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EL

ETIQUETAMIENTO

Universidad Andina Simón Bolívar


Maestría en Derecho Penal

Kerley Marcelo Quimbiulco

Profesor: Ab. Jorge Paladines Quito, 6 de agosto de 2010


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EL ETIQUETAMIENTO

Mi tema de tesis trata sobre los parámetros de aplicabilidad de la prisión

preventiva, entre uno de los puntos a tratar está el etiquetamiento, de ahí que lo

haya elegido como motivo del presente ensayo para adelantar su desarrollo y a la

par relacionarlo con temas tratados en clases.

Partamos por traer a acotación un ejemplo elaborado por Howard

Becker:

El acto de inyectar heroína en una vena no es desviado en sí mismo. Si

una enfermera administra drogas a un paciente siguiendo indicaciones de un médico, todo

está perfectamente en orden. El acto se convierte en desviado cuando se hace en otra

forma que, públicamente, se considera indebida. El carácter desviado de un acto radica

en la forma en que lo define la mentalidad pública. 1

El presente ejemplo nos ilustra una nueva ideología, que es el cambio de

paradigma de la idea de que la desviación provoca el control social a la idea

en la que el control social provoca la determinación de una conducta como

desviada 2. Al depender el calificativo conducta desviada de la mentalidad

pública, se tiene como consecuencia que lo que hoy puede ser considerado

desviado pues en otros años ya no lo será, o viceversa, actuando en esto el

Derecho Penal como corazón de la sociedad, en sabias palabras de Von Ihering

el Derecho Penal “ […] es el rostro del derecho, en el cual se manifiesta toda la

individualidad del pueblo, su pensar y sentir, su corazón y sus pasiones, su

cultura y su rudeza; en suma, donde se refleja su alma. El derecho penal es el

pueblo mismo, la historia del derecho penal de los pueblos es un pedazo de


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psicología de la humanidad.”

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1 Howard Becker, citado por Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young, La nueva criminología.
Contribución a una teoría social de la conducta desviada, Buenos Aires, Amorrortu editores,
2007, 3ª. Ed., p. 167
2 Ver ibídem p. 167
3 Von Ihering, citado por Tobías Barreto, Introducción al estudio del derecho penal, Buenos
Aires, Editorial Hammurabi, 2009, p. 53
2

La conducta desviada denota un concepto amplio que puede abarcar su

uso para 4:

- Quienes se separan de la media de la conducta estandarizada; por ejemplo:

hemos, roqueros, pokemones, etc.

- Quienes contradicen una norma social; por ejemplo: buenas costumbres, higiene

personal, etc.

- Quienes violentan propiamente una norma legal.

En el Derecho Penal a quien incurre en un conducta desviada, fruto del

cometimiento de un delito, sociólogos y criminólogos han comenzado ha rotularlo

con el nombre de desviado, esto en un intento por abandonar otro tipo de

denominaciones como la de delincuente o loco 5; no obstante, la denominación

de desviado para referirse a quienes infringen la norma penal también peca por

ser discriminatoria, e incluso da a entender que una determinada persona para el

resto de la sociedad es anormal, un criterio menos segmentario sería emplear la

propia palabra persona o incluso ser humano para referirnos a quienes infringen

normas que no son más que construcciones sociales.

Por otra parte, es necesario recalcar que una cosa es realizar un acto que

nuestra ley penal prohíbe como por ejemplo un robo, un hurto, un asesinato, una

estafa, y otra muy distinta el etiquetar a un persona de desviada, o de ladrón,

asesino, estafador. El etiquetamiento provoca imágenes en los seres humanos

sobre la presunta forma de vivir de otra persona, en palabras de Albert Cohen:

“Activa sentimientos y provoca respuestas de los demás: rechazo, desprecio,

sospecha, retraimiento, temor, odio.” 6

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4 Ver Massimo Pavarini, Control y dominación. Teorías hegemónicas burguesas y proyecto
hegemónico, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2002, 1ª. Ed., p. 63
5 Ver ibídem p. 62
6 Albert Cohen, citado por Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young, La nueva criminología..., op.
Cit., p. 171
3

