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Un árbitro comprometido es aquel que cumple con sus obligaciones haciendo un poco más de lo
esperado al grado de sorprender a propios y extraños, porque vive, piensa y sueña con sacar
adelante su trabajo, es productivo, busca como esforzarse, en otras palabras va más allá de lo
que supone en principio el deber contraído con su profesión; es feliz con lo que hace hasta el
punto de no ver el compromiso como una carga, sino como el medio ideal para perfeccionarse.
Póngase la camiseta: Es común hablar de "ponerse la camiseta", dicho muy apropiado cuando
hablamos de compromiso, pues la idea es que quien trabaja para un fin se sienta parte de él,
como si fuera algo propio y no lo haga sólo por hacerlo o porque recibe una retribución a
cambio. Este es la base para producir cualquier tipo de cambio; la clave de los logros radica en
la capacidad que posee cada arbitro en comprometerse con lo que hace en un terreno de juego,
tiene que ver con la posibilidad de crear nuevas prácticas en su manera de hacer las cosas.
Comprométase ahora: A veces un árbitro cree que sólo puede asumir aquello que su sentido
común le muestra como posible o factible sin darse cuenta que cuando se compromete consigue
lo que no tiene, cualquier ejemplo de cambio significativo empieza con alguien que se ocupa de
una posibilidad que era vista hasta ese momento como "improbable"; algunos silbatos creen que
el compromiso es sólo una palabra insignificante, otros por el contrario lo consideran
importante cuando hablan de él, sin embargo muy pocos lo hacen importante a la hora de
ponerlo en práctica.
La eficiencia vs la eficacia
El árbitro es eficiente cuando realiza bien la tarea que se le ha encomendado y se le considera
apto, capaz y competente, al tiempo que destaca la necesidad de tomar decisiones ajustadas
técnica y disciplinariamente a las demandas del juego en un clima de respeto y autocontrol;
mientras que el árbitro eficaz es aquel que da buenos resultados, y logra los objetivos. La
eficacia, se enfoca en los recursos que se tienen para arbitrar y el utilizarlos de la mejor manera
posible.
En los partidos
En la vida real existen muchos árbitros que cuentan con talento y muchos conocimientos, sin
embargo, a pesar de que los utilizan de la mejor manera posible en cada uno de los partidos
fracasan en la consecución de sus objetivos. Por otro lado, otros derrochan sus habilidades y aún
así logran llegar alcanzar sus propósitos. Los menos exitosos son los que aprovechan al máximo
los recursos con que cuentan pero son eficaces o eficientes; y otros, aún con pocos recursos,
aplican estas dos características y logran resultados fabulosos convirtiéndose en competentes, la
clave es entonces la armonía entre las dos.
Definición orientada
Es la capacidad del organismo para actuar de forma adelantada en los parámetros espacio-
temporales con respecto a la acciones de los deportistas dentro de los campos de juego, es decir,
es la habilidad del cerebro para anticiparse al futuro. Esta representa la manifestación de la
actividad “conocedora” del árbitro, que le concede en respuesta a los estímulos en el presente,
prever los acontecimientos futuros utilizando la experiencia y además estar preparado para
encontrar la solución más acertada.
Niveles de manifestación
Cuatro niveles se manifiestan en la anticipación, el primero el subsensorial, corresponde a las
predisposiciones y a los movimientos inconscientes que realizan los jugadores, y al conocerlos
permiten establecer qué van a hacer seguidamente; el segundo es el perceptual, se caracteriza
por dividir las acciones de los deportistas por adelantado e imaginar las posibles reacciones para
seleccionar precisamente aquella que responde al siguiente paso, es importante esclarecer los
efectos de las situaciones a solucionar en un encuentro deportivo.
En el posicionamiento
La característica esencial de la anticipación radica no solamente en el adelanto al espacio y al
tiempo, sino también en el nivel de exactitud y complemento del pronóstico. Para concluir, un
árbitro debe manejar la anticipación tal y como dice el conocido refrán “cuando el jugador
viene, él ya debe ir”, esto también es aplicable a la ubicación porque además de conocer para
qué lado va el jugador, puede escoger el lugar más apropiado para posicionarse dentro del
terreno de juego; de igual forma una vez desarrollada esta cualidad podrá intuir en qué dirección
van los jugadores y el balón, pues es allí en donde van a estar los conflictos.
