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La verdadera Navidad

Por el Presidente Howard W. Hunter (1907–1995)

La verdadera Navidad acude a aquél que ha aceptado a Cristo en su vida como una
fuerza impulsora, dinámica y revitalizadora.

La Navidad es una época de mucho ajetreo. Las calles y las tiendas están repletas de
gente con los preparativos de última hora. Aumenta el tránsito en las carreteras, los
aeropuertos se abarrotan… toda la cristiandad parece revivir con la música, las luces y
las decoraciones festivas.

Una escritora ha dicho:

“De todas las festividades, ninguna [como la de la Navidad] penetra tanto el corazón
humano ni inspira sentimientos más sublimes. Los pensamientos, los recuerdos, las
esperanzas y las tradiciones ligadas a ella se vinculan colectivamente a la antigüedad y a
la nacionalidad, e individualmente a la infancia y a la vejez. Abarca los aspectos
religioso, social y patriótico de nuestra naturaleza. El acebo y el muérdago se entrelazan
entre las ramas de los pinos, la costumbre de hacer regalos a las personas que se
quieren, la presencia del árbol de Navidad, la superstición de Papá Noel (Santa Claus,
Santo Clos, San Nicolás), todo ello hace de la Navidad la festividad más anhelada, la
más universal y, desde cualquier punto de vista, la más importante para el hombre”
[Clarence Baird, “The Spirit of Christmas”, Improvement Era, diciembre de 1919, pág.
154].

El origen de la Navidad
Esta época está llena de tradición y sus raíces se remontan a la historia. El origen de esta
fiesta hay que buscarlo en la adoración pagana anterior a la introducción del
cristianismo. El dios Mitra era adorado por los antiguos arios, adoración que se extendió
gradualmente por India y por Persia. Al principio, Mitra era el dios de la luz celestial de
los brillantes cielos y en el posterior periodo romano fue adorado como la deidad del sol
o el dios sol: Sol Invictus Mithra.

Así se introdujo en Roma la adoración pagana de Mitra, pues esos prisioneros


difundieron su religión entre los soldados romanos. Esa adoración se popularizó,
particularmente en el ejército de Roma y se le conocio como el mitraismo ESTO
OCURRIO UN SIGLO ANTES DE CRISTO.

Los romanos celebraban su cumpleaños el 25 de diciembre de cada año. Ésa era una
festividad de mucha celebración: fiestas, comidas, regalos que se hacían a los amigos y
temporada en la que las viviendas se decoraban con ornamentación vegetal.

Con el tiempo, el cristianismo superó al mitraísmo, que había sido su más fuerte rival, y
la festividad en la que se celebraba el nacimiento de Mitra fue adoptada por los
cristianos para conmemorar el nacimiento de Cristo. La adoración pagana del sol,
profundamente arraigada en la cultura romana, se vio reemplazada por la mayor de las
celebraciones cristianas. La Navidad ha llegado hasta nosotros convertida en un día de
gratitud y regocijo, un día de alegría y buena voluntad para con los hombres. Aun
cuando tiene una relación y un significado terrenales, su contenido es divino. La antigua
celebración cristiana ha perdurado a través de los siglos.

El significado actual de la Navidad


¿Qué sentido tiene hoy la Navidad? La leyenda de Papá Noel, el árbol de Navidad, las
guirnaldas decorativas y el muérdago, así como los regalos, todo ello nos manifiesta el
espíritu del día que celebramos; pero el verdadero espíritu de la Navidad es mucho más
que eso. Se halla en la vida del Salvador, en los principios que enseñó, en Su sacrificio
expiatorio, el cual es nuestro gran patrimonio.

Hace muchos años, la Primera Presidencia de la Iglesia declaró lo siguiente:

“Para los Santos de los Últimos Días, la Navidad consta de un elemento recordatorio y
de uno profético. Por un lado es un recordatorio de dos acontecimientos grandes y
solemnes, que se recordarán como los sucesos más poderosos y más maravillosos de la
historia de la humanidad. Se [preordenó] que ambos tuvieran lugar antes de la creación
de este planeta. Uno de ellos fue la venida del Salvador, en el meridiano de los tiempos,
para morir por los pecados del mundo; el otro es la futura venida del Redentor
resucitado y glorificado, para reinar en la tierra como Rey de reyes”

En su breve epístola a los gálatas, Pablo muestra su gran preocupación por la evidente
incredulidad de ellos y su abandono de las enseñanzas sobre el Cristo cuando les
escribió: “Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy
presente con vosotros. Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta
que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4:18–19). En otras palabras, Pablo
manifestó sentir dolor y ansiedad hasta que Cristo fuese “formado” en ellos, que es otra
manera de decir, “[estar] en Cristo”, expresión que Pablo emplea habitualmente en sus
escritos.

