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Los hijos

y la
antorcha
♫ Enciende los parlantes.
Hay un período mágico cuando los
hijos se hacen responsables por sus
propias acciones.

Hay un momento maravilloso, cuando los


padres nos convertimos sólo en
espectadores, en la vida de nuestros hijos,
nos alzamos de hombros y decimos:

“Es la vida de ellos”


Cuando contaba con 20 años, estaba en el
pasillo de un hospital esperando a que los
doctores pusieran unos puntos en la cabeza de
mi hijo y pregunté:

¿“Cuándo pararé de preocuparme”?


La enfermera dijo:
¡Cuando salgan de la etapa de accidentes!

Mi papá apenas sonrió y no dijo nada.


Cuando contaba con 30 años, me senté en una
pequeña silla en la clase y escuchaba como uno
de mis hijos hablaba incesantemente
interrumpiendo la clase y moviéndose
continuamente.

Casi como que me hubiera leído la mente, la


maestra me dijo:
¡“No se preocupe, todos ellos pasan por esta
etapa y luego usted, podrá sentarse tranquilo…
relajarse y disfrutarlos”!

Mi papá apenas sonrió y no dijo nada.


Cuando contaba con 40 años, me
pasaba la vida esperando que el
teléfono sonara…

que los autos llegaran a casa…


que la puerta de la casa se abriera.
Un amigo me dijo:
¡No te preocupes, en unos años vas a poder dejar
de preocuparte!.
¡Ellos ya serán adultos!

Mi papá apenas sonrió y no dijo nada.


Ya en mis 50 años, estaba cansado y
harto de ser vulnerable.
Todavía me estaba preocupando
por mis hijos,
pero también ya se notaba una
arruga nueva en mi frente,
aunque no podía hacer nada acerca
de ello.

Mi papá apenas sonrió y no dijo nada.


Yo continué angustiándome con sus
fracasos, apenándome por sus tristezas y
absorbido en sus decepciones.
Mis amigos me decían que cuando mis
hijos se casaran, iba a poder dejar de
preocuparme y llevar mi propia vida.
Yo quería creerles, pero me asaltaba el
recuerdo de la cálida sonrisa de mi papá
y su ocasional:

“Luces pálido hijo, ¿estás bien? ¿Estás


deprimido por algo?"
¿Puede ser que los padres estemos sentenciados
a una vida de preocupaciones?

¿Es que la preocupación por nuestros hijos se entrega


como una antorcha de unos a otros, para que arda en
el camino de las fragilidades humanas y el miedo a lo
desconocido?

¿Es la preocupación una maldición,


o es una virtud que nos eleva a lo
más alto de la vida humana?
Un día uno de mis hijos se irritó conmigo.

Me dijo: ¿Dónde estabas?


¡Desde ayer que te estoy llamando y
nadie me respondía!
¡Estaba muy preocupado!

Y yo solo me sonreí y no dije nada.


La antorcha había sido entregada!!!

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