KARIN LITTAU
TEORIAS DE
LA LECTURA
Libros, cuerpos y bibliomania
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een w ee ae.48 TEORIAS DE LA CECTURA
stuar con él, volver-
texto electronico, que permite a los lectores inter
lo a armar, reescribirlo y ser, de hecho, “autores” de nuevas versio-
nes. También es evidente que la forma misma del libro esta ingresan-
do en una nueva etapa, no sdlo porque existen historias grabadas en
disquetes flexibles -como Agrippa de Gibson- que se van borrando a
medida que avanza la operacién de lectura. No obstante, puesto que
los cientificos continaan Ieyendo ficciones baratas de tipo cyberpunk
y las toman de modelo para sus propias invenciones, ni el tan menta-
do fin del libro ni el agotamiento de la lectura se atisban todavia en el
horizonte, pese a tantos augurios pesimistas (cf, por ejemplo, Lyo-
tard, 1988, pag. xv) y pese a la euforia reinante sobre Jo que pueden
ofrecer los nuevos medios.
2. Las condiciones materiales de la lectura
Figura 3, Lata ilustracién pertenece al libro de Agostino Ramelli Le Diverse et
Artificione Machine (Paris, 1588, grabado en cobre de Jean de Gourmont 11).sth PROKIAS Ui LA ELECTRA
Lo que dice Roman ingarden sobre Ja materialidad del texto impre-
so sencillamente no os verdad: “f...] al leer un texto impreso las let
y los signos verbales aislados ne tienen para nosotros cualidad indivi
dual; simplemente no importan” (1974, pag. 20, nota). La frase elude la
constitucion material concreta de! signo impresv, Ingarden formula asi
un programa mentalista que delimita el objeto literario como vehiculo
transparente para los actos de construccién de significado y de interpre-
tacién que ef texto entrafia pura la conciencia, No podria haber una for-
mulacién mas clara de que -tantu para Ingarden como para muchos
otros tedricos literarios~ el libro que tenemos entre las manos es invisi-
ble para nosotros, Una de las lecciones que nos ensefia Ia historia de los
textos impresos es que los libros tienen cuerpo y las letras tienen forma.
Si optamos por no tenerto en cuenta es porque suponemos que la rela-
cién del lector con una obra determinada abarca exclusivamente cl
nivel lingiiistico. En los circulos literarios solemos pensar en Ia textua-
lidad, ta lectura y la interpretacion como asuntos conceptuales y tende-
mos a pasar por alto el hecho de que todos los textos escritos ponen cn
juego ef contenido, la forma y la materia, es decir, entrafian cédigos
“bibliograficos” (McGann, 1991, pags. 56-7) y especificos del medio
ademas de codigos “lingiisticos”. Roger Chartier hace una observacién
que tiene importantes consecuencias para el] estudio de la literatura:
“No hay texto aparte del soporte fisico que nos los ofrece para Icer (0
escuchar) y, por ende, no hay comprensi6n de ninguna pieza escrita que
no dependa al menos en parte de la forma en la que !lega al lector”
(1994, pay. 9). Para Chartier —historiador del libro— el significado de
todo texto esta inextricablemente unido a sus manifestaciones materia-
les. De ser asi, evidentemente no basta con prestar exclusiva atencién a
la estructura verbal, poética y narrativa; por el contrario, se deben tener
cn cuenta por igual la encarnacién oral del texto (la personificacién que
Je da un hablante), o su anatomia (su inscripcién fisica cn la pagina) y
morfologia (sus cambiantes formas, que son parte de la historia de su
transmision). Lo que equivale a decir que jamas deberiamos pasar por
alto “la forma total del libro” (McKenzie, 1981, citado en McDonald,
1997, ps si ostenta tal o cual tipografia, se presenta en tal o cual
edicién o si es un artefacto manuscrito, un ejemplar impreso o una ver-
sidn clectrénica. Todos estos factores tienen efectos sobre el contenido
de la lectura, asi como las mismas formas que adquiere nuestra préctiea
lectora: si se lee en voz alta o en silencio; si se lo hace con espiritu
monistico, escolastico o por placer; si se lee en puiblico v en privado,
de manera intensiva 0 extensiva.
alidad del libro af
lectura es, en buena medida, el fundamento de la critica textual, disci-
plina que se ocupa de cémo influye 1a forma fisiea de un texto (dis
fio de las paginas, tipografia, disefio del libro y puntuacion, incluso)
no sélo sobre su significado sino también sobre la manera en que puc-
de ser interpretado, Seguin los especialistas en critica textual, ese efec-
to se amplifica con cada (re)edicion y (re)impresion de la obra. Decir
esto no es lo mismo que decir que la materialidad del libro afecta las
maneras de leerlo, conclusion proveniente de la historia del libro, dis-
ciplina que investiga su evolucién y analiza como sus distintas formas
fisicas —manuscrito, impreso, version clectrénica- influyeron sobre
nuestra experiencia de la lectura y, de hecho, alteraron nucstros habi-
tos de lectura a lo largo del tiempo. Quicnes investigan la historia del
libro se ocupan de qué significaba la lectura en la vida de la gente
(comitn): qué leian, donde y cuando lo hacian, incluso como leian (las
formas concretas de sus habitos de lectura). Quienes hacen critica tex-
tual! se ocupan, por asi decirlo, del ciclo de vida de un texto en su
historia de transformaciones fisicas, y también del tipo de significado
que los lectores construfan a partir de él. En cualquiera de los dos
casos, lo que importa son los procesos materiales que respaldan la
produccion, distribucién y recepcién de la palabra escrita.
En el capitulo | recurri la obra de historiadores del libro a fin de
mostrar “que las transformaciones del tibro y las transformaciones de
los habitos de lectura iban necesariamente de la mano” (Cavallo y
Chartier, 1999, pag. 15). En este capitulo volvemos a las considera-
ciones materiales, pero desde la perspectiva de la critica textual, a fin
de demostrar quc las transformaciones introducidas en un texto deter-
minado por sus editores y las transformaciones producidas en el con-
tenido de las lecturas mismas también van neccsariamente de la
mano. Si bien lo medular aqui son las condiciones materiales de la
lectura, en el capitulo 6 hablaré sobre las condiciones filosdficas de la
posibilidad de Icer y, cuando lo haga, habra que tener presente —pues
La tesis de que la mate
wel contenide de la
1. No debe confundirse la critica textual con fa critica literaria. Pueden
hallarse descripeiones de los avances realizados en la disciplina de la eri
textual (denominada tambien bibliografia critica) en Davison (1998); Grett-
ham (1992), McGann (1991) y McKenzie (1999). Acerca de las relaciones
entre Ja critica textual y la historia del libro, véanse McDonald (1997) y Hall
(1984).