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Debates sobre el espacio

en la geografía contemporánea
OVIDIO DELGADO MAHECHA

Debates sobre el espacio


en la geografía contemporánea

UNIVERSIDAD
NACIONAL
DE COLOMBIA
Red de Estudios de Espacio
y Territorio, RET
Delgado Mahecha, Ovidio

Debates sobre el espacio en la geografía c o n t e m p o r á n e a / Ovidio Delgado Mahecha


— Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos, 2003

254 p .

ISBN : 958-701-309-3

1. Geografía 2. Geogi'afía física 3. Geografía h u m a n a


I. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias H u m a n a s . D e p a r t a m e n t o
de Geografía

910.01-dc21

Catalogación División dc Bibliotecas Universidad Nacional de Colombia

D e b a t e s sobre el espacio
en l a g e o g r a f í a c o n t e m p o r á n e a

© Universidad Nacional de Colombia


R e d d e E s t u d i o s d e Espacio y T e r r i t o r i o , R E T

© Ovidio Delgado Mahecha


Profesor, Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias H u m a n a s ,
Departamento de Geografía

Primera edición: 2003


Tiraje: 1.000 ejemplares

ISBN: 958-701-309-3

Corrección de estilo
Martha Elena Reyes

Diseño de carátula
Comité editorial
Camilo U m a ñ a Caro
Gustavo Montaíiez Gómez
Diagramación electrónica Julio Carrizosa Umaiia
Ana Rita Rodríguez, UNIBIBLOS N o r m a n d o Suárez Fernández
Ovidio Delgado Mahecha
Preparación edilonal Julián Arturo Lucio
Universidad Nacional de Colombia
UNIBIBLOS Foto portada
C o r r e o electrónico: unibibío@uual.edu.co Título: Homo Geographiciis
Bogotá, D.E., Colombia Autor: Christian Delgado Bejarano
CONTENIDO

PRESENTACIÓN 9
PRÓLOGO 13
INTRODUCCIÓN
GEOGRAFÍA, ESPACIO Y TEORÍA SOCIAL 17

CAPÍTULO I
L A GEOGRAFÍA REGIONAL: PAISAJES, LUGARES,
ÁREAS Y REGIONES EN VEZ DE ESPACIO 23

CAPÍTULO II
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL 33
Los fundamentos de u n nuevo paradigma 33
Los contenidos del nuevo discurso geográfico 41
Los modelos de interacción espacial 50
Movimiento, estructuras espaciales y geometría del movimiento. . . 52
Análisis de redes y flujos 53
La localización de las actividades humanas, el problema
locacional y la teoría locacional 57
El caso de la geografía económica como "ciencia espacial" 65
Crítica 69
CAPÍTULO III
LA GEOGRAFÍA RADICAL: LA PRODUCCIÓN SOCIAL DEL ESPACIO SOCIAL. . . . 79
Los fundamentos del discurso radical 79
Richard Peet: el espacio como entorno natural 82
David Harvey: el espacio como un producto social 83
Edward Soja: la producción de la espacialidad de la vida social. . . . 94
Milton Santos: el espacio como estructura de la sociedad 97
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Las críticas a la geografía radical 100


CAPÍTULO IV
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO 103
Los fundamentos discursivos de la geografía humanística 103
La experiencia del espacio 111
El lugar, el espacio y la experiencia 111
Sobre el cuerpo, las relaciones personales y los valores espaciales. . 114
La geografía humanística contemporánea 119
Crítica 119
CAPÍTULO V
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS; LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO
Y DEL LUGAR 123
Introducción 123
El discurso del posmodernismo 124
Posmodernismo y geografías posmodernistas 130
Posmodernismo, feminismo y geografía de género 134
Geografías modernistas de la posmodernidad 138
Conclusión 141
CAPÍTULO VI
" L A TERCERA VÍA": EL ESPACIO GEOGRÁFICO
DESDE LA TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN 143

EPÍLOGO 151
REFERENCIAS 153

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales 46


Figura 2. Transformación de un mapa de una red
de transportes (a) en un grafo (b) 54
Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2 55
Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2 55
Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de Von T h ü n e n 58
Figura 6. Triángulo de la ubicación industrial en el modelo
de Alfred Weber 60
Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber 61
Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo
de W Christaller 62

8
PRESENTACIÓN

Hace apenas u n poco más de una década, a finales de los años ochenta del si-
glo que acaba de finalizar, en el país eran contados los cursos que sobre tenden-
cias del pensamiento geográfico se ofrecían en el nivel de pregrado. Una de las
razones para esa abstinencia de teoría geográfica en nuestro medio era el bajo
número de profesores y estudiosos del tema con una formación sólida para em-
prender esa faena. Otra circunstancia adversa, relacionada con la anterior, se de-
rivaba de la escasa disponibilidad de publicaciones en español para impulsar y
apoyar la reflexión en el desarrollo de los primeros cursos universitarios sobre
esta temática. Al fin y al cabo no existía una carrera de geografía en el país.
Desde entonces, las condiciones han venido modificándose, aunque no lo su-
ficiente. Hay ahora un mayor número de profesores universitarios formados en
estas lides y al mismo tiempo la literatura geográfica no tiene la connotación de
rareza de aquellos tiempos. Sin embargo, los textos que circulan ahora, traduci-
dos del inglés o del francés, e incluso del portugués, pocas veces presentan el ma-
terial de la manera integral, organizada y analítica, como debería ocurrir para
atraer el interés y la atención de los estudiantes. En mi opinión, ese es el principal
mérito de este texto de Ovidio Delgado, Profesor Asociado del Departamento de
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, fruto de una concienzuda
reelaboración de las notas, apuntes y materiales desarrollados en sus cursos de la
carrera de geografía.
Con evidente prolijidad bibliográfica y rigurosidad analítica, el profesor Del-
gado expone de manera clara y sencilla el pensamiento de las principales pers-
pectivas teóricas de la geografía, destacando los debates más candentes presentes
entre los geógrafos contemporáneos. De ahí el apropiado título del texto que la
Red de estudios de Espacio y Territorio, RET, publica en esta oportunidad. Este
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

trabajo agrega un nuevo libro a la colección de la RET, con el cual la Universidad


espera estar contribuyendo de manera singular y significativa no sólo a la forma-
ción de geógrafos, sino también de urbanistas, arquitectos, sociólogos y otros
profesionales interesados en las complejidades de la teoría espacial. Este libro
rescata, por sus características, el valor del texto universitario en la formación
académica y profesional. Sabemos que por diversas razones, incluyendo el carác-
ter polémico y controversial de los discursos y las teorías sociales, el texto, medio
pedagógico efectivo y frecuente en las ciencias naturales, cayó hace varias déca-
das en descrédito en los procesos de formación disciplinaria y profesional del
ámbito de las ciencias humanas y sociales de nuestro medio. Algunos círculos
académicos incluso lo estigmatizaron hasta casi proscribirlo como elemento de la
práctica universitaria. Las consecuencias negativas de esa actitud de prevención ex-
trema no han sido evaluadas con la ponderación y objetividad que los procesos pe-
dagógicos debieran merecer. No obstante, al mismo tiempo, con frecuencia se
reclama la necesidad de disponer de un material fundamental, organizado y articu-
lado, que sirva de referencia indiscutible en la estructuración conceptual básica de
diferentes campos del conocimiento dentro de las disciplinas sociales y humanas.
A la luz de la cotidianidad universitaria, el texto se constituye en un vehículo
peculiar de apoyo para el desarrollo de ciertos cursos básicos en la formación de
estudiantes de pregrado. En su ausencia, convertida en necesidad, se concreta
una délas razones objetivas que tiene el profesor consumado para emprender la
generosa tarea de reelaborar su material de trabajo y entregarlo en la forma más
apropiada a sus estudiantes, para que entre las críticas y las alabanzas, se formen
y transformen, e incidan en el resto de las nuevas generaciones.
Por ello, el texto universitario sintetiza un intenso trajín académico. Él es al
mismo tiempo la expresión de un estilo particular del docente, de su fortaleza
disciplinaria y de su experiencia pedagógica. Es algo así como la fotografía del
curtido profesor. Tiene el sello personal de su constructor y maestro, quién lo es-
culpe y valida en medio de la implacable y saludable crítica de sus alumnos. En él
se registran las respuestas, provisionales o duraderas, a tantas inquietudes com-
partidas en el aula y en los pasillos de la universidad. Es un instrumento portátil
para hilvanar y precisar u n tejido de conceptos con el cual se intenta comprender
una parte del la complejo m u n d o en que vivimos.
Esta publicación muestra cómo un texto universitario puede ser un canal in-
mejorable para la exposición sencilla y comparada sobre diferentes perspectivas
filosóficas y metodológicas para comprender un mismo problema. O, en sentido
inverso, sirve también para contribuir a discriminar con la pausa propia de la ra-
zón, cómo diferentes interrogantes que suscitan nuestra atención, contienen en sí
mismos variados retos metodológicos para construir respuestas satisfactorias. Y

10
PRESENTACIÓN

cómo la naturaleza de los diferentes problemas nos invita a aproximarnos a ellos


desde enfoques también diversos. Estas inquietudes fundamentales subyacen en
el trabajo del profesor Delgado y fueron ellas las que concitaron su interés y dedi-
cación para elaborar con nitidez una trama conformada por los elementos claves,
las principales tensiones teóricas y la filigrana de las discusiones más relevantes
en la geografía actual. Los estudiantes, los profesores y el público lector serán los
grandes beneficiados con esta publicación.

Gustavo Montañez Gómez


Coordinador RET
Universidad Nacional de Colombia

11
PROLOGO

Este texto tiene como destinatarios principales a mis alumnos de la Universi-


dad Nacional de Colombia. Sus orígenes se remontan al año de 1993 cuando, al
ingresar como docente al Departamento de Geografía de la Universidad, asumí
la tarea de guiar a los estudiantes por los laberintos teóricos y metodológicos de
la geografía contemporánea. Desde entonces fui explorando y recolectando ma-
teriales, la mayoría de ellos en inglés y en portugués, y muy pocos en español,
pues la producción teórica en nuestra lengua materna es escasa, y las traduccio-
nes no van al mismo ritmo de las publicaciones en libros y revistas, que en otros
idiomas sirven de medios de circulación de las ideas geográficas.
Con el transcurrir del tiempo creció la necesidad de profundizar en temas
clave de la teoría geográfica. Uno de esos temas es el del espacio, que día a día co-
bra importancia en la teoría social, y en la geografía, por supuesto. Muchos años
de lectura de libros y artículos provenientes de varias disciplinas -entre ellas la
geografía, la sociología, la filosofía, la economía y la antropología-, me dejaron
en claro que el concepto de espacio ha sido permanentemente reconstituido y re-
definido según el interés que jalonee en u n momento dado la producción de co-
nocimiento. La existencia de varias aproximaciones al concepto, unas
coincidentes, otras con algo en común y otras francamente contradictorias, deja
ver que el espacio es, tal vez, el tema de discusión más importante, tanto en la
geografía como en las ciencias sociales contemporáneas, pero también que, al
mismo tiempo, su discusión es una de las cosas más confusas y contradictorias.
Como Foucault lo había advertido, los años que corren y los que vendrán serán
los de la revaloración justa del espacio como variable de primer orden en la es-
tructuración de la sociedad.

13
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los materiales acumulados y leídos en estos años, las dificultades de u n a ta-


rea docente apasionada pero no siempre de buenos resultados, y, sobre todo, una
emergencia pedagógica, fueron los motivos que me llevaron a hacer una síntesis
didáctica para facilitar a los estudiantes una aproximación general a las ideas más
actualizadas, salvando así, de manera parcial, las dificultades de tiempo y de idio-
ma que ellos tienen para acceder a la teoría.
Entiendo la síntesis didáctica como la pensó y la expuso Vladimir Kourganoff
en su libro La cara oculta de la universidad, es decir, como la disposición de los
conocimientos

en un orden que permita a los no especialistas asimilarlos con facilidad y que los
haga utilizables en las aplicaciones prácticas. La síntesis didáctica implica, evi-
dentemente, la desestimación de los detalles de importancia secundaria, la pues-
ta en evidencia de las grandes perspectivas, y la necesidad de podar a hachazos
en el matorral creado por la actividad cada vez más febril de los especialistas
(Kourganoff, 1973: 174).

Esta síntesis didáctica es un trabajo de u n docente más que el de un investiga-


dor. Asumo el papel del maestro como traductor y recontextualizador de saberes,
oficio que considero una tarea académica digna y por demás necesaria. Al fin y al
cabo se trata de buscar las mejores estrategias para tener éxito en la formación de
los nuevos geógrafos. Ellos no están exentos de leer lo que yo he leído sobre el
asunto; en efecto, este material didáctico no tiene semejantes pretensiones, pero
aspiro a que esta síntesis con cara de manual, de texto escolar o de cuaderno de
trabajo en clase, sea la puerta de entrada a los espinosos debates teóricos que se
dan hoy entre algunos geógrafos, y en los que espero se enreden mis alumnos.
¿Qué se ha dicho y qué se dice en geografía sobre el espacio? Aquí se intentan
poner en escena los principales elementos que caracterizan el discurso geográfi-
co sobre este tema, desde de los años cincuenta del siglo XX. A partir de una revi-
sión de la bibliografía más reciente y reconocida sobre el asunto, se dará al lector
la información básica que le permita comprender cómo los conceptos de espacio
y los discursos elaborados en torno al mismo han estado cambiando al ritmo de la
metamorfosis paradigmática de la geografía a través de su historia.
Pues bien, lo que resultó es un texto que muestra en puntadas largas las meta-
morfosis del concepto de espacio en la geografía, durante los últimos cincuenta
años. Con el propósito de reseñar y analizar estos cambios discursivos, este escri-
to se organiza en seis capítulos. En el primero se trata el espacio en la tradición de
la geografía regional clásica. En el segundo se explora el concepto de espacio y
los discursos espaciales que caracterizaron a la "Nueva geografía" o "Geografía
cuantitativa". En el tercero se tratan la producción del espacio social y la

14
PRÓLOGO

espacialidad en las geografías radicales de corte estructuralista y marxista. En el


cuarto se exploran los discursos sobre el espacio en algunas de las corrientes de la
geografía humanística. En el quinto se hace una exposición de las denominadas
geografías posmodernistas, con énfasis en la geografía de género, y de sus consi-
deraciones sobre el carácter y el significado del espacio y del lugar. En el sexto se
reseñan los aportes de la teoría de la estructuración al entendimiento de la pro-
ducción del espacio social, como alternativa o "tercera vía" entre los extremos del
estructuralismo y el posestructuralismo.
No sobra advertir, una vez más, que lo que se persigue en este trabajo es po-
ner sobre la mesa, y en conjunto, estos elementos discursivos que deben ser cono-
cidos y asimilados por los estudiantes de geografía como requisitos previos para
iniciarse en el debate. El escrito, repito, tiene el carácter de una síntesis didáctica,
lo cual lo coloca muy cerca de los manuales o textos de enseñanza, y bastante lejos
de los escritos polémicos que caracterizan la presentación de teorías propias o la
defensa de una corriente particular. Yo mismo escribí este texto para aprender y
para enterarme mejor de lo que está ocurriendo en la geografía contemporánea.
Todas las partes del texto tienen continuidad y en algunos aspectos se sola-
pan, pero se escribieron por separado y en tiempos distintos, aunque con los mis-
mos fines. En otros formatos y de manera desarticulada, h a n sido expuestas todas
estas cosas en clases, congresos y seminarios, y a veces en charlas informales con
colegas geógrafos, y con amigos que ejercen como profesores de filosofía, de so-
ciología y de antropología. Todo eso me ayudó a entenderlas mejor, aunque no
totalmente, y a veces creo que estoy más confundido que al principio. Ahora, gra-
cias al año sabático que me concedió la Universidad Nacional de Colombia, las
p u d e rescribir y poner juntas, y también las cosí con el gancho titulado "Debates
sobre el espacio en la geografía contemporánea". Y como el que expone se expo-
ne, espero los comentarios críticos de quienes se aventuren a leer estas notas.

Ovidio Delgado Mahecha

15
INTRODUCCIÓN

Geografía, espacio y teoría social

Entonces, frente a esas soledades, el topoanalista interroga: "¿Era grande


la habitación? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la buhardilla? ¿Era caliente
el rincón? ¿De dónde venía la luz? ¿Cómo se saboreaban los silencios, tan
especiales, de los diversos albergues del ensueño solitario?".

Aquí el espacio lo es todo, porque el tiempo no anima ya la memoria. La


memoria -¡cosa extraña!- no registra la duración concreta, la duración
en el sentido bergsoniano. No se pueden revivir las duraciones abolidas. Sólo
es posible pensarlas, pensarlas sobre la línea de un tiempo abstracto privado
de todo espesor. Es por el espacio, es en el espacio donde encontramos
esos bellos fósiles de duración, concretados por largas estancias.
(Gastón Bachelard. La poética del espacio).

Algo común en las ciencias sociales de nuestro tiempo es el reconocimiento


de la importancia del espacio y la espacialidad de todos los fenómenos, sistemas y
procesos sociales. La teoría social y sus practicantes celebran su descubrimiento
del espacio (Santos, 1998; Wallerstein, 1998). Y es así como historiadores, antro-
pólogos, sociólogos, economistas, filósofos, entre otros, aseveran que no es posi-
ble la comprensión de la sociedad y sus procesos sin considerar el espacio, o en
versiones más refinadas, sin tener en cuenta los diferentes espacio-tiempos en
que se estructura la sociedad. Santos (1998: 150), por ejemplo, asegura que "dis-
tingo cuatro espacios en las sociedades capitalistas (que también son cuatro tiem-
pos) estructurales: el espacio doméstico, el espacio de la producción, el espacio
de la ciudadanía y el espacio mundial".
Pero el espacio no siempre fue importante en la teoría social, y esos mismos
teóricos denuncian con vehemencia el marcado acento historicista que caracterizó
a todas las teorías sociales hasta finales del siglo XX (Fals, 2000; Giddens, 1995; Ja-
meson, 1991; Lefebvre, 1991; Santos, 1998; Soja, 1993). Giddens (1995: 143), por

17
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

ejemplo, señala que, con excepción de los trabajos de algunos geógrafos, como en
el caso de Hágerstrand, "los especialistas en ciencia social han omitido construir su
pensamiento en torno de los modos en que los sistemas sociales se constituyen por
u n espacio-tiempo".
Según Foucault (1980: 70, citado por Soja, 1993), la obsesión modernista por
la historia produjo una ciencia social en la que "el espacio fue tratado como lo
muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era la riqueza,
la fecundidad, la vida y la dialéctica". Soja (1993: 27-28) cita la siguiente anécdo-
ta contada por Foucault en una entrevista en 1984:
Haciendo una observación entre paréntesis, recuerdo haber sido convidado por
un grupo de arquitectos, en 1966, para hacer un estudio del espacio, de algo, que
en la época, yo llamaba "heterotopías", esos espacios singulares encontrados en
determinados espacios sociales, cuyas funciones son diferentes o aun opuestas.
Los arquitectos trabajaban en eso y, al final del estudio, se levantó una voz -de un
psicólogo sartreano- que me bombardeó, diciendo que el espacio era reacciona-
rio y capitalista, pero que la historia y el devenir eran revolucionarios. Ese discur-
so absurdo no era nada fuera de lo común en esa ocasión. Hoy en día, todos
estallarían en carcajadas frente a un pronunciamiento de ese estilo, pero no en
aquella época.
Pero hoy en día, diferente a lo que ocurría en los tiempos referidos por Fou-
cault, la discusión sobre el espacio es importante e intensa, aunque todavía insufi-
ciente, y no exclusivamente en el campo de la geografía. Los más recientes
movimientos de la teoría social hacen énfasis en la importancia de los aspectos es-
paciales de los fenómenos sociales, se interesan en el análisis de la naturaleza es-
pacial de la realidad social, e insisten en la necesidad de construir una nueva
ontologia espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nue-
vas problemáticas. A la vez, se busca aclarar la confusión creada por la fragmenta-
ción teórica que nos ha puesto a divagar sobre la naturaleza del espacio y a tratar
de remplazar una noción por otra. Son comunes las afirmaciones de geógrafos en
torno a que el espacio no es absoluto sino relativo y social, o las de sociólogos que
declaran equivocada y obsoleta la noción de espacio absoluto (Fals, 2000).
Según Schatzki (1991), una nueva ontologia del espacio debe adicionar - e n
lugar de remplazar- la noción de espacio objetivo con la noción de espacio social,
por lo que considera pertinente distinguir entre espacio objetivo y espacio social,
y entre sociedad y espacio. Agrega que existen dos clases de espacio objetivo, el
absoluto y el relacional, y que hay un espacio social y una espacialidad social onto-
lógicamente diferentes, pero complementarios. En su versión absoluta -dice
Schatzki-, el espacio tiene existencia propia e independiente, es homogéneo y es
el medio isotrópico en el que existen o se localizan los objetos, incluidos los

