherente que hubiera en mi cabeza.
Tenía sed, mucha sed. Sentía mi garganta cerrarse y mis labios resquebrajarse por la falta de
líquido. Por alguna razón, no tenía hambre. En ningún momento mi estómago pidió por comida,
solo quería agua.

—No deberías de estar aquí.

Levanté la mirada con rapidez al oír aquel frío y suave susurro. La luz de la luna se enfocó
sobre la chica de ojos perlados que se encontraba de pie a unos pocos metros de mí. Ella aún
continuaba vestida con aquel vestido violeta, pero su vista parecía estar perdida en la nada.

Yo solo la observé sin decir nada, quería saber que hacía ella aquí y a estas horas cuando se
suponía que se había marchado mucho antes. Estaba a punto de sacarme las dudas cuando
ella caminó hasta mi lado y se puso de cuclillas frente a la lápida en la que estaba apoyado.

La contemple extrañado por su accionar. Pude ver que sus hermosos ojos comenzaban a
llenarse de melancolía y tristeza, pero antes de que tuviera la oportunidad de acotar algo, sus
ojos volvieron a convertirse en dos témpanos de hielo.

Moví mi cuerpo hacia un costado junto a la extraña mujer para poder observar la tumba. La
lápida era simple y como todas las otras, pero entre la oscuridad que nos rodeaba intente leer
el epitafio que tenía en ella.

Lilith Bestrend

1984-2009

“Que su espíritu goce la gloria del edén”

Fruncí el seño, yo no conocía a esa mujer pero al parecer la chica que tenía a mi lado, si. La
observé de reojo, ella no mostraba emoción alguna pero sus ojos estaban encadenados a
aquella lápida.

— ¿Quién era ella? — susurré finalmente releyendo el nombre de la mujer que estaba
enterrada bajo nosotros.

—Alguien— respondió con frialdad la hermosa joven. Ella alzó su delgada mano para posar
las yemas de sus dedos sobre la fría roca pero luego de un segundo la quito rápidamente como
si ésta quemara.

Su inexplicable actitud solo me terminó por descolocar aún más. Algo me decía que detrás de
aquel océano plateado había mucho más que solo perlas. ¡Por Dios! Ni siquiera sabía su
nombre. Aquella misteriosa mujer escondía demasiados secretos, como el por qué ella se
encontraba aquí cuando hace unas horas me había dejado bien en claro que me odiaba.

— ¿Qué le sucedió? —pregunté observando la lápida.


De pronto, la joven tomó entre sus manos un ramo de orquídeas negras que se encontraba
tirado a un lado de la tumba y las acomodó en el centro de ésta con delicadeza.

—La mataron.
Su respuesta fue rápida y simple. Lo dijo de una manera tan despreocupada como si realmente
no lo sintiera; ella no me miró al responder, sus ojos estaban perdidos en las flores negras.

— ¿Ella era importante para ti? — volví a indagar tragando en seco. La mujer de hermosos
ojos levantó la mirada hacia mí y colocó una corta sonrisa sin emoción en su rostro.

—Podría decirse que si— contestó en un murmullo sin apartar su mirada de mi persona.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Aquella mujer era demasiado fría y tenebrosa para ser
verdad. Sus respuestas cortas y sin sentido me mareaban continuamente, pero no podía dejar
que esto siguiera ese camino. Yo necesitaba y quería saber tantas cosas que, seguramente,
jamás me respondería.

— ¡No se qué mierda está sucediendo, pero te exijo que me digas quién eres y qué demonios
hago en este maldito lugar! — exploté. Ya no lo aguantaba ni un minuto más, me tendría que
dar unas malditas respuestas.

Ella se alzó de suelo y yo la iguale. Su rostro no demostraba emoción alguna al igual que sus
ojos. Mi corazón latía fuertemente al sentir la adrenalina de la conversación que se acercaba.
Porque si de algo estaba seguro, era que aquella mujer no se iba escapar de mí, no la dejaría
irse hasta que me diera lo que quería.

—No deberías maldecir en un lugar tan sagrado como este…A los difuntos no les agrada
eso…— su susurro se perdió en el aire y quise largarme de allí. ¿De qué mierda estaba
hablando?

— ¡Maldita sea! ¡Me puedes decir qué demonios hago aquí! — grité agarrándome el cabello
con las manos. Estaba desesperado y ya no podía soportar no saber nada.

— ¿Realmente estás seguro que no sabes nada?— mi respiración se había vuelto errática
mientras la observaba caminar lentamente a mi alrededor como un depredador cazando a su
presa.

— ¡Qué mierda quieres que sepa! No recuerdo nada, ¿entiendes? ¡Lo único que sé es que no
he podido salir de este jodido lugar y que tú no has parado de jugar con mi maldita cordura
desde que estás aquí!— apreté mis puños al sentir la furia correr dentro de mí.

Aquella mujer no se inmutó por mis gritos ni por nada de lo que salía de mí. Ella solo continuó
caminando en círculos a mí alrededor para luego detenerse detrás de mí. Sentí su cuerpo
acercarse cada vez más a mi espalda, su suave respiración rebotaba en mi nuca logrando que
mi bello se estremeciera automáticamente.
De pronto, el aire se sintió más denso y pesado, era como si se hubiera detenido entre
nosotros. Los latidos de mi corazón me ayudaban a contar los minutos que pasaban, cada
centésima de segundo el miedo se adentraba en mí feliz por dominar mi interior con facilidad.

—A veces pienso que el hombre es un ser muy complejo, ¿no crees? — mi cuerpo se
estremecía ante cada palabras que salía de su boca— Cuando cree conveniente olvidar,
simplemente…olvida. Deja atrás todo aquello que lo hacía humano para solo convertirse en
una caja, una jaula que guardará cosas tan estúpidas y vacías como su alma misma—habló y
tomó mi mano entre las suyas con finura.

