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urbanización∗
ntes que todo, quisiera dar las gracias a la Universidad Católica de Valparaíso, a su
Rector y a todas las autoridades de esta casa de estudios; también a la Embajada de
Francia y quienes la representan, y a todos los que han organizado este coloquio,
Alejandro Bilbao, Francoise Richard, Partice Vermeren...
Hoy día quisiera desarrollar unos temas que conciernen al actual contexto de la
antropología.
La antropología tiene como objeto las relaciones sociales en un grupo social dado,
las relaciones a la vez efectivas, representadas e instituidas. Pero la antropología toma en
cuenta siempre el contexto, el contexto respecto al cual estas relaciones tienen sentido.
Hoy en día, este contexto ha cambiado radicalmente en el mundo entero. Existe, en la
actualidad, una ideología de la modernidad incompleta que se manifiesta en los sectores
diversos de la actividad mundial. La globalidad actual es una globalidad en red que
comete efectos de homogeneización al tiempo que efectos de exclusión, planteándonos
una tensión o contradicción que puede ser medida al interrogarnos sobre el concepto de
mundialización, en sus variadas acepciones, y también sobre fenómenos tan impactantes
ocurridos durante el siglo que acaba de finalizar, como la urbanización del planeta,
fenómeno en el que puede verse una etapa decisiva en la historia de la humanidad, un
fenómeno tan importante en esta historia como lo ha sido el pasaje a la agricultura y a la
sedentarización.
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El término mundialización nos reenvía a dos órdenes de realidades. Por una parte,
todo lo que llamamos globalización, que corresponde a la expansión del mercado llamado
liberal y de las redes tecnológicas de comunicación y de información sobre toda la
superficie del globo. Por otra, aquello que podría ser llamado la “conciencia planetaria”,
la cual tiene a su vez dos aspectos. Cada día somos más concientes de que habitamos en
un mismo planeta frágil y amedrentado, físicamente pequeño en un universo
infinitamente grande; esta conciencia planetaria es una conciencia ecológica e inquieta,
compartimos todos un espacio reducido al que tratamos mal. Estamos concientes
también de la distancia cada vez mayor existente entre los más ricos de los ricos y los
más pobres de los pobres, y de la distancia paralela entre saber o conciencia e ignorancia.
Esta línea de fractura no recubre totalmente la oposición en los países dichos
desarrollados y países dichos subdesarrollados: existen pobres y excluidos, a saber, en los
países llamados desarrollados, así como hay también países científicamente emergentes,
oposición que incrementa la contradicción en la medida en que los países desarrollados
están cada vez menos regulados, motivo de discusión científica.
La mutación geopolítica fue puesta en evidencia por Paul Virilio en varias de sus
obras, sobre todo en La Bomba Informática1 publicada en Francia en 1998, en la que analiza
la tragedia del pentágono norteamericano y su concepción de la oposición entre lo global
y lo local. Lo global, en el sistema del que acabo de hablar, pero considerado desde su
propio punto de vista, es decir, desde el punto de vista del sistema, es, por lo tanto, lo
interior, de modo que, siempre desde este mismo punto de vista, lo local se convierte en
lo exterior. Cuando Fukuyama2 (1989) evoca el fin de la historia, para señalar que la
asociación democracia representativa / economía liberal no puede ser intelectualmente
superada, introduce en el mismo momento una oposición entre sistema e historia que
reproduce la oposición de lo global y lo local.
En este mundo global, la historia parece una contestación local del sistema que
supone, por lo menos idealmente, al desdibujamiento de las fronteras y de las
contestaciones, en beneficio de una red de comunicación instantánea. Este
desdibujamiento de las fronteras, que significa un dislocamiento del tiempo, es puesto en
espectáculo por las tecnologías de la imagen y por la organización del espacio; los
espacios de consumo y de circulación se multiplican en el plantea haciendo que la
existencia de la red se vuelva completamente visible, y de esta manera la historia, en
tanto alejamiento en el tiempo, es petrificada en representaciones de diversos ordenes
que hacen vivir un espectáculo para el presente, y más particularmente, para los turistas
que visitan el mundo.
1
Virilio, Paul (1999), La Bomba Informática, Madrid, Cátedra.
2
En Francis, Fukuyama (1992) El Fin de la Historia y el último hombre, Buenos Aires, Editorial Planeta.
