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El Protagonista es el actor que representa el papel principal en una obra y el que lleva la
acción hacia adelante. En general los protagonistas en una obra de teatro son
masculinos, más aún en la época en que se escribió Casa de Muñecas, (1879), en
Noruega, un lugar donde la sociedad era totalmente machista, al igual que en el resto de
Europa. Pero Ibsen, conciente de este hecho dice: “Nuestra sociedad es masculina, y
hasta que no entre en ella la mujer no será humana” (Henrik Ibsen), e incluso escribe
esta obra de teatro, la cual tiene como protagonista una figura femenina. Este hecho y su
comportamiento a lo largo de la obra fue un escándalo para la sociedad y una revolución
para las mujeres de la época, quienes tomaron a Nora como un modelo de mujer
moderna y libre.
Nora es la protagonista de esta obra. Está casada con su marido hace ocho años ,
Torvaldo Helmer, abogado y próximamente director de un banco, con quien tuvo tres
hijos. Para describir a Nora se debe dividir la obra en dos partes, ya que no es la misma
mujer en ambas, y puede decirse que tiene distintas facetas.
Para empezar, en la primera parte de la obra Nora se muestra como una mujer feliz, que
palmotea y juguetea con su marido. Él la llama con nombres de animales:
“¿Es mi alondra..?”
y que
Es por esto que a Nora se la describe como una mujer feliz y sin preocupaciones, y
también se sabe que ella no es la encargada de educar a sus hijos, sino que la niñera,
Ana María, se ocupa de hacerlo, mientras Nora juega a las escondidas y se muestra
como si fuera una más de ellos:
Ella está contenta de poder jugar con los niños y realmente lo disfruta, sabiendo que
ellos lo disfrutan de igual manera.
Pero también se muestra otra Nora, totalmente distinta. Una mujer preocupada, seria,
amargada y temerosa. Esta faceta de Nora aparece cuando se ve amenazada por
Krogstad, quien dice que va a contarle a Torvaldo la verdad sobre Nora, quien tuvo que
falsificar una firma en el pasado para poder salvarle la vida a su marido. Por lo tanto
Nora comienza a tener miedos y preocupaciones, y se siente presionada y amenazada
por este hombre que no la deja en paz.
Esta faceta de Nora se descubre en la conversación que lleva a cabo con Cristina, su
amiga de confianza. Hasta el momento Nora se había mostrado como se la describió por
primera vez, pero luego de este dialogo, su imagen cambia. En la conversación Nora le
cuenta a Cristina toda la verdad sobre su matrimonio, que en realidad ella se hace pasar
por una tonta, porque así le gusta a su marido. También le contó que siempre le está
pidiendo dinero al marido porque necesita pagar una deuda que se originó cuando
necesitaban irse de vacaciones a Italia por razones de salud de Torvaldo, y que este
préstamo lo consiguió ilegalmente, por lo tanto debe mantenérselo oculto a su marido, o
éste se enojaría mucho.
“Llevamos ocho años casados. ¿No te percatas de que hoy es la primera vez que tu y yo,
marido y mujer, hablamos con seriedad?” “Casa de Muñecas” (Pág.118)
Esta frase dicha por Nora refleja su madurez la cual nunca antes se había mostrado en su
matrimonio.
Hay tres símbolos que se refieren a Nora: la muñeca, los animales, y el disfraz. Ella
misma se compara con una muñeca y dice que ese fue el problema que arruinó su
matrimonio:
"He sido una muñeca grande en esta casa, como fui una muñeca pequeña en casa de
papá. Y a su vez los niños han sido mis muñecos. Me divertía que jugaran conmigo, y a
ellos les divertía verme jugar con ellos. Esto es lo que ha sido nuestro matrimonio..."
“Casa de Muñecas” (Pág.119)
Durante el baile, Nora debe usar un disfraz de Marinera Napolitana, y siempre es guiada
por su marido. Esto demuestra que Nora no tenía poder alguno sobre Torvaldo, y que
ella depende totalmente en sus decisiones. Como por ejemplo cuando estaban en el baile
que siempre ella debía hacer lo que él decía, y a pesar de que ella se quería quedar, se
tuvieron que ir porque Helmer quería.
La relación entre Nora y los otros personajes es importante para el desarrollo de la obra.
La señorita Linde es una amiga de Nora desde hace mucho tiempo, pero no se habían
visto desde hace unos años. Sin embargo, Cristina es la primera en enterarse de la farsa
que tuco que realizar Nora para poder salvarle la vida a su marido. Es por medio de esta
conversación por la cual el lector conoce su pasado. Y también gracias a este dialogo el
lector puede conocer la verdadera actitud de Nora frente a la vida, que no era hacerse
pasar por una mujer hueca e inmadura, sino salvar la vida de su marido y poder
continuar con la suya sin tener problemas con su marido.
El Doctor Rank es un íntimo amigo de los Helmer, pero ahora está enfermo y a punto de
morir. Siempre fue el médico de la familia y hubo cierta especie de complicidad entre
los dos personajes ya que pocas personas aparte del doctor y Nora sabían que Helmer se
encontraba muy enfermo y debía tomarse unas vacaciones en Italia para recuperarse.
Por lo tanto esta amistad al igual que la de Cristina se muestra relevante para Nora.
La relación entre Nora y Krogstad es algo fría y Nora desea verlo lo menos posible ya
que él fue el que le otorgó el préstamo para el viaje, pero el préstamo se debió hacer de
forma oculta e incluso ilegal y por esto Nora trata de omitir relacionarse con este
personaje, quién también la presiona y chantajea para poder permanecer en su puesto de
trabajo en el banco de su marido.
Para concluir, se puede decir que el personaje de Nora tiene dos facetas: la verdadera
parte de ella y la que simula ser. Su personaje es visiblemente comparado con una
muñeca y por esto el título lleva este nombre. Nora era un personaje femenino, algo que
ya era raro para la época (la mayoría de los protagonistas eran masculinos), ella
evoluciona a lo largo de la obra, y concluye separándose de su marido y abandonando a
su casa e hijos. Esto le demuestra a toda la sociedad que las mujeres pueden ser libres e
iguales a los hombres, incluso superiores. Pero para esto tienen que ser personas
decididas y capaces de luchar, como dijo Ibsen: “Si dudas de ti mismo, estás vencido de
antemano.”. La sociedad de la época tenía una idea muy equivocada de cual era el rol de
la mujer en la familia e incluso en la sociedad; pasaban de las manos de los padres
directamente a la de sus maridos, sin tener libertad alguna. Es por esto que el libro
“Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen fue una revolución para la sociedad y Nora un
modelo a seguir.
creado por carlos.rouen.menard | 0 comentarios | 09/01/06 01:23
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Vida y obra
En las obras del anciano escritor nos encontramos con una serie
personas que atraviesan conflictos similares. Juan Gabriel
Borkman sacrifica su amor por su sueño del poder y la gloria de
obra. "Solness el constructor" destruye la vida y la felicidad de s
próximos, para exponerse como el artista célebre de su profesión
Y Hedda Gabler interviene soberanamente en los destinos de otr
para llevar a cabo su sueño de libertad e independencia propias.
Estos ejemplos de personas que persiguen su meta, teniendo que
pisar a otros irremediablemente, son todos sacados de la última
década de su obra. Ibsen desvela mediante su análisis psicológic
las fuerzas negativas en las mentes de estas personas (los llama
"demonios", "ogros"). Las descripciones de los personajes en est
últimas obras dramáticas son extremadamente complicadas, cosa
que es muy característica en todas sus obras posteriores al "El pa
silvestre" (1884). En los últimos 15 años de su obra literaria Ibse
desarrolla su maestría dialéctica y su forma dramática peculiar —
en la que el realismo, el simbolismo y la profundidad psicológic
convergen. Es por esta fase de su obra literaria que le han llamad
un "Freud en el teatro" — con o sin justificación. En todo caso e
un hecho que Freud y una serie de psicólogos han podido usar la
descripciones de los personajes de Ibsen para ilustrar sus propias
teorías o servir de fundamento para el análisis de carácter. Es
sobre todo conocido el análisis que hizo Freud de Rebekka West
en "La casa Rosmer" (1886), un caso que trató en 1916 con otros
tipos de carácter "que se hunden debido a la prosperidad". Freud
considera a Rebekka como una víctima trágica del complejo de
Edipo y de un pasado incestuoso. El análisis dice quizás más sob
Freud que sobre Ibsen. Pero la influencia de Freud y del
psicoanálisis en general ha sido considerable en el criterio del
dramaturgo noruego.
y posturas sociales".
Un exito asombroso
"¿Porqué Vd. y los que tenemos una postura europea estamos tan
aislados en nuestros países?"
Las dos obras gemelas "Brand" y "Peer Gynt", que son bastante
diferentes entre sí, enfocan todo el tiempo el problema de la
personalidad. Ibsen dramatiza el conflicto entre el entrar de mod
oportunista en una actuación falsa — y el comprometerse a una
exigente tarea vital. En "Peer Gynt" el autor ha creado con gran
acierto artístico una escena que demuestra esta situación
conflictiva. Es la escena en la que el envejecido Peer Gynt se ve
obligado a hacer un ajuste de cuentas consigo mismo — camino
casa a su punto de partida noruego. Empieza a verse a si mismo
como el que ha sido en su vida, y en la mencionada escena recog
una cebolla de la tierra. Mirando atrás su vida desperdiciada,
empieza a pelar la cebolla. Cada capa representa un papel
diferente que ha jugado. Pero no encuentra ningún centro. Tiene
que admitir que ha llegado a ser un" nadie", y que no tiene ningú
"yo".
