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POLÍTICAS DE PROCURACIÓN DE JUSTICIA:

Título del
DISFUNCIONES ORGANIZACIONALES
trabajo

Autor Guillermo Raúl Zepeda Lecuona

Instituciones Profesional Asociado del Centro de Investigación para el Desarrollo


de (CIDAC), México, D.F.
procedencia

CIDAC: Jaime Balmes Nº 11, Edificio “D”, 2º piso, Los morales polanco,
Dirección méxico, D.F. C.P. 11510, Teléfono 53 95 88 44; fax: 53 95 91 74

Coreo electrónico gzepedal@megared.net.mx

Justicia penal
Derecho procesal penal
Palabras Reforma judicial
Clave Procuración de justicia
Organizaciones de justicia
Seguridad pública
Política criminal
Derecho penal
POLÍTICAS DE PROCURACIÓN DE JUSTICIA:

DISFUNCIONES ORGANIZACIONALES*

[en Vórtice, Nº 2, pp. 119-130, Instituto Tecnológico Autónomo de México,


México, segundo semestre de 2000]

Guillermo Zepeda Lecuona*

En este trabajo se presenta evidencia empírica que ilustra la baja efectividad de


las organizaciones de procuración de justicia en el ámbito local y se muestra cómo
las inercias operativas al interior de las organizaciones distorsionan los objetivos
formales y mandatos legales que deberían guiar el funcionamiento de las
procuradurías, prevaleciendo los intereses de facto de los grupos que interactúan
en su interior a lo largo del proceso penal. Se concluye con una serie de
propuestas de reforma para vincular los servicios de las procuradurías y sus
funcionarios al cumplimiento de los propósitos sociales de la procuración de
justicia.

PLANTEAMIENTO

La constitución como ley fundamental que refleja los grandes consensos sociales
y políticos de la sociedad mexicana, ha establecido la estructura de un sistema de
justicia penal que se inserta en la tradición histórica del proceso acusatorio que se
caracteriza principalmente por una rígida separación entre el órgano juzgador y la
entidad encargada de ejercitar y sostener la acusación, la igualdad entre la parte
acusadora y la defensa, la publicidad y oralidad en el juicio, carga de la prueba a
cargo de la parte acusadora y la consecuente presunción de inocencia en favor del

* Este trabajo forma parte del estudio "Justicia, crimen y derechos humanos en México" del
proyecto sobre Instituciones del Estado de Derecho en México que se desarrolla en Centro de
Investigación para el Desarrollo. Se agradece a la fundación Tinker el generoso apoyo para la
realización de esta investigación.
* Profesional asociado del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC); www.cidac.org
gzepedal@megared.net.mx

2
procesado1; en oposición al sistema procesal inquisitivo en el que el juez procede
de oficio a la búsqueda, recolección y valoración de las pruebas, llegándose al
juicio después de una instrucción escrita y secreta y con desigualdad entre la parte
acusadora y la defensa2.

En el texto constitucional (art. 17) se prohibe la defensa por propia mano, es decir,
la autojusticia, la venganza privada; en cambio, prevé un sistema de procuración
de justicia (art. 21) y de tribunales (art. 17). De esta forma, el Estado releva, en
materia penal, a los ciudadanos que han sido víctimas de un delito, de su legítima
pretensión de ser resarcidos patrimonial o moralmente por los efectos perjudiciales
del ilícito perpetrado en su contra. Además de evitar la venganza privada, la
intervención de la autoridad busca defender el interés social y el orden público,
evitando que los responsables de los ilícitos sigan delinquiendo agraviando a la
sociedad y al castigar a esos responsables se da un efecto demostración que
disuade a potenciales delincuentes de actuar en contra del patrimonio o de la
integridad física de sus conciudadanos.

Para cumplir con esta misión de relevar a los particulares de sus expectativas de
justicia y de velar por el interés social y el orden público, el propio constituyente
estableció las directrices para la conformación de instituciones y servidores
públicos especializados en el esclarecimiento de los hechos presuntamente
delictuosos, en la recolección de evidencias y en capturar y, en su caso, acusar a
los presuntos responsables ante las autoridades judiciales. Para el cumplimiento
de estas funciones se constituyeron las procuradurías de justicia y en particular la
figura del ministerio público.