18
INTRODUCCIÓN

cuerpos humanos y los objetos construidos. En su versión relacional-argumenta-,


el espacio es un sistema de relaciones entre objetos, y su existencia depende necesa-
riamente de la de los objetos. La idea del espacio objetivo se aplica sobre todo, al es-
pacio físico; pero en tanto que la realidad social contiene toda clase de objetos o
cuerpos, seres humanos, herramientas y edificios, entre otros, esta realidad tiene ca-
racterísticas de espacio objetivo, que se pueden analizar como distribuciones, locali-
zaciones relativas e interacciones, las cuales constituyen la espacialidad.
Pero ocurre - n o s recuerda Schatzki- que la realidad social no es de ninguna
manera un conjunto de objetos situados en el espacio objetivo, sino que esta reali-
dad es, ante todo, relación social de vidas humanas. Por esta razón, la realidad so-
cial no se puede explicar con referencia al espacio objetivo, aunque no se puede
desligar de éste, dentro del cual existe. Como cuerpos, los seres humanos ocupan
espacio y existe entre ellos atracción gravitatoria; esto es una realidad física y de
interés para la ciencia, pero no constituye la base de la preocupación de la teoría
social. La espacialidad social tiene una segunda dimensión denominada espacio
social, que solamente existe en la medida en que existen los seres humanos en in-
teracción social. Es el tejido social el que crea dicha espacialidad.
El espacio social (Schatzki, 1991) es una realidad relacional concreta surgida
de las relaciones sociales que se dan más allá de las puras relaciones entre indivi-
duos. El espacio social no se refiere al espacio de la experiencia individual, ni se
puede caracterizar como mental o subjetivo. La espacialidad de la vida social es la
espacialidad de esa realidad social, constituida por seres humanos socialmente
relacionados y existentes en un m u n d o interconectado. Es necesario explicar y
comprender tanto el espacio social como realidad relacional en sí misma, al igual
que las relaciones entre este espacio social y el espacio objetivo como marco real
de su existencia.
Todos estos elementos considerados por la teoría social contemporánea ali-
mentan los debates sobre el espacio, tanto los de naturaleza disciplinaria como
los de carácter interdisciplinario y transdisciplinario. Mención especial merece el
trabajo del filósofo francés Henry Lefebvre, cuya obra sobre la producción social
del espacio comentaremos más adelante. Mucho de lo que tiene que ver con estos
planteamientos está afectando - a u n q u e a m e n u d o con poca intensidad- el pen-
samiento geográfico y sus discursos sobre el espacio.
Una primera conclusión permitiría afirmar que la poca importancia dada al
espacio es la causa del escaso interés que se le concedió a la geografía, y de la mala
reputación de que gozaban los geógrafos en comparación con otros científicos so-
ciales (Glick, 1985). Y en concordancia con lo anterior, la importancia dada al es-
pacio en la época posmoderna podría significar una reivindicación y un nuevo
aire para la geografía; al menos, si se tiene en cuenta que las miradas de los

19
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

científicos sociales se han dirigido muchas veces a explorar lo que los geógrafos
han dicho o tienen que decir sobre el asunto. Giddens (1995: 143) desde la socio-
logía celebra que:
Por fortuna, no tenemos que abordar estas cuestiones de novo. En los últimos años
se ha producido una convergencia notable entre la geografía y las otras ciencias so-
ciales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones
establecidas de teoría social, hicieran aportes importantes al pensamiento social.

Una mirada somera a la historia del pensamiento geográfico revela cosas in-
teresantes, como la de que, hasta hace pocos años, tampoco la geografía se había
preocupado lo suficiente por el espacio y que, por consiguiente, no era la ciencia
espacial par excellence. Por ejemplo, se sabe que hasta los comienzos de la "revolu-
ción cuantitativa" el espacio no fue una categoría central para la geografía, ni
mucho menos su objeto de investigación reconocido (Harvey, 1983; Santos,
1990). Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académi-
co hasta mediados del siglo XX, y de la incipiente "Nueva geografía" de los sesen-
ta, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de
paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de refle-
xión (Gregory, 1984).
Se puede decir también que la geografía, paradójicamente, tiene una saga
como ciencia aespacial e historicista. Por lo menos, a finales de los años sesenta,
las cuestiones teóricas relacionadas con el espacio eran poco importantes y, sobre
todo, nada claras, como lo afirma David Harvey. En efecto, Harvey (1983: 204)
señala que: "En su mayoría, los geógrafos aceptan que un determinado lenguaje
espacial es el apropiado, sin examinar la razón de esta elección". Y no deja duda
de la pobreza del discurso geográfico sobre el espacio cuando indica (Harvey,
1983: 2 2 2 ) q u e :

Por el momento será suficiente señalar que gran parte de la geografía todavía
descansa en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva de-
sacreditado un siglo o más, mientras que por otro lado gran parte del trabajo
práctico realizado por geógrafos recurre a concepciones relativistas del espacio.
Estas concepciones están en abierto conflicto. La oposición entre Hartshorne y
Bunge, por ejemplo, puede interpretarse casi directamente como la oposición
entre un concepto de espacio absoluto y uno relativo. El espacio bien pudiera
ser el concepto central con que cuenta la geografía para su coherencia interna
como disciplina. Pero la propia naturaleza del espacio y las diferentes inter-
pretaciones del concepto no se han tenido casi en cuenta [Énfasis agregado].

Milton Santos (1990: 107) es aún más contundente al hacer notar el poco o el
nulo interés reflexivo de la geografía por el espacio:

20
INTRODUCCIÓN

... los geógrafos callan con relación al espacio. Algunas veces se callan también al
trabajo innovador de otros geógrafos y de otros espaciólogos.
La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación
es la historia de los historiadores, la naturaleza "natural" y la economía neoclási-
ca, y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir,
por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica.
Por eso muchos geógrafos discuten tanto sobre la geografía -una palabra cada
vez más vacía de contenido- y casi nunca del espacio como objeto o contenido de
la disciplina geográfica. Por consiguiente, la definición de este objeto, el espacio,
se hace difícil y el de la geografía, imposible [Énfasis agregado].
Desde los años setenta, se ha emprendido en la geografía una tarea teórica
de gran importancia y productividad en torno al espacio. Hoy es abundante la li-
teratura sobre el tema, aunque mucha de ella sigue ignorada por los teóricos so-
ciales, y lo que tal vez es más grave, desconocida por muchos geógrafos, que
nutren su concepción espacial en otras fuentes. Pero es necesario resaltar que la
discusión teórica sobre el espacio es tanto o más reciente en la geografía que en
las ciencias sociales en general. Esto posiblemente permita entender el hecho de
que las disciplinas de las ciencias sociales traten de llenar por su cuenta y riesgo
sus propios vacíos en lo que se refiere al espacio, y no precisamente mediante una
fructífera relación interdisciplinaria con la geografía.
En la geografía se vive actualmente un intenso debate sobre concepciones es-
paciales con fundamentos filosóficos y políticos divergentes. Positivismo, marxis-
mo, existencialismo, posestructuralismo, posmodernismo y otros "ismos"
sustentan una variopinta teoría geográfica sobre el espacio, no exenta siempre de
u n enmarañamiento conceptual que se excusa en la reconocida complejidad del
asunto. Espacio no ha significado siempre lo mismo en la historia de la geografía;
las ideas contemporáneas sobre el espacio de u n a tradición o paradigma n o son
compatibles con las de otras escuelas geográficas, y así por el estilo.
De todas maneras, aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio, los
esfuerzos teóricos que se iniciaron en los años sesenta han tenido buenos frutos.
Así se colige de la relativa abundancia de publicaciones y de la importancia cre-
ciente que la teoría social le concede al trabajo de varios geógrafos (Harvey, 1989,
1996, 2000; Soja, 1989; Massey, 1994), por sus aportes a la comprensión de la ex-
periencia del espacio y del tiempo en las sociedades posmodernas.

21
CAPITULO I

La geografía regional: paisajes, lugares,


áreas y regiones en vez de espacio

Como ya se dijo en otro lugar de este escrito, la geografía no siempre se de-


finió disciplinariamente como una ciencia espacial, es decir, que tuviera al espa-
cio mismo como objeto de estudio. La referencia geográfica al espacio se dio
fundamentalmente desde el p u n t o de vista de la localización de objetos en con-
tenedores espaciales, pero la geografía debía ocuparse del contenido y no del
contenedor en sí mismo.
Por supuesto, la existencia del espacio como algo independiente de los obje-
tos no es una idea geográfica; la geografía tomó prestado el concepto de espacio
absoluto que formaba parte del discurso de las ciencias físicas. Se dio por sentado
que el espado absoluto era una verdad sólida sobre la que el desarrollo de la geo-
grafía podía consolidarse, sin necesidad de participar en las discusiones filosófi-
cas o científicas sobre su naturaleza. En el mejor de los casos, cuando la geografía
se definía como el estudio del "espacio geográfico", se delimitaba su campo dife-
renciándolo de otras disciplinas como la física, las matemáticas o la geometría,
aclarando que el espacio geográfico era la superficie de la tierra transformada
por el hombre.
Se puede afirmar que casi siempre, los geógrafos regionales utilizaron indis-
tintamente los términos "espacio", "lugar", "región" y "territorio" como sinóni-
mos, es decir, como porciones de la superficie terrestre. En los párrafos siguientes
trataremos de mostrar más en detalle los fundamentos de estas primeras
aseveraciones.
Comencemos nuestra orimera anroximación al concepto de esoacio, utili-
zando como fuente un diccionario de términos geográficos de amplia circulación
entre las comunidades geográficas anglosajonas e hispanas durante los años se-
senta, en el que las dos únicas acepciones sobre el término espacio (Monkhouse,
1978: 179), dicen lo siguiente:

23
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Espacio muerto; zona oculta.

Espacio vital: expresión en otros tiempos usada por los geopolíticos alemanes
para justificar la agresión y la expansión de su Estado, especialmente en la época
hitleriana. Se usa a veces la forma original alemana "lebesnsraum".

La cita del diccionario se puede interpretar como reveladora de que el con-


cepto de espacio, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, no era parte
esencial del cuerpo teórico de la disciplina geográfica. La geografía tenía su inte-
rés en los fenómenos localizados en u n contenedor con existencia propia e inde-
pendiente, y no en el contenedor en sí mismo (Claval, 1974; Capel, 1981).
El contenedor era el espacio absoluto ajeno por su naturaleza al objeto pro-
pio de los estudios geográficos. En consonancia con los principios de la ciencia
positiva definida por Comte, los ojos de los geógrafos eran educados para ver y
estudiar los paisajes y sus significados, y no para buscar estructuras abstractas o
posibles causalidades ocultas. Gregory (1984: 43) ilustra el caso de la siguiente
manera:

Cari Sauer, en su ensayo clásico sobre La morfología del paisaje, publicado en


1925, representaba a la geografía como "una ciencia que encuentra su campo en-
tero en el paisaje". Según él, "la organización sistemática del contenido del paisa-
je avanza mediante la represión de las teorías apriorísticas que a él se refieren",
de modo que la geografía se basa en "un sistema puramente evidencial, sin pre-
juicios sobre el significado de su evidencia"... "La geografía causal" declaró, que-
daba ya atrás y había llegado el momento de establecer la geografía como
"ciencia positiva". No hay duda de que esto lo entendía en un sentido comteano,
puesto que afirmaba como Goethe, que "no es preciso buscar algo más allá de los
fenómenos; ellos mismos son el saber (Lehre) [las leyes]".

Hartshorne (1978: 22) reafirma en los años sesenta que "la geografía tiene
por objeto proporcionar la descripción y la interpretación, de manera precisa, or-
denada y racional, del carácter variable de la superficie de la tierra", y recuerda la
advertencia de Hettner en el sentido de considerar como una exageración de
Ratzel su intención de concebir las relaciones espaciales como parte esencial de la
geografía, en detrimento de las diferencias de contenido de las áreas. La interac-
ción espacial, afirma, "sólo puede significar relaciones entre fenómenos de luga-
res diferentes".
Hartshorne consideró a la geografía como una ciencia regional y singular
cuyo objeto era el análisis y la síntesis de los fenómenos contenidos en el espacio y
no el espacio mismo. Como Sauer, Hartshorne le asignó a la geografía la función
de estudiar lugares o regiones, y su geografía regional monográfica, al decir de

24
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

Unwin (1995: 149), "suministró la visión estándar y generalmente aceptada de la


disciplina hasta los años 1950".
Un genuino estudio de geografía regional partía de delimitar una porción de
la superficie terrestre para luego describir sus características físicas, humanas y
culturales, de modo que dicha descripción llegara a reflejar la personalidad de
esa porción de tierra denominada región. Esta descripción hacía posible la com-
paración de similitudes y diferencias con otras regiones. Lo que se estudiaba era
el contenido visible en el paisaje y las posibles relaciones que se lograran estable-
cer entre todos los elementos, como por ejemplo entre el suelo, el clima y la vege-
tación, o entre las características del medio físico y las formas de uso del suelo por
parte de las comunidades habitantes del lugar. Desde luego, se partía de la consi-
deración de que la geografía debía tener una dimensión histórica que pudiera re-
velar el significado del origen y el desarrollo de las características geográficas de
la región.
Este carácter de los estudios geográficos se logra comprender mejor si acudi-
mos a una exposición detallada que hace Broek (1967: 42) sobre la metodología
empleada en su estudio histórico-geográfico del Valle de Santa Clara (California):
Mi intención principal era comprender los cambios en la configuración de ese
valle, inmediato al sur de la bahía de San Francisco. Allí, diferentes culturas y fa-
ses económicas se habían sucedido unas a otras rápidamente en menos de 200
años: el período de los indios antes de la llegada del hombre blanco; el español,
de misiones y ranchos ganaderos, correspondiente a la primera mitad del siglo
XIX; la primera fase del período de economía norteamericana de ganado y tri-
go, que duró hasta la década de 1870-1880, cuando empezaron los cambios que
transformaron el valle en un distrito de horticultura. Si el estudio se hiciera
ahora, habría que agregar otra fase: la urbanización del valle, que provino en
mayor grado después de la segunda guerra mundial. Cada período hasta el
"presente", era un pasado geográfico. El artificio, un tanto original que usé, fue
dividir el estudio de cada período en dos partes. La primera era aclaratoria, ya
que analizaba las fuerzas y funciones que dieron forma al modo de vida en el va-
lle. La segunda describía la estructuración cultural resultante de los determi-
nantes sociales y económicos. En esta forma el "proceso" recibió la atención
debida, pero su amplitud fue conducida y restringida por la importancia de sus
fuerzas y el propósito del estudio, es decir, comprender la panorámica del te-
rreno [énfasis agregado].

Como ya se indicó, la preocupación de la geografía regional, con o sin los


matices históricos, se centra en las cosas y en los procesos de transformación de
los paisajes, pero su referencia al espacio apenas tiene que ver con el lugar donde
están las cosas en la superficie terrestre. Para la geografía, el "dónde" constituye

25
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la referencia espacial básica y fundamental, de la que se derivan los términos


"ubicación", "situación", "sitio", "distribución" y "colocación", que son los de más
frecuente uso en el lenguaje geográfico (Broek, 1967).
El uso del término "espacio" por el geógrafo francés Jacques Dupuis (1975),
se revela como sinónimo de región, objeto primario del análisis geográfico. Al
menos es lo que se indica en su obra sobre Asia Meridional (1975: 169), en la que
al referirse al espacio indio expresa que: "El espacio indio está considerado como
u n a entidad geográfica desde los tiempos más antiguos: su nombre deriva del de
la región que los occidentales conocieron en primer lugar: el río Indo". Con la
misma connotación se refiere al espacio indochino y al espacio malayo. Estos es-
pacios a su vez son subdivididos en regiones o subespacios, que constituyen las
unidades básicas que se describen según sus características físicas, el poblamiento
y la población, y los aspectos económicos, a partir de las cuales se establecen las
diferencias y se revela la diversidad entre unos espacios y otros. Como descrip-
ción y análisis del espacio, esta geografía se refiere a porciones de la superficie te-
rrestre delimitadas con algún criterio de homogeneidad que permita
diferenciarlas de otras. Es a estas unidades a las que Dupuis denomina espacios o
regiones.
Pierre George, otro conspicuo representante de la geografía regional france-
sa, considera el espacio como sinónimo de la superficie terrestre, y como espacios
o regiones las divisiones de esta superficie. Cuando se refiere al espacio geográfi-
co, es evidente que alude a la superficie terrestre o a una parte de ésta ocupada y
transformada por el hombre; de ahí su afirmación de que la geografía comparte
con las otras ciencias del espacio el espacio mismo, pero que se diferencia de ellas
en que sólo se interesa por lo que este espacio representa para los hombres que en
él viven.
George utiliza con la misma connotación espacio, región y medio geográfico
(George, 1967: 20), pero deja en claro que el "objeto de estudio de la geografía es
el espacio terrestre, en la medida en que es, bajo cualquier aspecto, un medio de
vida o una fuente de vida, o bien, un paso indispensable para alcanzar un medio
de vida o una fuente de vida". Es esta condición de la disciplina la que le permite
asegurar su carácter de una ciencia humana.
Sin duda, cuando George se refiere al espacio, lo hace a la superficie terrestre
como marco de la existencia humana, o a una porción o región de dicha superfi-
cie; pero como geógrafo sólo se interesa por dicho espacio en la medida en que
éste es el sustento o medio de vida de una población, es decir, como marco en el
que se dan y se desarrollan las relaciones de producción y de consumo. George
(1967: 38) plantea entonces que:

26
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

El problema específico de la geografía es el de estudiar, en el interior de un es-


pacio definido, todas las relaciones de causalidad entre los fenómenos de con-
sumo, entendidos en el más amplio sentido de la palabra -incluyendo en ello la
ocupación de las viviendas y la utilización de los servicios- y los fenómenos de
producción, el de determinar los grupos homogéneos de evolución sincrónica y
correlativa, aislados de los simples haces de coincidencias circunstanciales, y
poner de relieve las contradicciones y las supervivencias inhibidoras.

