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UNIDAD EDUCATIVA

INSTITUTOS EDUCACIONALES ASOCIADOS


ASOCIACIÓN CIVIL

LA PELEA SIN FIN

POR:
MARÍA GABRIELA LA FATA

MEDIA DIVERSIFICADA
SEGUNDO DE CIENCIAS “A”
BARUTA, OCTUBRE DE 2007
LA PELEA SIN FIN

Por: María Gabriela La Fata

La humanidad es como un niño pequeño: no tiene muchos años de vida, no


tiene experiencia, su uso de razón es nulo y debe ser mantenido por otras
personas, es decir que tampoco es independiente. En el caso de los niños, estas
personas que lo cuidan son sus padres o representantes; en el caso del hombre,
lo son el Bien y el Mal. Sí, has leído correctamente, el Bien y el Mal son los padres
de la humanidad. Claro, es lógico que el Bien sea la figura materna y el Mal, la
figura paterna. Te explicaré a continuación: al principio, la Tierra fue formada (en
este momento no intervenían los padres, sólo para la fecundación y para cuidar a
bebé innato); después llegó el momento del parto (que sería la creación del
hombre); luego vinieron los primeros años de vida (en donde los padres trabajan
armoniosamente, preocupados por el bienestar de su pequeño y no por implantar
sus propias creencias), que para la humanidad no fueron algunos sino miles y
miles de años; y, finalmente, llegó el momento del caos.

Este “caos” se puede traducir en el inicio, el comienzo, el principio de la


pelea entre el Bien y el Mal por obligar a la criatura a decir “mamá” o “papá”; pero
claro, el problema no es si lo diga correctamente o no, el problema es cuál de los
dos dice primero y a cuál prefiere. Por ende, los padres empiezan a competir,
repitiendo incontables veces dichas palabras bisílabas, atrayendo al bebé hacia sí
mismos, llamando su atención de cualquier forma, etcétera. No importa cuánto se
ame una pareja entre sí, no importa cuánto se necesiten el uno al otro, siempre va
a existir esta rivalidad por obtener la atención del hijo.

Pasó el tiempo y el padre se tuvo que ir al trabajo, dejando solos a la madre


y al hijo. En este período, la madre le enseña toda su cultura, costumbres, idioma
e ideologías; y, cuando el padre llegaba en las noches, éste también le enseñaba
un poco de lo suyo. Esto se puede ver en los primeros siglos de la humanidad,
cuando la gente se preocupaba muchísimo por la opinión de los demás, por hacer
lo correcto y por tener moral (en otras palabras, era principalmente la acción del
Bien), pero también se cometían delitos, robos, violaciones, felonías, entre otros
(es decir que algunas veces actuaba el Mal).

Todas estas características dichas reflejan la esencia y el objetivo principal


del la obra Popol Vuh, de autor anónimo (1550), que dice (en los capítulos IV, V y
VI, parte I): “Y decía (Vucub-Caquix): (…) yo seré grande ahora sobre todos los
seres creados y formados. Yo soy el sol, soy la claridad, la luna, exclamó. Grande
es mi esplendor (…)” (p. 27). En esta parte se observa una muestra de la soberbia
y la arrogancia que poseía Vucub-Caquix, la cual era falsa porque “En realidad
Vucub-Caquix no era el sol, solamente se vanagloriaba de sus plumas y riquezas.”
(p. 28). Después “Hunahpú e Ixbalanqué (…) se dijeron: -No está bien que esto
sea así, cuando el hombre no vive todavía aquí sobre la tierra. Así, pues,
probaremos a tirarle con la cerbatana (…)” (p. 29). Entonces, Hunahpú e
Ixbalanqué le dieron con la cerbatana a Vucub-Caquix en la quijada (p. 31); y,
luego de que éste fuera a su casa malherido, los dos dioses se disponen a
“disfrazarse” de huérfanos acompañados por dos viejos (Zaqui-Nim-Ac y Zaqui-
Nimá-Tziís), con el pretexto de curar su dolor (pp. 32-33). Finalmente “Hunahpú e
Ixbalanqué sacáronle entonces los dientes a Vucub-Caquix; y en su lugar le
pusieron solamente granos de maíz (…) Al instante decayeron sus facciones y ya
no parecía Señor (…) luego acabaron de quitarle todas sus riquezas (…)” (p. 34).

Ahora bien, la razón por la cual Hunahpú e Ixbalanqué fue “(…) porque les
pareció mal que se enorgulleciera.” (p. 35). Simplemente a estos dos dioses les
pareció incorrecto el comportamiento de Vucub-Caquix, y estoy completamente de
acuerdo con sus acciones. Vucub-Caquix no sólo era soberbio, altanero,
egocéntrico y egoísta, sino que también ofendía a los Progenitores, al Creador, al
Formador, Tepeu y Gucumatz; y este hecho no les agradó a nuestros héroes. Son
llamados de esta forma pues hicieron el mayor acto de grandeza hasta ese
entonces: combatir el mal, combatir lo incorrecto, lo que no debe ser; y dar un
claro ejemplo de la actitud y el comportamiento que debían tener los pueblos
futuros.