Sin embargo, este andamiaje institucional de la justicia penal actúa con


restricciones propias de un proceso acusatorio. Por ejemplo, la carga de la prueba
de una acusación corresponde a los órganos especializados del Estado, y la
validez de su actuación está supeditada al respeto de formalidades fundamentales
del proceso que garanticen a la ciudadanía que en el proceso penal se respete la

1 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón: Teoría del garantismo penal, Editorial Trotta, Madrid, 1995, pp.
563 y 564.
2 Idem.

3
dignidad e integridad del indiciado y no se contraríe la presunción de inocencia en
favor del procesado. En nuestro ordenamiento estas restricciones a la actuación
de los órganos públicos se encuentran contenidos en los artículos 16, 18, 19, 20 y
22 constitucionales.

Los principios de legalidad y de buena fe que deben regir la actuación de las


autoridades obligan a que las procuradurías y, ya durante el proceso penal, los
tribunales atiendan de igual manera y simultáneamente a la legitima pretensión de
la víctima del ilícito, la expectativa social de justicia, así como a la dignidad y
derechos del presunto responsable. Para evaluar la eficacia del marco institucional
del sistema de justicia penal debemos considerar tanto la efectividad en la
atención de las expectativas de justicia de los denunciantes y víctimas de los
delitos, como el esclarecimiento de los hechos delictuosos, el eficaz cumplimiento
de la carga probatoria del Estado en el proceso y el respeto del debido proceso y
los derechos humanos. Cualquiera de estos criterios que no sean debidamente
satisfechos impediría considerar como cabalmente cumplidos los objetivos
constitucionales del sistema de justicia penal.

DIAGNÓSTICO

a) Sabotaje a la constitución.

En primer lugar, debe señalarse que la forma en que se han reglamentado,


instrumentado e interpretado las disposiciones constitucionales ha desvirtuado las
orientaciones en favor de un sistema procesal acusatorio, dándole, en los hechos,
matices inquisitivos propios de regímenes autoritarios. Sólo un par de ejemplos, el
artículo 286 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal señala:
"Las diligencias practicadas por el ministerio público y por la policía judicial tendrán
valor probatorio pleno siempre que se ajusten a las reglas relativas de este
código".

Esta disposición contraviene simultáneamente tres principios fundamentales del


sistema acusatorio, el de igualdad entre la parte acusadora y la defensora, la
presunción de inocencia del acusado y el de la libre convicción del juzgador, pues

4
por una parte da una presunción de validez a los actos de una de las partes, en
este caso la parte acusadora. Si la defensa considera que hubo alguna
irregularidad en la actuación del ministerio público tendrá que combatir esa
presunción de validez asumiendo la carga de la prueba, que como vemos es
contrario al sistema acusatorio. Por último al darle valor pleno mina la libertad de
convicción del juzgador, quien, en caso de que no se haya desvirtuado por la
defensa la presunción del Código en favor del ministerio público, tendrá que
considerar la actuación de la parte acusadora como la verdad legal3.

Otro ejemplo es la jurisprudencia (criterio judicial obligatorio establecido por cinco


precedentes en un mismo sentido sin ninguno que lo contravenga) que señala la
preeminencia de la declaración realizada ante el ministerio público respecto de la
hecha ante autoridad judicial, en caso de que las declaraciones se contradigan
entre sí. Este criterio margina la declaración recibida por una autoridad judicial
(con independencia y forma especial de designación) frente a la recibida por una
entidad con amplias facultades discrecionales, que aunque con autonomía técnica,
está inserta en el poder ejecutivo y sus funcionarios son designados por la misma
autoridad administrativa dependiente de ese poder. Esta forma de interpretar la ley
va en contra de la libre convicción del juzgador y resta valor a la inmediación
judicial que deben prevalecer en un sistema acusatorio4.

b) La baja efectividad de las procuradurías.