El espacio geográfico conceptualizado por George como espacio terrestre


humanizado se puede clasificar según sus usos, ya sean industriales, mineros o
agrícolas, entre otros, a la vez que permite definir la geografía como el estudio
del espacio humanizado. En u n caso como el del espacio agrícola, éste se define
según George (1970: 31), "simplemente como la superficie utilizada por las di-
versas formas de explotación agrícola. Por esta razón se divide en... el espacio de
pastoreo y el espacio de cultivo". Lo que le interesa a la geografía, en esta pers-
pectiva, es una región o porción de espacio delimitada con algún rasgo físico o
histórico que permita diferenciarla claramente de otras y revelar al mismo tiem-
po su carácter único.
La región según George es una porción de espacio o de territorio, es decir, de
superficie terrestre. Esto nos permite afirmar que para este autor los términos
"espacio", "región" y "territorio" son intercambiables, pues los tres se refieren a
toda o a una porción de la superficie terrestre. La siguiente alusión de George
(1970: 169) corrobora esta consideración:
El término "región" es de esencia geográfica en la medida en que designa una
porción de espacio caracterizada por una o más realidades definidas por el califi-
cativo añadido a la palabra región. Pero sólo existe región propiamente geográfi-
ca cuando la porción de espacio considerada se presenta en el mayor número
posible de sus particularidades como conjunto sintético. Es natural que encontre-
mos, en la búsqueda de definiciones de la región como realidad geográfica, todos
los problemas epistemológicos de la geografía, puesto que la región es precisa-
mente el tema de representación geográfica del espacio y, por tanto, el tema fun-
damental de la misma geografía. Pero, sin dejar de estar caracterizada por una
visión sintética, la región, como representación geográfica, puede ser definida
partiendo de distintos sistemas de convergencia y de correlación de factores. Se
afrontan dos elaboraciones principales, la de la "región natural" y la de la "región
histórica".

La geografía regional en todas sus versiones se definió como una ciencia sin-
gular, en la que las conclusiones obtenidas sobre una región no podían extrapo-
larse a otras, de modo que se proclamaba sin rodeos que no existían leyes en
geografía, y no sólo en geografía humana, sino en la geografía en general, pues

27
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

incluso se reivindicaba el carácter zonal de la geografía física (George, 1967).


Haggett (1976: 7-8) nos recuerda que en el ambiente de mediados del siglo XX
r o n d a b a la idea de que no era necesario formular leyes generales en geografía.
Agrega que el papel convencional atribuido a esta disciplina se limitaba a "dife-
renciar la superficie de la tierra, entresacar y separar en ella sus áreas de caracte-
rísticas semejantes", y remata su juicio contra el enfoque singularista afirmando
que "la diferenciación por áreas ha dominado la geografía en detrimento de la
integración de superficies".
La geografía regional no se interesó por el espacio más que como un conte-
nedor, con existencia absoluta e independiente de los fenómenos contenidos en
él, o como superficie terrestre modificada por el hombre, y en este caso espacio,
región y territorio eran objetos idénticos de descripción y análisis geográfico. El
espacio en sí mismo no formó parte del objeto de investigación o de reflexión, y
por tal razón los geógrafos no se interesaron en participar en los debates filosófi-
cos y científicos relacionados con su naturaleza.
Es en este sentido que se puede calificar a esta geografía como aespacial, o
"viuda del espacio", al decir de Milton Santos. Esta característica le trajo serias
consecuencias para su desarrollo teórico, pues, por una parte, la construcción de
la geografía como ciencia espacial durante los sesenta asumió sin crítica las ideas
de la física, de la astronomía o de la economía neoclásica, y por otra, cuando los
teóricos sociales, en los ochenta, descubrieron la importancia del espacio en las
sociedades modernas, los geógrafos poco o nada podían aportar. Así, su depen-
dencia conceptual de otras disciplinas se hizo más evidente. No se podía esperar
otra cosa de una disciplina rica en datos pero pobre en teoría, como la calificó Da-
vid Harvey.
Esa misma pobreza teórica, el poco o nulo interés de los geógrafos por la teo-
ría y su afición por lo concreto, y las definiciones poco rigurosas en el sentido
epistemológico, llevaron al geógrafo francés Yves Lacoste (1982: 219) a formular
sus críticas en los siguientes términos:
Por lo demás, la mayoría de los geógrafos teorizan lo menos posible y se conten-
tan con afirmar, sin ambages, que "la geografía es la ciencia de la síntesis", convi-
niendo, sin duda, en que "la geografía no puede definirse ni por su objeto ni por
sus métodos, sino únicamente por su punto de vista". Tales declaraciones revelan
a la vez un desconocimiento total de los caracteres no menos sintéticos de las dis-
ciplinas a las que recurren los geógrafos, su aislamiento (pues tales declaraciones
deberían haber provocado un grito de indignación) y un cierto afán de proble-
mas teóricos, incluso los más fundamentales que han debido abordar todas las
ciencias, y ello hace tal vez mucho tiempo. Además muchos geógrafos no ocultan
su menosprecio por las "consideraciones abstractas" (en especial las de los

28
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

economistas y los sociólogos) y se glorian afirmando su predilección por lo "con-


creto", Algunos proclaman "la geografía, ciencia de lo concreto", sin presentir las
sonrisas que tal declaración provoca, al menos cuando se pronuncia fuera del
círculo de los geógrafos.
A mediados del siglo XX, las nuevas realidades de la industrialización y la ur-
banización, lo mismo que la emergencia de un sistema m u n d o más complejo, hi-
cieron parecer obsoleta y nada útil la geografía regional, que se empeñaba en
compartimentar el espacio terrestre en unidades físicas, históricas o políti-
co-administrativas, ya fueran comarcas, países o continentes. En el nuevo contex-
to, la región no parece expresar ya en su "personalidad" la realidad de las nuevas
relaciones de poder, ni las complejidades de las relaciones entre los hechos físicos
y los hechos humanos. Como lo expresa Lacoste (1982), esa "personalidad" de la
región se convirtió en u n concepto-obstáculo que bloqueó la reflexión sobre las
escalas, pues bien sabido es que los fenómenos de interés para la geografía no
ocurren todos a la misma escala regional que imponen los geógrafos en sus estu-
dios, a veces macro o micro según sus preferencias.
Por otra parte, el mismo Lacoste hace notar el poco interés que los episte-
mólogos y los filósofos, en general, h a n mostrado por el espacio. En tanto que
en sus análisis, unos y otros han privilegiado el tiempo, el espacio aparece como
algo neutral, inocente y descargado de cualquier significación política; por esa
misma razón considera necesario, y cada vez más indispensable, " e m p r e n d e r la
elaboración metodológica del utillaje conceptual que permita captar el espacio,
lugar d o n d e se entremezclan las múltiples contradicciones que originan las cri-
sis" (Lacoste, 1982: 271), pues de lo contrario, agrega, sería imposible, por
ejemplo, c o m p r e n d e r la forma como el capitalismo y el imperialismo organizan
el m u n d o .
Pero para Lacoste, el espacio no puede ser concebido simplemente como un
objeto real, es decir, como la superficie terrestre, sino que deben considerarse los
distintos espacios de conceptualización que nos permitan comprender que vivi-
mos en una espacialidad diferencial, que se percibe de forma diferente según las
clases sociales. Y así como no deben confundirse los diferentes tiempos del histo-
riador, afirma que es necesario diferenciar los espacios de conceptualización y es-
tablecer las relaciones entre ellos, lo que podría lograrse mediante un trabajo
teórico que diferencie el espacio en cuanto objeto real, y el espacio en cuanto ob-
j e t o de conocimiento.
La verdadera crisis del concepto de espacio absoluto que dominó en la geo-
grafía regional tuvo que ver fundamentalmente con la crisis de la propia geogra-
fía regional. Sus productos monográficos, amén de su poca valoración científica,
tenían poca demanda social, pues los requerimientos de la economía, de la

29
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

política o de la planificación del desarrollo, iban más allá de lo que una ciencia
descriptiva y singular podía ofrecer en u n ambiente científico ávido de teorías y
modelos de predicción.
La práctica de la geografía a mediados del siglo XX se encontraba restringi-
da a los círculos universitarios relacionados con las humanidades o con la docen-
cia, y allí mismo, su desprestigio, asociado con su inutilidad y con el poco
reconocimiento de la comunidad científica, era de tal magnitud que su perma-
nencia como disciplina académica fue puesta en entredicho. Esta situación es
bien ilustrada por Glick (1985: 9), quien narró así las penurias de la geografía re-
gional en los Estados Unidos:
La revolución en la geografía humana norteamericana, de la que resultó el rem-
plazo de la geografía regional por una "ciencia espacial" de orientación cuantita-
tiva -que alcanzaría una posición de preeminencia intelectual y dominancia
política en la mayor parte de los departamentos norteamericanos hacia finales de
los años sesenta- disfrutó de un ascenso al poder relativamente fácil. Este hecho
fue posible por la debilidad de los fundamentos intelectuales, la falta de visión y
el escaso prestigio que caracterizaba entonces a la geografía regional. La medio-
cridad de este campo de estudio, tal como era percibida por otros académicos,
dio como resultado la extinción del programa de geografía de Harvard en 1948.
El intento de resucitar las enseñanzas en geografía en 1949-1950 (...) fracasó, en
buena medida, porque los destacados geógrafos que fueron llamados como ex-
pertos periciales por el "Comité de Geografía" de Harvard fueron incapaces de
convencer a los miembros de dicho comité del valor intrínseco del campo geo-
gráfico, o incluso de proveer una descripción coherente de la naturaleza de este
campo.

Situación parecida vivía la geografía regional y del paisaje en Alemania. En


1969 algunos representantes de la Asociación Estudiantil de Geógrafos denun-
ciaban que "el lamento sobre la miseria de la geografía escolar y universitaria ale-
mana se ha convertido ya en tema obligatorio en las asambleas de geógrafos"
(Gómez, 1978: 22), al tiempo que los resultados de las consultas avanzadas entre
los estudiantes mostraban que la geografía era considerada como la peor entre
las ciencias naturales, y la candidatizaban para ser excluida de los planes de
estudio.
En el congreso alemán de geografía celebrado en 1969 se discutió el tema de
la permanencia de la geografía regional, y uno de los participantes en el evento
expuso su insatisfacción, en los términos que señala Gómez (1978: 10):
En una primera intervención posterior a la lectura de la ponencia, un estudiante
(Kloche), manifestó que "la cuestión de la eliminación de la geografía regional
como materia de enseñanza no debía causar ningún problema, ya que podría

30
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

llegarse a un consenso rápido" debido a la poca utilidad del tipo de conocimiento


proporcionado por dicha disciplina, proponiendo a continuación como tema bá-
sico para la discusión el problema de la formación de teorías. Al mismo tiempo
rogaba a los profesores que diariamente daban sus clases sin tener en cuenta ese
problema, "que expresen su opinión sobre la formación de teorías y su concep-
ción sobre la ciencia".
Y nuevas formas de hacer geografía comenzaron a emerger en el seno de la
comunidad geográfica. De una de esas nuevas formas, de la denominada "ciencia
espacial", nos ocuparemos en la siguiente sección.

31
CAPITULO II

La geografía como ciencia espacial

Una forma de tratar con problemas complejos consiste en simplificarlos...


Nuestra tierra es casi infinitamente compleja... La forma más fácil de simplificar
este problema para que empecemos a ver su naturaleza consiste en imaginar
una tierra ideal poblada por personas hipotéticas.
Cárter, George, 1975. Man and Land: A Cultural Geography,
New York, Holt Rinehart and Winston, p. 34 (citado por Butler, 1986: 89).

El problema de la ubicación real puede distinguirse respecto a la ubicación


racional. No es necesario que ambas coincidan
(Lósch, August, 1954. TVie Economics of Location, New Have,
Yale University Press (citado por Butler, 1986: 123).

LOS FUNDAMENTOS DE UN NUEVO PARADIGMA

A mediados del siglo XX, la geografía entró en una etapa de cambio de para-
digma, y una revolución científica socavó los cimientos de la geografía regional.
De dicha revolución surgió una geografía distinta que se conoce en la historia de
la disciplina como la "Ciencia espacial", "Geografía cuantitativa" o "Nueva geo-
grafía", cuyo proceso de consolidación como ciencia normal fue realmente de
corta duración. En 1963, el geógrafo lan Burton escribió que la revolución cientí-
fica iniciada por la geografía a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuen-
ta, ya se había consumado en 1960, pues "una revolución intelectual se ha
realizado cuando las ideas aceptadas se descartan o se modifican para incluir
nuevas ideas" (Burton, 1982: 414).
La revolución científica reseñada por Burton constituye la primera aproxi-
mación de los geógrafos al campo formal de la teorización epistemológica (Bar-
nes, 2001) y tuvo su inicio en los Estados Unidos de América, en la Universidad

33
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de Washington bajo la dirección de William Garrison y Edward Ullman, y en la


Universidad de lowa de la mano de Harold McCarthy. En Europa fueron perso-
najes clave Peter Haggett y Richard Chorley en el Reino Unido, y Torsten
Hágerstrand en Suecia.
Las nuevas ideas o ideas revolucionarias, que ya en los sesenta formaban par-
te del conocimiento convencional de la geografía, provenían de la filosofía, de las
matemáticas, de la física, y desde dominios vecinos como la economía. Pero, sobre
todo, fue el interés de los geógrafos por la teoría lo que constituyó el rasgo funda-
mental de la metamorfosis disciplinaria, pues, como lo reconoció el mismo Bur-
ton (1982: 418), la revolución "se inspiró en una necesidad genuina de hacer la
geografía más científica y en u n interés por desarrollar un cuerpo teórico. En las
raíces de la revolución cuantitativa se encuentra la insatisfacción respecto a la
geografía idiográfica".
Barnes (2001) sostiene que la denominada "revolución cuantitativa" introdu-
j o por primera vez en el ámbito de la geografía económica anglo-americana -tra-
dicionalmente pobre o carente de teoría- la verdadera idea de teorización
"epistemológica", cuya tarea central era "desarrollar vocabularios abstractos que
reflejaran - a u n q u e parcialmente- una realidad externa e independiente" (Bar-
nes, 2 0 0 1 : 546). Esos vocabularios abstractos, formales y racionalistas formaliza-
dos en hipótesis, leyes, modelos y representaciones cartográficas constituyeron el
núcleo de la teoría para producir explicaciones de fenómenos geográficos obser-
vados en el m u n d o real. El mismo Barnes (2001) recalca que el lenguaje de la teo-
rización "epistemológica" de la geografía provino, inicialmente, de las ciencias
naturales y de las ciencias sociales modeladas a su imagen - u n a especie de "física
social"-, e ilustra su comentario con el ejemplo de la introducción del vocabulario
de la física en la geografía económica durante los cincuenta, por parte de William
Warntz, quien, a partir de la descripción de los lugares como puntos dentro de un
campo gravitacional, desarrolló los modelos de gravedad y de potencial, en coo-
peración con geógrafos, astrónomos y físicos.
Los fundamentos epistemológicos para la construcción teórica de la nueva
geografía como una ciencia esencialmente espacial fueron encontrados en las
ideas del "positivismo lógico", "empirismo lógico" o "neopositivismo", movi-
miento intelectual asociado con los filósofos pertenecientes al "Círculo de Viena",
y cuyos objetivos y características estaban claramente definidos hacia 1930. Sin
embargo, Barnes (2001) argumenta que en un principio los geógrafos compro-
metidos con el nuevo paradigma no fueron conscientes de su vínculo con el neo-
positivismo, aunque desde el comienzo sus formulaciones teóricas tuvieron el
carácter fundacional y cerrado propio de ese marco epistemológico.

34
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El positivismo lógico afirma que la ciencia se ocupa de las proposiciones con


sentido, es decir, de las proposiciones empíricas que deben ser sometidas al rigor
del análisis lógico y a los métodos más refinados de verificación. Busca alcanzar
una visión unificada del m u n d o y de la ciencia, y propende a u n lenguaje neutral
para expresar proposiciones y resultados libres de la subjetividad de los lenguajes
comunes.
Uno de los postulados básicos del positivismo lógico es el de la unidad de la
ciencia. Con un lenguaje fisicalista y de pretensiones universalistas, la ciencia uni-
ficada es u n sistema no contradictorio de protocolos y de leyes; es una actividad
normativa, aunque no rigurosamente determinista, que ni hace demarcaciones
entre ciencias naturales y ciencias sociales, ni reconoce la posibilidad de hacer jui-
cios axiológicos o de valor, ratificando así su neutralidad.
El positivismo lógico no establece diferencias metodológicas sustanciales en-
tre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Como indica Capel (1981: 376),
"se abordó el estudio del hombre y de la realidad social postulando que éstos per-
tenecen plenamente al m u n d o físico y que como tales han de ser estudiados, y
aceptando que las regularidades que se encuentran en la naturaleza aparecerán
también en las diversas esferas de la realidad sociocultural". Esta afirmación ga-
rantizaba de hecho la unidad metodológica de toda la ciencia, unidad que se ex-
presaba en el uso común del método científico hipotético y deductivo, cuyos
refinamientos se alcanzaron en las ciencias naturales y se extendieron a buena
parte de las ciencias sociales.
La geografía no fue la excepción, y la revolución que se está glosando incur-
sionó también en el campo metodológico, pues los geógrafos debían proceder en
adelante resolviendo los problemas geográficos con la misma metodología co-
m ú n a toda la ciencia. Parte de la conversión a la nueva ciencia geográfica consis-
tió en aprender el método científico positivista, por lo que a partir de entonces
los cursos de metodología científica constituyeron u n elemento central en los
programas de formación y entrenamiento de los geógrafos.
La discusión metodológica sobre el problema de la inducción y la deducción
constituye una de las disputas internas más fuertes dentro del movimiento neo-
positivista, pero la ascendencia de las corrientes deductivistas llevó a la mayoría
de los científicos a tomar partido por una vía metodológica hipotético-deductiva,
muy cercana a las propuestas de Popper (Capel, 1981).
Las críticas a la geografía del paisaje, o de la tradición regional, se hicieron
corrientes en los años cincuenta y se incrementaron a medida en que las ideas del
positivismo lógico fueron acogidas, en buena parte sin tener conciencia del he-
cho, por las nuevas generaciones de geógrafos (Barnes, 2001). A mediados del si-
glo XX, Schaefer "abrió la puerta a la admisión formal del positivismo lógico

35
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

dentro de la geografía" (Gregory, 1984: 48) y ésta se transforma paulatinamente


en una "ciencia espacial" teórica y empírica, con énfasis en el orden espacial y en
la búsqueda de las leyes generales de la organización espacial, mediante un méto-
d o científico naturalista.
En el nuevo paradigma, el espacio es considerado, por una parte, como espa-
cio concreto referido a la actual superficie de la tierra con toda la variedad del
m u n d o real, y por otra, como espacio abstracto referido a la estructura espacial
no visible. Peet (1998: 32) se refiere así a esta transformación disciplinar:
En los 1940s la geografía se sintió de nuevo segura internamente como descrip-
ción regional pero vulnerable externamente en razón de las críticas a su naturale-
za científica y a su utilidad práctica. El período de la posguerra conoció una
geografía redefinida como la ciencia del espacio -el espacio no en los términos de
la escuela de Berkeley como la superficie de la tierra transformada por la acción
humana en un paisaje cultural, sino del espacio a imagen de la física, espacio re-
ducido a la distancia entre puntos-, con la conducta espacial como minimización
de la distancia, y la geometría como lenguaje disciplinar. Con tal espacio se pudo
emplear el moderno método científico, inicialmente midiendo regularidades es-
tadísticas en forma inductiva, eventualmente con la lógica matemática como una
ciencia deductiva.

Pero lo esencial no era la cuantificación en sí misma, como pudiera creerse si


nos atenemos al remoquete de "Revolución cuantitativa" con el que fue califica-
da, o al hecho de que muchos geógrafos creyeran ingenuamente en el aserto po-
sitivista de que "sin calcular es imposible razonar"; se trató, ante todo, de una
forma distinta de ver las cosas en geografía. Como resultado de esta revolución, la
geografía abandonó sus pretensiones de ciencia singular, se tornó abstracta, y el
paisaje, como objeto principal de estudio, cedió su puesto al espacio (Yeates,
1972; Holt-Jensen, 1980; Stoddard, 1982; Butler, 1986; Haggett, 1994). En pala-
bras de Unwin (1995: 173), "los intereses centrales giraban en torno al espacio, a
la cuantificación y a la elaboración de teorías".
La nueva definición de la geografía como la ciencia que busca "explicar la va-
riación espacial de los fenómenos sobre la superficie terrestre" (Stoddard, 1982),
p o n e en claro que el ámbito de la "Nueva geografía" se reduce a la superficie de la
tierra como espacio concreto, y que los problemas que debe formular el geógrafo
tienen que ver con la distribución de todo tipo de fenómenos sobre dicho espacio.
Así que cualquier fenómeno, si su distribución es cartografiable, es decir, si se
p u e d e hacer un mapa de ella, es susceptible de ser estudiado geográficamente, y
su distribución espacial se puede explicar en relación con otras distribuciones es-
paciales de fenómenos asociados, por medio de u n a teoría abstracta que refleje
como u n espejo su ocurrencia en el m u n d o real.