Pero, lamentablemente, ésta no fue la última vez que Hunahpú e


Ixbalanqué lucharon y vencieron a los enemigos de lo culto y perfecto. Qué
agradable hubiese sido que todo se hubiese quedado en calma y Papá Mal no
hubiese seguido actuando; pero como las ansias de éste por llamar la atención de
su hijito Hombre eran muy grandes, tuvo que volver a actuar, violando otra vez las
reglas establecidas por Mamá Bien. Esto se observa (en los capítulos VIII, IX, X y
XI, parte II) cuando narra la destrucción de los señores de Xibalbá y dice “Así fue
la declaración de sus nombres (los de los Señores de Xibalbá), que fueron
diciéndose todos los unos a los otros (…)” (p. 94); y después Hunahpú e
Ixbalanqué les dicen sus nombres, asombrándolos y engañándolos (p. 95).

El engaño se repite en todo el viaje de Xibalbá, cuando los hermanos no


encienden las ramas de ocote ni los cigarros (p. 96); luego los vencieron en el
juego de pelota (p. 98); después en cada una de las casas de tortura de Xibalbá
(pp. 101 - 104). En todos estos casos se puede observar la prevalencia del Bien
sobre el Mal, ya que los muchachos engañan y avergüenzan a los Señores,
quienes se enfurecen cada vez más y les colocan pruebas más difíciles. Sin
embargo, cabe destacar que en un momento pareciera que nuestros héroes bajan
la guardia “(…) al instante le cortó la cabeza Camazotz y el cuerpo de Hunahpú
quedó decapitado.” (p. 105), lo que hizo que Ixbalanqué se sintiera “Avergonzado
y exlamó: -¡Desgraciados de nosotros! Estamos completamente vencidos. Fueron
en seguida a colgar la cabeza sobre el juego de pelota (…)” (p, 105).

Finalmente, Ixbalanqué reúne a un grupo de animales y hacen un maniquí


de la cabeza de Hunahpú (p. 107); y, durante el juego de pelota, un conejo
enviado por Ixbalanqué se roba la pelota, distrayendo a todos los Señores de
Xibalbá que salen a buscarla, lo cual le dio tiempo para recuperar la cabeza de
Hunahpú y colocar el maniquí a su vez (p. 108). Esto causó en los Señores de
Xibalbá una gran vergüenza, lo que significó su perdición; demostrando, una vez
más, la victoria del Bien y de los héroes Hunahpú e Ixbalanqué. Cabe destacar
que en otros capítulos de la historia también actúa el Mal pero es siempre vencido
por las fuerzas del Bien, como por ejemplo la derrota de los hijos de Vucub-
Caquix, Zipacná y Cabracán, los cuales fueron convertido en piedra y enterrado
vivo, respectivamente, por Hunahpú e Ixbalanqué (caps. VIII y IX, parte I, pp. 41 -
48). Otra muestra del triunfo de lo correcto y lo bueno es el momento en que
hablan con los pobladores de Xibalbá y les dicen “Puesto que ya no existe vuestro
gran poder ni vuestra estirpe, y tampoco merecéis misericordia, será rebajada la
condición de vuestra sangre. (…) Los pecadores, los malos, los tristes, los
desventurados, los que se entregan al vicio, esos son los que os acogerán” (cap.
XIV, parte II, p. 120); esto les demuestra a la gente de Xibalbá que, por haber
pecado y obrado mal, deberán ser severamente castigados, es decir que el Mal
nunca se escapa.

En casi toda la obra se perfila la primera enseñanza, la principal y más


importante regla que debían cumplir los mayas-quichés en su comportamiento y
en el de las generaciones futuras: obedecer las normas éticas establecidas por los
Formadores, para que así se logre un buen funcionamiento de la comunidad y una
convivencia armónica entre los pobladores. Como se puede observar, esto
solamente se puede conseguir actuando de buena manera (lo “correcto” según los
Progenitores) y no vanagloriándose ni regocijándose de sí mismos. Una
interpretación de lo último sería decir que el hombre no podía ser superior o igual
a los dioses, siempre debía ser inferior para poder entenderse con los mismos.
Esta afirmación es obviamente necesaria y correcta ya que los dioses eran la
representación máxima de lo bueno, ellos siempre favorecían a la humanidad
mientras ésta los adorase, se podría afirmar que son perfectos pues crearon al
Hombre, el centro del Universo según los mayas-quichés, cabe resaltar que no se
equivocaron.

Ahora, dirigiéndonos hacia el futuro, no se saben las decisiones de Mamá


Bien y Papá Mal sobre la vida de su pequeño. Actualmente el predominio del Bien
ha disminuido y el Mal ha ganado algo de fuerza; pero, al observar textos de
generaciones pasadas como el Popol Vuh, nos damos cuenta que ambos factores
siempre han existido y que no es para nada posible que uno desaparezca y el otro
domine completamente. Además, quedó claramente demostrado que cuando una
de esas fuerzas, uno de esos padres actúa, el otro hace completamente lo
contrario y trata de imponerse, así que siempre va a haber un equilibrio por ser
dos fuerzas antagónicas. Finalmente aclararé que no es que el Bien sea la única
fuerza necesaria y que domine todo, sino que el Mal siempre encuentra las
formas para escabullirse y hacer de las suyas, pero al final paga. El bien siempre
triunfa… por lo menos hasta que el Mal vuelva a atacar.
BIBLIOGRAFÍA

Anónimo (1991) Popol Vuh: Las Antiguas Historias del Quiché de Guatemala (5ta.
ed.). Editorial Panamericana. Sta. Fe de Bogotá, Colombia.

Popol Vuh (2007) Obtenido el 16 de octubre de 2007, de


http://es.wikipedia.org/wiki/Popol_Vuh/

Sermón del 2o domingo de Pascua (1998) Obtenido el 16 de octubre de 2007, de


http://www.catecismo.com.ar/sermonespascua/2pascua98.htm/

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