Cristo puede nacer en la vida de los hombres, y cuando esta experiencia tiene lugar, se
dice que tal hombre es “en Cristo”, es decir, que Cristo se ha “formado” en él. Ello
presupone que aceptemos a Cristo en nuestro corazón y que hagamos de Él la mayor
influencia en nuestra vida. Cristo no es una verdad general ni un dato histórico, sino que
es el Salvador de los hombres en todo lugar y en todo momento. Al esforzarnos por ser
como Cristo, Él “se forma” en nosotros; si abrimos la puerta, Él entra; si buscamos Su
consejo, Él nos aconseja. Para que Cristo sea “formado” en nosotros, debemos creer en
Él y en Su expiación. Esa creencia en Cristo y guardar Sus mandamientos no supone
obstáculo alguno; más bien los hombres son libres gracias a ambos. El Príncipe de Paz
aguarda para darnos paz mental, con lo cual podemos convertirnos en conductos de esa
paz.

La verdadera Navidad acude a aquel que ha aceptado a Cristo en su vida como una
fuerza impulsora, dinámica y revitalizadora. El verdadero espíritu de la Navidad yace en
la vida y en la misión del Maestro. Prosigo con la definición del verdadero espíritu de la
Navidad:
“Es un deseo de sacrificarse por los demás, de brindar servicio y de poseer un
sentimiento universal de hermandad. Consiste en la disposición para olvidar lo que has
hecho por los demás y recordar únicamente lo que los demás han hecho por ti; es
olvidar lo que el mundo te debe y pensar sólo en… tus deberes desde un punto medio, y
en la ocasión de obrar bien y de ayudar al prójimo desde un primer plano; consiste en
ver que el prójimo es tan bueno como tú y tratar de mirar más allá del rostro, en el
corazón, y en cerrar tu libro de quejas contra el universo y buscar un lugar donde
sembrar las semillas de la felicidad sin que nadie te vea” [Improvement Era, diciembre
de 1919, pág. 155].

Al reflexionar en la Navidad, James Wallingford escribió lo siguiente:

La Navidad no es un día ni una estación, sino una condición del corazón y de la mente.
Si amamos al prójimo como a nosotros mismos;
Si en nuestra riqueza somos pobres en espíritu y en nuestra pobreza somos ricos en
misericordia;
Si nuestra caridad no se gloría en sí misma sino que es sufrida y benigna;
Si cuando nuestro hermano nos pide un pan, nos entregamos a nosotros mismos;
Si cada día nace repleto de oportunidades y muere habiendo logrado algo, sin importar
cuán pequeño sea,
Entonces cada día es de Cristo y la Navidad siempre está próxima.

Un hombre sabio ha dicho:

“Lo más asombroso del relato de la Navidad es su relevancia. Encaja en cualquier edad
y en cualquier fase de la vida. No es un simple cuento encantador que se relata una vez;
antes bien, es eternamente actual. Es la voz que clama en todo desierto. Tiene tanto
sentido para nosotros como lo tuvo aquella noche tiempo ha cuando los pastores
siguieron la luz de la estrella hasta el pesebre de Belén” [Joseph R. Sizoo, en Words of
Life, pág. 33]. UAgregar una nota

Se ha dicho que la Navidad es para los niños, pero a medida que los años de la infancia
van quedando atrás y van siendo reemplazados por la madurez, la sencilla enseñanza del
Salvador con respecto a que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35) se
hace realidad. La evolución de una fiesta pagana transformada en una festividad
cristiana para conmemorar el nacimiento de Cristo en la vida de los hombres es otra
forma de madurez que sólo se obtiene cuando se ha sido enternecido por el Evangelio
de Jesucristo. UAgregar una nota

Busquen el verdadero espíritu de la Navidad


Si desean buscar el verdadero espíritu de la Navidad y participar de su dulzura,
permítanme hacerles la siguiente sugerencia. Durante el ajetreo de las fiestas de esta
Navidad, aparten un tiempo para volver su corazón a Dios. Tal vez en las horas de
quietud, en un lugar tranquilo y arrodillados (a solas o acompañados de sus seres
queridos), den gracias por todo lo bueno que hayan recibido y pidan que Su Espíritu
more con ustedes al esforzarse con denuedo por servirle y guardar Sus mandamientos.
Él los llevará de la mano y cumplirá Sus promesas. UAgregar una nota
Sé que Dios vive. Doy testimonio de la divinidad de Su Hijo, el Salvador del mundo, y
manifiesto mi aprecio por la bendición que supone tener en la tierra un profeta del Dios
viviente.