36
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El resultado de esta nueva definición del objeto fue una variedad de geogra-
fías, tantas como distribuciones espaciales de fenómenos de todo orden se pue-
dan cartografiar, tales como geografías de las enfermedades, geografías
electorales, geografías de los precios del suelo, geografías de la vegetación, etc.
Queda también sentado que tales distribuciones constituyen una estructura espa-
cial abstracta y ordenada cuyo orden se debe explicar en términos científicos.
Como ejemplo, y para ilustrar lo expuesto en el párrafo anterior, a partir de
un mapa que muestre la distribución espacial de las carreteras que comunican lu-
gares en u n espacio determinado, se p u e d e n identificar patrones de densidad
vial; pero al mismo tiempo, los lugares se pueden identificar como nodos; las ca-
rreteras se pueden transformar en una red abstracta analizable en términos loca-
cionales, para detectar el estado de desorden de la misma y proponer los
correctivos que eleven su grado de ordenación, teniendo como referencia u n mo-
delo ideal o normativo de redes. En las mismas condiciones, el tráfico de perso-
nas, mercancías e información se puede conceptualizar como movimiento; las
ciudades, lugares centrales, pueblos o conglomerados de población se p u e d e n
identificar como nodos de una red, es decir como puntos de cruzamiento o vérti-
ces de la red.
El nuevo discurso geográfico se expresa con claridad en la siguiente cita (Gá-
mir, et al., 1995: 91) de u n manual sobre análisis espacial:
En el análisis espacial, los nodos o vértices de la red pueden venir constituidos
por los puntos de origen y destino de los intercambios (ciudades, puertos, aero-
puertos o centros de zona -denominados centroides, si trabajamos a escala urba-
na, a los que se atribuyen las características del área que representan-). Los arcos
o aristas se identifican con las rutas, tanto si tienen una estructura física o soporte
(rutas terrestres) como si no cuentan con ella (rutas marítimas, aéreas, o referidas
a teleflujos), o con los flujos (pasajeros, mercancías, flujos telemáticos...) que por
ellas circulan, cuando se trata de redes valorizadas. En las redes urbanas de trans-
porte público, como puede ser, por ejemplo, una red de metro, los nodos pueden
venir constituidos por las paradas de las líneas de la red (o de forma más simple,
por los puntos de origen y destino de las mismas) y las aristas pueden identificar-
se con los recorridos de las líneas... Los resultados de este tipo de análisis de cara
a la planificación permiten potenciar nodos a través de las mejoras en las cone-
xiones de la red.

Es evidente oue este tioo de trabaio imolica oue el geógrafo tenea u n conocí-
miento profundo de la geometría de las redes y la teoría de los grafos, las cuales le
permiten hacer comparaciones precisas entre la conectividad y la configuración
de las redes (Haggett, 1976), lo mismo que u n dominio de medidas de centrali-
dad, dispersión de áreas y puntos, análisis de vecindad, de las técnicas de análisis

37
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de interacción espacial, y de correlación y autocorrelación espacial (Gámir, et al.,


1995).
En los términos de u n nuevo paradigma, la geografía como ciencia espacial
debería tener las mismas finalidades de predicción de toda la ciencia positiva.
Pero esta transformación de la disciplina no constituye u n hecho aislado y mucho
menos autónomo, pues como lo señala Unwin (1995: 172):

Un interés por modelar la organización espacial de la sociedad y por elaborar


descripciones matemáticas y geométricas de las relaciones sociales quedó así per-
fectamente establecido en diferentes disciplinas en los Estados Unidos en los
años 1940 y 1950... No obstante, fue en el campo de la geografía donde este nue-
vo enfoque alcanzó una posición de preeminencia, pues ofreció a los geógrafos
una justificación fundamental de su disciplina. La conceptualización de la geo-
grafía como ciencia del espacio abrió una alternativa marcadamente diferente a
la tradición cada vez más desacreditada de la geografía regional.

Aunque en un principio algunos geógrafos regionales pusieron en duda la


emergencia de una "Nueva geografía", alegando que todas las geografías ante-
riores habían sido nuevas, o que la geografía siempre había utilizado estadísticas
(Vilá, 1983), lo cierto es que la ruptura epistemológica - p a r a usar los términos de
Bachelard- con la geografía regional, no sólo fue clara sino definitiva.
Como lo expresa Chisholm (1975), una comparación entre la obra de Hart-
shorne, The Nature of Geography (1939) y la de Harvey, Explanation in Geography
(1969), permite captar la esencia del cambio. Chisholm anota que en la obra de
Hartshorne la aproximación es explícitamente inductiva y la geografía es una
ciencia corográfica, relacionada con la naturaleza de los diferentes lugares, de
modo que los fenómenos que interactúan en cada una de las áreas crean la dife-
renciación de las mismas. En esta situación, el papel del geógrafo es integrar y
sintetizar conocimientos producidos por otras disciplinas que tienen visiones
particulares y parciales de la realidad. En la obra de Harvey, en cambio, se persi-
gue una meta diferente de la propuesta por Hartshorne, que identifica a la geo-
grafía como una ciencia que difiere de la simple acumulación de hechos, que
debe aplicar el método científico hipotético-deductivo para alcanzar el carácter
explicativo, de manera que la geografía se pueda definir como una explicación
positiva de la forma como funcionan el m u n d o o segmentos de éste. En la pro-
puesta de Harvey, los objetos de investigación geográfica son problemas de carác-
ter espacial que reclaman una explicación en los términos de la ciencia positiva,
por lo que la tarea de la geografía tiene que ver con la formulación de leyes gene-
rales, más que con el estudio de casos únicos.

38
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Para Chisholm (1975), Hartshorne y Harvey representan la antítesis entre


una visión mística o romántica de la geografía, asociada con la tradición filosófica
alemana del siglo XIX, y una aproximación más analítica basada en la aceptación
de los cánones del método científico naturalista e inspirada en el pensamiento de
los filósofos del positivismo lógico y del racionalismo. Así que la "Nueva geogra-
fía" es u n nuevo paradigma en el que la obra de Hartshorne representa el fin y la
de Harvey el comienzo del mismo.
Treinta años después de la publicación de The Explanation in Geography en
1969, Harvey responde en entrevista a los editores de New Left Review (Harvey,
2001: 4, en traducción) que:

En Explanation in Geography trataba de buscar una respuesta a lo que consideraba


un problema central de la disciplina. Tradicionalmente, el conocimiento geográ-
fico había estado extremadamente fragmentado, orientado a enfatizar en gran
medida lo que se denominaba "excepcionalidad". De acuerdo con la doctrina es-
tablecida, el conocimiento adquirido mediante la investigación geográfica es di-
ferente a cualquier otro tipo de conocimiento. No es posible establecer
generalizaciones o sistematizarlo. No existen leyes geográficas; no existen princi-
pios generales a los que se pueda apelar; lo único que se puede hacer es salir ahí
afuera y estudiar, pongamos por caso, la zona seca de Sri Lanka, y pasarse toda la
vida tratando de comprenderla. Quería hacer frente a esta concepción de la geo-
grafía insistiendo en la necesidad de comprender el conocimiento geográfico de
un modo algo más sistemático. En aquel momento me parecía evidente que había
que recurrir a la tradición filosófica del positivismo que, en la década de 1960,
continuaba incorporando como parte de sí un poderoso sentimiento, provenien-
te de Carnap, acerca de la unidad de la ciencia. Este es el motivo por el que me
tomé a Hempel y a Popper tan en serio; pensé que debía existir algún modo de
usar su filosofía de la ciencia para contribuir a la construcción de un conocimien-
to geográfico más unitario. Se trataba de un momento en el que, en el seno de la
disciplina, existía un fuerte movimiento que apostaba por la introducción de téc-
nicas estadísticas y nuevos métodos cuantitativos a la investigación. Se podría de-
cir que mi proyecto consistía en desarrollar la vertiente filosófica de esta
revolución cuantitativa.

La ruptura con la geografía regional se notó en la adopción de nuevas formas


de organizar y analizar la información, especialmente mediante el uso creciente
de modelos. Chorley y Haggett publicaron en 1971 una antología titulada La geo-
grafía y los modelos socioeconómicos, en la que varios autores dan cuenta del uso as-
cendente de modelos de distinta clase en varias ramas de la geografía teórica y
aplicada, al mismo tiempo que exponen las razones que justifican su adopción.
En la introducción de esta obra se argumenta que:

39
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

1. La información geográfica se puede tratar en los términos de la teoría


general de la información, de manera que la relevancia de u n dato se es-
tablece únicamente dentro de u n marco teórico, y la información se or-
ganiza en varias escalas, puesto que la regularidad de la misma puede
darse o desaparecer al cambiar de escala.
2. La organización y el análisis de la información requieren una selección
previa que separe la regional de la local y elimine todas las formas de rui-
do informativo.
3. Es normal que se intente establecer los tipos de regularidad que se pre-
sentan en la información geográfica en las correspondientes escalas es-
paciales y temporales. Es necesario buscar el orden en la realidad en
función de las características del conjunto, en vez de concentrarse en las
diferencias específicas.
Los modelos geográficos, agregan Chorley y Haggett (1971), pueden ser una
teoría, una ley, una hipótesis o una idea estructurada; p u e d e n ser una función,
u n a relación, una ecuación o u n a síntesis de datos. En todos los casos, deben ser-
vir para razonar sobre el m u n d o real. La construcción y aplicación de modelos
obedece a una necesidad de idealización y de simplificación de la realidad, que
facilite su entendimiento. Tales modelos se asumen como estructuraciones sim-
plificadas de la realidad que presentan en forma generalizada, facetas y relacio-
nes simplificadas de la misma; son aproximaciones inexactas, altamente
selectivas y subjetivas, pero realzan los aspectos fundamentales y desechan los de-
talles sin importancia. Por contera, los modelos deben ser de carácter especulati-
vo y sugestivo, y lo bastante simples para que se p u e d a n manejar y comprender
con facilidad.
Los modelos geográficos, insisten Chorley y Haggett (1971), son necesarios
para salvar las diferencias entre la observación y la teoría, y por supuesto, deben
satisfacer las demandas de simplificación, reducción, concreción, experimenta-
ción, acción, extensión, establecimiento y explicación de teorías. Y agregan que
entre las funciones que ellos p u e d e n cumplir se pueden señalar las siguientes:
a) Función psicológica, pues permiten comprender y abarcar grupos de fe-
nómenos que por su complejidad sería imposible abordar de otra forma.
b) Función adquisitiva y organizativa, porque proporcionan una base para
definir, recoger y ordenar la información.
c) Función de fertilidad, porque permiten la extracción del máximo de
información.
d) Función lógica, que facilita la explicación de la aparición de un fenóme-
n o particular, y explicar los sistemas complejos por medio de sistemas
simples.

40
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

e) Función normativa, que hace posible la comparación de ciertos fenóme-


nos con algunos más conocidos.
f) Función sistemática, porque la construcción sucesiva de modelos permi-
te la exploración y comprobación de los sistemas.
g) Función constructiva, como elementos básicos en la construcción de teo-
rías y leyes de alta probabilidad, y
h) Función cognoscitiva, porque p u e d e n promover la difusión de las ideas
científicas.
Bunge (1982) también había sugerido en los comienzos de los sesenta la ne-
cesidad de asumir un paradigma basado en modelos, que sustituyendo los cam-
pos de especialización temática del tipo climatología, geografía de la población o
morfología del suelo, se especializara en campos teóricos espaciales relacionados
con puntos, zonas y descripción de superficies matemáticas, problemas de luga-
res centrales, etc.
Harvey (1983) reconoce que a finales de los setenta, los modelos geográficos
ya formaban parte del saber geográfico institucionalizado, y comenta que su uso
no dejaba de ser problemático y hasta peligroso, amén de la dificultad misma de
construirlos. Y agrega que la insistencia en su utilización se debió a que dado el
escaso desarrollo de la teoría geográfica, no se tenía otra alternativa que acudir a
ellos. Sin embargo, él mismo pone en guardia a los geógrafos frente al peligro ge-
nerado por la tentación de usar indiscriminadamente los modelos, sugestionados
p o r su variada funcionalidad, y sentencia que no se debe pasar por alto "que en
términos de investigación básica, la función principal de la modelización en geo-
grafía debe apuntar a la creación de teoría geográfica" (Harvey, 1983: 181).
El cambio ya aludido implicó asumir el espacio como elemento articulador
de la disciplina y como objeto mismo de teorización. Esto trajo como consecuen-
cia u n viraje en los métodos, en el lenguaje, en las formas de representación y en
las relaciones teóricas con ciencias poco exploradas por los geógrafos, como la
matemática, la estadística, la teoría económica neoclásica y la teoría de sistemas,
entre otras. Con nuevos problemas, nuevos marcos teóricos y nuevas metodolo-
gías y técnicas, se reconstruyó el discurso geográfico (Lounsbury y Aldrich, 1979).

LOS CONTENIDOS DEL NUEVO DISCURSO GEOGRÁFICO

El nuevo discurso espacial (Gregory, 1994) se presentó como u n entramado


metafórico emparentado con los discursos de la economía neoclásica y lleno de
modelos lógicos y analogías de la ciencia física. El interés mayor se centró en la
formulación de hipótesis y en la construcción de teorías acerca de la organización

41
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

del espacio. En este escenario floreció la teoría locacional, como un intento de in-
tegrar la dimensión espacial con la teoría económica clásica, para explicar y pre-
decir las decisiones geográficas resultantes del agregado de decisiones
individuales. Esto explica el interés de los geógrafos por los trabajos pioneros de
Von T h ü n e n , Christaller y Weber, entre otros, en los que se encontraron las bases
para la construcción de modelos normativos de interacción y difusión espacial.
Tales modelos hacen énfasis en la racionalidad económica de agentes maximiza-
dores de beneficios con el mínimo esfuerzo, y en el papel determinante de la fric-
ción de la distancia como restricción espacial en la oferta y demanda de bienes y
servicios.
El nuevo discurso geográfico pone su mayor interés en los asuntos relaciona-
dos con la organización espacial (De Souza, 1992), es decir, con la forma como los
individuos y las sociedades organizan el espacio para ajustarlo a sus necesidades.
Este concepto provee una estructura apropiada para analizar e interpretar las de-
cisiones de localización y de movimiento, al igual que las estructuras espaciales
relacionadas con patrones de uso del suelo, localización industrial, asentamien-
tos humanos, etc. Las agencias del gobierno encargadas de la planificación, o las
empresas privadas interesadas en optimizar los rendimientos del capital, deman-
daban conocimientos de esta naturaleza, y la geografía trató de responder con es-
tudios que se apoyaron en la cuantificación y la experimentación con un amplio
rango de técnicas estadísticas.
La idea central de este nuevo discurso es que lo real es una estructura espa-
cial abstracta y ordenada, cuyo orden es posible revelar y representar a partir de
teorías, leyes y modelos generales, como elementos constitutivos de la nueva
ciencia espacial.
Esta forma de abordar el estudio del espacio trajo nuevas demandas, pues en
adelante los geógrafos tuvieron que tratar con los asuntos de los métodos de aná-
lisis locacional, relacionados con la recolección y análisis de los datos; con la des-
cripción de las localizaciones absolutas y relativas y con el problema de su represen-
tación; con la construcción y delimitación de las regiones, y con la formulación y
verificación de las hipótesis mediante analogías y métodos estadísticos.
En los primeros años de la década de los setenta, el discurso de la "ciencia es-
pacial" ya se encontraba bien sistematizado y expuesto en textos y manuales utili-
zados en la formación de geógrafos (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972;
Haggett, 1976; Lounsbury y Aldrich, 1979). Uno de esos textos es el publicado en
1972 p o r Ronald Abler y Peter Gould, de la Universidad de Pensilvania, y por
J o h n S. Adams de la Universidad de Minnesota, que se titula Spatial Organization:
The Geographer's View ofthe World, y cuyo objetivo principal es "introducir a los es-
tudiantes a la forma como los geógrafos piensan acerca del mundo". Este libro,

42
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

que hace una profunda exposición de los elementos constitutivos del discurso
científico predominante en la comunidad geográfica de la época, es la fuente
principal de la exposición que sigue sobre este tema, aunque en la misma se utili-
zan otras obras cuya referencia se hará oportunamente; por tanto se advierte al
lector que, en ausencia de otras referencias, debe entenderse que lo expuesto
proviene de la fuente en comentario.
Abler, Adams y Gould (1972) consideran que la geografía h u m a n a es una
ciencia social y del comportamiento que analiza las actividades humanas en el es-
pacio terrestre. El carácter científico de la geografía no difiere del de otras cien-
cias, y por tanto su esencia debe ser un conjunto de problemas y un método para
resolverlos; el método científico es universal, es decir común, y lo que distingue a
unas ciencias de otras es el tipo de problemas o preguntas no resueltas que tratan
de explicar. El método de la geografía es igual al de todas las ciencias, pero su
pregunta fundamental y que la distingue de otras prácticas científicas es: ¿Por
qué las distribuciones espaciales están estructuradas en la forma en que ellas es-
tán? De modo que los geógrafos tienen que ver ante todo con distribuciones espa-
ciales y con procesos espaciales.
Una distribución espacial se refiere a la frecuencia con que u n fenómeno su-
cede en el espacio, y su naturaleza depende de la escala en que tal distribución es
observada, pues u n a distribución puede presentar, por ejemplo, u n patrón de
aglomeración en una escala de observación, o u n patrón disperso en otra. Pero,
aunque la distribución de un fenómeno en el espacio es el punto de partida para
el análisis geográfico, es necesario tener en cuenta que las distribuciones en sí
mismas no son el objetivo para el geógrafo, sino que lo que a éste le interesa es
por qué las distribuciones varían en patrón e intensidad de u n lugar a otro. Por
otra parte, el interés tradicional por la descripción exacta de la localización abso-
luta de las distribuciones se ha abandonado para centrarse principalmente en la
localización relativa de unos fenómenos con respecto a otros, la cual se p u e d e ex-
presar en unidades relativas de distancia medidas en tiempo o de costos de trans-
porte, por ejemplo. Estas localizaciones relativas pueden cambiar a través del
tiempo, aunque sus localizaciones absolutas, es decir, sus posiciones en u n siste-
ma convencional de coordenadas, permanezcan constantes, como ocurre con las
medidas de latitud y longitud que sirven para localizar u n lugar en la superficie
terrestre.
Del concepto de distribución espacial se derivan los conceptos de "estructura
espacial" y de "procesos espaciales". La estructura espacial es la organización in-
terna de una distribución, y se refiere tanto a la localización de cada elemento con
relación a cada u n o de los otros, como a la localización de cada elemento con rela-
ción a todos los otros tomados en conjunto. Como ejemplos pueden darse la

