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en la geografía contemporánea
OVIDIO DELGADO MAHECHA
UNIVERSIDAD
NACIONAL
DE COLOMBIA
Red de Estudios de Espacio
y Territorio, RET
Delgado Mahecha, Ovidio
254 p .
ISBN : 958-701-309-3
910.01-dc21
D e b a t e s sobre el espacio
en l a g e o g r a f í a c o n t e m p o r á n e a
ISBN: 958-701-309-3
Corrección de estilo
Martha Elena Reyes
Diseño de carátula
Comité editorial
Camilo U m a ñ a Caro
Gustavo Montaíiez Gómez
Diagramación electrónica Julio Carrizosa Umaiia
Ana Rita Rodríguez, UNIBIBLOS N o r m a n d o Suárez Fernández
Ovidio Delgado Mahecha
Preparación edilonal Julián Arturo Lucio
Universidad Nacional de Colombia
UNIBIBLOS Foto portada
C o r r e o electrónico: unibibío@uual.edu.co Título: Homo Geographiciis
Bogotá, D.E., Colombia Autor: Christian Delgado Bejarano
CONTENIDO
PRESENTACIÓN 9
PRÓLOGO 13
INTRODUCCIÓN
GEOGRAFÍA, ESPACIO Y TEORÍA SOCIAL 17
CAPÍTULO I
L A GEOGRAFÍA REGIONAL: PAISAJES, LUGARES,
ÁREAS Y REGIONES EN VEZ DE ESPACIO 23
CAPÍTULO II
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL 33
Los fundamentos de u n nuevo paradigma 33
Los contenidos del nuevo discurso geográfico 41
Los modelos de interacción espacial 50
Movimiento, estructuras espaciales y geometría del movimiento. . . 52
Análisis de redes y flujos 53
La localización de las actividades humanas, el problema
locacional y la teoría locacional 57
El caso de la geografía económica como "ciencia espacial" 65
Crítica 69
CAPÍTULO III
LA GEOGRAFÍA RADICAL: LA PRODUCCIÓN SOCIAL DEL ESPACIO SOCIAL. . . . 79
Los fundamentos del discurso radical 79
Richard Peet: el espacio como entorno natural 82
David Harvey: el espacio como un producto social 83
Edward Soja: la producción de la espacialidad de la vida social. . . . 94
Milton Santos: el espacio como estructura de la sociedad 97
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
EPÍLOGO 151
REFERENCIAS 153
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
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PRESENTACIÓN
Hace apenas u n poco más de una década, a finales de los años ochenta del si-
glo que acaba de finalizar, en el país eran contados los cursos que sobre tenden-
cias del pensamiento geográfico se ofrecían en el nivel de pregrado. Una de las
razones para esa abstinencia de teoría geográfica en nuestro medio era el bajo
número de profesores y estudiosos del tema con una formación sólida para em-
prender esa faena. Otra circunstancia adversa, relacionada con la anterior, se de-
rivaba de la escasa disponibilidad de publicaciones en español para impulsar y
apoyar la reflexión en el desarrollo de los primeros cursos universitarios sobre
esta temática. Al fin y al cabo no existía una carrera de geografía en el país.
Desde entonces, las condiciones han venido modificándose, aunque no lo su-
ficiente. Hay ahora un mayor número de profesores universitarios formados en
estas lides y al mismo tiempo la literatura geográfica no tiene la connotación de
rareza de aquellos tiempos. Sin embargo, los textos que circulan ahora, traduci-
dos del inglés o del francés, e incluso del portugués, pocas veces presentan el ma-
terial de la manera integral, organizada y analítica, como debería ocurrir para
atraer el interés y la atención de los estudiantes. En mi opinión, ese es el principal
mérito de este texto de Ovidio Delgado, Profesor Asociado del Departamento de
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, fruto de una concienzuda
reelaboración de las notas, apuntes y materiales desarrollados en sus cursos de la
carrera de geografía.
Con evidente prolijidad bibliográfica y rigurosidad analítica, el profesor Del-
gado expone de manera clara y sencilla el pensamiento de las principales pers-
pectivas teóricas de la geografía, destacando los debates más candentes presentes
entre los geógrafos contemporáneos. De ahí el apropiado título del texto que la
Red de estudios de Espacio y Territorio, RET, publica en esta oportunidad. Este
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
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PRESENTACIÓN
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PROLOGO
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
en un orden que permita a los no especialistas asimilarlos con facilidad y que los
haga utilizables en las aplicaciones prácticas. La síntesis didáctica implica, evi-
dentemente, la desestimación de los detalles de importancia secundaria, la pues-
ta en evidencia de las grandes perspectivas, y la necesidad de podar a hachazos
en el matorral creado por la actividad cada vez más febril de los especialistas
(Kourganoff, 1973: 174).
