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Secretaría de Evangelización
Una de las características impresionantes del ministerio de Jesús era que atraía a las
multitudes. Las multitudes que Jesús atraía eran tan grandes que en una oportunidad
llegaron a oprimirlo. Cuenta Lucas 8. 40-42 que:
“Cuando volvió Jesús lo recibió la multitud con gozo, pues todos lo esperaban.
Entonces llegó un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga,
postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa,
porque tenía una hija única, como de doce años que se estaba muriendo.
Y mientras iba, la multitud lo oprimía.”
A las personas que tenían sed de Dios les encantaba escucharlo y venían en tropel a
cualquier lugar donde él estuviera, aunque esto significara viajar largas distancias. Cuando
Jesús alimentó a los 5000, ese número sólo contaba a los hombres, ya que Mateo 14. 21
dice:
“Los que comieron fueron como 5000 hombres, sin contar las mujeres y los niños”
Cuando añadimos a las mujeres y los niños podemos suponer que el número de asistentes
ascendía a unas 15000 personas. El ministerio de Jesús tenía una cualidad magnética.
Estamos convencidos de que:
La pregunta es: ¿Qué es lo que atraía a las multitudes del ministerio de Jesús?
Bien, él hizo tres cosas:
Las amó
“Al ver a las multitudes tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas
y dispersas como ovejas que no tienen pastor. “ Mateo 9.36
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“Se le acercó mucha gente que traía consigo cojos, ciegos, mudos,
mancos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús y los sanó”. Mateo 15.30.
También ver: Lucas 6:16 y Juan 6:2
“Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba”
Mateo 13:34
Jesús amaba a los perdidos y le gustaba pasar tiempo con ellos. Es evidente que disfrutaba
estar mucho más con ellos que con los líderes religiosos. Asistía a sus fiestas y lo llamaban
“Amigo de pecadores”. Lucas 7:34 ¿Cuánta gente llamaría a nosotros de esa manera?
La gente podía sentir que a Jesús le encantaba estar con ellos. Incluso los niños pequeños
querían estar cerca de él. Sabemos que los niños se inclinan instintivamente hacia las
personas amorosas y que los aceptan.
Amar a los incrédulos como lo hizo Jesús es una de las llaves más importantes para el
crecimiento de la iglesia. Si nosotros no tenemos la misma pasión por los perdidos no
podremos hacer los sacrificios que se necesitan realizar para alcanzarlos para el Señor.
*Tiempo para asistir al culto y estar prestos para ministrar. Interceder. Incluir a los
visitantes.
*Tiempo para visitar durante la semana a los hermanos nuevos, animar a los débiles.
*Tiempo para buscar soluciones a los problemas materiales.
Cuando les pregunto a los nuevos convertidos qué es lo que los atrajo a la familia de nuestra
iglesia, nunca alguien me dijo:
“Fue la doctrina wesleyana de la santificación en la que ustedes creen” o “Fue por su
hermoso edificio” o “Fue por su calendario de actividades tan completo”.
La respuesta más común ha sido: “Me atrajo que me sentí escuchada, recibida por un fuerte
espíritu de amor.”
Fíjese que el centro de esta afirmación es el amor que nuestros miembros y obreros son
capaces de darles a los nuevos invitados. Ellos no se aman solamente entre ellos.
Hay iglesias en donde los miembros se aman los unos a los otros y tienen gran comunión, sin
embargo son iglesias que están muriendo porque todo el amor está canalizado hacia
adentro.
La comunión de estas iglesias se ha vuelto tan cerrada que las personas nuevas no pueden
romper el círculo. Es decir que no atraen a los incrédulos porque no los aman. Muchos dicen:
“Nuestra iglesia es amigable y amorosa” pero el problema es que son amigables con los que
son como ellos y se encuentran dentro de la iglesia.
He conocido iglesias que exhiben la falta de una multitud como prueba de que son bíblicos,
conservadores, fundamentalistas, y que están llenos del Espíritu. Sostienen que ser una
pequeña iglesia, un “pequeño pueblo muy feliz” es prueba de su pureza, de que no han
comprometido sus creencias. Pero probablemente, lo que prueba su tamaño es que no aman
a la gente tanto como para salir a buscarlos.
Las iglesias que crecen son las que están construidas sobre la base del
AMOR HACIA DIOS (Gran Mandamiento)
el AMOR DE LOS UNOS HACIA LOS OTROS
y el AMOR HACIA LOS INCONVERSOS (Gran Comisión)
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Durante estos años he venido observando cómo nuestros miembros expresan su amor de
maneras prácticas:
Todos sabemos que las plantas necesitan un clima adecuado para crecer y lo mismo sucede
con las iglesias. El clima apropiado par el crecimiento de una iglesia es una atmósfera de
aceptación y amor.
Las iglesias que crecen aman, las iglesias que aman, crecen
Para que una iglesia crezca debe ser agradable e inclusiva con las personas que vienen por
primera vez. Una queja común que tienen los inconversos es que “Los miembros de las
iglesias no son amigables con las visitas. Parece que no encajamos. “Mucho antes de que el
pastor predique las visitas ya han decidido si volverán o no. Se están preguntando: ¿Me
siento bienvenido en este lugar?