43
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

estructura espacial de la distribución de los hospitales en una determinada re-


gión, o la estructura espacial de la distribución de los centros comerciales u otros
centros de servicios en una ciudad. Si tomamos el caso de los hospitales, la estruc-
tura espacial tiene en cuenta tanto la localización de cada hospital con relación a
cada u n o de los otros hospitales, como la localización de cada hospital con rela-
ción al conjunto de los hospitales de la región.
Los procesos espaciales se refieren a los mecanismos que producen las estruc-
turas espaciales de las distribuciones espaciales. Procesos y estructuras espaciales
son circularmente causales y se determinan mutuamente. Los procesos son espa-
cialmente variables y tienen distribuciones como fenómenos concretos, de d o n d e
se deriva que la estructura espacial es un concepto aplicable tanto a la distribu-
ción estática como a los procesos dinámicos. Se puede decir que procesos y es-
tructuras son "la misma cosa", pero que veamos procesos o estructuras depende
de la perspectiva de tiempo que adoptemos y de la rapidez con que transcurren
los procesos. Así, por ejemplo, los movimientos de personas en vehículos o a pie
son procesos espaciales que se estructuran en objetos como redes de carreteras,
caminos, ferrocarriles, aeropuertos sobre la superficie terrestre. O de forma simi-
lar, las decisiones por una actividad económica como la agricultura, la industria o
el comercio, se expresan en estructuras económicas espaciales de uso de la tierra.
Aunque en los mapas las estructuras se presentan estáticas, es obvio que las distri-
buciones y sus estructuras están en constante cambio y debemos asumirlas como
muy dinámicas. Esto último no es obstáculo para que tomando intervalos de
tiempo tales estructuras se consideren estáticas y como u n índice del estado pre-
sente de u n proceso en marcha.
Los problemas o preguntas sobre procesos y estructuras espaciales del tipo
cuál es la estructura espacial de los eventos, y cómo la estructura espacial y los
procesos interactúan, son las que diferencian a la geografía de otras ciencias,
pues ninguna otra disciplina científica se interesa en forma consistente por los
procesos y las estructuras espaciales, ni hace ni resuelve preguntas acerca de la lo-
calización, aunque localice sus objetos de análisis y reconozca su ocurrencia en el
espacio.
También es propio del nuevo discurso un contexto espacial distinto, que se
fundamenta en la naturaleza relativa del espacio. Hasta la mitad del siglo XX, los
geógrafos pensaron y elaboraron hipótesis acerca de distancia y espacio en térmi-
nos absolutos, como ya se indicó cuando nos referimos a la geografía regional;
pero a partir de entonces se inició el cambio progresivo hacia un contexto espa-
cial relativo, cambio considerado como el más fundamental en la historia de la
geografía, pues abrió un número casi infinito de nuevos mundos para explorar y
cartografiar. La utilización del concepto de distancia relativa como base del

44
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

espacio relativo conllevó a la incorporación de geometrías no euclidianas y gene-


ró nuevas posibilidades de análisis espacial. Así, por ejemplo, mientras en el es-
pacio euclidiano la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, en el
espacio de Riemann la distancia más corta entre dos puntos es una línea curva, lo
cual resulta más apropiado para describir y explicar la conducta espacial de los
seres humanos, caracterizada por las percepciones y valoraciones psicológicas de
los factores de la relación costo-tiempo-espacio.
Las representaciones del espacio relativo se desvían de las técnicas tradicio-
nales de representación de las relaciones espaciales, y surgen nuevas formas que
superan los mapas de localización absoluta. Las nuevas formas de representación
incluyen, entre otras, los cartogramas árcales de Erwin Raisz, popularizados en
los años treinta; las proyecciones logarítmicas de Edgar Kant, que Hágerstrand
utilizó en estudios de migración en Suecia; los mapas de isócronas y las matrices.
Las matrices se consideran muy útiles cuando se trabaja con distancias que no son
simétricas, y son muy eficientes a la hora de presentar redes complejas que se tor-
nan confusas cuando se dibujan en mapas. Además, su simplicidad facilita el tra-
tamiento mediante ordenadores.
Es preciso señalar que el nuevo discurso mantiene las preguntas tradiciona-
les de la geografía, pero las replantea en el nuevo contexto espacial relativista.
Aun la pregunta por el dónde se mantiene, considerando que la acción del hom-
bre cambia permanentemente la localización y que, incluso, las cosas que siempre
se consideraron fijas, como el fondo de los océanos o las masas continentales, es-
tán localizadas en u n espacio relativo si se consideran largos períodos de tiempo,
como puede colegirse de las explicaciones científicas de procesos como la deriva
continental, la tectónica de placas o la expansión de los fondos oceánicos.
El concepto de convergencia espacio-tiempo desarrollado por Donald G. Ja-
nelle, expresado en lenguaje común como "encogimiento" o "compresión" del
m u n d o , se constituyó en una herramienta útil en el seguimiento o monitoreo de
los cambios locacionales en el espacio relativo, puesto que es posible medir la rata
a la que los lugares localizados sobre la superficie terrestre se aproximan o se
separan unos de otros en distancia-tiempo. Este concepto, que tiene efectos
significativos en el comportamiento humano, fue utilizado en los años 80s por
David Harvey, para explicar la experiencia del espacio y del tiempo en la condi-
ción p o s m o d e r n a o etapa actual del capitalismo, caracterizada por la experien-
cia sensorial y cultural de u n m u n d o que se contrae p e r m a n e n t e m e n t e , como
consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías del transporte y de la
comunicación (Harvey, 1989).
Otro caso de recontextualización similar ocurre con los conceptos de región y
regionalización. La construcción de taxonomías en el espacio relativo produjo

45
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTOS REDES NODOS

4
•••' A

JERARQUÍAS SUPERFICIES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales.


Fuente: Haggett (1976:28)

regiones de naturaleza distinta a las identificadas en el contexto del espacio abso-


luto. Las clasificaciones árcales en el espacio absoluto generan regiones unifor-
mes compuestas por fenómenos estáticos y con poca variación en la densidad y en
la intensidad de su ocurrencia. Pero, en cambio, las regiones nodales, identifica-
das en el espacio relativo, d e p e n d e n de fenómenos en movimiento cuya intensi-
dad y densidad del flujo es significativamente variable dentro de las mismas.
Las regiones nodales son sistemas espaciales constituidos por la interrelación
de lugares con funciones similares. Estas regiones se pueden definir por los flujos
de personas, de dinero, de mercancías, de mensajes, entre otros, que varían de
acuerdo con la distancia desde un centro o nodo.
Haggett (1976) propuso organizar el análisis locacional alrededor del concep-
to de la región nodal como un sistema espacial abierto constituido por movimien-
tos o flujos, redes, nodos, jerarquías y superficies y gradientes, representables en
u n modelo geométrico abstracto, e identificables en la realidad empírica en mo-
vimientos de personas, mercancías e información; en redes de carreteras; ciuda-
des de distinto rango y tamaño como nodos articuladores de las redes, con sus
respectivas áreas de influencia (figura 1). Dicho sistema, con su orden y sus com-
ponentes, se puede reconocer, medir, conocer en su funcionalidad y en sus

46
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relaciones internas. También se puede regular, modificar o reordenar en su es-


tructura y funcionamiento, de acuerdo con las intencionalidades e intereses de
los actores económicos o de las instituciones organizadoras del espacio.
Haggett (1976), en contraposición a la definición de la región como sistema
cerrado que predominó en la geografía regional tradicional, propone considerar
las regiones nodales como sistemas espaciales abiertos, en los que es necesario fi-
jarnos primero en sus características propias y comprobar su existencia dentro
del sistema regional. Siguiendo a Chorley, Haggett (1976: 28), señala que los sis-
temas abiertos poseen algunas de las características siguientes:
(1) la necesidad de un suministro de energía para el mantenimiento y preserva-
ción del sistema, junto a la capacidad de (2) llegar a un "estado estático" en el cual
la importación y la exportación de energía y material se ve compensada por ajus-
tes de forma, (3) regularse a sí mismo por medio de ajustes homeostáticos, (4)
mantener magnitudes óptimas durante períodos de tiempo; (5) mantener su or-
ganización y su forma a través del tiempo en lugar a tender (como ocurre en los
sistemas cerrados) hacia un máximo de entropía y (6) comportarse de modo
"equifinal", en el sentido de que condiciones iniciales diferentes puedan condu-
cir a resultados finales semejantes.
Según Haggett (1976), considerar la región como un sistema espacial abierto
permite dirigir la mirada hacia los vínculos entre proceso y forma, lo cual coloca a
la geografía en condiciones similares a las de otras ciencias biológicas y sociales
que organizan su pensamiento de forma parecida.
Volvamos a nuestra fuente principal (Abler, Adams y Gould, 1972) para con-
tinuar la exposición del discurso de la geografía como "ciencia espacial". En el
contexto del espacio relativo, son muchas las posibilidades combinatorias de las
preguntas ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿qué?, ¿por qué?, y la espacialidad de las mismas
es casi infinita. Las preguntas ¿dónde? y ¿qué está dónde?, que en la tradición re-
gional basada en el espacio absoluto fueron consideradas como fines en sí mis-
mas, en el contexto del espacio relativo son preguntas preliminares en la
búsqueda de explicaciones. De modo que los nuevos fundamentos de la geografía
ya n o están en la descripción de la organización espacial del mundo, sino en la ex-
plicación por medio de leyes y teorías, en procura de ser una ciencia diagnóstica y
prescriptiva; aunque no debe olvidarse que la descripción de distribuciones, de
estructuras y procesos espaciales constituye el punto de partida.
El interés en la distribución se enfoca siempre sobre las estructuras y proce-
sos que las producen, y sobre las interrelaciones resultantes. Como ejemplo, los
movimientos (flujos) a través del espacio generan sistemas de movimiento (re-
des) que influyen en los nuevos movimientos; los sistemas de movimiento favo-
recen algunos lugares a expensas de otros, de m o d o que las relaciones entre

47
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

movimientos (procesos) y sistemas de transporte (estructuras) no son de u n solo


sentido, sino reflexivas y circularmente causales. De igual manera, los sistemas
de movimiento son poderosos determinantes de la localización de actividades
h u m a n a s ; en tanto que los lugares que son nodales y contenedores de actividad
h u m a n a intensa, tienen gran influencia sobre los sistemas de comunicación y
transporte. En síntesis, la interacción entre procesos y estructuras es u n aspecto
fundamental de cualquier problema locacional, ya sea que se trate de explicar
u n a d e t e r m i n a d a distribución, o de decidir d ó n d e localizar u n elemento - u n
hospital, una escuela, una estación de bomberos, e t c . - para atender a u n a po-
blación con determinada distribución espacial; en ambos casos el problema se
p u e d e analizar en términos de los procesos, las estructuras y sus interacciones.
Otro aspecto importante del nuevo discurso es el relacionado con la medi-
ción. El análisis en términos de procesos, estructuras e interacciones lleva implíci-
to el asunto de la medición cuyo objetivo es refinar la descripción. Se parte del
supuesto positivista de que, en geografía, como en toda ciencia, todo es mensura-
ble en el continuo cualidad-cantidad, y se argumenta que sin medición es imposi-
ble hacer ciencia. La medida, en todas sus formas, se asume como la asignación
de valor a las cosas de acuerdo con reglas claras y bien definidas, que pueden ser
tan simples como dar valores de uno (1) o cero (0) a una variable, o tan sofistica-
das como asignar valores que permitan establecer intervalos. El geógrafo dispone
de varias posibilidades de medición, entre las cuales cabe resaltar:
a) Mediciones binarias y nominales, cuyo objetivo es establecer dicotomías
como Sí-No, Presente-Ausente, Uno-Cero.
b) Mediciones en escala ordinal, con el objetivo de establecer órdenes de
magnitud, para lo cual se usan criterios como tamaño (mayor que, me-
nor que) o distancia (cerca de, lejos de), y se asigna el rango 1, 2, 3, 4... N.
Se usa por ejemplo para ordenar preferencias.
c) Mediciones en escala de intervalo, que establecen intervalos como por
ejemplo la distancia entre puntos. El caso más clásico en geografía es el
de la localización usando latitud y longitud.
d) Mediciones en escala de proporción, cuyo objetivo es comparar propor-
ciones, como por ejemplo distancias o tiempos de viaje entre ciudades,
áreas de países, densidades de población, etc.
La geografía como ciencia espacial hace énfasis en el estudio de las relacio-
nes geográficas, como se ha venido reseñando. Pero es conveniente aclarar qué se
entiende por una relación geográfica y qué implica decir que una cosa está rela-
cionada con otra. Por una relación geográfica se entiende la forma en que u n fe-
n ó m e n o varía en el espacio con respecto a otro, como en la forma elemental de Y
= f(X), aunque formas más complejas de variaciones pueden ser abordadas. Con

48
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Y = f(X) se dice que Y es alguna función de X o que Y covaría con X. Es posible


bajo esta forma expresar relaciones del tipo "Y varía con la localización de X", "el
tamaño de Y cambia con la población de X", o "la interacción de Y es una función
de la distancia X".
Especificando exactamente una función y describiendo la forma de la varia-
ción de modo regular, por ejemplo mediante u n modelo, es posible hacer predic-
ciones sobre dichas relaciones espaciales, aunque es necesario tener en cuenta
que es poco factible que la conducta humana pueda ser predicha en forma deter-
minista, por lo que las predicciones de relaciones espaciales pertenecen más bien
al campo de las probabilidades.
Las relaciones geográficas son de varios tipos:
a) Localización de yuxtaposición o proximidad: si dos objetos tienen la
misma localización o son próximos, podemos esperar que entre ellos
exista alguna relación.
b) Grado de regularidad espacial de eventos a través del tiempo, como, por
ejemplo, procesos de colonización y ocupación del espacio, patrones de
poblamiento en el tiempo asociados con características espaciales de re-
lieve, clima, suelos, etc.
c) Covariación de dos o más variables en el espacio geográfico, como en el
caso en que una alta densidad de rutas corresponde con el área en donde
se encuentran los principales centros de poblamiento, lo cual se puede
combinar con la variable preferencia por residencia, de modo que en
una superficie se p o d r á n observar picos (altos) y valles (bajos) de prefe-
rencia, o áreas favorables y desfavorables.
d) La tendencia regular de una variable en una región.
En la descripción de las relaciones enumeradas, los geógrafos tradicional-
mente utilizaron métodos como la superposición de mapas, para examinar el
grado de correspondencia entre los patrones representados en cada uno, y con
base en esos análisis elaboraban juicios subjetivos sobre la fuerza de las relaciones
entre las variables. Pero, argumentando que el ojo no siempre es el mejor instru-
mento para captar las relaciones espaciales, la "Nueva geografía" incorporó he-
rramientas de análisis más sofisticadas, como los diagramas de dispersión, o las
medidas de correlación, regresión y asociación. El análisis cuantitativo de las rela-
ciones espaciales recurre a técnicas de correlación y regresión simple, modelos de
regresión múltiple, análisis de varianza en superficies y regiones, o modelos de
curva logística y cadenas de Markov para describir y explicar patrones espaciales
de tiempo y difusión (Yeates, 1972).

Ay
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

LOS MODELOS DE INTERACCIÓN ESPACIAL

Una característica importante de la geografía como ciencia espacial es la ten-


dencia a la construcción de modelos espaciales tanto descriptivos como normati-
vos. La necesidad de idealización era corriente a fines de los años sesenta, y se
reconocía la simplificación de la realidad como u n camino obligatorio y seguro
para su comprensión, pues permite prescindir de los detalles que no tienen inte-
rés p a r a la definición y explicación de u n sistema. La simplificación es la clave
para la construcción de modelos de la realidad que se supone presentan formas
generalizadas de la misma, y que aunque son aproximaciones subjetivas y no in-
cluyen todas las dimensiones, sí realzan los aspectos fundamentales de la reali-
dad, evitando los detalles incidentales que dificultan encontrar el orden. En fin,
los modelos se consideran necesarios para integrar los niveles de la observación y
la teoría y para la simplificación, reducción, concreción, experimentación, ac-
ción, extensión, globalización, establecimiento y explicación de teorías (Chorley,
y Haggett, 1971). Chorley y Haggett (1971) hacen una exposición detallada del
uso de modelos socioeconómicos en la geografía de los años sesenta. Tras descri-
bir las funciones de los modelos, su naturaleza y sus características fundamenta-
les, dan cuenta de que la práctica del modelamiento espacial se ha extendido
tanto, que bien se puede considerar que el nuevo paradigma geográfico tiene
como base el uso de modelos. Según los autores citados, la disciplina cuenta con
modelos de geografía urbana y localización de centros de poblamiento, de locali-
zación industrial, de localización de la actividad agrícola, de difusión y de toma
de decisiones locacionales, entre otros. Con el propósito de ilustrar un poco más
las características del discurso geográfico en comentario, se describen a continua-
ción los modelos de potencial de interacción y de gravedad, siguiendo de nuevo
el texto de Abler, Adams y Gould (1971).

El modelo de potencial

El modelo de potencial supone que, dado u n conjunto de centros o lugares


especializados localizados en un determinado contexto espacial, cada centro ten-
drá algún potencial de interacción con cada uno de los otros centros de la región.
La pregunta sobre cuánta interacción se p u e d e esperar nos indica que el concep-
to de potencial sugiere una medida, y que, por tanto, es posible estimar dicho po-
tencial. El modelo utiliza analógicamente las ideas de la física de Newton, y
supone que se pueden esperar entre unidades sociales las mismas regularidades
que se observan entre unidades físicas. Por consiguiente, es lícito pensar que dos
objetos sociales (dos ciudades, por ejemplo), se atraen uno al otro con una fuerza

50
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

gravitacional que varía directamente con el producto de las masas de los objetos y
disminuye en razón del cuadrado de la distancia entre ellos.
Así, aplicando en forma de analogías esas ideas gravitacionales, es posible
derivar una medida de interacción potencial para cada localización, de modo que
el potencial de un punto es simplemente una medida agregada de la influencia
de todos los lugares distantes sobre dicho punto.
Este modelo se puede aplicar al estudio del mercado, la migración, los inter-
cambios de población (commuting), la comunicación y otras clases de problemas.
Por ejemplo, el mercado potencial es u n índice de la intensidad de la interacción
espacial posible entre productores y mercados.
Otro asunto crítico del modelo de potencial es el relacionado con las defini-
ciones de la masa y la distancia. En este modelo, la medida apropiada de la masa
depende de la clase de interacción que se esté considerando. El modelo de mer-
cado potencial, por ejemplo, utiliza como medida las ventas al detalle (minoris-
ta). Pero en otros casos pueden ser la población, las ventas, el poder de compra, el
número de familias, los carros registrados, las camas de hospital, la inversión en
tractores y equipo agrícola, el valor agregado de la manufactura, el producto re-
gional bruto, la circulación de periódicos o la matrícula escolar, entre otras, las
medidas que se utilicen para establecer la masa. En suma, la clase de interacción
estudiada es la que determina el tipo de medida utilizada para definir la masa de
un lugar.

El modelo de gravedad

Este modelo es de gran simplicidad e integra la complementariedad geográ-


fica con la fricción de la distancia. En ciencias sociales ha sido utilizado para ex-
plicar muchas de las variaciones espaciales de los movimientos de personas,
bienes e información. Es una representación de hechos acerca de la interacción
espacial, y sus bases lógicas establecen que dos lugares interactúan entre sí, en
proporción directa al producto de sus masas e inversamente de acuerdo con algu-
na función de la distancia entre ellos. Esto es:
M¿M,
h f-jr1-
a ¡i
en donde / y es el número de interacciones entre i y j durante un período de
tiempo; ¿Les la distancia entre i y j . M es la medida del tamaño o masa del par de
lugares en interacción.

