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Alrededor del año 700 d.c., al iniciarse el periodo conocido como Segundo Horizonte
Pan Peruano u Horizonte Medio, se deja sentir en la Costa Central la presencia de
una pujante cultura procedente de un lejano rincón ayacuchano. A dicha cultura se
la denominó en un primer momento Tiawanaku, luego Tiawanaku de la Costa y
finalmente, en reconocimiento de la originalidad de sus más importantes
características, se le dio el nombre de Wari, o sea del sitio desde el que se producía
la más importante irradiación cultural y en el que se asentaba la capital del estado.
Por esos años, los Wari habían logrado constituir un estado de índole militarista,
fuertemente centralizado, que tenia bajo su autoridad a toda la región. Prestaban
culto al Dios Llorón, representado en la Puerta del Sol tiawanaquense, así como a
una serie de personajes mitológicos, muchas veces zoomorfizados en versiones de
pumas, cóndores y serpientes y su economía se basaba en una explotación agrícola
intensiva, afirmada en importantes obras de irrigación, y complementada por los
aportes de un ingente comercio de productos de elaboración artesanal.
Los Wari fueron los primeros urbanistas del mundo andino y produjeron una
revolución que condujo a la existencia de una sociedad urbana caracterizada por la
aparición de nuevos tipos de relaciones económicas y formas de producción,
completamente distintos a los de la economía simplemente agrícola que los había
antecedido.
La capital del estado era la ciudad de Wari, la antigua Viñaque, ubicada cerca de la
actual ciudad de Ayacucho en los alrededores de Quinua, centro de un jerarquizado
conjunto de poblaciones que cubría la región aledaña a la capital y metrópoli de un
planificado sistema de enclaves provinciales que abarcaba toda la extensión de las
conquistas Wari.
En esa primera época, que abarca desde el 500 d.c. hasta el 700 d.c., los Wari
extendieron su influencia por la Costa Central y sur, llegando hasta Huaura, por el
norte, y más allá de Nazca, por el sur. Asimismo, al finalizar la etapa se hicieron
presentes en las serranías de Ancash, ocupando el Callejón de Huaylas hasta el
actual Huaraz. Es en esta época que la Comarca de Lima entra en contacto con la
cultura Wari, sometiéndose primero a su influencia y cayendo luego bajo su
dominación.
La segunda época Wari se desarrolla desde el año 700 d.c. hasta el 1,000 d.c., y
durante ella el Imperio alcanza su apogeo conquistando extensos territorios que
prácticamente abarcaron todos los Andes Centrales. Las conquistas comprendieron
por el norte los actuales departamentos de Lambayeque y Cajamarca y por el Sur
Cuzco y Arequipa, además de las zonas centrales intermedias. Todas las culturas de
la época fueron sometidas a la dura dominación Wari, desapareciendo así la
hegemonía e importancia de los Moche, Cajamarca, Recuay, Lima y Nazca, quienes
fueron sujetos a estrictos sistemas de control social y a una despótica explotación.
La tercera época dura apenas un siglo, desde el 1,000 d.c. hasta el 1,100 d.c., y
durante ella se produce la decadencia y desaparición del Imperio Wari. Las causas
de tal fenómeno no se conocen con claridad y se supone que se debieron al
paulatino deterioro de las estructuras políticas y económicas del sistema, así como
a la permanente presión de los pueblos oprimidos y su final insurgencia. El hecho
es que el Imperio se desmorona, las provincias recobran su independencia y la
propia región de Ayacucho sufre una aguda crisis social y económica que determina
el abandono de los grandes centros poblados, entre ellos Wari, al descenso de los
niveles de vida, la abdicación de las viejas creencias y la perdida de los
conocimientos tecnológicos y la creatividad artística. A este periodo de total
decaimiento cultural de la región ayacuchana se le ha dado el nombre de
Huamanga.
Cerámica Wari-Pachacámac
La Comarca de Lima fue una de las zonas del litoral que sufrió más tempranamente
la penetración Wari, puesto que durante la primera etapa de la historia de ese
estado la costa cayó bajo su influencia o dominio, desde Chancay hasta Atarí.
No obstante ello, toda esa extensa región, que comprende parte de la Costa Sur y
casi la mitad de la Costa Central, no experimentó la imposición Wari tan
rigurosamente como lo hicieron los territorios que fueron incorporados al Imperio
posteriormente. Es posible que ello se haya debido a que durante la primera etapa
del desarrollo Wari, o sea la de la formación cultural y creación del estado, la
vitalidad y pujanza de los ayacuchanos no haya sido lo suficientemente fuerte como
para imponerse por la violencia y la penetración se haya dado más bien a través de
la religión y el comercio.