Muchos arbitros utilizan habitualmente el termino Juegue, avance, continue, siga... pero muy
pocos saben que significan esto terminos y que casos especificos deben considerarse como tal.
Supongamos que para alcanzar un objetivo es imprescindible atravesar un río caudaloso, sería
imposible hacerlo si quien lo va a pasar no sabe nadar; en el arbitraje es igual, los árbitros deben
conocer de antemano en forma teórica y práctica todas las situaciones u acciones que tienen
como finalidad lograr la consecución de un gol en la portería contraria, de esta situación se
derivan dos escenarios, el primero es conocer cuándo un jugador lleva un avance con
posibilidad clara de marcar gol; y el segundo es saber cuándo el jugador va en un avance
comprometedor.
Proyección a la portería
En este artículo se tratará específicamente el avance comprometedor, para iniciar con la
definición se dice que un jugador lleva una aproximación de este tipo cuando en el momento de
ir o no hacia la meta contraria puede con su accionar colocar al compañero, a él mismo o al
equipo en una situación ventajosa para lograr una clara opción de gol; esta circunstancia puede
presentarse en el área de meta contraria, en sus cercanías incluyendo la mitad del terreno de
juego en la franja mas alejada de la línea medianera donde exista proyección a la portería
contraria.
Aprender a diferenciar
En cierta forma un partido de fútbol de salón es como atravesar un río caudaloso, se puede tener
excelentes árbitros y objetivos tácticos muy definidos para juzgarlo, pero si estos no son
adiestrados para discernir sobre ciertas acciones que se presentan dentro del mismo dichos
objetivos estarán perdidos. Por eso se deben formar jueces llenos de iniciativa y con la
seguridad de que no llegarán a improvisar durante la competencia, sino que en el campo sabrán
diferenciar las situaciones que aunque parecidas nunca serán iguales.
El reglamento del fútbol de salón en dos de sus principales reglas, le da al árbitro la facultad
para permitir la continuidad del juego, las regla 9 y 10 las cuales hablan de la norma de la
ventaja, las faltas y las conductas antideportivas; juntas leyes en su espíritu encierran el no
favorecer al equipo que comete la infracción, ya que el salonismo es un juego de contacto, viril
y es un espectáculo; por tal razón no se puede estar pitando a cada rato ni concediendo faltas a
cada jugador que se deja caer apenas lo rozan, si esto se hiciera desesperaría a los participantes
y a los mismos aficionados.
Diferencias profundas
Dejar jugar es permitir que los salonistas disfruten de su deporte dentro de los cánones del juego
limpio, que estos se diviertan driblando a los contrarios, recuperando y pasando el balón;
teniendo en cuenta que dentro de estas situaciones se pueda consentir “una que otra” patadita u
entrada imprudente y hasta brusca sin que estas conlleven a la pérdida del control total del
partido. Dejar pegar es consentir que los deportistas tomen la justicia por su propia mano al no
encontrar quién corte a tiempo los quites deslizantes, los planchazos y las entradas peligrosas
que pongan en peligro su integridad, o que no frenen en su justa medida la reiteración de las
faltas que les hagan, las dos cosas son bien diferentes.
Método particular
Aplicar las reglas con más rigor, hacer presencia en la jugada, estar en todo, incluso donde
realmente no se tiene que estar para ver las acciones, son muestras de querer dar continuidad y
mantener la normalidad de los partidos. De esta manera el método que inventa cada árbitro para
lograr que los jugadores jueguen y no peguen puede dar resultado, siempre y cuando no lo
establezca cuando el partido se vaya acabando o cuando no haya nada que hacer. Si las señales
desde la conducción arbitral son firmes, habrá oportunidades de eliminar la violencia dentro de
la canchas y diferenciar los dos términos de una manera acertada.