En este sentido, debemos hacer todo esfuerzo posible para contrarrestar esta queja. Para
ello debemos adquirir hábitos y actitudes que permitan crear intencionalmente un clima de
amor y aceptación que lo puedan sentir las visitas.
Así, cuando una persona ha venido por primera vez le enviamos una carta pastoral diciendo.
“Gracias por haber sido nuestro invitado” Esta es una manera intencional de expresarle
nuestro amor a los visitantes de un modo que lo puedan comprender.
Lo que quiero decir es que aunque una iglesia sienta genuina compasión por los perdidos es
muy posible que esa compasión no se esté expresando de tal manera que los inconversos la
comprendan.
Debemos actuar intencionalmente para demostrar nuestro amor hacia las visitas y aquellos
que no conocen del Señor.
El amor es más que un sentimiento, es una acción y un comportamiento.
Significa ser sensibles a las necesidades de nuestro prójimo, poniéndolos antes que a
nosotros mismos.
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El pastor y los obreros de una iglesia son quienes establecen el tono y el clima de la
congregación. Los pastores y obreros no podemos ser fríos y dejar de expresar el amor
personalmente, pues eso garantizará que las visitas no volverán otra vez.
Este es un asunto muy importante: ¿Amamos a las personas a las que estamos predicando y
sirviendo?. La Biblia dice:
A los ojos de Dios, las grandes predicaciones sin amor no son más que ruido. Un consultor
en comunicaciones cree que el factor de mayor influencia en el discurso público es la
“queribilidad”. Si usted le gusta a la gente, ellos lo escucharán. Si usted no le gusta, lo
ignorarán o no prestarán atención a su mensaje. ¿Cómo es posible llegar a ser “querible”?
Sencillo: Ame a la gente. Cuando las personas saben que usted las ama, lo escuchan.
Recordar los nombres demuestra que usted está interesado en las personas. No hay nada
más dulce a una persona que viene por segunda vez que escuchar que lo llamen por su
nombre. Cuando usted se esfuerza por recordar los nombres de las personas abre
importantes puertas a desarrollar relaciones.
Puede pasar que nos olvidemos el nombre. Trate de evitarlo. Por lo menos intente que la
persona nueva no sienta rechazo o ser poco significativa porque no la reconocen.
Esto es: pastores y obreros debemos ser ACCESIBLES. No se esconda en la oficina. Cada
semana debemos saludar al mayor número posible de personas que vengan a nuestra iglesia.
Mézclese entre la multitud y hable con la gente. Esto demuestra que usted está interesado
personalmente en ellos. No se quede sólo con los que conoce o los más amigos. Ya habrá
tiempo para ello. Si todos actuamos de esa manera, mostraremos una comunidad cerrada
que se ama a sí misma.
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A muchos pastores les gusta reunir en una habitación privada a los obreros para orar antes
del culto mientras la gente va llegando. Creo que se debe orar por el culto lo más temprano
posible.
Para ello hemos dispuesto al equipo de intercesores para que oren por la reunión, los
músicos, los predicadores, dado que tenemos sólo una oportunidad por semana para hablar
con personas de la multitud y, cuando vienen, es deseable que cada obrero tenga un trato
personal con la gente.
Al estudiar el ministerio de Jesús verá el efecto poderoso que tenía su mirada, su palabra o
el tocar a las personas. En la iglesia debemos destacar un ministerio que promueva el
contacto personal. Dar abrazos, apretones de mano y palmadas en la espalda es algo muy
importante. El saludo de la paz que nos acerca unos a otros, hace que no seamos
indiferentes.
Nuestro mundo está lleno de personas solitarias que están desesperadas por sentir la
afirmación de un toque de amor. Muchas personas viven solas y el único contacto físico
amoroso al que pueden aspirar lo tienen en la iglesia.
Toda vez que podamos pasemos tiempo dándole una mirada, una palabra o un toque
amorosos a las personas. Uno nunca sabe cuándo una palabra tierna podrá marcar una
diferencia en el mundo de una persona. Detrás de cada sonrisa que dice “Está todo bien” se
esconde un dolor oculto que una simple expresión de amor puede sanar.
Si una iglesia desea atraer a una multitud, tanto el pastor como los obreros y los miembros
deben actuar con amor hacia los de afuera. Debemos demostrar intencionalmente una
actitud que diga:
1. La iglesia es aburrida, especialmente los sermones. Los mensajes no tienen relación con
mi vida.
2. Los miembros de la iglesia no son amigables con los visitantes. Si voy a una iglesia me
gustaría sentirme bienvenido sin sentirme incómodo.
3. Nos preocupa la calidad del cuidado de los niños que ofrece la iglesia.
Como ya afirmamos más arriba, los 10 minutos posteriores a la llegada las visitas ya se han
formado una opinión acerca de la iglesia. Los visitantes han decidido si volverán o no mucho
antes de la predicación. Las primeras impresiones son muy difíciles de cambiar, por lo tanto
debemos pensar cuáles son las primeras impresiones que deseamos que tengan los
visitantes.