Quizá este uno de los más graves pasivos de las procuradurías es su ineficiencia
en el esclarecimiento de los hechos aparentemente delictuosos. De cada 100
averiguaciones previas vigentes durante 1997 en el ámbito local de todo el país

3 Como ha señalado un procesalista al referirse al valor probatorio pleno, "...en este sistema el
legislador de antemano le fija al juez reglas precisas y concretas para apreciar esta prueba, que se
traslucen en una verdadera tasa de pensar y del criterio judicial; por este camino se convierte al
juez en autómata constriñéndolo a reglas abstractas preestablecidas e indicadoras de la conclusión
a que debe llegar forzosamente ante la producción de esta prueba" Cfr. Díaz de León, Marco
Antonio, Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal Comentado, Editorial Porrúa,
S.A., México, 1990, p. 490.
4 Sobre estas distorsiones puede consultarse el libro Abuso y desamparo: Tortura, desaparición
forzada y ejecución extrajudicial en México, Human Rights Watch, Nueva York, 1999.

5
(alrededor de 2.3 millones) sólo se logro concluir 14.4%; únicamente 3% de esas
100 averiguaciones concluyeron con la consignación de presuntos responsables
ante una autoridad judicial; en 3.5% de esas averiguaciones la procuraduría de
justicia se declaró incompetente para conocer del caso (por tratarse de menores
de edad, materia civil o del consumidor, etc.); y el restante 7.9% (de los casos que
integran el referido 14.4.% de las concluidas) se mandaron a archivo definitivo (por
no ejercicio de la acción penal, perdón de la víctima, prescripción de la acción
entre otros).

Esta cifra de efectividad es muy baja si se compara con la efectividad de entre


45% y 55% de algunos países europeos. En Alemania, por ejemplo, todas las
investigaciones llevadas a los procuradores deben concluir si cuentan con
evidencia suficiente (43.8%) o no (56.2%)5. Es decir, no se tienen investigaciones
pendientes de conclusión6. En países como Japón los indicadores de efectividad
llegan a 60%7.

También como un indicador de baja efectividad en la "persecución de los delitos"


(como señala textualmente el artículo 21 constitucional), es que de cada cuatro
órdenes de aprehensión que reciben las procuradurías de justicia, sólo se cumple
una (el porcentaje exacto de cumplimiento es 26.5%).

En lo que se refiere al respeto al debido proceso y a los derechos humanos, existe


la percepción generalizada de las irregularidades y los abusos de las instancias de
seguridad pública y procuración de justicia. Las cifras parecen dar fundamento a
esta percepción. Son muchos los procesos en los que por vía de amparo se
anulan actuaciones de la policía y ministerios públicos por violaciones al
procedimiento. Además, durante 1997 se recibieron alrededor de 50 mil quejas en

5 En este caso podría hablarse de una alta efectividad toda vez que siempre se da una respuesta a
la expectativa ciudadana de justicia. En caso de que el denunciante o los afectados consideraran
que se evaluó mal el caso, puede impugnarlo.
6 Cfr. Fionda, Julia, Public Prosecutors and Discretion: A Comparative Study, Clarendon Press,
Oxford, New York, 1995 y Criminal Justice in Europe: A Comparative Study, editado por Phil
Fennell et. al, Clarendon Press, Oxford, 1995.

6
las comisiones de derechos humanos de las 32 entidades federativas. De ellas
dos de cada cinco correspondían a corporaciones policiacas y a procuradurías de
justicia. En ese mismo año las comisiones de derechos humanos emitieron poco
más de mil recomendaciones de las que un 50% correspondieron a las
procuradurías de justicia y 20% a corporaciones policiacas y centros de
readaptación social8.

Un elemento fundamental en nuestro diagnóstico son los altos costos que


enfrentan las víctimas de los delitos. Aunque el marco institucional señala que es
el Estado el que releva la pretensión de quien haya sufrido un delito y que el
acceso a la justicia gratuita está garantizado, en la práctica encontramos que las
víctimas asumen muchos costos en su participación en el esclarecimiento y, en su
caso, en el proceso. En primer término, la atención a los denunciantes es mala e
implica hasta tres horas de espera para rendir su declaración, posteriormente se le
solicita que acuda a “ratificar” la denuncia, después se le pide acreditar la
propiedad y conseguir testigos; si se trata de tentativa de robo se le requiere un
inventario de lo que pudo haber sustraído el presunto responsable.

