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Trauma, Compulsión a la Repetición, Transferencia.

Dr Isidoro Gurman

Trauma, Compulsión a la Repetición, Transferencia.

Es mi intención retomar lo que Freud plantea a partir de 1920 en “Más allá del principio del
placer” respecto a la manera en que se presentan en transferencia la actualización del trauma
bajo la condición de la compulsión de repetición.
En principio deja en claro que es muy difícil ocupar el lugar que posteriormente Lacan
nombrara como sujeto supuesto saber, y, tampoco de objeto a.
Digamos que juega la presencia del analista, pero que no hay preguntas. La reacción
terapéutica negativa tal como Freud la retoma en “Construcciones” implica una respuesta en
los siguientes términos: Si el analista equivoca la construcción, no pasa nada; pero si esta es
correcta se produce una agravación del paciente.
Es puesta en primer plano la transferencia como obstáculo.
Se trata entonces de aquello que se desencadena en el proceso del análisis por el análisis
mismo.
Punto de impotencia, de sin salida, que nos deja sin saber que hacer. Perplejidad y desazón
frente a lo que Freud considera algo insensato que lleva a que el paciente interrumpa la cura,
o alegue razones que no alcanzan a constituir una causa. En algunos casos una enfermedad
somática como la paciente que Freud presenta en “Más allá…”, aparece impidiendo su
concurrencia a las sesiones.
El método analítico desencadena y torna intramitable aquello que produjo. Digamos que se
torna sumamente difícil el trabajo vía los significantes.
Entonces si el trauma es huella temprana, no se ha producido ese trabajo del inconsciente
cuya función es obturarlo.
Es en el “El moisés y la religión monoteísta” donde Freud retomando la cuestión del trauma
se refiere a dos maneras de su insistencia: o insiste inalterado, modalidad que designa como
repetición positiva del trauma o se repiten las defensas que contra él se han erigido, de tal
modo que nada del trauma emerja. A estas dos condiciones las considera modalidades de
carácter.
Si el trauma responde a magnitudes pulsionales intramitables, las modalidades de carácter
constituyen un destino de pulsion diverso a la represión. La formación reactiva estudiada por
Freud en el carácter anal seria un ejemplo de lo dicho anteriormente.
La egosintonía de la formación del carácter impide entonces que advenga un sujeto que haga
suya la cuestión que solo padecen los otros. Entonces, si hay decir, quien dice no saca ninguna
consecuencia de lo que dice, o intenta forzar al analista que diga lo que quiere escuchar.

Parece inexistente la condición inconsciente que daría lugar a lapsus, actos fallidos, sueños.
Impermeabilidad a la posibilidad de que se instaure una producción del inconsciente que
remita a un saber proveniente del mismo. Falta la orientación que produce el síntoma.
Es en este sentido que en el espacio de pocos años hay un viraje de: “recuerdo, repetición,
elaboración,” a lo que Freud llama compulsión a la repetición. En el primero de los trabajos
hay una posibilidad de que a través de la reiteración advenga un sujeto de la misma. Hay
entonces una alternativa a la constitución subjetiva.
En cambio la compulsión a la repetición es leída por Freud desde dos vertientes: la
compulsión como proveniente del “Ello”, que implica que la acción pulsional no tiene como
referencia al yo y pasa al verbo, o que en ese doble del Ello en que se configura El Super-Yo,
la acción tienda hacia la búsqueda de castigo, siendo sumamente difícil instalar la posibilidad
de lo que Freud produce como conjetura: el sentimiento inconsciente de culpa.