Integrantes de los Setenta comparten la forma en que


celebran esta época y recuerdan el nacimiento del
Salvador.
Élder Donald L. Hallstrom (EE. UU.): En años anteriores, en Nochebuena nos
reuníamos para tener un período agradable y memorable de compartir testimonios. A
cada miembro de la familia se le daba la oportunidad de expresar sus sentimientos en
cuanto al Salvador y al Padre Celestial. Esos profundos sentimientos de amor
consecuentemente nos acercaban unos a otros, y las expresiones de amor hacia los
integrantes de la familia venían muy del corazón. Mi padre entonces expresaba la visión
que tenía para la familia y daba poderoso aliento a cada miembro de ella para que nos
mantuviéramos fieles a la fe. Luego en unión nos poníamos de rodillas y ofrecíamos la
última oración.

Élder Christoffel Golden Jr. (Sudáfrica): En Nochebuena disfrutamos de una cena


formal, después de lo cual leemos el relato de Lucas sobre el nacimiento del Salvador.
Durante la mañana de Navidad, nos ponemos nuestra mejor ropa dominical y
participamos de una corta reunión navideña, a la cual también invitamos a algunos no
miembros y miembros menos activos. Después pasamos tiempo con amigos y con otros
familiares, fortaleciendo de ese modo los lazos familiares en el verdadero espíritu de la
Navidad.

Élder Erich W. Kopischke (Alemania): En esta época, toda la casa cambia visiblemente.
Decoramos las ramas de los abetos, colocamos portavelas en las ventanas y colgamos
tiras de luces. Los niños ponen decoraciones navideñas en sus cuartos; se hornean
galletas y pan de jengibre, y un aroma llena toda la casa, el olor de los abetos y la
canela.Después abrimos los regalos. Los niños lo hacen primero. Todos miran y sienten
le emoción de cada envoltura que se abre. Después de abrir todos los regalos los niños,
sin demora, desaparecen con sus tesoros. Los adultos nos quedamos a conversar. En
realidad es como una noche de hogar especial.

A veces invitamos a personas que iban a estar solas para que pasen Nochebuena con
nosotros. Esas navidades son especialmente agradables
Aquella Navidad no teníamos comida. Sólo podíamos
esperar un milagro.

Cuando tenía 12 años, mi familia vivía en Brasil en una granja alejada de la ciudad. Ese
diciembre mi hermano y yo cosechábamos frutos secos para el dueño de otra granja
cuando de repente empezó a llover y durante días la lluvia cayó de tal manera que no
pudimos seguir trabajando.

Casi era Navidad, y a nuestra familia se le estaba acabando la comida. A mi madre le


preocupaba que no tuviéramos cena de Navidad, de manera que nos dijo a mi hermano
mayor y a mí que fuéramos a pedirle al dueño de la granja el dinero que habíamos
ganado. No sería mucho, pero con él compraríamos un poco de comida para la familia
mientras que otras personas preparaban sus banquetes navideños.

Mi hermano y yo recorrimos varios kilómetros por un camino enlodado hacia la casa


del dueño de la granja. Cuando llegamos, él se sorprendió. “¿Qué los trae por aquí en
semejante día tan lluvioso?”, preguntó. Le explicamos nuestra situación, y él dijo: “No
tengo dinero en efectivo para pagarles, pero puedo darles un cheque”. Aceptamos y
regresamos rápidamente para poder llegar a la ciudad a tiempo de cobrar el cheque y
comprar la comida que necesitábamos.

Para cuando llegamos a la ciudad, casi todo el comercio había cerrado por las fiestas
navideñas; estábamos agotados y nuestro esfuerzo por cobrar el cheque fue en vano.

Cuando nos presentamos en casa sin alimentos, mi madre y mis ocho hermanos se
sintieron muy desilusionados. Todo lo que teníamos era el cheque, el cual en ese
momento no representaba ningún valor para nosotros. La víspera de Navidad llegó sin
ningún regalo y con poca comida. Cenamos arroz y nos fuimos a dormir.

