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Coclé - La Pompeya Americana

Hoy Crónica Subterránea, invita a sumergirse en el estudio de una cultura americana olvidada.
Hablamos de la cultura panameña Coclé. Su existencia salió a la luz, en los primeros decenios del siglo
pasado, y aunque su relevancia no opaca a las siempre altas civilizaciones que otrora reinaron en este
continente, su historia cuenta con datos más que sugerentes, en el siempre intrincado rompecabezas
cultural y arqueológico, que son una constante en el pasado de América.

Coclé fue descubierta por un estudioso norteamericano, Alpheus Hyatt Verrill, 1871-1954, quién
contaba con un extenso currículum. Hijo de un reputado zoólogo, Verrill, además de arqueología
incursionó en la literatura, destacándose también como inventor. Consagró casi toda su vida al estudio
de las antiguas civilizaciones americanas, profundizando en algunos de sus misterios.

Veremos como Verrill al referirse a Coclé, se muestra intrigado, no solo por la repentina desaparición
de esta cultura, sino además por sus curiosas construcciones ciclopéas, a la cual no encuentra
explicación normal. También refiere sobre ciertas anomalías, que son una constante al tratarse de estas
culturas americanas, y que en este blog ya hicimos mención en más de una oportunidad.

La cultura Coclé destaca además, por sus fabulosos trabajos en oro, y una extraña rareza en artesanía
donde se ve una extraña máquina, semejante a las excavadoras modernas, y que explicaría el porque de
aquellas curiosas construcciones ciclopéas que tanto intrigaron al norteamericano [1]

LA POMPEYA AMERICANA

Si conociéramos los relatos de estas civilizaciones pretéritas, sin duda encontraríamos las historias más
románticas y trágicas. Desgraciadamente, estos relatos yacen, por lo general, sepultados junto con los
pobladores que hace tanto desaparecieron, sólo nos llegan de aquí y allá informaciones que nos
permiten conjeturar su destino. Este es el caso de la cultura de Coclé, la cual descubrí en 1924 en

[
Panamá.

Es preciso que no me refiera a ella como a una


"cultura", pues supera tanto a las otras, que es lógico considerarla como una civilización. Mientras en
muchos aspectos es totalmente diferente a otras culturas americanas, en otros en cambio, muestra
notable y sorprendente similitud con culturas y civilizaciones tales como la nicoya, maya y pre-incaica.
Aunque nada definitivo se conozca de su historia y época (salvo lo que podamos conjeturar por los
objetos y utensilios descubiertos y por el estudio de los vestigios), hay buenas razones para considerarla
como la más antigua de las culturas avanzadas en América del Sud y América Central.

La presunción se basa en parte por las alteraciones sufridas por muchas de las obras en piedra; en
parte por el espesor de los depósitos aluviales y de otras clases que fueron acumulándose hasta que la
cultura se perdió; y en parte por el hecho de que muchos de los restos han sido cubiertos por cenizas
provenientes de un volcán cercano. Geológicamente, este volcán nos da una prueba concluyente y una
acertada idea del tiempo que transcurrió desde su última erupción, Dejando de lado la cuestión de la
alteración de la diorita y de otras rocas de esta localidad (asunto todavía no esclarecido), tenemos la
evidencia de su gran antigüedad por los depósitos aluviales y de otra clase. Se han acumulado de cuatro
doce pies de tierra desde que el lugar fué abandonado por esta ignota y culta raza que sólo nos dejó
estos elocuentes y mudos testigos. No es posible justipreciar el depósito anual, pero sea cual fuere, el
espesor del aluvión es tal, que probablemente han transcurrido muchísimos años desde que este pueblo
prehistórico adorara y ofreciera" por última vez sacrificios a sus destronados ídolos.
Sabemos, por de pronto, que este lugar no fué
ocupado desde la llegada de los europeos; de aquí que la capa superficial de légamo que cubre los
fragmentos de vasijas y otros objetos, represente los residuos de por lo menos los últimos cuatrocientos
años. La capa humífera proveniente de la acumulación de residuos vegetales, ha de haber sido
parcialmente incinerada, por quemazones de la maleza y matorrales; y habiendo perdido así su
cohesión, debió ser arrastrada por las lluvias torrenciales. Pero aunque se admita que la mitad haya
sido anualmente destruída y arrastrada, la acumulación no, deberá haber pasado de dos o tres
pulgadas por siglo. Según este calculo se requerirían cuatrocientos años para cada pie de tierra. Una
acumulación de diez pies, indicaría que habrían pasado cuatro mil años desde que fueron erigidos los
primeros monumentos. He dicho "primeros" porque es evidente que el lugar ha Sido ocupado y
empleado durante centenares y quizá millares de años, puesto que en muchos sitios hay restos
enterrados a doble profundidad que otros, en tanto que algunos están a ras de tierra. Pero en todos los
casos se han acumulado sobre ellos varios pies de tierra.