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN
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ejemplo, señala que, con excepción de los trabajos de algunos geógrafos, como en
el caso de Hágerstrand, "los especialistas en ciencia social han omitido construir su
pensamiento en torno de los modos en que los sistemas sociales se constituyen por
u n espacio-tiempo".
Según Foucault (1980: 70, citado por Soja, 1993), la obsesión modernista por
la historia produjo una ciencia social en la que "el espacio fue tratado como lo
muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era la riqueza,
la fecundidad, la vida y la dialéctica". Soja (1993: 27-28) cita la siguiente anécdo-
ta contada por Foucault en una entrevista en 1984:
Haciendo una observación entre paréntesis, recuerdo haber sido convidado por
un grupo de arquitectos, en 1966, para hacer un estudio del espacio, de algo, que
en la época, yo llamaba "heterotopías", esos espacios singulares encontrados en
determinados espacios sociales, cuyas funciones son diferentes o aun opuestas.
Los arquitectos trabajaban en eso y, al final del estudio, se levantó una voz -de un
psicólogo sartreano- que me bombardeó, diciendo que el espacio era reacciona-
rio y capitalista, pero que la historia y el devenir eran revolucionarios. Ese discur-
so absurdo no era nada fuera de lo común en esa ocasión. Hoy en día, todos
estallarían en carcajadas frente a un pronunciamiento de ese estilo, pero no en
aquella época.
Pero hoy en día, diferente a lo que ocurría en los tiempos referidos por Fou-
cault, la discusión sobre el espacio es importante e intensa, aunque todavía insufi-
ciente, y no exclusivamente en el campo de la geografía. Los más recientes
movimientos de la teoría social hacen énfasis en la importancia de los aspectos es-
paciales de los fenómenos sociales, se interesan en el análisis de la naturaleza es-
pacial de la realidad social, e insisten en la necesidad de construir una nueva
ontologia espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nue-
vas problemáticas. A la vez, se busca aclarar la confusión creada por la fragmenta-
ción teórica que nos ha puesto a divagar sobre la naturaleza del espacio y a tratar
de remplazar una noción por otra. Son comunes las afirmaciones de geógrafos en
torno a que el espacio no es absoluto sino relativo y social, o las de sociólogos que
declaran equivocada y obsoleta la noción de espacio absoluto (Fals, 2000).
Según Schatzki (1991), una nueva ontologia del espacio debe adicionar - e n
lugar de remplazar- la noción de espacio objetivo con la noción de espacio social,
por lo que considera pertinente distinguir entre espacio objetivo y espacio social,
y entre sociedad y espacio. Agrega que existen dos clases de espacio objetivo, el
absoluto y el relacional, y que hay un espacio social y una espacialidad social onto-
lógicamente diferentes, pero complementarios. En su versión absoluta -dice
Schatzki-, el espacio tiene existencia propia e independiente, es homogéneo y es
el medio isotrópico en el que existen o se localizan los objetos, incluidos los
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INTRODUCCIÓN
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
científicos sociales se han dirigido muchas veces a explorar lo que los geógrafos
han dicho o tienen que decir sobre el asunto. Giddens (1995: 143) desde la socio-
logía celebra que:
Por fortuna, no tenemos que abordar estas cuestiones de novo. En los últimos años
se ha producido una convergencia notable entre la geografía y las otras ciencias so-
ciales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones
establecidas de teoría social, hicieran aportes importantes al pensamiento social.
Una mirada somera a la historia del pensamiento geográfico revela cosas in-
teresantes, como la de que, hasta hace pocos años, tampoco la geografía se había
preocupado lo suficiente por el espacio y que, por consiguiente, no era la ciencia
espacial par excellence. Por ejemplo, se sabe que hasta los comienzos de la "revolu-
ción cuantitativa" el espacio no fue una categoría central para la geografía, ni
mucho menos su objeto de investigación reconocido (Harvey, 1983; Santos,
1990). Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académi-
co hasta mediados del siglo XX, y de la incipiente "Nueva geografía" de los sesen-
ta, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de
paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de refle-
xión (Gregory, 1984).
Se puede decir también que la geografía, paradójicamente, tiene una saga
como ciencia aespacial e historicista. Por lo menos, a finales de los años sesenta,
las cuestiones teóricas relacionadas con el espacio eran poco importantes y, sobre
todo, nada claras, como lo afirma David Harvey. En efecto, Harvey (1983: 204)
señala que: "En su mayoría, los geógrafos aceptan que un determinado lenguaje
espacial es el apropiado, sin examinar la razón de esta elección". Y no deja duda
de la pobreza del discurso geográfico sobre el espacio cuando indica (Harvey,
1983: 2 2 2 ) q u e :
Por el momento será suficiente señalar que gran parte de la geografía todavía
descansa en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva de-
sacreditado un siglo o más, mientras que por otro lado gran parte del trabajo
práctico realizado por geógrafos recurre a concepciones relativistas del espacio.
