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Cuando Lázaro Cárdenas fue designado candidato presidencial, ya era uno de los
divisionarios más importantes del ejército. Había sido un fiel subordinado de Calles, no
había atacado a Ortiz Rubio ni compartido las opiniones conservadores de Calles sobre
política agraria. Desde el primer momento empezaron a surgir tensiones dentro del nuevo
gobierno. Estallaron debido en gran medida a la ola de huelgas que se desató tras la toma de
posesión de Cárdenas y a la actitud benigna que ante las mismas adoptó el presidente.
Cárdenas actuó con rapidez ejerciendo el poder que le quedaba a la presidencia en tanto
jefatura del ejército. Antes de que el callismo pudiera reaccionar, el Maximato había tocado
a su fin y se iniciaba la era cardenista.
La desaparición de Calles y su grupo del escenario político logró que las aguas de la
política volvieran a su cause normal. Terminaba su tarea de eliminar a los callistas
irredentos del PNR, el Congreso y las gubernaturas de los estados, Portes Gil mismo dejo la
presidencia del PNR. Cárdenas lo sustituyó con un hombre de su total confianza, Silvano
Barba González.
Por temor a la política obrera de Cárdenas, surgiría una corriente anticardenista dentro del
ejército, la institución armada permanecería hasta el final obediente a las órdenes del
presidente, y el secretario de Guerra, Manuel Ávila Camacho, sería el sucesor de Cárdenas.
Cando decidió deshacerse de Calles no le quedó otro camino que fortalecer a la presidencia
llegándose la fuerza de los sectores populares. La reforma tocó sólo la periferia, sino el
corazón mismo de la agricultura comercial.
Cárdenas aceleró el proceso de unificación del movimiento obrero hasta llegar a la creación
de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). La CTM, organizada a principios
de 1936, junto con la CNC, se convirtió en un pilar del cardenismo, aunque la base no llegó
a mostrar la incondicionalidad del movimiento campesino, los organismo obreros
sostuvieron la candidatura de quien Cárdenas había designado como sucesor, el general
Ávila Camacho.
En torno al desarrollo económico del país, Cárdenas llegó a considerar que estaba en la
posibilidad de optar entre dos alternativas para ese desarrollo, imitar la estrategia del
modelo capitalista seguido por las sociedades industrializadas o intentar un camino
diferente que combinara el crecimiento de la producción con el desarrollo de una
comunidad más integrada y más justa. La utopía propiamente cardenista consistía en tratar
de ir más allá del keynesianismo o del fascismo, sin desembocar en el modelo soviético.
Las regiones norte y centro del país experimentaron los mayores crecimientos de la
producción agrícola por habitante y la menor participación del ejido en el total de la
superficie cultivada. La zona norte de la costa del Pacífico, tuvo el menor índice de
crecimiento productivo. El ejidatario siempre contó con un financiamiento menor que el
propietario privado. La baja en el valor de la producción no necesariamente significó un
empeoramiento de la situación del campesino. Por el contrario, el consumo de alimentos
aumentó en las zonas rurales sin que lo registrara la economía monetaria.
Los ejidos, contaron con muy pocos insumos, usaron los que tenían a la mono: tierra y
trabajo, lo cual ayudó a un empleo más racional de estos medios de producción e hizo
descender el desempleo rural. La reforma agraria no produjo un crecimiento inmediato de
la economía pero los beneficiados por el proceso vieron de inmediato mejorada su forma de
vida. El campesino que recibió la tierra durante el gobierno de Cárdenas, mejoró su
posición.
En el momento culminante del cardenismo, los gastos de tipo económico fueron superiores
al 40%, destinados fundamentalmente al desarrollo de las comunicaciones, la irrigación y el
crédito a la agricultura.
Cárdenas adoptó una línea bastante clara con relación al movimiento obrero. Tomó el Plan
Sexenal, y apoyó la cláusula de exclusión y el rechazo de ³sindicatos blancos´. Este
proyecto, llevó a Vicente Lombardo Toledano y a la CGOCM a encabezar, un bloque de
organizaciones sindicales de respaldo activo a la política del presidente. El Pacto de
Soliradidad tenía por objeto neutralizar las presiones del callismo y sentar las bases de un
magno congreso obrero y campesino del cual pudiera surgir una central única de todo el
movimiento laboral, la nueva organización debería aceptar como premisa la existencia de la
lucha de clases y la imposibilidad de la cooperación con la clase capitalista.