Delegar funciones es el proceso que realiza un árbitro para encomendar y responsabilizar a sus
compañeros de ciertas tareas que son de su potestad y cuya ejecución en la mayoría de casos es
su compromiso. Se debe aplicar cuando la obligación va más allá de las capacidades, incluso
cuando se tenga competencia absoluta. Muchos silbatos piensan que delegar es simplemente dar
una tarea a su compañeros y ya está, cuando lo más inteligente es crear un equipo en el que
participen juzgadores cualificados, con la “autoridad” suficiente para resolver eficazmente las
labores encomendadas, no sólo las básicas sino también las más significativas.
Desarrolle potencial
Delegar funciones se presta a malos entendidos ya que no se trata de librarse de tareas sencillas,
no sólo permite conseguir más espacio para hacer lo realmente importante, sino que ayuda a los
miembros de un equipo a desarrollar su potencial, lo que aumenta la eficacia del mismo y su
crédito. Delegar es algo tan complejo que obliga al árbitro, a confiar en terceras personas, algo
que siempre generará dudas, sin embargo, la clave es aplicar el siguiente principio, “las tareas
que puede hacer otro deléguelas, las tareas que no se pueden delegar y que son fundamentales
para la consecución de los objetivos hágalas usted mismo tan bien como le sea posible”.
Formas de hacerlo
Existen cuatro formas, la primera, la planificación previa del partido; la segunda, la
planificación preventiva durante el desarrollo del juego; la tercera, las funciones y deberes que
establece la regla catorce; y los deberes y funciones de sus compañeros en cada encuentro
deportivo que establece la misma regla. Delegar no significa sacudirse de la responsabilidad,
dejarla en manos del anotador, el cronometrista o los arbitros auxiliares y olvidarse de ello;
tampoco significa liberarse de un compromiso traspasándolo a otro. Delegar significa conquistar
los objetivos propuestos con la colaboración de sus compañeros y cuando se cuenta con la
compañia de un coordinador arbitral a quienes confiará todo o parte del trabajo que estará bajo
su jurisdicción.
Sepa delegar
A la hora de delegar ciertas acciones de los partidos a los arbitros auxiliares o demas
compañeros se debe procurar que todo quede claro desde el principio, es decir, cuáles serán las
obligaciones de cada uno, qué se deberá hacer y cómo actuar ante determinada situación,
adicionalmente se respetarán las áreas de responsabilidad para no invadir el terreno del otro. El
segundo arbitro en el cual se delega debe estar correctamente informado de las necesidades del
partido y ambos deben disponer de toda la documentación necesaria para hacer la labor a gusto,
de esto depende en gran parte el resultado del mismo. El buen árbitro será aquel que sabe
delegar funciones
Evite el conflicto:
La función de este artículo no es otra que lograr que los silbatos conozcan cuáles son las
falencias más comunes en las que incurren una vez alcanzan reconocimiento, para que así eviten
entrar en conflicto con sus compañeros, pues el reconocer sus errores frecuentes les permite
mejorarlos. Todas las competencias dentro del arbitraje son hábitos aprendidos y en
consecuencia, si se tiene alguna carencia en uno o en otro sentido, siempre se puede aprender a
hacer mejor las cosas y evitar que la “fama” se suba a la cabeza.
Hábitos perjudiciales:
En este sentido, el árbitro que se convierte en arrogante e impaciente puede aprender a escuchar
y a tener en cuenta las opiniones ajenas cuando se las dicen, pero el hecho es que este tipo de
progresos jamás puede tener lugar si no se comienza dando antes el primer paso, que consiste en
conocer el modo en que esos hábitos perjudican e intoxican las relaciones interpersonales con
los jugadores y compañeros por decirlo de algún modo, y que si no se saben manejar llevan al
fracaso después de alcanzar el éxito. Seis en total son los errores en los que incurren
regularmente los silbatos luego de tener fama.