Al ser una persona rotulada públicamente como desviada, su imagen de sí

misma puede comenzar a afectarse. Es más, en razón de dicho etiquetamiento

aumentan las probabilidades de que sea tratada en forma diferente a quienes,

pese a haber infringido también alguna norma legal, todavía no son víctimas de

tal rotulación en vista de que su acto no se volvió público 7. En criterio de

Louk Hulsman: “Aquellos oficialmente registrados como “delincuentes”,

constituyen solamente una pequeña porción del total de personas involucradas en

eventos que legalmente permitirían su criminalización.” 8

El proceso de etiquetamiento se enmarca dentro de dos instancias:

1. Una instancia social: Dentro de esta podemos enmarcar a los criterios de la

mentalidad pública sobre la etiquetación de desviado.

Es innegable que la subjetividad de las personas entre en juego al

momento de tomar a consideración el quebrantamiento de una norma penal. “La

subjetividad es un fenómeno complejo que abarca valores y creencias,

disposiciones mentales y conocimientos prácticos, normas y pasiones, experiencias


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y expectativas.”

Dentro del plano subjetivo la conducta humana está condicionada también

por nuestros miedos, los cuales pueden dar más peso a nuestro actuar en tal o

cual sentido incluso independientemente de nuestras aspiraciones.

Norbert Lechner estima la existencia de tres tipos de miedo que pesan


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sobre las personas :

a) El miedo al otro

b) El miedo a la exclusión económica y social.


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7 Ver ibídem p. 172
8 Louk Hulsman, “El enfoque abolicionista: Políticas criminales alternativas”, en Alejandra
Rodenas y otros edit., Criminología crítica y control social, 1.“El Poder Punitivo del Estado”,
Rosario, editorial Juris, Argentina, 1993. p. 75
9 Norbert Lechner, “Nuestros miedos”, en Alfredo Rodríguez y Paula Rodríguez edit., Santiago,
una ciudad neoliberal, Quito, Olacchi, 2009, p. 249
10 Ver ibídem, p. 250
4

c) El miedo al sin sentido

En lo referente al desarrollo del etiquetamiento, nos interesa tratar el

llamado miedo al otro: “La delincuencia es percibida como la principal amenaza

que gatilla el sentimiento de inseguridad. Sin ignorar las altas tasas de delitos en

todas las urbes latinoamericanas, llama la atención que la percepción de violencia


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urbana es muy superior a la criminalidad existente.” Viene a corroborar la

presente afirmación, sobre la percepción de la delincuencia como principal

amenaza, el informe del año 2008 emitido por la Corporación Latinobarómetro,

en donde se considera a la delincuencia como el principal problema social a


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enfrentar .

El desarrollo del capitalismo y el imparable proceso de globalización, si

bien han facilitado y permitido el aumento de diversas transacciones económicas,

tampoco es menos cierto que “[…] no genera (n) necesariamente lazos sociales.

La mayoría de relaciones suelen ser anónimas y fugaces. Apenas se conoce al


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vecino.” Efecto de aquello es que lugares clásicos como la familia, el barrio,

el trabajo no se convierten necesariamente en sitios de integración, generándose

normalmente un proceso de desconfianza al otro. “La promesa de individualidad,

que adelantó la modernidad, parece revocada a diario por el individuo

atemorizado, aislado, anestesiado de nuestra sociedad.” 14

Sin temor a equivocarnos, esta erosión de la confianza en las demás

personas, nos hace recordar y discutir si todavía mantenemos rezagos del estado

de naturaleza del que hablaba Hobbes, en donde “ […] nadie estará seguro ante

los atentados, todos deberán esperar agresiones de todos, y todos deberán estar
______________________
11 Ibídem, p. 250
12 Ver Mario Duce, Claudio Fuentes y Cristián Riego, “La reforma procesal penal en América
Latina y su impacto en el uso de la prisión preventiva”, en Cristián Riego y Mauricio Duce
edit., Prisión Preventiva y Reforma Procesal Penal en América Latina. Evaluación y
Perspectivas, Santiago, CEJA - JSCA, 2009, p. 55
13 Norbert Lechner, “Nuestros miedos” …, op. Cit., p. 252
14 Ibídem p. 253
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armados contra todos.” No cabe duda que con el nacimiento del Estado, quien

está armado en representación de sus habitantes, sólo debe ser aquel, empleando

al sistema penal como instrumento de control social para reestablecer el orden

que proclama; sin embargo, este control puede llegar a tergiversarse y

sobredimensionarse sobre sus propios límites, cumpliendo la prisión preventiva un

papel nuclear para el efecto, y los antecedentes penales su apoyo mal

intencionado en supuesta defensa de la sociedad.