Estas concepciones están en abierto conflicto. La oposición entre Hartshorne y
Bunge, por ejemplo, puede interpretarse casi directamente como la oposición
entre un concepto de espacio absoluto y uno relativo. El espacio bien pudiera
ser el concepto central con que cuenta la geografía para su coherencia interna
como disciplina. Pero la propia naturaleza del espacio y las diferentes inter-
pretaciones del concepto no se han tenido casi en cuenta [Énfasis agregado].
Milton Santos (1990: 107) es aún más contundente al hacer notar el poco o el
nulo interés reflexivo de la geografía por el espacio:
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INTRODUCCIÓN
... los geógrafos callan con relación al espacio. Algunas veces se callan también al
trabajo innovador de otros geógrafos y de otros espaciólogos.
La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación
es la historia de los historiadores, la naturaleza "natural" y la economía neoclási-
ca, y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir,
por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica.
Por eso muchos geógrafos discuten tanto sobre la geografía -una palabra cada
vez más vacía de contenido- y casi nunca del espacio como objeto o contenido de
la disciplina geográfica. Por consiguiente, la definición de este objeto, el espacio,
se hace difícil y el de la geografía, imposible [Énfasis agregado].
Desde los años setenta, se ha emprendido en la geografía una tarea teórica
de gran importancia y productividad en torno al espacio. Hoy es abundante la li-
teratura sobre el tema, aunque mucha de ella sigue ignorada por los teóricos so-
ciales, y lo que tal vez es más grave, desconocida por muchos geógrafos, que
nutren su concepción espacial en otras fuentes. Pero es necesario resaltar que la
discusión teórica sobre el espacio es tanto o más reciente en la geografía que en
las ciencias sociales en general. Esto posiblemente permita entender el hecho de
que las disciplinas de las ciencias sociales traten de llenar por su cuenta y riesgo
sus propios vacíos en lo que se refiere al espacio, y no precisamente mediante una
fructífera relación interdisciplinaria con la geografía.
En la geografía se vive actualmente un intenso debate sobre concepciones es-
paciales con fundamentos filosóficos y políticos divergentes. Positivismo, marxis-
mo, existencialismo, posestructuralismo, posmodernismo y otros "ismos"
sustentan una variopinta teoría geográfica sobre el espacio, no exenta siempre de
u n enmarañamiento conceptual que se excusa en la reconocida complejidad del
asunto. Espacio no ha significado siempre lo mismo en la historia de la geografía;
las ideas contemporáneas sobre el espacio de u n a tradición o paradigma n o son
compatibles con las de otras escuelas geográficas, y así por el estilo.
De todas maneras, aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio, los
esfuerzos teóricos que se iniciaron en los años sesenta han tenido buenos frutos.
Así se colige de la relativa abundancia de publicaciones y de la importancia cre-
ciente que la teoría social le concede al trabajo de varios geógrafos (Harvey, 1989,
1996, 2000; Soja, 1989; Massey, 1994), por sus aportes a la comprensión de la ex-
periencia del espacio y del tiempo en las sociedades posmodernas.
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CAPITULO I
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Espacio vital: expresión en otros tiempos usada por los geopolíticos alemanes
para justificar la agresión y la expansión de su Estado, especialmente en la época
hitleriana. Se usa a veces la forma original alemana "lebesnsraum".
Hartshorne (1978: 22) reafirma en los años sesenta que "la geografía tiene
por objeto proporcionar la descripción y la interpretación, de manera precisa, or-
denada y racional, del carácter variable de la superficie de la tierra", y recuerda la
advertencia de Hettner en el sentido de considerar como una exageración de
Ratzel su intención de concebir las relaciones espaciales como parte esencial de la
geografía, en detrimento de las diferencias de contenido de las áreas. La interac-
ción espacial, afirma, "sólo puede significar relaciones entre fenómenos de luga-
res diferentes".
Hartshorne consideró a la geografía como una ciencia regional y singular
cuyo objeto era el análisis y la síntesis de los fenómenos contenidos en el espacio y
no el espacio mismo. Como Sauer, Hartshorne le asignó a la geografía la función
de estudiar lugares o regiones, y su geografía regional monográfica, al decir de
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
La geografía regional en todas sus versiones se definió como una ciencia sin-
gular, en la que las conclusiones obtenidas sobre una región no podían extrapo-
larse a otras, de modo que se proclamaba sin rodeos que no existían leyes en
geografía, y no sólo en geografía humana, sino en la geografía en general, pues
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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política o de la planificación del desarrollo, iban más allá de lo que una ciencia
descriptiva y singular podía ofrecer en u n ambiente científico ávido de teorías y
modelos de predicción.