Cárdenas insistió en que no era necesario expulsar a Calles y a sus seguidores. En abril
cambió de parecer, y el ex Jefe Máximo y Morones fueron sustraídos sorpresivamente de
sus domicilios y exiliados. La reacción negativa de los empresarios a la política obrera
cardenista, subrayan la necesidad de poner fin al conflicto entre las agrupaciones obreras y
dar paso a un frente unido de los trabajadores.
Desechó los temores de que los comunistas pudieran ponerse al frente de la nueva pirámide
porque a su juicio la raíz de la agitación obrera era básicamente el incumplimiento de las
justas demandas de las masas trabajadores.
Cárdenas había propuesto que los salarios no se fijaran según el péndulo de la oferta y la
demanda de trabajo, sino según el péndulo de la oferta y la demanda de trabajo, sino según
la capacidad de cada empresa para seguir actuando de manera redituable. El criterio abrió
aún más las puertas del conflicto laboral y las huelgas aumentaron.
Entre los conflictos más espectaculares de 1936 es el de los ferrocarrileros, que llevaría a la
nacionalización de esa actividad y el de los trabajadores agrícolas de la Laguna. La huelga
contra toda la industria petrolera, se volvió un problema político nacional que obligó al
gobierno a intervenir para evitar que la paralización de actividades dejara al país sin
combustible. La nacionalización de la industria petrolera, una de las decisiones de mayor
peso en el futuro y la conformación de la nación de la historia de México. El apoyo del
gobierno a las demandas obreras condujo a la expropiación de las empresas, lograron
contratos colectivos con ganancias sustanciales para los trabajadores.
El Plan Sexenal, consideró que el motor de la producción agraria debía ser el ejido y reiteró
la necesidad de apoyarlo con crédito e infraestructura. Dar tierra al campesino por la vía
ejidal significaba organizarlo, se trataba de hacer irreversible el cambio de estructura en el
agro mexicano. Cárdenas no sólo es el presidente que repartió más tierra sino también el
que dio las mayores parcelas. Creó el Banco Nacional de Crédito Ejidal.
La memoria de las grandes expropiaciones cardenistas pareció total por primera vez desde
el reparto de tierra en Morelos durante la guerra civil, el verdadero corazón agrario de la
Revolución Mexicana. Uno de los apoyos visibles a la candidatura de Cárdenas, había sido
la CCM, procedió a formar entonces la Confederación Nacional Campesina CNC, sostuvo
que la única forma de defender los intereses de los trabajadores del campo era admitiendo
la realidad de la lucha de clases.
La UNS se manifestó desde el principio en contra del ejido y pidió que se desarrollara en el
sentido de apoyar y consolidar a la pequeña propiedad privada. Almazán presentaba un
programa que atacaba la ³colectivización´ del país: revivir la encomienda, comprometió a
buscar un remedio inmediato a lo que él describió como el ³desastre agrario´, según el
programa de Almazán, no habría más reparto de propiedades privadas. El Segundo Plan
Sexenal, del general Manuel Ávila Camacho, que en su capítulo agrario dejó claro que se
impediría la reconstrucción del latifundio, el ejido seguiría recibiendo el apoyo del Estado.
El 1° de marzo de 1938 la Suprema Corte dictaminó que las compañías debían otorgar un
aumento de 26 millones, las empresas se negaron. Si el gobierno no hacía nada en contra de
la rebeldía de las empresas, su prestigio y capacidad de liderato quedarían en entredicho.
Cárdenas hizo saber al país la decisión de su gobierno de cortar por lo sano y expropiar a
las empresas petroleras, el 18 de marzo de 1938.
México aceptó desde el principio pagar lo que debía tomado, pero no inmediatamente sino
dentro del plazo de diez años fijado por la ley. El gobierno de Washington sugirió entonces
como única solución que México devolviera lo tomado, a lo cual Cárdenas se negó. El
gobierno norteamericano y británico, contribuyó a bloquear la expropiación, prohibiendo a
sus dependencas que lo adquirieran. Cárdenas abandonó la presidencia y no llegó a un
arreglo definitivo con la mayor parte de las empresas expropiadas.
Cárdenas debió tomar una decisión definitiva y en noviembre de 1939 el PRM anunció que
su candidato para el sexenio 1940-1946 sería el exsecretario de Guerra, general Manuel
Ávila Camacho. La rivalidad entre Camacho y Almazán, tuvo muchos encuentros de
guerra, pero se le dio la victoria a Camacho.
Al entregar la Presidencia, el partido del gobierno seguía sosteniendo que la lucha de clases
era el motor del desarrollo histórico. Con el correr de los años se afianzaría la idea de que al
finalizar el sexenio de Cárdenas, había llegado también a su fin la Revolución Mexicana.