La bienvenida a los visitantes es tan importante que tenemos tres tipos de ministerios de
bienvenida:
- Los encargados de saludar: Estas son las primeras sonrisas que encontrarán los
visitantes. Los que saludan se encuentran al pie de la escalera sobre la vereda. Saludan
informalmente a la gente a medida que se aproxima al edificio.
- Los anfitriones: Son el pastor, los ministros de las diferentes áreas u obreros de la
iglesia, dispuestos a saludar, informar y escuchar cualquier necesidad.
- Los ujieres: Saludan a los visitantes dentro de la reunión, reparten los programas,
ayudan en situaciones especiales y reciben la ofrenda. Son los únicos que tendrán
identificación.
Las personas encargadas de saludar deben proyectar calor fraternal y tener una sonrisa
fácil. También es importante que los escogidos para saludar tengan los mismos objetivos de
la iglesia. Si deseamos alcanzar a parejas jóvenes, usamos parejas jóvenes, si deseamos
alcanzar a adolescentes, usamos adolescentes, si deseamos alcanzar jubilados, usamos
jubilados. En muchas iglesias los que saludan son los miembros más ancianos, Si todas las
personas que saludan a un visitante durante los primeros diez minutos son cuarenta años
mayores que él, comenzará a preguntarse si tiene lugar en esa iglesia.
En la mayoría de los edificios públicos ponen música funcional. ¿Cuál es la razón? La música
relaja a la gente. El silencio asusta a los visitantes. Pero si uno entra en una habitación en la
cual todos están hablando, no se sentirá cohibido en absoluto.
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Existe un momento para el silencio en la adoración, pero no al comienzo del servicio. Lo que
deseamos es que antes de comenzar el culto la atmósfera esté llena de vida, alegría y gozo
contagioso. Esto distiende. El volumen es importante. No debe estar muy baja, ni muy alta.
Cuando las visitas entran al edificio en el cual las personas hablan en un tono normal y
pueden escuchar música animada, se alivian los temores. Perciben que las personas están
disfrutando de estar allí y se encuentran felices. Se dan cuenta de que en la iglesia hay
vida.
Una vez que las visitas se sientan no las molestamos ni las señalamos. Les permitimos que
observen la reunión sin identificarse públicamente. Deseamos que se sientan bienvenidos y
deseados sin sentirse observados.
Algunas bienvenidas hacen sentir más incómodos a los visitantes que si los hubiéramos
dejado solos. Se ha comprobado que uno de los temores más comunes que tienen las
personas es ir a una fiesta en donde estarán rodeados de extraños. El segundo temor más
común es hablar ante una multitud y el tercer temor más común es que le hagan una
pregunta personal en público.
Las maneras en que en las iglesias damos la bienvenida a las visitas hacen que éstos
experimenten los tres temores al mismo tiempo. Pensamos que somos amigables si decimos:
“Póngase de pie, díganos su nombre y cuéntenos algo de usted”. En oportunidades hasta les
hemos cantado.
A diferencia de esto, debemos expresar una bienvenida que relaje a la gente. Las
primeras palabras del coordinador de la liturgia deben marcar el tono de la reunión.
Cada semana decimos
A fin de contrarrestar la tercera objeción “Nos preocupa la calidad del cuidado de los
niños que ofrece la iglesia”, es que ofrecemos una Escuela Dominical para niños que es
simultánea con el culto. A los visitantes no les gusta tener que lidiar con niños revoltosos,
ya sean propios o ajenos.
Es importante identificar los lugares claves para que las visitas no tengan que preguntar
dónde se encuentran los baños y la cocina. Identificar además la sala del recuento de las
ofrendas, la sala de oración de intercesión y la consejería.
Al finalizar el culto, los miembros practicamos la “Regla de los cinco minutos”. Esto es
ponernos de acuerdo que durante los cinco minutos de terminada la reunión los miembros y
obreros sólo hablarán a las personas que no conocen. Esto se basa en el hecho de que los
primeros en irse de la reunión son las visitas. Por lo tanto, esperamos hasta que todas las
visitas se vayan, antes de tener comunión unos con otros.
Las visitas se quedarán un rato más después de la reunión si les damos una taza de té o
café y algo para comer. Esto también nos da a los miembros la oportunidad de conocer a
las nuevas personas, La comida tiende a relajar a las personas en los encuentros sociales.
Es notable pero Jesús impartía muchas de sus enseñanzas a la gente mientras comían o
caminaban con él. Esto me hace pensar que era algo intencional. Estas dos actividades
relajan a la gente y reducen las barreras relacionales. Cuando las personas están relajadas
escuchan mejor y están abiertas al cambio.
Este documento fue realizado por Norman Amestoy para Iglesia del Camino de Vida, IEMA
– Alta Córdoba – 2001 donde se afirma que “Cada persona es valorada y es el centro de
nuestra misión”. Fue adaptado por Juan Gattinoni a los efectos de ser estudiado en todas
las congregaciones de la IEMA en el marco del Programa de Evangelización y Discipulado