El distrito donde estos restos fueron hallados y donde yo hice excavaciones durante seis meses, es una
llanura horizontal de aluvión, que se extiende entre la costa del Pacífico y las montañas, surcada por
muchas corrientes y ríos, e interrumpida ocasionalmente por colinas o cerros bajos. Exceptuando las
tierras bajas ribereñas, son tierras completamente estériles e inadecuadas para la agricultura. Uno se
sorprende de que este territorio haya sido tan densamente poblado, ya que los pobladores prehistóricos
de esta región, eran, sin lugar a dudas, preeminentemente agricultores. La única explicación parece ser
que en los días en que esta raza vivió aquí, debió tratarse de una región fértil, la que la "tufa" y las
cenizas volcánicas transformaron en tierra estéril y desierta. Hay motivos que abonan esta teoría.
Subiendo por sobre las llanuras hasta el pie de las cordilleras, está el volcán Guacamayo. El cráter
derribado conserva todavía su forma primitiva y está chamuscado; la montaña aún atruena, humea y
arroja agua caliente por sus fumarolas, y en una gran extensión de la llanura hay una capa de cenizas
volcánicas no descompuesta del todo como para formar base sólida. Durante la estación de las lluvias
toda la región comprendida entre la costa y el pie de los cerros, se transforma en un verdadero
pantano; las corrientes inundan las orillas y anegan el llano. En los meses de sequía, las llanuras se
resecan, las corrientes desaparecen o se sumergen en pozos de barro, la escasa vegetación se marchita,
y todo ello se transforma a la postre en un desierto retostado.

Mi aserto de que esta región estuvo alguna vez


habitada. por una numerosa y bullente población, se funda en muchos motivos: 1º) en la enorme
cantidad de tumbas, monumentos ceremoniales, emplazamientos de aldeas y terraplenes; 2º) por el
increíble número de fragmentos de alfarería, piedra y otros objetos, desparramados en una gran
extensión; 3º) por la gran cantidad y tamaño de las estelas, monumentos e ídolos, que sólo han podido
ser trasladados y erigidos por millares de manos trabajando conjuntamente. Finalmente se han
encontrado restos de esta cultura sobre una superficie aproximada de quinientas millas cuadradas.
Pero con ello no quiero afirmar que cada milla cuadrada de esta superficie este cubierta con restos, sino
que en algunas partes los encontramos muy distanciados entre sí, y en otros lugares amontonados sobre
centenares de acres. Entre los restos hay utensilios de cocina, pilotajes abandonados, terraplenes y
emplazamientos de tumbas, templos y aldeas. En algunos lugares sobre las riberas de ciertos ríos, los
vestigios de poblaciones se extienden a lo largo de millas y las capas con objetos abandonados de piedra
y barro, se acumulan en una profundidad de cinco a veinte pies. En otros lugares las tumbas son tan
numerosas que resulta prácticamente imposible cavar en cualquier parte sin descubrir un sepulcro, y
esto a través de una superficie de muchos acres.

Los monumentos de piedra levantados para las ceremonias, son numerosos; hay centenares de
terraplenes bajos y redondeados llenos de utensilios de alfarería y piedra, que probablemente en otro
tiempo fueron cimiento de templos u otras construcciones. Pero el lugar que ha producido la mayor
cantidad de restos, los más finos y asombrosos objetos, y que ha sido el núcleo de la cultura misma, es
un inmenso templo o Jugar de ceremonias que bien podríamos llamar "El templo de los mil ídolos".
Los restos de este enorme y prehistórico lugar de culto, cubren una llanura entre dos ríos con una
superficie de más de un centenar de acres; mas sólo una pequeña parte -alrededor de diez acres- ha
sido desmontada de vegetación y parcialmente excavada. Esta parte es sin embargo la más importante
del conjunte, ya que probablemente fué el centro y lugar más sagrado.
Aunque cuando visité el lugar por primera vez estaba cubierto
por un denso y espinoso matorral y sólo eran visibles aquí y allá los topes de las columnas de piedra, al
desbrozar la maleza, las excavaciones preliminares pronto revelaron la disposición y detalles del
mismo. De norte a sud y de este a oeste, se ven hileras de inmensos monumentos en piedra tallada a
mano, o columnas fálicas, colocadas en un rectángulo casi perfecto. En la hilera del norte había treinta
y uno de ellos, entre los cuales mediaba .un espacio de ocho a doce pies, y extendidos en línea recta de
este a oeste. A un centenar de pies más allá, tanto al este como al sud, dos inmensas columnas de basalto
de más o menos quince pies de altura, y alrededor de treinta pulgadas de base; ambas deterioradas y
caídas a un costado. A una distancia de ciento cincuenta pies al sud de éstas y corriendo de norte a sud,
conté veintisiete columnas. Doscientos cincuenta pies al sud de éstas y directamente en línea con ellas,
otras dos enormes columnas parecidas a las que ya he mencionado. Trescientos pies al oeste de ellas,
existía una línea en semicírculo de veinticinco columnas menores, Trescientos pies al norte de ellas y a
una distancia de trescientos cincuenta pies desde la primera hilera de treinta y una columnas, conté
otras veintiuna, corriendo de norte a sud. Así las tres hileras de monumentos de piedra con los dos
grupos en los rincones, formaban un rectángulo con una superficie aproximada de trescientos por
setecientos pies". Era un patio circundado por las grandes columnas fálicas trabajadas en duro basalto;
muchas de ellas sumamente esculpidas, las que en otros tiempos debieron estar pintadas con alegres
colores, ya que todavía presentan visibles manchas. Esto en sí mismo denota una sorprendente cultura,
y habla elocuentemente del hercúleo trabajo de aquellos habitantes prehistóricos que cortaron,
tallaron, transportaron y erigieron estos pesados monolitos. Pero a medida que el trabajo adelantaba y
se practicaban nuevos hallazgos, aumentaban las maravillas del lugar. Ya en sí mismas las columnas
eran asombrosas. Muchas de ellas alcanzaban de quince a veinte pies de altura por dieciséis a treinta
pulgadas de base; cortadas y conformadas con pie de forma rectangular, octogonal, pentagonal,
cilíndrica o elíptica; algunas de ellas cubiertas con esculturas simbólicas y glifos que parecen ser
caracteres de significación desconocida.
¿ EXCAVADORA O ANIMAL MÍTICO?