La práctica de la geografía a mediados del siglo XX se encontraba restringi-
da a los círculos universitarios relacionados con las humanidades o con la docen-
cia, y allí mismo, su desprestigio, asociado con su inutilidad y con el poco
reconocimiento de la comunidad científica, era de tal magnitud que su perma-
nencia como disciplina académica fue puesta en entredicho. Esta situación es
bien ilustrada por Glick (1985: 9), quien narró así las penurias de la geografía re-
gional en los Estados Unidos:
La revolución en la geografía humana norteamericana, de la que resultó el rem-
plazo de la geografía regional por una "ciencia espacial" de orientación cuantita-
tiva -que alcanzaría una posición de preeminencia intelectual y dominancia
política en la mayor parte de los departamentos norteamericanos hacia finales de
los años sesenta- disfrutó de un ascenso al poder relativamente fácil. Este hecho
fue posible por la debilidad de los fundamentos intelectuales, la falta de visión y
el escaso prestigio que caracterizaba entonces a la geografía regional. La medio-
cridad de este campo de estudio, tal como era percibida por otros académicos,
dio como resultado la extinción del programa de geografía de Harvard en 1948.
El intento de resucitar las enseñanzas en geografía en 1949-1950 (...) fracasó, en
buena medida, porque los destacados geógrafos que fueron llamados como ex-
pertos periciales por el "Comité de Geografía" de Harvard fueron incapaces de
convencer a los miembros de dicho comité del valor intrínseco del campo geo-
gráfico, o incluso de proveer una descripción coherente de la naturaleza de este
campo.
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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CAPITULO II
A mediados del siglo XX, la geografía entró en una etapa de cambio de para-
digma, y una revolución científica socavó los cimientos de la geografía regional.
De dicha revolución surgió una geografía distinta que se conoce en la historia de
la disciplina como la "Ciencia espacial", "Geografía cuantitativa" o "Nueva geo-
grafía", cuyo proceso de consolidación como ciencia normal fue realmente de
corta duración. En 1963, el geógrafo lan Burton escribió que la revolución cientí-
fica iniciada por la geografía a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuen-
ta, ya se había consumado en 1960, pues "una revolución intelectual se ha
realizado cuando las ideas aceptadas se descartan o se modifican para incluir
nuevas ideas" (Burton, 1982: 414).
La revolución científica reseñada por Burton constituye la primera aproxi-
mación de los geógrafos al campo formal de la teorización epistemológica (Bar-
nes, 2001) y tuvo su inicio en los Estados Unidos de América, en la Universidad
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
El resultado de esta nueva definición del objeto fue una variedad de geogra-
fías, tantas como distribuciones espaciales de fenómenos de todo orden se pue-
dan cartografiar, tales como geografías de las enfermedades, geografías
electorales, geografías de los precios del suelo, geografías de la vegetación, etc.
Queda también sentado que tales distribuciones constituyen una estructura espa-
cial abstracta y ordenada cuyo orden se debe explicar en términos científicos.
Como ejemplo, y para ilustrar lo expuesto en el párrafo anterior, a partir de
un mapa que muestre la distribución espacial de las carreteras que comunican lu-
gares en u n espacio determinado, se p u e d e n identificar patrones de densidad
vial; pero al mismo tiempo, los lugares se pueden identificar como nodos; las ca-
rreteras se pueden transformar en una red abstracta analizable en términos loca-
cionales, para detectar el estado de desorden de la misma y proponer los
correctivos que eleven su grado de ordenación, teniendo como referencia u n mo-
delo ideal o normativo de redes. En las mismas condiciones, el tráfico de perso-
nas, mercancías e información se puede conceptualizar como movimiento; las
ciudades, lugares centrales, pueblos o conglomerados de población se p u e d e n
identificar como nodos de una red, es decir como puntos de cruzamiento o vérti-
ces de la red.
El nuevo discurso geográfico se expresa con claridad en la siguiente cita (Gá-
mir, et al., 1995: 91) de u n manual sobre análisis espacial:
En el análisis espacial, los nodos o vértices de la red pueden venir constituidos
por los puntos de origen y destino de los intercambios (ciudades, puertos, aero-
puertos o centros de zona -denominados centroides, si trabajamos a escala urba-
na, a los que se atribuyen las características del área que representan-). Los arcos
o aristas se identifican con las rutas, tanto si tienen una estructura física o soporte
(rutas terrestres) como si no cuentan con ella (rutas marítimas, aéreas, o referidas
a teleflujos), o con los flujos (pasajeros, mercancías, flujos telemáticos...) que por
ellas circulan, cuando se trata de redes valorizadas. En las redes urbanas de trans-
porte público, como puede ser, por ejemplo, una red de metro, los nodos pueden
venir constituidos por las paradas de las líneas de la red (o de forma más simple,
por los puntos de origen y destino de las mismas) y las aristas pueden identificar-
se con los recorridos de las líneas... Los resultados de este tipo de análisis de cara
a la planificación permiten potenciar nodos a través de las mejoras en las cone-
xiones de la red.
