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Nuestro candidato – o candidata - debiera ser una persona culta y preparada, con
una larga trayectoria profesional y política, y con suficiente carácter, inteligencia,
madurez y coraje como para salir airoso de las difíciles pruebas a las que será sometido.
No sólo un buen gerente, sino un estadista capaz de reunificar a la quebrantada sociedad
venezolana. Liderar una coalición de voluntades y representarnos dignamente ante el
mundo.
James Freeman.
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Venezuela vive la más grave crisis existencial de su historia. Y después de doce
años de desgobierno y despotismo se halla al borde del abismo. Todo lo cual es tan
palmario, tan temibles sus síntomas y tan manifiestas sus consecuencias – derrumbe del
aparato productivo, inflación desbordada, pobreza crónica, desempleo y carencia de
viviendas, inseguridad, anomia y corrupción galopantes, todo lo cual promovido por el
montaje de una descarada dictadura autocrática – que ni debiéramos mencionarlo
Nuestro país vive una enfermedad terminal que podría dar al traste con doscientos años
de historia. Y se encuentra ante la definitoria encrucijada que debiera ser resuelta cuanto
antes: ¿dictadura o democracia? No hay tiempo que perder.
2
Ante ese monumental desafío y las injustas reglas del juego, siempre a favor del
régimen, asombra la ingenuidad con que algunos precandidatos y sus partidos se
enfrentan al histórico litigio. Nadie parece interesado en encontrar un acuerdo, formar
bloques y facilitar la tarea de definir cuanto antes las reglas del juego. Incluso
abandonando el terreno de la contienda política inmediata. ¿Puede alguien imaginarse
los inmensos problemas de toda índole que dejará en herencia este siniestro
desgobierno? ¿Sabe alguien cómo enfrentar una deuda pública de cien mil millones de
dólares? ¿Cómo reparar el tejido social dañado por trece años de incuria, de
irresponsabilidad, de enfrentamientos, de saqueos y atentados?
3
Es promisorio que ante un panorama de tantos riesgos y peligros surjan
ciudadanos dispuestos a asumir ese terrible y pesado lastre que les podría costar la vida.
Sobre todo si poseen los atributos que se requieren para satisfacer los anhelos de nuestro
sufrido pueblo y tienen la capacidad de dirigir el destino de nuestro país en medio de un
mar tan proceloso. Pues el desafío al que podrían enfrentarse constituye un duelo
definitorio de vida o muerte ante un antagonista que antes que un adversario se quisiera
un mortal enemigo.
4
Una elemental muestra de cordura debiera ponernos de acuerdo en la definición
de tres asuntos elementales: 1) el perfil que debiera satisfacer el candidato que tendrá la
pesada tarea de enfrentar a Chávez, vencerlo e iniciar el desmontaje de su parafernalia
totalitaria; 2) un programa común de acción para el gobierno de coalición nacional que
encabece el período de reconstrucción que se abre eventualmente en el 2013; y 3)
decidir desde ahora mismo una agenda, para mantener las precandidaturas dentro de
normas de elemental buen vecindario y subordinación a los máximos intereses
nacionales, con la fecha definitiva de la realización de las primarias. Es esencial impedir
que las primarias se conviertan en una pelea a cuchillos de la que salgamos debilitados.
Deben ser, por el contrario, el inicio de la reconstrucción nacional.
Nuestro candidato – o candidata - debiera ser una persona culta y preparada, con
una larga trayectoria profesional y política, y con suficiente carácter, inteligencia,
madurez y coraje como para salir airoso de las difíciles pruebas a las que será sometido.
No sólo un buen gerente, sino un estadista capaz de reunificar a la quebrantada sociedad
venezolana. Liderar una coalición de voluntades y representarnos dignamente ante el
mundo. El monstruoso y gigantesco error cometido en 1998 no debe repetirse nunca
jamás: entregarle el Poder a un golpista, sin cultura ni preparación alguna. Los
resultados de ese dislate están a la vista.