Si en el proceso existe detenido, la presión sobre la víctima se incrementa ya que


se le exige rapidez en sus diligencias para cumplir con los términos
constitucionales. Se les cita para la identificación y “confrontación” con el presunto
responsable, tiene que acudir a careos y otras audiencias, obtener pruebas
adicionales y nuevos testimonios. Todos estos trámites exigen ausencias
laborales, pérdidas económicas y gastos para las víctimas. Además, con
frecuencia las diligencias suelen retrasarse y hasta posponerse sin la menor
consideración para la víctima. Suelen darse casos en que la defensa del inculpado
utiliza los datos de la víctima (a los que tiene acceso porque constan en el
expediente) para amenazar e intimidar al denunciante. Pocos soportan todo el
proceso.

7 Conferencia de Rafael Ruiz Harrel sobre pena de muerte, ITESM, campus estado de México,
abril de 2000.
8 Anuarios estadísticos de las 32 entidades federativas. Base de datos del proyecto Justicia,
Crimen y Derechos Humanos en México del Centro de Investigación para el Desarrollo, CIDAC.

7
A esta facultad de “ayudar” en el proceso se le llama coadyuvancia y se ha
convertido en una figura kafkiana por la cual, la víctima deviene asistente del
ministerio público. Este trato generalizado a las víctimas evidencia que los
funcionarios de las procuradurías no perciben el relevar a la víctima de su
pretensión como la misión constitucional de las procuradurías; por el contrario se
considera que el denunciante es sólo una persona que por descuido o
imprudencia ha sido víctima de un delito y es su principal fuente de trabajo, por lo
que, si se desea algún avance del caso, es el denunciante quien debe hacer llegar
al escritorio de los funcionarios las evidencias para impulsar “su” caso. En casos
de lapsus institucionalizado se le llega a denominar a la víctima (incluso en
formatos oficiales) como el “interesado”.

La renuncia de las procuradurías a sus misiones formales o legales también se da


en la misión de salvaguardar el orden público. Como se señaló al comienzo de
este texto además de resarcir a la víctima se persigue el delito para evitar que la
sociedad siga sufriendo la acción perjudicial de la delincuencia. Sin embargo, en
muchos casos por negligencia y ante el exceso de trabajo se desatiende el
compromiso social con el combate a la delincuencia y sólo se atiende
parcialmente las expectativas privadas del proceso penal.

Por ejemplo, cuando a una persona le roban documentos oficiales como el


pasaporte, se denuncia el delito no sólo como un deber cívico o con la esperanza
de recuperar lo robado, además se denuncia para quedar libre de toda
responsabilidad que se derivara del mal uso que se le pudiera dar a ese
documento9. Lo que se ha percibido recientemente es que algunas procuradurías
sólo extienden la constancia para eximir la responsabilidad a la víctima del delito y
archivan inmediatamente el asunto sin iniciar siquiera una investigación. De esta
forma sólo se satisface la pretensión del denunciante de no incurrir en

9Lo mismo ocurre cuando se denuncia el robo de un vehículo. En este caso, además se denuncia
como primer paso para cobrar el seguro correspondiente (lo mismo ocurre con el robo de teléfonos
celulares).

8
responsabilidad, pero nada se hará por recuperar lo robado ni mucho menos en
capturar a los presuntos responsables en beneficio de la ciudadanía10.

Existe un gran pasivo de las instituciones de procuración de justicia respecto de su


misión o encomienda constitucional. El objetivo de que los funcionarios públicos
defiendan los intereses y la pretensión del afectado por el delito y restablezcan el
orden público, respetando el debido proceso y los derechos humanos, no se ha
logrado cristalizar en los hechos.

Para plantearlo en términos de teoría de las organizaciones existe un problema de


agente-principal, donde la sociedad (el principal), que ha asignado ciertas
misiones a las procuradurías (sus agentes) no puede controlar ni monitorear el
desempeño de los funcionarios, quienes hacen prevalecer sus intereses
particulares o misiones de facto (ley del menor esfuerzo, obtención de rentas
indebidas, etc.) sobre su encomienda social o misión formal de la organización
(daño moral)11.