Pero en las proximidades de este lugar, no se encuentra piedra de esta clase. Según revelan las últimas
investigaciones, hay una cantera en un cerro ubicado a muchas millas de distancia en la margen
opuesta de un anchuroso río. Parece algo más que un acto sobrehumano la extracción y el corte de estas
piedras -aunque tuvieran los clivajes naturales de basalto-, el transportarlas por tierra a través de
muchas millas de distancia, y el haberlas pasado a través de la corriente. Realizarlo con los mismos
fines pero valiéndose de los equipos modernos, no hubiera sido empresa fácil aún empleando varios
meses de trabajo. Sin embargo, la gente prehistórica que preparó y arrastró las inmensas columnas a
este gran lugar de culto, sólo contaba con sus propias manos, con cuerdas, quizás con rodillos y con las
más toscas herramientas. Aunque trabajaran y se sacrificaran centenares de obreros deben de haber
sido necesarios años, décadas o quizás siglos para transportar desde la distante cantera hasta el templo,
los centenares de monolitos con varias toneladas de peso cada uno de ellos. Uno se maravilla de la
sublimidad de aquella fe, de la sinceridad, de la creencia en los dioses; fe que guió y mantuvo firme a
esa raza para el cumplimiento de esta tarea mes tras mes y año tras año, hasta culminar con la total
edificación del templo.

En ocasiones su esfuerzo tiene que haberles parecido desesperado. Cantidad de las columnas más finas
se resquebrajaron y destrozaron al ser trasladadas, y todavía las encontramos tal cual las dejaron
abandonadas por el camino. Después que las piedras más grandes llegaron intactas a su destino, recién
comenzó la obra. Aun las menores columnas son tan pesadas que ocho o diez de mis más robustos
peones encontraron difícil el alzarlas o moverlas; de modo que nosotros no concebimos cómo o de qué
medios se sirvieron los ya olvidados constructores del templo para levantar estos inmensos monolitos en
posición perpendicular, colocarlos en línea recta y tan firmemente plantados, que aún permanecen en
pie.

Aún son más notables, interesantes y testigos mudos de este inexplicable trabajo, las incontables
imágenes de piedra que han salido a la luz del día mediante las excavaciones. Estas, como las columnas,
aparecen ordenadas en filas regulares de norte a sud, y en todos los casos con las caras mirando al este.
Al este del grupo de veintisiete columnas, había dos hileras de estas imágenes de piedra. Seis pies al
oeste de la misma hilera de columnas, existía una segunda línea de ídolos que en su mayoría eran
zoomorfos. Seis pies al oeste de ellos otra fila de ídolos representando figuras humanas. Treinta pies al
oeste de éstos, otra hilera de figuras humanas, y seis pies al oeste de ellas una nueva línea con figuras
zoomorfas. Es claro que originalmente los ídolos han de haber estado colocados a distancias iguales
entre sí (cada seis pies) pero al correr de los años muchos han de haberse destruído, otros se han
derrumbado a uno y otro lado, no pocos deben de haberse quebrado y sus fragmentos se han esparcido,
en tanto que los que han permanecido en pie están mutilados o desgastados.

Justamente en el centro de esta superficie, y enterrado a quince pies desde la superficie del suelo, se
halló una enorme columna de piedra de más o menos veinte pies de largo y dos de base,
cuidadosamente cortada y trabajada. La parte inferior todavía permanecía en posición perpendicular
pero la parte superior se había quebrado en ,tres secciones, cada una de las cuales se hallaba a mucha
distancia de las otras dos.