Los antecedentes penales, al enmarcarse en calidades morales, son

parámetros inconsistentes, que no hacen más que generar miedo en la sociedad y

provocar discriminación por parte de la misma, que ve en el presunto infractor

de normas penales a alguien peligroso, “[…] el tener antecedentes penales o

simplemente policíacos es susceptible de originar alrededor del afectado una

muralla que le impide el contacto o la normal convivencia con los demás en las

más variadas relaciones, no ya jurídicas sino sociales […] representa una labor de
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signo absolutamente contrario a la resocialización.”

La falaz deducción en la que incurre gran parte de la población, de

relacionar persona con antecedentes penales = peligroso, sumado a la

desconfianza en el sistema penal, hechos en los que también ponen su cuota de

perversión los medios de comunicación, nos llevan a que la subjetividad y el

miedo al otro se apoderen de nuestra conciencia y se busque un control social

informal a través de la justicia por mano propia, evidencias de esto son por una

parte los linchamientos y por otra parte los carteles que se ponen en

determinadas casas con lemas como: “Ladrón cogido, ladrón quemado.”

______________________
15 Anselm von Feuerbach, Anti - Hobbes: o sobre los límites del poder supremo y el derecho de
acoacción del ciudadano contra el soberano, Buenos Aires, Hammurabi, 2010, p. 70
16 Odone Sanguiné, Prisión provisional y derechos fundamentales, Valencia, Tirant lo blanch,
2003, p. 332
6

2. Una instancia legal: Aquí podemos ubicar a los llamados antecedentes penales

que registra la Policía Nacional cuando una persona es aprehendida o detenida,

según sean las circunstancias.

Los antecedentes penales no están destinados a contener información

subjetiva de una persona, sino únicamente información relacionada con

aprehensiones o detenciones en procesos penales, sea que se encuentren las

causas pendientes de resolución, o que ya se hayan resuelto.

En palabras de Manuel Grosso, el registro de antecedentes penales permite

a la política criminal considerar: “a) más graves los actos criminales repetidos; b)

la necesidad de una mayor intensidad en la prevención o en la reforma del

delincuente respecto del cual la pena se ha mostrado insuficiente para el


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restablecimiento del orden.”

En otras palabras, con el etiquetamiento la política criminal busca dirigir

con más peso el sistema penal a quienes están rotulados legalmente como

desviados que contra quienes todavía no constan en sus bases de datos con este

supuesto indicio de peligrosidad. Muestra de esto es que la Fiscalía al solicitar

una prisión preventiva utiliza como uno de sus elementos de convicción los

antecedentes penales del procesado.

Al mantenerse el registro de antecedentes penales, con las consecuencias

que aquello implica sobre todo en cuanto al trato al sospechoso o al procesado,

se vulneran los principios de presunción de inocencia y de igualdad ante la ley,

ocasionando criterios perversos como lo sostenido por tratadistas como Ferri,

quien decía: “la famosa presunción de inocencia debe valer más para los que

tienen buenos antecedentes, y debe valer menos para los otros; porque es

ingenuo colocar como fundamento del proceso la presunción de inocencia,


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17 Manuel Grosso, Los antecedentes penales: rehabilitación y control social, Bosch, Barcelona,
1983, p. 32
7

cuando haya sido cogido en flagrante delito un ladrón habitual o un homicida,

ya condenado por crímenes de sangre” 18.

