Professional Documents
Culture Documents
Héctor
Carreto
El poeta regañado por la
musa
-Antología
Antología personal
personal-
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN
Un
Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 67
Coeditores:
MÉXICO 2
Fernando Ruiz Granados
José Solórzano
José Eugenio Sánchez
ARGENTINA
Mario Alberto Manuel Vásquez
Francisco A. Chiroleu
El poeta regañado por la
Patricia del Carmen Oroño
Ángel Balzarino
Fernando Sorrentino
Claudia Martin Trazar
musa.
ESTADOS UNIDOS
José Acosta Héctor Carreto, México
Aníbal Rosario
José Alejandro Peña
César Sánchez Beras
ESPAÑA
Henriette Wiese
Edición Digital Gratuita
Giulia De Sarlo
María Caballero
Elena Guichot
distribuida por Internet
Teresa Sánchez Carmona
Losu Moracho
Rocío Parada
HONDURAS
Muestrario de Poesía 67
Dardo Justino Rodríguez
VENEZUELA
Milagros Hernández Chiliberti
Editor:
Tony Rivera Chávez Aquiles Julián, República Dominicana.
URUGUAY
Marta de Arévalo
APLA Uruguay
COLOMBIA
Primera edición: Marzo 2011
Ernesto Franco Gómez Santo Domingo, República Dominicana
Julio Cuervo Escobar
PERU
Luis Daniel Gutiérrez
Nicolás Hidrogo Navarro
Juan C. Paredes Azañero
Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía
REPÚBLICA DOMINICANA por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los
Ernesto Franco Gómez grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para
Eduardo Gautreau de Windt
Félix Villalona
ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han
Ángela Yanet Ferreira escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los
Cándida Figuereo traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos
Enrique Eusebio
Julio Enrique Ledenborg la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover
Vaugn González e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del
Efraím Castillo autor al que homenajeamos en la edición.
Oscar Holguín-Veras Tabar
Edgar Omar Ramírez
Carmen Rosa Estrada
Roberto Adames
Valentín Amaro
Alexis Méndez
Juan Freddy Armando
Sélvido Candelaria
Este e-libro es cortesía de:
NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE
Claudio Vidal
Eliana Segura Vega
Astrid Fugellie Gezan
SUIZA
Libros de
Ulises Varsovia
HOLANDA
Pablo Garrido Bravo
PUERTO RICO
Regalo
Mairym Cruz-Bernal
EDITORA DIGITAL GRATUITA
ECUADOR
Anace Blum Escríbenos al e-mail libros.regalados@gmail.com
EL SALVADOR
Manuel Sigarán
COSTA RICA
Ramón Mena Moya
3
Contenido
Alguien me hizo la anécdota de un bien pensante que dijo que él creía en la unidad
latinoamericana hasta que viajó por varios de nuestros países y constató los
profundos odios y animadversiones que separaban a cada país de sus vecinos, y a
veces a una región de la o
otra
tra en el mismo país. Y todo para vergüenza nuestra.
Motes, epítetos, descalificaciones, odios innecesarios, inútiles, suicidas. El espejo
de los demás nos refleja y no nos gusta lo que vemos. Y disgustados por el mensaje,
matamos al mensajero.
Y sin embargo,…
rgo,… En cada latitud hay tesoros aguardando. Un cambio en la actitud,
y el asombro nos invade. Es increíble cuánto nos ignoramos,
ign cuánto nos
desconocemos, cuánto perdemos por no aceptarnos y valorarnos.
Humor desacralizante, como el de esa Venus cuyo sexo “huele a sardina”. Poesía
que anula banderas, lenguas y tiempos para instalar una bandera única: la cultura;
una lengua única: la poesía; un tiempo único: el tiempo del poema, intemporal.
Los conflictos y tragedias, los dramas que los poemas aluden, son, bajo la máscaras
del tiempo, los mismos de siempre. Y el poeta los registra, goloso. Viajamos en sus
poemas por esa ilusión que es el tiempo. El poeta nos recuerda que nada es
perenne, pero que la poesía permanece.
Es una poesía que ríe, que en ocasiona burbujea en el sarcasmo, que parodia, que
ironiza y que, sin cesar, desacraliza. Nos invita a una visión desangelada y, a la vez,
piadosa, compasiva, de las tribulaciones humanas. En cierto sentido propone una
constatación de la verdad expresa en el Esclesiastés, en que Salomón, poeta al
igual que su padre David, dice que “no hay nada nuevo bajo el sol” y que todo es
“Vanidad de vanidades”. Y sin embargo,…
Poesía disfrutable como la que más, nos convida y convoca desde la inteligencia y
desde el corazón. Y en no pocos momentos alcanza en mí la gracia de la lograda
alegoría de su poema “La Cierva”, ejemplar, en que esa dama elusiva que es la
poesía no deja de retarnos, ilesa, “inténtalo de nuevo”.
Nuestro Pedro Henríquez Ureña, a quien México acogió, donde se casó e hizo
grandísimas amistades, habló en una conferencia de La Utopía de América. Y
en particular América Latina sigue siendo eso aún: una utopía, un posible que no
termina por enrumbarse, concretarse, materializarse. Seguimos de espaldas unos a
otros, ventilando viejas inquinas, aireando las mismas maledicencias, los mismos
rencores. Y hasta que esa maldad apasionada no sea sustituida por la aceptación, el
respeto, el perdón, la humildad, el servicio y la tolerancia, mientras la pasión nos
obnubile y ciegue y lo peor de cada comunidad sea lo que esté al mando, nos
estaremos empobreciendo ridículamente y sólo veremos la calidad del vecino
cuando en Europa y/o Norteamérica la reconozcan.
Cuando leí las páginas que Borges y, sobre todo, Ernesto Sábato dedicaron a Pedro
Henríquez Ureña. El reconocimiento que dieron a su calidad humana, intelectual.