La conformación de misiones de facto se debe o bien a un interés personal


contrario o a la incorrecta percepción o comunicación de los objetivos formales de
la organización, aunados, en cualquiera de los dos casos, a una mala supervisión.
Es decir, la confrontación entre los propósitos formales de las procuradurías y los
intereses personales o de grupo de sus funcionarios tiene mucho que ver con una
serie de facultades discrecionales (que tienen entre sus características la dificultad
para su supervisión) aunados a escasos instrumentos de supervisión y control.
Además, el entorno de exceso de trabajo establece las condiciones que propician
la corrupción.

10 Por ejemplo, en Baja California durante 1997, se recibieron 61 mil denuncias de robo; sin
embargo, sólo se abrieron 19,662 averiguaciones por ese delito. Por ser zona fronteriza, se da una
alta incidencia de robos de pasaporte para tratar de pasar ilegalmente la frontera. Miles de estas
denuncias se archivan como “extravío de documentos”. Es decir, no se reconoce una alta
incidencia delictiva; se prefiere pensar en “extravíos” o distracción de los denunciantes.
11Sobre la teoría de las organizaciones aplicadas a temas de justicia penal puede consultarse el
excelente texto de Stan Stojkovic, David Kalinich y John Klofas, Criminal Justice Organizations:
Administration and management, 2a. ed., West/Wadsworth Publishing Company, Nueva York,
1998.

9
Desde luego la baja efectividad de las procuradurías y sus enormes rezagos
tienen muchos que ver con insuficiencias de recursos en las instituciones12, pero
también con falta de incentivos para impulsar de oficio (sin que los particulares lo
soliciten) las averiguaciones, la corrupción o negligencia.

El problema fundamental de política pública es construir el esquema de incentivos


que vincule el interés individual y colectivo de los elementos de las procuradurías
con los objetivos formales de las instituciones plasmados en la Constitución y en
las leyes. Las transformaciones organizacionales que se han ensayado en otros
países y en diversos estados del país buscan atacar los tres aspectos del
problema, tanto en lo que se refiere a reducir la discrecionalidad de las
procuradurías, como en multiplicar los mecanismos de supervisión y control y
reducir la carga de trabajo. Las líneas de acción de la agenda de transformación
organizacional se pueden agrupar en los siguientes rubros.

PROPUESTAS

a). Depuración y capital humano.

La depuración es un presupuesto de cualquier reforma posterior, porque muchos


de los principales problemas de la operación de las procuradurías derivan de la
centralización de decisiones que se emplea debido a los altos niveles de
corrupción y los pocos medios de control de mandos medios y operativos de las
organizaciones. También en este sentido se han establecido sistemas de
información que permitan conocer los antecedentes de los elementos de las
corporaciones y de los funcionarios para evitar problemas de selección adversa en
la contratación de personal.

El servicio civil de carrera es determinante para establecer los incentivos para que
el ingreso, permanencia y promoción de los funcionarios de procuración de justicia

12 Por ejemplo un ex subprocurador de justicia del Distrito Federal señalaba que con los recursos
de que disponía la dependencia sólo podría dar atención al 8% de las averiguaciones previas
recibidas. Cfr. “Desarticulada y corrompida, la procuraduría de justicia es un apéndice de
gobernación y el DDF: Romero Apis” artículo de Raúl Monge, en Proceso Nº 1096, 2 de noviembre
de 1997.

10
estén vinculados a criterios objetivos e indicadores de eficiencia, profesionalismo,
honradez y respeto a la legalidad (criterios establecidos por el propio art. 21
constitucional). Estos mecanismos de monitoreo deben evaluar el desempeño
presente así como el desarrollo de habilidades que permitirán mejor desempeño
futuro13. Es importante subrayar la necesidad de criterios objetivos (como número
de órdenes judiciales cumplidas o consignaciones o sentencias no revocadas,
cursos o especializaciones concluidas, etc.), no necesariamente todos numéricos,
pues esquemas vigentes en la actualidad piden sólo antigüedad o recomendación
del superior inmediato (que favorece la integración de camarillas).

b) Rediseño organizacional.