51
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTO, ESTRUCTURAS ESPACIALES Y GEOMETRÍA DEL MOVIMIENTO

El asunto del movimiento de personas, de mercancías o de información so-


bre la superficie terrestre es u n o de los temas dominantes en el discurso de la
ciencia espacial, de m o d o que las preguntas sobre el mismo, sobre su estructura-
ción y sobre la forma de representarlo y explicarlo ocupan buena parte de las ta-
reas de los geógrafos. Los movimientos, de todo tipo, crean estructuras
espaciales que u n a vez establecidas tienen gran influencia en los movimientos
subsecuentes, tal como ocurre con las migraciones que redistribuyen la pobla-
ción en u n período, y de esa forma inciden en los movimientos siguientes de la
misma o en la distribución espacial de centros comerciales en una ciudad, que
afecta la localización de nuevos centros. U n a vez más acudimos a Abler, Adams y
Gould (1972) para presentar u n ajustado resumen de los elementos más signifi-
cativos del discurso geográfico sobre estos aspectos. Los planteamientos funda-
mentales son los siguientes:
1. Las estructuras espaciales están recíprocamente asociadas a los procesos
de movimiento. Todos los movimientos de personas, mercancías o infor-
mación se dan entre nodos y a través de redes.
2. El movimiento se realiza siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. Las cosas
se mueven en la naturaleza para alcanzar una meta haciendo el menor
esfuerzo, y los movimientos ocurren por la ruta más fácil. En el espacio,
el menor esfuerzo se traduce en la reducción de la distancia para ir de un
lugar a otro o en rebajar el costo de mover los objetos; es decir, se persi-
gue la optimización del movimiento.
3. El movimiento se estructura en patrones espaciales de movimiento que
generan redes.
Es posible descubrir cómo se mueven las cosas y establecer las leyes del
movimiento, y por esta vía predecir y controlar eventos sociales y natura-
les. Al descubrir u n principio que gobierne muchos movimientos es posi-
ble considerar todas las implicaciones de dicho principio.
4. La principal preocupación de la sociedad es si las estructuras espaciales
del movimiento, es decir, las redes, permiten el flujo eficiente de perso-
nas, bienes y mensajes, en condiciones de bajo costo, precisión, veloci-
dad y confort. Por eso es pertinente la pregunta sobre cómo aumentar la
eficiencia de las redes existentes, o cómo diseñar redes óptimas para re-
bajar los costos de operación de los usuarios.
5. Para dar respuesta a las preguntas anteriores es necesario construir mo-
delos normativos contra los cuales comparar las redes y los patrones de
movimientos existentes. El grado de coincidencia entre los patrones

52
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

observados y los modelos normativos constituye una medida de la efi-


ciencia de tales patrones.

ANÁLISIS DE REDES Y FLUJOS

Uno de los problemas más importantes en el estudio de los movimientos en


el espacio es el que se deriva de su representación. En efecto, los modelos de mo-
vimiento se construyen con puntos, líneas, áreas y volúmenes, que son la base del
lenguaje cartográfico con el que se elaboran los distintos tipos de mapas. Pero las
técnicas que se utilizan para describir las distribuciones espaciales, como los ma-
pas de puntos, de isopletas o de coropletas, no son adecuadas, dado su carácter
de representaciones estáticas que no permiten mostrar el dinamismo del movi-
miento. Incluso los mapas de flujo, que representan orígenes, destinos y magni-
tud del movimiento no logran satisfacer las necesidades aludidas, pues no se
puede representar en ellos el cambio de los flujos a través del tiempo. Esta situa-
ción, que muestra las limitaciones representativas y analíticas de la cartografía
convencional para hacer análisis de redes y de flujos en el nuevo paradigma, fue
resuelta, en parte, acudiendo a formas más efectivas como las ofrecidas por la teo-
ría de grafos y el análisis de matrices.
Haggett y Chorley (1969) definieron las redes como un conjunto de localiza-
ciones geográficas interconectadas en u n sistema por un número de rutas, y desa-
rrollaron ampliamente el análisis de redes teniendo como base la consideración
de que los distintos sistemas funcionales de flujos, de los que se ocupan tanto los
geógrafos físicos como los geógrafos humanos, tienen en común la propiedad
fundamental de que ocurren a través de u n canal o de una red de canales. Su estu-
dio comienza con el reconocimiento de las redes tal y como existen en el m u n d o
real y con el análisis de su estructura espacial en términos de sus componentes to-
pológicos y geométricos, para luego proceder a su evaluación y optimización, y al
análisis de su crecimiento y transformación en el tiempo.
Para el análisis de las redes (Abler, Adams y Gould, 1972) se desarrollaron
algunas medidas de la estructura de u n a red y sus posibilidades de flujo, y se im-
plementaron técnicas para medir la estructura de una red y la localización rela-
tiva de los lugares dentro de ella. Estas medidas permiten la comparación de
una red con otra en la misma región o en otra diferente, a la vez que la contrata-
ción de una reu empírica con una re«a normativa es consiueraua como mcuio
idóneo para establecer el grado de ajuste de la realidad a los modelos de perfec-
ción o ideales.

53
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Una de las formas más elementales del análisis de redes y flujos es la reduc-
ción de u n a red a un grafo, y la transformación de éste en una matriz de conectivi-
dad (figuras 2, 3 y 4). La teoría de grafos es una rama de la topología
ampliamente desarrollada a partir de los años cuarenta del siglo XX (Haggett y
Chorley, 1969). Los grafos y sus respectivas matrices permiten representar una
red de transportes completa y sus partes como u n sistema total. Un grafo está
constituido por bordes que representan rutas y vértices que indican nodos o luga-
res. Los grafos tienen muchas propiedades en común con las redes de transporte,
como que:
1. Cada red tiene un número finito de lugares.
2. Cada ruta conecta dos lugares diferentes.
3. Un par de lugares es conectado por una sola ruta.
4. Las rutas permiten el movimiento en doble vía.
Como tal, un grafo sólo muestra la posición topológica de un nodo, la cual es
calculada en términos de su posición sobre el grafo, sin tener en cuenta su

Figura 2. Transformación de un mapa de una red de transportes (a) en un grafo (b).


Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

54
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2.


Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

Vértices (V) Lados (E)


I 2 3 4 5 6 7 I 2 3 4 5 6 7 8 9
I "0 0 i 0 0 0 0 I 0 I I I 0 0 0 0 0
2 0 0 I 0 0 0 I 2 i 0 I 1 I 0 0 0 0
3 I I 0 I I 0 0 3 I I 0 I 0 I I 0 0
4 0 0 I 0 I I 0 4 I 1 I 0 0 I 0 I 0
5 0 0 I r 0 0 I 5 0 I 0 0 0 0 0 I I
6 0 0 0 i 0 0 I 6 0 0 I I 0 0 I I 0
7 0 T 0 o I I 0. 7 0 0 I 0 0 I 0 0 I
i
8 0 0 0 I I I 0 0 T
Regiones (R) 9 .0 0 0 0 I 0 1 r 0
I 2 3 4
I 0 I r I
2 I 0 i i / = Conectado
3 I I 0 I 0 = Desconectado
4 .1 I i OJ

Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2.


Fuente: Haggett y Chorley (1969:6).

55
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

posición en el m u n d o real, y por tanto n o se registran ni las coordenadas ni la es-


cala del mismo. La distancia entre nodos no se expresa en unidades métricas sino
mediante los intervalos entre los nodos.
En u n grafo, una ruta conecta dos lugares, y un curso o una trayectoria es el
conjunto de rutas que conecta una serie de lugares diferentes, es decir, en térmi-
nos topológicos, el número de rutas del grafo.
La distancia topológica entre dos lugares es la longitud de la trayectoria más
corta entre los dos. El número asociado de un nodo es la distancia topológica de
ese n o d o al nodo más lejano de la red, de modo que cada nodo tiene u n número
asociado y, topológicamente, el lugar más central en una red es el lugar con me-
nor número asociado, y el mayor número asociado constituye el diámetro de la
red. Utilizando estos conceptos y su definición es posible establecer qué tan bien
conectados están los lugares en una red y cuál es la localización relativa o accesibi-
lidad de los diferentes nodos.
Es conveniente aclarar que el tratamiento de las redes en el contexto de la
teoría de grafos tiene sus ventajas y sus desventajas, reconocidas desde el comien-
zo por los pioneros de su uso en geografía. Haggett y Chorley (1969) identifica-
ron como ventajas el alto nivel de abstracción que se logra con la transformación,
la relativa facilidad con que se puede manipular u n gran número de redes com-
plejas y su gran flexibilidad que permite tratar tanto sistemas físicos como siste-
mas n o físicos. Entre sus desventajas señalaron la simplicidad y la pérdida de
mucha información relevante.
Los grafos se p u e d e n transformar en matrices de conectividad (figura 4).
Una matriz es una disposición de números ordenada en filas y columnas que per-
mite describir una red en la que se identifican orígenes, destinos y sus respectivas
distancias. Los lugares en el grafo identifican las filas y las columnas en la matriz,
cuyos totales de fila y de columna, indican el número de destinos que se pueden
alcanzar directamente desde u n origen en la columna o en la fila, es decir el nú-
mero de rutas servidas por cada lugar.
El análisis de la matriz algebraica permite medir el grado de conectividad de
una red, comparando el número existente de rutas con el máximo número de ru-
tas posibles. Si una red de M nodos representada en u n grafo se transforma en
una matriz M x M ó M 2 , como la de la figura 4, y si se sustraen los valores redun-
dantes de la diagonal, puesto que u n lugar n o se puede conectar con él mismo,
entonces la mitad de la matriz simétrica describe el máximo de rutas posibles, es
decir, Vz (M 2 - M) = fi^,, El número de rutas observadas dividido por el número
de rutas posibles es el índice de conectividad (IC). La contraparte de Rmax es el
número mínimo de rutas posibles para conectar M nodos, o Rmm, que es (M — 1).

56
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Así, el Rmm para 2 es 1, para 3 es 2, y si un nodo no está conectado Rmm = 0. Enton-


ces, el índice de conectividad IC puede variar entre 0 y 1. Como IC = Rutas ob-
servadas/ Rmax, se pueden tener los siguientes casos:
1. No conectividad absoluta = 0 / Rmax = 0;
2. Conectividad mínima = (Ai - 1) / Vz (M2 - M) = 2 / M;
3. Conectividad intermedia = Rutas observadas / ií max ;
4. Conectividad máxima = Rmax I R ^ - 1
Las redes son consideradas como estructuras nodales jerarquizadas, en las
cuales las actividades especializadas de toda índole como negocios, servicios gu-
bernamentales, servicios educativos, servicios bancarios, etc., se concentran se-
gún el nivel jerárquico de cada nodo. Cada actividad en u n nodo mantiene un
conjunto regular de contactos funcionales con actividades relacionadas en otro
nodo. Tales contactos se pueden medir por medio de la dirección y el volumen de
los flujos de carga, pasajeros, llamadas telefónicas, etc. Estos contactos funciona-
les se tornan muy complejos con el paso del tiempo y forman patrones predomi-
nantes en el espacio geográfico que constituyen estructuras organizadoras de la
funcionalidad.
Esas estructuras de funcionalidad son las regiones nodales que se componen
de u n nodo principal y u n área tributaria o zona de influencia, y que pueden con-
tener u n número de pequeñas regiones nodales de orden inferior. Esta estructura
jerárquica en que u n centro o nodo organiza el espacio a su alrededor mediante
las relaciones funcionales es multiescalar. El análisis de los flujos permite revelar
las estructuras jerárquicas que permanecen ocultas para el observador.

LA LOCALIZACIÓN DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS,


EL PROBLEMA LOCACIONAL Y LA TEORÍA LOCACIONAL

Una buena parte del programa de investigación de la geografía a partir de la


segunda mitad del siglo XX estuvo copada por ía que se denominó la "teoría lo-
cacional". Muchas de las teorías geográficas acerca de la localización tienen ante-
cedentes remotos en ideas que fueron desarrolladas primero por los economistas
alemanes T h ü n e n , Weber y Losch, quienes se interesaron por una teoría econó-
mica con fundamentos espaciales.
La otra fuente importante del nuevo discurso fue la "teoría de los lugares
centrales" desarrollada p o r el geógrafo alemán Walter Christaller. Por ser de gran
importancia para la comprensión del discurso de la teoría locacional, en seguida
se describen brevemente las características esenciales de estos modelos.

57
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

hSXVrtfTREsS/JV
,^>-
Mercado del poblado

" ~""j Hortalizas ; granjas


lecheras
Productos forestales

|i¡i!i|i!í'i! Producción de gramíneas


1i, 1111 iI , , • , . ,
' l i ' 1 " (mas intensiva)
Producción de gramíneas
(menos intensiva)
Producción de gramíneas
(la menos intensiva)
Pastoreo de ganado

^ V E S T R U S ^

Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de V. Thünen.


Fuente: Butler (1986: 98)

El modelo de Von T h ü n e n (figura 5) sobre el uso de la tierra agrícola es con-


siderado como el primero en tener en cuenta los aspectos espaciales para expli-
car la ubicación económica. El origen del modelo se remonta a 1826 cuando
Christaller publicó el trabajo El Estado aislado, basado en sus observaciones sobre
el escenario económico en el norte de Alemania, en el que notó y se preguntó por
qué los lotes de tierra con idénticas características ambientales tenían diferentes
usos (Butler, 1986), asunto que ponía en duda la teoría de la renta económica de
David Ricardo basada en las diferencias del medio ambiente.
Von T h ü n e n partió de la idea de que todas las personas tienen el mismo com-
portamiento económico, hábitos de consumo similares y conocimiento completo
de las condiciones del mercado, a la vez que buscan racionalmente obtener el má-
ximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Supuso la existencia de un Estado aislado
del resto del mundo, constituido por un poblado grande con funciones de comer-
cio, rodeado de una planicie isotrópica de fertilidad homogénea, un ambiente
homogéneo, un sistema de transporte único (el carro con caballo), población uni-
forme de agricultores que proveen el poblado y recursos distribuidos uniforme-
mente. La variable única del modelo de uso de la tierra fue la distancia entre una
granja y el pueblo, y "mostró que la renta está generada por el factor de la

58
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

distancia, incluso si se supone que el medio ambiente es el mismo en todas partes. A este
tipo de renta se le aplica el término de renta de ubicación" (Butler, 1986: 91.
Énfasis de Butler). De tales condiciones hipotéticas surgió un modelo de uso agrí-
cola constituido por zonas especializadas y concéntricas alrededor del centro de
mercado. En dicho modelo, el costo del transporte aumenta con la distancia de
las granjas al mercado, de modo que los rendimientos o rentas obtenidas por el
agricultor son mayores en la medida en que éste se localiza más cerca al mercado.
Más tarde, T h ü n e n introdujo algunas modificaciones al modelo. Éstas in-
cluían (Chorley y Haggett, 1971: 414) un río navegable, con transportes más rá-
pidos y costos equivalentes a la décima parte del transporte por tierra, u n centro
de mercado secundario con su propia zona de influencia, y la diferenciación zo-
nal en la fertilidad de las tierras de la llanura que rodea al centro principal.
La teoría locacional de Alfred Weber está relacionada con la localización de
la industria mediante la solución del costo mínimo y de la distancia como variable
clave para explicar la variación espacial en la renta económica respecto de la ofer-
ta y la demanda. Basado en la observación del escenario económico del norte de
Alemania, que para las primeras décadas del siglo XX experimentaba u n proceso
de industrialización, Weber publicó en 1909 u n modelo aplicado a la localización
de la manufactura en el que intentaba desarrollar u n a teoría pura aplicable en
cualquier lugar dentro de cualquier sistema social o político (Butler, 1986).
El modelo de Weber utiliza los costos de la distancia y el transporte como la
variable principal, y asume los centros de mercado como fijos en el espacio; pero,
a diferencia del modelo de Thünen, sus supuestos de partida no consideran u n
espacio o ambiente natural homogéneo, sino uno en el que algunos recursos,
como el carbón y el hierro, están localizados espadalmente en forma irregular, en
tanto que otros, como el agua, la arena, la arcilla y la piedra, son ubicuos. Estos re-
cursos o materias primas pueden ser más o menos móviles según pierdan o ganen
peso en el proceso de transformación.
En este espacio o ambiente heterogéneo los empresarios localizarán sus in-
dustrias en los puntos de costo mínimo, que resultan de la relación entre los cos-
tos de transporte, de la mano de obra y de la aglomeración. Como el costo de los
transportes es una función del peso y la distancia, entonces el punto de menor
costo de transporte es aquel en el que se d a n los mínimos desplazamientos de ma-
teria prima desde sus lugares de origen y de los productos terminados al mercado
(Chorley y Haggett, 1971). Weber (Butler, 1986: 103) "observó que la localización
de la producción orientada a la transportación está relacionada tanto con la dis-
tancia a los recursos localizados como con la distancia al mercado... y reconoció
que la localización de la planta está influenciada algunas veces por otros dos

59
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

factores: diferencias espaciales en los costos de la mano de obra y eficiencia de la


aglomeración de la empresa".
El modelo de Weber (figura 6) utiliza el triángulo de localización de Laun-
hardt (Chorley y Haggett, 1971), en el cual la solución locacional para una planta
manufacturera que produzca un solo producto es el punto geométrico que repre-
senta el menor costo (Butler, 1986). Para mostrar lo relativo a la mano de obra,
que no consideró invariable espacialmente sino como un factor de costos diferen-
ciales y como un factor subsidiario de la ubicación, Weber utilizó una gráfica en la
que alrededor del punto P de costo de transporte mínimo se trazan las líneas con-
céntricas de igual valor llamadas isodapanes -donde todo se iguala-, que muestran
cómo los costos totales de transporte se incrementan con el aumento de la distan-
cia al punto P (figura 7). La isodapan cuyo valor es el mismo que el de los ahorros
en el costo de la mano de obra se denomina isodapan crítica.
Otro factor subsidiario de localización considerado por Weber es el generado
por los efectos de la aglomeración. Este factor se refiere a que unas empresas se

P = Punto de producción
C = Punto de consumo
M I = Localización de la fuente de material 1
M2 = Localización de la fuente de material 2
A, b y c son distancias
X, y y z reprsentan los "jalones" ejercidos por las esquinas
respectivas del triángulo de ubicación

Figura 6. Triángulo de ubicación industrial en el modelo de Weber.


Fuente: Butler (1986:104)

60
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

= Punto de producción con costo


de transporte mínimo
s = Costo de la mano de obra
LI = Fuente de mano de obra
de bajo costo
L2 = Fuente de mano de obra de bajo
costo con incremento de costos
por transporte
M I = Localización de la fuente
de material 1
M2 = Localización de la fuente
de material 2
= Punto de consumo

Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber.


Fuente: Butler (1986: 108)

pueden favorecer en sus beneficios por el hecho de localizarse j u n t o a otras con


las que comparte mano de obra especializada, servicios y mercados. Los benefi-
cios que se logran por los ahorros del efecto de aglomeración se saturan en el mo-
mento en que la congestión y la competencia por la tierra elevan los otros costos
(Butler, 1986).
Las principales críticas al modelo de Weber se relacionan con el hecho de
que, además de sobreestimar los efectos espaciales de la demanda, no se valora-
ron los cargos terminales en el transporte ni los ahorros que se obtienen cuando
se manejan cargamentos grandes. Igualmente se criticó por su restricción a unos
pocos recursos, por no tener en cuenta la posibilidad de operar plantas múltiples,
por no contemplar la relación entre el precio y la disponibilidad del producto ni
considerar las implicaciones de las economías de escala. Pero estas limitaciones
eran plenamente reconocidas por el autor como necesarias para lograr la cons-
trucción de una teoría general y abstracta, aplicable a casos reales. Como lo ex-
presa Butler (1986: 109), "el modelo weberiano representa, como todos los
modelos, un compromiso entre la generalidad abstracta y su aplicabilidad al
m u n d o real. Enfatizando la importancia de la ubicación de recursos masivos y lo-
calizados, él pudo dar una buena explicación respecto a los patrones espaciales
de las industrias de manufactura pesada...".

fe
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La teoría del geógrafo alemán Walter Christaller, publicada en 1933, se rela-


ciona con la distribución espacial de la demanda del consumidor y los patrones
de ubicación de los servicios, y con la distribución espacial y las funciones de los
centros urbanos; marca los inicios de la llamada "teoría del lugar central", y se
p u e d e considerar como u n complemento de la teoría de Von T h ü n e n (Butler,
1986). Butler (1986: 110) señala que "el modelo de lugar central de Christaller
ayuda a explicar dos aspectos interrelacionados del desarrollo urbano: (1) la ubi-
cación de los asentamientos humanos como centros óptimos de distribución para
los servicios y ciertas mercancías, y (2) la forma en la cual estos servicios y mercan-
cías se distribuyen dentro del sistema espacial de los lugares urbanos".
En el modelo de Christaller, las ciudades y poblados son centros de intercam-
bio que tienen como función abastecer de bienes y servicios a sus propios habitan-
tes y a los que se encuentran en su área de influencia; es decir, son lugares
centrales con respecto a su área de influencia o de mercado. Las actividades

(ip Lugar central de pi'imer orden (ciudad grande)


• Lugar central de segundo orden (ciudad pequeña)
O Lugar centi-al de tercer orden (poblado)
• Lugar central de cuarto oi'den (caserío)
— Rutas de transporte en linea recta que conectan
las grandes ciudades

Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo de W. Christaller.


