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En términos sencillos, un paradigma es el conjunto de cosas que asumimos y creemos, lo que sirve

como base o filtro para nuestra percepción e interpretación de la realidad; por ejemplo si nos
mostraran rápidamente un set de una baraja de cartas, pasando rápidamente una a una, pero
aquellas que sean de "corazones" con estos en color negro en vez del tradicional y acostumbrado
rojo, veremos los corazones de color rojo, ya que es lo que "esperamos" de la realidad de un set de
cartas - los colores, figuras y números forman en este caso parte de nuestro paradigma para lo que
son las cartas en una baraja. Todos llevamos puestos unos lentes invisibles que nos hacen ver la
realidad de acuerdo a un conjunto de convenciones y expectativas sobre lo que las cosas son y
deberían ser, lo que en otras palabras constituye un paradigma.

El uso del concepto de paradigma encuentra su origen unos años atrás, en 1962, cuando Thomas
Kuhn, en su escrito “La estructura de las revoluciones científicas” se refiere al hecho de que tanto
en la ciencia como en la política y la historia en general, existen momentos en los que se piensan
ciertas cosas, dominando un conjunto de ideas por sobre otros. Además, hace alusión al hecho de
que dicho conjunto de ideas siempre es reemplazado por uno nuevo, instalándose así, un nuevo
paradigma, lo que en la mayoría de los casos implica un momento de crisis o revolución. Un claro
ejemplo de esta situación fue lo acontecido durante el Renacimiento, cuando se hizo el drástico
giro de la física clásica, en la que la Tierra se constituía como el centro del Universo, la teoría
Geocéntrica, por la controversial teoría Heliocéntrica de Nicolás Copérnico.

Algo fundamental de los paradigmas es que éstos no sólo incluyen creencias científicas, sino que
poseen elementos religiosos, sociales, estéticos y filosóficos propios del contexto, entre otros, que
muchas veces tienen estrecha relación con el éxito que tengan los nuevos paradigmas a medida
que vayan naciendo.

A partir de lo anterior, se dice que un paradigma se encuentra inserto en un contexto de


descubrimiento, que junto con aquellos elementos netamente científicos y objetivos, denominado
contexto de justificación, le permiten a un paradigma instalarse como tal en determinado momento
histórico.

Cómo romper paradigmas para triunfar en la vida


Los paradigmas son ideas establecidas previamente de cómo pensar o hacer algo en
particular, tal como explicamos anteriormente (vea nuestro artículo Líberese de
paradigmas, viva sin límites y sea feliz).

Estos paradigmas aniquilan cualquier intento de creatividad e innovación, por lo tanto, debe
usted eliminarlos de su vida.

Imagine su mente como una pizarra. Ya actualmente hay muchos trazos en ella. Existen
planos de cómo llegar del trabajo a la casa, recetas de cocina, tipo de ropa a ponerse en
cada estación, forma de lavar los platos, en fin, todo lo que hace usted diariamente.

La idea de romper paradigmas se inicia en el momento en que usted decide cambiar algo.
Usted toma la decisión de hacer mejor las cosas o hacerlas de un modo diferente. Es así que
al decidir cambiar, muchas veces debemos estar dispuestos a olvidar lo aprendido
anteriormente. Borre la pizarra y empiece a dibujar nuevamente.

No tenga miedo de borrar la pizarra, usted aprenderá nuevas de formas de hacerlo, sin
perder el objetivo principal. Encuentre rutas nuevas para llegar a casa, formas nuevas de
atender a sus clientes, juegos nuevos con sus hijos, etc. Recuerde siempre que existen
muchos caminos para llegar a un mismo destino.

Además tenga presente que, cambie usted o no, el entorno si cambia, y exigirá lo mismo de
usted si quiere sobrevivir en él.

Cambie constantemente la forma de hacer las cosas, innove. Convierta su vida en un


manantial de creatividad que fluya a diario a través de su interior y exteriorice esa fuerza
que subyace en su espíritu.

“No son las especies más fuertes las que sobreviven, ni las más veloces, sino las que mejor
se adaptan al cambio”. Charles Darwin.

¿Qué es el éxito? 

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¿QUÉ ES EL ÉXITO?

El éxito no siempre tiene que ver con lo que mucha gente


ordinariamente se imagina.

No se debe a los títulos que tienes, sean de nobleza o académicos, ni a


la sangre heredada o a la escuela donde estudiaste.

No se debe a las dimensiones de tu casa, a cuántos carros caben en tu


cochera o si éstos son último modelo.

No se trata de si eres jefe o subordinado, si escalaste la siguiente


posición en tu organización o estás en la ignorada base de la misma.

No se trata de si eres miembro prominente de clubes sociales o si sales


en las páginas de los periódicos.

No tiene que ver con el poder que ejerces o si eres un buen


administrador, si hablas bonito, si las luces te siguen cuando lo haces.

No es la tecnología que empleas, por brillante y avanzada que esta sea.

No se debe a la ropa que usas o si gozas de un tiempo compartido, si


vas con regularidad a la frontera o sí después de tu nombre pones las
siglas deslumbrantes que definen tu estatus para el espejo social.

No se trata de sí eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres


atractivo, joven o viejo.

El éxito...
Se debe a cuánta gente te sonríe, a cuánta gente amas y cuántos
admiran tu sinceridad y la sencillez de tu espíritu.

Se trata de si te recuerdan cuando te vas.

Se refiere a cuánta gente ayudas, a cuánta evitas dañar y si guardas o


no rencor en tu corazón.

Se trata de si en tus triunfos incluiste siempre tus sueños.

De si no generaste tu éxito en la desdicha ajena y si tus logros no


hieren a tus semejantes.

Es acerca de tu inclusión con los otros, no de tu control sobre los


demás; de tu apertura hacia todos los demás y no de tu simulación para
con ellos.

Es sobre si usaste tu cabeza tanto como tu corazón; si fuiste egoísta o


generoso, si amaste a la naturaleza y a los niños y te preocupaste por
los ancianos.

Es acerca de tu bondad, tu deseo de servir, tu capacidad de escuchar y


tu valor sobre la conducta ajena.

No es acerca de cuantos te siguen, sino de cuantos realmente te aman.

No es acerca de transmitir todo, sino cuántos te creen, de si eres feliz o


finges estarlo.

Se trata del equilibrio, de la justicia, del bien ser que conduce al bien
tener y al bien estar.

Se trata de tu conciencia tranquila, tu dignidad invicta y tu deseo de ser


más, no de tener más.

Se trata en definitiva de saber recibir y dar amor. 

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