Mucho de lo que expresamos en la vida cotidiana tiene un carácter pre-
refelxivo, es decir, que muchas ideas, palabras o conceptos que utilizamos para referirnos a una situación o un hecho en particular, lo hacemos sin caer en la cuenta de lo que en sí mismo, expresan esas ideas y palabras. Esto no debe conmovernos demasiado, dado que es parte de nuestro modo de estar en el mundo, no sólo en nuestro país o cultura en particular, sino en general, en todos los espacios o contextos humanos. Recién cuando nos ponemos a pensar y/o reflexionar sobre aquellas ideas o conceptos que utilizamos a menudo, logramos caer en la cuenta del sentido real de lo que deseamos expresar y de lo que en sí mismo expresan dichas palabras e incluso acciones. Esto es lo que se denomina como tematización de nuestras ideas previas, encontrar el sentido de las cosas que decimos o hacemos luego del proceso de reflexión.
Sucede esto cuando hablamos, por ejemplo, de la cultura y utilizamos esta
palabra para diversos fines (decimos que una persona tiene cultura cuando tiene un cierto grado de desarrollo intelectual, o decimos esto o aquello es cultural para referirnos a costumbres arraigadas, etc) Lo que me propongo en este breve espacio que se me concede generosamente, es precisamente reflexionar acerca de este término tan importante para nuestras vidas y para el desarrollo de nuestro país. Para ello, he separado este artículo en tres momentos: 1) reflexionar sobre el concepto de cultura y sus distintos niveles de articulación. 2) apuntar brevemente sobre el hecho innegable de la diversidad cultural desde un enfoque ético, señalándolo como multiculturalismo y 3) reflexionar brevemente sobre el horizonte deseable de relaciones entre distintas culturas, al cual denominaremos interculturalidad.
CULTURA. Inevitablemente somos seres culturales. Esto quiere decir que
nuestras identidades personales se configuran a partir de la pertenencia a un espacio, grupo o modo de vida que otorga una serie de significados y sentidos a lo que somos y a lo que hacemos. Es desde ahí, que el término cultura, se puede definir como el espacio (entendido como contexto) donde los seres humanos adquieren significados, modos de vida particulares, creencias, expresiones y costumbres, así como la inserción en una gama de tradiciones e historia, todo lo cual configura una particular mirada y percepción del mundo que nos rodea. La palabra cultura proviene del vocablo griego ethos y su traducción más temprana fue el de morada, como aquel espacio donde los animales –de modo genérico- y los hombres - de modo particular como especie- se encontraban a resguardo de lo externo. Sin embargo, en dicha morada, no sólo se estaba a salvo del mundo externo y se experimenta un sentido de protección, también, se constituían comunidades con modos de vida, costumbres y actitudes particulares diferentes a las de otras “moradas” en el mundo. En ese sentido, la convivencia que se entablaba entre aquellos que compartían dicho espacio era clave para que se constituyan aquellas prácticas particulares e identificatorias en cada grupo. Lo dicho anteriormente no tiene la pretensión de agotar la definición de cultura ni mucho menos. En realidad, la definición de cultura es compleja porque alude a lo propiamente humano y todo lo que tiene que ver con los asuntos humanos guarda en sí complejidades difíciles muchas veces de explicar. Aun así, deseo profundizar un poco más acerca del significado del término cultura, situando la definición en tres niveles trabajados por Paul Ricoeur y reflexionados por Xabier Etxeberria en una publicación reciente (Etxeberria, 2004). Dichos niveles comprenden lo siguiente:
1. El nivel de los Instrumentos. Este nivel comprende el conjunto de
medios y mediaciones que permiten a una colectividad crear nuevos bienes para su subsistencia y desarrollo. De tal modo que, entre estos medios tenemos de manera específica las herramientas y las máquinas que son capaces de elaborar los grupos humanos, y que sirven como medios – instrumentos- capaces de colaborar en el desarrollo de la comunidad. La historia nos muestra muy bien esta dinámica creativa en la que los hombres y mujeres a lo largo del tiempo han creado diversos instrumentos con la finalidad de lograr sus expectativas grupales y también como modo de subsistencia, como ya mencioné antes. Esto va desde la creación de instrumentos de caza, cuando los primeros pobladores se asentaron en territorios de modo permanente, hasta el descubrimiento de la rueda y últimamente todo lo que implica el desarrollo industrial y tecnológico. Dentro de la gama de medios creados y diseñados por los seres humanos, no sólo tenemos las herramientas y las máquinas. También entra a tallar en este punto, todo lo referido a los saberes, en especial el saber científico orientado a la técnica, como medios que han de permitir, precisamente, el desarrollo de la colectividad. Las características de este nivel son dos en especial: 1) estas adquisiciones, guiadas por la dinámica de la invención y la creación (poesis), son acumulables en el tiempo: la invención de la rueda, por ejemplo, llevada a cabo hace muchos siglos, es todavía un bien que se utiliza hasta nuestros días y que representa un medio valioso. 