Fuente: Butler (1986: 121)

62
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

comerciales y de servicios prestadas por cada centro se organizan en una jerar-


quía determinada por la frecuencia de su uso y la demanda.
Como cada bien o servicio requiere u n determinado número de consumido-
res para que sea rentable, se espera, según el modelo, que aquellos productos de
alta demanda, uso muy frecuente y costos bajos se ofrezcan en todos los centros,
como ocurre con el pan, la leche y los servicios de peluquería; en tanto que los
productos de menor demanda, uso menos frecuente y costo más alto se ofrezcan
sólo por un número reducido de empresas en algunos centros que cubren áreas
de mercado más amplias, verbigracia las ventas de automóviles y algunos servi-
cios muy especializados. Puesto que los consumidores, en cada caso, sólo están
dispuestos a costear cierta distancia para adquirir lo que demandan, y como los
bienes sólo se pueden transferir dentro de cierto rango de distancia sin que se
pierda su rentabilidad, la relación entre estas dos variables define el área de mer-
cado o región complementaria servida por cada centro.
De acuerdo con los anteriores supuestos (Méndez, 1997), los lugares centra-
les se jerarquizan según sus funciones y sus áreas de mercado, tendiendo a una
distribución espacial regular, con cada centro generando un cono de demanda y
un área de mercado de forma circular. Como esas áreas circulares dejan intersti-
cios sin servir, el modelo se ajusta a formas hexagonales, consideradas como las
más eficientes para abastecer a toda la población con el menor número de lugares
centrales. Así, las áreas de mercado se articulan unas a otras formando redes je-
rarquizadas de centros dispuestos regularmente dentro del territorio (figura 8).
En el discurso de la geografía como ciencia espacial, la explicación de la loca-
lización geográfica de las actividades humanas y de los patrones espaciales es-
tructurales resultantes se basa en el análisis de los procesos de toma de decisiones
espaciales por los actores. El asunto de la toma de decisiones acerca de la localiza-
ción o "problema locacional" se resuelve de manera distinta por las diferentes co-
rrientes teóricas de la geografía. Para el caso que ahora nos ocupa, el nuevo
paradigma asumió u n modelo normativo en el que los tomadores de decisiones
son actores públicos o privados racionales, que buscan minimizar el esfuerzo y al-
canzar el máximo beneficio.
El tomador de decisiones, considerado dentro de u n modelo ideal o normati-
vo y no en el m u n d o real, es un individuo o una firma constituida por individuos;
es un actor racional con conocimiento completo de la información que afecta las
decisiones locacionales. Este actor toma decisiones racionales con base en infor-
mación, tratando de alcanzar el máximo beneficio posible. Su comportamiento
es el de un homo economicus que busca optimizar el factor locacional y su inciden-
cia en la generación de renta. Los patrones espaciales o estructuras locacionales
son el resultado de las decisiones de los actores económicos, de modo que para

63
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

p o d e r explicar dichos patrones es necesario penetrar en los procesos de toma de


decisiones que los originan.
El "problema locacional" (Abler, Adams y Gould, 1972) incluye preguntas del
siguiente estilo: ¿Por qué están estructuradas las distribuciones espaciales de una
forma determinada? ¿Cómo los tomadores de decisiones públicos o privados de-
ciden localizar algunos objetos en el espacio geográfico, como por ejemplo un
buzón de correos, una taberna, una librería, una planta de energía o cualquier
otra cosa? ¿Qué criterios son importantes en una decisión, y qué tipo de patrones
de distribución se crean cuando se toman decisiones de localización en forma ra-
cional y deliberada? ¿Qué patrones de localización surgirán si los tomadores de
decisiones no están perfectamente informados o actúan en forma azarosa? ¿Cuál
es el óptimo locacional para una nueva localización, teniendo en cuenta las es-
tructuras locacionales, del mismo tipo o complementarias, ya existentes?
El problema locacional que se ha venido describiendo es variado y complejo
en su temática y en su escala geográfica. Abler, Adams y Gould (1972) y Haggett
(1976) plantean que el estudio de la localización de las actividades humanas se
enfoca, p o r una parte, en la conducta locacional o espacial de individuos, empre-
sas o gobiernos, y por otra, el énfasis se hace en el examen de los patrones de lo-
calización que tales actores crean. Ambos tipos de investigación se pueden
e m p r e n d e r en cualquier escala espacial micro, meso o macro, desde un vecinda-
rio, la ciudad, la región, la nación o el m u n d o . Si los estudios locacionales tienen
un sesgo económico, se debe al hecho de que la mayor parte de las actividades
humanas tienen este componente, pero esto no implica que obligatoriamente se
tengan que reducir a los asuntos económicos.
Las decisiones de localización afectan el interés público y el privado, por lo
que es necesario investigar los efectos de las localizaciones y si en la toma de deci-
siones debe primar el interés público o el privado. Es válido preguntarse, por
ejemplo, ¿cómo afecta a una determinada localidad la localización de una planta
industrial, un basurero, una estación de suministro de gasolina, una estación de
policía, etc.? ¿Cómo se afectan los valores de las propiedades? ¿Aumentará la
congestión del tránsito y los niveles de contaminación? Del mismo modo, es im-
portante tener en cuenta que la localización bajo el capitalismo de libre empresa
produce desequilibrio entre regiones en las oportunidades económicas: la indus-
tria incrementa la aglomeración, y las decisiones de localización se orientan hacia
las regiones de mayor crecimiento porque ofrecen más ventajas al capital y al ca-
pitalista interesado en maximizar los beneficios.
La investigación geográfica de estas situaciones problemáticas implica la des-
cripción y el análisis de la toma de decisiones espaciales locacionales, que unas
veces tratan de maximizar un valor como la renta por hectárea, el disfrute

64
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

familiar o los beneficios netos por año, y otras intentan minimizar algún aspecto
como el desempleo, los costos de transporte o los costos de operación de una em-
presa, el esfuerzo o la distancia para acceder a un lugar, etc. En todos los casos, el
discurso teórico locacional considera eventos de cualquier clase, en diferentes es-
calas y en distintos niveles de desarrollo económico, los cuales son susceptibles de
una aproximación abstracta y normativa, suponiendo que es posible descubrir las
leyes de la localización y formular teorías dentro de un marco general de propie-
dades espaciales.

EL CASO DE LA GEOGRAFÍA ECONÓMICA COMO "CIENCIA ESPACIAL"

U n a de las aplicaciones más importantes de la nueva ciencia espacial de ca-


rácter positivista es la desarrollada por la geografía económica, que centró su ob-
jeto de estudio en la integración espacial y en la denominada "teoría locacional"
(Barnes, 2001), y que llevó a geógrafos y economistas a interesarse por la explica-
ción de relaciones espaciales a partir de las teorías económicas llamadas "neoclá-
sicas". Las características más importantes del nuevo discurso de la teoría
locacional en la geografía económica se exponen en los párrafos que siguen, to-
mando como fuente el texto Location and change de Healey e Ilbery (1990).
La geografía económica como teoría locacional se interesó en desarrollar ge-
neralizaciones y principios para buscar y explicar regularidades en los patrones
espaciales de la actividad económica, y para ello asumió que 1) existe u n orden
identificable en el m u n d o material; 2) las personas son agentes que toman deci-
siones racionales y que responden de la misma forma ante estímulos iguales; 3)
las personas que toman decisiones económicas están completamente informadas
y buscan obtener el máximo beneficio, y 4) la actividad económica se desarrolla
en u n ambiente de libre competencia y dentro de un marco espacial uniforme o
isotrópico. El énfasis se enfocó en el desarrollo de modelos y teorías dentro de un
contexto espacial, para lo cual la teoría económica neoclásica suministró los fun-
damentos teóricos que sustentaron modelos de actividad económica. Dichos mo-
delos de carácter inductivo, entre los que se cuentan los más conocidos de von
T h ü n e n (1826) sobre el uso de la tierra agrícola, de Christaller (1933) sobre la
teoría de los lugares centrales, y de Weber (1909) sobre la localización industrial,
fueron tomados como base para generar nuevos modelos normativos mediante
procedimientos de razonamiento deductivo y no a partir de la observación
empírica.
Esos modelos no mostraban la realidad, ni pretendían mostrarla, sino que es-
tipulaban patrones espaciales de agricultura, industria y servicios que deberían

65
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

presentarse desde unos supuestos dados acerca de los procesos que regulan y orde-
nan las distintas actividades económicas en el espacio. Utilizando a menudo proce-
dimientos matemáticos y estadísticos, geógrafos y economistas diseñaron modelos
de localización óptima, en los que la distancia fue considerada como la variable ex-
plicativa principal, al tiempo que se minimizaron otros factores locacionales, tales
como las condiciones ambientales o los desequilibrios demográficos, considerados
como ruido dentro de los modelos, por no tener suficiente significancia locacio-
nal. Este tipo de geografía económica supuso también que la explicación de los
patrones espaciales considerados debía encontrarse dentro de los patrones espa-
ciales mismos y no en el contexto local, regional o global en el que se desarrollan
las actividades económicas; es esta descontextualización la que permite no tener
en cuenta la influencia de factores externos de carácter social, cultural, económi-
co, político o del ambiente fisio-biótico.
Los principales conceptos que articularon el discurso de la geografía econó-
mica como ciencia espacial los organizó De Souza (1992: 15-21) bajo los aparta-
dos de propiedades del espacio, procesos espaciales y estructuras e interacción
espacial, y se resumen así:
Propiedades del espacio. Algunas veces los geógrafos consideran el espacio
como tridimensional (volumen), otras como espacio unidimensional (una línea
entre dos puntos), pero la mayoría de las ocasiones lo representan en dos dimen-
siones (mapas). El espacio se puede considerar como abstracto o como concreto.
Como abstracto es isotrópico e independiente de cualquier referencia a la super-
ficie terrestre y permite elaborar modelos idealizados de estructuras y organiza-
ción. Como espacio concreto corresponde a la actual superficie de la tierra con
toda la variedad y diferenciación del m u n d o real.
La descripción, la definición y la medida del espacio requieren pocos ele-
mentos. Una representación bidimensional del espacio abstracto se puede sol-
ventar mediante puntos, líneas y áreas, a partir de los cuales es posible definir los
conceptos básicos de distancia, dirección y conectividad, o los de aglomeración y
accesibilidad como extensiones del concepto de distancia (figura 7). Tales con-
ceptos y sus extensiones son absolutos cuando se aplican en una superficie isotró-
pica. En el espacio concreto también se p u e d e n aplicar medidas absolutas o
relativas. Así, por ejemplo, la localización relativa p u e d e ser medida en términos
de los costos o del tiempo requerido para vencer el obstáculo de la distancia. Esos
costos son definidos como fricción de la distancia.
Procesos espaciales y estructura espacial. Por proceso espacial se entiende un
movimiento o flujo en el espacio, o una localización estratégica de u n objeto. La
estructura espacial se refiere a la organización interna de u n a distribución de ele-
mentos u objetos espaciales; estas estructuras limitan, canalizan o controlan los

66
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

procesos espaciales. Por ejemplo, se puede afirmar que todo movimiento en el


espacio se da entre nodos a través de redes, por lo que los atributos de localiza-
ción, distancia, accesibilidad o conectividad son asuntos críticos para cualquier
elemento del sistema, de modo que la estructura es un determinante de los pro-
cesos y éstos, a su vez, son determinantes de la estructura.
Interacción espacial. Los flujos de mercancías, personas e información se re-
conocen como interacción espacial, fenómeno cuya cantidad tiende a decrecer
con el aumento de la distancia. Este es un principio conocido como distance-decay
effect y se considera válido para toda clase de cosas en todas las escalas geográfi-
cas. La interacción es también una función del tamaño de los nodos del sistema
espacial, de donde se desprende la importancia del concepto de jerarquía. Para la
explicación de la interacción espacial se desarrollaron los conceptos de comple-
mentariedad, oportunidad de intervención y transferibilidad, bajo la hipótesis de
que el movimiento entre dos lugares es una función de la oferta de bienes o servi-
cios en u n lugar y de la d e m a n d a por esos mismos bienes y servicios en otro lugar
(complementariedad); de la oportunidad de intervención de otro lugar, y de la
razón costo-distancia (fricción de la distancia). Se supone que el incremento de
los costos del movimiento con la distancia tiene u n umbral más allá del cual la
transferibilidad se hace imposible a pesar de la complementariedad o de la au-
sencia de oportunidades de intervención de otros lugares. Dada la importancia
de los conceptos de complementariedad, de oportunidades de intervención y de
transferibilidad para comprender los fundamentos de la integración espacial, a
continuación se expone más a fondo el significado de los mismos, siguiendo el
texto de Able, Adams y Gould (1972).
La complementariedad es u n requisito básico para la integración espacial.
Para que entre dos lugares haya interacción se necesita que u n producto tenga de-
manda en u n o y oferta en el otro. Por ejemplo, si en la ciudad A se demanda carne
y en la ciudad B se ofertan cereales, en este caso la oferta y la demanda no son
complementarias, y los cereales no fluyen de B hacia A porque se d e m a n d e carne
en A. Sin complementariedad, los movimientos y la interacción espacial no tie-
nen lugar.
La complementariedad entre lugares puede generar intercambio sólo en el
caso de que u n tercer lugar tenga oportunidad de intervención. Así, si se conside-
ra el movimiento entre A y B, es necesario tener en cuenta cualquier lugar C entre
A v B rme nijerja a e r u a r r> i n t e r v e n i r r n m n orí tren o d e s t i n o a l t e r n a t i v o , ármeme n o
siempre esa oportunidad de intervención anula la interacción a larga distancia,
pues puede ser complementario y constituir una red con los otros centros.
La transferibilidad o "fricción de la distancia" es u n a medida en tiempo real
y en costos monetarios. Si el tiempo y los costos de atravesar u n a distancia son

67
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

muy grandes, es posible que el movimiento no tenga lugar a pesar de la perfecta


complementariedad y de la ausencia de oportunidades de intervención. La
transferibilidad difiere entre lugares, entre clases de movimientos y entre mo-
dos de movimiento, y es muy cambiante a través del tiempo como consecuencia
de los cambios en las condiciones tecnológicas y en los costos del transporte. Mer-
cancías que anteriormente eran circunscritas al consumo en áreas de mercado
pequeñas, hoy son transferibles a muchos lugares del m u n d o gracias a que se ha
rebajado su costo de transporte. Un buen ejemplo es el de las cervezas que pue-
den ser distribuidas desde un centro en una amplia área de mercado de carácter
mundial.
En resumen, cuando la interacción espacial ocurre es porque se cumplen las
condiciones de complementariedad, oportunidad de intervención y transferibili-
dad. Y si dos lugares no están en interacción, podemos considerar u n o o más de
esos factores como la razón de dicha situación.
Desde luego, el discurso de la geografía como ciencia espacial no cubrió sólo
la geografía económica. Como ya se indicó, el nuevo paradigma tuvo pretensio-
nes unificadoras, y las categorías, los conceptos, y el método fueron transferidos a
todos los subcampos, tanto del orden físico-biótico como del dominio de la geo-
grafía humana. En geografía física, el positivismo lógico sentó sus reales con más
complacencia y menos sentido crítico que en la geografía humana (Bauer, 1999),
y el concepto de espacio absoluto p u d o convivir con el de espacio relativo mode-
lado en términos de sistemas, redes, nodos y superficies. La geografía física, espe-
cialmente la geomorfología, fue pionera en la incorporación de la teoría general
de sistemas como marco teórico y metodológico, el cual fue rápida y ampliamen-
te aceptado (Bauer, 1999). Como rama de la geografía, la geografía física también
hace énfasis en las relaciones espaciales, entendidas como la disposición sistemá-
tica de los elementos ambientales en patrones regionales sobre la superficie te-
rrestre, y pretende explicar las causas de esos patrones (Strahler y Strahler, 1992);
utiliza modelos dinámicos de procesos espacio-temporales y apela a métodos
geoestadísticos para hacer predicciones espaciales (Wilson y Burroug, 1999). En la
actualidad, la geografía física permanece orientada metodológicamente por el po-
sitivismo, en tanto que la geografía humana se acerca cada vez más a los métodos
no positivistas de las ciencias sociales. Este hecho hace que la unificación de la geo-
grafía en un discurso único sea difícil de lograr, pues en vez de una convergencia
metodológica entre los dos grandes campos, se nota una continua divergencia
que las propuestas de utilización de métodos múltiples parecen no resolver.

68
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

CRÍTICA

Desde los años setenta las críticas a la "ciencia espacial" se hicieron sentir con
rigor, particularmente desde orillas filosóficas opuestas al positivismo lógico
como el marxismo, la fenomenología y las epistemologías posmodernistas. Las
razones de la crítica son varias y se refieren a su pretendida objetividad, a su mar-
cado carácter abstracto, lo mismo que a su alejamiento de la realidad social y sus
compromisos con los intereses de las clases sociales en el poder. Haber concentra-
do sus esfuerzos científicos en las estructuras espaciales como si ellas fueran autó-
nomas, autosuficientes y ahistóricas le valió la asociación de su práctica con u n
verdadero "fetichismo espacial" (Gregory, 1994).
El descontento de algunos geógrafos con la geografía cuantitativa era algo
común en las discusiones internas de la misma disciplina, a mediados de la déca-
da del setenta. Para ilustrar el caso podemos traer a colación las quejas de Brian J.
L. Berry, uno de los más connotados representantes de la "nueva geografía", so-
bre las limitaciones de la "ciencia espacial" y de los peligros que se corrían al con-
siderar el carácter simple y ordenado del espacio isotrópico que dominaba en la
teoría locacional, j u n t o con el uso indiscriminado de técnicas estadísticas como
los análisis de correlación, de regresión, factoriales y otros semejantes, bajo el su-
puesto, también erróneo, de la linealidad y la independencia de las variables con-
sideradas, tal como lo reflejaban muchos estudios de geografía humana. En
efecto Berry (1975: 13-15) expresa su insatisfacción en los siguientes términos:
Pensando acerca de las implicaciones de las teorías del campo espacial, me había
ido sintiendo más frustrado cada vez respecto de lo que con demasiada rapidez se
había convertido en geografía estadística "tradicional", con su descuidada utili-
zación de la estadística deductiva convencional y de las medidas de asociación en
la investigación geográfica, sin prestar atención alguna a la validez de sus presun-
ciones. ... Al propio tiempo, los "nuevos" ambientalistas -verdaderos ecoactivistas
de nuestros días- venían señalando lo irrelevante que resulta teorizar sobre el
plano uniforme tan querido de los teóricos de la localización... De aquí que el
plan de mi trabajo consista en expresar, en primer lugar, la naturaleza de mi ac-
tual insatisfacción respecto del estado en que se encuentra la geografía estadísti-
ca. Las conclusiones obtenidas de tal estudio crítico conducen naturalmente
hacia una preferencia filosófica por una "metageografía del proceso", la cual, a su
vez, lleva hacia un paradigma de la gestación de las decisiones ambientales y de
localización en los sistemas complejos, por el que yo me inclino, como orienta-
ción directriz para la próxima generación de investigación geográfica.

