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1. Introducción
Este breve ensayo no puede ser más que aproximativo en cuanto atañe a lo que se
entiende como pensamiento geográfico español. A decir verdad, más que ceñirse a
que ha hecho posible los planteamientos aquí presentados dimanan de los principios
de este ensayo con la obra de Miguel de Unamuno, concretamente con Paisajes del
alma amén de otras referencias, porque las líneas generales del Máster así lo
permiten.
variante del análisis semiótico literario. A partir de esto, el propósito que se persigue
literario del paisaje español es una manera distinta de mirar España, de aprehender
inquietudes inherentes.
Dentro del imaginario filosófico, la imagen de Kant caminando por los alrededores
en el territorio que florecía frente a sus ojos: páramo o dehesa, cordillera montañosa o
2. Panoramas y perspectivas
Es célebre El sueño del juicio final de Francisco de Quevedo en cuanto que lleva a
cabo una taxonomía del alma humana y sus más grandes temores. De alguna manera,
divisorias que separaban a cada uno de los penitentes por la naturaleza de sus
pecados, pero que los reunían bajo el abrigo calcinante del ancho territorio del
perspectiva desde la que describe el panorama: “Yo veía todo esto de una cuesta muy
alta, al punto que oigo dar voces a mis pies que me apartase” (Quevedo, 74).
Miguel de Unamuno, sin pensar en Quevedo y muy lejos del resguardo de los
sueños, hará latente el punto desde el que parte su visión del paisaje español: “No me
columbrarla a partes, a regiones, desde sus cumbres. […] ¡Imaginar lo que se ve!”
Laguna Correa 3
(Unamuno, 182). En estas palabras, hay un claro sentido geográfico; empero, lo que
inapelable. A partir de esto, no es extraño que para Dantín Cereceda el principio más
naturales>> i.
imaginar España. Y no duda en afirmar que “imaginar lo que vemos es arte, poesía”
se orienta hacia la valoración del paisaje español, pronto se enfila hacia criterios
lo que se ve>>, pero que desemboca en el paisaje histórico español que Unamuno
venido a parar desde la contemplación, desde la imaginación del paisaje y del país de
esta mano de tierra que es España? Mano y lengua. […] Mano que cogió a América y
lengua que le habló en su lengua. Y desde arriba otra mano le señaló su misión, su
A este respecto, es oportuno señalar las limitaciones del paisaje percibido por
toda condensada bajo la mirada y el designio de aquél que preside, desde su poltrón
ojos, brazos, piernas, dientes sueltos, y blancas nubes, navegan al unísono hacia la
perspectiva, el paisaje nunca termina; se extiende más allá de lo que los ojos logran
aprehender…
valorar el paisaje y el orden natural que lo articula bajo la égida de los preceptos
del naturalismo. Si para la ILE “el paisaje se entiende como paisaje natural, sin que
ello suponga excluir al hombre” (Ortega Cantero, 58), el paisaje unamuniano excluye
historia. Esto llama la atención porque Unamuno fue un gran viajero, e incluso no
dudó en afirmar que era uno de los españoles que más capitales de provincia conocía
Asimismo, para el ILE “el paisaje es forma y es sentido, y por eso es preciso, para
él mismo había establecido que “si el catecismo nos enseñó que es creer lo que no
182). Sin embargo, del dicho al hecho unamuniano hay más de una discrepancia,
omnímodo de Castilla.
Dantín Cereceda.