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El alejamiento cultural y geográfico, alejamiento en el espacio, experimenta la
misma suerte. El exotismo, que ha sido siempre una ilusión, se convierte en un fenómeno
doblemente ilusorio desde el momento en que es puesto en escena, e incluso las mismas
cadenas hoteleras, y las mismas cadenas de televisión, abarcan completamente el globo
para darnos la sensación de que el mundo es uniforme, en todas partes el mismo, y que
sólo los espectáculos cambian. En el reino de la imagen, reforzado por el desarrollo de las
redes de comunicación, se refuerza a la vez el carácter hiperreal del sistema, para
retomar la expresión creada por Humberto Eco3, y la indiferenciación creciente entre lo
real y la ficción. Todo es espectáculo en el sistema, pero el acceso al espectáculo se
identifica en el corpus del consumo.
La prensa es también una parte del espacio público cuando se observa como
prensa hecha de opinión; en efecto, la prensa hecha de opinión, se compartan o no sus
ideas, desempeña un rol importante en la formación e información del publico,
precisamente porque está comprometida en la vida pública y toma posición. Pero la
3
Ver, entre otros, Eco, Humberto (1999), “Viaje a la Hiperrealidad”, en La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen.
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prensa llamada apolítica desempeña frecuentemente un rol perverso, al tomar la
actualidad como la norma y al modelar, por consiguiente, las subjetividades individuales.
Es el riesgo también de la prensa gratuita que se desarrolla hoy en día y que vive gracias a
la publicidad. Ambas contribuyen a descontextualizar la historia; sin embargo, tenemos
hoy, más que nunca, conciencia del cambio de escala al término del cual los problemas y
lo que está en juego a nivel local necesita ser revisado.
Las tecnologías, hoy, compiten con las religiones y las filosofías, recomponiendo
el espacio y el tiempo. Los medios de comunicación estructuran nuestro tiempo
cotidiano, de las estaciones y anual. La vida política, artística y deportiva no puede ya ser
concebida sin la reconstrucción y difusión por los medios de comunicación. Cambia
nuestra relación con el espacio y con el tiempo, imponiéndonos por medio de la fuerza de
las imágenes con referencias sofisticadas una cierta idea de lo bello, de lo verdadero y del
miedo, una cierta idea también de lo actual, de lo normal, y en ese sentido, de la norma,
es decir, una cierta idea del consumo (que los medios no cesan de reproducir ya que ellos
mismos son bienes de consumo). En este sentido, las tecnologías son totalitarias por
esencia; como las demás cosmologías, alienan a aquellos que las toman al pie de la letra.
4
Sigmund, Freud (1907-1992), “El creador literario y el fantaseo” en Obras Completas Vol. 9, Buenos Aires,
Amorrortu.
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A pesar de todo esto, hay una dimensión fascinante en la propagación rápida de
los medios de transmisión instantánea de mensajes e imágenes. Es un fenómeno cuya
existencia no puede ser ignorada ni minimizada su importancia, pero es necesario estar
vigilante en relación con los riesgos que conlleva. Estos riesgos son de la misma
naturaleza que las esperanzas que pueda suscitar.
El ser humano sigue siendo un animal político, como decía Cassirer; resiste, sean
cuales sean las coacciones del sistema global, no renuncia a expresarse en la calle o por
medio de otras maneras. Sabemos que la actividad política, como la económica, ha
cambiado de escala, y que una especie de opinión mundial está emergiendo lentamente,
una opinión mundial, que no quiere decir necesariamente una opinión que fuera la
misma, sino que una opinión concernida por el mundo entero. No somos aún individuos
del mundo entero, pero es continuando a interesarnos por el mundo que tendremos una
oportunidad de seguir siendo ciudadanos de nuestro país, y recíprocamente, es
renunciando a los debates que nos conciernen localmente, que podemos adquirir una
conciencia más justa de lo que está en juego a nivel planetario. Finalmente, la mutación
espacial, es decir, la urbanización del mundo, la extensión de los filamentos urbanos, el
hecho que la vida política y económica del planeta dependa de centros de decisión
situados en las grandes metrópolis mundiales interconectadas entre sí y que constituyen
una especie de metaciudad virtual, para retomar la expresión de Poul Virilio, completa el
cuadro.
El mundo es como una ciudad inmensa, el mundo ciudad en el interior del cual
circulan y se intercambian todas las categorías de productos, incluyendo los mensajes,
los artistas y las modas, este mundo extiende sus tentáculos sobre la totalidad del plantea
y constituye el espacio en el que se despliega la cosmotecnología bajo todos sus aspectos.
