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Pregunta.- Dedica este libro a las personas que han descubierto que hay
vida antes de la muerte. ¿Es que tiene mérito eso?
Respuesta.- Es que es la antítesis de la historia de la evolución humana. No
hace mucho la gente tenía una esperanza de vida que era un tercio de la que
tenemos ahora. No tenían entonces mucho tiempo para pensar y cuando lo
hacían pensaban en qué sucedería después de la muerte. Ahora vivimos un
momento álgido en la historia de la evolución gracias irrupción de la
ciencia en la cultura popular. La ciencia está poniendo fin a la batalla
incesante entre los que no tienen nada, por un lado, y los que tienen algo y
se aferran a ello agresividad. La ciencia permite que esa pugna no siga.
P.- ¿Cuáles son la excusas más habituales que se busca la gente para no
pensar?
R.- La gente, y más concretamente su cerebro, no quiere cambiar de opinión.
Es lógico porque eso supone rediseñar por completo la estructura defensiva.
Y cómo les podemos convencer de la necesidad de cambiar. Yo a mis nietas
le pongo el ejemplo del agua, que en el congelador se solidifica y sobre el
fuego se convierte en gas. Si hasta la estructura de la materia cambia,
¿cómo no vamos a cambiar de opinión? Es el cambio más necesario de
todo, pero la gente considera una traición asimismo y a lo heredado cambiar
de opinión.
P.- Por eso decía Einstein que es más fácil descomponer un átomo que
eliminar un prejuicio...
R.- Claro, ahora los neurólogos han descubierto las disonancias, que
demuestran no sólo la negativa del cerebro a reconsiderar una opinión,
sino que se inhibe para evitar siquiera tener que considerarlo. Es como
una valla que se pone a la información para que no le llegue al cerebro.
P.- Afirma que las decisiones conscientes son una ilusión: nuestras
neuronas (inconsciente) siempre deciden primero.
R.- Sí, lo demuestra un estudio reciente: cuando cree haber tomado una
decisión, sus neuronas ya lo habían hecho unos diez segundos antes. Antes
de este descubrimiento ya conocíamos el espacio irrisorio que ocupa el
pensamiento racional comparado con el ingente espacio que cubre el
inconsciente. La conclusión es que debemos confiar en nuestras intuiciones.
El inconsciente es una fuente tan válida de conocimiento como la razón. El
inconsciente desarrolla procesos cognitivos tan complejos como el
pensamiento racional. Yo ya me fío más de él que de la razón..
P.- Entonces ¿el inconsciente pesa más que la voluntad a la hora de tomar
una decisión?
R.- Sin lugar a dudas. Nosotros ahora sabemos es que estamos
programados genética y cerebralmente pero también que somos únicos,
porque la propia experiencia personal incide en nuestra estructura
cerebral. Podemos cambiar el cerebro con la experiencia.