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Se produce un encadenamiento de hechos que se configura como destino inexorable. En
términos de Freud: perdida de la fortuna, una enfermedad, un matrimonio inconveniente.
Mejoría entonces de neurosis graves, en función de infortunios graves.
Restricciones que implican un plus de satisfacción que es vivenciado como virtud.
Prevalencia entonces del sentimiento de culpa y El Super- Yo.
Freud pone el acento en los límites del método, y no en el padecimiento. Digamos que la
compulsión cuestiona la eficacia terapéutica del método, de tal modo que en aquellas
circunstancias en que por el desarrollo de la cura cabria esperar, o a veces se ha producido una
mejoría, aparece un agravamiento que cuestiona la eficacia terapéutica del análisis.
Falta aquello que en Recuerdo, repetición, Elaboración Freud considera como apelación a la
escena transferencial que permitiría introducir una dimensión de la historia que permitiría
construir una filiación. Digamos que se trata de un determinismo sin contingencia.
En “Lo ominoso” podemos leer: “discernimos sin trabajo que es solo el factor de la repetición
no deliberada el que vuelve ominoso algo en si mismo inofensivo, y nos impone la idea de lo
fatal, inevitable, donde de ordinario solo habríamos hablado de casualidad”.
En Otro lugar: “en lo inconsciente… se discierne el imperio de una compulsión de
repetición…que depende de la naturaleza mas intima de las pulsiones… tiene suficiente
poder para doblegar al principio del placer… confiere carácter demonico a ciertos aspectos de
la vida anímica… y gobierna al psicoanálisis de los neuróticos en una parte de su decurso” .

Digamos que a partir de las citas puede abrirse la perspectiva de un no-saber y de un asombro
en tanto las razones hasta el momento sostenidas caen. Pero tengamos en cuenta que esto
puede no suceder por la intervención de ciertos acontecimientos somáticos, o ciertos usos de
tóxicos que tienen la capacidad de reconstituir una espera, una forma de continuidad que evita
la emergencia de angustia.
Conozco a Fernando hace dos años. Sus padres me solicitan una entrevista porque habiendo
tenido dos internaciones y dos intentos de suicidio, persiste en el consumo de drogas, a lo que
se agregó una intervención judicial por la denuncia de desaparición de persona, luego que se
fugó del hogar con tres mil dólares.
Lo encuentran las autoridades policiales a los tres días, retorna al hogar, y los padres no saben
con que recurso enfrentar la problemática que les presenta este joven, a punto de cumplir 18
años.
Pedante, prepotente, su persona muestra una franca desarmonía entre su físico esmirriado y la
manera en que habla y se comporta.
Comienzo a tener entrevistas en las que incluyo a los padres, donde Fernando hace lo
imposible para que lo interne. Me refiero a fugas, consumo, no hace nada durante el día,
alardeando que con él nadie puede (menos sus padres), y que él no tiene por que hacer lo que
ellos quieren.
Dirá: “si no me soportan que me hechen, si no se animan es cosa de ellos”.
Me roba recetas, que su madre encuentra, trayéndolas a la entrevista muy angustiada. Había
confeccionado dos con la misma indicación: Viagra.
El padre le pregunta para que quiere consumirlo, recibiendo como respuesta que una no era
para él, y la otra no tenia por que dar razones.
Le era necesario ostentar un blasón falico, allí donde dudaba de su condiciones física.
Los padres entonces relatan la historia de su atraso en el desarrollo, y de las distintas
intervenciones medicas, que drogas mediante intentaban producirlo. Hacia un año y medio
que se había desarrollado, coincidiendo con el comienzo del consumo de drogas y su
concurrencia diaria a un lugar nocturno donde se encontraba con jóvenes mayores que el que
también consumían.

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Pasaba horas frente a la computadora buscando información sobre distintas drogas, posibles
combinaciones, prestando especial atención a los efectos complementarios o antagonistas.