Cómo enrostraron a sus propias comunidades la cegatería con que lo acogieron, la
discriminación de que fue víctima, lo miserable que se mostraron ante el maestro
indiscutible, cómo no lo aprovecharon, como tampoco lo hicimos los dominicanos
empecinados, como estuvimos, en prosternarnos al tirano y cubrirnos de
abyección, entendí que hay dos actitudes vigentes y uno selecciona la suya. Sábato
seleccionó la correcta, aunque eso le enajenara afectos o le propiciara críticas y
sarcasmos. La América posible, la de la hermandad y la fraternidad, esa es la que
quiero. La que se regocija en poemas como los de Héctor Carreto. La que se siente
ampliada, completada, enriquecida con las vidas y otras de los demás. La que se
apropia de lo mejor de toda la tradición universal, como lo hicieron prohombres
como Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges. La comprometida
con ideales de democracia, tolerancia, libertad y justicia social, todos posibles. La
otra ni me interesa ni me enorgullece. El estar acusando a pueblos vecinos de
nuestras situaciones en nada nos hace mejores. Más bien, nos envilece. Mientras el
locus de control sea ajeno a nosotros, estaremos renunciando a cambiar nuestras
realidades. El espíritu tiene todavía la ardua tarea de vencer “la barbarie interior”.
Esa que mora en nuestro interior.
A mi madre
10
El nacimiento de Venus
(De Coliseo)
11
La cierva
Soñé que el ciervo ileso pedía perdón
al cazador frustrado.
Nemen Ibn el Barud
De pronto tú
recostada en un claro del bosque
manjar sereno
¿Intacto?
Tensé el arco
y disparé
sobre ti
rápidas palabras
red para cazar lo inasible.
Pero ninguna letra
fue salpicada por tu sangre:
entre un adjetivo y otro
saltaste
más veloz que la luz de la flecha.
Ilesa
sobre la rama de un árbol
pero con lágrimas en los ojos
me suplicas:
“inténtalo de nuevo,
inténtalo de nuevo.”
(De Habitante de los parques públicos)
12
Inscripción
(De Coliseo)
13
La oveja descarriada
Señor:
Déjame besar los labios de esa joven romana.
Señor:
El vino de consagrar es exquisito
pero el que brota
de sus intimidades
me abre las puertas del cielo.
Señor:
Déjame palpar su húmeda belleza,
lamer los pies de esa criatura
que triunfal ensaliva mi cuerpo.
Señor:
No soy tu cordero más blanco,
no soy tu daga más pulcra,
pero deja que ponga mi pez en esa boca.
(Inédito en libro)
15
Vanidad de vanidades*
*En la primera versión, actrices de los setenta ocuparon este espacio. Pienso que este poema se
presta a la actualización constante, e invito al lector a proponer, para su lectura personal, otros
nombres que lo inquieten. (N. del A.)
I
Cierto día la secretaria fue sin medias al trabajo.
Esto les produjo ceguera a los guardianes
y júbilo a los pájaros,
que cantaron con fuerza.
El jefe enloqueció: no creyó tener enfrente
un imperio de piel sobre dos zapatillas:
qué decir del brillo que despierta ese paisaje,
qué decir del pie,
piel metida en otra piel.
El intendente, espuma en los labios,
no volvió a salir del baño
y las otras secretarias, boquiabiertas,
se volvieron fruta amarga
y perdieron dientes, labios masculinos.
II
Ardió Roma:
a la oficina la transformaron
en un manojo de ratones alelados.
¿Magia negra?, ¿magia verde?
La blusa de siempre, la falda de siempre,
los tacones de siempre.
Entonces, ¿por qué vino
sin medias?, ¿las olvidó?, ¿lo hizo adrede?
(Ella sonríe,
17
III
Instantánea
(Inédito)
19
Alicia, carta de
Señor:
él es un tipo inteligente,
sin intenciones de seducir a niñas de encaje blanco,
¡qué va!, tan sólo busca la pureza
(por eso también ama las matemáticas).
Si no lo absuelves, Señor,
si no le das su libertad,
romperé mi catecismo
y votaré por Freud en las siguientes elecciones.
El Caballo de Trojan
(De Coliseo)
21
Coliseo
Oh sublime Cleopatra,
dueña de la Alejandría que todos llevamos dentro
–esa tierra propicia para el placer–;
tú, que no encuentras par
en el combate de las ideas
ni en el combate de los besos;
tú, que jamás te has rebajado
a mirar a este esclavo,
te obsequio estas pocas palabras:
(De Coliseo)
22
Nightmare
(De Coliseo)
23
Honores a Baco
(De Coliseo)
25
Delikatessen
Citas
(De Coliseo)
27
Utopía
Dark Chocolate
Quítame la envoltura.
No abras tus labios para hablar
sino para el goce.
Soy un chocolate amargo
y cuánto placer garantizo.
(Inédito)
29
Ebriedad
Tus ojos son dos copas que se estrellan con las mías;
un sudor blanco como el néctar me amortaja;
mis sentidos, sin una sola gota, se turban,
mis piernas ceden
y, aun siendo el vencedor de Baco,
soy el primero en besar el suelo.
(De Coliseo)
30
A un empleado
Circus
Extraño despertar del César
esa tarde en medio de la Arena,
cuando suplicaba al público cristiano
que un gladiador pusiera fin a su vida,
que soltaran a los leones
y lo subieran a la cruz más alta.
(De Coliseo)
33
quedas absuelto.
(De La espada de san Jorge)
35
Ella
Mi dueño, ahora, se llama Próspero,
en verdad un hombre rudo:
no entiende, como tú, de altos ideales,
su memoria jamás evocaría Las metamorfosis.