Años más tarde, durante la segunda época, cuando el estado Wari estaba en su
apogeo y los pueblos y territorios se incorporaban al Imperio por la fuerza de las
armas y eran sometidos a un duro yugo, es probable que el largo trato con los
pobladores de la Costa Centro-Sur haya determinado en los conquistadores un
ánimo propicio a las concesiones y a otorgar un régimen más benigno. Es
igualmente factible que la convivencia de tantos años haya provocado una acción
sincrética que afectara tanto a los conquistados como a los conquistadores,
produciendo un estado de cosas de mutuo beneficio dentro de un clima de relativa
tranquilidad.
Cerámica Wari-Pachacámac
Este especial estado de cosas puede que haya contribuido a que la presencia de lo
propiamente Wari sea tan escasa en esta zona costeña y especialmente en la
Comarca de Lima. En esto lo Wari se manifiesta a través de los cambios suscitados
en las manifestaciones sociales, culturales y económicas de las poblaciones yungas,
pero son pocos los ejemplos que físicamente demuestran la estada de los Wari en
el territorio comarcano. Parecería que la seguridad de encontrarse en un medio que
en cierta forma había asimilado la ideología y maneras del Imperio, determinó que
las autoridades Wari no tomaran una serie de disposiciones político-militares, ni
llevaran a cabo las construcciones del caso. Por ejemplo, Cajamarquilla es la única
población probadamente Wari en la zona; en Pachacámac, a pesar de su
importancia como Centro Ceremonial y luego de peregrinaje interregional parece
que no existe una sola construcción de esa cultura y tampoco las hay en todo el
valle de Lurín y, finalmente, en la vastedad de la Comarca apenas existen unos
pocos cementerios Wari.
Parece que los Wari practicaban una política colonialista a ultranza, en que solo
interesaba el beneficio de la metrópoli en función de la máxima explotación de los
territorios conquistados. Por ello, sus asentamientos tenían la condición de
verdaderos enclaves coloniales creados para controlar, política y económicamente
el territorio en el que se asentaban. Los Centros Administrativos eran verdaderas
"factorías" que focalizaban la actividad comercial de la región, captaban su
producción, la almacenaban y la remitían a la metrópoli ayacuchana, todo ello
dentro de las seguridades del caso. Por eso los Centros se rodeaban de altas
murallas concéntricas y las zonas de habitación dentro de ellos eran cerrados
recintos a los que sólo se podía ingresar escalando los muros desde estrechas
callejas, que eran sustituidas, en muchos casos, por caminos que discurrían por lo
alto de los gruesos murallones. Por eso también, los integrantes de la burocracia
administrativa y las guarniciones militares imperiales no se afincaban en las
provincias y regresaban a Wari tan pronto coma cumplían su misión de servicio y
en caso de fallecimiento eran llevados al solar nativo para que los auquis tutelares
velaran por ellos, y el Dios de los Báculos pudiera incorporarlos a su séquito de
seres alados. Probablemente esta es una de las razones por las que en las
provincias casi no existen pueblos, palacios y cementerios Wari y tampoco templos
o sitios ceremoniales, no obstante tratarse de gente que practicaba una religión
ecuménica con fuerte sentido proselitista.
Si bien es cierto que los Wari, por las razones antedichas, dejaron escasas
muestras materiales de su paso por los territorios conquistados y que en la
Comarca de Lima existen solo unos pocos restos, es igualmente cierto que, en
cambio, influyeron decisivamente en casi todos los aspectos de la vida de los
pobladores costeños.
Las artes se desarrollaron notablemente bajo el influjo del culto Wari, y en especial
en todos aquellos aspectos que tenían que ver con lo ceremonial. Los tejidos son de
especial interés, delicadamente elaborados haciendo uso de variadas técnicas,
hermosamente policromos y con diseños geométricos que representan al dios de
los Báculos, a sus acólitos alados y los mitológicos seres zoomorfos que forman su
cohorte. En el cementerio que se ubica al pie del Templo Viejo de Pachacámac, Max
Uhle (1903) exhumó valiosos ejemplares de esos textiles, así como diversos
ceramios, tallas, objetos y adornos personales de los Wari.