En la base de este monolito central encontré cuatro figuras de piedra una representando a un hombre,
otra a una mujer con un niño en brazos una tercera a un jaguar y la cuarta a un ave; probablemente
debieron simbolizar los cuatro puntos cardinales. De esta columna central con sus ídolos de piedra, se
comprende la disposición total del lugar, ya que los ídolos y columnas irradian de esta columna central,
que a no dudar debió simbolizar al sol y sus rayos. En la base de este monumento central como también
en las bases de todas las otras columnas, había grandes piedras, o trozos de cuarzo semitranslúcido, o
bien de jaspe rojo y amarillo artificialmente cortado, pulido y alisado en la cara superior.
Evidentemente deben de haber servido para dos fines como altares para sacrificios y como apoyo para
columnas e ídolos ya que algunos aparecen sumamente esculpidos alrededor de su circunferencia; uno
de ellos magníficamente tallado con un reborde labrado representando a un lagarto gigantesco o a un
caimán. También en infinidad de ellos se encontraron restos de esqueletos humanos -dientes y trozos de
huesos calcinados- entre el carbón vegetal mezclado con la arena, que han tomado la contextura de la
arenisca.

Muchos de los ídolos o figuras de piedra de esta cultura, son maravillosos ejemplos de talla prehistórica
en piedra. Su tamaño varía desde algunas pulgadas hasta siete pies de altura, y representa seres
humanos, aves, reptiles y prácticamente todos los cuadrúpedos de la región. Algunos representan
hombres sentados sobre tronos constituídos por serpientes enroscadas, o aparecen sobre sillas o
taburetes, sostenido por figuras humanas más pequeñas, o bien en pie sobre animales estilizados. En
muchos se ve representada esa figura, jorobada tan peculiar que ya he mencionado y muy común a
través de Centro y Sud América; una de ellas muestra una pareja como de mellizos siameses unidos por
las espaldas, En otra se ve a un jaguar o puma con sus garras clavadas en un hombre herido, mientras
que una nueva figura es la de un jaguar que aprisiona a un niño en sus fauces. Una última figura
humana que se acaricia la barba con la mano se caracteriza por un notable y extraño parecido con el
tipo asirio.

Como regla general las figuras humanas tienen una mano sobre el abdomen y la otra sobre el pecho
(como las figuras típicas de Tiahuanaco), pero hay otras con las manos sobre las rodillas. Es raro que ni
una sola figurilla esculpida o tallada esté representada ni con el más somero indumento; lo más
parecido a ropaje sería un cordón con amuletos alrededor del cuello, tal como se ve en los ídolos más
grandes y hermosos. Pero en todos los casos las figuras se ven minuciosamente talladas y llevan tocados
muy característicos. Se podría deducir que tratábase de una raza nudista, mas, sin embargo, la
presencia de husos pesados indican que conocían el hilado y seguramente la técnica textil.

Varía muchísimo el tipo de construcción de los ídolos, en lo cual vemos no sólo un perfecto
encadenamiento en la evolución que sufrió la escultura en piedra, sino también el largo lapso
transcurrido entre que el templo se comenzó y se terminó. Las figuras que están más abajo, son toscas,
arcaicas y sumamente deterioradas; mientras que las más cercanas a la superficie están
magníficamente cortadas, poseen más detalles y se hallan en perfectas condiciones. Pero en todos los
casos, las figuras o partes esculpidas, se alzan sobre pedestales o columnas de forma cilíndrica o
cuadrada, suavemente aguzadas desde su base y hermosamente trabajadas.

El más asombroso de los ídolos es uno con la figura tan parecida a la de un elefante, que no nos
convence ninguna de las teorías corrientes que lo explican como estilización o exageración del tapir, o
del ara o del oso hormiguero, No sólo esta figura muestra una trompa, sino que además ofrece orejas
parecidas a hojas. Las rodillas aparecen dobladas en ángulo hacia adelante, tal como las de los
paquidermos. Además presenta una especie de fardo atado al lomo. Es increíble que hombre alguno
haya podido imaginar un ser con orejas apantalladas y con rodillas posteriores tal como las del
elefante; pero es increíble también que alguien haya podido convencionalizar al tapir hasta tal punto. A
mi modo de ver no hay duda de que la gente que construyó este templo de Panamá, y que había
alcanzado tal grado de cultura, o debe haber visto a los elefantes, o al menos domesticado alguna
especie de mastodonte, o acaso haber estado en comunicación directa y frecuente con el Oriente,
oyendo de algún oriental la descripción de dicho animal. Hasta que no se ofrezca mejor explicación, no
veo otra manera de Interpretar la presencia de esta figura.