2) dichas invenciones y herramientas son fácilmente transferibles de una cultura a otra y esto lo sabemos por experiencia, aun cuando unos grupos culturales posean, en mayor medida estos medios, que otros. 2. El nivel de las instituciones. Las cuales se refieren a las formas de existencia social y que comprenden los aspectos jurídicos, políticos y sociales, mediante los cuales los hombres y mujeres regulan sus relaciones entre sí, desde un punto de vista normativo. Sin estas estructuras institucionales, las personas vivirían en el estado de vida que Rosseau denominó como "el estado de naturaleza", donde, sin ninguna regulación en el nivel de las relaciones, los hombres se encontrarían en constante estado de guerra por satisfacer sus pretensiones individuales. Es por ello que los distintos grupos culturales han tenido como necesidad desarrollar un aparato que norme la convivencia al interior del grupo, de tal modo que existan parámetros a las relaciones entre los sujetos, así como la posibilidad de desarrollo de planes de vida particulares sin afectar los planes de los otros miembros de la comunidad. Dichos aparatos se convierten en estructuras permanentes, lo cual nos conduce a la organización de la vida institucional. Las características de este nivel son dos: 1) la concreción de las instituciones están sujetas a las dinámicas del poder y 2) son más específicas de cultura a cultura, por lo cual, más difícilmente transferibles. 3. El nivel ético-simbólico. Este nivel representa el aspecto nuclear de una cultura, es decir, representa su aspecto fundamental e imprescindible. Se puede describir este nivel en tres esferas, yendo desde lo más superficial (superficial aquí no representa una categoría de valor peyorativa) a lo más íntimo. 1) en la primera esfera –o capa podríamos decir- se encuentran las costumbres que tienden a guiarse por la inercia, es decir, por el devenir mismo de la dinámica comunitaria. 2) en la segunda esfera, bajo la superficie de la primera, se encuentran las tradiciones o memoria viva de una comunidad, que se va actualizando en el transcurrir mismo de la historia de la colectividad y 3) la última esfera, decisiva en la constitución de un grupo cultural, se encuentran “el conjunto de imágenes y de símbolos por el que un grupo humano expresa su adaptación a la realidad, a los otros y a la historia, afirmando de ese modo su propia existencia y valor. Aparece aquí la visión del mundo, la dimensión de lo sagrado, los sistemas de valores, la relación con la naturaleza, la concepción del tiempo, etc” (Etxeberria, 2004, pp 30). Esta última esfera representa el aspecto fundamental de la constitución de una cultura, puesto que es, en esta esfera, donde un grupo cultural se define desde su carácter mítico- simbólico, donde adquiere su sentido moral y a la vez imaginativo, es decir, lo que en buena medida definirá su identidad particular. Por ello esta esfera marcará la singularidad de las civilizaciones de un modo más profundo, ya que es aquí donde las culturas desarrollarán lo que es propio de cada una de ellas y por lo tanto las identificará con relación a los otros grupos humanos. Asimismo, este nivel determinará la concepción ética singular de los grupos humanos reasumiendo en cada momento aquel ethos del que forman parte.
La presentación de estos tres niveles en los que se define una cultura, no
implica que éstos se tomen de modo separado, como compartimentos estancos. Por el contrario, todos ellos –los niveles- expresan una unidad de sentido y una articulación constante, conformando un todo organizado. No es posible hablar del nivel instrumental – aún cuando dicho nivel se puede presentar como el más neutro, dado su carácter transferible- al margen del institucional, puesto que será este último nivel el que en buena medida influirá en las transformaciones del nivel instrumental y viceversa. Asimismo, no es posible pensar en el nivel institucional al margen del nivel ético-simbólico, puesto que es éste el que le da sentido al otro: de los ideales éticos y de las imaginaciones simbólicas es que nacen las instituciones como modos de concreción de aquello que una comunidad se imagina y proyecta ser.
Lo dicho anteriormente no deja de lado la posibilidad de que se den tensiones
entre los distintos niveles que configuran a las culturas. Muchas veces el nivel instrumental entra en conflicto con el nivel ético simbólico y viceversa. Un ejemplo de esto fue el debate acaecido en nuestro país acerca del método anticonceptivo de la pastilla del día siguiente. Allí entraron en conflicto dos posiciones: 1) el desarrollo de un saber científico que generó un instrumento para la anticoncepción –la pastilla del día siguiente- (nivel instrumental), 2) la postura de que dicha pastilla era abortiva, por lo cual atentaba contra el imaginario ético de una colectividad inspirada en una imagen de lo sagrado –de la iglesia Católica en especial- (nivel ético-simbólico) y 3), inevitablemente esta tensión ponía en entredicho una política de salud orientada desde el gobierno (nivel institucional) Aun así, la tensión que pueda darse entre los distintos niveles que configuran una cultura, tampoco implican –necesariamente- procesos destructivos, aunque si muchas veces se den esos casos. Dichas tensiones pueden generar procesos de recreación de una cultura, a partir de dinámicas creativas que puede llevar a que un grupo cultural desarrolle cualidades que antes no poseía.