***
"El que me quiera entender del todo tendrá que conocer Noruega
La naturaleza grandiosa, pero severa, que rodea a las personas qu
viven allí en el norte, la vida solitaria, aislada — muchas de las
granjas quedan muy distanciadas una de otra — les obliga a
desinteresarse por los demás, y ocuparse exclusivamente de sí
mismos. Por eso son introvertidos y serios, cavilan y dudan — y
muchas veces pierden el ánimo. En nuestro país en una de cada
dos personas hay un filósofo. Además están los inviernos largos
oscuros con niebla densa que cubren las casas — ah, ¡cuanto
añoran el sol!"
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“Por fin puedo anunciarte que mi próxima pieza va viento en popa y la terminaré en
verano. Será un extenso poema dramático sobre una figura aventurera mitad mítica y
mitad de cuentos de hadas en la reciente imaginación popular noruega. No será otro
Brand ni tendrá un contenido polémico.”
Originalmente, Ibsen deseaba que su largo escrito Peer Gynt fuese leído más que
llevarlo a la vista del público en los foros nórdicos, ya que su montaje planteaba varios
retos, por ejemplo: el protagonista que brinda título al poema, se traslada en súbitos
cambios desde su hogar en las montañas nevadas de Noruega rumbo a las costas de
Marruecos, pasa por las pirámides de Egipto y el desierto del Sahara, para luego volver.
Y en cuanto a Casa de muñecas en México, fue llevada a escena por el Centro Cultural
Universitario de la UNAM en mayo de 1973; entonces, Nadia Piemonte la catalogó
como una “obra acerca de la liberación de la mujer por su personaje Nora y sus
conflictos matrimoniales”. A fines de 1981, el director Rafael López Miarnau montó
Las columnas de la sociedad en el Teatro Jiménez Rueda y el cronista Bruce Swansey
definió esa puesta para el semanario Proceso, así:
“El interés que todavía hoy despiertan autores como Ibsen se debe a su carácter
contemporáneo.”
“Se puede decir que el personaje de Nora tiene dos facetas: la verdadera parte de ella y
la que simula ser. Su personaje es visiblemente comparado con una muñeca y por esto
el título lleva este nombre. Al principio, Nora tiene ocho años de casada con Torvaldo
Helmer, abogado y próximamente director de un banco, y con quien tuvo tres hijos. En
la segunda fase concluye después de una evolución que se da a lo largo de la obra,
concluye separándose de su marido y abandonando a su casa e hijos. Esto le demuestra
a la sociedad que las mujeres pueden ser libres e iguales a los hombres, incluso
superiores.”
Pero para ello necesitan ser personas decididas y capaces de luchar, como declaraba
Ibsen: “Si dudas de ti mismo, estás vencido de antemano”. Concluye Turón, quien en
1995 dirigiera y actuara Espectros (1881), de Ibsen, en el Teatro Carlos Lazo de la
UNAM:
“La sociedad de aquel tiempo tenía una idea muy equivocada de cuál era el rol de la
mujer en la familia; una chica pasaba de las manos de los padres directamente a la de
sus maridos, sin libertad alguna. Casa de muñecas fue una revolución para la sociedad y
Nora, un paradigma a seguir.”
Noruega conmemora este 2006 a Ibsen (www.ibsen.net), pero también el próximo año
celebrará el centenario de la muerte de su compositor nacionalista más popular, Eduardo
Grieg, cuyas dos suites de Peer Gynt son las que gozan de mayor reconocimiento en el
mundo musical. Su fama está por encima de otros compositores noruegos de su tiempo,
como Ole Bull (1810–1880), Halfdan Kjerulf (1815–1868), Johan Severin Svendsen
(1840–1911) y Richard Nordaak.
Este interés por Ibsen como psicólogo podría facilmente ocultar otros aspectos
esenciales de su arte. Su presentación de la existencia humana ha sido situado en una
clara perspectiva social e ideológica . Quizás sea justamente esto que es la esencia de su
arte — y lo convierte en poesía existencial, con horizontes hacia muchos aspectos de la
existencia. Esto vale en realidad para todo lo que escribió, incluso antes de que llegara a
ser un dramaturgo conocido a nivel internacional en el período de los 1880.
Justamente la distancia entre lo que desean y lo que es posible lograr es motivo tanto de
lo trágico como de lo cómico en muchos casos de la vida de estos personajes. Ibsen
mismo pensaba que era efectivamente en la contradicción entre voluntad y posibilidad
que su obra estaba realmente arraigada. En 1875, haciendo una mirada atrás de sus 25
años como escritor, afirma que la mayor parte de lo que había escrito se había tratado
sobre la "contradicción entre la capacidad y la ambición, entre la voluntad y la
posibilidad". En esta relación contradictoria opinaba que "veía la tragedia y comedia de
la humanidad y del individuo a la vez". Una década más tarde creó la unión tragicómica
entre el sacerdote Rosmer y su profesor destartalado Ulrik Brendel. Estos dos hombres,
que representan el reflejo mutuo del otro, terminan ante un abismo en el que solamente
ven la soledad y falta de sentido total de la vida.
"No es la lucha consciente de ideas que pasan por nuestra mente, como tampoco sucede
en la realidad; sino que lo que vemos son los conflictos humanos, y entremezclados en
el trasfondo ellos, están las ideas, luchando, siniestras o victoriosas".
Esto toca indudablemente el fundamento de los requisitos exigidos por Ibsen al arte
dramático: Debería unir en una forma lo más realista posible lo psicológico, lo
ideológico y lo social. En sus mayores logros es justamente la síntesis orgánica de estos
tres elementos la médula del drama de Ibsen. En realidad quizás lo logra en una minoría
de sus dramas, como en "Espectros", "El pato silvestre" y "Hedda Gabler". Resulta
interesante, sin embargo, que él mismo — al contrario de todos los demás —
consideraba "Emperador y Galileo" como su obra maestra. Podría ser una indicación del
énfasis que ponía a lo ideológico, no como reflexión, sino como conflictos entre
interpretaciones de la vida. Ibsen opinaba que había hecho un relato totalmente
"realista" del conflicto interior del descarriado Julián). Supongo que la verdad es que el
personaje de Julián está demasiado marcado por ideas que el autor mismo había
pensado, lo que denominó sus "visión positiva del mundo". Su éxito como dramaturgo
lo logró Ibsen cuando siguió en serio otro procedimento, el que ha descrito en torno a la
obra "Hedda Gabler" (1890).
y posturas sociales".
Ibsen tardó varios años tras "Emperador y Galileo" en orientarse en esta dirección. A los
cinco años después del gran drama histórico y de pensamiento llegó "Los Pilares de la
sociedad" — el inicio de la reputación europea de Ibsen como dramaturgo.
en las obras siguientes, fase en la que cultiva el así llamado "realismo crítico". Es el
individuo que queda en oposición con la mayoría, con la autoridad opresiva de la
sociedad. Nora lo dice así: "Tendré que mirar quién tiene razón, la sociedad o yo".
Como he mencionado antes, es el individuo que se libera intelectualmente del
pensamiento tradicional — y por lo tanto, surgen los conflictos. En un período corto,
alrededor de 1880, parece que Ibsen consideraba con relativo optimismo la posibilidad
de que el individuo puediera vencer por sus propias fuerzas. Parece que Nora puede
tener una posibilidad real de ganar la libertad e independencia que sale a buscar — en su
muy incierto futuro. Se le podría acusar a Ibsen de haber tratado con demasiada
facilidad los problemas con los que una mujer divorciada y sin recursos iba a afrontar en
la sociedad de aquel entoces. Pero es el problema moral que le preocupa como
dramaturgo, y no el práctico ni el económico.
Un exito asombroso
A pesar de las perspectivas dudosas de su futuro, Nora ha servido en una serie de países
como objeto de identificación para mujeres que luchan por la liberación e igualdad de
derechos. En este sentido es seguramente el más internacional de los personajes de
Ibsen. A pesar de esto, es un éxito asombroso. El público burgués ha acogido con
entusiasmo a esta mujer que abandona a su marido e hijos, rompiendo con la misma
institución básica de la socieda burguesa: La familia.
Esto apunta también hacia lo que fue la base del éxito internacional de Ibsen: Sacó a la
vista en el escenario las divergencias profundas y los problemas acosadores de la
familia burguesa. El hogar burgúes podría aparentar éxito social superficialmente — y
por ende, representar el reflejo de la sociedad sana y estable. Pero Ibsen dramatiza los
conflictos ocultos en esta sociedad, justamente abriendo las puertas a las habitaciones
secretas y privadas del hogar burgués. Muestra lo que puede esconderse tras las
fachadas impec-ables: La doble moral, falta de libertad, traición y estafa. Y una
constante in-seguridad. Fueron estos aspectos de la vida burguesa que preferentemente
no se debían mencionar en público, al igual que el padre Manders quería que la señora
Alving reprimiera su lectura y todo lo demás amenazante en el ambiente de Rosen-vold
("Espectros"). En la misma forma, los representantes de la socidad en "La casa Rosmer"
presionan a Rosmer para hacerle silenciar que él — el sacerdote — ha renunciado a la fé
cristiana.
"¿Porqué Vd. y los que tenemos una postura europea estamos tan aislados en nuestros
países?"
A medida que Ibsen fue envejeciendo tuvo ciertos problemas con algunas
manifestaciones de la forma de liberalismo que en parte exageraba el derecho soberano
del individuo de desarrollo personal, y en parte hizo un ajuste radical de las normas y
valores del pasado. En "La casa Rosmer" señala los peligros de un radicalismo basado
en normas morales enteramente individuales. Es obvio que Ibsen enfatiza aquí que la
cultura europea está basada en una tradición moral inspirada por el cristianismo. El
autor parece dar a entender que hay que continuar basándose en ella, aunque se haya
renunciado a la fé cristiana. Esta parece la confesión que hace Rebekka West.