Errores frecuentes:
La ambición ciega es el primera error en el comportamiento que muestra el árbitro y no es otra
cosa que parecer "inigualable" en todo momento, compite en lugar de colaborar, exagera su
propia valía y es jactancioso y arrogante, juzga a sus compañeros en términos de aliados o
enemigos; el segundo es la intromisión, esta falencia lo lleva a actuar más allá de su límite, se
mete en lo que no debe y ejerce su dirección de un modo asfixiante; la sed de poder, es el
tercero y en el cual el árbitro no busca el poder para el colectivo sino cínicamente para sí o para
sus propios intereses.
Otras falencias:
El cuarto aspecto errado en el que incurre un silbato es la necesidad de reconocimiento, en otras
palabras se vuelve adicto a la gloria, capitaliza los esfuerzos de los demás y es capaz de
sacrificar cualquier cosa en aras de su propio bien; la preocupación por las apariencias es el
quinto punto y en este necesita parecer bueno a toda costa y se halla exclusivamente preocupado
por su imagen pública; la necesidad de parecer perfecto es el último desatino, en este las críticas
por más fundadas que sean, le irritan o le producen rechazo y no admite equivocaciones. Como
ya conoció cuales son los fallos más comunes, hágame el favor mi estimado lector de no incurrir
en ellos cuando le llegue su cuarto de gloria y si ya los tiene corríjalos a toda costa.
Jugadores, entrenadores, público en general y periodistas esperan actuaciones fiables por parte
de los árbitros ya que sus decisiones en los partidos deberían ser las mismas en situaciones
idénticas o similares, de igual forma deberían aplicar las mismas normas a ambos contendientes,
sin importar la “localía” o presión de uno de los equipos participantes. Con frecuencia quienes
están alrededor de un encuentro deportivo critican y hasta se indignan por la falta de coherencia
en las disposiciones de los silbatos, incluso son estos últimos quienes reconocen la importancia
de la fiabilidad en su trabajo.
Buenas actuaciones
El término fiabilidad es descrito como "la probabilidad de buenas actuaciones de un árbitro a lo
largo no sólo de los partidos, sino en el transcurso de su carrera", entre más fiable sea más van a
confiar en él. Dicho de otro modo, es la posibilidad de este funcione de acuerdo al reglamento,
incluso bajo ciertas condiciones adversas y durante un período de tiempo prolongado. Un
estudio reciente con jueces indicó que el 73 por ciento de la muestra estuvo de acuerdo con la
frase: "Yo creo que la fiabilidad en el arbitraje es más importante que aplicar las reglas al pie de
la letra".
La compensación existe
Esta incertidumbre conduce con frecuencia a ansiedad, frustración, ira, e incluso algún
comportamiento físico negativo por parte de aquellos que se sienten perjudicados. Una de las
principales amenazas a la fiabilidad es la tendencia de los árbitros a aplicar la compensación;
cuando se les preguntó "¿Piensan ustedes que sus colegas intentan compensar cuando se dan
cuenta de que han cometido un error en contra de un equipo?" el 77 por ciento de los árbitros
contestó afirmativamente. A simple vista parece justo que así sea, sin embargo, si se intenta
equilibrar la balanza sólo se consigue empeorar la situación pues el partido queda desfigurado al
adoptar decisiones incorrectas de forma deliberada.
Cómo se consigue
Para alcanzar la fiabilidad necesaria para arbitrar se requieren dos premisas, una, implica
demostrar una buena técnica, conocer el reglamento y exhibir las cualidades descritas
anteriormente, muchos árbitros resultan poco fiables simplemente porque no dominan
suficientemente la interpretación del reglamento, el posicionamiento en el campo o las técnicas
específicas del arbitraje; y la otra establece que el alcanzar un alto nivel de fiabilidad arbitral
está relacionada con las destrezas mentales y emocionales. Un árbitro fiable requiere un estado
mental estable, los altibajos en su actuación suelen estar asociados a variaciones psicológicas,
por tanto la capacidad para conseguir un marco psicológico adecuado y mantenerlo durante el
partido y la vida arbitral resulta fundamental para ser eficiente
Está permitido que los jugadores expresen su alegría cuando sus compañeros marcan un tanto
puesto que esta práctica hace parte del fútbol de salón y el no autorizarla haría ver la anotación
como un “jardín sin flores”; no obstante, la celebración no deberá ser excesiva. La regla 8
permite celebraciones razonables, sin embargo, no se deberá alentar la práctica de festejos
coreografiados si éstos ocasionan una pérdida de tiempo innecesaria.