Uno de los rasgos más notables de esta antigua cultura es la gran cantidad de cerámica que aparece por
doquier. Los sepulcros abundan de ellas; cada, columna y cada ídolo están rodeados por masas
compactas de cerámica de varios pies de espesor; y en una extensión de centenares de acres es
imposible sacar una palada de tierra sin revolver trozos de ella. Tanto esta acumulación de alfarería
como la de figuras de piedra, muestran a las claras la evolución de la cultura y su antigüedad. La capa
inferior -de diez a veinte pies bajo la actual superficie del suelo- es de un tipo tosco y rudimentario, con
pocos adornos; a lo sumo hay grabados sencillos y dibujos o adornos burdamente modelados,
representando formas animales o cabezas humanas. Por encima de ésta y próxima a la superficie, la
alfarería es de una calidad y belleza sin par dentro del arte prehistórico de la cerámica americana.
Cierto es que la característica de esta cultura es la hermosura el colorido y los motivos de su cerámica.
Con sólo echar una ojeada a los ejemplares obtenidos, se comprende el alto grado de perfección al que
hablan llegado .en dicho arte. Algunas piezas podríamos estimarlas como provenientes de Méjico, otras
son sorprendentemente parecidas a los ejemplares del Ecuador, Perú y Bolivia, pero la mayor parte son
completamente diferentes de las hasta ahora conocidas por los arqueólogos.

Son muy comunes las formas que representan aves convencionales, reptiles, cuadrúpedos y seres
humanos. Otras son del tipo retrato (tan abundantes en la alfarería incaica y. pre-incaica ) y entre ellas
hay numerosas figurillas de aves, cuadrúpedos y seres humanos. Por su forma y tamaño podemos
alinear las vasijas desde las pequeñas tazas y "bowls", hasta las grandes fuentes, cacharros y enormes
urnas funerarias. Prácticamente están representadas todas las formas ya conocidas, además de otras
que son las típicas de esta cultura. Una de ellas es una forma cuadrada o rectangular' otra es una vasija
esférica terminada en un cuello largo y fino como de un botellón; y todavía hay una tercera parecida a
una tetera con pico y asa. Salvo pocas excepciones, las vasijas tienen base circular y en todos los casos
(aunque las más grandes tengan dos o más pies de diámetro) todas son tan extraordinariamente
perfectas que parece imposible que hayan sido fabricadas sin la ayuda de la rueda de alfarero. En
muchos casos los dibujos pintados sobre la alfarería son muy notables y aparentemente representan
seres de tipo prehistórico. Hay uno que podemos interpretarlo como si se tratara de un pterodáctilo o
lagarto volador, con los mismos detalles característicos de los de la famosa "serpiente emplumada" del
antiguo Méjico. Este tema de la serpiente, reaparece con frecuencia en muchas formas, pero por lo
general los dibujos de animales son tan exactos que son fácilmente reconocibles. Sin tomar en cuenta la
figura central o más importante del motivo, esta alfarería se distingue por el uso de la voluta, que es de
un tipo especial y complicado. A veces las mismas volutas aparecen como dibujo decorativo; en otros
casos están combinadas con otros dibujos; a menudo las figuras de hombres y animales aparecen
hechas con espirales hábilmente dibujadas y combinadas hasta lograr la forma deseada.

Pero el rasgo sobresaliente de esta cerámica, es la predominancia de artículos policromados y los


colores empleados. No sólo usaron los colores corrientes tales como el negro, blanco, marrón, ocre y
rojo con sus infinitas combinaciones y tonalidades, sino que además emplearon el azul vivo, el púrpura,
el delicado color lavanda, el rosado, el anaranjado y otros. Sin embargo, el verde no aparece;
probablemente debió estar prohibido o ser considerado como maléfico, ya que dicho color era común
en los alrededores.

Los adornos son escasos. Se han encontrado algunos de arcilla para las orejas; algunos alfileres para los
labios trabajados de un material negro lustroso; objetos de loza; otras cuentas de piedra; y yo he
obtenido una hermosísima argolla para la nariz. Se trata de un magnífico ejemplar de artesanía:
cortado de una piedra roja, y en los dos extremos donde se apresillaba al tabique de la nariz, terminado
en perfectas cápsulas de oro. Aparte de estos fragmentos de dicho metal, no se ha encontrado más oro,
aunque en los sepulcros de otras razas prehistóricas de Panamá, fueran frecuentes los adornos de ese
metal.

Se hallaron numerosas piedras labradas, pero ninguna del tipo ornamental, que en otras partes de
Panamá y Centro América son tan abundantes; mientras que la gran cantidad de herramientas
encontradas, armas y otros utensilios pétreos, pertenecen al tipo más primitivo y rudimentario.
Cotejando la hermosa alfarería y los espléndidos trabajos de piedra con los más irreconocibles útiles
del mismo material, resulta difícil creer que hayan sido producidos por la misma gente la mayor parte
de los instrumentos de piedra son del tipo chellean; a menudo se trata de simples trozos de piedra
apenas conformados o martillados toscamente; los arcos y lanzas tienen las extremidades mal hechas,
son toscos y torcidos. Sin embargo, aparentemente, la raza debió progresar en el arte de fabricar
instrumentos de piedra, porque en todas partes se han encontrado hachas, pinceles, etc., bien
conformados, cuya superficie ha sido pulida, Todavía se han hallado pocos de estos hermosos
ejemplares pero tenemos varias herramientas parecidas a punzones y cinceles, muestras elocuentes de
la industria.