Es evidente oue este tioo de trabaio imolica oue el geógrafo tenea u n conocí-
miento profundo de la geometría de las redes y la teoría de los grafos, las cuales le
permiten hacer comparaciones precisas entre la conectividad y la configuración
de las redes (Haggett, 1976), lo mismo que u n dominio de medidas de centrali-
dad, dispersión de áreas y puntos, análisis de vecindad, de las técnicas de análisis
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del espacio. En este escenario floreció la teoría locacional, como un intento de in-
tegrar la dimensión espacial con la teoría económica clásica, para explicar y pre-
decir las decisiones geográficas resultantes del agregado de decisiones
individuales. Esto explica el interés de los geógrafos por los trabajos pioneros de
Von T h ü n e n , Christaller y Weber, entre otros, en los que se encontraron las bases
para la construcción de modelos normativos de interacción y difusión espacial.
Tales modelos hacen énfasis en la racionalidad económica de agentes maximiza-
dores de beneficios con el mínimo esfuerzo, y en el papel determinante de la fric-
ción de la distancia como restricción espacial en la oferta y demanda de bienes y
servicios.
El nuevo discurso geográfico pone su mayor interés en los asuntos relaciona-
dos con la organización espacial (De Souza, 1992), es decir, con la forma como los
individuos y las sociedades organizan el espacio para ajustarlo a sus necesidades.
Este concepto provee una estructura apropiada para analizar e interpretar las de-
cisiones de localización y de movimiento, al igual que las estructuras espaciales
relacionadas con patrones de uso del suelo, localización industrial, asentamien-
tos humanos, etc. Las agencias del gobierno encargadas de la planificación, o las
empresas privadas interesadas en optimizar los rendimientos del capital, deman-
daban conocimientos de esta naturaleza, y la geografía trató de responder con es-
tudios que se apoyaron en la cuantificación y la experimentación con un amplio
rango de técnicas estadísticas.
La idea central de este nuevo discurso es que lo real es una estructura espa-
cial abstracta y ordenada, cuyo orden es posible revelar y representar a partir de
teorías, leyes y modelos generales, como elementos constitutivos de la nueva
ciencia espacial.
Esta forma de abordar el estudio del espacio trajo nuevas demandas, pues en
adelante los geógrafos tuvieron que tratar con los asuntos de los métodos de aná-
lisis locacional, relacionados con la recolección y análisis de los datos; con la des-
cripción de las localizaciones absolutas y relativas y con el problema de su represen-
tación; con la construcción y delimitación de las regiones, y con la formulación y
verificación de las hipótesis mediante analogías y métodos estadísticos.
En los primeros años de la década de los setenta, el discurso de la "ciencia es-
pacial" ya se encontraba bien sistematizado y expuesto en textos y manuales utili-
zados en la formación de geógrafos (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972;
Haggett, 1976; Lounsbury y Aldrich, 1979). Uno de esos textos es el publicado en
1972 p o r Ronald Abler y Peter Gould, de la Universidad de Pensilvania, y por
J o h n S. Adams de la Universidad de Minnesota, que se titula Spatial Organization:
The Geographer's View ofthe World, y cuyo objetivo principal es "introducir a los es-
tudiantes a la forma como los geógrafos piensan acerca del mundo". Este libro,
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
que hace una profunda exposición de los elementos constitutivos del discurso
científico predominante en la comunidad geográfica de la época, es la fuente
principal de la exposición que sigue sobre este tema, aunque en la misma se utili-
zan otras obras cuya referencia se hará oportunamente; por tanto se advierte al
lector que, en ausencia de otras referencias, debe entenderse que lo expuesto
proviene de la fuente en comentario.
Abler, Adams y Gould (1972) consideran que la geografía h u m a n a es una
ciencia social y del comportamiento que analiza las actividades humanas en el es-
pacio terrestre. El carácter científico de la geografía no difiere del de otras cien-
cias, y por tanto su esencia debe ser un conjunto de problemas y un método para
resolverlos; el método científico es universal, es decir común, y lo que distingue a
unas ciencias de otras es el tipo de problemas o preguntas no resueltas que tratan
de explicar. El método de la geografía es igual al de todas las ciencias, pero su
pregunta fundamental y que la distingue de otras prácticas científicas es: ¿Por
qué las distribuciones espaciales están estructuradas en la forma en que ellas es-
tán? De modo que los geógrafos tienen que ver ante todo con distribuciones espa-
ciales y con procesos espaciales.