Una de las medidas más interesantes que se ha tomado para terminar con las
facultades discrecionales de los ministerios públicos es la obligatoriedad de ejercer
la acción penal en todo caso denunciado, aunque después se pida la absolución o
el archivo del expediente14. Con esto se busca sacar el asunto de la penumbra de
las oficinas de los agentes investigadores y hacerlo del conocimiento del poder
judicial para supervisar el expediente. Esta medida, impecable en su diseño y en
lo que se busca obtener, no se podría instrumentar en nuestro país en el corto
plazo; antes, tendría que fortalecerse la independencia judicial y los criterios
judiciales que evitaran (y no convalidarán como sucede actualmente)
procesamientos injustificados.

También se propone incrementar el número de las instancias de monitoreo e


intensificar su actividad, como las visitadurías internas, las contralorías, oficinas de
sugerencias y reportes accesibles a los usuarios y a los organismos ciudadanos;
que se tomen en consideración para las actividades ordinarias de inspección los
reportes recibidos y las quejas y señalamientos hechos ante las comisiones de

13Cfr. Gibson, James, John Ivanicevich y James Donnelly, Las organizaciones: comportamiento,
estructura, procesos, 8a. ed., McGraw-Hill/Irwin, Santafé de Bogotá, 1997,caps. 2, 5, 6 y 7..
14 Este diseño existe en Italia. Cfr. Di Federico, Giuseppe, "La independencia del ministerio fiscal y
el principio democrático de la responsabilidad en Italia: análisis de un caso anómalo desde una
perspectiva comparada", en Revista del Poder Judicial, tercera época, N° 48, cuarto trimestre
1997, y Luigi Ferrajoli, Op. Cit. Pp. 567 ss.

11
derechos humanos. También al interior del proceso deben darse más recursos
para combatir actos discrecionales de los ministerios públicos. La procedencia del
amparo contra el no ejercicio de la acción ha sido entre nosotros un buen paso,
pero aún no existe recurso contra el archivo de las averiguaciones.

También se deben rediseñar las dependencias de las procuradurías, haciendo


unidades descentralizadas y mejorando los esquemas de comunicación interna15,
como hacer de las agencias cada vez entidades más especializadas con personal
auxiliar suficiente, para que el ministerio público sea un jurista especializado que
supervise a los investigadores (en algunos casos, incluso peritos), abogados
auxiliares y policías a su cargo. Este rediseño organizacional tiene como condición
fundamental la depuración de las procuradurías pues la descentralización puede
aumentar la eficiencia de buenos servidores públicos, pero si se trata de
elementos corruptos, puede significar dar recursos, libertad y autonomía de acción
a células de delincuencia organizada.

c) Exceso de trabajo y capacidad de respuesta.

Mucho puede hacerse para reducir los índices delictivos con tareas preventivas
desde ámbitos metajurídicos, como la economía y la política. Está demostrado que
indicadores económicos como el desempleo, la pobreza o la pérdida del poder
adquisitivo están asociados con el incremento en delitos patrimoniales; mientras
que variables sociales como la desigualdad inciden en los niveles de violencia16.
Un sistema económico y político que permita crecimiento económico, mayor
empleo y una distribución del ingreso más equitativa haría mucho por la reducción

15 Por ejemplo, en la actualidad para que un ministerio público que obtuvo una orden de
aprehensión la haga cumplir debe enviar un oficio al coordinador de averiguaciones previas, éste al
subprocurador correspondiente, éste al director de la policía judicial, éste al jefe de grupo, quien,
finalmente, se la asignará a uno de sus elementos para que cumpla la orden. Además de ir contra
el espíritu de la Constitución (que la policía debe depender directamente del ministerio público),
genera problemas de comunicación, pérdida de tiempo valiosos e incentivos a la negligencia o a la
corrupción.
16 Cfr. Ayres, Robert L., Crime and Violence as Development Issues in Latin America and the
Caribbean, World Bank Latin American Studies, Washington, D.C., 1998, y What Causes Violent
Crime?, Pablo Fajnzylber, Daniel Lederman, Norma Loayza, Office of the Chief Economist Latin
America and The Caribbean Region, The World Bank, Washington, D.C., 1998.

12
de las tasas de criminalidad, debido a que uno de los elementos por los que un
individuo decide delinquir es la carencia de expectativas en la actividad productiva
formal o legal de la sociedad.