Pero al mismo tiempo es este drama, al igual que "Espectros", un ajuste doloroso con la
falta de alegría, con lo que aniquila la felicidad, justamente en los ambientes en los que
la tradición cristiana-burguesa ha oprimido a la gente. Estas dos obras abarcan, a pesar
de su pesadumbre, una cálida defensa de la felicidad y la alegría de vivir — en contra de
la postura de la sociedad burguesa del deber, la ley y el orden.
Fue en los años 1870 que Ibsen se orientó hacia su postura "europea". Y aunque vive en
el extranjero, elige consecuentemente ambientes noruegos como escenario de sus
dramas contemporáneos. Por lo general nos encontramos en un pueblo noruego de la
costa, el tipo de pueblo que Ibsen mismo conoció tan bien tras su infancia en Skien y su
adolescencia en Grimstad. El pasado del joven Ibsen le ha proporcionado una vista
aguda para las contradicciones sociales y conceptuales de la vida. En este tipo de
pueblo, como pueblo típico noruego de la costa, las estructuras y contradicciones
sociales son mucho más aparentes que en sociedades más grandes. Fue en las
localidades pequeñas que Ibsen tuvo sus primeras experiencias dolorosas. Había visto
como las convenciones, tradiciones y normas podían ejercer un control negativo del
individuo, creando temor y angustia ante el desarrollo natural de la vida y el gozo. Este
es el ambiente de "Espectros", como lo vive la señora Alving. Hace que las personas
"teman la luz del día", como afirma ella.
Fue precisamente en este tipo de ambiente que Ibsen en su juventud había formado la
base de su obra literaria y posterior fama mundial. Fue en un ambiente noruego
reducido, siendo autor y dramaturgo inseguro, donde había tenido la tarea de crear un
nuevo arte dramático noruego. Empieza con esta perspectiva nacional. Pero al mismo
tiempo se orienta desde el principio hacia la tradición teatral europea.
De Scribe pudo aprender como se debía construir la intriga interna del drama en
secuencias escenográficas motivadas por la lógica. Hebbel le dio un ideal de como se
podía construir el drama en la dialéctica actual de la vida misma, para que fuese así un
dramatismo de ideas de su tiempo. El esfuerzo pionero de Hebbel fue que trasladó los
conflictos ideológicos de su tiempo al teatro, creando un "drama de problemas" que
apunta hacia delante. Mostró como un dramaturgo moderno también podía aplicar la
técnica retrospectiva de la tragedia griega.
De modo que Ibsen estuvo en estrecho contacto con el arte del escenario durante un
período largo y continuo. Sus seis años en el teatro de Bergen (1851-57) y los siguientes
cuatro-cinco años en el teatro de Cristianía (1857-62) fueron una escuela dura, pero le
proporcionaron una gran visión acerca de los medios y posibilidades del teatro.
Durante un viaje de estudios a Copenhague y Dresden en 1852, dió con una obra
dramática que acababa de salir en Alemania. Fue "El Drama Moderno" de Herrmann
Hettner (1851). Este cambio de programa para un teatro nuevo y actual dejó huellas
profundas en el desarrollo de Ibsen como dramaturgo. También en Hettner encontramos
influencias importantes de Scribe y Hebbel, combinadas con un interés fervoroso por
Shakespeare. Ibsen aprendió también de otros autores, en primer lugar de Shiller y los
dos daneses Adam Oehlenschläger (1779-1850) y Johan Ludvig Heiberg (1791-1860).
A pesar de toda la inseguridad titubeante de estos años, nos encontramos ante un joven
autor muy decidido a perseguir sus objetivos. El objetivo es claramente nacional. El y
su amigo y colega Bjørnstjerne Bjørnson (1832-1910) han elaborado un programa
común para su actividad. En 1859 constituyen La Sociedad Noruega, un organismo para
el arte y cultura noruegas. Ibsen se preocupa sobre todo del papel del teatro en el intento
de la joven nación noruega de encontrar su propia identidad. En este trabajo de
"construcción nacional" buscaba materia de la edad media del país — y es allí donde
logra más como dramaturgo. Esto está muy claro en la obra que marcó el fin del largo
aprendizaje de Ibsen, "Los Pretendientes al Trono" de 1863. La acción tiene lugar en la
Noruega del siglo XIII, un período con conflictos internos desgarradores para el país.
Pero la perspectiva de Ibsen también es la Noruega de los años 1860, cuando permite al
rey Haakon Haakonssøn manifiestar su gran pensamiento de unidad nacional:
"Noruega fue un reino, será un pueblo. (...) ¡todos serán uno en adelante, y todos serán
conscientes de que son uno!"
"Los Pretendientes del Trono" representan el triunfo artístico de Ibsen, pero tuvo que
esperar un par de años más para ser reconocido como uno de los autores más
importantes de la nación. Esto sucede en 1866 cuando publica "Brand". — "Los
Pretendientes del Trono" marca el final de su estrecha relación con el teatro noruego.
Fue también su representación de despedida, ya que a partir de ese momento inicia su
larga estancia en el extranjero. Durante los años siguientes da la espalda al teatro en
primer lugar, y busca un público lector.
Lo que anteriormente había tratado como un problema de identidad nacional, fue para él
ahora una cuestión de la integridad personal del individuo. Ya no era suficiente basarse
en un remoto tiempo histórico de grandeza, mostrando la continuación de la vida de la
nación. Ibsen abandona la historia y plantea lo que él entiende como el problema
principal de su tiempo: Un pueblo solo podrá levantarse culturalmente a través de la
fuerza de voluntad del individuo. "Brand" es más que nada un drama acerca de que cada
uno debe seguir el camino de la voluntad para realizarse como persona verdadera. Es
también el único camino a la libertad auténtica — para el individuo y, por ende, para la
comunidad.
Las dos obras gemelas "Brand" y "Peer Gynt", que son bastante diferentes entre sí,
enfocan todo el tiempo el problema de la personalidad. Ibsen dramatiza el conflicto
entre el entrar de modo oportunista en una actuación falsa — y el comprometerse a una
exigente tarea vital. En "Peer Gynt" el autor ha creado con gran acierto artístico una
escena que demuestra esta situación conflictiva. Es la escena en la que el envejecido
Peer Gynt se ve obligado a hacer un ajuste de cuentas consigo mismo — camino a casa
a su punto de partida noruego. Empieza a verse a si mismo como el que ha sido en su
vida, y en la mencionada escena recoge una cebolla de la tierra. Mirando atrás su vida
desperdiciada, empieza a pelar la cebolla. Cada capa representa un papel diferente que
ha jugado. Pero no encuentra ningún centro. Tiene que admitir que ha llegado a ser un"
nadie", y que no tiene ningún "yo".
"Tan extremadamente pobre puede un alma volver a la nada en la niebla gris. Tú, tierra
deliciosa, no te enfurezcas por haber pisado tu hierba en vano. Tú, sol delicioso, has
rociado con tus rayos lucientes una cabaña deshabitada. No había nadie dentro para
calentar y entonar — el dueño, dicen, estaba siempre lejos del hogar...."
En este sentido, este drama temprano de Ibsen — por muy noruego y romántico que sea
— tiene su lugar esencial en la historia del teatro, aunque no está escrito para el
escenario. Justamente "Peer Gynt" ha demostrado que Ibsen sigue siendo un autor vivo
y actual también en esta época moderna. Por lo tanto, no son solamente sus dramas
contemporáneos que le han convertido en una de las personalidades más destacadas de
la historia del teatro. Aunque serán estas obras las que tiene en mente el investigador
sueco de dramas Martin Lamm cuando afirma:
"El drama de Ibsen es la Roma del drama moderno; todos los caminos conducen hasta y
desde allí".
***
"El que me quiera entender del todo tendrá que conocer Noruega. La naturaleza
grandiosa, pero severa, que rodea a las personas que viven allí en el norte, la vida
solitaria, aislada — muchas de las granjas quedan muy distanciadas una de otra — les
obliga a desinteresarse por los demás, y ocuparse exclusivamente de sí mismos. Por eso
son introvertidos y serios, cavilan y dudan — y muchas veces pierden el ánimo. En
nuestro país en una de cada dos personas hay un filósofo. Además están los inviernos
largos y oscuros con niebla densa que cubren las casas — ah, ¡cuanto añoran el sol!"
EL PARADIGMA FEMENINO EN EL
Universitat de València.
Como es fácilmente constatable con solo observar cualquier historia del teatro español
estamos todavía lejos de poseer un conocimiento en profundidad de la producción
dramática y de la vida teatral durante la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, nuestro
conocimiento -bueno, sin duda alguna- de algunos y autores y obras (muy
especialmente del teatro llamado convencionalmente neorromántico) no se corresponde
con el de aspectos de sociología teatral (sumamente relevantes) tales como la vida y
movilidad de actores y compañías, la expansión geográfica de los nuevos modelos
arquitectónicos e ideológicos propios del siglo, la larga serie de traducciones y
adaptaciones, la misma teoría y crítica teatral, etc. Igualmente, son muchos los autores
-hoy secundarios, pero en aquel momento cimeros- cuya producción queda en la
sombra... Desconocimiento este que no se corresponde con el peso específico que jugó
el teatro no solo a nivel social -o sociológico, si así lo preferimos- sino también cultural,
y literario, por ende. Y eso aunque el teatro de esta época es, en definitiva, el modelo
teatral contra (o con) el que se yerguen los autores que tratarán, durante todo el primer
tercio del siglo siguiente, de construir un modelo alternativo, renovador y, en ocasiones,
decididamente rupturista. Por otra parte, es durante este período cuando culminará tanto
la penetración de corrientes (y autores) renovadores del panorama teatral europeo, con
lo que ello significa de revulsivo y de polémico, como los intentos de llevar a la práctica
teatral toda una serie de teorizaciones sobre la relación entre teatro y realidad. Resulta
evidente, a mi entender, que será entonces cuando los autores tendrán que plantearse de
forma ineludible la necesidad de reflejar en su teatro personajes femeninos que vayan
más allá de los arquetipos o de los partis pris ideológicos y culturales. En consecuencia,
serán sus obras terreno propicio para la exposición que voy a realizar.