(De Coliseo)
36
Pies
A Margo Glantz
Cuidemos nuestros pies: ellos son algo más que animales amaestrados: revelan
nuestra casta, entre otras cosas; por eso las chinas esconden sus pies al hacer el
amor y yo me ahogo en un mar de baba al contemplar tu pie, nadando en peceras
de charol.
Los pies de Ulises calzaron, durante diez años, sandalias de otro,
equivocadamente. Los de Aldous Huxley cruzaron las puertas de la percepción y
Karl Marx cubría sus pies con calcetines tejidos por las masas. ¡Ah!, pero son
también las armas secretas de las diosas: para hechizar manojos de falos, Marilyn
calzaba zapatillas de labios abiertos, exhibiendo las sonrientes uñas. Y habrá que
recordar a Cenicienta: sus pies la rescataron de bosques grises.
Por otro lado, si usted los lleva de paseo al pasado, vístalos con borceguíes y
polainas; si los lleva al paraíso, consiga coturnos; si va al infierno, botas de
bombero.
Pero señor, señora o señorita, trate con amor a sus pies: son de piel legítima.
Acarícielos, Mercurio se lo agradecerá.
Mira:
una noche
descendí
a la noche de un cine.
La imagen que allí se apareció
era más bella
que la virgen:
irradiaba tanta luz
que causó la envidia de la copa
–su vestido.
Dos gardenias (sentadas junto a mí) se marchitaron.
¿Por qué los pies brillaban más
que el charol de los zapatos?
para mostrarme
el incendio
del templo.
...a noticia de todos llegó que era el día del Juicio, fue de ver cómo los lujuriosos
no querían que los hallasen sus ojos, por no llevar al tribunal testigos contra sí...
Mal de amor
(De Coliseo)
40
No importa:
Homero fundó el mito de Occidente
sin haber visto jamás las murallas de Troya.
(Con ojos sellados presenció el descenso de los dioses.)
en el manto
de ninguna galaxia.
(De Coliseo)
42
Miss Universo
(Inédito)
43
En la tumba de Helena
(De Coliseo)
44
(De Coliseo)
45
(De Coliseo)
46
Salón de belleza
Podrías ser dueña
de un cuerpo envidiable,
como aquellos que se hospedan en museos
de Roma, Madrid, Nueva York.
Anda, desnúdate
y de aquí saldrás, lo garantizo,
físicamente satisfecha.
(De Coliseo)
47
El yerno de Calígula
(De Coliseo)
48
El caballo de Calígula
(De Coliseo)
49
Hombres de bolsillo
Los hombres de bolsillo son pequeños,
visten de oscuro
y corren peligro de ser confundidos con ratones.
No obstante, son inofensivos
y es débil su chillido.
Se limitan a cumplir,
no más, no más.
Como buenos relojitos caminan por la calle.
¡Qué lindos muñequitos de cuerda,
qué monos!
No sienten la cadena que va desde su cuello
hasta el chaleco de los dioses
ni la mano que tranquila
los guarda en el bolsillo.
Relojes
Entiendo que existen varias formas de relojes: el de Haydn, por ejemplo, es una
cajita musical guardada en el estuche del oído; el de Gómez de la Serna, una flor de
metal; el de Proust, para volver a Ítaca, recogerá cada instante sembrado en el
viaje. A la inversa, el reloj de Ray Bradbury marca las horas del futuro.
Hay también relojes secretos: el del doctor Freud se ocultaba en el bolsillo
del deseo fijado. Los hay también un tanto fláccidos (Dalí les ha quitado el sostén).
Y hay, por qué no, relojes perfectos, como los muslos de Isadora Duncan.
Pero si usted no tiene reloj, no se asuste: los relojes son espejos que nos
degüellan de frente: así, los burgueses descubrieron su perdición en el reloj de
Marx, y a Cortázar le regalaron un pequeño infierno florido, una cadena de rosas,
un calabozo de aire.
(De Coliseo)
52
El ciego
Aunque redacta discursos,
Victórico es analfabeta:
no ha leído su epitafio.
Victórico ya es difunto
y aún no lo sabe.
(De Coliseo)
53
¿Volver a Ítaca?
(fragmentos)
A Carlos Illescas
III
De qué manera llegar a las playas de Ítaca,
de qué manera
besarle sus piernas desnudas,
si ella
–la de los negros cabellos–
espera al otro,
al que se fue.
V
Mejor será no regresar a Ítaca y ser amado y recordado por mis barbas aún frescas
y mi pueblo me levante monumentos y leyendas en las calles y mi vida (esa misma)
la contemplen en los cines y en los libros de la escuela y mi rostro circule en las
monedas de Ítaca y entre los dedos seniles de Penélope.
VII
Cuando partí de Ítaca,
el otro yo de Penélope fue colocando obstáculos
a mis espaldas.
Así, mi regreso sería muy largo
54
VIII b
Mientras Penélope siga subiendo
los impuestos, exageradamente,
mientras el precio del combustible se eleve
hasta las nubes
y el aumento de salario se oculte
–astutamente en las palabras–
no podré volver jamás a Ítaca.
IX
Mi amor por Penélope
fue el más sereno de todos,
acariciando sus muslos
cada atardecer en Ítaca.
Pero en las noches huía de ella
hasta llegar a las murallas frescas
de una ciudad desconocida,
que, con su tersura, me regresaba
las fuerzas del guerrero,
y entonces la incendiaba toda
y entonces a mis labios los mojaban
los labios cansados de Penélope.
55
XI
Cuando irremediablemente regrese a Ítaca,
cada obstáculo será la huella de Penélope,
es decir,
cada papeleo,
cada firma y cada sello
y cada puerta de oficinas y oficinas
será el capricho de una loca,
enamorada del poder.
XII
al acercarme a la calle Ítaca,
al anochecer,
alguien me confundió con Prometeo.
Entonces abrió la caja de Pandora.
Así, tardé diez años
en convencer a los dioses
de que yo era Ulises,
honesto empleadillo de banco.