Su aliento vagaba por mi espalda mientras que sus palabras entraban en mi cabeza. No podía
entender lo que intentaba decir, y su presencia detrás de mí no ayudaba en nada.

—No entiendo— susurre observando todas las tumbas que decoraban el lugar.

—Solo recuerda…recuerda quién eres, quién eras. Cada insignificante detalle de tu


vida…recuerda porque estás aquí….

« — ¿Me darías el honor de ser mi esposa? —

— ¡Por Dios! ¡Claro que si cariño! — »

« —Sabes que te amo, ¿no es así? —

—Alex, me lo vienes repitiendo desde que nos conocimos— »

« — ¿Quién era ese hombre? —

—Solo un compañero de trabajo, amor—

— ¿Qué hacías con él? —

— ¿Alex, qué…?—

—No quiero verte junto a él nunca más. ¿Has entendido? — »


« —Dime cuántas veces te acostaste con él…—

—Por favor, ¿te estás escuchando, Alex?.¡Maldita sea! ¡Nada de lo que dices tiene sentido! —

— ¡No me mientas! ¡¿Piensas que no vi como se observaban?! ¡Eres mi prometida y vas a


hacer lo que yo diga! —

— ¡Alex, cuidado! — »

« — ¡¿Dónde está mi mujer?! —

—Se encuentra en la habitación 332— »

« —Dígame cómo está… ¡Maldita sea, dígamelo! —

—Lamento tener que decírselo señor Leans, pero su prometida… la señorita Lilith no lo
soportó y el bebe tampoco, lo abortó antes de que pudiéramos hacer algo…— »

—Lo recuerdas, ¿no? Ahora que sabes todo, ¿podrás vivir con ello?— susurró cínicamente.

No quería escuchar ni una palabra más, no quería seguir recordando. Todo aquello era
mentira, ella lo sabía y me lo quería hacer creer.

— ¡Basta! ¡Deja de jugar conmigo y dime la verdad de una puta vez! — grité desesperado
mientras me giraba y la observaba con furia.

—Tan difícil para ti es aceptarlo, Alex. Tan dura es la verdad para no querer afrontarla…—su
voz estaba contaminada de ira, y sus ojos destellaban de rabia.

— ¡Cállate, maldita sea, cállate! — chillé dando pasos hacia atrás.


— ¿Quieres saber qué sucedió después? — rió maniáticamente— ya que estamos, podemos
terminar de contar la historia…— ¡Maldita sea! Quería que parase de hablar… no quería
escuchar su voz.

—No sigas, por favor…—le rogaría si era necesario pero no quería que sígase.

—No, no, no….como vamos a parar en este punto, — dijo con una expresión de horror
fingido— mucho menos cuando ésta es la mejor parte. ¿Por dónde comenzar…? ¡Ya sé!
¿Sabes qué pasó después? — ella quería volverme loco.

— ¡Cierra la boca! ¡No quiero escuchar! — llevé mis manos a mi cabeza con impotencia.

— ¿Recuerdas la sensación de la pistola en tu sien? Siempre me he preguntado que se


sentiría ponerte un arma en la cabeza y esperar a que la bala cruce por tu cerebro…una
muerte rápida, sin dolor— ella caminaba hacia mí sonriendo— Aunque… ¿qué sentiste Alex
cuando eso sucedió? ¿Hubo algún malestar mientras aquel pedazo de acero perforaba tu
cabeza? — me tiré al suelo, sollozando sin lágrimas. Las imágenes se repetían en mi mente,
una y otra vez como una película sin fin. Comencé a negar frenéticamente con la cabeza sin
querer creerle mientras sentía sus pasos acercarse a mí, mas no la observe, no podía hacerlo.

—Mataste a tu mujer e hijo solo por celos, los orillaste a una muerte lenta que jamás debió
suceder. — ella se arrodilló a mi lado— La culpa fue tan insoportable que no pudiste
contenerte y con solo un tiro acabaste con tu miserable vida…

Ella comenzó a acariciarme el cabello con lentitud, disfrutando de verme sufrir. El dolor que
sentía en mi interior no se podía comparar con ningún otro. Mis ojos se fijaron en la lápida en la
cual me había quedado dormido y lo comprendí…el dolor me golpeó como un latigazo.

— ¿Tienes una idea del por qué no puedes salir de aquí, del por qué nunca encuentras la
salida por mas que busques con desesperación? — Ella tomó entre sus frías manos mi rostro
y contrajo salvajemente sus uñas en él.

—Responde, Alex— susurró contra mi rostro.

—Todo es un sueño…una pesadilla, ¿verdad? — murmuré con la vista perdida en las


orquídeas negras que se encontraban tiradas a metros de mi cuerpo. Ella solo volvió a reír
despreocupadamente.

—No, Alex. Todo esto es tu realidad… nuestra realidad. — me acarició el rostro con sus
dedos—Este cementerio…este lugar, será tu caja, tu féretro. Aunque quieras escapar jamás
podrás hacerlo, cada respiro que des quedará encerrado entre estas tumbas. El dolor no
desaparecerá, se volverá más agudo con el pasar del tiempo y tendrás que aprender a vivir con
ello.

—Lilith…por favor, no…. — la observe suplicándole que me dejará ir.


—Lo siento amor, pero tu me mataste… nos mataste— su sonrisa se volvió fría y tétrica
mientras que sus ojos iluminaron la oscuridad con odio— ahora…

— ¿Crees que las almas miserables algún día llegan al cielo? Yo creo que no, y tu eres un
claro ejemplo de eso…cariño.

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I've been drawn into your magnet tar pit trap

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