Pero es cierto también que cada gran ciudad es un mundo, incluso que es un resumen del
mundo con su diversidad étnica, cultural, social y económica. Las fronteras y las
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divisiones en compartimientos que hacen que a veces nos olvidemos de la existencia del
espectáculo fascinante de la globalización las encontramos despiadadamente
discriminatorias, evidentemente, en el tejido urbano, abigarrado y desgarrado. Es a
propósito de la ciudad que se habla de barrios difíciles, de guettos de pobreza y de
subdesarrollo. Es en la gran ciudad, en la megalópolis, donde se concentran los
inmigrantes que huyen de los países del “sur” (entre comillas, porque es un sur
metafórico), esos países que para ellos se encuentran fuera del sistema pero que acogen
no obstante, frecuentemente, las estructuras hoteleras internacionales donde vienen a
recrearse los turistas del norte.
Una gran metrópolis hoy acoge y compartimenta todas las diversidades y todas
las desigualdades del mundo. Encontramos subdesarrollo en una ciudad como Nueva
York y existen varios negocios conectados a la red mundial en las ciudades del tercer
mundo. La ciudad-mundo relativiza o desmiente, por su existencia, las ilusiones del
mundo-ciudad, muros y operaciones largas aparecen a escala local en las prácticas y en
los espacios más cotidianos. En Norteamérica existen ciudades privadas. En América
Latina, en el Cairo, frente al desierto y en varias ciudades del mundo, vemos surgir varios
sectores de la ciudad donde no se puede entrar sino justificando la propia identidad y las
relaciones. Nos hemos habituado a que los inmuebles en los que vivimos estén protegidos
con hilos de acceso, accedemos al consumo por intermedio de códigos impresos en las
tarjeta de crédito, en las tarjetas de los teléfonos celulares, tarjetas creadas
especialmente por los supermercados, las compañías aéreas, etcétera.
5
Cfr. De Certeau, Michel (1999), La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana.
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obtuso pero donde los estados renuncian a sus antiguas prerrogativas y la guerra de las
ideas y de las ideologías encuentra un terreno de acción inédito en la red internacional
de comunicación. Contradicción entre la existencia programada de un espacio continuo y
la realidad de un mundo discontinuo en el que por fin se olvidarán las contradicciones y
las prohibiciones de todo tipo. Contradicción, finalmente, entre el mundo del
conocimiento y la ciencia (que pretende poner una fecha al nacimiento del universo,
medir en millones de años luz la distancia a la galaxia, poner una fecha certera a la
aparición del hombre sobre la tierra), y la realidad social y política de un mundo en el
que muchos hombres se sienten al mismo tiempo arrancados de su pasado y privados de
futuro... dicho con otras palabras: privados de tiempo.
6
Cfr. Vernant, Jean-Pierre (1992),, Los orígenes del pensamiento griego, Barcelona, Paidós.
7
En Bourdieu, Pierre(1980), “La maison Kabyle ou le monde renversé”, en Le senspratique, Paris, Minuit, publicado
en castellano como El sentido práctico, Madrid, Taurus, 1990.
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absorbido por el exterior y el presente de las imágenes.
Quisiera concluir agregando la necesidad de una nueva utopía. Se dice hoy, de vez
en cuando, que los mitos del futuro, los grandes relatos de los cuales hablaba Lyotard8, el
filósofo, han desaparecido, y que no se puede incluso imaginar nuevas utopías. Pero es un
hecho que los hombres para vivir necesitan poder pensar sus relaciones recíprocas.
Todos necesitamos poder imaginar nuestra relación con los otros, y por eso necesitamos
inscribir esta relación en una perspectiva temporal. La idea de la relación, lo simbólico,
necesita de una finalidad, es decir, necesitamos de utopías, necesitamos utopía personal y
utopía colectiva. La globalización no es la república universal, sin embargo, necesitamos
pensar que un día la humanidad entera podrá existir como sociedad... he allí la utopía
cuyo espacio lo poseemos ya: el planeta mismo.
8
Cfr. Lyotard, Jean-François (1984), La condición postmoderna : informe sobre el saber, Madrid, Cátedra..
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totalitarios, son ideales liberadores.
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límites del intelecto, cito a Freud9, sin fuerza en relación a los instintos de los hombres,
en el futuro de una ilusión.
Gracias.
∗
Este texto corresponde a la primera ponencia presentada por Marc Augé en el marco del Primer Coloquio
Internacional “La subjetivación y sus avatares político-culturales: psicoanálisis y su malestar en la política
contemporánea”, realizado los días 16, 17, y 18, de Abril del 2007 en la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso. Para efectos de esta publicación, la edición del texto y el establecimiento de citas y referencias ha
quedado a cargo de Macarena García Moggia, Egresada de la Escuela de Psicología PUCV e integrante del comité
organizativo de dicho encuentro.
9
Freud, S. (1927- 1992), “El porvenir de una ilusión”, en Obras Completas Vol. 21, Buenos Aires, Amorrortu.
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