XIV
Cuando llegué por fin a las piernas de mi Ítaca,
éstas, ubicadas en la calle Homero,
ya habían caminado hacia la calle Carlomagno.
Cuando llegué a Carlomagno,
56
XV
Cuando llegué a las costas de Ítaca
Penélope abrió los ojos/
Cuando desperté
Ulises todavía estaba allí,
Inmóvil, sin poder llegar hasta mis brazos/
Entonces corrió Aquiles tras la tortuga
Pero al llegar hasta sus bordes
Ulises abrió los ojos/
Cuando desperté
La tortuga estaba ahí,
Muy quieta, esperándome con los brazos abiertos.
Entonces Penélope corrió hacia Penélope
Pero al tocarse los dedos
Ulises todavía estaba allí
Sin poder pasar/ al otro lado del espejo.
XVI
57
Después de veinte años, una llamada telefónica. Ahora Penélope saldrá de Ítaca a
identificar el cadáver.
XVII
Si desembarco en Ítaca,
recobraré cada instante, cada gesto,
cada brillo de cada mueble.
Teñiré el cabello de Penélope,
le devolveré a Telémaco su infancia,
y ya hacia el amanecer
partiré, satisfecho,
hacia Troya.
XVIII
Llegaré de nuevo a Ítaca
Después de veinte años de aventuras
Arrollaré a mis enemigos
Besaré a Penélope
Se apagarán las luces
Nos quitaremos la ropa
Todo volverá a la normalidad
XXI
Después de veinte años
como agente viajero,
me jubilé
por la gracia de los dioses.
58
XXII
Exiliado,
¿imaginas a Penélope rascándome la axila?
XXIII
Tendré que regresar a pie a Ítaca
porque al caballo de Troya le quité la gasolina,
la cual utilicé para quemar Ilión.
XXV
Cada vez estoy más
y más cerca de la tranquila Ítaca;
cada día los compruebo en el espejo:
el nacimiento de una arruga
o una cana joven lo demuestran.
XXVIII
¿El campo de juego?
59
El Mediterráneo
¿Los jugadores?
Penélope y Circe
¿La pelota?
Ulises
¿El trofeo?
Un viaje a Troya
en el caballo de madera
XXX
Ítaca, 20 de septiembre.– Fue condenado a veinte años de prisión por haber
violado a una niña de diez años. Al parecer, la sedujo regalándole un caballito de
palo.
XXXIII
Al desembarcar por fin en Ítaca,
la puerta no reconoció mi cutis,
quizás por arrugado.
Mostré mi pasaporte, firmé documentos,
saqué algunas monedas.
Adentro el piso
era más frío, más sucio.
Al llegar al comedor
saludé a la mesa: me miró confusa.
Le recordé banquetes, nombres, fechas memorables.
Fue inútil.
La silla, con pelo ya cansado,
me recordaba menos;
60
Volvió la cara:
era otra.
(De Coliseo)
63
Palabra de corrector
Señor:
(Inédito)
64
Obras maestras
Señor:
Si logras que tan agraciada criatura me mire,
te prometo darle un soplo
de eternidad en las odas que le escriba,
y así sus nietos admiren en ella
tu obra.
Si la convences, Señor,
si logras que me ame,
pondré tu firma al pie.
(De Coliseo)
65
La torre
La capa flota,
las altas zapatillas duermen.
(De Incubus)
67
La edad de oro
[Renoir]
(De Coliseo)
71
Mitología
¿Mi espada?
Tendría que rascar el suelo perdido de la infancia.
(De Coliseo)
72
Café de chinos
Alcancía
El arca*
Al caer el ocaso, recorro Allende.
En la penumbra de un bazar
centellea la bayoneta de plomo,
abro un ejemplar de Clásicos Ilustrados
y reaparece el antifaz del héroe solitario.
(De Incubus)
*Ésta es una versión de “El disfraz”, que escribí un año después, en verso y con otro nombre.
75
Cíclope
(De Coliseo)
76
invierno de 1953.
No sé a qué regreso,
no sé qué busco partiendo la penumbra,
y aunque derrumben y construyan un palacio
de otro orden,
llegará la noche y abriré de nuevo los mismos candados.
I
Igual que siempre, nace el día.
Estos pies, no sé
si aún dormidos o ya difuntos,
son cargados por sonámbulos zapatos
hacia el reino donde el tedio se contempla
en aguas petrificadas.
II
Abro los ojos.
79
Mi madre se acerca:
“Son casi las siete;
de nuevo se hizo tarde.”
III
Mi alma
–hoja de otoño–
cae
entre el par de hojas
blancas
abiertas
de un libro.
IV
Muerto el día
me embarco a mi isla.
80
la escalera dormida
entre sonámbulos peldaños,
V
Con los ojos abiertos me pierdo
al llegar a cada esquina.
No alcanzo a ver, a tocar esa voz
que me llama.
Sonámbulo, cruzo puentes,
baldíos donde ahora nace
un rascacielos, el jardín
con resbaladillas y columpios
donde el niño que fui perdió las llaves.
En la sima
el mar se pronuncia.
Bajo los pies, la piedra es humo, eco.
Caigo.
VI
Quisiera encontrar la llave
de esta jaula
romper algún barrote
volar
de rama en rama
sobre la copa
de los árboles
Pero al abrir la ventana
el monóxido de carbono
me lava
los ojos
VII
Una mañana, después de un sueño intranquilo,
desperté, como todos los días,
82
en mi penumbra cotidiana,
detrás de un escritorio, y me pregunté:
¿Finalmente qué hago aquí,
a la mitad de mi vida,
firmando cartas de banco,
corrigiendo estilo, redactando
documentos útiles, prácticos,
si soy un animal inconforme, neurótico?
Cetrería
Sentado
deslizo la mirada
sobre el paisaje del escritorio:
montañas de libros
lápices
colinas de papel
los rayos de una lámpara.