Otra área fundamental para el incremento en los niveles de seguridad ciudadana


es la actividad preventiva, que va desde la información a la ciudadanía sobre
acciones para incrementar la seguridad y disminuir la probabilidad de ser víctima
de un delito, hasta el fortalecimiento de la presencia policial en áreas de alta
incidencia delictiva.

Ya en el interior de las procuradurías se pueden tomar acciones para dar mejor


respuesta a los expedientes y reducir el rezago. Una medida fundamental es la
organización de los expedientes y la especialización de las agencias del ministerio
público, así como la vinculación con corporaciones policiacas y de inteligencia
para retroalimentar y enriquecer el mapeo criminal, la investigación de los delitos y
fortalecer las evidencias de las acusaciones. Se conocen casos de oficialías de
partes que además de reportar a las instancias de reacción inmediata los datos
generales del reporte, canalizan al denunciante a las agencias correspondientes.

Se han establecido en otros sistemas cuotas de trabajo limitadas para agencias


que tengan en curso cinco o siete investigaciones con detenido para que puedan
integrar mejor las posibles acusaciones. También se han establecido agencias
abocadas exclusivamente a averiguaciones no resueltas para que se concentren
en su atención. Deben estudiarse en particular las necesidades de delitos en
particular y establecer áreas especializadas en su atención como atención a
víctimas de delitos sexuales, delitos de especial gravedad, manejo y orientación
de delitos que requieren querella de la víctima, delitos menores, conciliación,
orientación o canalización de asuntos que resulten ser no penales (la orientación
oportuna puede evitar que estas diferencias o conflictos evolucionen hacia
conductas delictivas), etc.

Se debe recurrir a los beneficios que puede brindar la tecnología para el manejo y
control de los expedientes y las comunicaciones entre dependencias,
organizaciones y usuarios. Ya existen programas de computo que permiten

13
manejar en medios electrónicos actuaciones judiciales y permite “encriptar”
información para que no pueda ser modificada y sirva como evidencia o
constancia procesal. En Quintana Roo, por ejemplo, ya se contempla la posibilidad
de recibir la notificación de algún acuerdo del tribunal vía correo electrónico.

Es apremiante reducir los costos que enfrentan las víctimas, debe hacerse
realidad los derechos de las víctimas a la asesoría jurídica y orientación. Deberían
ser funcionarios y/o prestadores de servicio los que elaboraran los inventarios o
escritos adicionales que suelen ser solicitados (sólo para firma o, en su caso,
rectificación de los testigos o víctimas) y por supuesto, corresponde a las
autoridades la indagación y acopio de pruebas. Los sistemas de protección a
víctimas y testigos deben ser una línea prioritaria del combate a la delincuencia y
en este sentido la procuraduría debe anticipar cualquier molestia de la que el
coadyuvante (víctima o testigo) pueda ser objeto y no limitarse sólo a una
protección reactiva17.

Estas son algunas de las medidas posibles que ya han sido ensayadas con éxito
en otros sistemas y en varios estados de la república. No todos son aplicables a
nuestra realidad en el corto plazo, pero puede integrarse un programa integral de
reformas que incrementen la efectividad de las instituciones del sistema de justicia
penal y vinculen la actividad de los funcionarios a la misión social que tiene
encomendada la procuración y administración de justicia en materia penal.
Debemos reconquistar los espacios públicos de la procuración de justicia y del
proceso penal que actualmente están orientados a prácticas corruptas, intereses
de grupo e inmersos en la lógica del impulso procesal a cargo de los particulares.

17 En Inglaterra, desde 1976, las víctimas de delitos sexuales son mantenidas en el anonimato
durante el proceso y sólo se permiten preguntas personales en las audiencias cuando resultan de
relevancia para el caso, de acuerdo con el criterio del juzgador. En algunos países los datos
personales del denunciante (dirección, teléfono) permanecen en resguardo de la autoridad y sólo
son utilizados cuando se requiere información adicional o se convoca a audiencias. Como es
sabido, existen amplios sistemas de protección de testigos para delitos federales o vinculados con
terrorismo, tráfico de inmigrantes o de estupefacientes, como en Estados Unidos.

14

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