En ese sentido, no hay que perder de vista un elemento crucial en la
constitución de un grupo cultural: las culturas no son entes estáticos, ni piezas de museos a ser contempladas ajenas al cambio. Por el contrario, las culturas son entes históricos sujetas al cambio y a la evolución de sus perspectivas y expectativas. Pero ya sabemos que dicha evolución no siempre se da de manera armoniosa como desearíamos, sino que muchas veces implican tensiones, algunas más intensas que otras. Como dijimos líneas arriba, todo lo que implica a lo propiamente humano tiene un carácter de complejidad que enriquece la vida de las personas, aun cuando estas complejidades muchas veces traigan consigo tensiones internas y externas.
Además de lo dicho hasta aquí respecto a la cultura, queda un elemento
constitutivo de suma importancia en una cultura: la lengua. Todas y cada una de las culturas precisan de una lengua la cual hace de elemento identificatorio muy fuerte. Mediante la lengua, las comunidades culturales establecen los lazos comunicativos entre sus miembros y se explican, por lo tanto, a sí mismos como a los otros, mediante relatos. En ese sentido, el relato se presenta como el medio mediante el cual los grupos culturales configuran su identidad, al responderse a la pregunta quiénes somos.
Luego d lo dicho hasta aquí, queda preguntarse si existe LA CULTURA, es decir,
una colectividad homogénea, capaz de convocar a todos los individuos del orbe. Parece que esta posibilidad es impensable e irreal, ya que creer que existe una sola cultura sólo será posible desde un pensamiento de tipo etnocentrista y discriminatorio. Pasemos entonces brevemente a considerar el tema de la diversidad y sus horizontes éticos.
MULTICULTURALISMO.
Ya en la anterior sección hemos aludido de alguna forma al tema de la
diversidad al hablar de grupos culturales o culturas existentes en el mundo. Sabemos por intuición y otras veces por constatación, que las personas somos diferentes, que no existen dos personas iguales. Si existe diversidad de seres humanos, entonces existirá diversidad de productos que los seres humanos han de generar, sobre todo en lo que atañe a la configuración de modos de vida e imaginarios posibles. Es por ello que frente a la diversidad de personas y costumbres se afirma la existencia de diversidad de culturas de origen. A este fenómeno se le llama multiculturalidad o multiculturalismo. Este concepto alude a la diversidad de culturas, cada una particular en sus modos de expresión, sus costumbres, tradiciones, modos de vida y en general, cada una portadora de singularidades en los tres niveles antes expuestos (nivel instrumental, institucional y ético-simbólico), aunque ya hemos dicho que en el primer nivel, el instrumental, existe hoy en día, dado el fenómeno de la globalización, límites más tenues.
La multiculturalidad, como expresión de diversidad, implica que diversas
culturas se encuentran en contacto, o mejor dicho, en una relación tenue que no implica factores de intercambio fluido o de cruces en los niveles ético- simbólicos.
La multiculturalidad, en ese sentido, parte del hecho de que en un territorio
-estado nación- y en sus jurisdicciones locales existen diversos grupos culturales, los cuales conviven en estado pacífico desarrollando sus planes de vida grupales sin inmersión de agentes externos. Esta pertenencia a territorios amplios y organizados jurídicamente demanda, por parte de estos grupos culturales diversos, ciertos derechos, como el no ser discriminados y afirmar una relación basada en el respeto y la tolerancia, lo cual supone en la práctica reconocer un derecho a la diferencia cultural, que deba generar políticas de la diferencia y no sólo el respeto y la protección a la autonomía en la privacidad (Etxeberria 2004, pp 50).
Dichas políticas de la diferencia promoverá, como ya se dijo, que las diversas
culturales coexistan pacíficamente a partir del respeto y la tolerancia, sin que por esto se refuercen canales comunicativos entre ellas, aunque éstos se puedan dar. Asimismo, dicha política deberá incluir dos aspectos fundamentales:
1. Que los grupos culturales mantengan sus tradiciones y costumbres
autónomamente, sus formas de autogobierno y otros rasgos específicos. Este primer aspecto busca no violentar a las culturas ni generar políticas asimilacionistas de unas culturas sobre otras, sino mantener las especificidades de cada una, siempre que dichas especificidades, no entren en contradicción con los derechos fundamentales de la dignidad humana. 2. Que el estado promueva la igualdad de oportunidades, tanto sociales como políticas a las diversas culturas existentes en su territorio. Esto traerá como consecuencia que no exista exclusión entre los diversos grupos que coexisten en un mismo territorio nacional, sobre todo de parte de la cultura mayoritaria hacia las minoritarias.