Afuera, abajo,
la calle.
Mi vista
resbala.
Tres muchachas cruzan una esquina.
Una es de oro;
las otras, bronce.
Atenazo a la rubia.
Sus pies se liberan
de las sandalias.
Mi plumaje la envuelve.
Juntos giramos
sobre escritorio
lámpara
lápices
84
libros
objetos que pierden peso
y se elevan.
Siento un flechazo–
otro
una orden
un oficio
y uno que otro memorándum.
Era el juego de la mano que toca y petrifica, de la mano, ala en vuelo, que cada
tarde nos perseguía entre los arbustos. ¡Encantado!, ¡desencantado!
La primera señal del neón silbó el final del juego. Entonces mis colegas volaron a
sus altos condominios. Tú, amiga, ganaste la vanguardia.
¿Volverás mañana?, pensé, encantado, como el amante que bajo el faro soporta la
tempestad, aguardando una señal en la ventana del cielo, o como la
cariátide que imagina frente al mar el regreso de los navíos.
Aterido, permanecí muy quieto, hasta que una mano –tu mano– rompiera el
hechizo.
Sólo las niñas de mis ojos tenían permiso de salir y columpiarse, conversar entre el
follaje y cantar bajo los kioscos.
Estas niñas sollozaron frente a la púber que estrenaba las primeras medias y al
nagual que le rasgó aquel nailon, bajo un aguacero incapaz de apagar el
dolor del incendio.
Con el adiós de las aves diurnas, mis niñas dieron la bienvenida a sus primos, los
oídos.
Sobre mis hombros, pequeños seres con alas describieron tus juegos en otros
parques. Encantados, mis ojos te perseguían a través de sus voces.
Y mientras las flores de la noche abrían sus capas y salpicaban a la luna con
sus fragancias, imaginé una vez más el palacio sin archiduque con
las luces prendidas.
Bajo esa luna que, con su nieve tibia, quiso hacer del parque un mausoleo, casto
como el ángel sobre la tumba.
Con los primeros vidrios que tímido dejaba caer un sol recién nacido, alguien
barría la noche y sus desechos:
El corazón esculpido en un tronco, las flores del óxido, un guante non de granito y
la huella veloz de tu zapato.
Las bocas del ansia mordían naranjas con sal; los cuadernos, colgando,
babeaban números.
Llegaron mis amigos y, ya sin tobilleras, ya sin uniforme; con el mismo nombre
aunque con otro cuerpo; con el mismo rostro aunque con otros ojos,
también reías.
Desafiando la mirada de los héroes sobre sus pedestales, paralizados por una
orden, los filos de una mano alcanzan a su presa.
Cobijados por el árbol más anciano, tus labios sienten mi boca fría. ¡Desencantado!
(De su blog)
1. No busques palabras “poéticas” para
escribir. Todas las palabras que hay en el
diccionario pueden ser útiles en un
poema. Todo depende de la naturaleza
del texto. La utilización de palabras
“elegantes” o en desuso causará un efecto
artificial o cursi en el lector.
Hay diccionarios que señalan que la
poesía busca la belleza. Es una
afirmación a la ligera. En todo arte
legítimo tiene que estar presente la
belleza. En la poesía la belleza está en el conjunto, no en la elección de ciertas
palabras.
2. Escribe sólo sobre lo que conoces bien. De otra manera, el lector lo sentirá falso.
Evita el hipérbaton. Muchos principiantes creen que cambiando el orden de una
frase, ésta se convierte en verso. Nada más falso. El trazo debe ser sencillo, natural,
como en la prosa.
8. Si buscas escribir poesía de corte clásico, rimada y medida, piensa que los
maestros de otros siglos ya agotaron esas formas. Si insistes en dedicar tu vida
literaria, por ejemplo, al soneto, valdrá la pena si los tuyos pueden alcanzar la
altura de los escritos por Shakespeare, Quevedo o Sor Juana, lo cual es
prácticamente imposible. Y en la lectura de sonetos, el lector siempre elegirá leer a
los grandes poetas.
10. No escribas una poesía explicativa, pero tampoco una tan oscura que nadie
entienda. No es lo mismo un poema misterioso que una adivinanza.
Si necesitas poner símbolos, éstos deberán ser localizados por el lector. Es decir,
debe localizarlos aunque no los descifre.
Un poema muy explicativo aburre por lo obvio y uno oscuro difícilmente se le
termina de leer.
11. El poema debe tener tanta causalidad como la prosa. Aunque te propongas
escribir un poema oscuro, no debes perder nunca la lógica del discurso. Esto es,
nunca pierdas el sujeto ni la concordancia en los tiempos verbales. De otro modo,
corres el riesgo de que nadie entienda lo que escribiste.
14. Si los temas que elijas son políticos, amorosos, sociales o eróticos, haz crecer el
poema asociando el tema elegido con otro complementario. Por ejemplo, el tema
amoroso está prácticamente agotado si únicamente se aboca a expresar el
sentimiento. Éste ya fue explotado con éxito por los poetas de épocas pasadas, por
lo que el tuyo tendrá que contener un plus. Esto es, que además de amoroso lo
vuelvas, al mismo tiempo, político o social, o que tenga sentido del humor. Los
90
Héctor Carreto
Por Carmen Morán Rodríguez
ambientes urbanos. Carreto sumaría, además, su interés por las formas clásicas –
en especial por el epigrama, en el que se revela como un maestro— y por el tema de
la memoria. Lo confirma un poema incluido en Naturaleza muerta, bajo el título
“La casa de Allende número 5”, cuyo tema es el regreso a una infancia –esa única
patria de la que hablase Rilke— perdida para siempre. El propio título de la
composición revela que la ciudad es, en la poética de Carreto, el inevitable marco
existencial del hombre, pues ya desde el origen (el nacimiento, la infancia) el
individuo se define no por su nombre, sino por el lugar exacto ocupado en el plano
urbanístico: Allende, 5, dirección de la casa de su niñez, en el Distrito Federal.