Al ser empleados los antecedentes penales como indicio de peligrosidad,

en la práctica pueden ocasionar que se estime que la persona que

presumiblemente ha cometido un delito pues posiblemente también tienda a evadir

la acción de la justicia a través de su fuga. Sin embargo, el presente punto

resulta debatible en razón de que:

[L] la habitualidad es un signo de que el imputado no ha conseguido evadirse

de los procesos. El delincuente habitual ya conoce (y por ello teme menos) la cárcel, la

policía sabe dónde está (es conocido por esta agencia de control), no tiene medios para

huir, lo que llevaría a la consecuencia de que sería mejor encarcelar al buen ciudadano,

que es quien más tentado se sentirá de evitar los sufrimientos del proceso penal y más
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aún de la cárcel .

Estimar mecánicamente que una persona por tener antecedentes penales

evadirá su inmediación al proceso, constituye una falacia en razón de que se

les está dando la forma de un indicio de culpabilidad, claramente atentatorio al

estado de inocencia, se les asigna el rol de “peligrosas” sin delito. Los

antecedentes penales generan estereotipos, y los estereotipos facilitan los

prejuicios y esto desemboca en un control social irracional.

El registro de dichos antecedentes “ […] juegan un rol realmente

importante en la selección de la criminalidad, en su creación y represión. Los

antecedentes penales desempeñan la función de reproductores del status social de

delincuente y asimismo la función ideológica y política de auténtica prolongación

de la pena.” 20

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18 Giulio Illuminati, citado por Odone Sanguiné, Prisión provisional …, op. Cit., p. 328
19 Odone Sanguiné, Prisión provisional…, op. Cit., p. 330
20 Ibídem p. 332
8

Con esto, se puede afirmar que si bien la rotulación es un evidente

atentado al estado de inocencia, pues tampoco deja de lado la desigualdad ante

la ley, en donde el sistema penal abarca una población “ […] en que el grupo

humano que domina decididamente es masculino, joven, proveniente de sectores

cadenciados, con oficios manuales o no calificados, no pocas veces configurados

por caracteres físicos, lo que indica que no sólo la cuota de clasismo, sino
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también la de racismo con que el sistema penal opera.”

Constituyendo un control seleccionado y desmedido la existencia de

antecedentes penales, resulta necesario abocar por su supresión, en un afán por

enmarcarnos en un Estado constitucional de derecho y evitar que el Estado de

Policía continúe direccionando nuestros pensamientos y motivando nuestras

conductas.

______________________
21 Eugenio Zaffaroni, “Derechos Humanos y sistemas penales en América Latina”, en Alejandra
Rodenas y otros edit., Criminología …, op. Cit., p. 67
9

BIBLIOGRAFÍA

- Barreto, Tobías, Introducción al estudio del derecho penal, Buenos Aires,

Editorial Hammurabi, 2009.

- Duce, Mario, Fuentes, Claudio y Riego Cristián, “La reforma procesal penal en

América Latina y su impacto en el uso de la prisión preventiva”, en

Riego, Cristián y Duce Mauricio edit., Prisión Preventiva y Reforma

Procesal Penal en América Latina. Evaluación y Perspectivas, Santiago,

CEJA - JSCA, 2009.

- Feuerbach, Anselm von, Anti - Hobbes: o sobre los límites del poder supremo

y el derecho de acoacción del ciudadano contra el soberano, Buenos

Aires, Hammurabi, 2010.

- Hulsman, Louk, “El enfoque abolicionista: Políticas criminales alternativas”, en

Alejandra Rodenas y otros, Criminología crítica y control social, 1.“El

Poder Punitivo del Estado”, Rosario, editorial Juris, Argentina, 1993.

- Lechner, Norbert, “Nuestros miedos”, en Alfredo Rodríguez y Paula Rodríguez

edit., Santiago, una ciudad neoliberal, Quito, Olacchi, 2009.

- Pavarini, Massimo, Control y dominación. Teorías hegemónicas burguesas y

proyecto hegemónico, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2002, 1ª. Ed.

- Sanguiné, Odone, Prisión provisional y derechos fundamentales, Valencia, Tirant

lo blanch, 2003.

- Taylor, Ian, Walton, Paul y Young, Jock, La nueva criminología. Contribución

a una teoría social de la conducta desviada, Buenos Aires, Amorrortu

editores, 2007, 3ª. Ed.

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