Una distribución espacial se refiere a la frecuencia con que u n fenómeno su-
cede en el espacio, y su naturaleza depende de la escala en que tal distribución es
observada, pues u n a distribución puede presentar, por ejemplo, u n patrón de
aglomeración en una escala de observación, o u n patrón disperso en otra. Pero,
aunque la distribución de un fenómeno en el espacio es el punto de partida para
el análisis geográfico, es necesario tener en cuenta que las distribuciones en sí
mismas no son el objetivo para el geógrafo, sino que lo que a éste le interesa es
por qué las distribuciones varían en patrón e intensidad de u n lugar a otro. Por
otra parte, el interés tradicional por la descripción exacta de la localización abso-
luta de las distribuciones se ha abandonado para centrarse principalmente en la
localización relativa de unos fenómenos con respecto a otros, la cual se p u e d e ex-
presar en unidades relativas de distancia medidas en tiempo o de costos de trans-
porte, por ejemplo. Estas localizaciones relativas pueden cambiar a través del
tiempo, aunque sus localizaciones absolutas, es decir, sus posiciones en u n siste-
ma convencional de coordenadas, permanezcan constantes, como ocurre con las
medidas de latitud y longitud que sirven para localizar u n lugar en la superficie
terrestre.
Del concepto de distribución espacial se derivan los conceptos de "estructura
espacial" y de "procesos espaciales". La estructura espacial es la organización in-
terna de una distribución, y se refiere tanto a la localización de cada elemento con
relación a cada u n o de los otros, como a la localización de cada elemento con rela-
ción a todos los otros tomados en conjunto. Como ejemplos pueden darse la
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•••' A
JERARQUÍAS SUPERFICIES
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Ay
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El modelo de potencial
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
gravitacional que varía directamente con el producto de las masas de los objetos y
disminuye en razón del cuadrado de la distancia entre ellos.
Así, aplicando en forma de analogías esas ideas gravitacionales, es posible
derivar una medida de interacción potencial para cada localización, de modo que
el potencial de un punto es simplemente una medida agregada de la influencia
de todos los lugares distantes sobre dicho punto.
Este modelo se puede aplicar al estudio del mercado, la migración, los inter-
cambios de población (commuting), la comunicación y otras clases de problemas.
Por ejemplo, el mercado potencial es u n índice de la intensidad de la interacción
espacial posible entre productores y mercados.
Otro asunto crítico del modelo de potencial es el relacionado con las defini-
ciones de la masa y la distancia. En este modelo, la medida apropiada de la masa
depende de la clase de interacción que se esté considerando. El modelo de mer-
cado potencial, por ejemplo, utiliza como medida las ventas al detalle (minoris-
ta). Pero en otros casos pueden ser la población, las ventas, el poder de compra, el
número de familias, los carros registrados, las camas de hospital, la inversión en
tractores y equipo agrícola, el valor agregado de la manufactura, el producto re-
gional bruto, la circulación de periódicos o la matrícula escolar, entre otras, las
medidas que se utilicen para establecer la masa. En suma, la clase de interacción
estudiada es la que determina el tipo de medida utilizada para definir la masa de
un lugar.
El modelo de gravedad
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
Una de las formas más elementales del análisis de redes y flujos es la reduc-
ción de u n a red a un grafo, y la transformación de éste en una matriz de conectivi-
dad (figuras 2, 3 y 4). La teoría de grafos es una rama de la topología
ampliamente desarrollada a partir de los años cuarenta del siglo XX (Haggett y
Chorley, 1969). Los grafos y sus respectivas matrices permiten representar una
red de transportes completa y sus partes como u n sistema total. Un grafo está
constituido por bordes que representan rutas y vértices que indican nodos o luga-
res. Los grafos tienen muchas propiedades en común con las redes de transporte,
como que:
1. Cada red tiene un número finito de lugares.
2. Cada ruta conecta dos lugares diferentes.
3. Un par de lugares es conectado por una sola ruta.
4. Las rutas permiten el movimiento en doble vía.
Como tal, un grafo sólo muestra la posición topológica de un nodo, la cual es
calculada en términos de su posición sobre el grafo, sin tener en cuenta su
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hSXVrtfTREsS/JV
,^>-
Mercado del poblado
^ V E S T R U S ^
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distancia, incluso si se supone que el medio ambiente es el mismo en todas partes. A este
tipo de renta se le aplica el término de renta de ubicación" (Butler, 1986: 91.
Énfasis de Butler). De tales condiciones hipotéticas surgió un modelo de uso agrí-
cola constituido por zonas especializadas y concéntricas alrededor del centro de
mercado. En dicho modelo, el costo del transporte aumenta con la distancia de
las granjas al mercado, de modo que los rendimientos o rentas obtenidas por el
agricultor son mayores en la medida en que éste se localiza más cerca al mercado.
Más tarde, T h ü n e n introdujo algunas modificaciones al modelo. Éstas in-
cluían (Chorley y Haggett, 1971: 414) un río navegable, con transportes más rá-
pidos y costos equivalentes a la décima parte del transporte por tierra, u n centro
de mercado secundario con su propia zona de influencia, y la diferenciación zo-
nal en la fertilidad de las tierras de la llanura que rodea al centro principal.