Ahora bien, un estudio que se pretenda mínimamente profundo del papel jugado por los
personajes femeninos en el teatro español del XIX tiene que pasar, forzosamente, por un
examen -siquiera sea a grandes rasgos- de las transformaciones experimentadas en el
paso del siglo XVIII al siguiente. En efecto, los recientes estudios(1) sobre el teatro de
finales de ese siglo, han servido para poner de manifiesto que los planes ilustrados de
reforma del teatro, amén de conducirlo hacia la consolidación del modelo neoclásico, no
desdeñaron acercarse hacia unas nuevas formas de sensibilidad que, además, contaban
con un decidido apoyo entre amplios sectores del público, para quienes (por influencia
de la misma propaganda ilustrada) el teatro posbarroco empezaba, aunque fuese de
forma paulatina a dejar de ser atrayente (2). Este nuevo teatro, basado en una excitación
de los mecanismos estimuladores de la sensibilidad del espectador medio (el espectador
burgués) contaba ya con ilustres precedentes en Francia, de donde irradió hacia nuestras
tierras en el último tercio de siglo.
De los tres temas citados, el tercero es el que a priori se nos presenta como más
interesante en tanto en cuanto posible reflejo de unas determinadas pautas de
comportamiento social. Ya de entrada es significativo el extraordinario éxito de la obra
del dramaturgo alemán Kotzebue, Misantropía y arrepentimiento, que escrita
originariamente en 1789, fue traducida al francés en 1799, versión de la que surgiría tan
sólo un año después la española. El público hispano, y de forma muy prioritaria el de las
cazuelas, como señala atinadamente René Andioc,(4) acogió con enorme interés esta
obra en la que se iba mucho más allá de la resignación recomendada por Moratín a las
malcasadas (El viejo...). Añádase a ello que Eulalia, la protagonista de esta obra,
abandona a su marido (por otra parte ni más provecto ni más malvado de lo que
acostumbraban a ser los maridos en los dramas de la época) y a sus dos hijos -pecado
más grave si cabe- por seguir a su amante. Alejada definitivamente de este, expiará su
pecado, pues de pecado se trata tal y como los diversos personajes de la obra se
encargan de recordarnos a todas horas, con una vida casi eremítica y filantrópica. Al
final, su marido, conmovido, aceptará de nuevo a su lado a su arrepentida esposa.
Tal como he resumido el argumento, creo que queda claro que esta obra (una de las más
atrevidas desde el punto de vista de la moral imperante) no cuestiona en realidad ni la
institución matrimonial ni la sumisión de la mujer a su esposo, sino que predica -a lo
sumo- una filantropía indudablemente ilustrada, en donde se incluye el perdón de un
pecado que ha sido previamente expiado haciéndose útil a la sociedad (sueño dorado,
como es sabido, de la misma Ilustración). Era demasiado, sin embargo, ya que el Barón
de Menó, marido de la infeliz Eulalia, ponía así en juego otro de los postulados de la
sensibilidad ilustrada (el de anteponer la propia razón a la tiranía de convenciones
sociales, que le exigirían aquí -en nombre del honor mancillado- si no dar una
calderoniana sangría suelta a la esposa, sí repudiarla definitivamente). En consecuencia,
y ante el atrevimiento de esta obra, estrenada en el umbral de un nuevo siglo, nada tiene
de extraño que se alzasen voces de protesta, como la de Andrés Miñano quien publicará
en 1802 una contra-comedia sentimental -titulada significativamente El gusto del día-
donde se ridiculizan y tildan de petimetres (si no de algo peor) a quienes acogen tan
erradas -y foráneas- opiniones, al tiempo que en su prólogo afirma con rotundidad que:
***
Con el nuevo siglo, el teatro español iba a incorporar de forma definitiva el tema del
matrimonio entendido como realidad conflictiva que afectaba básicamente a la mujer. El
Romanticismo, es verdad, considerará mayoritariamente al personaje femenino, como
objeto amoroso a obtener por el héroe quien, con tal obtención, culminará su deseo y su
proyecto vital. Así, el protagonista masculino, llámese Álvaro, Manrique o Macías, no
dudará en arrostrar toda suerte de peligros para conseguir llevar a buen puerto sus
amores; poco importa que en ello le vaya la vida o el honor: don Juan Tenorio a los pies
del Comendador es el prototipo de esta actitud que convierte a la dama no sólo en
objeto supremo y móvil máximo de la acción, sino casi -a doña Inés me remito- en un
trasunto de la donna angelicata stilnovista.
Claro está, sin embargo, que lo que es aceptable desde una perspectiva historicista (es
sospechoso, desde mi punto de vista, esa sistemática ubicación en un plano histórico, y
por lo tanto alejado de la realidad contemporánea, de muchos de estos conflictos
pasionales y sociales de que hacen gala las obras románticas), no tiene por qué serlo
convertido en obra de costumbres. El mismo Larra, nada sospechoso de gazmoñería o
de conservadurismo, truena en dos antológicos artículos dedicados a criticar el drama de
Alejandro Dumas padre, Antony, contra quienes cuestionan -en nombre de esos
principios románticos- una institución como la familia, sagazmente descrita por este
autor más que como acto de unión de un hombre y una mujer como mecanismo que
asegura la continuidad de la sociedad (al garantizar la legitimidad de la descendencia).
Afirma, en efecto, que:
[...]
Más claridad, imposible. Larra marca con nitidez los límites del tema matrimonial:
mejor dicho, la defensa de esta institución, encargada de garantizar la adecuada
protección y estabilidad a los hijos, y con ella la reproducción de los mecanismos
sociales. Será este, en consecuencia, caballo de batalla de la mayoría de escritores, en
especial cuando -dejando de lado posibles licencias románticas (tamizadas, como ya he
dicho, por la lejanía cronológica de buena parte de las obras dramáticas de este género)-
se trate de obras de costumbres contemporáneas. Así, Manuel Bretón de los Herreros
escribirá una obra que lleva el significativo título de La escuela del matrimonio
(estrenada en 1852). En ella, las fuerzas disolventes (representadas por la
demimondaine de turno, criolla en este caso, el galán petimetre y un insidioso don Juan)
serán puestas en fuga por Luisa, representante de la mujer sensata que acepta, y
propugna el doble postulado ideológico bajo el que militarán la práctica totalidad de los
dramaturgos españoles decimonónicos que traten el tema de los conflictos
matrimoniales: [a] es fundamental casarse por amor y con plena consciencia de lo que
se hace; [b] y a lo hecho, pecho. La diferencia entre escritores progresistas y
conservadores radicará en poner el énfasis en el primero (caso de los progresistas),
defendiendo la necesidad del amor para la existencia del matrimonio; o en el segundo
(caso de los conservadores), dado el carácter de sacramento que posee dicha institución.
Bretón, en la obra antes apuntada, jugará con habilidad ambas cartas; y así, Luisa sabrá
hacer recapitular por una parte al marido casquivano y al viejo y celoso, y por otra a la
esposa despechada y a la que estuvo enamorada de otros antes de su matrimonio.
Incluso, logrará que Micaela, la mujer intelectual , renuncie a su ardor poético en aras
de la estabilidad matrimonial... Política armonizadora que se convierte en prototipo de
lo que la comedia de costumbres de la época propugna para estos casos.
No se crea, sin embargo, que la visión que Larra o Bretón de los Herreros tienen de la
mujer pueda ser calificada de estrechamente conservadora, o de algo por el estilo. Ya
Larra apuntaba la idea del matrimonio como unión de iguales, y Bretón plantea que la
solución a las crisis matrimoniales consiste en que ambos cónyuges cedan en lo menos
para conservar lo más (otra cosa, por descontado es que este dramaturgo caiga en el
machismo tópico al ridiculizar a la mujer literata). En ese mismo orden de cosas, no
podemos olvidar el notable alegato con que se cierra una de sus mejores piezas,
Marcela o ¿a cuál de los tres? (estrenada en la temprana fecha de 1831). Como es
sabido, en esta pieza Bretón nos presenta a una joven y rica viuda asediada por tres
pretendientes que desean su mano; forzada por su entorno (criada y anciano pariente),
llega el momento de elegir, y es entonces cuando la joven decide preservar su estado,
concebido como el más idóneo para mantener su preciada independencia. Y lo declara
sin ningún reparo, como podemos apreciar a continuación:
Marcela:
Boda quiere la soltera
por gozar la libertad,
y con mayor cautividad
con un marido la espera.
En todo estado y esfera
la mujer es desgraciada;
solo es menos desdichada
cuando es viuda independiente,
sin marido ni pariente
a quien viva sojuzgada.
Quiero, pues, mi juventud
libre y tranquila gozar,
pues me quiso el cielo dar
plata, alegría y salud.
Si peligra mi virtud,
venceré mi antipatía;
más mientras llega ese día,
¿yo marido? Ni pintado,
porque el gato escarmentado
huye hasta del agua fría.
