En este diciembre volvimos a vivir la experiencia de la capacidad que la
industria del juguete despliega en todo el territorio con motivo de la Navidad y Día de Reyes; de cómo prácticamente las trasnacionales instaladas estratégicamente inundan el mercado para desplazar casi completamente a la industria nacional y con este dominio descontrolado el país recibe toneladas de basura plástica y de metales pesados que son tóxicos para el medio ambiente y la salud. Ni para qué preguntar el porqué de esta inundación de piratería por las fronteras y puertos donde se supone que vigilan día y noche nuestras autoridades hacendarias a través de aduanas; mejor consideremos como una causa perdida la lucha contra el contrabando y enfoquemos el problema de la contaminación ambiental por las mejores rutas para el control de toda la basura tóxica que recibimos de China, Estados Unidos, Taiwán, Japón y otros. Esta seria contaminación consiste en materiales NO BIODEGRADABLES que son componentes de los millones de juguetes, como son pinturas, plásticos y metales pesados como el Cadmio, Plomo, Mercurio y Litio, verdaderos venenos para la salud de niños y adultos; sobre todo el Plomo utilizado en pinturas y el Litio y Mercurio, metales radiactivos como componentes de pilas secas llamadas “alcalinas”. Al invadir la electrónica la industria del juguete “animado”, las baterías cobraron una fuerte demanda y actualmente se fabrican por toneladas sin controles de calidad para convertirse en bombas de tiempo en manos inexpertas como son los niños que por descuidos de los adultos las manipulan como parte del juguete y no pocas veces se las llevan a la boca. Pero lo peor es que la fuerte tendencia a preferir el juguete electrónico por encima del tradicional o artesanal cambia hasta en los padres los status o paradigmas para no dejarse del amigo o vecino y que el juguete del hijo sea el más fregón de todos, aunque de momento no importe si es de marca registrada o pirata y a los tres días termine en un rincón o en la basura. Sólo que en ese breve lapso el juguete se “tragó” varios juegos de pilas porque esa es la característica del juguete “patito” o pirata, su baja calidad de fabricación lo vuelve gran consumidor de energía; como resultado de esa compra fraudulenta ocurrieron dos cosas: salió más caro el freno que el caballo y se arrojó al medio ambiente una cantidad mayor de contaminantes. La cuestión aquí es que nadie quiere responsabilizarse de estos desechos tóxicos radiactivos y menos en los países de origen, lo acabamos de ver en la Cumbre de Copenhague con la urgente disminución de los contaminantes para detener el calentamiento climático; ni chinos ni gringos cedieron algo, siendo dos países altamente industrializados que arrojan el 40 % de contaminación. O sea que la acelerada industrialización y globalización nos envolvió a los países en “desarrollo” en una vorágine voraz con convenios comerciales a rajatabla; los modernos argonautas “regalándonos” todavía espejitos a cambio de un inmenso mercado libre donde circula a placer la piratería sin recoger su basura radiactiva. Hace algún tiempo -no mucho- se proponía que los comercios vendedores de pilas secas recogieran las usadas con la venta de las nuevas con el objeto de controlar estos desechos en algún confinamiento seguro para evitar en lo posible la contaminación de suelos y aguas superficiales y subterráneas. Nada más que aquella propuesta no pasó la prueba inicial sencillamente porque andamos con medio siglo de atraso en cultura ecológica y la propuesta era únicamente de “buenas intenciones”, entre vendedores y consumidores donde era relativamente sencillo incumplir para ambos; así es que estamos exactamente donde mismo sólo que más alarmados por una fayuca incontrolable. Algo tendrá que hacerse desde los ayuntamientos ya que la PGR únicamente se dedica a extorsionar a la plaga de fayuqueros, pues ellos mismos confiesan los montos semanales que tienen qué aportar para trabajar libremente nada más en la discografía pirata; pero la verdad es que los gobiernos también tienen qué hacerse cargo del control de baterías desechables prohibiendo su venta en locales no autorizados. Luego ir sustituyendo las desechables por baterías recargables porque no es posible creer que a este ritmo de degradación esté asegurada la supervivencia de nuestra especie; el día que comiencen a contaminarse los mantos acuíferos con metales radiactivos ocurrirá una verdadera tragedia para la humanidad. De hecho ha habido casos aislados de leucemias y otros cánceres por contaminación de plomo; por eso celebramos que el pueblo y Ayuntamiento de Xalisco hayan rechazado el relleno sanitario planeado en las faldas del cerro San Juan porque a mediano plazo se hubiera convertido en una bomba de tiempo. El problema de todo tiradero o relleno sanitario sería el mismo si no se manejan adecuadamente; por ejemplo el relleno que compartirán Acaponeta y Tecuala ubicado en terrenos del primero, sabemos que será mínima la contaminación del aire, pero ignoramos qué tanta polución de la que estamos hablando se filtre hacia los mantos acuíferos. Aunque no estaría de más tomar las debidas precauciones desplegando campañas periódicas para separar materiales peligrosos radiactivos que al tiempo pudieran acentuar los casos de malformaciones congénitas por culpa de una “insignificante” batería tirada al relleno sanitario de El Sobasto o cualquier otro lugar; aún queda mucho por discutir y hacer, pero por lo pronto hagamos nuestro el compromiso de “NI UNA BATERÍA MÁS AL BASURERO”. Para sugerencias y comentarios, por favor al 3252520702.