La teoría locacional de Alfred Weber está relacionada con la localización de
la industria mediante la solución del costo mínimo y de la distancia como variable
clave para explicar la variación espacial en la renta económica respecto de la ofer-
ta y la demanda. Basado en la observación del escenario económico del norte de
Alemania, que para las primeras décadas del siglo XX experimentaba u n proceso
de industrialización, Weber publicó en 1909 u n modelo aplicado a la localización
de la manufactura en el que intentaba desarrollar u n a teoría pura aplicable en
cualquier lugar dentro de cualquier sistema social o político (Butler, 1986).
El modelo de Weber utiliza los costos de la distancia y el transporte como la
variable principal, y asume los centros de mercado como fijos en el espacio; pero,
a diferencia del modelo de Thünen, sus supuestos de partida no consideran u n
espacio o ambiente natural homogéneo, sino uno en el que algunos recursos,
como el carbón y el hierro, están localizados espadalmente en forma irregular, en
tanto que otros, como el agua, la arena, la arcilla y la piedra, son ubicuos. Estos re-
cursos o materias primas pueden ser más o menos móviles según pierdan o ganen
peso en el proceso de transformación.
En este espacio o ambiente heterogéneo los empresarios localizarán sus in-
dustrias en los puntos de costo mínimo, que resultan de la relación entre los cos-
tos de transporte, de la mano de obra y de la aglomeración. Como el costo de los
transportes es una función del peso y la distancia, entonces el punto de menor
costo de transporte es aquel en el que se d a n los mínimos desplazamientos de ma-
teria prima desde sus lugares de origen y de los productos terminados al mercado
(Chorley y Haggett, 1971). Weber (Butler, 1986: 103) "observó que la localización
de la producción orientada a la transportación está relacionada tanto con la dis-
tancia a los recursos localizados como con la distancia al mercado... y reconoció
que la localización de la planta está influenciada algunas veces por otros dos
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P = Punto de producción
C = Punto de consumo
M I = Localización de la fuente de material 1
M2 = Localización de la fuente de material 2
A, b y c son distancias
X, y y z reprsentan los "jalones" ejercidos por las esquinas
respectivas del triángulo de ubicación
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familiar o los beneficios netos por año, y otras intentan minimizar algún aspecto
como el desempleo, los costos de transporte o los costos de operación de una em-
presa, el esfuerzo o la distancia para acceder a un lugar, etc. En todos los casos, el
discurso teórico locacional considera eventos de cualquier clase, en diferentes es-
calas y en distintos niveles de desarrollo económico, los cuales son susceptibles de
una aproximación abstracta y normativa, suponiendo que es posible descubrir las
leyes de la localización y formular teorías dentro de un marco general de propie-
dades espaciales.
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presentarse desde unos supuestos dados acerca de los procesos que regulan y orde-
nan las distintas actividades económicas en el espacio. Utilizando a menudo proce-
dimientos matemáticos y estadísticos, geógrafos y economistas diseñaron modelos
de localización óptima, en los que la distancia fue considerada como la variable ex-
plicativa principal, al tiempo que se minimizaron otros factores locacionales, tales
como las condiciones ambientales o los desequilibrios demográficos, considerados
como ruido dentro de los modelos, por no tener suficiente significancia locacio-
nal. Este tipo de geografía económica supuso también que la explicación de los
patrones espaciales considerados debía encontrarse dentro de los patrones espa-
ciales mismos y no en el contexto local, regional o global en el que se desarrollan
las actividades económicas; es esta descontextualización la que permite no tener
en cuenta la influencia de factores externos de carácter social, cultural, económi-
co, político o del ambiente fisio-biótico.
Los principales conceptos que articularon el discurso de la geografía econó-
mica como ciencia espacial los organizó De Souza (1992: 15-21) bajo los aparta-
dos de propiedades del espacio, procesos espaciales y estructuras e interacción
espacial, y se resumen así:
Propiedades del espacio. Algunas veces los geógrafos consideran el espacio
como tridimensional (volumen), otras como espacio unidimensional (una línea
entre dos puntos), pero la mayoría de las ocasiones lo representan en dos dimen-
siones (mapas). El espacio se puede considerar como abstracto o como concreto.
Como abstracto es isotrópico e independiente de cualquier referencia a la super-
ficie terrestre y permite elaborar modelos idealizados de estructuras y organiza-
ción. Como espacio concreto corresponde a la actual superficie de la tierra con
toda la variedad y diferenciación del m u n d o real.
La descripción, la definición y la medida del espacio requieren pocos ele-
mentos. Una representación bidimensional del espacio abstracto se puede sol-
ventar mediante puntos, líneas y áreas, a partir de los cuales es posible definir los
conceptos básicos de distancia, dirección y conectividad, o los de aglomeración y
accesibilidad como extensiones del concepto de distancia (figura 7). Tales con-
ceptos y sus extensiones son absolutos cuando se aplican en una superficie isotró-
pica. En el espacio concreto también se p u e d e n aplicar medidas absolutas o
relativas. Así, por ejemplo, la localización relativa p u e d e ser medida en términos
de los costos o del tiempo requerido para vencer el obstáculo de la distancia. Esos
costos son definidos como fricción de la distancia.