Definitivamente el tema de la multiculturalidad es un tema complejo de tratar,
lo cual implica mayor espacio para un estudio más minucioso. Por ello, antes de concluir con este ensayo, quisiera referirme brevemente a la interculturalidad como horizonte de acción hacia el que, desde mi punto de vista, debemos tender, sobre todo en nuestro país.
INTERCULTURALIDAD.
Aceptando el derecho a la diferencia que se reclama para el multiculturalismo,
se plantea una manera distinta de relación entre grupos culturales, esta es la interculturalidad. Ésta asume la diversidad cultural y sus derechos, así como las condiciones del respeto y la tolerancia en las relaciones que puedan afrontar entre distintos grupos culturales, pero yendo más allá. Este ir más allá se refiere a la búsqueda de relaciones en las que se den interinfluencias en libertad e igualdad para el mutuo enriquecimiento. La interculturalidad presupone: 1) el aprecio a la diversidad cultural como expresión pluriforme de una humanidad en común y 2) que todas las culturas, aun cuando puedan tener aspectos criticables y con los que no estemos de acuerdo, también poseen en sí una riqueza que se expresa en valores y capacidades creativas con las que es posible entrar en contacto (Etxeberria 2004, pp 51).
Para que estas interinfluencias se concreten, es necesario fomentar
explícitamente intercambios solidarios y equitativos en diversos espacios, como por ejemplo el sistema educativo, en las instituciones públicas, etc.
La interculturalidad demanda una relación de reconocimiento entre iguales, en
cuanto a la posesión de la misma dignidad humana, que sea capaz de influir positivamente entre los grupos que inician dicha relación. Las influencias que se esperarían en el diálogo intercultural se darían en los tres niveles que configuran a las culturas, sin que por ello las culturas pierdan su singularidad y especificidad o dicho en otras palabras, sin que pierdan su identidad.
El rasgo más característico de la interculturalidad es la apertura, la cual se
traducirá en actitudes que lleven a no asumir que existen culturas superiores, reconociendo, además, que las culturas siendo productos humanos no son proyectos acabados, sino que siempre existe la posibilidad de enriquecer nuestros horizontes. Desde una perspectiva hermeneútica (interpretativa) las relaciones interculturales apuntan hacia una fusión de horizontes (Carlo Mario Velarde 2003, pp 11). Esto significa que cada cultura representa un horizonte particular, como ya hemos mencionado antes, con lo cual, cuando las diversas culturas entran en diálogo, lo que se espera es que el diálogo produzca puntos donde las distintas perspectivas se encuentren formando acuerdos que puedan enriquecer los puntos de vista particulares.
CONCLUSIONES
El Perú es por historia un país pluricultural. Digo pluricultural y no multicultural
intencionadamente, ya que la multiculturalidad implica ciertos elementos y políticas - como ya hemos visto- que todavía son muy débiles en nuestro país. Si no existen en nuestro país relaciones multiculturales, menos aún habrán relaciones interculturales. La degeneración de estos conceptos se hayan en prácticas racistas, excluyentes y discriminatorias o en políticas de asimilacionismo cultural, todavía existentes en nuestro país. Esta constatación a nivel político - ausencia de políticas que destierren estas prácticas- se traduce cotidianamente en el tejido social: la gran mayoría de ciudadanos, lamentablemente, ejercen prácticas racistas y excluyentes o discriminatorias entre sí. Resulta difícil actuar frente al otro, considerándolo como un otro portador de la misma dignidad humana. Y frente a lo que nos presenta como diferente, nos comportamos como si estuviésemos frente a lo desagradable. Es por ello que resulta necesario que surjan cambios en el nivel de las actitudes cotidianas entre ciudadanos y ciudadanas, que seamos capaces de aceptar al que proviene de una cultura distinta a la nuestra, de tal modo que seamos capaces, también, de ampliar nuestros horizontes.
CARLO MARIO VELARDE BAZÁN.
Correo: cmvelarde@ipedehp.org.pe
Bibliografía Básica:
- Sociedades multiculturales Xavier Etxeberria. Universidad de
Deusto, 2004. - Las Fuentes del Yo Charles Taylor. Ed Paidos, Barcelona, 1996 - El Multiculturalismo y la Política de Reconocimiento. Charles Taylor. Ed. Fondo de Cultura Económica, México 1993 - Sí Mismo como Otro. Paul Ricoeur. Ed. Siglo XXI, Madrid 1996