En el estudio introductorio a su antología de poesía mexicana actual, Marco
Antonio Campos vincula a Carreto con Juan Domingo Argüelles (Chetumal,
Quintana Roo, 1958) y José Ángel Leyva (Durango, 1958), por la afición a la sátira y
el epigrama que los tres tienen en común. Precisamente esta veta epigramática es la
que, en opinión de Campos, da lugar a la mejor poesía de Carreto, hija de la
tradición grecolatina y de la sátira española del Siglo de Oro (Campos, 43-44). Pero
la imitatio que Carreto practica con respecto a los modelos clásicos es un
complicado juego de lealtades y traiciones. Así, mientras algunos de sus epigramas
siguen muy de cerca, si no textos concretos, sí el espíritu que animaba este género
(por ejemplo, la “[Inscripción]” que abre el poemario Coliseo), otros lo subvierten
de manera muy explícita (por ejemplo, “[El nacimiento de Venus]”, o dos textos
que comentaré más adelante, “[El caballo de Trojan]” y “[Delikatessen]”, incluidos
los tres en Coliseo). Algo similar sucede con su tratamiento de los mitos clásicos.
Estos quedan sometidos al tributo de la posmodernidad, que les despoja de
aquellas virtudes y características les habían sido no solo propias, sino
consustanciales, desde siempre, en el antiguo tiempo del mythos. Pero el mythos
ha quedado definitivamente sepultado no por el logos, sino por el logo de la
posmodernidad. Es lo que encontramos en el poema “Odisea II”, de La espada de
San Jorge, que me permito reproducir y comentar antes de adentrarme en las
“Tentaciones” seleccionadas para este número de Adarme:
94
ODISEA II
En este viaje ya no importa
conocer nuevos países, plagados de sorpresas
ni besarle los pies a al desconocida
que nos espera en cada puerto:
Ni siquiera compartir con los amigos
la flora y la fauna de Neptuno.
En verdad te lo digo,
abuelo Ulises,
ahora ya no hay tiempo que perder
en paladear la estúpida caída de la tarde.
Ahora, te lo vuelo a repetir,
lo único importante es llegar
muy rápido a la Cólquide
y hacerse muy rico
a costillas de quien sea:
vestirse el traje de oro
y dejar lustroso
todo lo que toque nuestro guante.
más rápido posible, a la Cólquide. Los nietos de Ulises deben hacer su viaje sin
perder tiempo en experiencias, ni en contemplar el paisaje, ni en amar a Calipsos ni
Nausicaas, ni en paladear la amistad: “En este viaje ya no importa / conocer nuevos
países, plagados de sorpresas / ni besarle los pies a al desconocida / que nos
espera en cada puerto: / Ni siquiera compartir con los amigos / la flora y la fauna
de Neptuno.”. La única experiencia que vale es la de llegada (la meta, literalmente):
hacerse con el Vellocino de oro y, ya puestos –el mito de la piel áurea se funde con
el de Midas— “dejar lustroso / todo lo que toque nuestro guante”. Ulises –aquel
hombre para el que aún era posible la Modernidad, porque todavía había sobre la
tierra cosas nuevas a las que darles nombre— se pasea desnudo durante gran parte
de su poema. Jasón, el hombre nuevo, posmoderno, es más su traje que él mismo, y
por eso tiene tanta prisa en llegar hasta él y vestírselo. No es ya la mano (lo natural)
sino el guante (la cobertura) lo que toca el mundo y lo transforma en oro. Y aquí un
se introduce un nuevo ingrediente en la configuración del nieto de Ulises, el
hombre posmoderno: no solo es Jasón, sino que es, a la vez, Midas. La
posmodernidad se sirve del pastiche: lo que antes eran mitos fundacionales de un
mundo ahora vienen a ser como posters de famosos a los que parecerse, y por qué
no a varios simultáneamente. Así, uno puede superponer (lo kitsch es cool) la
figura de Jasón al tacto (literal) de Midas; ser (i.e., consumir), por qué no, uno y
otro a la vez. Ni la fauna o la flora, ni el amor, ni el paisaje, importan por sí mismos
en el viaje, sino tan solo en tanto que puedan convertirse en oro. Y hasta uno
mismo importa solamente cuando se pone al fin el áureo traje que cubre incluso la
mano, y forrarse, hacerse de oro (sic) hasta la punta de los dedos.
En una clave más humorística, “El Caballo de Trojan” también ilustra el
abismo generacional entre la Antigüedad y la Posmodernidad (abismo sin embargo
sobre el que se tienden toda clase de puentes, como este poema). La alteración de
Troya por Trojan que produce la intriga inicial del título se desvela si visitamos
mentalmente un drugstore de cualquier localidad o carretera de los Estados
Unidos: Trojan es una marca comercial de preservativos muy conocida en el país
americano. Los dones de los dánaos, de los que con tan buen criterio desconfiaba
Laocoonte, aquí no son los que eran; el casus belli no es ya un caballo majestuoso,
sino un envoltorio anatómico de plástico (bien que pueda mantener, en algunos
96
pero en el poema, en cierta forma, autora de él, pues es a ella a quien Carreto da
voz para defender al escritor). Sin embargo, no por advertir lo que de crítica (social,
religiosa) tiene el poema dejemos de ver lo que en este hay de pura broma, y que
queda de manifiesto en ese “qué va” con que la propia Alicia ironiza sobre la
exculpación de Carroll y, sobre todo, en la amenaza de los versos finales. La rabieta
infantil (“romperé mi catecismo”) se une disparatada y lúcidamente a la sustitución
de Dios por uno de los nuevos dioses (o santones) del mundo posmoderno, Freud
(los otros, Steiner dixit, serían Marx, Freud, Lèvi-Strauss y la espiritualidad new
age de “todo a zen”). Dios es un cargo electo, y hasta los votantes que creía seguros
(las niñas con catecismo) pueden, si no se pliega a sus deseos, votar a algún otro
candidato.
