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¡Qué genio tenía! ¡Qué se había creído!... pero en fin, si ése era el
precio de mi pasaje ¡me tenía que resignar! Me pasé toda la noche
fregando el camarote de aquel mandón ¡qué sucio lo tenía! De pronto
el vigía exclamó: -“¡Tierra a la vista! ¡Se ven las Indias!”- ¡Qué risa!
Todavía no se sabía nada de América y ese hombre creía que eran las
Indias ¡Qué tonto!
Llegamos a tierra firme y bajé del barco. Colón nos abría el paso entre
la maleza. Llegamos a un claro rodeado de árboles por el que pasaba
un río de aguas cristalinas ¡era muy bonito! Pero nosotros no nos
percatábamos de que dos sangrientos ojos amarillos nos seguían
desde la penumbra… De repente, un rugido surgió de la oscuridad y
un tigre se abalanzó sobre nosotros por detrás ¡Qué miedo! Nos
hubiésemos convertido en alimento para la fiera pero un indio nos
salvó de la situación.
Otro día sentí curiosidad por saber lo que pasaría en el futuro así que,
de nuevo, me metí en la máquina del tiempo. Cuando noté que el
viaje se había terminado, abrí la puerta. Me llevé una decepción…
había aterrizado en un bosque ¿la máquina se había equivocado? De
repente alcé la vista y me quedé alucinada. Las casas, las tiendas, los
museos… todo estaba edificado sobre plataformas. Dónde ahora
están los edificios, el suelo, había grandes hectáreas de bosque. Por
lo visto, habían tomado medidas contra la polución y la
contaminación del medio ambiente.