Los humanos corazones
yo a mi costa conocí.
Pocos me querrán por mí;
cualquiera por mis doblones.
Celibatos camastrones,
buscad muchachas solteras,
que muchas hay casaderas.
Dejadme a mí con mi luto.
Paguen ellas su tributo;
yo ya lo pagué, y de veras.
No perturbéis mi reposo.
Hombres, yo os amo en extremo,
pero, a la verdad, os temo
como la oveja al raposo.
Este es necio; aquél, celoso;
avaro y altivo el uno;
otro, infiel; otro, importuno;
otro...
Martin:
¿Está usted dada al diablo?
Marcela:
No hay que ofenderse. Yo hablo
con todos y con ninguno.(7)
***
A tenor de los ejemplos acabados de citar, podríamos resumir la situación diciendo que
mientras las obras adscritas al movimiento romántico, pero de tipo más histórico, no
dudaban en ofrecer la imagen de un personaje femenino capaz de transgredir las
convenciones sociales en aras de su pasión amorosa, las de tipo más costumbrista, o,
mejor aún, de ambientación contemporánea, harán hincapié justamente en lo contrario:
en la necesidad de guardar las conveniencias y las normas sociales, únicas realidades
permanentes frente al inestable espejismo del amor romántico. Existe coincidencia aquí
con la cruzada antirromántica de los dramaturgos burgueses franceses, representados en
el primer tercio del siglo, por algunas obras de Scribe, tan aleccionadoras como su Les
mauvais conseils (1832), en la que el escritor galo hace una detenida exposición de
cómo puede una mujer hundirse, pasito a pasito, hasta lo más hondo, rompiendo su
matrimonio y perdiendo su encumbrada posición social (ambos extremos se dan como
inseparables en este tipo de teatro) por culpa de las malas compañías. Al final de esta
obra, el inflexible marido se negará a perdonar a la infeliz esposa, pese a que esta se lo
implora desde su lecho de muerte. Muchas más obras de este cariz podría citar aquí,
aunque me limitaré a sacar a colación otra del hoy olvidado (pero en aquel tiempo
enormemente representativo) Émile Augier: Gabrielle (de 1849, y traducida años
después al castellano) (8), en la que la esposa ha de optar entre el romántico amor que le
ofrece un oficial (con su séquito de inestabilidad, unión ilegal, etc.) y el prosaico amor
que le brinda (en medio de balances e hipotecas) su millonario esposo; triunfará al final
este, y la esposa escogerá la seguridad no solo por lo que significa sino porque se dará
cuenta de que únicamente hay auténtico amor cuando existe un respaldo económico
suficiente; tema este que, en clave de humor, ya había tratado años antes otro
comediógrafo hispano: Manuel de Gorostiza con su explícita Contigo pan y cebolla
(1833).
Dos son los ejes sobre los que se construyen la práctica totalidad de los personajes
femeninos de la alta comedia, en función de su condición familiar: la actitud ante el
amor si se trata de solteras, su posición ante el adulterio, si se trata de casadas. En el
primer caso, los autores adscritos a esta corriente (y muy particularmente López de
Ayala), sitúan a la mujer como ejemplo acabado de las aberraciones a que se puede
llegar cuando se cae por la pendiente del economicismo más descarnado.
Claro está que, puestos a cargar las tintas, ¿qué mejor que otorgar a la mujer un papel
que por aquel entonces se consideraba a priori impropio de su sexo? Surgen así, en
estas obras, una galería de protagonistas femeninas que no sólo han abjurado del
peligroso amor romántico, sino que han hecho extensivo su rechazo al amor
desinteresado. En consecuencia, lo primero que preguntarán a sus pretendientes será de
cuánto disponen para mantenerlas. Y, una vez unidas en matrimonio, no tardarán en
convertirse en consumadas consejeras financieras de sus maridos. Valgan dos ejemplos
para que no se piense que estoy caricaturizando la situación.
[...]
Continuará Cecilia sumando partidas (ocho mil reales para vestir a su marido, treinta
mil para mantener el coche, veinte mil para poder asistir a la ópera en el Teatro Real -el
teatro en prosa le parece actividad poco notable-, veinte mil para algún que otro viaje...)
y al final concluye que:
Sin embargo, y como realmente ama a su primo, decide hacer economías en todas las
partidas posibles; economías que por desgracia no le alcanzan:
Cecilia, al final, decidirá tirar adelante matrimonio tan antieconómico. Por suerte para
ella, un amigo de su futuro esposo, Eduardo, le dejará a este su fortuna tras morir sin
herederos. Solo entonces la obra se resolverá felizmente, ya que Cecilia podrá casarse y
no necesitará hacer economías.
Pero si esta obra puede resultarle a más de uno más cercana al cuento de hadas, y, desde
luego, aparece perfectamente encuadrada en una concepción de la vida muy poco
burguesa (se trata de vivir de renta y de hacerlo a todo tren, en definitiva), en el otro
ejemplo las cosas van de distinta manera. Se trata de una obra solo un año anterior, pero
de título igualmente significativo: El tanto por ciento (1861) de Adelardo López de
Ayala. En el inicio mismo de la obra; (en su primera escena) encontramos a los
adoradores del "interés" haciendo cábalas acerca de sus posibilidades de enriquecerse
gracias a una acertada mezcla de especulación, tráfico de influencias y estafa
disimulada. Y no son únicamente los hombres quienes se forjan grandes ilusiones
respecto de los beneficios que obtendrán gracias a la construcción de un canal de riego
que transformará yermos en vergeles. Esto es lo que reza la acotación inicial:
Y no se se crea que Petra, la esposa de Gaspar, está allí de simple adorno. Discute con el
especulador Roberto las posibilidades de enriquecerse y le interroga sobre la marcha de
sus maniobras para conseguir llevar adelante sus planes (fingir una bancarrota para que
bajen las acciones del canal y comprarlas casi regaladas, consiguiendo después
subvenciones y plácemes oficiales). Y tratará de estimular a su algo remiso marido para
que se lance de lleno a la aventura especuladora:
Gaspar:
¿Pedistéis?
Roberto:
Lo necesario.
Una subvención que alcance
a cubrir el compromiso.
Petra:
¿Y la darán?
Roberto:
Es preciso
conseguirla a todo trance.
Petra:
¿Y se podrá terminar
la obra?
Roberto:
Habiendo millones...
Petra:
¿Y subirán las acciones?
Roberto:
Sin duda.
Petra:
Compra, Gaspar.
Gaspar:
¿Qué?
Petra:
Papel, antes que cobre
más valor. En fin, haz algo.
Gaspar:
Yo de mi paso no salgo.
Petra:
Pues nunca saldrás de pobre.(10)
He adquirido
convencimie
nto profundo
de que tener
mucho
mundo
no hace feliz
a un marido.
Lo que él
con otros ha
hecho,
cree que
hacen todos
con él;
y esa
sospecha
cruel
le tiene en
continuo
acecho.
Ella, las
mañas
pasadas
del marido
sabe ya;
y al menor
paso que da
cree que ha
vuelto a las
andadas.
De manera
que a uno y
otro
¿de qué les
viene a servir
tanto
mundo? De
vivir
eternamente
en un potro.
(12)
Quien las
hace
derramar [a
las mujeres]
el llanto del
deshonor,
no tendrá ni
paz ni amor,
ni lágrimas
que llorar.
Cuando al
vicio las
dirijas,
piensa,
volviéndote
atrás,
que tienes
madre, y
quizás
tendrás
mujer,
tendrás hijas.
La culpa
engendra
pena,
pena que
nadie
detiene.
Sólo quien
honra no
tiene
puede jugar
con la ajena.
(13)
Resumo ambos rasgos, que quizá hayan quedado un tanto diluidos por el
acopio de ejemplos y casos concretos. Por una parte, encontramos en la
alta comedia la defensa abierta y sin tapujos de la institución familiar,
basada no tanto en el amor como en normas de convivencia civilizadas, y
en las que marido y mujer comparten más o menos igualitariamente los
deberes y -hay que subrayar este y- los beneficios (de los derechos
todavía no se habla, o se habla más bien poco). Por la otra, es innegable
que el personaje femenino-tipo debe poseer un decidido interés por
labrarse una excelente posición de acuerdo con las exigencias de la época
(es decir, de acuerdo con una mentalidad descaradamente plutocrática), y
de acuerdo también con la única posibilidad que la sociedad le concede
(no está en sus manos disponer de sus capitales libremente ni
desenvolverse de forma autónoma en el mundo de los negocios, al menos
mientras no se enviude), es decir: mediante el matrimonio ventajoso y
estimulando siempre dentro de lo posible a su marido para que haga por
ella lo que las leyes y las convenciones sociales le privan: amasar
riqueza.
¿Y el amor? se nos puede preguntar. Pues claro está que no falta: los
personajes femeninos simpáticos (la Condesa en El tanto por ciento por
ejemplo), continúan subordinándole los principios antepuestos. Pero no
nos engañemos: se trata de una sobordinación condicionada. Don Juan
Tenorio está condenado a morir soltero y solo, como el protagonista de la
novela de Pereda El buey suelto, y al final resultará que en estos casos el
amor tiene indefectiblemente su recompensa en términos económicos: la
pobre Cecilia no tendrá que hacer economías, ya que su Rafael acaba
más rico de lo que era, y a Pablo -el pretendiente de la Condesa acabada
de citar- le sucede tres cuartos de lo mismo. En el modelo ideal de
sociedad predicada por estos autores, el amor se sitúa un escalón por
encima de los intereses materiales, pero no los niega ni mucho menos; se
diría que se defiende al amor como un medio más seguro que la
especulación para acabar enriqueciéndose. Como el medio perfecto, aun
cuando mucho más difícil, y por eso al alcance solo de las personalidades
superiores. Tened amor verdadero hacia un joven que se lo merezca y
acabaréis archimillonarias, parecen aconsejar a las mujeres los Tamayo y
López de Ayala.