Otra oración perversa es “[Santa Frígida, confesión de]”, cuyo tono anuncia
ya el juego fónico del título, con la sustitución del esperable, admisible, Brígida por
Frígida. El contenido de la confesión, revela, contra lo que el nombre parece
declarar, que la santa se apartó, al menos una vez, de su virginal frigidez de esposa
de Cristo: “fue en aquella noche muy oscura / ¿la recuerdas?”. Los conocimientos y
la sinceridad de la santa al culpar de su caída al Maligno quedan muy en entredicho
si atendemos a la manifiesta incoherencia de su descripción “el demonio / más
parecido al Minotauro Héctor / que a un ángel caído”. Y la evocación del acto
pecaminoso se demora demasiado, se detiene en los detalles con un regodeo non
sancto. Al final, la gradación (también tipográfica) de lo que se entrega intacto al
esposo: “el alma / la cáscara / y el hueso”; todo, menos la carne de la fruta, lo más
fresco y apetitoso. Reliquias secas, muy a propósito para el culto de Santa Frígida.
El verso confirma la filiación, ya notada por Campos, de Carreto con el barroco
español, y en concreto, con el verso gongorino “en tierra, en humo, en polvo, en
sombra, en nada” –un verso, además, especialmente arraigado en la tradición
mexicana, por cuanto ya fue objeto de imitatio por Sor Juana Inés de la Cruz en el
suyo “es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”. La subversión a la que Carreto
somete el motivo aurisecular del memento pulvis eris llega cuando nos damos
cuenta de la felicidad que a duras penas Frígida intenta disfrazar de
arrepentimiento, y de que la gradación negativa (que en Góngora y Sor Juana
99
servía, ortodoxamente, para advertir al humano del futuro que aguarda a sus
vanidades), en Carreto enumera los dones que se entregan a Dios, y que no son otra
cosa que desperdicios (también el alma, sí, porque a Frígida parece haberle
reportado más felicidad el goce del cuerpo en una sola noche). O, por decirlo de
manera también barroca, aunque quevediana: lo que Frígida tan celosamente ha
guardado para su Dios y le entrega como un tesoro son las cenizas que restan
cuando la carne, la pulpa, la médula, han gloriosamente ardido.
casa del director de Playboy son célebres orgías, más que de carne (aunque
naturalmente esta es un ingrediente obligado), de dinero y poder: es una codiciada
distinción ser invitado a la Playboy Mansion, y no resulta fácil alcanzarla. El sancta
sanctorum de ese templo es la cama. De nuevo, no por el sexo, como cabría
suponer, sino porque según cuenta la leyenda, desde ella dirigía su imperio
Heffner, en los años 60 (esa mansión y esa cama se encontraban, entonces, en
Chicago, pero en 1974 se trasladó a la más soleada y turística California,
concretamente a Los Angeles). La imagen más potente del poema es, a mi juicio,
precisamente la que evoca el lecho principal de la mansión: una especie de paraíso
fugaz, donde gozar, si se poseen la juventud y la belleza suficientes, de los frescos
racimos, pero que se convertirá en una balsa que habrá de abandonar a sus
ocupantes en la primera playa, o en el mar, al llegar el alba. Y el precio es la
inocencia: envilecidos, quedarán como náufragos sin comprender muy bien qué ha
sucedido, ni que la cama, en realidad, era un altar del sacrificio: terminada la
ceremonia, los despojos se arrojan fuera. Pero no le conviene al satírico convertirse
en pesado agorero, y sí cierta punta de autoironía que Carreto reserva para los
versos finales, donde introduce, entre paréntesis, una distanciada reflexión sobre
su propio poema: “Después de hojear tu revista / casi me convierto en lector de
versos castos: / ‘las hojas secas, la rosa intacta…’”. El poeta pone de manifiesto la
paradoja de que Playboy inspire en él tan graves pensamientos, y que las
voluptuosas chicas que sirven de reclamo se hagan pensar en el paso del tiempo, en
la fugacidad de la belleza, y en que si las beldades pasan y se secan (como las de las
hojas secas de la revista), queda aún, rosa intacta, la Belleza. Platónicos
pensamientos de un lector ocasional de Playboy.
BIBLIOGRAFÍA
Coco, Emilio, “Quattordici poeti messicani d’oggi. Seconda parte: Antonio Deltoro,
Marco Antonio Campos, Héctor Carreto, Coral Bracho”, Poesia: mensile
Internazionale di cultura poetica, vol. 23, nº 247 (2010), pp. 22-37.
como diría George Bataille “la prohibición y el tabú están ahí para ser
transgredidos, por la violencia o por la razón, poco importa”, como lo (d)escribe en
el poema; El poeta regañado por la musa:
“Confía en el instinto: que tus labios refieran con orgullo
mi talento en el baile, mi afición por el vino.
Presume al lector de mis piernas en loca bicicleta,
de los encuentros sudorosos, cuyos frutos
son tus epigramas.
amantes y hablan desde la situación ambigua que les toca vivir, sin preocuparse por
el activismo social, como lo escribiera también, la poeta turcochipriota Neshé
Yashín en un fragmento de; Desnudez absoluta
“No me beses,
tu lengua envenenada es mi suicidio
No hables de mí,
tu voz es la venganza de las penas
Qué loca danza fue aquélla
de un amor sin gravedad
perdiéndose en el espacio”.
En la voz interior existe una imagen amorosa más abierta donde el razonamiento
interior da ánimo en la vida del autor, el amor como juego, el amor como acto de
rebeldía, el amor no sólo a la mujer sino el amor a él, al mismo poeta.
