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Hombres frente al espejo

Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2009-05-8.

Ayer eran llamados cheos. Camisas abiertas, por fuera, camiseta en exhibición. Cadena de oro balanceándose
sobre el pecho por el oscilar de ambos brazos al andar. El pelo reluciente de brillantina barata, contrastaba con
el refulgir del medallón, las manillas en los puños y la sortija. Una combinación de quincalla y joyería
ambulante. El fuerte chocar de las manos era el saludo establecido por normas que no se quien inventó.
Muestra evidente de fuerza y masculinidad.

Más algo ha variado en esa imagen en la actualidad en Cuba. Ahora se estrechan las manos, pero se atraen y
se besan en la mejilla. El relucir del metal amarillo va desde todos los dedos de las manos en muchos casos
hasta la dentadura, se extiende luego a las orejas traspasadas por argollas también de oro y termina en el pelo
donde lo que llaman ahora mismo iluminaciones tiñe de dorado el cabello.

Hay más, algunos jóvenes se peinan el cabello hacia el lado derecho del rostro hasta casi taparse el ojo. Otros
se peinan con los cabellos hacia arriba como si una llama brotara del centro del cráneo. Mucho gel fijador
hace falta para mantener tales peinados.

Ahora también los varones se tiñen el pelo, se sacan las cejas y esmaltan con brillo las uñas de las manos bien
cuidadas. Además de tanto perifollo, los ejercicios físicos para mantener la esbeltez y línea musculosa son
imprescindibles.

Ya en la televisión, se ha visto alguna que otra vez la imagen ambigua de jóvenes que muestran más afeites
que las presentadoras a su lado. Signo de algún cambio, de variación de gustos y proyección dan cuenta que la
homofobia tradicional quizás reduce su influencia o por lo contrario se trasviste para ganar aceptación.

Evidentemente, el ideal femenino del varón heterosexual se ha transformado algo más. ¿Causas? Podríamos
buscarlas en el retorno a modas de siglos pasados, cómo la moda masculina del siglo XVI, XVII, XVIII. Época en
la que los hombres cubrían los hombros de bucles, las manos y orejas de prendas y encajes de bolillo en la
gorguera alrededor del cuello. Polvos, afeites, lunares hacían la imagen del rostro masculino atractiva a las
preciosas y refinadas damas. Y fueron siglos, sobre todo el XVIII cuando las costumbres galantes eran
tendencia entre los miembros de la sociedad.

Otra es absolutamente la importancia del ascenso social del rol de la mujer en la sociedad. Cada vez más la
imagen del “páter familia” pierde consistencia y muchas mujeres pasan a ocupar el papel de cabeza de familia
y única proveedora de sustento económico en familias mono parentales. La imagen de la madre como jefe del
hogar crece en varones en los que la figura del padre está ausente o no llena el papel de dominante en el
núcleo familiar.

El término metrosexual, identifica con el prefijo al hombre metropolitano o de grandes ciudades. Fue
introducido en Europa en los años 90 del siglo pasado, cuando el jean deslavado y roto, el t-shirt sobre talla y
los zapatos sucios dejaron de servir como accesorios a la imagen masculina.

Son hombres heterosexuales sin duda que gustan de la vida sofisticada, la ropa de diseñador y del cuidado del
cuerpo, masaje tailandés, cremas francesas, buena mesa y buen vino como todo buen gourmet frente al rostro
delicado de su musa.

Un experto en masculinidades, el Dr. González Pajés apunta al tratar el tema: “(…) hoy día el hombre es mucho
más andrógeno, más femenino, no afeminado, sino femenino en la concepción de las socializaciones”.

También los metrosexuales tienen sus íconos mundiales con nombres de éxito como David Beckham, astro
mundial del fútbol, el divo mejicano Alejandro Fernández, la estrella de cine Brad Pitt. Ellos son la bandera de
una globalización de la imagen que la media global entroniza.

Definitivamente, el acercamiento de los ideales estéticos masculino y femenino se realiza gracias a un


intercambio de códigos y todo esto guarda relación en la mayor intimidad lograda en las relaciones de
socialización entre mujeres y hombres, en la posesión y manipulación de los avances tecnológicos, en la
elevación y propagación de una cultura de interdependencia que se identifica con el cambio de época que la
cultura occidental propone para un mejor futuro. FIN. LG/09.

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