Si se está de acuerdo con la conocida teoría de que los artesanos prehistóricos se valían sólo de sus útiles
de piedra, no nos explicaríamos como una raza que desarrolló hasta tan alto nivel la escultura en
piedra, no tuviera en dicho material instrumentos equiparables. Para cortar y esculpir formas
humanas y de animales en los inmensos bloques de piedra tales como los del templo de Coclé, se habrá
requerido por lo menos para cada uno la duración de una vida. Pero mientras no haya otras
explicaciones y demostraciones, tendremos que creer que ése fué el caso, o confesar que es un misterio
no develado aún.

Desgraciadamente la mayor parte de la alfarería encontrada, ha sido rota intencionalmente,


-"asesinada" o sacrificada- durante los entierros, ritos ceremoniales y religiosos, tal como es tradicional
entre muchas de las tribus actuales. Ya he dicho que 105 trozos, los instrumentos y utensilios de piedra
rotos están esparcidos sobre una extensa superficie, pero aun en mayor cantidad los encontramos en el
templo, especialmente alrededor de las columnas e ídolos. En muchos casos las vasijas de loza están
destrozadas a pedradas, y hay piedras mezcladas entre sus trozos. Prácticamente todas las columnas e
ídolos tienen manchas coloreadas, debidas a las vasijas de arcilla arrojadas contra ellas.

En infinidad de lugares los fragmentos de alfarería, de metales y de herramientas se han amontonado


en tal cantidad y en forma tan compacta, que constituyen el ochenta por ciento del depósito o suelo, el
cual se ha endurecido tanto que parece un bloque de ladrillo de seis a diez pies de profundidad. lo
mismo ocurre en los sepulcros. Evidentemente la costumbre de este pueblo debió ser colocar a sus
muertos en una inmensa urna, y ésta a su vez en una tumba forrada de arcilla; para luego cremar el
cuerpo, al incendiar la tumba; con ello no sólo se calcinaba aquél, sino que también se horneaban las
paredes y el piso de aquella tumba hasta dejarlos duros como ladrillos. Naturalmente que también los
amigos y los deudos debieron permanecer en pie a su alrededor, formulando ofrecimientos y arrojando
al fuego los utensilios y su más fina alfarería. Se supone así puesto que en casi todos los casos, los restos
de las inmensas urnas funerarias están rodeados por carbón vegetal, y además completamente
enterrados entre los fragmentos de herramientas, útiles de piedra y vasijas de arcilla.

Sin embargo, por lo que parece, de vez en cuando se habrían hecho sepulcros secundarios, seguramente
reservados para determinado propósitos o personas. En la parte posterior de la fila de columnas en
semicírculo, al sudoeste del templo, fueron profanadas otras dos de estas tumbas secundarias. los
esqueletos habían prácticamente desaparecido, pero la colocación quedó revelada por las huella de los
huesos en la arcilla endurecida y por algunos fragmentos de dientes los huesos habían sido colocados en
pequeñas pilas bien ordenadas, con los cráneos mirando al este. Una tumba hallábase en un metate sin
patas, y otra cerrada con una piedra chata, pero ambas rodeadas por cantidad de vasijas en miniatura,
herramientas de piedra, etc. Cerca de ellas se encontraron rastros de un tercer sepulcro, mezclado con
carbón vegetal, colocado .sobre una piedra de cuarzo encima de la base de una columna de piedra, y
tallada una figura de hombre con un tocado de plumas. Todo esto parecería indicar que la tumba
perteneció a un rey, jefe o sacerdote.
Aunque este templo ha sido, sin lugar a dudas, el sitio más importante para las ceremonias y para el
culto de las gentes, parece evidente que los ceremoniales y sacrificios, tanto como los ofrecimientos de
utensilios y demás, no se limitaban a este único lugar. En otros lugares ocupados por esta raza
prehistórica, hay también filas similares de monumentos de piedra, aunque más pequeños; todos con
sus característicos altares, algunos ídolos y cantidad de esos útiles sacrificados -"asesinados"- aunque
en menor escala. En otras palabras: el templo principal correspondía a una gran catedral, y los otros
emplazamientos menores equivalían a nuestras iglesias y capillas.

Resulta sumamente interesante conocer cómo vivía esta gente, cuáles eran sus costumbres y creencias,
qué clase de viviendas habitaban y cuál fué su aspecto físico. Pero sobre estos temas poco se puede
adelantar. Podemos asegurar que iban desnudos, que escaseaban sus adornos, que eran religiosos
fervientes y, sobre todo, muy industriosos. Sin duda alguna fueron agricultores y debieron ser pacíficos,
a juzgar por las pocas armas de guerra o caza halladas entre sus restos. Pero la presencia de redes de
pescar sumergibles, algunos arcos, flechas, huesos de animales y pescados, y numerosas conchas de
chama perforadas, prueban que debieron cazar y pescar en cierta escala.