En la mañana de Navidad nos levantamos al oír la celebración de los vecinos afuera,


pero permanecimos dentro, esperando un milagro que trajera comida a nuestra mesa.
Para nuestra sorpresa, antes del almuerzo tocaron a la puerta y ahí se encontraba una de
nuestras vecinas que sostenía una enorme vasija cubierta con un paño.

“Vine a traerles esto”, dijo. Mi madre aceptó la vasija con gratitud y vimos que estaba
llena de comida navideña. Para nosotros eso fue un banquete, ¡un verdadero milagro!

Esa comida de Navidad fue el mejor regalo que jamás haya recibido porque constituyó
nuestro alimento en un día muy especial. Aunque nuestra vecina no estaba enterada de
nuestras circunstancias, sé que nuestro padre Celestial sí lo sabía y, a través de ella, Él
nos alimentó esa Navidad. Sé que cuando no tenemos otra salida, el Señor en Su
misericordia y bondad infinitas nos envía grandes milagros. Y así como nuestra familia
se dio cuenta aquella Navidad, podemos servir al Señor, como lo hizo nuestra vecina, al
permitir que ocurran milagros en las vidas de los demás.

El día de la Navidad, antes del almuerzo, tocaron a la puerta y ahí se encontraba una de
nuestras vecinas que sostenía una enorme vasija cubierta con un paño.
Nuestra primera Navidad
Por Abraham Menes Sagrero

Se acercaba la Navidad y era evidente que mi esposa y yo, que estábamos recién
casados, no íbamos a disponer de dinero para comprar un árbol de Navidad, adornos,
decoraciones ni para preparar una buena cena.

Habíamos comenzado sin una casa, sin empleo y con muy poco dinero, pero Dios nos
ayudó. Encontramos un pequeño apartamento y yo empecé a buscar trabajo. Aún no
había terminado mis estudios universitarios, por lo que acepté varios empleos como
vendedor con un sueldo modesto pero suficiente para comprar comida y pagar el
alquiler. Salía temprano de casa, y a veces volvía habiendo tenido éxito y otras veces
no. Si no lo tenía, me sentía derrotado; pero mi esposa, que estaba embarazada, me
recibía con una sonrisa y las dificultades parecían menos preocupantes.

En México, la Nochebuena se celebra aún más que el día de Navidad. Cuando era
soltero, lo celebraba comiendo bacalao y una ensalada preparada con remolacha,
naranjas y cacahuetes, pero esa Nochebuena ni siquiera sabíamos qué habría para cenar.
Teníamos poco dinero y una pequeña estufa de gas (cocina) alimentada por un cilindro
de gas que nos habían prestado. No disponíamos de refrigerador ni de muebles en la
sala de estar ni en el comedor, tan sólo una pequeña mesa de madera que mi abuela me
había dado y un par de sillas que un amigo nos había prestado.

Me desanimaba al pensar en nuestra situación, pero recordé que Dios jamás nos
abandona; así que me humillé como un niño y acudí a Él en oración.

Mi oración obtuvo respuesta; recibí paz en el corazón y sentí que todo iba a estar bien.
Abrí la cajuela del auto y en una esquina hallé un pedazo de pescado seco. Recordé que
meses atrás había ayudado a mi padre a trasladar una remesa de pescado y aquel pedazo
debió haberse quedado olvidado; gracias a la sal, no estaba estropeado.

Se lo mostré a mi esposa y ella me dijo que lo prepararía. Salimos a comprar tomates y


otros ingredientes. Lavamos el pescado y lo enjuagamos bien para quitarle la sal.

Aquella noche, a la luz de un pequeño foco, nos sentamos a la pequeña mesa de madera
sin pintar y recordamos el nacimiento de Jesucristo y cómo nació con menos de lo que
teníamos nosotros. Disfrutamos de la comida más deliciosa que jamás había probado y
nos acostamos temprano. A la mañana siguiente nos quedamos en la cama viendo
películas de Navidad. Fue un día muy feliz, pues a pesar de nuestra pobreza, el espíritu
de la Navidad brilló en nuestro pequeño hogar y nos brindó esperanza y aliento.

Nuestra hija nació en enero, colmando nuestro hogar de felicidad.

Desde entonces han transcurrido muchas Navidades y ahora tenemos adornos, árboles
de Navidad y aroma de pino. Hemos disfrutado de muchas cenas con platillos
suculentos, pero más que nada aprecio el recuerdo de nuestra primera Navidad juntos.
Fue la más pobre en lo que a lo material se refiere, pero la más rica en cuanto a lo
espiritual y lo eterno: Nosotros dos con nuestra hija que estaba a punto de nacer y el
espíritu de la Navidad.

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