Sepa diferenciar
Lo que queda claro es que los jugadores pueden festejar siempre que lo deseen y debe
permitirse cuando esto no constituya un abuso, una burla al adversario, una pérdida de tiempo o
induzcan a la violencia, lo que debe reprimirse es el festejo desmedido, y en estos casos es
cuando los árbitros deberán intervenir, pero ¿Dónde termina lo normal y comienza lo
exagerado? la respuesta a este interrogante es la que tiene que conocer el árbitro.
Festejo desmedido
Se entiende por festejo desmedido, cuando un jugador extrema, dramatiza o se excede en la
celebración. Se ha dado como ejemplo de festejos desmedidos, treparse a las tribunas, colgarse
de las redes, celebrarle o dedicarle el gol a la barra del equipo contrario. En estos casos siempre
que un jugador lo haga se hará acreedor a una tarjeta amarilla.
Buenas celebraciones
No obstante hay otras celebraciones como, realizar bailes de todos los tipos, sacarse el zapato y
utilizarlo como teléfono, el que los compañeros lustren los botines, hamacar a los hijos en los
brazos, botarse al campo de juego como si fuera piscina, cargar a los compañeros, echarse sobre
los compañeros que están en el piso etc, que en principio no deben ser consideradas festejos
desmedidos, excepto, por supuesto que duren más tiempo de lo normal, de ser así entrarían en la
pérdida de tiempo y tendrían que amonestarse.
Prevenga o reprima
En el fútbol de salón está permitido el arbitraje preventivo, y en ese sentido el buen árbitro
previene las cosas antes de que ocurran para no tener que llegar a reprimirlas, esta es una
técnica de arbitraje permitida y recomendada por la AMF y los Instructores nacionales e
internacionales. En este contexto, el árbitro puede adelantarse a los acontecimientos y cortar
inmediatamente los festejos desmedidos si le es posible antes de que se produzcan, con
advertencias verbales o gestos corporales claros, y si no se alcanza a hacerlo se debe reprimir
con el castigo correspondiente.
Todos los jugadores sin importar la categoría entran a un partido con tres cosas en su mente;
primero, a pensar en los integrantes del equipo rival; segundo, a decidir cómo ganarles; y
tercero, a probar al árbitro de turno. La mayoría de deportistas intentan desde el principio
conocer al silbato para saber la manera cómo va a actuar, si es indulgente o drástico, o para
lograr que sea complaciente con ellos y los favorezca con sus decisiones a lo largo del partido.
Estándar de calidad
El querer “probar” al árbitro es una acción que realizan generalmente los jugadores dentro los
primeros cinco minutos del encuentro y es allí donde éste debe establecer su “estándar de
calidad” para orientar y reorientar la actitud de los mismos. Dicho término hace referencia a la
metodología que se llevará a cabo para la dirección del juego; como ejemplo se pueden tomar
los principios del mercado, es decir “establecer un puesto con todos los precios antes de mostrar
a sus clientes (los jugadores) quién puede o no negociar con el dueño.
Cómo se hace
Al inicio del partido el árbitro deberá estar alerta y aplicar las leyes con más rigor; hacer
presencia en la jugada; estar en todo, incluso donde realmente no tiene que estar; hablar con los
técnicos y los sustitutos y darles las instrucciones para que no le dañen el partido; pedirle a los
jugadores que tomen la distancia en el lugar correcto para que la respeten siempre; hacer una
mayor exhibición del trabajo en equipo al interactuar con sus árbitros auxiliares; hacer sonar el
silbato más de lo que normalmente lo hace; y tener la libertad de sancionar todas las faltas si es
posible. En resumen, no permitir que los jugadores violen las normas estipuladas, sino
delimitarlas con el fin de que ellos se den cuenta qué fue lo que él silbato vino a hacer en el
partido.