Sabían cómo hilar el algodón; empleaban el hilo, cordones y cuerdas, pues éstos están representados en
las tallas y en la cerámica; también muchas de sus vasijas de alfarería tienen asas en forma de cuerda.
No es que simplemente estén trenzados representando una cuerda, sino que realmente aparecen hechos
con tres cabos: exactamente como las cuerdas modernas. Probablemente tenían hamacas; pero como no
se han encontrado restos de viviendas de piedra, podemos asegurar que debieron alojarse en viviendas
de madera o caña con techos de paja, ya que éstas eran más apropiadas al clima y a la región que si
hubieran sido construí das en piedra. Por la disposición del templo, estamos en condiciones de asegurar
que eran heliólatras; por el número y estilo de los ídolos y efigies, se deduce que debieron reverenciar a
muchos seres sagrados, y que creían en la serpiente emplumada. El hecho de que ellos "mataran" o-
sacrificaran su alfarería indicaría que pensaban evitar así que los malos espíritus entraran y se
quedaran en ellos. Algo por el estilo practican actualmente los indios guaymís, al norte de Panamá.
Durante sus ceremonias estos indios se munen de numerosas figurillas de arcilla representando
animales, seres humanos e imaginarios. No son ídolos, sino "buenos espíritus" y deidades benignas que
actúan "delegados" (es decir, como por poder) de las personas imposibilitadas de asistir. Al finalizar la
ceremonia se rompen o "sacrifican" y se queman en el fuego sagrado para prevenir de este modo que
los malos espíritus tomen posesión de estas efigies.

Si sustituímos una columna de piedra o ídolo del mismo material por el fuego sagrado (aunque
seguramente los fuegos sagrados y estos sacrificios probablemente estuvieran en auge en aquel tiempo)
podríamos comprender fácilmente por qué los prehistóricos ciudadanos de Coclé destruyeron su
alfarería, utensilios y otros objetos durante sus ceremonias rituales. Tal vez estimaron mucho más
eficaz sacrificar sus cosas valiosas que inmolar a personas y animales. Pero conjuntamente debieron
hacer sacrificios de alimentos, puesto que entre los restos de alfarería abundan conchas marinas,
esqueletos de pescados e incluso huesos de otros animales. Como el templo o lugar de ceremonias ha
sido usado sin lugar a dudas durante muchas centurias, no es de sorprender se hayan amontonado tal
cantidad de objetos rotos alrededor de las columnas y de los ídolos sagrados.

Acerca del aspecto físico de esta gente, no podemos formular sino meras conjeturas. Sin embargo, ya
que otras formas fueron pintadas con fidelidad, no hay razón para estimar que sus dibujos y esculturas
sobre seres humanos no sean igualmente exactos. Partiendo de esta hipótesis, los describiremos
fácilmente: debieron ser altos, bien formados, musculosos. Las cabezas eran del tipo más bien redondo
que ancho; en algunos casos los cráneos aplastados artificialmente; las facciones no se asemejan a los de
ninguna otra raza americana conocida. En ninguna parte encontramos la nariz grande y en pico,
peculiares en las tallas aztecas y mayas. En ninguna parte tampoco, las grandes narices aguileñas de las
razas pre-incaicas e incaicas, como tampoco los ojos oblicuos y mongólicos. La nariz representada tiene
siempre un puente bien formado, es recta o ligeramente aguileña, y las ventanas de la nariz son
estrechas. Los ojos son grandes y rectos y bien separados entre sí; los labios son más bien carnosos y
gruesos, y el mentón es huidízo. No podemos decir si la piel es clara u oscura, pero si podemos asegurar
que llevaban los cabellos largos, trenzados o retorcidos a la espalda como una especie de cola; o bien
trenzados en forma complicadas sobre la parte superior de la cabeza, o bien cubiertos con una especie
de bonetes muy ajustado y adornado.

Ahora bien. ¿Por que desaparecieron los habitantes y creyentes de este templo? ¿Qué fue lo que
ahuyentó o barrió a la numerosa población en forma tan completa que no dejaron ni descendientes, ni
tradiciones ni anotaciones que nos dijeran que rumbo tomaron y de dónde provinieron? ¿Cuál fue la
catástrofe que destruyó la raza y su avanzada cultura? Con semejantes preguntas nos enfrentamos al
estudiar los restos de otras civilizaciones americanas prehistóricas, en las que aún hay misterios sin
descifrar; pero en el presente caso la respuesta es sencilla. Podemos explicar la presencia de tales ruinas
y restos, basándonos en la teoría que se produjo una serie de terribles terremotos, acompañados por
erupciones volcánicas. Sólo un terremoto puede haber sacudido las imágenes y las inmensas columnas
de piedra. No hay otro factor que haya podido destrozarlas, lanzarlas a tal distancia, y en todas
direcciones. En muchos casos los monumentos de piedra más grandes están enteramente destrozados,
pero las bases permanecen sólidamente fijas y en posición perpendicular con respecto al suelo; en
tantos que las partes superiores han dado una semivuelta, o bien la sección central dista más del zócalo
que del remate superior.