Dejando a un lado, ese "tan poderosos en las mujeres" inicial (al fin y al
cabo, hombre era quien eso escribió), creo que el fragmento habla por sí
solo. Consuelo actuará en consecuencia y buscará el lujo, rechazando a
su honrado pretendiente y casándose con el opulento Ricardo. No es por
ello, y López de Ayala insiste mucho en esto, particularmente malvada:
su amor filial hacia la resignada y cristiana Antonia, revela en todo
momento su buen fondo. Incluso, el lujo que exhibe -una vez casada- no
le ha estragado el gusto; es curioso, a este respecto, cómo López de
Ayala insiste en la acotación inicial del tercer acto en este detalle:
¿De qué
lloras y te
espantas?
¿Qué te
importa que
jamás
logres amor?
Vivirás
como tantas,
como tantas,
cercada de
ostentación,
alma muerta,
vida loca,
con la
sonrisa en la
boca
y el hielo en
el corazón.
(16)
***
***
Ahora bien, esta reflexión, por poco que se desarrollara tenía que ir a
topar con el problema de la situación concreta que la mujer ocupaba en la
sociedad, mejor dicho: de los derechos de que disfrutaba en una sociedad
construida a imagen y semejanza del hombre. Y a su servicio, desde
luego.
Será, sin embargo, una obra de Leopoldo Cano quien nos ofrezca la
mejor teatralización del personaje femenino víctima de una sociedad
hipócrita y cruel, en la que las leyes de los hombres no parecen tener más
función que la de cebarse en el sexo femenino. Me refiero, claro está al
personaje central del tremebundo melodrama La Pasionaria, cuyo éxito
(desde 1883 fecha de su estreno) traspasó las puertas del presente siglo.
Es importante reseñar, con todo, que a diferencia de la obra de Sellés, en
La Pasionaria lo que encontramos es un acabado ejemplo demujer
perdida en la mejor tradición del melodrama: víctima inocente de un
medio hostil que la mancilla y después la arroja al fango sin piedad
ninguna (hay que ponerse a tono con el léxico de la obra)... Y es que la
historia de la pobre Petra es el prototipo de cuantas jóvenes sufren y
padecen en los melodramas: hija natural, su madre fue seducida por el
hipócrita Don Perfecto (fijémonos en los nombres). Ella, sola y
desvalida, es seducida a su vez por el hijo de este -Justo de nombre-.
Vaga de un sitio a otro, con la hija habida de este último, hasta ir
involuntariamente a parar al hogar de su padre y esposo, donde las
mujeres de la familia (Lucrecia y Angelina) para variar la humillan y
degradan en nombre de la religión. Solo encuentra comprensión en
Marcial, militar honrado y, en consecuencia, un loco a los ojos de esa
familia de fariseos. Por si esto fuera poco, cuando se enteran de que
Margarita, la hija, herederá una gran fortuna, sus verdugos se lanzan a
arrancarla de los brazos de su madre, con el apoyo -cómo no- de la Ley,
que afirma el derecho del padre de un hijo ilegítimo a hacerse con la
patria potestad si reconoce previamente su paternidad. Desesperada,
Petra enloquece y da muerte a Justo. El final se cierra de esta forma:
Marcial:
¿Quién le ha herido?
Angelina y Perfecto:
¡Justicia!
Marcial:(Señalando hacia
el cielo)
¡Ya la hizo un juez
que impunidad no
consiente!
Juez:
¿Quién ha sido el
delincuente?
Marcial: (Con brío)
¡La iniquidad de la Ley!
Juez: (Mostrando el
bastón)
Mi insignia...
Marcial: (Señalando hacia
Petra, que en pie y con
mirada vaga contempla a
su hija, dice)
De una insensata
caiga a los pies, por trofeo.
Juez:
¡Soy...!
Marcial:
Cómplice de aquel reo;
(Por Justo)
y juez, la mujer que mata.
Descrita como lo he hecho, nada tiene que extrañar que esta Henny fuera
tomada como un trasunto de los personajes femeninos de Ibsen, de la
Nora de Casa de muñecas para ser más exactos. Pero no nos hagamos
tampoco excesivas ilusiones: mientras la obra de Ibsen fue tomada en
España (a los estudios de Rubio Jiménez y Marisa Siguán me remito)
como bandera de una concepción nueva, revolucionaria incluso, de las
relaciones familiares, la propuesta de Gaspar trata -desesperadamente- de
encontrar una vía que conciliase el nuevo papel que desde postulados
progresistas se le concedía a la mujer con el mantenimiento de las
estructuras familiares convencionales. Así, Henny luchará en dos frentes:
por una parte, defenderá el derecho a su felicidad personal, que se ve
amenazada gravemente por los prejuicios familiares que le prohiben
casarse con su prometido; por la otra, luchará por salvar su concepto de
familia, un concepto nuevo donde prima el amor y la sinceridad a las
convenciones sociales, pero en donde -significativamente- está excluido
el divorcio como vía razonable para solucionar conflictos que parecen de
otra forma irresolubles; por los hijos, viene a decirnos, hay que
sacrificarlo todo, incluso la felicidad personal de los padres. Y es que la
mujer, podrá ser igual en ciertos derechos al hombre, pero siempre
salvaguardando una especificidad muy peculiar. Veamos algunos
botones de muestra, con su cara y cruz. Salvador, enamorado de Henny,
hace el elogio de la joven en estos términos:
Procede en éste, como en todos los actos de su vida, por la
satisfacción razonada del deber, con la inflexibilidad de la
línea recta [...] Han hecho [de ella] el tipo perfecto de la
mujer moderna.[...] Henny es un árbol de bosque a quien
nadie ha impedido que se desarrolle en toda su plenitud, y
usted está acostumbrada a que las niñas sean arbustos de
jardín, retorcidos en espaldera, para cubrir con hojarasca
la desnudez del muro (28).
***
En 1878, Eugenio Sellés escribirá una obra -El nudo gordiano- llamada a
alcanzar un éxito apabullante (y no sólo de público, sino también de
lectores: al año siguiente ya iba por la duodécima edición). En esta obra
se plantea el adulterio de Julia, esposa de Carlos, dechado de virtudes
masculinas. De nada valdrá la sensatez en este caso: uno a uno, Carlos
descubre que todos los remedios razonables que le brinda la sociedad
resultan inútiles para tratar de ocultar el escándalo, la irrisión pública y el
deshonor que ha de arrastrar. Así, primero se separará (solución que
apuntaba Ventura de la Vega en El hombre de mundo), tratará luego de
batirse con el ofensor, encerrará en fin a su esposa en casa... Todo inútil.
Cuando Julia, que se mantiene firme en su amor, se niega a continuar
encerrada y reclama el divorcio legal (por adulterio manifiesto de la
cónyuge), Carlos se negará también ya que eso no repara la honra
perdida... Podemos ir intuyendo el final: Julia abandona el domicilio que
se ha convertido para ella en una amarga prisión, Carlos entonces la mata
de un disparo, reparando así, y finalmente, su honor. Que esta obra fuese
considerada en su momento como más bien progresista porque Carlos
sólo mata en última instancia, servirá para darnos cuenta de cómo las
gastaban en este tipo de teatro.
Domingo Piga
Co-fundador del Teatro Experimental de
la Universidad de Chile.
Ex Decano de la Facultad de Arte de la misma institución
Director y Profesor de Teatro
Casa de muñecas
Ibsen es el más grande autor de teatro contemporáneo. Nacido en Skien, Noruega en 1828, muere en
Cristiama (actual Oslo) en 1904. Nunca le fue concedido el Premio Nobel. Ejerció hasta nuestros días la más
sóllida influencia en la construcción dramática de autores de todo el mundo. No hay autor teatral realista que
no proceda de las canteras ibsenianas en el siglo XIX y casi todo el siglo XX. Fue su contemporáneo ilustre
Björnstierne Björson, quien sí obtuvo el Premio Nobel en 1912. El tiempo decantó el valor de ambos. La figura
de Ibsen se hizo gigantesca, muy por sobre todos los premios Nobel de inicios del Siglo XX. Fue el gran
creador de personajes femeninos, entre los que destaca el de NORA, la protagonista de “Casa de muñecas”, en
pleno ardor del feminismo. Se creó en los inicios del siglo XX una tendencia literaria y social, llamada
“Norismo”, mujeres influidas por la ya citada Nora. Este movimiento forma parte del feminismo, que era
fundamentalmente sufragista.
El feminismo, esa finalidad se desarrolla durante la segunda mitad del siglo XIX hasta mediados del XX.
Obtener el derecho a voto político era la finalidad de este extenso y poderoso movimiento de la mediana y alta
burguesía, de las mujeres anglosajonas especialmente, de todas las del Norte de Europa con la orientación de
Inglaterra. Las ladies inglesas producían escándalos públicos rompiendo vitrinas de la ciudad de Londres,
encadenándose a las rejas del Buckinham Palace arrojándose a las patas de los caballos en el Hipódromo en
donde encontraban la muerte, escándalos mayúsculos para que la policía las tomara presas, y en fin toda clase
de tropelías de gran revuelo para que su lucha feminista sufragista fuera conocida por todos. Cuando
consiguieron el voto gran contradicción, los candidatos electos con triunfos electorales, fueron los peores
enemigos del voto femenino. En Estados Unidos también prendió el feminismo, pero más que lucha por el voto
político, fue por la igualdad de la mujer con el hombre en los puestos de trabajo, asunto muy difícil de resolver
porque los hombres se negaban a trabajar bajo el mando de mujeres.