España durante el segundo decenio del siglo XX. En 1914, Reyes escribió su Visión
de Anáhuac, una panorámica en miniatura del valle del Anáhuac, que es donde toma
valle desde el año de 1449 hasta el año 1900. Tres razas han trabajado en ella, y casi
Porfirio Díaz, parece correr la consigna de secar la tierra. Nuestro siglo nos encontró
artículo “La crisis del patriotismo” que “cuanto más se diferencien los pueblos, más se
irán asemejando, aunque esto parezca forzada paradoja, porque más irán descubriendo
la humanidad de los mismos” (Tuñón de Lara, 233), es necesario aclarar que el pueblo
castizo, que Unamuno identifica con lo que Castilla quiso imponer, es decir, “la
nunca llegó a formular una síntesis que conciliara las contrapartes del binomio. En
Empero, si para Unamuno <<entre más se diferencien los pueblos, más se irán
De lo anterior procede la visión con los ojos cerrados que Unamuno hizo de
español sin el atisbo doloroso de sus inquietudes intelectuales. Alfonso Reyes dirá a
este respecto que el paisaje castellano tiende a evocar lo trágico, idea a la que el
mismo Unamuno no se opondría, pues para el bilbaíno era fundamental llevar a cabo
la escritura de la novela de su vida. Y a pesar de que la suya fue una novela que
desembocó en tragedia, para Unamuno nunca dejó de ser novela, trágica, pero novela
una Castilla americana más alta que la de ellos, más armoniosa, menos
De aquí que el paisaje <<columbrado>> tanto por Unamuno como por Reyes sea
sustancialmente distinto. Sería erróneo decir que Reyes mirara con un sentido <<fácil
y sobrio>> el valle de México porque la situación política y social mexicana era más
apacible. Habría que recordar que cuando Reyes escribió Visión de Anáhuac, en 1914,
en México se libraba una cruenta guerra civil, la Revolución Mexicana, que habría de
realidad ineludible; don Miguel de Unamuno arrastra el sino trágico español que 1898
acentuó con acritud exasperante. Pero Unamuno, como todos sabemos, nunca fue uno
tamiz del exilio, el bilbaíno miró el paisaje español con otros ojos, con especial
Pisón señala como especialmente entrañables las palabras que Unamuno dedicó a la
donde don Miguel observó “las entrañas óseas de la patria” (Martínez de Pisón, 64).
Cabría tan sólo recordar la viva imagen del lago de Lucerna de Valverde,
custodiado por la alta montaña nevada, que Unamuno describe en San Manuel Bueno,
Mártir, para ilustrar su afinidad por las cumbres y los paisajes impenetrables para el
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del granito más rudo / que con sus crestas en el cielo toca / buscando al sol en mutua
soledad” (Martínez de Pisón, 64). A partir de estos versos, se podría sugerir que
lo resguarda de los avatares que los hombres llevan en la espalda de un lado para otro,
transparente, el paisaje que aún no ha cedido a la mano del hombre, una visión de
Gredos contrapuesta a los Alpes, en los que Unamuno ve el claro influjo del
Unamuno socialista tiene del pueblo: “¿Que el pueblo es más tradicionalista aún que
intrahistoria, como un detalle más del paisaje de la cumbre montañosa, y cuando dice
que <<el pueblo nos sustenta a todos>>, de la misma manera Unamuno busca su
Empero, el paisaje que Unamuno anhela, que barrunta con la acritud del oráculo
que erró en todos sus pronósticos, es un paisaje instantáneo, poético, porque el paisaje
4. Conclusión
pequeños y banales, quizá, pero que responden a los intereses del autor, se intentó
lado hay un desarrollo gradual en las posturas intelectuales del bilbaíno, que
atraviesan un espectro amplio y muchas veces paradójico; por otro, el paisaje literario
de Unamuno ostenta menos acritud que, por ejemplo, el paisaje político español, en el
que don Miguel halló una fuente constante de pesadumbre, y en el que sin pensárselo
Empero, y amén del carácter trágico de Unamuno, la idea que él tiene de España se
Don Miguel fue un viajero exhaustivo, bien por recreación propia, bien impulsado por
los potentes remos de su exilio, pero a pesar de esta inclinación viajera de Unamuno,
demasiado divino como para hacerlo transitable para los <<ojos>> del pueblo
español.
eternidad, pues en sus tierras brotaba gran variedad de plantas, y los ríos cincelaban el
paisaje con elocuencia (Martínez Pisón, 67). Empero, el paisaje unamuniano resiste el
cambio histórico; donde sólo reina el silencio y las gélidas mantas de los ápices
Bibliografía
Martínez de Pisón, Eduardo. Imagen del paisaje, “La Generación del 98 y Ortega y
Gasset”. Madrid, Caja Madrid, 1998.
Notas finales
i
Para Dantín Cereceda, cuya concepción de la geografía es moderna en tanto que procede de la escuela
francesa, la región natural prevalece sobre las divisiones administrativas territoriales porque éstas últimas
son transitorias, mientras que la región natural responde al orden peculiar e inapelable de la naturaleza.
ii
A este respecto, más que a la historia y sus fluctuaciones, Unamuno tiende hacia lo que él denomina
intrahistoria y su eternidad inmanente, a lo inmutable, a eso que subyace y articula el devenir humano según
Unamuno.
iii
Véanse, como ejemplo, los artículos que Unamuno publicó en la revista Hojas Libres.