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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL

FACULTAD DE EDUCACIÓN
PROGRAMA DE MAESTRÍA EN EDUCACIÓN
SEMINARIO: MEMORIAS DE LOS LUGARES, INTERCULTURALIDAD Y
PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTO
¿QUÉ ME DICE EL RETRATO DEL COLONIZADO?
POR: JAVIER ULISES FLÓREZ HERRERA

¿QUÉ ME DICE EL RETRATO DEL COLONIZADO?

La lectura de Albert Memmi invita una vez más a reflexionar en torno a la


estructura y conformación del mundo de hoy, donde conviven varias fuerzas de
poder, pero que podríamos reducir como las del colonizado y las del
colonizador. Es curioso notar como un documento escrito hace varias décadas
todavía sigue hablando a las diversas sociedades actuales. Interesante
observar como el egoísmo humano se oculta, en desde diversas facetas, para
expresar su ansia de poder y hegemonía en la historia de la humanidad. Ayer
fueron las diversas tribus poderosas, imperios y civilizaciones que arrasaron
con las minorías o mayorías más débiles, hoy son las grandes potencias, los
países de avanzada, los del primer mundo contra los otros mundos creados en
la posmodernidad.

En el retrato del colonizado que hace el autor, menciona en unos de tantos


momentos las características del colonizador, el cual describe como un
“extranjero, venido a un país por los azares de la historia, [que]
consigue no sólo hacerse un lugar, sino tomar el del habitante,
otorgarse asombrosos privilegios en detrimento de los derechos-
habitantes”1. Es decir el colonizador es un invasor, que se apodera de
aquello que encuentra y en el cual pone sus condiciones para su
posterior administración, le cede algo al colonizado, pero siempre que
se guarde ante él las ventajas económicas, cuestión predominante y
desventajosa para el colonizado. Además de invasor es un opresor
que subyuga y niega los derechos fundamentales de los demás,
sometiéndolos a la violencia, por la fuerza de la miseria y la
ignorancia, minimizándolo a una subcategoría humana.

¿Quién no sentiría ira, que entraran a su casa, se apropiaran de todo


incluso de su esposa e hijos y luego lo manden a vivir a la calle o al
patio, diciéndole que todo eso que había construido, de lo comodidad
en la que vivía, de su mundo, de su cosmovisión, ahora no le
pertenece? Y que si quiere vivir, lo debe hacer de acuerdo a las
normas del usurpador del territorio; trágico no, pues eso, no es
ficción, porque sucedió en América. Por eso no es vano que algunos
grupos étnicos de América, como los aborígenes y negros, no le den
tanta trascendencia la celebración del bicentenario de la
independencia, o de lo celebrado el 12 de octubre, que fueron
sucesos donde participaron, pero cuyo reconocimiento aún hoy goza

1
MEMMI, Albert. El retrato del colonizado. De la Flor: Buenos Aires. 1969. p. 15
de poco reconocimiento. Además porque ellos cuestionan:
independencia de qué, “descubrimiento” de qué, si todavía sus
derechos siguen siendo vulnerados y desconocidos en la actual
sociedad.

Otra pregunta que surge desde otro ámbito ¿Qué tanto de estos
colonizadores del ayer encontramos en nuestras sociedades? ¿Será
que estas historias sólo pertenecen al pasado? Bien se dice, el que no
conoce la historia está condenado a repetirla, ya sea con sus logros y
miseria y de esto no se escapa la mayoría de nuestras sociedades
postmodernas. Cuantos hoy en día frustran el futuro de generaciones
motivados por políticas económicas y sociales que sólo favorecen a
unos pocos, alimentando de este modo las brechas entre grupos
humanos, estratificando la sociedad y haciéndola más desigual.

Otra característica del colonizador es que sólo a él le corresponde leer


la realidad del otro y plantea la escala de valores éticos válidos, lo
que piense el colonizado no tiene importancia, por eso “Rechaza los
valores del colonizado como pertenecientes a un mundo disminuido
al cual esperan escapar con el tiempo”2. Es la existencia de la
negación del otro, es el comienzo de la invisibilidad, reducción y
cosificación de la realidad humana. Porque el otro comienza a tener
valor siempre y cuando exista un interlocutor “valido” como un
colonizador que lo certifique. Cabe anotar que Albert Memmi muestra
en su texto una figura diferente entre el colonizador y el colonizado,
que serán los nacionales como los italianos, malteses de Túnez, los
españoles en Argelia y otros como él, que era judío, que gozaron de
una situación diferente del colonizador.

En un segundo momento el autor pone su mirada en el colonizado,


partiendo en un primer momento de cómo lo retrata el colonizador, el
cual tendrá un denominador común entre todos los colonizadores, de
mirar al colonizado como un perezoso, un débil y demás categorías
ontológicas reductoras, discriminantes, excluyentes y contrastantes
en relación al colonizador.

Nada podría legitimar mejor el privilegio del


colonizador que su trabajo; nada podría justificar mejor
la miseria del colonizado que su ociosidad. En
consecuencia, el retrato mítico del colonizado
comprenderá una pereza increíble. El del colonizador,
una virtuosa devoción por la acción. Simultáneamente,
el colonizador sugiere que el trabajo del colonizado es
poco rentable, lo que autoriza a pagarle salarios
inverosímiles3.