En muchos casos los ídolos más grandes han sido encontrados boca abajo, con el pedestal en la parte
superior; otros han quebrado, y las cabezas de las figuras se han hallado a un centenar de pies de los
troncos. Todavía habla más elocuentemente a favor de la tesis sobre los terribles temblores de tierra, el
hecho que los estratos de arcilla dura y resistente, o capa de tierra sobre la que fueron puestos los ídolos
y columnas, se hallan levantados en algunos lugares, y movidos en forma tal que presentan una
superficie ondulada. Más aún: en muchos sitios los restos de sepulcros y de las poblaciones están
cubiertos por una fina capa de cenizas volcánicas; en cierto lugar yo logré obtener muchos fragmentos
y hasta vasijas todavía intactas, enterradas bajo una capa de cenizas con más de nueve pies de espesor.
Es claro que cuando se depositó, esta ceniza debió estar caliente, y de ahí que quedara adherida a la
alfarería.

En mérito a lo expuesto podemos abrigar la certeza racional de que la destrucción de esta cultura fué el
resultado de una de las erupciones del volcán Guacamayo, situado apenas a seis millas del
emplazamiento del templo. Si tal erupción fué acompañada por otros fenómenos aun más desastrosos,
como ser terribles temblores de tierra y levantamientos, éstos debieron causar aún más perjuicios que
la caída de las cenizas y que el barro rojo y caliente. No es difícil el imaginarse a la aterrorizada
población huyendo despavorida al comenzar la catástrofe, precipitándose tumultuosamente desde sus
hogares ya arrasados, hasta el templo. Podemos pintarlos esforzándose por aplacar a sus dioses, con
sacrificios al por mayor, y destruyendo alocadamente al pie de sus ídolos sus más preciados bienes.
Incluso es fácil visualizar cómo debió culminar su desesperación cuando los temblores azotaban la
tierra, cuando el suelo se levantaba para luego hundirse, cuando se derribaban y destrozaban sus
sagrados monumentos e imágenes.[2]

Dada la naturaleza horrible de los hechos, posiblemente todos debieron sucumbir por la intensa oleada
de calor, por los gases venenosos y por el cegador polvo desprendido del volcán en llamas.
[1] En el Retorno de los Brujos de
Bergier y Pawles, hay una referencia a este singular estudioso más que atendible:
"El arqueólogo americano Hyatt Verrill consagró treinta años a la busca de las civilizaciones
desaparecidas de la América Central y de la América del Sur. Según él, los grandes trabajos de los
antiguos no fueron realizados con útiles de tallar piedra, sino con una pasta radiactiva que roía el
granito: una especie de grabado a escala de las grandes pirámides. Verrill pretendía haber visto en
manos de los últimos hechiceros esta pasta radiactiva, legada por civilizaciones todavía más antiguas.
En una novela muy buena, The bridge of Light, describe una ciudad pre-inca a la que se llega por

[2]

[1]

En el Retorno de los Brujos de


medio de «un puente de luz», un puente de materia ionizada, que aparece y desaparece a voluntad y
permite franquear un desfiladero rocoso, de otro modo inaccesible. Hasta sus últimos días (murió a los
ochenta años), Verrill afirmó que su libro era mucho más que una leyenda y su esposa, que le
sobrevivió, sigue afirmándolo".
[2] Llama la atención el hecho que que en la leyenda de los aztecas o mito de los toltecas, se hable de
una violentea erupción volcánica cerca de la ciudad de Tollan, en la que los jefes de dicha ciudad
ordenaron que se hicieran sacrificios en masa para aplacar a los dioses. Aunque sin lugar a dudas hubo
erupciones de igual índole que destruyeron en muchos lugares los emplazamientos prehistóricos, lo que
realmente debió ocurrir en Coclé es sorprendentemente parecido con cierta antigua leyenda nahua. No
es imposible que la leyenda tenga su origen en la erupción de Coclé. Hay pruebas que una erupción
desvastadora condujo a sacrificios en masa, cosa que sabemos también ocurrió en Coclé. Pero también
hay probabilidades de que muchos escaparan, ya que en el lugar del templo no hay indicios de que las
cenizas o polvos cayeran sobre él. Además, indudablemente aquellos que pudieron sobrevivir
encontrarían que sus dioses eran impotentes para ayudarlos en aquel trance, y buscarían algún refugio
en su huída. También parece indudable que tuvieran canoas en los ríos cercanos, y algunos pudieran
huir con ellas, mientras que otros debieron escapar a pie, hacia el norte y hacia el sud. Diseminados por
todas partes, deben haber retrogradado a su estado salvaje primitivo y haber perdido, al mezclarse con
otras razas) su pasada cultura e identidad, tal como aconteció en casos semejantes. Mirado desde otro
punto de vista, también podrían haber llevado con-sigo su cultura, y ya entre otras razas aumentado,
prosperado y creado hasta nuevas culturas y civilizaciones; y éstas, aunque bajo apariencias diferentes,
podrían mostrar la –la influencia de las artes y la cultura de Coc1é. Hay numerosas razones para
creerlo así, a lo que en posteriores capítulos aludiré detalladamente. (N. de! Autor.¡)

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