Pero el problema que trata Ibsen no es el voto electoral, elegir y ser elegida, sino otro muy diferente, que aún
continúa vigente. Para este escritor, que indignado rechazaba ser feminista, su lucha era por conseguir la
condición de ser humano de la mujer, en igualdad absoluta frente al hombre. La mujer es un ser humano con
los mismos derechos que el hombre, y de ninguna manera inferior y sometida, ni la padre ni al marido. Esta
paridad aún no se consigue, ni en Europa, un en Estados Unidos, menos en nuestra América.
Cuando Ibsen rechazaba de su condición de feminista, era porque a él no le interesaban los problemas
políticos, sino los del ser humano. Nora, en “Casa de muñecas” no es luchadora sufragista, sino luchadora por
sus derechos como ser humano. La mujer con los mismos derechos que el hombre. La obra teatral “Casa de
muñecas” es de 1879. En casi todo el mundo, hasta hoy la mujer es vejada, golpeada, tratada como esclava,
en Europa, en Estados Unidos y en toda nuestra América. En Asia y en África, la condición de la mujer es aún
peor.
Ibsen estaba a la cabeza de esa lucha por los derechos humanos de la mujer hace casi dos siglos. La situación
social sigue sin mucha diferencia, tal como en 1879, cuando el personaje Nora de “Casa de muñecas”, hizo su
enorme sacrificio, abandonó a su marido y a su familia, para conseguir sus derechos como ser humano,
iguales que los del hombre. Ibsen sigue siendo el más moderno, el gran luchador, de avanzada en este mundo
actual.
Nos horrorizamos cuando hace unos días una mujer fue condenada a muerte por los Tribunales de Justicia,
acusada de bigamia. Como todo el mundo se indignó, se impidió el crimen. Pero la mujer sigue condenada en
el mundo, las leyes amparan su infame e injusta condición. Esta sí es una gran lucha por los derechos
humanos de las mujeres. No se le da la debida importancia, porque la desigualdad está enquistada en la
sociedad, hipócrita y machista en que vivimos.
“Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen no es una obra de fines del siglo XIX, sino de hoy y absolutamente
vigente en casi todo el mundo.
Esta obra fue prohibida por la iglesia, condenada su representación, quienes actuaran en ella, quienes la
vieran como público y quienes la leyeran. Hoy, por lo menos no hay condena por verla en el teatro ni por
leerla, pero como fenómeno social seguimos igual que en 1879. Desgraciadamente, y esto sucede desde el
pasado, por la política y al derecho al trabajo. El más grande de los derechos de la mujer, ser un ser humano,
igual que el hombre aún no se ha conquistado plenamente. Nos urge un Ibsen nuevo y una nueva “Casa de
Muñecas”, a fines del siglo XIX. A comienzos del siglo XX se quemaron en algunas universidades europeas, en
grandes piras, las obras de este escritor, en especial “Casa de Muñecas”. Fueron inicios del nasismo, sin ese
nombre fatídico.
Los grandes avances sociales caminan lentamente. Pero llegará el día en que las “Noras” que vendrán no
tengan que abandonar su hogar y podrán vivir, como lo soñaba Ibsen, como seres humanos con iguales
derechos que los hombres. Los molinos del Señor muelen lentamente.
DOMINGO PIGA
Nora no quiere ni ver a sus hijos y este es uno de los elementos que más estupor debió
causar en los burgueses biempensantes que llenaban el patio de butacas. En cierto modo
es algo poco verosímil que una madre no quiera ver a sus hijos una última vez, como
tampoco tenía que ser muy creíble en aquellos años el comportamiento del marido, en
extremo comprensivo. No obstante, era necesario que así sucediese para recalcar que la
decisión de Nora es inequívoca y, al menos en el momento de llevarla a cabo,
irreversible. Sus ojos se han abierto a la insatisfacción y su conciencia la impele a
modificar las circunstancias. Por fin una mujer se hace libre en la literatura.
El tema de la insatisfacción es, pues, uno de los más complejos y delicados a los que se
enfrenta el ser humano en la existencia. Es más, quizá se encuentre por encima del
amor, la muerte y tantos otros conceptos que la literatura ha colocado en los peldaños
más elevados de su torre. Esto Ibsen lo supo ver con gran clarividencia y lo desarrollo
en un drama de construcción y lenguaje impecables, por el que no ha pasado el tiempo.
Nora, su gran creación, tenía por fuerza que hacerse universal, aunque no sepamos qué
hizo cuando se marchó. El portazo de la insatisfacción aún resuena en nuestras
conciencias.
“Casa de muñecas” y el conflicto ibseniano
Para comprender el hilo común que liga a gran parte de los personajes concebidos por
Henrik Ibsen, tal vez no sea imprudente, explorar ciertas circunstancias de su vida.
Casa de muñecas, ante todo, debe ser ubicada cronológicamente por el lector. En 1879,
cuando fue publicada, ninguna mujer había sido admitida jamás en la Universidad de
Cristianía (actual ciudad de Oslo). Por lo tanto, hablar de reconocer la plena igualdad
entre el hombre y la mujer en la sociedad y en la familia, es relativamente fácil hoy día;
cuando Ibsen lo hizo, no. El dramaturgo cuestiona, a través de su más célebre obra, la
situación de la mujer ya no sólo en el matrimonio, en la barrera del hogar, sino también
en la sociedad toda. En su vida social y política se mostró, en concordancia con sus
escritos, comprometido con la liberación femenina, con el rompimiento de las ataduras
irracionales que aún permanecían, sin llegar al extremo de ser un feminista. Fue,
asimismo, un gran admirador de la tarea que llevan a cabo las madres.
Existe un consenso marcado acerca de que fue Ibsen quien torció el rumbo, y puso
punto final a la tradición romántica en el teatro. Inaugura, de este modo, lo que se ha
denominado “teatro de ideas”: es decir, el retrato agrio, sin concesiones, de los
conflictos sociales de la época. El mundo de permanentes contradicciones, en que los
personajes se ven envueltos, facilita la consumación del drama escénico. En Casa de
muñecas, la estructura dramática es absolutamente ortodoxa: planteamiento, nudo y
desenlace.
Como afirmaba al inicio, trazando un paralelo con la no siempre dichosa estancia del
noruego por esta existencia, numerosos personajes suyos han sido enlazados. Nora,
desde luego, no constituye la excepción al “personaje ibseniano”. Se trata de seres
desasosegados e inquietos, turbados y ensimismados, en permanente conflicto consigo
mismo y con las incoherencias de un sistema social caprichoso, pese a que los
problemas humanos, en esencia, siempre sean los mismos, más allá de los tiempos. La
importancia que el autor escandinavo le concede a la interioridad del individuo, sienta
todo un precedente, que influyó, según dicen, de forma directa, en nombres de la talla
de George Bernard Shaw (de quien nunca se puede dejar de leer La quintaesencia del
ibsenismo), Eugene O’Neill y Tenneese Williams, y a modo general, en todo el teatro
del siglo XX.
Opinión completa
«Hay dos tipos de leyes espirituales, dos tipos de conciencia, uno en el hombre y otro,
muy diferente, en la mujer. No se entienden; sin embargo, a la mujer se le juzga en la
vida práctica según la ley del hombre, como si no fuera mujer, sino hombre. La esposa
de esta obra al final no sabe distinguir entre lo correcto y lo no correcto; el sentimiento
natural, por un lado, y el respeto a la autoridad, por otro, la llevan a un estado de
confusión».
El conocimiento de Ibsen del llamado caso Laura Kieler desempeñó cierto papel en la
elaboración de los conflictos dramáticos de esta obra. Laura Smith Petersen –que
posteriormente se caso y obtuvo el apellido Kieler– había publicado la novela Las hijas
de Brand: un retrato de la vida (Brands Døtre: et Livsbillede) en 1869, una especie de
continuación de la obra Brand de Ibsen. El año siguiente ella e Ibsen se conocieron y
entablaron amistad. Visitó a Ibsen en Dresde en 1871 y en Múnich cinco años más
tarde, junto con su marido, Victor Kieler.
La primera edición
Casa de muñecas se publicó el 4 de diciembre de 1879 en la editorial Gyldendalske
Boghandels Forlag (F. Hegel & Søn) en Copenhague. La primera edición constaba de 8
000 ejemplares, hasta el momento la primera edición más importante de las obras de
Ibsen. El libro fue un éxito y la primera edición se agotó en menos de un mes. Una
nueva edición de 4 000 ejemplares se publicó el 4 de enero de 1880 y una tercera de 2
500 ejemplares el 8 de marzo del mismo año.
Casa de muñecas fue objeto de acaloradas discusiones en todos los ámbitos, tanto en el
debate público como el las esferas privadas. Asimismo, esta obra se convirtió en el
primer éxito internacional de Ibsen y con ella se inscribió en la literatura universal.
El estreno
Casa de muñecas se estrenó en el Teatro Real de Copenhague el 21 de diciembre de
1879. La representación se convirtió en un gran éxito de público. Los personajes de
Nora y Torvald fueron interpretados por Betty Hennings y Emil Poulsen y la obra fue
puesta en escena por H. P. Holst.
En dos meses la obra se había representado en todos los teatros importantes de los
países escandinavos: el 8 de enero en el Dramaten de Estocolmo, el 20 de enero en el
Teatro Christiana, el 30 de enero en el Den Nationale Scene de Bergen y el 25 de
febrero en el Teatro Nacional de Helsinki. En el continente europeo se representó la
obra por primera vez en Alemania en una serie de teatros a lo largo de 1880.