2
Ibíd. p. 18
3
Ibíd. P. 20
Este contraste de realidades entre el que tiene el poder y el carente
de ello, irá marcando otra paradigma en la vida del colonizado, donde
además de ser desposeído de sus bienes, también empobrecido en su
dimensión ontológica e histórica, la cual es reducida a la mínima
expresión. Su ser es de segunda categoría, es un perezoso, débil,
ignorante y perverso, de malos instintos, ladrón y un poco sádico. Por
tanto, todos los actos que deriven de ello en comparación con los del
colonizador pertenecen o no tienen el mismo valor. Podrá ser
ingeniero, tener la mejor preparación, realizar la misma labor que sus
colegas colonizados, pero ellos tendrán otros privilegios y devengarán
más salario. Todo esto en el fondo, gracias a la institución establecida
por el poder colonizador, “nunca se caracteriza al colonizado de un
modo diferencial; no tiene derecho sino a la sumersión dentro del
colectivo anónimo.”4

“El colonizador niega al colonizado el derecho más precioso


reconocido a la mayoría de los hombres: la libertad”5. El
despersonaliza al otro, lo cosifica, le niega toda normalidad. Creando
una dependencia total frente al colonizador. Y de cierto modo se
observa como algo común por parte del colonizado. Tanto así, que se
tiene conocimiento que la ideología de ciertos grupos dirigentes son
consecuentes por los grupos dirigidos. Por eso desde ese orden de
ideas, en ciertos estamentos se tolera grados de opresión para tener
cierta “estabilidad”.

El vínculo entre colonizado y colonizador es (…)


destructor y creador. Destruye los dos actores de la
colonización y los recrea en colonizador y colonizado: uno
de ellos se desfigura en Opresor, ser parcial, incivil,
preocupado solo por sus privilegios y su defensa a
cualquier precio; el Otro en oprimido, quebrado en su
desarrollo, transigente frente a su aplastamiento… [Por
tanto] del mismo modo en que el colonizador intenta
aceptarse como colonizador, el colonizado se halla
obligado a aceptarse como colonizado para sobrevivir6.

Ante esta realidad tan trágica para el colonizado aparecen


otras situaciones que se derivan de estas situaciones de
dependencia, aspecto que lo oprime cada vez más, ubicándolo
fuera de la historia y fuera de la ciudad, porque no ejercen un
protagonismo activo en la misma, no son responsables de sus
actos, no son ciudadanos y por ende no alcanzarán su mayoría
de edad. Por eso no son ni culpables, ni escépticos, siempre
estarán fueran de la historia. Situación que los invisibiliza,
convirtiéndolos como personas ausentes en el mundo.

4
Ibíd. p. 23
5
Ibíd. p.23
6
Ibíd. p.25
Debido a que no han alcanzado la mayoría de edad, no son
ciudadanos, no se gobiernan, por eso se le niegan acceder a
puestos del gobierno, son excluidos de esta realidad, ellos “no
gozan de ningún atributo de la nacionalidad: ni de la propia,
que es dependiente, discutida, reprimida, ni seguramente de la
del colonizador. No [pueden] en absoluto estar unido a la uno y
reivindicar la otra”7. Ni que decir del niño, el cual debería ser
considerado la esperanza del colonizado, pero al vivir en este
contexto alienante, se alimenta de ello y los reproduce, dado
que el mundo colonizado es una sociedad malsana donde la
dinámica interna no es creativa, no genera nuevas estructuras,
sino un sistema que se ahoga lentamente, ayudado por las
instituciones que patrocinan los valores-refugio como la familia
colonizada y la religión del colonizador.

Además de lo anterior, estando limitado el colonizado en ese


ámbito creado por el colonizador, a vivir fuera de la historia,
estará privado a proyectar y construir un futuro, se limita a un
presente fugaz y abstracto. Negándole un pasado, que ni el
mismo colonizador ha conocido, condenándolos al olvido
progresivo de su memoria. Las fiestas que se celebran son las
del colonizador, los héroes y santos que se conmemoran son
ajenos a ellos, pero deberán aceptarlos, así sean para ellos
vacíos de significado. Sus niños conocerán la historia, pero será
la del poderoso porque las de ellos, se desconoce y no tiene
mucha importancia. “Las pocas estatuas que jalonan la ciudad
representan, con un increíble desprecio hacia el colonizado que
las bordea día a día (…) las construcciones adquieren las
formas armadas por el colonizador, y hasta los nombres de las
calles (…)”8

Pareciera estar viendo el retrato de una ciudad costera, de una


ciudad donde convivieron tres culturas (Cartagena de Indias), la
aborigen, la africana y la europea, pero que en su estructura
física lo que predomina es la fuerza del poderoso. Lo poco que
queda de las demás culturas, es gracias a la poca
reivindicación que se ha hecho de los demás grupos humanos
existentes, podemos visibilizarla, pero todavía queda una
memoria por reconstruir, la de los vencidos, la de aquellos que
soportaron y vivieron el terror de la historia del colonizador.

Todavía quedan vestigios en las sociedades de hoy


poscolonizadas. No sé si se pueda afirmar tan categóricamente
de esa manera, debido a que existen cosmovisiones, y ciertas
expresiones en las regiones colombianas y de otros países
latinoamericanos, donde se vive el poder por pertenecer a una
etnia de poder, por alcanzar cierto estrato social, donde los

7
Ibíd. p. 29
8
Ibíd. p. 33
otros que no pudieron son catalogados como analfabetas y
atrasados, simplemente porque no dominan o no alcanzaron
toda el prototipo o parte de ello, del poder colonizador, todo el
andamiaje social y económico que lo pueda categorizar como
parte del mundo civilizado.

Hoy en día existen nuevas formas de colonialismos, la moda, la


televisión, el Internet, las dinámicas de mercado libre o
regional, las globalizaciones y muchas realidades externas, que
bombardean constantemente al hombre postmoderno. El cual
vive invadido por cosas de fuera, quitándole tiempo de pensar
en lo que es, en lo que tiene y en la manera particular de
construir su historia. Dado que se le indica que sólo existe una
manera de proyectarla, alejando de él todo protagonismo y
convirtiéndolo en un autómata de la sociedad y por ende un
colonizado.

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