Son las vertientes para encausar un colorido de ritmos, apariciones de sonidos al
irrumpir con su palabra una tradición binaria, insisto, es el complemento de un
discurso que el poeta configura con un lenguaje propio, lo hace crecer para
aumentar lo que es: su realidad. La sintaxis de las cosas, en la más alta
representación; ejemplo de ello: La rata más vieja:
“A semejanza de la rata más vieja,
que come, antes que nadie, el nuevo alimento
para saber si está envenenado,
debo arriesgarme y ser el primero en probar
el pubis de esa dama insinuante”.
Carreto tiene una apariencia de cristal; la claridad por un lado y la oscuridad por el
otro, para espejear la realidad en su libro Coliseo, utiliza la forma de acomodar a las
palabras en un cortejo totalmente literario, este poeta citadino da pie a una dupla
entre cuerpo y alma; esencias primordiales que cobran cierto frescor. Tal es el caso
de las tres últimas líneas del poema: Mal de amor
“Es el riesgo del deseo, es su mandato:
beber en tu taza es, acaso, mi única oportunidad
de poner mis labios sobre los tuyos”.
108
Lenguaje poético que interiorizara e.e Cummings, como una vía de escape donde el
acto amoroso se intimida con la correspondencia de ellos para buscar el otro reflejo
terminal: el goce.
“Me gusta mi cuerpo cuando está en tu cuerpo.
Es algo completamente nuevo”.
Así, leemos que dicha expresión enriquece a la palabra, al verso, al fragmento de
cada poema en su conjunto literario la infinita variedad de niveles que conforma el
erotismo va desde la emoción estética y sensual, donde se halla la espontaneidad y
la evidencia que encontramos en la poética de Héctor Carreto.
Entre más releemos su premiado libro, descubrimos a un autor en la más pura
concepción del hombre; un ceremonial progreso que ayuda a desacralizar las
pasiones de ilusión en beneficio de las pasiones de lucidez, donde las imágenes
suscitan deseos alocados. El espíritu del libro va más allá del beso, de la musa, el
humor, la soledad, la ironía, la paradoja.
Nos regala una enseñanza en este mundo confundido. Cada ser humano es un
espejo para el otro; y la multiplicidad de los espejos suscita una emulación colectiva
que decuplica las repeticiones conductuales y exageraciones en nuestros propios
fantasmas afectivos, morales y sexuales. La desmitificación de los tabúes y las
prohibiciones se hacen en consecuencia posible, a su vez nos libera de algo tan
imaginario demasiado difícil de reprimir. Un poeta que enseña al hombre ha amar
sin vincularse a la insatisfacción.
Otro aspecto interesante es la relación de su escritura; 'la brevedad', sí, esta
característica tan suya para cada fragmento expresa un crecimiento de voz propia.
Llama la atención una intimidación en los verbos que hilvanan una acción en la
expresión subjetiva que podemos claramente observar en; Circus
“Extraño [despertar]/
del César
esa tarde en medio de la Arena,
cuando [suplicaba]/
al público cristiano
que un gladiador [pusiera]/
fin a su vida,
109
que [soltaran]/
a los leones
y lo [subieran ]/
a la cruz más alta”.
El significado de suplicar, soltar, subieran son verbos pretéritos inmediatos;
excepto despertar presente para la acción dentro del poema pero que cambia 'la
visión' de las cosas, haciendo que la realidad no se sienta como significado, sino al
contrario, como si el poema “provocara” su propia verdad: Extraño del César/ (Yo)
forma distinta de percepción del mundo cuando suplica/ acción imperativa del
significante (suplicar), que un gladiador pusiera fin a su vida/ (poner) significado
distinto, que alude a “algo real” , como puede ser algo, por ejemplo; la furia del
gladiador con determinados usos concretos de los signos verbales; soltar a los
leones, subir a la cruz más alta/ la subordinación semántica 'soltaran a los leones'
crea una nueva experiencia de las ya habituales en el saber cultural de la
inefabilidad semántica hablante.
Por último deseo comentar que la evocación de Coliseo es un mundo mítico pero
reencuentra el camino del mundo fantástico a la realidad en la medida en que,
gracias a sus dones poéticos hace tomar a su musa y personajes reales, que
adquieren para los lectores valor de figuras preciosas de la realidad.
Enhorabuena Héctor Carreto.
Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo Gamoneda
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
Pasos 37. Dominican
can Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
Carranza 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Szymborska
Burgos 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas /
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz Seamus Heaney
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington 41. La tierra giró para acercar
acercarnos y otros poemas /
Delgado. Eugenio Montejo
8. Haikus / Matsuo Basho 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
Darwish 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas Brull
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir
Drummond de Andrade Holan
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas /
Enzersberger Gastón Baquero
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín
contemporáneos Giannuzzi
16.. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
17. Muero de sed ante la fuente y otros popoemas / Tom 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
Raworth 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú Torres
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James 53. Territorios Extraños /José Acosta
Rawlings 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza Fernández
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Vásquez
Martínez Rivas 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
24. Antología esencial / Joseph Brodsky 58. Días de Carne / César Sánchez Beras
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova Varsovia
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 59ª. Elevación
ón de los elementos / David Huerta
Rothenberg 60. La imperfección es la ccima / Yves Bonnefoy
28.. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica
Pacheco 62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 63. Iniciación final / José Alejandro Peña
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas 64.. Gente desarraigada y otros poemas / Cesare Pavese
Elytis 65. La luz interrumpida y otros poemas / Luis Rosales
31. Las ventajas de aprender y otrosros poemas / Kenneth 66. Una raya larga y roja en el polvo de la historia / Pablo
Rexroth Antonio Cuadra
32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 67. El poeta regañado por la musa / Héctor Carreto
33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo
Rojas
113
Colección
Muestrario de
Poesía
2011