Haggett y Chorley (1971), quienes fueron, sin duda, responsables directos de


los desarrollos más significativos de la geografía como ciencia espacial, no fueron
tampoco ajenos a las críticas que desde entonces se hacían a los modelos y teorías

69
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

simplificadoras. Su mirada se dirigía precisamente al fundamento del paradigma


mismo que consideraba que la complejidad de la realidad sólo era abordable me-
diante la simplificación. Ellos (Haggett y Chorley, 1971: 17), advertían que:
El peligro de la generalización desorbitada y del desprecio por los aspectos parti-
culares ha sido avisado por muchos filósofos, que han considerado que la reali-
dad es demasiado compleja para ser susceptible de racionalizarse por analogías y
que se han preguntado si realmente la utilización de modelos distorsiona excesi-
vamente el proceso de la razón.

El geógrafo marxista Richard Peet (1998: 32-33) hace énfasis en el carácter


instrumentalista de la geografía cuantitativa y recoge el sentido general de las crí-
ticas en la siguiente forma:
A pesar de su gran funcionalidad, la geografía humana como ciencia espacial fue
aislada de la ciencia social en general, que tuvo dificultades para reconocer la sig-
nificancia de "toda esta teoría acerca del espacio". La revolución espacial también
produjo un dualismo entre espacio y ambiente, irónicamente en el momento en
que los problemas ambientales ganaban importancia (geografía como el estudio
de los efectos sociales sobre la naturaleza).

Aunque sin pretender hacer una crítica profunda y detallada de la geografía


económica de orientación locacional, se puede señalar que los principales repa-
ros a su discurso, los cuales se pueden hacer extensivos a la geografía como "cien-
cia espacial", hacen notar su carácter descriptivo más que explicativo de casos
empíricos de escala micro en firmas económicas, fincas u oficinas y no en sistemas
económicos, al mismo tiempo que resaltan su desvinculación del m u n d o real de
las condiciones sociales, dado el carácter esencialmente abstracto de sus modelos.
Un resumen (Healey e Ilbery, 1990) de las que se consideran como las princi-
pales limitaciones de dichos modelos se presenta en la siguiente lista:
1. Los supuestos neoclásicos de hombre económico, la maximización del be-
neficio, el conocimiento completo y la capacidad perfecta para utilizar y
manejar la información por parte de los actores económicos es insosteni-
ble, puesto que las razones no económicas también son importantes para
comprender la conducta o el comportamiento económico. Los modelos
basados en estos supuestos no consideran que el conocimiento de la gente
es imperfecto; que todos los actores no tienen la misma oportunidad de
acceder a la información, ni de comprenderla y manejarla para tomar de-
cisiones, así la información esté a su disposición. Por otra parte, tales mo-
delos no tienen en cuenta elementos esenciales en la conducta espacial
humana como las motivaciones, las preferencias, las percepciones, las ac-
titudes y las valoraciones que los individuos hacen de los distintos

70
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

ambientes, e ignoran los condicionantes históricos y contextúales que


afectan la toma de decisiones. Estos modelos desconocen la variedad de
respuestas humanas ante un mismo estímulo y naturalizan el concepto
de hombre económico, pues asumen que u n individuo siempre respon-
de de forma natural y única a la misma clase de estímulos.
2. La mayor parte de estos modelos carecen de contenido empírico y no
son realistas. Como ya se expuso, los modelos normativos se basan en el
"deber ser" y en espacios ideales y abstractos que no describen ni expli-
can la realidad existente.
3. No es posible derivar explicaciones sobre los patrones espaciales y su va-
riación desde dentro de los mismos patrones, porque muchas de las cau-
sas que los generan son externas a ellos. Por tanto, las explicaciones en el
ámbito de la firma carecen de valor explicativo real, pues desconocen los
factores contextúales de escala que estructuran tales patrones.
4. La mayor parte de los modelos son estáticos, y la teoría no permite pre-
decir los cambios sociales y económicos que ocurren en el m u n d o real.
Ésta es una limitación que pone en entredicho una de las principales as-
piraciones de la ciencia espacial positivista, que tiene el objetivo de ser
una ciencia explicativa y predictiva, mediante teorías, leyes y modelos
espaciales.
5. Los modelos neoclásicos ignoran la historia y la posición de las firmas
dentro del sistema económico en las diferentes escalas geográficas. La
conducta locacional se aisla de su contexto histórico, pretendiendo ex-
plicar las decisiones fuera de los condicionantes del modo de produc-
ción o formación económica dentro de la cual se realiza la actividad
económica. _
6. Los modelos locacionales se consideran independientes de la realidad
económica y cultural, sin tener en cuenta que son los procesos sociales y
sus relaciones los que tienen una forma espacial, y que no existe ningún
proceso espacial en sí mismo. Estos modelos deberían referirse a los con-
textos sociales en que fueron creados y solamente a esa situación particu-
lar, sin pretensiones de generalizar. Dado que la generalización está
viciada por el carácter aislado y particularista de los modelos, las preten-
siones de construir teorías a partir de los mismos carecen del suficiente
rigor científico.
Otra fuente de críticas a los modelos mormativos y mecanicistas de la interac-
ción hombre-medio ambiente es la de algunas de las vertientes de la geografía del
comportamiento desarrollada a comienzos de los años sesenta. La insatisfacción
con estos modelos llevó a algunos geógrafos a proponer que una comprensión

71
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

profunda de la interacción hombre-medio ambiente sólo se podía alcanzar por


medio del análisis de los procesos psicológicos a través de los cuales el hombre co-
noce el ambiente donde vive, y mediante el examen de la forma en que esos proce-
sos influyen sobre el comportamiento resultante.
C o m o consecuencia de lo anterior, la teoría locacional ha introducido varia-
ciones considerables, y en varios casos los modelos normativos basados en el
concepto de homo económicas han sido remplazados p o r modelos probabilísticos
que asumen la toma de decisiones como un asunto con alto grado de incerti-
d u m b r e y riesgo, en contextos poco o nada conocidos por los individuos. Se
p u e d e citar como ejemplo la aplicación analógica de la "teoría de los juegos"
como u n a estructura conceptual normativa para analizar la toma de decisiones
espaciales como u n problema complejo, en el que el individuo asume el papel
de u n j u g a d o r y el ambiente o naturaleza es considerado u n adversario poco co-
nocido y frente al cual se p u e d e n escoger varias estrategias para vencer o para
minimizar el riesgo.
Otros modelos probabilísticos se enmarcan en estructuras descriptivas no
normativas, asumiendo que si bien es cierto que en un alto nivel escalar es posible
descubrir regularidades en el comportamiento, en escalas pequeñas e individua-
les nunca se reúnen las condiciones de la conducta racional y la información
completa.
La corriente comportamental hace énfasis en la toma de decisiones en el
ámbito individual, y da mucha importancia a lo actuado y a las actividades que se
desarrollan dentro de la mente. Se parte de la afirmación de que las leyes morfoló-
gicas que describen los patrones geométricos son insuficientes para comprender
cómo se han formado dichos patrones espaciales, y se argumenta que los procesos
sólo se pueden descubrir si se dirige la atención hacia las actividades de toma de
decisiones en que están involucrados los agentes creadores de los patrones. El ra-
zonamiento seguido por esta geografía del comportamiento es de carácter induc-
tivo y descriptivo, y se enfoca sobre dos grandes campos de investigación
relacionados con el análisis del comportamiento espacial y con la percepción del
ambiente, temas que fueron abordados principalmente por una corriente de ca-
rácter empírico y otra de carácter humanístico.
A la categoría de los estudios empíricos pertenecen los que hacen énfasis en
los procesos de toma de decisiones por las que los seres humanos se ajustan a los
riesgos naturales. Los primeros trabajos se iniciaron en la Universidad de Chica-
go con el objetivo de mejorar la planificación y manejo de las planicies inunda-
bles, y se basaron en un tipo de agente geográfico definido como un animal
racional con limitaciones, alejado del ideal del homo económicas. Este agente geo-
gráfico busca u n grado de "satisfacción" en vez de una decisión "óptima".

72
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Los estudios empíricos demostraron mucho interés por la observación de la


conducta humana y la construcción de modelos inductivos de los procesos que
operan en la mente del actor, con la premisa de que el conocimiento de las actitu-
des facilita la predicción del comportamiento. El supuesto básico es que los indi-
viduos obtienen información sobre el ambiente mediante la percepción
sensorial, evalúan esta información en el marco de un sistema de valores y cons-
truyen una imagen cognitiva, con respecto a la cual toman las decisiones. Así, el
concepto de "cognición ambiental" es el más importante en la investigación de la
geografía del comportamiento.
La geografía del comportamiento de carácter humanístico no reconoce la
existencia de leyes reguladoras de la conducta humana. Hace énfasis en la com-
prensión del m u n d o tal como éste es visto por los individuos. El paisaje, por
ejemplo, es algo que nos rodea y que es permanentemente creado y recreado,
aunque no siempre en forma consciente, a la vez que es imbuido de significado
simbólico y cultural.
Los geógrafos humanistas argumentan que los individuos tienen mundos
personales subjetivos que regulan sus comportamientos. Dichos mundos subjeti-
vos dependen de factores como la edad, el género, el nivel socioeconómico o el
grado de educación. La relación con el ambiente se da en términos de espa-
cio-tiempo y es mediada por la subjetividad, lo que hace posible que su estudio se
pueda abordar desde una perspectiva experiencial, como lo proponen Tuan
(1974)ySack(1997).
Tuan (1974) acuñó el término topofilia para describir las percepciones, la
afectividad, las actitudes y las valoraciones que desarrolla la gente ante los luga-
res. Sack (1997) explora la naturaleza geográfica de los seres humanos, y las con-
secuencias empíricas y morales de nuestra condición de homo geographicus,
mediante una estructura teórica que integra la naturaleza, las relaciones sociales
y los significados, y que conecta el m u n d o en las experiencias del espacio y el lu-
gar. Esta perspectiva del espacio en la geografía humanística será tratada con más
detalle en un capítulo aparte de este trabajo.
Las críticas de la geografía del comportamiento a las teorías de la geografía
económica sobre la localización económica y el cambio locacional resaltan el re-
duccionismo de la conducta espacial de la categoría de homo economicus, que no
tiene en cuenta la influencia de las motivaciones, los valores, las preferencias, las
percepciones y las opiniones de los individuos en la formación de los patrones de
actividad económica. El concepto de "óptimo económico" se sustituye por el de
"grado de satisfacción", "conducta de satisfacción" o "conducta no óptima",
como guía del comportamiento individual que se manifiesta en alguna forma es-
pacial expresada en movimientos o patrones.

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los geógrafos del comportamiento no comparten la categoría de homo econo-


micus, entre otras razones por las siguientes:
a. El conocimiento de la gente es imperfecto.
b. La gente actúa sin información suficiente.
c. La evaluación intelectual de los problemas es insuficiente.
d. Las elecciones se hacen dentro de un rango limitado de posibilidades.
e. La maximización del beneficio es apenas una de las metas de los
individuos.
f. Los niveles de aspiración pueden ser bajos según factores de personali-
dad, o por bajos niveles de aspiración de la sociedad.
g. Las decisiones se basan en experiencias históricas de éxito o fracaso.
h. Cuando se toma u n a decisión, todas las opciones deseables p u e d e n no
estar disponibles.
i. Las decisiones son afectadas por el optimismo o el pesimismo, conside-
rando las consecuencias de la acción.
j. En las comunidades, las decisiones no las toma una sola persona aislada,
sino en el ámbito de hogares con diferencias de ingresos, necesidades,
etc.; dentro de familias o entre familias, y en organizaciones en el con-
texto de relaciones internas de poder y en respuesta a un determinado
problema.
k. Las decisiones se toman teniendo en cuenta las limitaciones externas in-
ternalizadas, como por ejemplo, las normas sociales percibidas, los es-
tándares de oportunidades y la conducta aceptable en la sociedad.
Hay que advertir también que las ideas sobre el espacio y el reduccionismo
de la distancia han sufrido cambios importantes dentro de la geografía como
ciencia espacial. Además de que la teoría geográfica de corte positivista incorpo-
ró varias de las consideraciones del enfoque comportamental, especialmente en
el análisis de la toma de decisiones espaciales individuales en estructuras descrip-
tivas no normativas, algunas variantes de la teoría locacional han desarrollado
modelos complejos que incorporan muchas variables y varias perspectivas teóri-
cas en el análisis de la toma de decisiones de los actores en el espacio. La llamada
"dictadura de la distancia" ha sido fuertemente criticada internamente por la
misma ciencia espacial y desde otros discursos geográficos, y en lugar de este re-
duccionismo y de la isotropía espacial, se estructuran modelos de análisis que
contienen varios contextos en interacción, sin que ninguno tenga prioridad ex-
plicativa permanente sino circunstancial.
Estos modelos multivariados y de perspectivas teóricas múltiples (Healey e
Ilbery, 1990) incluyen el contexto ambiental, el contexto histórico, el contexto

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

demográfico, el contexto cultural, el contexto organizacional, el contexto de los


factores de producción (tierra, trabajo y capital), el contexto tecnológico, el con-
texto de los transportes y las redes de comunicación y el contexto político, entre
otros, cuando se quiere explicar la conducta de los tomadores de decisiones, sean
éstos individuos o firmas. Incluir y analizar estos contextos significa reconocer la
variabilidad en su distribución espacial, considerando el espacio como la superficie
terrestre. También implica aceptar la posibilidad de que en un momento dado uno
de estos contextos, o varios a la vez, sean decisivos en la conducta espacial
analizada.
La aceptación de la complejidad de las estructuras espaciales en la nueva teo-
ría locacional no significa un cambio esencial en la concepción del espacio objeti-
vo como contenedor de objetos, ni como espacio relacional generado por las
relaciones económicas que se dan en el espacio objetivo en escalas locales y globa-
les. Como se advirtió antes, los modelos que reconocen la complejidad de la toma
de decisiones locacionales no son modelos espaciales sino formas analíticas y es-
tructuras de razonamiento sobre los factores que pueden afectar las decisiones en
el espacio, en las cuales u n determinado contexto puede ser definitivo en un mo-
mento dado, o puede pasar inadvertido en otro caso.
La idea de que las pequeñas influencias no pueden ser ignoradas para privi-
legiar una variable principal, y de que estas pequeñas influencias p u e d e n amplifi-
carse y definir la conducta espacial en un momento dado, ha permitido al análisis
locacional contemporáneo incorporar elementos ignorados por el pensamiento
neoclásico positivista, tales como las influencias climáticas, las cualidades del sue-
lo, las políticas gubernamentales, o el "clima político de un lugar". Desde luego,
esta transformación del discurso locacional n o se da en el marco del positivismo
en estado puro, sino que se propone un híbrido teórico y metodológico que invo-
lucra una combinación de diferentes perspectivas teóricas, incluidos el positivis-
mo, el conductismo o el realismo, dentro de u n marco estructuralista. Un
ejemplo de esta mirada híbrida o mixta es la adoptada en el trabajo ya citado de
Healey e Ilbery (1990) titulado Location and Change, en el que esta aproximación
se ha empleado para analizar la naturaleza compleja de la toma de decisiones lo-
cacionales en el uso de la tierra y en el cambio locacional en los sectores primario,
manufacturero y de servicios.
Pero la geografía como ciencia espacial de orientación predominantemente
positivista no ha desaparecido de la escena, y su vigencia se nota, por ejemplo, en
la gran demanda de información espacial de carácter empírico-analítico e interés
técnico y en el incremento del uso de los Sistemas de Información Geográfica
(SIG). Y su vigencia tiene explicación en el hecho de que el conocimiento genera-
do por este tipo de geografía tiene alta d e m a n d a en los sectores hegemónicos de

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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la sociedad. Para e n t e n d e r el p o r qué de su vigencia, p u e d e ser útil la tesis de


H a b e r m a s de que el conocimiento tiene raíces históricas y sociales, y que éste
d e p e n d e de los intereses cognoscitivos que p u e d e n ser técnicos, prácticos o
emancipatorios (Unwin, 1995). De este modo podemos asociar el discurso de la
geografía como ciencia espacial, como conectado específicamente con el interés
técnico. En tanto se mantenga este interés, la producción de conocimiento técni-
co no desaparecerá.
Actualmente sigue teniendo interés la localización óptima de firmas o cual-
quier otro objeto en el espacio objetivo, lo mismo que la funcionalidad del espa-
cio en términos de flujos, conectividad o accesibilidad. Colocar en el espacio
objetivo, es decir localizar, digamos por caso un nuevo almacén para distribuir
productos al por menor, requiere conocer las características de la disposición es-
pacial de los otros almacenes existentes, y de aquellos otros objetos que tengan
relación, como las vías de acceso, la localización de estacionamientos, zonas de
carga, etc.
Como indica Méndez (1997: 256), "aunque la geografía económica ha am-
pliado sus perspectivas... los estudios sobre localización continúan siendo uno de
sus principales activos y una temática de amplio desarrollo actual". Y agrega el
mismo Méndez (1997: 256) que los estudios sobre localización de actividades
económicas se caracterizan por: 1) la descripción de las pautas de localización
propias de cada tipo de actividades y de empresas; 2) la identificación de patro-
nes de localización; 3) el establecimiento de asociaciones espaciales entre empre-
sas y actividades, sin que se suponga siempre una relación de causa-efecto; 4) el
análisis del dinamismo espacial de las actividades; 5) la elaboración de clasifica-
ciones o tipologías de espacios, y 6) la consideración del impacto territorial de la
localización de las actividades económicas sobre la movilidad y estructura de la
población, la urbanización, el crecimiento económico, el bienestar social o el me-
dio ambiente.
Hay que reconocer también que tales preocupaciones por la localización
abarcan todas las escalas geográficas, y que recientemente la geografía económi-
ca se ha preocupado por comprender y explicar el comportamiento espacial de
actores globales como las empresas multinacionales, y los patrones espaciales re-
sultantes, lo mismo que la interdependencia entre las escalas (Dicken, 1986;
Méndez, 1997).
La creciente d e m a n d a de datos espaciales de alto valor agregado, relaciona-
dos con la localización y distribución de fenómenos sobre la superficie terrestre, y
la tendencia de especialistas de muchas disciplinas a espacializar sus datos y rela-
cionarlos con otros datos espacializados es clara evidencia de que las concepcio-
nes y las prácticas científicas basadas en las ideas de espacio objetivo absoluto y

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relacional mantienen plena vigencia. Digamos, por ejemplo, que los especialistas
en salud consideran de suma importancia un mapa que muestre la variación es-
pacial de una determinada enfermedad, o la variación espacial de la asignación
del presupuesto en salud, de la misma manera que a u n político le parecerá de
gran utilidad un mapa electoral que muestre la variación espacial o distribución
de los votos en una determinada región. Y qué decir de la utilidad del mapa que
muestra la variación espacial de la criminalidad en una ciudad.
También puede ser de gran utilidad para los planificadores del transporte
urbano o interregional disponer de mapas y bases de datos espaciales que especi-
fiquen las redes de carreteras y el volumen de los flujos de pasajeros y carga entre
los distintos nodos de la red. Esto se hace evidente en el tipo de información es-
pacial que se maneja en los planes de ordenamiento territorial de los municipios.
El manejo automatizado de grandes cantidades de información espacial por me-
dio de los SIG es también una muestra contundente de la vigencia de las mencio-
nadas ideas espaciales.
Lo que sí debe quedar claro es que el discurso de la geografía como ciencia
espacial con enfoque positivista ya no es hegemónico; la unidad de la geografía
ha quedado otra vez cuestionada por la emergencia de una gran variedad de co-
rrientes (Peet, 1998). La geografía como ciencia espacial comparte y disputa con
otras tendencias y otros intereses un puesto en la práctica disciplinar y profesio-
nal. Del discurso espacial de los geógrafos "radicales" marxistas, con intereses no
técnicos sino críticos y emancipatorios, se ocupará el capítulo siguiente.

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