La talla, tanto en madera como en piedra y hueso, llegó a altos niveles estéticos y
tecnológicos creando objetos de índole ceremonial y de adorno personal. En
Pachacámac se encontró en los alrededores del Templo Viejo una talla de madera
que posiblemente representa a ese dios, dada su similitud con la descripción que
hace Miguel de Estete del ídolo de Pachacámac. El dios, bifronte y hermafrodita,
ocupa la parte superior del madero, lleva atributos correspondientes a sus
funciones y cualidades y esta rodeado de símbolos y figuras de la mitología Wari,
encontrándose actualmente en un lugar de honor en el Museo de Sitio del
Santuario. En ese mismo local y en otros repositorios limeños se pueden apreciar
objetos finamente labrados en turquesa, piedras semipreciosas, obsidiana, hueso y
concha, que representan personas, animales o aves, destinados tanto a fines
funerarios como al acicalamiento personal al que fueron tan afectos los Wari.
Talla de madera encontrada en el Templo Viejo
de Pachacámac
Existieron pocos objetos de metal, usándose sin embargo la plata, el oro y el cobre
en la fabricación de adornos y útiles diversos. El cobre también se usó en forma de
planchitas que se colocaban en la boca de los muertos para asegurarles el viaje al
otro mundo. Asimismo, se produjeron objetos e instrumentos de bronce, aleación
que se había inventado en la época y que a la fecha todavía no lograba desplazar al
cobre en la fabricación de armas y herramientas.
La cerámica ocupa un lugar destacadísimo entre las artes del periodo. El estilo
Nieveria, coma ya se ha indicado, se enriqueció incorporando a su decoración la
temática Wari y aumentando la policromía de su colorido. En las lomas de Lachay
apareció un nuevo estilo Wari, bautizado con el nombre de Teatino, de formas
simples y rotundas, de color rojo opaco y decoración incisa de motivos
tiawanaquenses, cuya difusión se localizó en el valle de Chancay y parte de la
cuenca del Chillón.
"‘El estilo o más bien la modalidad Pachacámac tiene fuertes ingredientes del estilo
Lima y adopta de él sobre todo la forma de una botella globular con un pico cónico
largo unido al cuerpo por medio de una asa. La decoración es menos rica en
motivos pintados pero en cambio emplea mucho el modelado. El motivo más
particular es el de un felino o un halcón con cuerpo de felino que tiene una banda
segmentada a todo lo largo del cuello, de donde sale una cola en forma de Plumas."
Los caminos debieron jugar un rol vital en el Imperio Wari; no cabe imaginarse su
existencia y funcionamiento sin una extensa y eficiente red caminera que
sustentara sus relaciones político-económicas. Como todo estado despótico su
seguridad y bienestar dependían de la rapidez de las comunicaciones, de la
celeridad con que pudieran trasladarse sus fuerzas, conquistadoras o represivas, y
del permanente abastecimientos de la metrópoli. Dichos caminos existieron
vinculando Wari con todos los Centros Administrativos Provinciales del Imperio,
aunque no conozcamos en la actualidad huellas de los mismos. Unos deben de
haber desaparecido por acción del tiempo, otros deben de haber sido involucrados
en la red caminera que los Incas implementaron, usando y ampliando las viejas
vías existentes, es posible que algunos todavía subsistan escondidos por las
anfractuosidades naturales y el polvo de los siglos.
Es evidente que en alguna forma rápida y segura debieron comunicarse los Wari
con la Costa Central y que Cajamarquilla debió conectarse eficazmente con
Ayacucho y con los otros Centros Administrativos de la costa. Parece que la vía de
comunicación con la sierra partía de Cajamarquilla y a través de la quebrada de
Huaycoloro llegaba hasta Jicamarca, comunicaba el Rímac con el Chillón, ascendía
por la cuenca de éste pasando por Canta y Chulguay y seguía cuesta arriba hasta
encontrarse con el camino interandino que vinculaba las serranías de Cerro de
Pasco y Junín con el valle del Mantaro y las pampas ayacuchanas.
CAJAMARQUILLA
El sector urbano que ha llegado hasta nosotros tiene la forma de un gran trapecio,
cuyos lados mayores están orientados NE-SO y son prácticamente paralelos al
camino que, pegado al lado derecho de la quebrada, conducía a la sierra. Este
camino durante la colonia fue usado para llegar hasta los nevados de Tambillo, en
las alturas de Carampoma, para extraer hielo que era llevado a Lima haciendo
pascana en Nieveria.