Sabías que...
La última escena de Casa de muñecas fue demasiado fuerte para algunos directores de
teatro alemanes. Exigían un final feliz modificado antes de atreverse a representar la
obra. La conocida actriz alemana Hedwig Niemann-Raabe estaba interesada en el papel
de Nora, pero ponía la misma condición.
Una escena final alternativa fue redactada por el propio Ibsen. En una carta abierta al
diario danés Nationaltidende, con fecha de 17 de febrero de 1880, Ibsen explicó su
versión alternativa del siguiente modo:
Luis Figueroa
Para conmemorar el centenario de la muerte de Henrik Ibsen, autor
de Casa de muñecas, la cátedra de Filosofía Social y Centro Henry
Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín, y el Instituto
Guatemalteco Americano celebraron el foro titulado La importancia
de la libertad y de tomar la existencia personal en manos propias.
La niña aprende que si acepta las renuncias más profundas llegará a ser todopoderosa y se complace en
su masoquismo, que le promete supremas conquistas (...) Blanca Nieves, como muerta dentro de un
ataúd de cristal, La Bella Durmiente, atada, desvanecida y todo un cortejo de tiernas heroínas enseñan a
su tierna hermana el fascinante prestigio de la belleza martirizada, abandonada y resignada (...) No es
asombroso que mientras el hermano juega a ser héroe, ella juegue a ser mártir.
Simone de Beauvoir, El segundo sexo.
En los últimos años las mujeres hemos entrado en el campo del trabajo fuera del hogar;
asimismo, es cada vez mayor el número de chicas que ingresan a la universidad, sin
embargo, en las cuatro paredes del hogar seguimos reproduciendo los mismos modelos
sexistas de antaño.
Así por ejemplo, los fines de semana se convierten en el trabajo no remunerado de
muchas mujeres, de tal manera que nuestra vida es una doble jornada laboral, ya que
tenemos la mayor responsabilidad en los quehaceres del hogar y pensamos que la
"ayuda" que nos da nuestro marido es suficiente para sentirnos orgullosas de las nuevas
generaciones.
El rol que asumimos las mujeres lo hemos aprendido desde muy pequeñas, desde la
literatura clásica infantil, los juegos destinados a niñas y niños, hasta los mensajes
subliminales de los medios de comunicación, en donde las mujeres más bellas, dulces y
dóciles son las mejores candidatas para encontrar un hombre audaz, fuerte que nos
protegerá toda la vida, como señala Montserrat Moreno:
No nos debe extrañar que dentro de nosotras mismas exista una gran carga moral,
constituida a través de nuestra historia infantil, en la cual aprendimos a jugar a las
muñecas, a las comiditas a sentirnos una fuente inagotable de generosidad y que
mientras más dábamos más nos parecíamos a Blanca Nieves o a la Cenicienta.
Asimismo, ¿quién no recuerda haber observado en alguna ocasión el sufrimiento de
lo niños por no llorar, por no ser "marica", porque su jerarquía varonil se venía abajo al
pertenecer a otra menor que es la de las mujeres?
Sobre este mismo tema Kohlberg afirma:
...los conceptos básicos infantiles sobre el rol sexual son resultado de la interpretación
activa de un determinado orden social que utiliza categorías sexuales de acuerdo a
modelos culturalmente universales (...) No obstante, la necesidad de preservar una
imagen de sí misma estable y positiva hace que la niña se vaya ajustando a los modelos
femeninos de la jerarquía.2
Por lo tanto podemos afirmar que los modelos sexistas son producto de un medio
cultural y para ejemplificar esto, cito en primer término a Platón, filósofo que opinaba:
"De los hombres creados al principio, los que obraron una conducta cobarde e injusta,
renacieron en la segunda generación como mujeres".3 Muchos siglos después, Henrik
Ibsen escribió y presentó en 1879 su célebre obra teatral Casa de muñecas, en la cual
Nora, la protagonista principal, abandona a su marido e hijos, cansada de ser manejada
por su cónyuge y con el fin de buscar su vocación, causó escándalo y rechazo en la
sociedad de su tiempo, situación que ha variado a través de los años, pues el desarrollo
cultural que hemos alcanzado nos permite justificar la actitud de Nora y considerar que
Ibsen fue un visionario que se adelantó a su época. En ese mismo sentido, Freingold
(1988) ha indicado que: "...las diferencias cognitivas de género parecen ir
desapareciendo a lo largo de los años que se ha investigado".4
Cotidianamente utilizamos un lenguaje que ha prevalecido bajo una cultura sexista,
en virtud de que se excluye el género femenino en presencia del masculino; ejemplo de
lo anterior es lo siguiente: en cualquier auditorio en donde se encuentren en su mayoría
mujeres y pocos hombres, es tradicional hablar en género masculino; se dice "los
maestros o los niños", evidenciando que se incluye en este conjunto al sexo femenino.
Sin embargo, si el conductor se equivoca y dice "maestras" al no darse cuenta que hay
algún maestro por ahí, pedirá disculpas, por lo que manifiesta con esa acción una serie
de valores culturales, en donde excluir a un hombre es homogeneizarlo con las mujeres,
marcando una menor jerarquía social.
Alguien podría afirmar que esto no tiene la mayor importancia, ya que nos hemos
acostumbrado desde siempre a utilizar este tipo de lenguaje, sin embargo, son los
primeros aprendizajes inconscientes que las niñas asumen como propios, aunados a todo
lo que implica ejercitarlos, según lo aclara Montserrat Moreno al afirmar que:
¿Qué papel juega la escuela ante esa realidad cultural? Después de reflexionar sobre
este uso masculinizado del lenguaje, ¿podremos las maestras y los maestros seguir
excluyendo a las niñas cuando hablamos?
Dicen que para muestra basta un botón, y si tomamos el libro renovado de primer
grado de primaria y lo abrimos en la primera lección, hallamos la imagen que abarca
dos páginas en donde se encuentran niños y niñas con un gran letrero en la parte
superior que señala: "Los niños".
Asimismo, si continuamos analizando el papel que juegan los roles femenino y
masculino en el propio texto, encontramos lo siguiente:
En "La Casa" (pp. 30-31), se muestra una serie de imágenes alusivas a las actividades
en el hogar, por lo que mamá lava ropa, el papá llega del trabajo, el abuelo lee el
periódico, la abuela riega las plantas y el niño se desplaza en un triciclo, mientras la
niña juega a las muñecas, para destacar el rol maternal que le corresponderá desarrollar
en la edad adulta.
Sin embargo, si analizamos el tema "Los oficios en la ciudad" (p. 124-125), veremos
que se incluye a la mujer en el campo laboral, apareciendo imágenes de arquitecta,
maestra, enfermera, bibliotecaria, etcétera.
Lo anterior, evidencia la realidad de nuestra vida social, como ya mencioné, en donde
en el contexto más inmediato que es la familia, prevalecen los mismos roles culturales y
en consecuencia no se han modificado de manera sustancial.
Si retomamos en este mismo libro los temas históricos, encontraremos la siguiente
información:
Cristóbal Colón, la Revolución Mexicana en donde se habla de dos personajes:
Porfirio Díaz y Francisco I. Madero; la Expropiación Petrolera, en donde el único
personaje es Lázaro Cárdenas y antes en la época de La Reforma sólo se destaca la
figura de Benito Juárez.
Los personajes son hombres, situación que no nos debe extrañar ya que en buena
medida la Historia está escrita por hombres, y las imágenes y patrones de héroes se
reafirman en los niños, para relegar a las niñas a un papel secundario. En el único
episodio histórico donde pude encontrar alusión al sexo femenino fue un tema de la
Constitución Mexicana en donde afirma que: "...todos los niños y las niñas de México
(nótese el orden para citar), tienen derecho a asistir a la escuela". p. 94 6
Por lo cual, la escuela sigue su papel de reflejo de la sociedad y no de cambio. Si bien
es cierto que la vida familiar es determinante, también lo es que el entorno escolar
podría ser una instancia de reflexión y pluralidad en donde tanto maestras como
maestros, podríamos discutir sobre este tema importante y retomar alternativas que nos
permitieran ser mejores tanto las mujeres como los hombres. En este sentido Montserrat
Moreno en su pequeño libro llamado Cómo se enseña a ser niña, concluye lo siguiente:
La escuela es una caricatura de la sociedad. Por ella pasan, como ningún otro lugar,
empequeñecidas por diminutas, todas las ideas que una sociedad quiere transmitir y
conservar, todo aquello en lo que cree o en lo que quiere que se crea. La enseñanza
elemental está en manos de las mujeres. ¿Hasta cuando vamos a repetir dócilmente la
lección que nos dictan?7
Notas:
1. Montserrat Moreno. Cómo se enseña a ser niña. Edit. Icara. Barcelona, 1986. p. 22. [Primera edición].
2. L. Kohlberg. A cognitive development analysis of children sex rele concepts and attitudes. University
Press. [Traducción: Cas Morata].
3. Montserrat Moreno. "Educación y ciencia: una doble encrucijada", en: Del silencio a la palabra,
Antología núm. 32. Ministerio de Asuntos Sociales. Barcelona. p. 15.
4. I. Martínez Bonilla A. "Análisis del currículum oculto y los modelos sexistas", en: Del silencio a la
palabra, Antología núm. 32. Ministerio de Asuntos Sociales. Barcelona. p. 61.
5. Montserrat Moreno, Cómo... op. cit. p. 31.
6. Secretaría de Educación Pública. Libro integrado de primer grado. SEP. México, 1993.
7. Montserrat Moreno, op. cit. p. 71.