Procesos espaciales y estructura espacial. Por proceso espacial se entiende un
movimiento o flujo en el espacio, o una localización estratégica de u n objeto. La
estructura espacial se refiere a la organización interna de u n a distribución de ele-
mentos u objetos espaciales; estas estructuras limitan, canalizan o controlan los
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CRÍTICA
Desde los años setenta las críticas a la "ciencia espacial" se hicieron sentir con
rigor, particularmente desde orillas filosóficas opuestas al positivismo lógico
como el marxismo, la fenomenología y las epistemologías posmodernistas. Las
razones de la crítica son varias y se refieren a su pretendida objetividad, a su mar-
cado carácter abstracto, lo mismo que a su alejamiento de la realidad social y sus
compromisos con los intereses de las clases sociales en el poder. Haber concentra-
do sus esfuerzos científicos en las estructuras espaciales como si ellas fueran autó-
nomas, autosuficientes y ahistóricas le valió la asociación de su práctica con u n
verdadero "fetichismo espacial" (Gregory, 1994).
El descontento de algunos geógrafos con la geografía cuantitativa era algo
común en las discusiones internas de la misma disciplina, a mediados de la déca-
da del setenta. Para ilustrar el caso podemos traer a colación las quejas de Brian J.
L. Berry, uno de los más connotados representantes de la "nueva geografía", so-
bre las limitaciones de la "ciencia espacial" y de los peligros que se corrían al con-
siderar el carácter simple y ordenado del espacio isotrópico que dominaba en la
teoría locacional, j u n t o con el uso indiscriminado de técnicas estadísticas como
los análisis de correlación, de regresión, factoriales y otros semejantes, bajo el su-
puesto, también erróneo, de la linealidad y la independencia de las variables con-
sideradas, tal como lo reflejaban muchos estudios de geografía humana. En
efecto Berry (1975: 13-15) expresa su insatisfacción en los siguientes términos:
Pensando acerca de las implicaciones de las teorías del campo espacial, me había
ido sintiendo más frustrado cada vez respecto de lo que con demasiada rapidez se
había convertido en geografía estadística "tradicional", con su descuidada utili-
zación de la estadística deductiva convencional y de las medidas de asociación en
la investigación geográfica, sin prestar atención alguna a la validez de sus presun-
ciones. ... Al propio tiempo, los "nuevos" ambientalistas -verdaderos ecoactivistas
de nuestros días- venían señalando lo irrelevante que resulta teorizar sobre el
plano uniforme tan querido de los teóricos de la localización... De aquí que el
plan de mi trabajo consista en expresar, en primer lugar, la naturaleza de mi ac-
tual insatisfacción respecto del estado en que se encuentra la geografía estadísti-
ca. Las conclusiones obtenidas de tal estudio crítico conducen naturalmente
hacia una preferencia filosófica por una "metageografía del proceso", la cual, a su
vez, lleva hacia un paradigma de la gestación de las decisiones ambientales y de
localización en los sistemas complejos, por el que yo me inclino, como orienta-
ción directriz para la próxima generación de investigación geográfica.
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relacional mantienen plena vigencia. Digamos, por ejemplo, que los especialistas
en salud consideran de suma importancia un mapa que muestre la variación es-
pacial de una determinada enfermedad, o la variación espacial de la asignación
del presupuesto en salud, de la misma manera que a u n político le parecerá de
gran utilidad un mapa electoral que muestre la variación espacial o distribución
de los votos en una determinada región. Y qué decir de la utilidad del mapa que
muestra la variación espacial de la criminalidad en una ciudad.
También puede ser de gran utilidad para los planificadores del transporte
urbano o interregional disponer de mapas y bases de datos espaciales que especi-
fiquen las redes de carreteras y el volumen de los flujos de pasajeros y carga entre
los distintos nodos de la red. Esto se hace evidente en el tipo de información es-
pacial que se maneja en los planes de ordenamiento territorial de los municipios.
El manejo automatizado de grandes cantidades de información espacial por me-
dio de los SIG es también una muestra contundente de la vigencia de las mencio-
nadas ideas espaciales.
Lo que sí debe quedar claro es que el discurso de la geografía como ciencia
espacial con enfoque positivista ya no es hegemónico; la unidad de la geografía
ha quedado otra vez cuestionada por la emergencia de una gran variedad de co-
rrientes (Peet, 1998). La geografía como ciencia espacial comparte y disputa con
otras tendencias y otros intereses un puesto en la práctica disciplinar y profesio-
nal. Del discurso espacial de los geógrafos "radicales" marxistas, con intereses no
técnicos sino críticos y emancipatorios, se ocupará el capítulo siguiente.
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