Comienza a vender, guarda drogas en su casa, la madre lo descubre, tira todo lo que
encuentra, impedido de vender queda endeudado y es cuando realiza lo que relata como una
ingesta de éxtasis, luego ansiolíticos, y así sucesivamente hasta entrar en estado de shock. Es
sobre este hecho que volverá varias veces.
En principio su relato gira en torno a que no sabia, para luego gradualmente empezar a
pormenorizar diciendo que entro en pánico, temiendo que al no poder pagar las represalias
fuesen terribles.
Poco a poco pasa de: “me quería tranquilizar”, “no me podía dormir”, a decir que intento
suicidarse consumiendo 126 pastillas de un modo indiscriminado.
En su relato se pasa de una cantidad sin nombre, puro exceso, a un trabajo en el cual puede
decir “me quise suicidar, quise desaparecer”.
El desencadenante lo constituyó su desesperación por pagar una deuda impagable
desencadenada por un otro materno, que hace de él exceso encarnado.
Poco a poco pudo ir construyendo su decir: “mi madre no para, se mete en todo, reconociendo
paulatinamente que de algún modo el puso al alcance de ella, lo que ella tiró.
En su intento de afirmarse, paradójicamente solo logra desaparecer, en tanto ninguna
subjetivizacion se produce, por que todos sus intentos llevan, una y otra vez a su madre.
“Por que todos podían salir y a mi no me dejaban, decían que era para cuidarme”. Intentaba el
autoengendramiento de un cuerpo, donde recomponer sus propios bordes, su propio tiempo.
El carácter trasgresor de sus actuaciones, revelaba cuanto necesitaba afirmar un deseo propio.
“Quiero hacer mi vida”, para no someterse al “bien”materno.
Empecé a apuntar a la instrumentación incestuosa que lo enfrentaba con la invasión materna,
intentando vía transferencia a la construcción de un fantasma que sostenía el circuito de su
práctica autoerótica. Devenir a partir de sus ingestas un cuerpo extraño a su madre. Devenir
constantemente lo que incorporaba engendraba un tiempo circular, una alteración sin
alteridad, frente al peligro y el vértigo de devenir incesantemente el bien de los padres.
Frente a lo que había escuchado en sus internaciones, donde él consumaría su
autodestrucción, empezamos a poder entender sus procedimientos de autocuración, sus modos
cotidianos de rehacerse. No podía dormir y tampoco despertarse. Tampoco podía exponerse al
mundo sin esta cobertura. Su ingesta parecía lograr una homeostasis y engendrar un equilibrio
narcisista.

Tal como lo dice Freud citando al poeta, en la estrecha cavidad de una muela se recluye el
alma toda, creando una sobreinvestidura narcisista. En él el órgano doloroso era el Yo mismo.
Empezó a reconocer que las sustancias que él ingería, a pesar de la información que procuraba
no tenían esencia estable, ni carácter propio, de tal modo que no las podía manipular con
plena seguridad respecto a los efectos que intentaba procurar. Se producían la anulación de
toda diferencia, y por ende las oposiciones distintivas: día, noche; hombre, mujer. Se
enfrentaba a una mezcla entre contrarios, de tal modo que no tenia respiro, no pudiendo
distinguir entre sueño y vigilia se comportaba como sonámbulo.
Sumirse en shock, caerse, fracturarse, robar dinero, o despertarse un día con su cara golpeada,
diciendo que no sabia como esto se había producido.
Poco a poco vía transferencia pudo darse cuenta como traicionaba sus expectativas, dando
lugar y lazo nombrándolas, las escenificaciones que dan respuestas a preguntas no
formuladas, remplazando la estereotipa del no se, por el enigma de que buscaba, que quería.
El tiempo de la transferencia se da entonces, en lugar de los estereotipos del consumo, la
mitomanía, la perversidad, la inaccesibilidad a la transferencia, del anonadamiento al

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encuentro con la palabra y con un otro que permita a partir de un despliegue en el decir, un
modo de reinscribir lo que insiste vía compulsión, en la articulación entre sujeto y objeto que
constituye la fantasía. Ésta al decir de Freud es obturante del exceso de lo que insiste como
trauma.
Como Freud lo dice en el juego repetitivo de los niños, un lento trabajo de ligazón entre
diferentes estratos psíquicos se fue produciendo.
Pasar de la lógica circular del consumo donde adviene un tiempo sin diferencia (el consume
pero a la vez es consumido), a poder decir, me quise suicidar, o pedir que lo hechen, como
resto intolerable, que lo puedan perder, para poder habitar una diferencia, una distancia, algo
que impida que la madre reintegre su producto.
De su hermano dos años menor dirá: el los puede conformar (a los padres), hacer su propia
vida, es más inteligente que yo. Modo de encarar el exceso aniquilador donde debe
desaparecer, suicidarse, ser uno con la madre, a no ser que sea violentamente arrojado.
El poder hablar del hermano, es encontrar otra forma de devenir que le permita un desvio
hacia una mira edipica, como intento de acotar la circularidad del exceso permitiéndole
incluirse en una historia.

En cierto modo el análisis instaura un trabajo que permite hacer emerger la posibilidad de un
fantasma.
¿El tiempo psíquico no es precisamente aquel que procede de la repetición de lo que no
existen todavía realmente?
De tal modo y para finalizar: en la transferencia no es un acontecimiento el que se reproduce,
sino algo inaugural y fundante se produce.

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